A propósito de la sociología de la ciencia.

A propósito que me acabo de dar cuenta que el affaire Sokal ya tiene más de 10 años (los artículos fueron publicados en 1996), paso a preguntarme ¿por qué los sociólogos tendemos, cuando analizamos la ciencia, a caer en el relativismo? (en la idea que o todos los sistemas tienen igual validez, o igual base o lo que sea).

Porque es claro que no se requiere relativismo para hacer sociología de la ciencia (La vieja sociología de la ciencia -old Merton- decía muchas cosas sin necesidad de meterse en esos asuntos). Si se requiere si uno quiere, como Bloor, que la sociología debe y puede entar en el sancta sanctorum y determinar la validez del conocimiento.

Entre las innumerables razones voy a usar una de sociología del conocimiento: Ese argumento supera el sentido de inferioridad de nuestra disciplina: Ah, es desde lo social (desde la sociología entonces) que se puede explicar la ciencia. Y mostraremos que para sus ideas son equivalentes a cualquier otra. En otras palabras, no son mejores que nosotros.

O para decirlo de otra forma, somos tan científicos como ustedes. Nuestros criterios y nuestras costumbres son equivalentes. No tiene sentido decir que sean más rigurosos que nosotros.

Lo que tiene como consecuencia hacer más plausible el hecho que la ciencia no es nada especial. Porque si las ciencias naturales son tan rigurosas como la sociología, entonces es claro que no son muy rigurosas, ni de verdad implican un buen conocimiento del mundo (porque todo sociólogo con algo de sentido crítico sabe que la sociología no es, de hecho y en la actualidad, un buen conocimiento del mundo).

Por así decirlo, mientras los viejos positivistas pensaban que la sociología podía ser una ciencia como cualquier otra, y eso implicaba ‘subir’ al nivel de las otras ciencias; la nueva sociología de la ciencia nos dice que la sociología es una ciencia como cualquier otra, porque las otras ciencias no son mejores que nosotros.

En otras palabras, pensamos que las ciencias naturales no representan una forma válida de aproximarse al mundo no debido a nuestro atrevimiento intelectual. Sino a que pensamos que, de esa forma, podemos dejarlo en nuestro mediocre nivel.

Sólo lo espontáneo existe

La primera y más fundamental regla de la construcción de pautas y cuestionarios es que las personas sólo pueden responder de lo que efectivamente tienen una opinión o recuerdo formado.

No tiene sentido hacer preguntas sobre aspectos específicos en los que las personas no se han formado opinión o no recuerdan de ese modo (Por ejemplo, pensemos en preguntas de hábitos: ¿cuanto tiempo ve TV en la semana?, ahora si el hábito es diario, la respuesta posible -con todo lo imprecisa que puede ser- corresponde a la regularidad de ese hábito. Lo que la persona puede saber es cuanto ve al día. Lo otro tiene que calcularse, y claro, que las personas calculen cuanto están respondiendo no sirve de mucho.

Ahora lo anterior, aunque varias veces olvidado, es evidente y se sabe.

Pero lo importante es darse cuenta del equivalente cualitativo o lo referente a la opinión: Que sólo la opinión espontánea es la opinión social real. La respuesta ‘forzada’ (cuando el tema se pregunta sin que haya sido instalado por el entrevistado, cuando el investigador introduce el tema), en realidad no existe. Es construida, ‘calculada’ en ese momento; el entrevistado lo que no hace es sencillamente reproducir la opinión que produce en las situaciones sociales normales. Y bien puede ser que en la situación forzada esa sea su opinión, pero claro está, nunca se topa con esa situación en la vida real, por lo que no tiene mucha importancia.

La única ocasión en que lo forzado tiene sentido es cuando lo forzado corresponde a una situación real de esas características: Como las votaciones, en que lo irreal es preguntar que candidato prefiere, lo real es que uno elige entre alternativas pre-existentes. En ese caso, la pregunta forzada, la alternativa forzada es lo que corresponde porque es así como funciona esa práctica social (*).

