La falacia de la inconmensurabilidad

Entre las ideas que la discusión epistemológica de los ’70 (*) legó a las ciencias sociales posteriores, o que al menos uno escucha en repetidas ocasiones, es la idea que los diversos paradigmas (no siempre se usa esa palabra en el debate, pero para los propósitos de esta entrada, esa será la que usaremos) son inconmensurables entre sí. O al menos, dado que no hay forma de dirimir una discusión entre diferentes paradigmas usando algún criterio general, abstracto y válido para todas ellas, entonces no hay forma de dirimir una discusión. Cada paradigma es aislado entre sí. Esto se transforma usualmente en una visión sociologizante: cada comunidad epistémica tiene sus propios parámetros, y no hay una conocimiento o reglas extra-comunitarias que puedan comparar paradigmas.

El problema es que todo ello podrá ser muy buena epistemología, pero no es muy buena sociología. Y si vas a basar tus ideas epistemológicas en teorías que se basan en comunidades; entonces, resulta necesario tener una buena teoría de las comunidades.

Y el caso es que las comunidades pueden no ser tan cerradas, y pueden tener límites algo difusos. Y en esas condiciones el ‘cierre epistémico’ no puede funcionar, porque las comunidades no necesariamente operan de manera cerrada. De hecho, la asociación que se hace entre paradigmas y lenguaje nos permite observar otro problema: Para traducir entre un lenguaje y otro (entre una teoría y otra) nunca ha sido necesario contar con un lenguaje universal (un conjunto de reglas universales que permita comparar entre teorías). Por lo tanto, el refutar la existencia de un lenguaje universal (i.e una metodología general para evaluar diversas teorías) no implica refutar que se pueda traducir. Traducir se hace, y al fin y al cabo, resulta necesario. Y por muy traditore que sean los traduttore, efectivamente funcionan.

Si la idea de inconmensurabilidad fue una cierta forma de giro sociológico en la epistemología, entonces también se habría requerido una buena sociología.

(*) No deja de ser necesario mencionar que los autores que uno muchas veces escucha sobre epistemología son finalmente autores que representan el estado de la discusión en los ’70: Kuhn, Lakatos, Feyerabend, Rorty etc. Al parecer, las ciencias sociales se desconectaron del tema hace 30-40 años o efectivamente no pasó mucho después de esos años. Algo me dice que es más bien lo primero.

De la (nula) importancia de la epistemología

Entre las innumerables características de las ciencias sociales que en realidad no es mucho sentido que tienen esta nuestra inveterada costumbre de aplicar a una discusión teórica elementos epistemológicas: Esta teoría no sirve (o al revés, es de lo más mejor) porque no está de acuerdo (o cumple) con tales características básicas de la epistemología contemporánea. La teoría de sistemas en su versión luhmanniana es una de ellas (pero no es la única): es la gran alternativa para las ciencias sociales actuales porque está de acuerdo con lo más avanzado de la epistemología.

Ahora, en realidad uno debiera usar una perspectiva distinta: Las teorías no son más o menos buenas dependiendo de sus características epistemológicas. La epistemología puede ser un campo interesante de estudio, pero no sirve para guiar el desarrollo de una ciencia (y si uno quiere, tiene abundante fundamento epistemológico para defender la idea que no se debiera tomar en cuenta lo que dice la epistemología a la hora de investigar, Rorty y Feyerabend dixit). Lo que sí puede guiar el desarrollo teórico es lo que ‘sirve’, en otras palabras aquello que tiene éxitos como perspectiva.

Al fin y al cabo, en medio de visiones sobre la ciencia que exigían explicarlo todo de acuerdo a conceptos mecanicistas, apareció la teoría de gravedad newtoniana. Una teoría que desde una perspectiva mecanicista es un escándalo (tiene acción a distancia, algo que simplemente no debiera ocurrir si uno cree que todo se explica mediante mecanismos). De hecho, fue uno de los problemas en la adopción de la teoría: ¿cuál es la causa de la gravedad? Pero, en última instancia, el hecho que la teoría ‘funcionaba’, y tenía muchos éxitos a su haber, contó más que cualquier debilidad epistemológica.

Teorías que pueden ser horribles epistemológicamente, tener millones de problemas, y no ser suficientemente coherentes y completos de todas formas pueden ser buenas teorías: En tanto expliquen alguna cosa.