De la (nula) importancia de la epistemología

Entre las innumerables características de las ciencias sociales que en realidad no es mucho sentido que tienen esta nuestra inveterada costumbre de aplicar a una discusión teórica elementos epistemológicas: Esta teoría no sirve (o al revés, es de lo más mejor) porque no está de acuerdo (o cumple) con tales características básicas de la epistemología contemporánea. La teoría de sistemas en su versión luhmanniana es una de ellas (pero no es la única): es la gran alternativa para las ciencias sociales actuales porque está de acuerdo con lo más avanzado de la epistemología.

Ahora, en realidad uno debiera usar una perspectiva distinta: Las teorías no son más o menos buenas dependiendo de sus características epistemológicas. La epistemología puede ser un campo interesante de estudio, pero no sirve para guiar el desarrollo de una ciencia (y si uno quiere, tiene abundante fundamento epistemológico para defender la idea que no se debiera tomar en cuenta lo que dice la epistemología a la hora de investigar, Rorty y Feyerabend dixit). Lo que sí puede guiar el desarrollo teórico es lo que ‘sirve’, en otras palabras aquello que tiene éxitos como perspectiva.

Al fin y al cabo, en medio de visiones sobre la ciencia que exigían explicarlo todo de acuerdo a conceptos mecanicistas, apareció la teoría de gravedad newtoniana. Una teoría que desde una perspectiva mecanicista es un escándalo (tiene acción a distancia, algo que simplemente no debiera ocurrir si uno cree que todo se explica mediante mecanismos). De hecho, fue uno de los problemas en la adopción de la teoría: ¿cuál es la causa de la gravedad? Pero, en última instancia, el hecho que la teoría ‘funcionaba’, y tenía muchos éxitos a su haber, contó más que cualquier debilidad epistemológica.

Teorías que pueden ser horribles epistemológicamente, tener millones de problemas, y no ser suficientemente coherentes y completos de todas formas pueden ser buenas teorías: En tanto expliquen alguna cosa.

Defender lo cuantitativo de los cuantitativistas

Después de tocarme asistir a unas cuentas clases generales de métodos cuantitativos, sólo cabe una cosa que decir: con esos amigos quién necesita enemigos.

Por alguna razón el universo de lo cuantitativo -que en la realidad es amplio, diverso, incluye formas muy distintas entre sí, y que ha tenido que resolver problemas sin cuento- se reduce a una sola cosa: encuestas de actitud usando escalas. Porque, por algún motivo, -incluso reduciéndonos a hablar de encuestas- no preguntamos comportamientos, no preguntamos sobre conocimiento, ni hacemos cosas que nos preocupan buena parte del tiempo en un estudio.

Y eso sin contar con todas las cosas que se pueden hacer cuantitativamente sin pasar por un tema de encuestas. Como si la sociedad, en sus procesos, no dejara huellas ni registros. En particular, como si las sociedades contemporáneas no dejaran huellas ni registros. Y que todo eso puede ser estudiado mediante lo cuantitativo.

El caso es que te puedes dedicar buena parte de tu vida de investigación a lo cuantitativo y nunca toparte con escalas de actitudes. Pero toda la enseñanza de lo cuantitativo se basa en que medimos actitudes. ¿De qué sirve, por ejemplo, preguntarse por el tema de escalas y actitudes para elaborar la CASEN?

Reproducción y transformación social. Una nota crítica a su separación analítica

Hay una muy vieja tradición que separa los procesos que llevan a reproducir el orden son distintos de los procesos de cambio. Una de las manifestaciones claras es cuando se plantea que una teoría que explica la reproducción del orden social no puede explicar el cambio. Pero en realidad, la distinción no tiene sentido.

Por una parte, una teoría del ‘orden’ es formalmente al mismo tiempo una teoría del cambio. Una teoría que dice que el orden se reproduce se debe a las razones X, Y, Z es al mismo una teoría del cambio: El cambio ocurre cuando no ocurre X, Y o Z. Lo mismo sucede en una teoría del cambio, que es una teoría de la reproducción del orden social: Si cuando se da A, B o C hay transformación social, entonces al mismo tiempo cuando no hay A, B o C hay reproducción. No se requieren procesos distintos para explicar la reproducción y la transformación, los mismos procesos (de acuerdo a sí ocurren o no, o si ‘funcionan’ o no) explican ambas cosas al mismo tiempo. Pensemos que exista un proceso X que produce estabilidad y uno A que produce transformación, entonces sabemos que esos procesos han de tener relaciones mutuas (digamos, si X ‘funciona’ entonces A ‘no funciona’ o quizá combinaciones más complejas). En última instancia, entonces, estamos hablando de un mismo conjunto de procesos