Pero fuera de esos casos, mejor es recordar y pensar que, en realidad, sólo lo espontáneo existe.

(*) Juro que es lo único de Ibáñez que encuentro tiene sentido.

A veces creo que mi formación en metodología no fue tan mala

Leyendo por asuntos laborales un texto llamado “New Qualitative Research -is there a need?” se plantea que se requieren grandes cambios en las aproximaciones cualitativas, para superar los problemas de las aproximaciones tradicionales.

Por ejemplo: ‘Even worse, the process of market research, both quantitative and qualitative, forces respondents to create these reasons on the spot, In spite of our question and answer format, most consumers do not have a ready logical viewpoint on cotton balls, detergent or even the car they drive’

Y nos plantean que, como toda la moderna (’90) investigación neurobiológica ha mostrado hay que superar eso, y el cerebro izquierdo, y la visión racionalizante y de preguntas de la investigación cualitativa.

¿Cual es la solución? ‘It is our belief that a good moderator is one who answers all of the questions of the brief, not the one who asks them all. The overall objectives of a discussion guide must be to direct the interview, not to constitute the entire session’ Que la pauta no puede diseñar preguntas de antemano y que super-nuevas técnicas (programación neuro-lingüística, juegos de rol y sico-drama y otras muchas) serían necesarios.

Ahora, he de reconocer que eso no parece tan nuevo. En 1992, si mal no me acuerdo, cuando tuve mis primeras clases de técnicas cualitativas esa era toda la idea. Que toda la idea es no ser directivo y precisamente dejar hablar, que lo que se hace es sondear más que preguntar como tal. Parece ser que el ya viejo comentario de Canales sobre la superioridad de los enfoques españoles (y franceses, dada la proveniencia teórica de Ibáñez) sobre los norteamericanos en técnicas cualitativas era toda la verdad. Porque que sean anunciadas, con todo tipo de palabras grandilocuentes, cosas que son a decir verdad lugares comunes, sí indica cierto retraso.

El sesgo no existe

Una de las preocupaciones normales de los sociólogos y otras personas que se dedican a la investigación social es la de evitar el sesgo en las preguntas. Una pregunta sesgada, una que en su elaboración impele a responder de determinado modo, sería engañosa al no presentarnos la verdadera opinión del encuestado.

Ahora, la preocupación descansa en dos supuestos que, si bien no son exactamente incorrectos, son al menos -digamos- sesgados:

El primero es el más evidente: Que la principal y única función de una encuesta es obtener las opiniones sinceras del encuestado. Pero en realidad, una encuesta puede darnos información de otras cosas. Si hay un proceso que produce un sesgo ese proceso es, a final de cuentas, parte de la vida social.

En ese sentido, hay que reconocer que el sesgo es dato. Supongamos que una pregunta es sesgada porque, por ejemplo, tal alternativa es socialmente deseada y todo el mundo va a responder eso. La respuesta no será muy informativa de la opinión sincera de las personas, pero si será muy informativa de algo que también es real, y que es quizás más importante para la operación social: que tal cosa es la respuesta socialmente deseable. Bourdieu en La Distinción saca varias conclusiones analíticamente importantes a partir del hecho que en las respuestas a una encuesta de gustos y consumo cultural hay sesgo (hay respuestas socialmente válidas). De hecho, parte del análisis se basa en ver temas de mala atribución por decirlo (que lo que A piensa es socialmente válido no lo es).

La segunda premisa de la postura anti-sesgo es que existe tal cosa como la opinión verdadera y sincera de una persona sobre un tema. El problema con la frase anterior no es con que las personas no tengan de hecho opiniones que dan por válidas en un tema, el tema es que no tiene la opinión sobre un tema. No tienen la opinión sobre el aborto, sobre las AFP, sobre tal político. Tienen varias consideraciones que elaboran para producir una opinión.

