De un olvido en el debate sobre educación

El lucro es una lacra. Ahora, ¿cual es el problema del lucro? No que aquellos que estén bajo sus colegios sean explotados, sino que -de hecho- los que no pueden acceder a los colegios del lucro tienen mala educación. Mejor dicho, peor educación.

Porque el centro del asunto no es la calidad de educación, sino la diferencia. Si todos los colegios de Chile doblaran su calidad (y todos entregaran buena educación) de todas formas sería una lacra un lucro. Y esto se debe a que el tema de la educación es centralmente el acceso a la universidad, y el acceso a la universidad (y a las buenas carreras en las buenas universidades) se produce por un sistema de ranking. Por lo tanto, la calidad absoluta de tu educación es completamente irrelevante, sino sólo tu posición. Si obtuvieras 750 puntos en la PSU de todas formas quedarías fuera de Medicina en la PUC si 40 personas con más de 750 puntos postularan ahí.

Ahora, el hecho que el centro de la educación en Chile sea el acceso a la Universidad no es una irracionalidad producto de ‘problemas culturales’. Dado que aquellos con educación universitaria tienen ingresos muy superiores al resto de la población, y que el resto de la población no tiene sueldos razonables, la desesperación por quedar fuera es un tema racional: es quedar fuera de la mejor opción para obtener un ingreso decente.

Y aquí viene el olvido básico: Que el sistema educacional funciona por ranking, y que el tema central es lograr una mejor ubicación que los otros es algo sabido. Conocido por las familias, que ajustan todas sus estrategias a lo anterior. Lo que desean los padres no es buena educación, ni siquiera mejor educación, es que su hijo tenga mejor educación que los hijos del vecino.

Los colegios subvencionados, que para los críticos son sólo una forma que los sostenedores tengan dinero, cumplen una función central para las familias: Asegurar a los hijos de la clase media que tendrán mejor educación que los hijos de los pobres. No necesariamente por diferencias en las materias, sino -por último- por salvarse de las malas influencias. Estar en un colegio subvencionado es estar en un colegio en que, por último, están hijos de familias preocupadas por la educación (porque sólo los padres despreocupados o que son tan pobres -y por tanto, tan malas influencias- que no están en condiciones de pagar un sólo peso, dejan a sus hijos en colegios municipales).

En otras palabras, la desigualdad en la educación es un resultado buscado y deseado por esos padres. Que es lo que hace que el lucro (y la diferencia que produce) no sea un problema de unos malvados que ganan dinero con la educación -al final de cuentas, no muchos reclaman por los malvados que ganan dinero con la alimentación. Es un problema de una voluntad de todo un segmento social para asegurarles a sus hijos una posición por sobre otros hijos.

Pero, claro, eso no se puede decir.

Teoría del Grupo D

Y para que no se me olviden las cosas.

La idea, como todas las ideas, es más bien sencilla: Podemos decir que hay 3 lógicas económicas en el grupo D. Lógica económica no es más que un nombre breve para referirnos a las motivaciones, justificaciones de las prácticas económicas de una persona o grupo.

La primera es más bien tradicional (y con tradicional digo que es tradicional en sociedades modernas, algo similar se puede observar en la Inglaterra Victoriana con sus clases obreras). La lógica de la dignidad y la decencia (que aquí Martínez investigo en el que debiera ser celebérrimo libro Informe sobre la Decencia, publicado años ha por Sur). O sea, ‘seremos pobres, pero decentes’ (o sea, respetables en la lógica victoriana). Dado que no dejaremos de ser pobres, al menos podremos ser dignos. Y eso tiene varias consecuencias -el desarrollo de una disposición más bien ascética, de gastos limitados, de buscar la regularidad, el orgullo en el manejo respetable y responsable de los gastos (y rechazo al endeudamiento), de búsqueda de evitar ‘caer’ (una caída siempre que indica un problema en la condición moral).

La segunda es también tradicional (y tradicional de sociedades tradicionales) -que es, de hecho, directamente contraria a la lógica de la decencia: Una lógica de disfrute en el gasto. Aprovechemos el dinero para pasarlo bien (en la comunidad, de hecho no es un disfrute individual). Una lógica que, entonces, y por el mismo motivo de disfrute, rechaza toda dependencia y busca trabajos independientes, que permitan que uno se mande a sí mismo. Al igual que para los griegos, el hombre sólo es libre cuando no tiene patrón. La búsqueda de independencia no tiene nada de emprendimiento, sino de búsqueda de autonomía: La ventaja de tener un propio negocio es tener dinero todos los días (para poder gastarlos con los amigos), de que uno decide cómo y cuando trabaja etc. El gasto aquí siempre es comunitario, aquél que ahorra para sí (y usa una lógica de emprendimiento) es una amenaza para la solidaridad grupal -es alguien que no quiere estar y disfrutar con los amigos. Una lógica que aparecía entre lso artesanos de Pomaire cuando me tocó investigar.

