Elecciones y encuesta

Eduardo Arriagada, en su blog en Comunicaciones de la UC, hizo un post sobre que en Chile no había sorpresas en las elecciones. En el blog se mostraba un gráfico creado por Roberto Méndez en que se planteaba que, básicamente, todas las encuestas -si uno contaba sólo los votos válidamente emitidos- habían estado cerca del resultado. En ese sentido, la elección había estado decidida hace varios meses.

Carlos Hunneus, que en El Mostrador ha escrito varias columnas sobre su predicción de resultados, escribió otra columna que Arriagada también publicó en su blog. En esa columna, luego de insistir que CERC fue el único que realizó predicciones, que todos son generales después de la batalla escribió lo siguiente:

En tercer lugar, la igualación del desempeño de las encuestas no es correcto, porque se hace cometiendo manipulación estadística, porque se sacan las respuestas no sabe/no responde, nulos y blancos después de las elecciones. Esta práctica, iniciada por Roberto Méndez después de las elecciones presidenciales de 1999, no ha conducido a que los encuestadores hagan este ejercicio antes de las elecciones presidenciales de 2005 y del 13 de diciembre, sino que después. El encuestador debe decir antes cual será el resultado, sabiendo que en Chile es sobre los votos validamente emitidos. No se puede ser general después de la batalla.

Y no se ha hecho por una razón muy simple, este es mi cuarto punto: los NS/NR no se pueden eliminar, porque una buena parte de ellos es voto escondido y debe ser asignado correctamente. Hay distintas maneras de hacerlo: mediante la aplicación de otras preguntas electorales y de temas políticos (asi lo hacemos en el CERC) o mediante una distribución proporcional según las respuestas de intención de voto o una combinación de ambas. El segundo ejercicio es riesgoso, porque puede llevar a sobreestimar al candidato que tiene un clima electoral muy favorable, que lo hace aparece como ganador.

Saber interpretar a los no sabe/no responde, este es otro punto que quiero aclarar, no es una elegancia académica, sino que es una exigencia profesional, para trabajar con la realidad y no con fabricaciones de ella

El problema es que no es ninguna manipulación estadística contar para calcular los porcentajes de votos sólo las preferencias de los candidatos. Los porcentajes de las elecciones se calculan sobre votos válidamente emitidos, no sobre el total de inscritos. Y ambos universos son distintos, por lo que no queda más que calcular los porcentajes como corresponde.

De hecho, es sencillamente incorrecto plantear que “los NS/NR no se pueden eliminar, porque una buena parte de ellos es voto escondido y debe ser asignado correctamente”.

La encuesta CEP de Octubre, para dar el ejemplo más claro, plantea que un 14% de los inscritos fueron NS/NR (link aquí). Bueno, ¿cual es el porcentaje de personas inscritas en los registros electorales que no dieron un voto válido en la elección reciente?

De acuerdo a elecciones.gob.cl el número de votos válidamente emitidos fue de 6.937.519 votos. El número de inscritos de acuerdo al SERVEL a Septiembre del 2009 fue de 8.285.186 (lamentablemente no hay datos más recientes). La diferencia corresponde al 16%.

En otras palabras, el porcentaje de NS/NR de la encuesta del CEP corresponde con pequeña diferencia (que es parte del margen de error) al porcentaje que no expresó preferencia por candidato alguno: No votaron, anularon, votaron en blanco etc. En otras palabras, no hay que asignarlos a candidato alguno, porque no votaron por algún candidato.

O sea, el universo de votos válidos (casi 7 millones) no es el universo de inscritos (8 millones y algo). Y para hacer comparable porcentajes calculados con respecto a esos universos distintos, tengo que hacer el calculo correspondiente. Eso no es ningún truco o manipulación estadística. Es sencillamente reconocer que hay gente que no vota en las elecciones. Que es un dato de la realidad. Perdón que son 1.327.667 datos de la realidad.

De elecciones y ese tipo de cosas

En fin, y sólo porque me fue pedido, algunas reflexiones sobre las próximas elecciones.