Las opiniones tienen siempre contexto, y entonces bien podemos decir que el sesgo es contexto. Pensemos en uno de los casos más famosos de efecto de contexto en una encuesta. En plena guerra fría, se les pregunta a estadounidenses sobre si un reportero soviético debiera poder visitar EEE.UU y escribir lo que se le viniera en gana sobre el país en un periódico ruso. Pocos declararon estar a favor. Pero cuando se hizo la pregunta después de un equivalente sobre un reportero norteamericano en Rusia, la mayoría estuvo de acuerdo. Puro sesgo uno pudiera pensar, hay contaminación de las preguntas. Pero cada una de estas situaciones es real en términos sociales: Una es la opinión sola (cuando lo único a lo que las personas reaccionaban era frente a su imagen de los rusos) y otra cuando la norma de reciprocidad era activada. Ambos datos son interesantes, ambos datos dicen cosas de interés (para alguien que quisiera defender una política, para alguien que quisiera saber sobre las normas de los estadounidenses). En última instancia, en ambos casos la opinión era real: Ambas eran la opinión efectivamente mantenida por la persona en dos contextos diferentes.

Ahora, claro está, para analizar una pregunta sesgada hay que reconocer que está sesgada. Y cómo eso no siempre sucede, entonces en términos prácticos la búsqueda por eliminar el sesgo tiene sentido. Al final de cuentas, analizar una pregunta sesgada requiere ir más allá de decir X personas dijeron que Y. Lo que, hay que reconocerlo, a veces parece ir más allá de lo que hacen los analistas.

Bauman sobre consumismo y trabajo y las transformaciones sociales

La sociología no tiene futuro.

Zygmunt Bauman es uno de los sociólogos más conocidos e influyentes de los últimos años. Y dado que tiene un texto sobre consumo, y dado que tengo que hacer un curso de consumo el próximo semestre, entonces la conclusión era obvia: Lo que resultaba necesario era leerlo y ver que se podía aprovechar. Y por lo tanto, procedimos a leer ‘Trabajo, consumismo y nuevos pobres’ (Gedisa, 1999; original de 1998)

Y nos encontramos con que, en realidad, no es demasiado lo que se puede hacer. La tesis de Bauman resulta algo interesante y puede resultar correcta, pero aparte de algunas declaraciones de que ‘esto era así y esto es ahora así’ no hay mucho. Supongamos que, y parece una observación inteligente sobre la vida cotidiana, que hemos pasado de la ética del trabajo a un mundo en que la obligación central es el consumo, y el consumo se basa en la estética.

Ahora, el problema es que la tesis es del nivel de conversación de café. No tanto la tesis como tal -al fin y al cabo, la mayoría de las ideas lo son- sino en la construcción y en el argumento.

‘Por eso, cuando decimos que la nuestra es una sociedad de consumo debemos considerar algo más que el hecho trivial, común y poco diferenciador de que todos consumismos. La nuestra es una comunidad de consumidores en el mismo sentido que la sociedad de nuestros abuelos […] merecía el nombre de sociedad de productores. Aunque la humanidad venga produciendo desde la lejana prehistoria y vaha a hacerlo siempre, la razón para llamar comunidad de productores a la primera forma de la sociedad moderna se basa en el hecho de que sus miembros se dedicaron principalmente a la producción; el modo como la sociedad formaba a sus integrantes estaba determinado por la necesidad de desempeñar el papel de productores, y la norma impuesta a sus miembros era la de adquirir la capacidad y la voluntad de producir. En su etapa presente de modernidad tardía -esta segunda modernidad, o posmodernidad-, la sociedad humana impone a sus miembros (otra vez, principalmente) la obligación de ser consumidores. La forma en que esta sociedad moldea a sus integrantes está regida, ante todo, y en primer lugar, por la necesidad de desempeñar ese papel; la norma que les impone, la de tener capacidad y voluntad de consumir’ (p 44)

Nuevamente, la tesis puede parecer interesante pero para defenderla -o sea, para defender cada una de sus afirmaciones, por ejemplo mostrar que efectivamente la sociedad moldea a sus integrantes a través del deber del consumo- se requiere un estudio detallado y bien hecho. Pero, claro, para estudios detallados y bien hechos no están los sociólogos que interpretan el cambio social y la vida moderna. Para ellos solo basta con dar afirmaciones plausibles e ingeniosas. En otras palabras, basta con parecer inteligente en el equivalente a una conversación de café.