Ahora alguien podría plantear que lo anterior no es correcto, porque hay ciertos procesos que tienen necesariamente que ocurrir (o que siempre funcionan). Por ejemplo, no queda más que suceda X (y por lo tanto, supongamos, reproducción del orden social) porque de otro modo no existiría vida social. Por cierto que el argumento no ha de ser que sin X no hay orden social como tal, eso es parte del argumento que el mismo proceso explica tanto el orden como la transformación. El argumento ha de ser que sin X (digamos, consenso en valores) no es posible relación social alguna -reproducida o no.

Pero sabemos que no existe tal proceso: No existe ningún proceso que es necesario para que existan relaciones sociales que tenga como resultado ineludible la existencia de reproducción del orden social ¿Por qué? Porque sabemos, empíricamente, que hay cambio social en las relaciones sociales, por lo que toda condición necesaria ha de ser compatible con la existencia de transformaciones sociales.

Detrás de todas estas discusiones hay una confusión muy relevante en torno a la estabilidad de un orden social. Pensemos en el argumento de Durkheim (o de Parsons) sobre por qué el contrato no es suficiente para construir orden social: Porque este sería inestable (cambiante). Pero, ¿y por qué el orden social a explicar debe tener altos niveles de estabilidad? ¿Qué es lo que haría un orden social inestable una imposibilidad?

Con ello, volvemos a nuestro punto de partida: la equiparidad analítica entre reproducción y cambio. Ambos se explican por parte del mismo conjunto de factores. Y ambos son parte de las características de los ordenes reales existentes.

Acerca de la existencia de leyes en las ciencias sociales

La idea de establecer leyes en las ciencias sociales se ha batido en retirada de manera sistemática desde que las visiones positivistas perdieron credibilidad. Sin embargo, ambos movimientos no necesariamente debieran ir de la mano. Lo que desarrollaremos a continuación es un argumento que muestra que cada una de las críticas a la idea de leyes apuntó a criticar una forma de establecer leyes, pero que subsisten afirmaciones nomotéticas (para usar esa nomenclatura) en cada una de ellas –de hecho, usan una gran cantidad de ellas. En otras palabras, es posible una concepción no positivista de la idea de ley en ciencias sociales.

Primero veamos el argumento desde el significado: No es posible establecer leyes en las ciencias sociales porque las entidades de las que hablan estas ciencias son entidades que dependen de los significados de los actores. En un mundo social formado por significados, los significados no pueden ser entendidos por leyes causales. No podemos crear leyes cuando los conceptos son específicos a sociedades particulares (i.e no hay leyes de soberanía cuando la soberanía es un concepto específico a ciertas prácticas y sociedades).

Y sin embargo, podemos ver que esa argumentación, finalmente, usa varias afirmaciones que son nomotéticas (y universales): Al fin y al cabo, depende de la idea que los grupos sociales crean significados que están insertos en las prácticas sociales. También se usa la idea que los significados no son universales sino específicos a los grupos y prácticas. En otras palabras, dependen de una teoría de generación social de significado.

Esto implica una forma distinta de pensar en que consiste una ley social. Podemos trasladar la idea de ley desde una que aplica en los resultados de significados (por ejemplo, que usa como elementos los significados producidos en una sociedad) a una idea en que una ley trata sobre los procesos de construcción de significado (que establece las condiciones en que se produce significado, o en que el proceso es más lento o más rápido, más extenso o menos estable etc.). De esta forma, podemos establecer formulaciones de leyes que son compatibles con la afirmación que los significados sociales son constitutivos de lo social.

