Un Informe sobre Pomaire, o sobre aspiraciones

Ayer me encontré con la empresa que encontré un viejo informe que había hecho sobre Pomaire (sobre sus aspiraciones y deseos). Y aunque en realidad no es tan bueno, es uno de los informes que he realizado que más me ha gustado. No deja de ser interesante que tras dedicarme a hacer muchos informes cuantitativos , una de las cosas que quede más conforme sea uno cualitativo.

¿Por qué? Varios motivos y coloquemos solo algunos de los menores. Porque creo que la relación entre las dos variantes de discurso (conforme/resignada y crítica) salieron bien: En el sentido que se resalta su común estructura pero distinta valoración -que comparten todos los criterios de juicio finalmente. Que además la diferencia entre discurso y persona queda clara (y que, por lo tanto, cada persona puede -dependiendo desde donde se ubique- pasar de uno a otro discurso). Las especificaciones sobre que es la vida buena, y la aparición del tema del respeto también me gustaron como texto. También tiene sus problemas, como todas las cosas, pero en las que no nos explayaremos, por cierto.

Pero, en realidad, la razón por la que me interesa el texto es sencillamente que es el origen de varias de las cosas que pienso sobre Chile: Sobre el proyecto educacional, sobre que la independencia económica no implica deseo de emprendimiento (sino que puede ser bastante ‘tradicional’ económica) etc.

Ah, bueno, y el link simplemente haciendo click aquí.

Una nota sobre la separación de política del país

A propósito de la muerte de R. Claro, me acordé -de hecho, fue el tema en la reunión que estaba en ese día- del más famoso uso de una Kyoto que tenga memoria.

Ahora, el tema de esa Kyoto fueron dos candidatos -Piñera y Matthei. No sé si ya estábamos en el gobierno de, o eran los tiempos de su candidatura, Frei. Todos ellos candidatos o pre-candidatos en la actualidad.

En otras palabras, estamos en lo que respecta a la política como hace 15 años. Pero si algo es claro es que el país no está en la situación de hace 15 años. Me imagino que como ilustración de la separación entre política y país la anécdota tiene su utilidad.

A lo más, se podría plantear que tenemos una gran diferencia: Que ahora el candidato de la derecha tiene las mejores oportunidades para salir. Pero tomando en cuenta los resultados de la elección de concejales, yo diría que la situación más bien la produce los problemas de los candidatos de la Concertación que las bondades de Piñera. En otras palabras, la Concertación no tiene un candidato que convoque a toda su votación.

Sobre los grandes chilenos

No la más profunda de mis reflexiones, aunque tiene la ventaja de no centrar la discusión del programa en el tema de Allende. Porque, ¿qué tiene de raro que personas con sensibilidad de izquierda elijan a una persona que realiza un sacrificio como gran chileno?

En realidad, mi pregunta era otra. ¿Por qué está Lautaro? Porque claramente Lautaro es un gran mapuche, no es poca cosa ganar las batallas que ganó y hacer lo que hizo, pero ¿gran chileno?

La sociedad y el estado chileno se construyen, finalmente, sobre los que combatieron contra Lautaro. La sociedad chilena es heredera de los que fundaron Santiago y Concepción, no de los que lo atacaron. Si Lautaro hubiera sido plenamente exitoso, no habría Chile. Quemar Concepción no es algo que se haga por que sí, se hace para expulsar a los españoles.

La sociedad chilena -como toda sociedad latinoamericana- es una sociedad mestiza y todo; pero el caso es que los grupos dominantes sabemos quienes fueron. Y las instituciones son herederas, continuan con la historia, de instituciones coloniales. Todas nuestras instituciones (desde la hacienda en adelante) no provienen de una simple mezcla entre lo español y lo indígena, son producto de la instauración de lo español sobre lo indígena (que como toda instauración se adapta y todo, pero no hay que confundir adaptaciones con mezclas).

En otras palabras, efectivamente los mapuches no son parte de la cultura (y nación chilena). Son otra sociedad y otro grupo (*)

(*) Dado que en mi humilde opinión, el estado debiera salir del negocio de reconocer naciones, pueblos y grupos culturales, en ese sentido nada peor que el estado-nación en realidad, esto no implica que uno acepte la idea que el estado ha de reconocer la existencia de diversos pueblos. En ultima instancia, no debiera reconocer ni siquiera la existencia de uno.