Ahora, la idea es efectivamente interesante. Es una buena definición de sociedad de consumo, que evita los problemas de la trivialidad que menciona Bauman que ‘todos consumismos siempre’ o evita simplificar las sociedades previas a la modernidad. Pero eso no quiere decir que sea una respuesta adecuada. Es una propuesta. Pero las propuestas son eso, propuestas. Hay que pasar a su ejecución para ver si funcionan.

Y podríamos seguir -y de hecho lo haremos- con afirmaciones parecidas -con frases dichas al pasar cuya única necesidad es la de parecer correctas. Aunque, de hecho, no siempre lo logran:

‘La esencia de toda moral es el impulso a sentirse responsable por el bienestar de los débiles, infortunados y sufrientes’ (p. 120). No estará de más recordar que existen innumerables morales y éticas basados en otros puntos (i.e excelencia, virtud etc.). Pero bueno, si uno quiere reducir todas las éticas a las que fundamentan el estado de bienestar, siempre uno puede hacer esos trucos.

Se pregunta Bauman cómo es posible que la mayoría de los votantes apoye el aumento de la desigualdad. Al fin y al cabo, la expansión del voto no debiera tener la conecuencia contraria. Más aún, nos dice que ‘los que votaban en favor de la red de contención (sostenida por el Estado) deben haber sido quienes no tenían intención de usarla en lo inmediato; gente que, incluso, esperaba sinceramente no tener que usarla jamás’ (p. 88). La explicación es la falta de seguridad: ‘Hasta entonces se las habían arreglado solos; pero, ¿cómo saber si la suerte (puesto que era una cuestión de suerte) les duraría siempre?’ (p. 89). Pero ahora las clases medias ‘parecen sentirse más seguros si ellos mismos administran sus asuntos’ (p. 89). No sentirían que necesitan el estado de bienestar, y entonces podrían desmantelarlo.

Pasemos por encima solamente el tema que las clases medias se sentirían seguras en un mundo en que, se supone, está lleno de inseguridad y riesgos. Y pasemos por encima también el hecho que explicaciones alternativas existen: Los estados de bienestar han tenido ‘crisis’ de crecimiento -en el sentido que no parecen garantizar altos niveles de éste- y en sociedades donde la gente está imbuida del espíritu del capitalismo, y entiende que las cosas están bien cuando crecen, eso produce un movimiento de conflicto. Y pasemos también por alto el que el estado de bienestar, con todos los cambios que ha sufrido, no ha sido desmantelado al fin y al cabo. O pasemos también por alto el hecho que, cuando el Estado de bienestar incluye la administración pública de la salud, una de las premisas del argumento de Bauman no funciona (i.e todo el mundo sabe que por el hospital se pasa alguna vez). Al fin y al cabo, estas críticas están al nivel de Bauman -cosas que uno descubre al minuto de leer un texto y con el cual uno puede desarrollar una conversación con amigos si es que a éstos les interesan esos temas.

Pero el caso es que ese tipo de disquisiciones -el ver si efectivamente eso es lo que está detrás del abandono del estado de bienestar- requieren un estudio. Pero ya lo hemos dicho, hacer estudios parece que está por debajo de los intereses de la sociología contemporánea.

En fin, que más puedo decir, aparte que cada día me gusta más Bourdieu.

La seudo-sociología de la seudo-complejidad

A pesar de todos mis intentos, definitivamente tengo que declarar que no puedo con Luhmann. Durante algún tiempo, pensé que podía ser un asunto más de reacción negativa al estilo más que a los contenidos.