Segundo observemos el argumento histórico: No es posible establecer leyes en las ciencias sociales porque las entidades que hablan estas ciencias son históricamente ubicadas y específicas: las instituciones y estructuras son siempre cambiantes: no existe tal cosa como la ‘familia’, porque cambia fundamentalmente dentro de cada sociedad. No pueden existir leyes generales porque cualquier generalización que realicemos puede ser rota por el proceso social (mediante una ‘invención’). Pensemos en la defensa que hace Wallerstein de la idea de ciencias sociales históricas. Pero en el análisis aparecen, al fin y al cabo, leyes generales:

‘Conversely, a capitalist system cannot exist within any framework except that of a world economy. We shall see that a capitalist system requires a very special relationship between economic producers and the holders of political power. If the latter are too strong, as in a world-empire, their interests will override those of the economic producers, and the endless accumulation of capital will cease to be a priority’ (Wallerstein, World-Systems Analysis: An introduction, Duke University Press, 2004: 24)

Primero, aparece afirmación de perfecto carácter de ley (a capitalist system cannot exist…) argumentada generalmente. Se podría retrucar que esa ‘ley’ no es suficientemente histórica: ¿Y si el proceso social inventara una forma de hacer compatible el capitalismo con un imperio-mundo? Entonces la afirmación ‘universal’ se mostraría como una generalización histórica. Pero eso olvidaría que ahora necesitaríamos otro argumento general, que diera cuenta de en qué circunstancias un imperio-mundo es compatible con el capitalismo

Segundo, y más fundamental, detrás de ese argumento hay toda una serie de cuestiones generales (acerca dela organización de intereses por ejemplo). Las que podrían ser respondidas por leyes generales, y que de hecho para poder ser ‘dadas por supuestas’ requieren ser generales.

En otras palabras, podemos asumir la historicidad de los procesos sociales y pensar en leyes generales, con tal que nuevamente nos centremos en procesos sociales (y no en las instituciones o situaciones concretas). El argumento histórico, además, nos hace ver que las leyes generales tienen que operar en un campo general de abstracción.

Después de examinar los argumentos contra la existencia de leyes, podemos darnos cuenta que lo que hacen más bien es criticar la existencia de leyes en niveles más concretos de la vida social. Sin embargo, en ambos casos, de hecho, requieren y usan generalizaciones y regularidades. Sólo que de otro nivel y tipo: Pasando de generalizaciones de resultados a generalizaciones de procesos podemos dar cuenta del carácter subjetivo e histórico y al mismo tiempo tener regularidades generales.

Trucos de lo Cuantitativo

Observemos el siguiente argumento:

La medición tradicional mide magnitudes (digamos, distancias). En las ciencias sociales, hay muy pocas cosas que se puede medir de esa forma. Asi que si queremos investigar, y no simplemente quedarnos detenidos, entonces tenemos que usar otro modo de medición. Aquí la idea es sencillamente poner números con reglas sistemáticas y usando nuestros queridos niveles de medición. Si a esto le sumamos la idea de medir con indicadores lo que no es evidente (los constructos latentes), bingo, podemos usar lo cuantitativo en casi cualquier cosa.

Hay varios problemas con ese argumento y me gustaría con poner atención en la idea explícita que da origen al argumento: Que hay pocas cosas que se pueden medir en ciencias sociales mediante la idea clásica de medición. Pero de hecho, existen una gran cantidad de elementos en la vida social que pueden ser contados y medidos como magnitudes: Tiempo de duración en un trabajo, horas dedicadas a ver televisión al día, número de trabajos desde inicio vida laboral, citas en artículos científicos, número de amistades. Aunque casi todas ellas descansan en comprensiones de significado (¿qué es un amigo? ¿qué se considera trabajo remunerado? etc.), en una sociedad en que esos significados están más o menos establecidos, puedo dedicarme efectivamente a contar. Y eso que no estamos contando esferas completas donde es parte del proceso social real el que se cuenten magnitudes (dinero y votos por ejemplo).

Muchas cosas se pueden contar, y muchas cosas que de hecho son relevantes para la vida social. Allí contar no representa ninguna violencia, si se quiere, hacia las características de lo que uno quiere investigar. Al fin y al cabo, mientras la relación entre un indicador y un constructo (entre la escala sobre agresión y la agresión) es siempre una de distancia (el fenómeno va más allá de la escala); no ocurre lo mismo cuando estamos hablando de cosas que se pueden medir con magnitudes: El número de horas es el número de horas.

Ahora, no todo se puede contar con ello. Pero tampoco es cierto que tengamos que ponernos de brazos cruzados. Para las otras cosas bien podemos estudiarlas cualitativamente. Y para estudiarlas cualitativamente no necesitamos inventar constructos latentes, ni nada: Los significados inscritos en las prácticas sociales son parte de esas prácticas, y en ese sentido específico son ‘manifiestas’: aparecen en las comunicaciones que son parte del proceso social.