Demanda, testimonio, argumento

Es una lástima que los ministros (o ministras) no tengan la prestancia necesaria. A propósito del famoso episodio del jarro, me acordé de un texto de Borges, en que él cita a un pastor inglés que, habiendole sido arrojado en una discusión un vaso de vino, respondió: ‘Eso señor fue una disgresión, espero el argumento’.

El motivo de la cita anterior, aparte del deseo de citar a Borges, es que -creo- ilustra algunos de los temas de los movimientos sociales en Chile. Porque, finalmente, el tema es la falta de argumentación -no la falta de argumento- de ellos. Repito que no es falta de argumento, porque para las posiciones que defienden -como para cualquier posición- siempre es posible encontrarle argumento. Sino que los movimientos no operan desarrollando y mostrando argumentos.

Su presencia pública -lo que dicen y, más bien, lo que presentan los medios- se centra en otros modos. Lo que tienen es demanda -lo que queremos que suceda- y testimonio -lo que a mí me ha pasado. En este caso, las demandas por educación pública, por fin del lucro, por no aprobación de la LGE, y testimonios también hay muchos -que nuestra educación es mala, en el caso particular de la alumna Música, testimonio sobre el maltrato policial etc. En otras palabras, los testimonios -la experiencia que a nosotros nos pasa- reemplaza al argumento -que es una razón pública y general. Y el testimonio sólo es argumento para quién ya está convencido. De hecho, es un vocabulario pensado sobre el hecho del convencimiento previo -porque, ¿para qué necesita argumentar quién cree que ya tiene la ‘voluntad social’ detrás de sí?

Y como el testimonio no funciona como argumento, sino más bien como postulación de la importancia y urgencia de la demanda, lo que se obtiene entonces es un vocabulario de amenaza: Si no se nos hace caso, entonces pasará tal cosa, haremos esta otra. En otras palabras, el uso de la fuerza. Lo que resulta penoso cuando quienes lo hacen no son quienes efectivamente tienen la fuerza (y no son siempre quienes efectivamente la usan)

La debilidad de no usar argumento no se debe a que en las discusiones públicas efectivamente se opere ‘argumentativamente’, o que las personas se convenzan por esas discusiones. No es ese el punto. Sino que la discusión pública se presente, se aparece frente a sí misma, como si fuera algo que funciona mediante el argumento no mediante la fuerza. Sólo operar con un lenguaje de violencia es una posición que se debilita a sí misma.

A propósito de la última CEP

Originalmente, este post se iba a llamar ‘si uno fuera Tironi’. Porque a propósito de los resultados de la encuesta CEP, donde Piñera y Lagos obtienen las más altas preferencias, suponía que tironianamente uno pudiera decir que hay un cambio en el país, que quiere liderazgos fuertes y que se aleja de la búsqueda de la empatía, y sacar múltiples consecuencias de lectura de país en torno a resultados de una encuesta política. La idea era hacer un post ironizando sobre cómo estas lecturas de país cambian tan rápido y ese tipo de cosas.

Pero, como siempre, la realidad se adelanta. Porque en La Nación Domingo, Tironi dijo exactamente eso: Que los resultados de la encuesta CEP indicaban un cambio en el animo del país y en fin. Citemos mejor:

-Cuando surgió la figura de Michelle Bachelet, usted dijo que los chilenos querían un liderazgo más cálido y maternal. Considerando que los candidatos con mayor respaldo son Ricardo Lagos y Sebastián Piñera, ¿se puede decir que hoy se busca un tipo de líder más eficiente y duro?
-Definitivamente. Las sociedades, así como las personas, somos cíclicos y vamos cambiando. Bachelet surge en un período de mucha confianza y optimismo, en el cual sentíamos que nos habíamos ganado el derecho de expresar deseos y aspiraciones reprimidas. Buscábamos una sociedad más abierta, cariñosa, horizontal y participativa, y Bachelet ha respondido bastante bien. La sociedad chilena necesitaba pasar por este período en el que se ha puesto la atención en los dos grupos más vulnerables: los niños y los ancianos. Se requería un respiro que le permitiera a la gente salir a la calle y hacer valer sus derechos. Probablemente, todo eso no hubiera ocurrido con un liderazgo más autoritario y centralista.

Ahora, puedo plantear que lo anterior no tiene el menor sentido. Al fin y al cabo, cuando Bachelet fue electa, sucedía que el líder duro Lagos tenía altísimos niveles de popularidad, y que Piñera estuvo cerca de ganar la elección. O sea, en el momento de la búsqueda del liderazgo maternal, dos de los principales y más populares líderes políticos no se ajustaban para nada a esa idea. En otras palabras, unos cuantos miles de votantes hubiera cambiado de idea (o se hubiera quedado en la casa) y toda la lectura de Tironi sobre la elección no habría funcionado.

