Serenata (op 24) Schönberg.

Bueno, para continuar con música (*).

Una de las críticas más comunes a los pobres dodecafónicos es que los ruidos son desagradables. Eso se puede traducir a algo ligeramente más positivo: que su música es un lenguaje para la desesperación y la angustia: el equivalente musical del Grito de Münch por ejemplo. Posición que, he de reconocerlo con vergüenza, durante un buen tiempo mantuve.

Pero claramente falsa. El lenguaje de los dodecafónicos, como todo lenguaje, se puede usar para expresar todo, cualquier parte de la experiencia humana. Y para muestra la Serenata. Porque, claro está, la serenata no es ‘bonita’, pero si es bastante ligera y eminentemente ‘escuchable’. En otras palabras, el lenguaje de la segunda escuela de Viena también puede tener esos usos. Que los vieneses no quisieran hacerlo mucho es una elección de ellos, de su estilo; pero no de su lenguaje.

En otras palabras, Schönberg no sólo es alguien que compone algo tan impresionante, perfecta expresión de horror, como El Sobreviviente de Varsovia (op 46), sino también de cosas más ligeras. Al fin y al cabo, como reacciones a la 2a Guerra Mundial, Schönberg no sólo tiene el ya citado Sobreviviente, tiene la irónica Oda a Napoleón (op 41) o el Concierto para Piano (op 42) -con sus distintas sensaciones.

En todo caso, lo anterior es sencillamente para volver al punto inicial: un lenguaje musical ha de poder expresar en su plenitud toda la diversidad de la experiencia. Que es lo que han hecho, finalmente, buena parte de los compositores.

(*) Puedo decir que contar con un reproductor MP3 implica un aumento considerable de la calidad de vida. Aunque, dada la cantidad de ruido ambiente, no siempre resulta posible disfrutar plenamente de lo que uno escucha. Ahora, nada es perfecto.

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