En otras palabras, todo el esfuerzo metodológico para desarrollar escalas de medición para cosas que no se pueden medir magnitudes es parte de una operación que no toma en cuenta lo cualitativo. De hecho, esta renegación de lo cualitativo es más profunda. Porque, en principio, el modo cuantitativo bien podría haber pensado que los aspectos ‘objetivos’, medibles en sus magnitudes, eran las cosas relevantes (de hecho, es la estrategia de Durkheim: contar leyes, contar suicidios). Sin embargo se acepto el argumento conceptual de la importancia de lo subjetivo, y en vez de aceptar las limitaciones se intentó que con lo cuantitativo se cubriera todo, incluso cuando no tiene mucho sentido, ni resulta necesario.

¿Qué es lo que se puede sacar en limpio después de todo eso? Algo muy simple.

Si quieres analizar magnitudes de cosas, bien puedo usar lo cuantitativo. Y vuelvo a decir, esas magnitudes son relevantes: Uno puede contar actividades (o sus registros), medir duraciones, o contar cuando la sociedad es la que transforma en magnitud -dinero y votos. El hecho que, por poner un ejemplo, dediquemos 4 horas a ver televisión es un hecho relevante para entender las sociedades contemporáneas (como es un hecho relevante si eso disminuye o no). De hecho, mejor ser cuantitativo cuando lo cuantitativo se acomoda a lo que quiero investigar.

Si quiero analizar significados y subjetividades, entonces en vez de inventar constructos latentes y actitudes (y en vez de crear escalas que por definición nunca dan cuenta del concepto), me dedico a usar herramientas que dan cuenta de la naturaleza de los significados y las subjetividades. O sea, herramientas cualitativas.

Uno siempre puede usar una herramienta para todo (la vieja idea de cuando uno tiene un martillo todo parecen clavos), es claro que hay herramientas que son mejores que otras para una situación dada. Y toda le medición de escalas de actitudes es un esfuerzo de aplicar una herramienta donde no corresponde.

De la utilidad de la formalización en Sociología

Los argumentos formales suelen ser lateros, no siempre avanzan sustantivamente las cosas y, en general, resultan más difíciles de hacer que los argumentos (y afirmaciones) informales que normalmente hacemos en Sociología.Pero tienen una gran ventaja, que creo es decisiva. Evitan este tipo de cosas:

En el transcurso de criticar al utilitarianismo y a los intentos de esas aproximaciones de explicar el altruismo, Hans Joas y Wolfgang Kobl en ‘Social Theory. Twenty Introductory Lectures’ dicen lo siguiente a propósito del altruismo en biología

The answer that theses scholars came up was structured in almos identical way, in that they believed it possible to affirm that such altruistic behavior always aries in cases where it increases the ‘reproductive fitness’ of the species, at least in the long term. Once again, altruism was ‘elegantly’ traced back to genetic egotism. None of this is terribly persuasive’ (página 105)

Ahora, como parte de las diferencias es que los biólogos formalizaron el argumento en un modelo, resulta que es completamente irrelevante si a alguien le parece ‘terriblemente persuasivo’. El argumento funciona y está bien contruido (y en general, los términos están relativamente bien definidos así que no es necesario poner reproductive fitness entre comillas), y obtiene como consecuencia la conclusión. Si quiero criticarlo tengo que hacer algo más que simplemente decir ‘none of this is terribly persuasive’, necesito demostrar que el argumento no funciona (i.e que sus premisas son malas, que las conexiones no están suficientemente bien hecha) o mostrar empíricamente que no es el caso (bueno, sucede que en tal y tal especie…).

Pero, claro está, eso implica trabajar de verdad al desarrollar teoría y no sencillamente quedarse en el ‘me parece que…’.

Ponencia sobre Metodología

Y habiendo, al mismo tiempo, hecho una ponencia en el mismo congreso sobre Metodología (basado pero modificando, las ideas expresadas en la serie sobre las reglas del análisis sociológico), también haremos lo mismo. O sea, publicarla (link aquí)

Y he aquí el resumen:

La metodología en ciencias sociales muchas veces opera en un vacío, separada del resto de la disciplina. Esto representa un problema para el desarrollo de las ciencias sociales. La metodología debiera basarse en el saber disciplinar: Las formas que pueden resultar útiles para investigar lo social, dependen de sus características.

