De la modernidad de Chile

He de reconocer que nunca he entendido mayormente las discusiones sobre la modernidad y sobre si Chile es una sociedad moderna o no.

Hasta donde puedo ver, este es un país claramente moderno: Viajo todos los días usando un sistema de transporte público bajo un plan que -malo o bueno- sólo pudo ser creado en una sociedad moderna (¿Alguien conoce algo como el Transantiago en los 1700’s de cualquier sociedad?). Nuestros sistemas de seguridad social podrán ser muchas cosas -malos, muy individuales y poco sociales, con poca cobertura- el hecho es que sólo en una sociedad moderna pasan cosas como tener cuentas de AFP para la jubilación (en realidad, ¿qué sociedad tradicional tiene el concepto de un jubilado que recibe rentas?). Me eduqué en un liceo municipal, y toda la idea de educación universal bajo organizaciones (que además siguen una estructura de 12 años entre educación primera y secundaria) es plenamente moderna. Y así podría seguir con prácticamente cualquier elemento de mi vida cotidiana.

Para el caso, la antiguedad es moderna: Las regulaciones burocráticas que, por ejemplo, nuestro querido estado quiere abandonar para modernizar eran lo que consistía la modernidad hace 50 años. Ahora, alguien pudiera retrucar que lo de la antiguedad moderna es bien restringido, así que no exagere: la antiguedad del mundo rural no es moderna.

Lo cual es cierto, y nos permite además fechar la plena modernidad de la sociedad chilena: Cuando se acabó el inquilinaje, para decirlo de otras formas, el viejo campesinado. El mundo rural puede ser moderno (digamos, uno puede ser un granjero moderno, un asalariado agrícola modernizado). Lo único que, de verdad, no puede ser moderno es el campesino. Para ser precisos, los inquilinos no pueden ser modernos.

Lo que termina mostrando, una vez más, lo central de la Reforma Agraria: Entre otras cosas, marca el punto en que Chile se volvió una sociedad moderna.

(*) El lector, tanto el atento como el desatento, podrá notar que toda esta discusión se basa en que la modernidad es una forma institucional, no un proyecto cultural. Por decirlo de alguna forma, la modernidad no tiene nada que ver con -por decir cualquier cosa- el proyecto para que los seres humanos puedan crear autonomámente la sociedad. Pero eso siempre ha sido, al final, no más que un proyecto político que quiere hacer pasar su propio proyecto como la modernidad. Y todo lo que hace es producir que no observemos lo que efectivamente sucede.

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