Así que traté de leer La Ciencia de la Sociedad. Puede que lo que me parece esteríl en términos generales, se muestre interesante en lo más específico. Y no resultó. Las mismas grandiosas declaraciones, los mismos anuncios sobre la gigantesca complejidad del pensamiento que terminan con aplicaciones banales, la misma capacidad para discutir fundamentalmente lo que se dice de un tema más que del tema mismo (i.e el análisis social de la ciencia es fundamentalmente un análisis de la auto-comprensión de la ciencia, escasas son las referencias y análisis del proceso social en que opera la ciencia a decir verdad).

De hecho, encontré que el problema de Luhmann -y de toda su teoría de sistemas- es que efectivamente trabaja sólo en el marco de la auto-comprensión. No que es deje de ser relevante, pero las operaciones de los sistemas, si se quiere, no son sus auto-comprensiones: el sistema económico no opera como la economía se ve. En uno de sus textos, Luhmann -frente a toda la evidencia de la importancia de los lazos y las redes en las economías modernas- no puede más que verlos como resabios de otros elementos, como ‘problemas’ (su discusión los trata como equivalentes a la corrupción). En otras palabras, ve la auto-imagen de la operación del mercado como efectivamente la operación del mercado. Y así no se puede.

Lo que nos lleva, en realidad, al problema más crucial -y al título de esta entrada- que en realidad, por todo lo que Luhmann habla de la complejidad de los sistemas, y de cómo los sistemas sociales operan con, limitan a la complejidad; Luhmann no tiene elementos analíticos para trabajar con la complejidad. Tiene muchas palabras para hablar de ella, y muchas formas de decir cuan relevantes son, pero instrumental para trabajar con sistemas complejos no tiene. Es cosa de comparar con, para decir cualquier cosa, el instrumental que se usa en Santa Fe para trabajar con complejidad en sistemas (de todo tipo, incluyendo sociales), para ver que Luhmann sólo posee un concepto de complejidad, no una analítica de la complejidad. Su instrumental analítico no es para trabajar la complejidad, sino para trabajar el sujeto (no es por nada que cita constantemente a Husserl) y lo que hace es trasladar ese instrumental a los ‘sistemas’: El sistema en Luhmann es un sujeto, sólo que abstraído de su base inicial y la gran innovación es decir que todas las cosas que decíamos de los sujetos las podemos decir de otras cosas.

En otras palabras, tiene una seudo-sociología (limitada a hablar de lo que en términos antiguos se llamaba ideología, y que a Luhmann le gusta re-denominar como semántica) de la seudo-complejdad (dado que no tiene herramientas teóricas, conceptuales o empíricas para trabajar efectivamente con las operaciones de sistemas complejos). Pero en fin, hay cosas peores en la disciplina para el caso.

Sociología como categoría de software

Ahora, buena parte de esos programas (hacer click en el título del post para ver el vínculo) no son de sociología (sino relacionados con aspectos sociales -programas para genealogías o software colaborativo). Lo importante e interesantes es que para eso se usa el nombre de nuestra vieja disciplina.

La sociología aparece en lugares muy extraños de cuando en cuando

De la falta de Poiesis en la Teoria de Luhmann

Algo ya habíamos dicho en un post anterior, pero la cita de ahora es bastante clara creo al respecto:

‘De acuerdo con ello, la ciencia es un sistema estructuralmente determinado de un tipo particular. Pero aparte de esto ¿es también un sistema autopoiético, es decir, un sistema que produce él mismo, por medio del entramado de elementos que le dan consistencia, los elementos que lo conforman?

Podemos dar una respuesta positiva a esta pregunta, con al que veamos la comunicación científica como un elemento que afirma la verdad y excluye la falsedad (o viceversa, que excluye aquélla y afirma ésta). Tan pronto como el carácter simbólico de la verdad como medio da origen a una cualidad especial dentro de la comunicación social general -que solamente puede ser obtenida en una conexión recursiva con otras comunicaciones anteriores y futuras del mismo sistema -surge un sistema autopoiético que genera estos elementos precisamente por medio de estos elementos mismos, delimitándose con ello del entorno de otra comunicación’ (Luhmann, La Ciencia de la Sociedad, p 203, U Iberoamericana 1996, original 1990).