En esta ponencia se proponen algunas reglas para el análisis sociológico. La primera es que las acciones de los actores tienen sentido para ellos (pero que esto no opera para los entramados que los actores construyen). Lo segundo es que no hay actores especiales, y sus diferencias han de explicarse. La tercera es que todas las acciones tienen consecuencias. Lo cuarto es que la pregunta relevante es sobre la vida social ,y no sólo sobre lo que la sociedad influencia.

Y descubrí que soy Parsoniano

Sin nunca haber estudiado profundamente a Parsons en realidad.

En otras entradas en este blog (la última: Cuatro modalidades de coordinación) había desarrollado una de mis pocas ideas teóricas: que uno podía dividir la coordinación en cuatro grupos de acuerdo a si uno actuaba sobre los intereses/representaciones o los recursos de alter; y si uno entregaba o uno quitaba a alter. La idea se me había ocurrido leyendo a Coleman (sobre los temas de control y de recursos) e intentando buscar formas que distinguieran claramente, y al nivel de coordinación elemental, entre sus diversas modalidades (pensando que muchas teorías tienden a ser univocas al respecto).

Bueno, he aquí que unos meses más tarde -volviendo a leer el viejo texto de Habermas sobre la Teoría de la Acción Comunicativa- me encuentro con lo siguiente (cuando comenta a Parsons)

Si sólo se permite elegir entre sanciones positivas y negativas y solo se dejan abiertos dos canales de influjo, el influjo sobre las opiniones y deberes del otro o el influjo sobre su situación de acción, resultan cuatro estrategias o formas de llevar a efecto ese condicionamiento. Parsons las llama modo de interacción y pone  cada una de ellas en relación con uno de los medios (Habermas, Teoría de la Acción Comunicativa,  Vol 2, página 396)

Ahora, los términos de Parsons se pueden traducir a la idea que se me había ocurrido: positiva (agregar) o negativa (quitar), influjo opiniones o deberes (representaciones), influjo sobre situación de acción (recursos). De hecho, la crítica de Habermas -que esto olvida que no se puede aplicar el esquema de sanciones a las opiniones / deberes (la idea de sanción no aplica a las ‘posturas de afirmación o de negación frente a pretensiones de validez susceptibles de crítica’ (página 397)- no se aplica a la visión que había desarrollado que hablan directamente, finalmente, de afirmación o negación. En un caso das razones para que alter haga algo; en otro quitas las objeciones para que alter haga algo.

En resumen, sin darme cuenta, había elaborado (y refinado, creo) un argumento de Parsons. De hecho, lo peor es otra cosa: Este es un argumento que Parsons a su vez usa para fundamentar y desarrollar la idea de medios de comunicación simbólicamente generalizados. Y todos sabemos quién ha sido desarrollado posteriormente más estas ideas. Sí, el malvado de Luhmann. Con lo que, sin darme cuenta, ya había empezado a entrar en ese horrible camino.

El extraño caso de la influencia de Luhmann en la sociología chilena

¿Por qué Luhmann se transformó en Chile en uno de los principales teóricos? (es cosa de revisar programas, por ejemplo, los de doctorado, para observar su influencia). Al fin y al cabo, no es cierto que sea extremadamente influyente de manera universal.

Lo que vuelve aun más extraño el tema es que su teoría no tiene, que yo sepa, ningún ‘éxito’ explicativo o descriptivo relevante. De casi todos los otros teóricos se puede decir que iluminaron un aspecto de la vida social o que entregaron una respuesta interesante sobre un problema -que permitió avanzar nuestra comprensión de lo social.

Del funcionalismo, bien podemos decir que -equivocadas y todo- las ideas de Merton sobre anomia o sobre sociología de ciencia permitieron comprender mejor ciertos aspectos de la vida social. Incluso de Habermas se puede plantear que sus disquisiciones permitieron avanzar en la comprensión de la esfera pública. En el caso de Bourdieu, incluso cuando se lo declara obsoleto, sería difícil negar que La Distinción representó un aporte a todo el campo de la sociología de la cultura y la del consumo. Y así uno podría seguir con otros teóricos y tradiciones.