La tercera es la del proyecto educacional de los hijos: Yo no dejaré de ser pobre, pero al menos mis hijos sí (o mis hijos serán más que yo). Los esfuerzos de trabajo y de consumo se asocian a cómo lograr ese proyecto educacional. Es importante hacer notar que los esfuerzos de consumo asociados no son sólo educacionales. Como Catalán lo ha hecho notar, es parte del proyecto de superación educacional el, por ejemplo, comprar TV plana o conexión a satélite. ¿Por qué? Porque es una forma de evitar que los hijos ‘caigan’ en la droga. Hay aquí también una amenaza pensada como caída, pero es pensada de una forma diferente. Mientras en la lógica de la decencia es una caída moral (el drogadicto como perdido por ejemplo), aquí es una caída instrumental (el dorgadicto nunca se va a superar). Cuando participé en los estudios de grupos para el informe PNUD del 2004 (sobre el poder), la relevancia y potencia del proyecto educacional en los sectores bajos saltaba a la vista.

Como toda lógica cultural relevante, esto tiene efectos en diversos ámbitos. De hecho, y como pura hipótesis, he llegado a pensar que buena parte del cambio en la aceptación del embarazo adolescente tiene que ver con los cambios en esas lógicas. En la lógica de la decencia, el embarazo adolescente implica que la mujer en cuestión es una perdida, una indecente y lo que hay que hacer -para mantener el honor y decencia del hogar- es expulsarla. En la lógica del proyecto, el embarazo adolescente implica el peligro de tirar por la borda todo la larga inversión, y lo que hay que hacer -para mantener el proyecto- es asegurar que continue con los estudios.

Una cosa interesante de estas lógicas es que no se pueden reducir a un tema de ‘modernidad’. O sea, la lógica más nueva -la de proyecto- no es una lógica moderna frente a lógicas tradicionales. De hecho, al fin y al cabo, es una lógica fundamentalmente familiar -y en ese sentido, existe por la fuerza de opciones tradicionales en la cultura chilena. La cultura más independiente no es una cultura de emprendimiento, sino (por el contrario) del disfrute. Y la más ‘tradicional’ de las culturas, la de la dignidad y la decencia, es una tradición moderna -no por nada hice la conexión con la idea de trabajadores respetables de los victorianos.

En otras palabras, como siempre, cuando se intenta mirar la realidad uno encuentra que las dicotomías sociológicas usuales no es mucho lo que sirven. Lamentablemente, nunca dejamos de usarlas.

A proposito del Transantiago

Leído en El Mercurio el domingo 9:

‘En nueve meses no sólo logro renegociar los contratos, sino también aumentar el número de buses de 5.000 a casi 6.400, incorporando más de 300 nuevos recorridos, poner en marcha viajes intercomunales (algo que no estaba en el diseño original) y disminuir los tiempos de espera, que, según cifras de la Universidad Católica, cayeron a la mitad. Pero nada ha bastado.

Estoy frustrado, ha dicho Cortázar a sus cercanos en los últimos días.

Es que como buen ingeniero, el ministro sabía que los cambios demorarían en notarse, pero no calculó que la herida en las personas era tan profunda’

En realidad, no hay demasiado misterio. Sea que un servicio desmejora abrupta y súbitamente. Sea que la mejoría es lenta y gradual. No creo que sea demasiado sorpresivo decir que nadie notará la mejoría pero que todos recordarán la caída.

Al fin y al cabo, el fenómeno en la dirección contraria es bien conocido (una rana saltara de agua hirviendo, pero si se sube gradualmente el agua la pobre se quedará hasta bueno, ¿no será necesario contar el triste final?).

De cómo No leer encuestas (Encuesta Bi-centenario III)

Supongo que no debiera asombrarme, pero al final siempre termina sucediendo. Pero la capacidad que tienen las personas -la prensa y los analistas- para leer en las encuestas lo que no hay en ellas siempre tiene alta magnitud.