Ante la perspectiva de un gobierno de derecha, no deja de ser instructivo el temor que produce en algunas personas. No estaría de más recordar que hace menos de 10 años la perspectiva de un gobierno socialista también produjo, entre otras personas, los mismos miedos; y, finalmente, resultaron algo exagerados. Es poco probable, por ejemplo, que un gobierno de Piñera aboliera el salario mínimo. Más que nada porque si, incluso si fuera propuesto, es muy poco probable que fuera aceptado en el Congreso (no me imagino muchos parlamentarios firmando su propia sentencia de salida del Congreso aprobando una medida de ese tipo). Pero, en fin, siendo en general más liberal que buena parte de mis conocidos, no es ese tipo de cosas las que me preocupa.

Pero en realidad el tema relevante es el tema de siempre, el que nunca se olvida, a pesar de que siempre se pide su olvido: De los asesinatos y de las torturas. Porque aquí, con la sola operación de no hacer nada, un gobierno bien podría dejarlo en el olvido y entre las cosas que habría que superar.

¿Por qué no eso no es aceptable? Al fin y al cabo, ¿no han pasado tantos años? ¿Y el perdón no es una virtud? ¿Y la reconciliación? Claro, eso es cierto. Pero no se construye reconciliación con el simple olvido.

El debate del perdón y del olvido tiene un olvido relevante: Cuáles son las características del proceso de perdón. Porque quién pide perdón parte del daño y del dolor que otro ha sufrido, y de la conmiseración -nunca mejor dicha esa palabra- con el otro, y del reconocimiento que las propias acciones han sido parte de ese dolor y daño. Pedir perdón parte por el arrepentimiento. Todas esas cosas son conocidas. Al fin y al cabo, todos hemos pedido perdón (o alguien nos ha pedido perdón). Sin la empatía con el dolor, sin que haya un sentimiento de pesar por el dolor causado, no hay petición de perdón real.

Lo que nos lleva además a otro olvido: El perdón parte por el hecho que una persona pide (no exige) perdón. Lo que nunca sucede es que alguien simplemente diga ‘pero ¿no me has perdonado? Que mala persona eres’ Bueno, cuando esas cosas suceden en la vida real, una persona que dice eso sabemos todo lo despreciable que es.

Entonces, tenemos en Chile un sector que sin reconocer ningún daño simplemente exige que se le perdone, y reclama irritada que el otro -el que ha recibido el daño- es un perverso por no perdonarlo (*). Nada de esto se asemeja a como funciona el proceso de perdón. Pero, claro, reconocer el dolor parece ser más de lo que algunas personas pueden dar de sí.

El problema de un gobierno de derecha en torno al asesinato y la tortura no es tanto que esté compuesto de personas que apoyaron a un gobierno que se dedicó a esas prácticas. Al fin y al cabo, el apoyo y comprensión de las prácticas de la tiranía son lamentablemente extendidas. El problema está en, sencillamente, en la falta de arrepentimiento, en la convicción que el asesinato y la tortura fueron, quizás lamentables, pero necesarias, o por último, están entre las cosas que no vale la pena recordar.

Y no hay muchas cosas más despreciables que referirse a todas las vidas tronchadas y destruidas como sencillamente como cosas que no vale la pena recordar.

(*) Hablo del sector. En términos individuales esos reconocimientos se han dado. Pero, claro, a final de cuentas, independiente de todo lo que uno pudiera pensar, alguien como Lavín es una buena persona.

A proposito de la ultima CEP, o de como buscar deslegitimar encuestas

La Nación y un sitio llamado Cambio21 se han dedicado en los últimos dias a intentar armar un revuelo en relación a la ultima CEP y a plantear que hay un serio problema y que los datos no sirven y que se intenta perjudicar a Frei y todas esas operaciones políticas de mala muerte que hay que sufrir en el último mes antes de una elección.