La idea que todo cambio en el ámbito político, que todo cambio en los líderes políticos, tiene algo que ver con la sociedad, que implican cambios en la sociedad, no funciona. La política no refleja necesariamente, y menos en detalle, lo que sucede en la sociedad.

Pero, claro, si nos tomáramos en serio está ultima admonición, entonces los analistas tendrían menos trabajo y menos capacidad de hacer entrevistas.

Educación Redux

A propósito del argumento hecho sobre el debate en educación en un post reciente, uno bien podría fundamentar la idea que la base del tema tiene que ver con el carácter rankeador de la educación, con una comparación con Salud.

Porque en el tema de Salud, efectivamente hay críticas al lucro, pero no existen críticas al hecho de clínicas privados (que lucren). La crítica está hecha sobre las Isapres, pero la clínica privada -el equivalente de los colegios lucradores- no recibe muchas críticas.

Y creo que se debe a lo siguiente: En el caso de salud, que otros -que pagan mucho más- tengan acceso a mejor salud y mejores tratamientos no es el tema. El problema es sí yo no recibo tratamientos. En otras palabras, en tanto la salud pública sea medianamente decente, el hecho que haya salud de mejor calidad no genera mayores reclamos.

Pero en educación tenemos la situación contraria: Porque no se reclama sencillamente que la educación pública sea de calidad, sino se reclama por la mera existencia de educación de mejor calidad que la anterior. No estamos hablando solamente de calidad, sino las diferencias son el tema central.

La raíz de la diferencia tiene que ver con el rankeo. En salud, mi experiencia no está centrada en el ranking: El valor del servicio que recibo no se ve afectado para nada por la existencia de otros servicios (de mayor o peor calidad), es indepdiente y se valora en sí mismo. Pero en educación, si lo está: El valor del servicio que recibo si se ve afectado directamente por otros servicios: Porque el valor es relativo, y es de bajo valor si existen muchas educaciones de mejor calidad que la mía.

En otras palabras, siendo educación un bien competitivo (por un recurso escaso -el acceso a la Universidad) la diferencia es el tema central. En salud, que no es bien competitivo, la diferencia no es el tema central.

Teoría de Chile (II)

A veces uno justo lee los textos precisos después de escribir lo que uno quería escribir:

‘En el nuevo mercado de todos contra todos -promovido por la ideología dominante-no es sorprendente que algunos de los miembros de la sociedad menos favorecidos busquen justicia dejando de lado el marco normativo existente’ (Alejandro Portes y Kelly Hoffman, Las estructuras de clase en América Latina, página 585, en Estratificación y movilidad social en América Latina, Franco, León y Atria (coordinadores), LOM: 2007).

El caso es que el mercado de todos contra todos no es promovido por la ideología dominante. La ideología del modelo (es cosa de leer a Hayek o a Friedmann) no se basa en la idea de todos contra todos.

El todos contra todos es cómo la izquierda lee el modelo, no cómo el modelo se ve a sí mismo.

Si, como creo, es la interpretación de izquierda del modelo la que es común en la sociedad, aun cuando el modelo de izquierda ya no representa una alternativa para esa misma sociedad, esto se debería a las razones esbozadas en el post anterior sobre teoría de Chile:

  1. Que el modelo neoliberal derrotó negativamente a las ideologías izquierdizantes: O sea, en el debate ideológico, las razones a favor de las ideologías de izquierda resultaron todas poco creíbles para la sociedad.
  2. Pero que el modelo neoliberal no derrotó positivamente a las ideologías izquierdiszantes: O sea, en el debate ideológico, no se impusieron las razones a favor del modelo.

Y, por tanto, tendríamos una sociedad que tiene un modelo que ve como posible, pero que lo observa desde otro modelo distinto.

Teoría de Chile

Una de mis ideas más viejas -que a estas alturas ya debe tener sus buenos 7 u 8 años- es que el principal dispositivo de mantenimiento del orden social en Chile es el siguiente: La gente detesta el sistema y como reacción se centra en su familia. Para poder centrarse en la familia, entonces procede a consumir como condenado (porque así se expresan nuestras relaciones sociales más importantes, a través de bienes), y para ello hay que trabajar como condenado. Y por lo tanto, la personas terminan haciendo lo que la sociedad demanda de ellos. En resumen, el disgusto hacia la sociedad es la forma específica que la sociedad chilena tiene para garantizar su reproducción.