En la revista El Sábado pasada se presentan algunos resultados de la encuesta Bi-centenario, para mostrar el nuevo mapa de la movilidad social. El caso es que lo que se presentan son resultados de percepción de mejoría: 5 formas de preguntar lo mismo: ¿vive mejor que sus padres? Los chilenos, de forma prodigiosamente no sorpresiva, responden que, claro, obvio que sí.

¿Porque no es sorpresivo que digan que sí? Porque sólo en una concepción en que todo es percepción, puede parecer que es una opinión que un chileno diga que vive mejor que sus padres (que tiene una mejor casa, que tiene mayores ingresos). O sea, el Chile de hace 50 años, de hace 30 años, era incomparablemente, palpablemente más paupérrimo que el Chile actual. O sea, un pobre que no se da cuenta que su casa es mejor que lo que tenían sus padres tiene problemas mas serios que ser pobre.

Lo anterior es importante porque nos hace ver que la encuesta no dice las consecuencias que la crónica dice que tiene: No indica que los Chilenos no tengan malestar sobre la sociedad actual. La razón es evidente, decir que el país actual es mejor que el país de hace 50 años no implica decir que el país actual es un buen país. Decir que mi vida es mucho mejor que la vida de mis padres no implica decir que mi vida actual es bastante buena, y estoy satisfecho con ella, y me parece -finalmente- bien. Sólo indica que creo que mi vida es bastante mejor que la de mis padres. Al fin y al cabo, si mis padres tenían una vida realmente horrible, yo puedo tener una vida mejor que ellos sin tener una vida satisfactoria.

Aquí el lector puede criticar diciendo que la distinción entre percepción de mejoría y evaluación de satisfacción resulta muy abstracta, y que sería extra o que las personas lo hicieran. Pero creer eso es creer que las personas no pasan más allá de una simple distinción bueno y malo, y que cualquier otra distinción resulta muy complicada para ello. Ahora, cualquier lector de estudios cualitativos se dará cuenta que las personas rutinariamente hacen distinciones tanto o más complejas que la que estamos haciendo aquí. Diferenciar entre el juicio de si hay o no avances y el juicio de si estamos o no estamos bien no resulta tan complejo al fin y al cabo. Si nuestros analistas y periodistas no la hacen, bueno, eso sólo nos muestra el bajo nivel de la discusión pública en Chile, no que las personas no realicen una distinción que, finalmente, resulta bastante trivial(*).

De hecho, la incapacidad de hacer distinciones, de reducir todo a un esquema binario que lo agrupa todo (los chilenos encuentran buena / mala la situación del país; son liberales / conservadores etc.) parece ser un mal endémico de nuestras elites pensantes. No poder reconocer, ver, situaciones que son algo más complejas parece ser su marca de fábrica.

Y antes que se nos olvide, ninguno de los datos presentados tiene que ver con movilidad. Lo anterior es lo suficientemente importante como para que sea útil repetirlo: ninguno de los datos presentados tiene que ver con movilidad.

Lo anterior es fácil de ver si pensamos en que consiste la movilidad: La movilidad consiste en el cambio entre posiciones sociales. Ahora, si A y B son posiciones distintas, y comparando 2 períodos las posiciones se hayan cubiertas por las mismas personas, no hay movilidad; aún cuando las personas que ocupen tanto A como B hayan visto mejorada su posición. Por decirlo en los términos más brutos posibles, movilidad es pasar de obrero a dueño, de junior a gerente, no que los obreros o junior de ahora vivan mejor que los obreros o junior de hace 20 años. Por lo que, entonces, podemos decir lo que dijimos al inicio: ninguno de los datos presentados tiene que ver con movilidad.

Pero claro está, darse cuenta de lo anterior implicaría darse cuenta de algunas complejidades. Y darse cuenta de complejidades, como ya vimos, no es algo que caracterice nuestra discusión pública.

(*) Una distinción para la que se pueden encontrar ciertas evidencias en la encuesta. Al fin y al cabo, nos dicen al mismo tiempo que sus vidas son mejores que la de sus padres y que los avances han costado bastante -son lentos y todo. No parece ser tan difícil distinguir entre percepción de avance y percepción de dificultad en él.

