¿Para qué ser sociólogo?

Toda respuesta a la pregunta del título es irremediablemente personal, quizás sería mejor intitularla por qué soy sociólogo. Por otra parte, todo lo que se publica, se hace para otros; y tiene, por lo tanto, cierta pretensión de hablar no sólo como testimonio personal. Dejemos el título tal como está y pasemos a esbozar lo que es mi respuesta.

Muchas veces me he dicho que, a decir verdad, me sería difícil ser otra cosa que sociólogo. Que investigar lo que sucede en la vida social, las diversas formas a través de las cuáles las personas interactúan, las diversas formas de actividad que realizan, todo el entramado de relaciones que resulta de dicha actividad, me resulta imposible de no encontrar interesante. Que la vida social tiene algo de asombroso. Que las preguntas a hacerse resultan infinitas.

Pero ¿no son innumerables los campos con preguntas interesantes a resolver? Pero sucede que hay dos cosas que, al menos a mí, hacen particularmente interesante la sociología.

La primera consideración es que en la vida social muchas de las preguntas y cuestiones elementales siguen abiertas. Por diversas razones, desde la complejidad de dichas preguntas hasta el tema que buena parte de las disciplinas que estudian la vida social las pasan más bien por alto, una parte importante del conocimiento más básico está por resolver. ¿Acaso eso no implica, quizás, que no pueden responderse, y que el intento de su estudio es irremediablemente un sinsentido? No lo creo. La vida social es una parte de la realidad, y como toda realidad es posible describirla y analizarla. Y. con todo, algunas cosas se han descubierto -que quizás nos suenen muy obvias ahora, pero desde la importancia de la división del trabajo a la idea de las consecuencias inesperadas hay cosas sobre las cuales si tenemos respuesta. Quizás poco como resultado de años de estudio y de miríadas de estudiosos, pero no por ello no deja de ser un resultado. Las expectativas probablemente hayan de ser más humildes que en otras disciplinas, pero sí tiene sentido buscar conocer mejor la vida social.

Si el punto anterior es válido para todos los campos que estudian la vida social, el segundo es, creo, específico a la sociología. Todas las disciplinas sociales toman una perspectiva, una idea, un fenómeno básico de la vida social, y lo exploran hasta donde todo lo que dé. En la economía es el intercambio (algún tiempo fue la producción), en el caso de la antropología la cultura, en la ciencia política debiera ser el poder. En sociología el fenómeno correspondiente es la interacción o la relación social, y todo lo que se asocia a lo anterior. Será un tema personal, pero siento que la interacción es un tema fascinante, y que es particularmente amplio como concepto para analizar la vida social (e incluso más allá de ella). Que, en cierto sentido, es basal en relación a otros conceptos. Puede resultar, es probable que lo sea, una noción equivocada y un falso imperialismo, pero no puedo dejar de sentir que una buena teoría, una buena descripción de los fenómenos básicos de la interacción es una tarea con pleno sentido, y que representa un aporte crucial para comprender la vida social.

De la lectura de los párrafos anteriores es claro que para mí la sociología es, ante todo, un asunto de conocimiento, de comprender y entender el mundo que nos rodea en uno de sus ámbitos particulares -la vida social. No he dicho nada en términos de su utilidad, ni de su relación con la práctica social.

Lo cual es algo extraño en nuestra disciplina -y en general en las vidas sociales- llenas de personas que ante los males del mundo su principal preocupación es la de observar como se puede mejorar (al final, la gran mayoría de los estudiosos de la vida social comparten la idea que más allá de estudiar, de lo que se trata es de transformar el mundo -incluso si su receta es la de no intervenir). Si pensamos en nuestros clásicos, la idea que el conocimiento pudiera ser interesante en sí no era muy aceptada. Es claro en Marx, Durkheim dedica un capítulo de Las Reglas a negar la relevancia de un conocimiento alejado de recomendaciones prácticas, y la Ciencia como Vocación de Weber es más bien una denuncia de todas las razones para valorar la ciencia como tal que otra cosa (el texto es sobre todas las cosas que una ciencia no es y no entrega). Y sin embargo, siempre me resulta algo extraño que entre investigadores la idea misma de encontrar interesante conocer algo resulte de poco valor; ¿no es a eso que se supone uno se dedica? Si no se tiene curiosidad de cómo va el mundo social, ¿cómo sostener el interés en medio de la mitad de las operaciones, a veces pedestres, de la investigación?

Defender la utilidad de la investigación disciplinar resulta, en cualquier caso, algo ineludible. Otros deciden hacer posible los estudios (sostener el tinglado que permite que uno se dedique a investigar), y bien pueden demandar a qué vendría la razón de hacer ello. Claro está que una respuesta de índole ‘pero esto te permite conocer mejor el mundo’ no resulta suficiente -al menos en las condiciones actuales siempre se pide algo más. Luego, resulta ineludible defenderlo a través de la idea que el tipo de resultado de los estudios puede servir en forma práctica -ya sea para producir políticas sociales o decisiones empresariales. Y, con todo, incluso si lo práctico de estas disciplinas resulta mucho menos que las pretensiones de sus propios practicantes, que a veces les gustaría tener respuestas para los principales problemas de la vida social; el caso es que en un nivel menor, bastante más humilde, efectivamente los estudios permiten generar información para la acción.

Luego, sí resulta posible justificar mediante los temas prácticos este tipo de estudio. Y sin embargo, personalmente, no es ni mi razón para practicarlas; y en general lo miro con más bien resquemor. El primero es claro: toda intervención en la vida social es un asunto de los propios actores y nunca puede ser algo solamente de quienes se dedican a su estudio. Uno puede quizás querer estudiar algo por que le interesa resolver un problema y diseñar su propia solución, pero la decisión al respecto le pertenece a otros (la comunidad entera, quienes tienen la potestad para tomarla o lo que sea). La tarea de intervenir no es una tarea propia del investigador, sino de todos los que comparten la vida social. El segundo es más bien que ya es suficientemente difícil simplemente conocer el mundo social, de ahí a atreverse decir que es lo que hay que hacer hay un paso más que complejo. Es cierto que, al final, hay que actuar. El problema no es el hecho de actuar, ni de intentar basar la acción en algún conocimiento; es el peligro de dar por más cierto y sólido un conocimiento al cual le falta bastante en esas dimensiones. El peligro es, además, que en el apuro por intentar dar respuestas a los problemas prácticos nunca le dediquemos suficiente preocupación a las preguntas básicas. Podría decir que producto de ese apuro es que, finalmente, las respuestas a los problemas prácticos sufren, pero al menos a mí me basta con las preguntas básicas.

En resumen, la vida social es un campo de estudio al menos tan interesante como cualquier otro. Hay múltiples preguntas a responder sobre ella. Y es al esfuerzo de intentar comprenderlo algo mejor, de poder responder a esas preguntas que me interesa aportar.

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