Citamos al sitio (link aquí))

Según Leonel Sánchez Jorquera, del Centro de Estudio y Análisis, los datos por edad de la mencionada muestra, se pondera en sus resultados de la siguiente manera: votantes de 18 a 24 años un 17%; 25 a 34 años un 20%; 35 a 54 años un 39%; y mayores de 55 años un 24%. Eso no se ajusta a la información entregada por el Servicio Electoral, Servel, que en cifras gruesas es la siguiente: 18 a 24 años un 5%; 25 a 34 años un 11%; 35 a 54 años un 49%; y mayores de 55 años un 35%.

“En la página 90 de la misma encuesta CEP (que puede ser vista por internet) hacen un análisis de muestra que no corresponde a los datos del Servicio Electoral y queda la duda con respecto al resto de la población, es decir cómo está ponderada. Si uno revisa los datos de la población de mayores de 18 años aparecen datos del INE y no las del Servel”, asevera Sánchez Jorquera.

Además, agrega que “si uno se va a la página 85 (disponible en el sitio web de la CEP) donde está la ponderación de la muestra, evidentemente las cifras no corresponden a la masa votante. La duda cabe si la muestra es de acuerdo a cada grupo etáreo. Porque al final los menores de 34 años corresponden a un 37% según la CEP y según el Servel es un 15% y no se aclara si se elimina a la población no inscrita”.

Lo primero, y lo más central, lo que olvida este tema es que el universo de la encuesta CEP es el total de la población -y por lo tanto la distribución correcta de la edad es la poblacional (o sea, los datos del INE ) no la del Servel. Cuando el CEP entrega datos para la población inscrita lo hace para un subsegmento del universo. Pero la distribución de la muestra está bien cuando corresponde al universo de estudio -que son todos los chilenos mayores de 18 años.

Ahora, alguien podría preguntar ¿y la distribución de los inscritos? Bueno, uno puede revisar -si es mínimamente serio- la distribución de la edad de los inscritos de las encuestas CEP de las que se puede obtener la base de datos (en el sitio están disponible hasta Agosto).

Bueno, ¿cuál es la distribución ponderada por edad de los inscritos en la encuesta de Agosto?
18-24 años = 4,2%

25-34 años = 12.1%

35-54 años = 50,1%

55 y más años = 33,5%

Que es bastante cercana a los datos del Servel.

En otras palabras, una tormenta falsa.

Sobre la ultima CEP y las percepciones sobre la crisis económica

Por supuesto de los resultados de la última encuesta CEP, todo el mundo se dedicó a lo inmediato -los resultados electorales- y nadie se fijó en un par de datos que son bastante interesantes en torno a la percepción de la economía.

Básicamente, la encuesta preguntó -tanto en torno a la situación económica como al desempleo- sobre el actor responsable. Ahora, en ambos casos el principal actor es la crisis económica internacional. En la situación económica, supera por poco al gobierno (45% sobre 41%), pero en relación a desempleo su dominio es más amplio: 48% opina que la responsabilidad del desempleo es la crisis económica internacional, 34% los empresarios y 14% el gobierno. En otras palabras, casi la mitad de la población opina que la situación económica no se debe a un actor, sino más bien al sistema económico.

Lo que me lleva al punto que quería hacer: sobre cómo la ideología del sistema neoliberal se ha implantado en Chile. No tanto por el hecho de ubicarse como una forma deseable de sociedad (que represente lo justo y lo bueno), algo más porque se ubica como la forma más efectiva de hacer las cosas, aunque de hecho creo que es más por su crítica a todas las otras formas. Pero lo que sí parece haberse instalado -aun cuando quizás no sea parte de la ideología per se- es la idea de la economía como un sistema autónomo, que se manda solo. Digamos, que una parte importante de los chilenos resulta ser luhmannianos vulgares por decirlo de algún modo.