Plus ça change

‘La segunda tendencia que revela la encuesta es que mientras los medios electrónicos no generan discriminación entre los públicos (es decir, son consumidos por personas de distinto sexo, edad, ocupación, nivel de ingresos, escolaridad etc.), algunos factores discriminantes comienzan a operar en el nivel de consumo intermedio y se acentúan notoriamente en el consumo de alta cultura’ (Catalán y Sunkel, Algunas tendencias en el consumo de bienes culturales en América Latina, Documento de Trabajo FLACSO, Serie Educación y Cultura No, 27, 1992, página 4)

‘En la base de esta cultura emergente se ubican los circuitos masivos de socialización y transmisión provistos por la escuela, la radio y la televisión… Por encima de este entramado, por así decir, se despliegan luego múltiples otras redes más especializadas de circulación y consumo de bienes culturales que, como hemos visto, se hallan organizados estamentalmente según niveles de ingreso, ocupación y educación de las personas y preferencias según genero y edad; sus herencias de capital cultural transmitido por vía familiar en el hogar’ (J. J. Brunner, Chile: Ecología Social Social del Cambio Cultural, páginas 25-39 en Consumo Cultural en Chile, Editado Catalán y Torche, INE, 2005, página 38)

Aparte que la cita de Brunner es mucho más larga -buena parte de ella fue eliminada- lo mismo dicen ambas: Que el mundo de la televisión y la radio es universal (Brunner enfatiza además que no es homogéneo, que no consumen lo mismo, pero también eso era cierto en el estudio anterior), mientras que los otros son muy segmentados, por educación e ingreso. Aparte que Brunner enfatiza el tema escolar, ninguna diferencia. Y el enfásis de Brunner está mal puesto creo finalmente, porque por mucho aumento de escolaridad no tenemos cambios de gran magnitud en los consumos letrados (o, sea, seguimos sin leer y seguimos sin entender)

Unos 15-20 años (Catalán y Sunkel hablan de una encuesta del ’87 y Brunner de una encuesta del ‘2004) de grandes cambios, es cosa de pensar en el equipamiento típico de un hogar de mediados de la década de los ’80 y uno de la actualidad, entremedio apareció y se volvieron común los celulares e Internet, pero las estructuras básicas siguen siendo las mismas.

Nunca habría que menospreciar la capacidad de las estructuras y distinciones básicas para reproducirse en cualquier situación.

Discutiendo sobre encuestas, CERC, Adimark, cuotas, formas de preguntar y otras cosas sin demasiada importancia

Lo siguiente fue posteado en Chilesoc a propósito de una discusión sobre encuestas que apareció un poco en prensa (los mismos de siempre criticando a CERC por usar cuotas; CERC criticando a Adimark por las preguntas que usan). Y como no estaría de más dejar este pobre blog como repositorio de todas las cosas, de mayor o menor importancia, que se me ocurre escribir públicamente, procedo a copiarlo. He aquí el texto (publicado en Chilesoc el 30 de Octubre)

Hmmm, tengo la impresión que estas polémicas las vengo escuchando tal cual desde hace mucho tiempo. Es un asunto más ritual que otra cosa a estas alturas creo. En fin.

De las cuotas:

Si, es cierto que las cuotas no permiten medir con formula la precisión. También es cierto que es irrelevante en realidad. Las encuestas políticas tienen la ventaja de poder efectivamente compararse con la realidad (elecciones) , y las muestras por cuotas -si bien no son el colmo de la exactitud- tampoco han dicho cosas directamente idiotas o incorrectas. Si esto es así, entonces el tema metodológico real no es que las encuestas por cuotas sean malas sino explicar sociológicamente porqué encuestas que no siguen metodología al azar logran, de todas formas, regularmente buenos resultados. Eso nos dice algo sobre como funciona la sociedad, que debiera ser lo esencial que determina buenas metodologías.

En cualquier caso, lo que dirime una diferencia de metodologías cuyos resultados se pueden contrastar es precisamente ese contraste, no lo que determinen ciertas formulas que a su vez tienen ciertos supuestos sobre como funciona la sociedad. Si esas formulas dicen que las cuotas no sirven pero en la realidad sirven -y en mi humilde opinión, al menos se puede decir que inútiles no son-, entonces el problema esta en las formulas.

De las preguntas:
Que a Gallup se le ocurriera una forma de preguntar hace 50 años que otros hayan usados no dice nada. En sí, el hecho de presentar 3 alternativas no es distorsionador. Es otra forma, diferente, de preguntar. Y obviamente debe producir resultados distintos. Al fin y al cabo, en la ‘realidad’ (en las opiniones que efectivamente mantienen las personas sobre la presidencia) 2 o 3 alternativas es igualmente distorsionador: las opiniones reales son mucho más variadas. Si queremos reducir esa complejidad a un conjunto limitado de alternativas, bueno, es nuestra prerrogativa y depende de lo que nos interese saber. Pero, en cualquier caso, no hay forma ‘única y correcta’ de hacer preguntas.