Por otra parte, otra de mis ideas más viejas -bueno, debe tener unos 4 o 5 años en realidad- es que hay distintas formas de coordinación (y de hecho tengo un post al respecto). Distinguía entre coordinaciones basadas en el manejo de recursos -poder e intercambio- y aquellas basadas en el manejo de nuestros intereses (o creencias en general). Ahora, la diferencia entre poder e intercambio, es que en el intercambio se nos ofrece un aliciente (algo que obtendremos) para hacer una determinada acción, y en el caso del poder se nos ofrece una amenaza (algo que nos quitarán) para hacer una determinada acción.

Pero en el caso de la conversación -hacer cosas porque nos convencen que es lo adecuado- no usaba la diferencia entre obtener algo y que nos quiten algo. Pero creo que la diferencia es importante, y explica parte importante de cómo opera el dispositivo de orden social que planteaba para Chile.

En otras palabras, una cosa es que nos ofrezcan una nueva razón para que hagamos X y otra cosa es que nos quiten todas nuestras razones para que no hagamos X. Porque lo que pasó en Chile durante los ’90 fue lo segundo y no lo primero. Es cierto que el modelo neo-liberal no convenció a la población, no ofreció razones para seguirlo; pero lo que hizo fue quitar todas las razones para oponerse a él. En ese sentido, sí operó en el ámbito de las creencias, pero sólo lo hizo negativamente.

El hecho que operara sólo negativamente con las creencias tiene varias consecuencias. Dado que no ofreció ningún otro relato de reemplazo, entonces la gente interpreta el modelo de acuerdo a sus viejos relatos. Por decirlo de algún modo simple, si bien se acabaron las razones para creen en lo que los modelos ‘izquierdistas’ ofrecían, no se cambió el hecho que ese modelo era el único que se tenía para interpretar el mundo.

Y por lo tanto, el modelo fue interpretado de acuerdo a ese modelo izquierdizante. Lo que la gente cree de ese modelo, de cómo funciona es como lo describiría una persona de talante de izquierda: No un modelo de libertad o de derechos individuales o de ’emprendimiento’ o lo que fuera, sino un modelo de todos-contra-todos, de cada quién se rasca con sus propias uñas, un modelo que no nos deja ser humanos etc. En otras palabras, el modelo ha de verse como una forma de egoísmo moral, porque así lo veía el anterior modelo de mundo que era común en la sociedad chilena -y no se ha ofrecido ninguna nueva forma de mirar, sólo se planteó que ese modelo no funcionaba. Y esto tiene como consecuencia, entonces, que los chilenos tienen cada vez menos razones para no operar con la lógica de lo único que importa es el beneficio personal / familiar.

Por lo tanto, hay que refugiarse en la familia -único lugar que queda fuera de un mundo que no queda más que ver como negativo. La única posibilidad de vida relativamente agradable es allí.

Ahora, la forma y necesidades que cumple el refugio en la familia tienen consecuencias para la familia. Porque esto implica que la familia ha de verse como refugio afectivo. Por lo tanto, la familia no puede -en el Chile de hoy- funcionar como agencia de socialización o de acuerdo a las funciones ‘tradicionales’ de la familia. Lo único que les importa a los Chilenos con respecto a sus familias es que funcionen afectivamente (Que, además, por lo tanto exacerba el tema del consumo al respecto -aumenta la importancia de demostrar práctica y materialmente el afecto, de no negarla nada a los seres queridos).

No es que las anteriores ideas sean muy complejas, pero no está de más que haya podido, finalmente, avanzar un poco en ellas, y además -aun más importante- mezclar un poco mis pocas ideas teóricas con mis pocas ideas empíricas (y mejorar, creo, ambas en el camino). Ahora, si estos avances fueran más regulares, y no uno cada un par de años, sería perfecto.

Crítica a la noción de consumismo

Para analizar la idea de consumismo hay que distinguir dos elementos.