Ahora, si la economía se manda sola, y las crisis y los booms no se deben a actor alguno; entonces esto implica que la evaluación de los gobiernos se aísla de la percepción sobre la economía. Lo que se le pide al gobierno no es tanto que solucione la crisis -que se produce en otra parte-, sino más bien que apoya o minimice problemas. En otras palabras, parte del hecho que Bachelet tenga aprobación por las nubes en una situación económica negativa se debe a que la población no responsabiliza al gobierno y no le pide que solucione la situación -a lo más que algo apoye.

Y así es como lo poco de implantación subjetiva del neoliberalismo sirve para que el gobierno de la Concertación sea más popular.

De la sobrestimación de la comunicación

Hace algunos días, leí una columna de Arturo Arriagada, Tironi el Mentalista, en el Mostrador. La columna defiende la importancia de Tironi para diversas campañas -en particular el plebiscito y Lagos- y de hecho mantiene la importancia de tener un analista que interprete a la sociedad para los políticos. Porque de otra forma, como le pasaría a la derecha que le falta un Tironi, no se ganan elecciones.

Ahora, el problema de todo ello es que sobrestima los efectos comunicacionales (de encontrar los slogans y formas de presentarse adecuadas) en vez de los propiamente políticos. En el caso del plebiscito del ’88 la importancia de Tironi es innegable, porque el problema era -de hecho- comunicacional: No era tanto convencer a la gente de estar en contra de Pinochet como convencerla de que se podía derrotarlo mediante el voto el 5 de octubre. El problema era convencerla que votar No no tendría como resultado el caos y todo eso.

Pero, veamos el caso de Lagos. Arriagada mantiene lo siguiente:

Fuera de las tormentosas aguas de La Moneda, Tironi reapareció nuevamente en tiempos de campaña. Fue en 1999 para salvar a Ricardo Lagos de su propio funeral en la segunda vuelta de su campaña presidencial. Mientras los lavinistas creyeron haber encontrado en el “cambio” el mejor slogan para ganar una elección, Tironi hizo lo suyo para empapar a la Concertación y al país del espíritu de la campaña del No. Si Lagos se veía a sí mismo como un dios del Olimpo que aterrizaba en La Moneda, Tironi le arremangó la camisa, lo hizo sonreír ante las cámaras y le propuso que hablara de un “Chile mucho mejor”. Como en una pelea de niños por quedarse con el mismo juguete, Tironi lograba una vez más dejar llorando a la derecha.

Pero, en realidad, Lagos no gano por nada de esas cosas. Lo que paso, al final, fue que el votante de la izquierda extraparlamentaria voto por Lagos en la segunda vuelta. Y eso habría pasado con o sin Tironi.

Básicamente, el análisis olvida lo que es propiamente político: Que, al final, durante todos estos años el mejor predictor sigue siendo la opinión de Pinochet -ya pasados 20 años. Que, buena parte de los votos está más o menos decidido anteriormente y todo eso.

Por supuesto esto no implica que estos tipos de temas no sean relevantes. En elecciones competitivas todo lo que puede ser útil debiera ser intentado -al final de cuentas cuando no son muchos los votos que producen diferencias.

El tema es que tenemos una tendencia a creer en la importancia crucial de los aspectos comunicacionales (y en general de interpretación) no porque sean más importantes en la realidad, sino simplemente porque podemos actuar más sobre ellos. Si lo crucial es un aspecto político ya decidido, no hay mucho que hacer. Pero si las decisiones electorales dependen de los slogans, de la comunicación; si lo central es ‘entender la tendencia del país’ -que además cambian de año en año, entonces podemos hacer algo. Lo que está bien porque a los actores les corresponde hacer cosas, pero no deja de ser una ilusión.

Una nota sobre la separación de política del país

A propósito de la muerte de R. Claro, me acordé -de hecho, fue el tema en la reunión que estaba en ese día- del más famoso uso de una Kyoto que tenga memoria.

Ahora, el tema de esa Kyoto fueron dos candidatos -Piñera y Matthei. No sé si ya estábamos en el gobierno de, o eran los tiempos de su candidatura, Frei. Todos ellos candidatos o pre-candidatos en la actualidad.