Pero en el caso luhmanniano, ¿que parte del análisis vida social ha recibido un aporte sustancial de esa teoría? A veces tengo la impresión que el asunto se reduce a una simple (bueno, compleja) redescripción de temáticas y dimensiones.

La interacción social como unidad social elemental (II) Disolviendo el problema agente-estructura

A continuación observaremos que la elección de la interacción como unidad básica permite además disolver algunas disyuntivas clásicas de la sociología. En particular, nos permite resolver el problema de la relación actor y estructura. Tradicionalmente hemos tenido teorías que enfatizan o al actor o a la estructura, llegando a plantear en el extremo que, por ejemplo, sólo los individuos existen (y que las estructuras no tienen capacidad causal aparte). La búsqueda de una forma de superar la dicotomía, y entender que la vida social es al mismo tiempo un producto de la acción de los actores, pero donde existen estructuras establecidas ha sido una constante en la teoría social en las últimas décadas (Giddens, 1984; Alexander, 1988; Bourdieu, 1990; Archer, 1995).

Pero no se puede plantear que estos esfuerzos hayan sido un éxito. En el caso de Giddens y Bourdieu se puede observar que aunque sus orientaciones son muy similares, se les acusa de los problemas contrarios (Van den Berg, 1998). En ambos casos tenemos la idea que los actores generan acciones usando una estructura, que al mismo tiempo permite y limita sus acciones. Pero en el caso de Giddens se lo critica porque ‘elimina’ la estructura al establecer que las reglas están en las personas. Y en el caso de Bourdieu la critica es que ‘elimina’ el actor que sólo reproduciría su habitus (King, 2000). Más allá de lo útil o certero de las críticas, el caso es que no logran superar la dicotomía, al ser fácilmente reducibles a una perspectiva.

En el caso de Alexander (1988) la situación es incluso más sencilla: La solución del problema se reduce a reconocer que existe agencia y que existe estructura. Pero una teoría debiera especificar las formas de su relación.

Archer (1995) enfatiza la necesidad de separar la estructura y los actores, para poder así entender su relación. La estructura es algo que existe antes de los actores, es un efecto de las acciones de actores pasadas, pero que afecta la situación presente, por ejemplo la estructura demográfica. Pero si esto es cierto, entonces estamos convirtiendo en un gran problema conceptual algo que, si bien implica cadenas causales largas, no implica ningún misterio o problema conceptual al respecto (Healy, 1998): actores tomaron una acción X que tuvo consecuencias Y que afecta otras acciones X’. Siendo cíclico, de hecho podemos plantear la relación como hay una situación Y donde actores hicieron X que generó una situación Y’. La estructura tendría una capacidad causal separada, pero al mismo tiempo alguien podría decir que es sólo el agregado de decisiones de actores individuales, y el hecho que sean actores pasados no es relevante, sólo quiere decir que las consecuencias de las acciones.

En otras palabras, podemos observar que cuando partimos del actor o de la estructura, tendemos a crear un problema conceptual misterioso, difícil de resolver. Cuando partimos de la interacción el problema sencillamente desaparece. Supongamos el caso más simple de una diada. En este caso, es claro que hay actores y que toman decisiones. Del mismo modo, para cada actor es cierto también que no puede tomar cualquier determinación: alter representa un límite. Y recordemos que la intuición más básica de la estructura, que ya proviene de Durkheim, es precisamente la de un actor que se encuentra con límites puestos por otros actores. En otras palabras, en la situación de interacción tenemos –al mismo tiempo- agencia y estructura.

Más aún, todas las otras interacciones en que el actor no participa constituyen y crean una estructura que afecta mis decisiones (siendo al mismo tiempo resultado de decisiones de actores). Cómo se relacionan los actores afecta, por ejemplo, la posibilidad de difusión de innovaciones, y ese es un efecto estrictamente estructural, que proviene de una característica de la estructura de interacciones; pero que al mismo tiempo es generada por las distintas interacciones. ‘The main point is that we do not need dualism (and some form of reification) to explain that actors face real people and other environmental features they did not choose and design’ (Dépelteau, 2008, pág. 65). Pensar en actor y estructura mistifica una situación que cuando pensamos en las interacciones aparece como algo muy sencillo y que no representa mayor problema.

Si pensar la interacción como el hecho social básico nos permite superar el problema de la agencia y la estructura, eso representa una ventaja suficiente de ese enfoque.