No creo que se requiera una prueba más clara que para Luhmann la autopoeisis es un tema de conexión. Lo que muestra en la cita es precisamente el carácter de conexión recursiva, pero no tiene nada con respecto a lo propiamente poiético: Que las comunicaciones científicas no sólo se comunican con comunicaciones científicas (y están cerradas con respecto a otras), sino que las comunicaciones científicas producen otras nuevas comunicaciones. Y conste que en el caso de la ciencia no sería tan extraño defender la idea que los ‘papers’ producen ‘papers’.

En la siguiente página, luego de recoger algunas dudas de Maturana, Luhmann dice que le parecen esas dudas limitar el poder y el alcance del concepto. Pero creo que la concepción amplia de autopoiesis en Luhmann, que lo hace equivalente a auto-referencia finalmente, lo que hace es quitarle potencia al concepto: Había una idea específica que decía varias cosas, ahora tenemos una idea difusa que no dice mucho.

Y baste con esto de criticar a Luhmann por ahora.

De la inutilidad de Giddens

A propósito de una conversación de días anteriores, Giddens debe ser el autor más influencial que no es usado de verdad. Porque si bien los textos programáticos de Giddens (Las Nuevas Reglas por ejemplo y los capítulos iniciales de La Constitución de la Sociedad) han sido influyentes -la idea de estos actores hábiles y conocedores, su idea de la dualidad de la estructura y ese tipo de cosas- sus propuestas teóricas específicas no han tenido mucha gloria. Los innumerables esquemas que La Constitución de la Sociedad tiene no creo haberlos vistos mucho (*). En ese sentido, aparte del programa no parece ser mucho lo que existe.

Giddens como intérprete de la modernidad ha tenido algo más de éxito. En parte porque en la última década la sociología más que dedicarse a la teoría general (como hizo en los ’80 por ejemplo), parece haber vuelto a sus orígenes: a intentar comprender el cambio social contemporáneo (en eso están, a fin de cuentas, los autores de más prestigio en la actualidad: los Bauman, los Beck etc.). Pero si bien Giddens podrá ser útil como analista de la modernidad (o mejor dicho, lo fue), como teórico la influencia no pasó mucho a menores.

En ese sentido, su denostado Parsons tuvo mejor suerte. El funcionalismo, independiente de sus méritos como teoría, si fue usado -y mucho- para investigar.

* El lector avisado podrá decir: Bah, obvio; las grandes investigaciones que Giddens influenció no están entre tus lecturas. Y eso puede ser cierto, pero para ser uno de nuestros supuestos grandes teóricos no parece ser tan complejo pasarse la vida sin toparse con investigaciones influenciadas por el susodicho.

Poder, intercambio e ideología

Como este ha sido un día de trabajo y ya me cansé, solo voy a escribir el esqueleto de la idea -que esperemos desarrollar más adelante:

Las interacciones pueden dividirse, desde el punto de vista del ‘iniciador’ (el que reclama que alter realice una acción) en las siguientes:

  1. Dominación: Cuando amenazas con quitar recursos a alter para que realice la acción pedida (Haz X o si no…).
  2. Intercambio: Cuando ofrecer recursos a alter para que realice la acción pedida (Haz X, te ofrezco…)
  3. Conversación: Cuando cambias los intereses de alter para que realice la acción pedida (Te conviene hacer X, es bueno que hagas X)

La diferencia de recursos / intereses sacada directamente del bueno de Coleman (Foundations of Social Theory). Pero intereses se entiende de manera más amplia: el cambio de intereses tiene que ver con todo cambio en las percepciones y creencias de alter que hace que la acción requerida aparezca como la acción a seguir. Tiene la ventaja de relacionarse con las bases tradicionales de orden que usualmente ofrecemos, y entrega una razón de porque es una tríada. Tiene la ventaja de distinguir claramente entre poder e intercambio, que no siempre quedan bien distinguidas (Así por ejemplo, no falta quienes como ven que siempre las personas tienen alternativas de acción, reducen la dominación al intercambio).