Y la idea que el label de independientes no existe porque no aparece en las papeletas de elección no funciona demasiado. Las opciones electorales y la opinión de las personas no son idénticas en su estructura ni en sus divisiones. Para algunos casos nos intereserá preguntar por opciones electorales (digamos, si estamos hablando de una elección) y en otros no nos intereserá (porque no estamos hablando de elecciones).

BTW, el tema que la Alianza tiene el 50% porque saca eso en elecciones y no se puede creer en un 14% no corresponde. El universo del que se saca ese 50% -los que emiten votos válidos- no es el universo del cual se saca un 14% -que es el universo de la encuesta, que básicamente es todo el mundo mayor de cierta edad. El segundo es más amplio e incluye a los que no se han inscrito, a los inscritos que no votan, a los que votan y dan votos inválidos. No me sorprendería que el mismo numero absoluto que es el 50% del universo electoral no estuviera tan lejano a un 14% del universo total de personas adultas.

Juan Jiménez A.

A propósito de la innovación

He de reconocer que entre las innumerables cosas que nunca me han terminado de convencer está todo lo relacionado con lo innovación. ¿Por qué? Independiente de otras cosas, porque su uso en Chile me parece que no es más que la última versión de un deporte favorito de nuestra élite: mostrar cómo el pueblo no está a la altura de ‘los desafíos de la actualidad’, y que -al fin y al cabo- la culpa de todo (de que no seamos buenos ciudadanos modernos, desarrollados, ilustrados etc.) está en ellos.

Y así declaramos que tenemos un problema con que la población no es lo suficientemente innovadora, así como años atrás no era lo suficientemente emprendedora y antes quién sabe que cosa no era.

Ahora, el problema es que -por el contrario- creo que buena parte de nuestros problemas se debe a la élite, en parte a la actitud que su aproximación al tema de innovación muestra: Porque el principal problema para innovar, si se quiere, es precisamente esa visión negativa, menospreciadora, que la élite tiene sobre el resto de la población. La élite depende, al menos en su auto-conciencia, de pensarse mejor -de pensarse moderna, desarrollada, ilustrada, a la altura de la actualidad, globalizada, whatever- que el resto de la población. Y como es claramente mejor, entonces claramente se justifica la mirada y las acciones autoritarias, diariamente humillantes que realiza, porque ¿qué otra cosa se merece una población media bárbara al fin y al cabo?

Como una muestra de que el problema para la innovación (o para lo que sea en realidad), uno puede pensar en una reciente entrevista publicada en La Tercera de alguien cuyo nombre prefiero no recordar. Un ex-miembro de la Comite de Innovación crítica las acciones porque, claramente, no están los expertos, y porque -y he aquí lo crucial- no se hace lo que hay que hacer: enviar 20 o 30 personas al extranjero para que se conviertan en expertos en innovación.

Repitamoslo: La solución para la falta de innovación de la sociedad chilena es enviar 20 o 30 personas para convertirse en expertos. ¿Necesito decir porqué eso es el absurdo total? ¿Qué pensar que un problema social porque hay algunos expertos en la élite es no comprender nada de nada? ¿Qué es una muestra que nuestro problema central es la increíble limitación de las élites para pensar fuera de ellas?

Conste que la estrategia de enviar gente fuera para que estudie sistemas extranjeros en sí no es mala. Los japoneses la usaron extensivamente en la era Meiji y mal no les fue. Pero nosotros la hemos intentado muchas veces -no sería la primera vez que se envian personas a convertirse en expertos al extranjero- y no nos funciona (*).

(*) La excepción serían los Chicago Boys. Pero en ese caso los muchachos se dedicaron efectivamente al cambio estructural. Que creo es también lo que se necesitaría para el caso de innovación. Del mismo modo que, con todo el rechazo cultural al mundo del mercado, cuando estructuralmente las acciones requeridas fueron de mercado, bien terminamos en ese mundo; algo me dice que eso debiera pasar en el mundo de la innovación. Pero por algo entre las naciones más innovadoras se encuentran las nórdicas, y entre las innumerables cosas que nos diferencian no estará de más recordar que son sociedades más igualitarias que la nuestra. No es tán solo un asunto de diferencias en el índice de Gini, es una diferencia en la equiparidad de trato -a quienes se trata como iguales- que creo crucial.