El primero es el consumismo como idea que existe en la sociedad. La crítica al consumismo no es una crítica de sujetos externos (o perífericos) de la sociedad, digamos una crítica de ‘intelectuales’. Es una crítica que la propia sociedad se hace a sí misma. Tanto en el sentido que unos grupos ven el consumo de otros y lo critican como consumista (el sentido común de la clase media al referirse a sectores populares por ejemplo), pero -más interesante- es una crítica que las personas pueden (y de hecho creo que hacen) critican sus propias conductas (‘he caido en el consumismo’). En cualquier caso, la tarea del analista en relación a esta parte de la idea de consumismo es examinar las causas que hacen que ciertos grupos tengan esas percepciones, ver que consecuencias tienen, examinar en detalla que quiere significar y a que se asocia esta idea etc. Digamos, reconocer que el consumismo es parte del sistema de significados que usa la sociedad chilena y hacer un análisis de ello. Lo que hay que tener en cuenta es que esta forma de analizar el consumismo no está analizando las prácticas de consumo, está analizando las percepciones sobre ella.

Pero la mayor parte de quienes están interesados en el consumismo no están interesados en analizar los significados sociales de la noción, como usarlos como lo usan los actores -para criticar y denominar a las prácticas de consumo de la sociedad.

La segunda noción entonces, es el consumismo como descripción de las prácticas sociales de consumo. Esta es una noción que, por definición, tiene ribetes críticos y, de hecho, morales. Ahora, los sociólogos, como cualquier ciudadano, tienen plena libertad para tomar cualquier posición sobre la sociedad, el hecho es que cuando lo hacen están actuando como ciudadanos. Cómo sociólogos, pueden aportar a su posición aportando información, refutando críticas, aclarando puntos, pero su posición no se deriva del análisis sociológico.

El problema no es, por lo tanto, el hecho que se usa la noción críticamente, sino que -muchas veces- en el apuro de la crítica no se realizan las tareas analíticas que sí son propias de un sociólogo (y que, si se realizan bien, pueden ser un aporte más interesante para la propia posición)

Al fin y al cabo, decir que tal persona o grupo están siendo consumistas, ¿qué quiere decir? Muchas cosas y veamos cada una de ellas a continuación.

En un primer nivel, que están realizando consumos que no nos gustan, o que reflejan prioridades que no nos parecen, o se consumen cosas ‘superfluas’ en vez de ‘necesarias’. Ahora, antes de realizar esos juicios, hay que tener cuidado, porque lo que se define como superfluo o como necesario es socialmente determinado, no proviene de ninguna necesidad. En el curso que realizo sobre consumo, hay varios alumnos que -por ejemplo- declaran consumista el que las personas de menores ingresos gasten más en vestimente que en salud, indicando que vestirse no es tan básico como salud (aunque de hecho, es posible vivir sin gastar en salud pero no sin gastar en vestuario, y esos sectores tienen su gasto en salud subsidiado). U otros que declararon, tan campantes, que su gasto en transporte era muy alto y era muestra de consumismo (aunque el gasto en transporte colectivo es una necesidad para quienes trabajan). Y así. Es muy fácil aplicar la propia idea de lo que es sensato consumir y que prioridades se debieran tener.

Más aún, en realidad la noción proviene de un elemento social que resulta clave: Siempre tenemos una noción de lo que es ‘consumo normal’, un nivel dado de consumo que permite tener una vida ‘digna’ (o con el cual se puede ser feliz o lo que sea). Y consumista es todo consumo que se eleva por sobre ese nivel, porque no nos parece necesario -al fin y al cabo, antes no lo teníamos y no era tan terrible. Y así ha sido en toda ocasión en que el consumo ha aumentado, el que los trabajadores ingleses compraran relojes o más camisas era muestra de su consumismo para sus críticos en el siglo XVIII.

Ahora, en una sociedad que continuamente aumenta cambia, nos va a parecer consumista siempre, porque siempre se está quebrando el nivel que se pensaba como normal. Uno puede plantear que lo consumista es lo del aumento continuo (¿porque tener más consumo, porque siempre tener más consumo?), pero, claro está, el nivel que nos parece ‘normal’ ahora -y que sería muestra de privaciones si no se tiene- era el nivel consumista de hace 50 o 100 años. Lo que es ‘esencial’ ahora, no lo era antes; lo que nos parece ‘superfluo’ ahora, será esencial en el futuro.

Hay otra forma de hablar de consumismo que resulta analíticamente más interesante. Uno puede plantear consumista es un nivel de consumo tal que no es puede ser estable, y en ese sentido es un consumo ‘irracional’. No es el hecho que las personas consuman más lo que las transforma en consumista, sino el hecho que al hacerlo se endeudan y obtienen niveles de endeudamiento que los llevan a la quiebra en el futuro. Y eso parece inmediatamente irracional.