Cosas a desarrollar:

  1. Los recursos están divididos en dos tipos de acciones de acuerdo a si ofrecemos o quitamos recursos a alter (intercambio / dominación); pero lo relativo a intereses no. ¿Podemos usar la diferencia ofrecer / quitar en torno a intereses también?
  2. ¿Tiene sentido la diferencia cambios cognitivos / cambios normativos en relación a esta tipología en lo que respecta a intereses? Una cosa es que cambiar los intereses debido a que cambiamos el mapa del mundo de alter (‘tu pensabas que X no era posible, si lo es; tu pensabas que X requería de esto, no lo requiere; tu pensabas que X tenía esta consecuencia, en realidad tiene esta otra’). Otra cosa es cambiar los intereses debido a que cambiamos los valores (‘tu pensabas que X era mala cosa, pero en realidad es bueno’). Si bien la diferencia entre mapas y valoraciones tiene relevancia, puede que para esto no la tenga (¿y si la tuviera podría servir para solucionar la primera pregunta?)
  3. En algún lugar tengo que poner los puntos de Schelling: alter realiza la acción porque la situación está estructurada de tal manera que lo único que cabe hacer sensatamente es X. Al fin y al cabo, la idea original eran 4 tipos de interacción, pero no termino de poner a Schelling en el esquema (Aunque tal como van las cosas, capaz que terminen siendo 5 tipos básicos)

¿Por qué la tipología podría ser útil?

  1. Aparte de que reconoce, de partida, diversas formas de coordinación y le da un marco lógico a nuestras distinciones usuales. Pero, sabemos que eso no tiene mucha importancia de todas maneras.
  2. Porque tengo mi vieja idea de ‘ley’ al respecto. Que los tipos de acciones que requieren menos gasto son los con menor probabilidad de éxito. Convencer requiere poco gasto, pero las probabilidades de que la gente cambie de idea conversando son bajas (y especialmente, son bajas para coordinación de acciones, la gente cambia de ideas pero no ahora). La negociación requiere más gastos (hay que ofrecer recursos al fin y al cabo), pero es más factible que funcione. Y la amenaza requiere de todo el gasto (se requiere cierta inversión para hacerla creíble, si hay que llevarla a cabo eso si que gasta recursos), pero tiene las mayores posibilidades de éxito.
  3. Dada esa relación inversa, y asumiendo también que la relación inversión / posibilidad de éxito varía en diversos contextos, entonces podemos tener una base para pensar que modalidades de coordinación serán elegidas. O sea, ¿cuando se elige dominar? ¿cuando se elige convencer?
  4. Es una tipología que se puede aplicar a una relación simple ego-alter pero permite empezar a construir sistemas después. Por un lado, por simple concatenación y agregación (tanto puras como combinadas). Pero, más importante, porque alter a su vez puede requerir acciones y eso abre un abanico de posibilidades (poder-poder, poder-negociación y así hasta las 6 posibilidades binarias).
  5. O sea, podemos tener un vocabulario descriptivo variado para ver relaciones (y sistemas mayores) a partir de distinciones fundamentales.
  6. Ahora, por supuesto hay mucho paño que cortar: ¿que pasa cuando se responde a la amenaza con amenaza? ¿que pasa cuando se combinan amenazas (por un lado) y negociaciones (con otro). Se podría aplicar algo, se me acaba de ocurrir, de la distinción de De Certeau sobre tácticas y estrategias a este respecto.

Y baste por ahora, que este era el esqueleto del asunto.

(* Por alguna extraña razón, la música es el único arte que realmente tiene el poder de conmoverme, y más extrañamente, es el período clásico (o e pre-clásico) el único que tiene el poder de hacerlo. En fin, siempre hay cosas extrañas)