Defender la Casen Redux

Tomando en cuenta que El Mercurio decidió el fin de semana seguir con la cantinela sobre la Casen, me imagino que sigue siendo necesario establecer porqué es importante defender el dato. Algunas de las críticas no tienen mucho sentido, a decir verdad. Se reclama que no se use la nueva canasta y se siga usando la del ’87. Pero lo mismo se pudo haber dicho en ocasiones anteriores y nadie reclamo (obvio, porque en esa ocasiones pasó que la pobreza no bajó). También se reclama que como cambió tanto la elasticidad crecimiento-reducción pobreza, porque ahora unos puntos de crecimiento hacen bajar mucho más la pobreza. Ahora, nadie reclamó (en el sentido de ‘los datos no sirven’) cuando a su vez la elasticidad cambió anteriormente -cuando pasó que el país crecía y no había disminución de la pobreza. En realidad, el tema es peor. Buena parte de las críticas mencionadas en El Mercurio habían sido, anteriormente, contra-argumentadas por Engel (el 24 de Junio en La Tercera). Pero en El Mercurio se opera como si eso no hubiera pasado.

Ahora, el caso es que esto es relevante. Conversando con un amigo, Rodrigo Márquez, me comentaba que lo que le parecía más negativo era el hecho que entre la discusión política se había perdido el hecho que había críticas más serias que hacer -por ejemplo sobre la definición de pobreza. Pero creo que eso es errado.

El tema importante es el político. Porque cuesta construir cifras confiables y en las que se confía. La confianza es fácil de destruir, y una vez rota cuesta mucho reconstruirla. Ahora podemos pensar, era lo que pensaba inicialmente, que da lo mismo -un poco de discusión y al mes vamos a estar todos usando y citando las citas como siempre. El gobierno usa las cifras políticamente -lanzando la encuesta de a pedazos-, la oposición replicadel mismo modo, pero a la larga nada importa. Pero así se empieza, y después quedará la encuesta CASEN como los datos del gobierno (así los llamó Larraín) y luego, sin darnos cuenta perdimos algo que teníamos, y que no dejaba de ser valioso.

Fácticos hablando de su facticidad

La micro no deja de ser una buena fuente de observación. Ayer, otro pasajero de mi recorrido leía -creo- La Tercera y pude ver el titular de una entrevista que un fáctico daba: ‘Me interesa un rábano que me traten de fáctico’

Ahora, en eso precisamente consiste ser fáctico: Que la opinión del resto te importe un rábano. Aunque sabemos que no le importa demasiado, no deja de ser agradable una demostración tan clara de su facticidad.

(Por cierto que te puede importar la opinión de los otros un rábano por otras razones, pero sigue siendo parte de lo fáctico de tu poder el que puedes tratar al resto como rábano).

Defender la Casen

En los últimos días hemos tenido que soportar que:

a) El gobierno, por asuntos más bien políticos supongo, se apresure a dar los datos de pobreza sin tener la encuesta lista.
b) Que presente datos que están, por decir lo menos, raros: ¿Vitacura con 3,7% de indigentes? Uno puede suponer que el problema estuvo con la expansión (que en la Casen usualmente es bastante compleja, y es lo que hace que -usualmente- los datos se demoren en salir)

Por el otro lado, se ha tenido que soportar que:
a) Hernán Larraín diciendo que No vamos a discutir su encuesta ¿Desde cuando se ha tratado la CASEN como una encuesta de ‘gobierno’?
b) Y para que decir lo de Allamand.

En otras palabras, alguna vez tuvimos una encuesta más que decente -con una muestra gigante, con un terreno de alta calidad, que podía llegar a tener resultados representativos a nivel de comuna para prácticamente todo el país, que permitían tener datos recientes sobre buena parte de los temas que son de interés para política pública. Y ahora, para tener cheap shots, ya empezamos a hacer un desastre con ella.

Uno podría decir que -bueno, que otra cosa se puede esperar y que pasado el tiempo quedará todo esto en nada. Por otro lado, esfuerzos como la CASEN son delicados y es mejor cuidarlos: si empezamos a politizar su uso y los datos, entonces vamos a dejar de tener lo que es, como investigación para política pública, prácticamente invaluable.