Lo primero que hay que notar es que comprar cosas por endeudamiento en sí implica irracionalidad. Al fin y al cabo, uno puede esperar a ahorrar para comprar X o comprar endeudandose X -con un mayor costo. Por otro lado, la compra a crédito tiene la ventaja de tener el producto ahora (ese mayor costo es el ‘valor’ de tener ese producto antes, por todo el tiempo que no se tendría si uno esperar a ahorrar). Lo que lo transformaría en irracional sería el no poder mantener ese ritmo de gasto.

Por lo tanto, el elemento crítico es la estabilidad. Porque un patrón cíclico que se repite es estable (un ciclo de alto consumo y endeudamiento que lleva posteriormente a un quiebre, y una vez que uno sale de ese quiebre vuelve a repetirlo). Y la preferencia por un ciclo parejo -que elimine los ciclos- es una preferencia, pero bien uno puede tener la otra. De hecho, pensemos que los campesinos medievales consumían de acuerdo a ese patrón cíclico (bajo consumo todo el año, pero en Carnaval, en la ‘fiesta’, alto consumo), y hay varias razones que vuelven ese cíclo razonable: Era la única forma, dadas las limitaciones generales, de -al menos- en algún momento salir de la simple reproducción y disfrutar algo. En sí, el estar dispuesto a un patrón cíclico que se repite no implica irracionalidad per se.

Pero, ¿y cuando el patrón cíclico no se puede repetir? En otras palabras, si no se puede volver de la ‘quiebra’. Una cosa es pensar que un ciclo que se repite es estable, pero si no se repite no hay estabilidad posible. Y aquí podríamos llegar a la siguiente noción analítica de consumismo: Un nivel de consumo tal que vuelve altamente probable una crisis de la cual no es posible recuperarse.

Aquí ya no estamos hablando de niveles de consumo ‘mayores de lo que se debieran, de consumos ‘superfluos’ -que son todos ellos juicios válidos, pero que no son juicios de análisis-. Con respecto a esas percepciones, lo que es interesante es explorar lo que indican sobre la cultura económica de los chilenos, en otras palabras son afirmaciones que debieran ser objeto de estudio.

Pero me imagino que la crítica del consumismo está demasiado enraizada, es una parte demasiado clara de nuestro sentido común, para que estas reflexiones afecten en algo, siquiera, la forma en que los sociólogos hablan del tema.

Sobre la investigación de mercado

La paradoja central de los estudios de mercado es que una industria que ofrece a sus clientes cómo aumentar el valor de sus ofertas a sus consumidores, de hecho hace ofertas de muy poco valor a sus clientes (Y, por lo tanto, ¿cómo ofrecen que pueden aportar en generar valor a los consumidores de sus clientes?). Por qué si hay algo que es claro en los estudios de mercado es que todos encuentran que el nivel es bajo -tanto clientes como ofertantes.

Ahora, el tema es que la industria -por razones diversas- se encuentra atrapada en un ciclo de bajo valor. Dado que es un círculo, el punto de partida de su exposición es completamente arbitrario: Las empresas -que creen que los estudios nunca entregan nada muy valioso y que son demasiado simples sin análisis e insights de interés- piden entonces estudios al nivel que suponen las empresas pueden dar -o sea, estudios simples, de bajo costo, muy rápidos, sin mucho análisis. Las empresas de investigación a su vez -que creen que las empresas no están dispuestas al tiempo y el valor que requiere un estudio que entregue datos más valiosos, y que nunca confían mucho en la capacidad de las empresas para entender datos que vayan más allá de las salidas simples de poco valor- entregan entonces informes simples sin demasiado análisis. Por lo que las expectativas de ambos actores quedan plenamente validadas.

Y todos terminan, por ende, haciendo estudios en los que todos están de acuerdo que no representan un gran aporte.

Ahora, claro está, como cualquier círculo, representa un problema salir: Para las empresas, ¿cómo arriesgarse a los valores y tiempos que requiere un estudio de mayor calidad e interés cuando no es claro que las empresas de investigación puedan hacerlo? Y, ¿cómo confiar en análisis más complejos -ya sea cuantitativos multivariados o cualitativos- cuando a duras penas se confía en lo básico? Para las empresas de investigación de mercado, ¿cómo dedicarse a hacer un informe completo e interesante cuando no hay tiempo para eso ni se ha pagado por ello? ¿Y cómo dedicarse a hacer análisis complejos cuando de todas formas hay que gastar (el poco) tiempo y energía disponibles en las cosas simples?

Lo bonito de los círculos, aunque sean de poco valor, es que no es fácil salir de ellos.