En otras palabras, estamos en lo que respecta a la política como hace 15 años. Pero si algo es claro es que el país no está en la situación de hace 15 años. Me imagino que como ilustración de la separación entre política y país la anécdota tiene su utilidad.

A lo más, se podría plantear que tenemos una gran diferencia: Que ahora el candidato de la derecha tiene las mejores oportunidades para salir. Pero tomando en cuenta los resultados de la elección de concejales, yo diría que la situación más bien la produce los problemas de los candidatos de la Concertación que las bondades de Piñera. En otras palabras, la Concertación no tiene un candidato que convoque a toda su votación.

Demanda, testimonio, argumento

Es una lástima que los ministros (o ministras) no tengan la prestancia necesaria. A propósito del famoso episodio del jarro, me acordé de un texto de Borges, en que él cita a un pastor inglés que, habiendole sido arrojado en una discusión un vaso de vino, respondió: ‘Eso señor fue una disgresión, espero el argumento’.

El motivo de la cita anterior, aparte del deseo de citar a Borges, es que -creo- ilustra algunos de los temas de los movimientos sociales en Chile. Porque, finalmente, el tema es la falta de argumentación -no la falta de argumento- de ellos. Repito que no es falta de argumento, porque para las posiciones que defienden -como para cualquier posición- siempre es posible encontrarle argumento. Sino que los movimientos no operan desarrollando y mostrando argumentos.

Su presencia pública -lo que dicen y, más bien, lo que presentan los medios- se centra en otros modos. Lo que tienen es demanda -lo que queremos que suceda- y testimonio -lo que a mí me ha pasado. En este caso, las demandas por educación pública, por fin del lucro, por no aprobación de la LGE, y testimonios también hay muchos -que nuestra educación es mala, en el caso particular de la alumna Música, testimonio sobre el maltrato policial etc. En otras palabras, los testimonios -la experiencia que a nosotros nos pasa- reemplaza al argumento -que es una razón pública y general. Y el testimonio sólo es argumento para quién ya está convencido. De hecho, es un vocabulario pensado sobre el hecho del convencimiento previo -porque, ¿para qué necesita argumentar quién cree que ya tiene la ‘voluntad social’ detrás de sí?

Y como el testimonio no funciona como argumento, sino más bien como postulación de la importancia y urgencia de la demanda, lo que se obtiene entonces es un vocabulario de amenaza: Si no se nos hace caso, entonces pasará tal cosa, haremos esta otra. En otras palabras, el uso de la fuerza. Lo que resulta penoso cuando quienes lo hacen no son quienes efectivamente tienen la fuerza (y no son siempre quienes efectivamente la usan)

La debilidad de no usar argumento no se debe a que en las discusiones públicas efectivamente se opere ‘argumentativamente’, o que las personas se convenzan por esas discusiones. No es ese el punto. Sino que la discusión pública se presente, se aparece frente a sí misma, como si fuera algo que funciona mediante el argumento no mediante la fuerza. Sólo operar con un lenguaje de violencia es una posición que se debilita a sí misma.

A propósito de la última CEP

Originalmente, este post se iba a llamar ‘si uno fuera Tironi’. Porque a propósito de los resultados de la encuesta CEP, donde Piñera y Lagos obtienen las más altas preferencias, suponía que tironianamente uno pudiera decir que hay un cambio en el país, que quiere liderazgos fuertes y que se aleja de la búsqueda de la empatía, y sacar múltiples consecuencias de lectura de país en torno a resultados de una encuesta política. La idea era hacer un post ironizando sobre cómo estas lecturas de país cambian tan rápido y ese tipo de cosas.

Pero, como siempre, la realidad se adelanta. Porque en La Nación Domingo, Tironi dijo exactamente eso: Que los resultados de la encuesta CEP indicaban un cambio en el animo del país y en fin. Citemos mejor:

-Cuando surgió la figura de Michelle Bachelet, usted dijo que los chilenos querían un liderazgo más cálido y maternal. Considerando que los candidatos con mayor respaldo son Ricardo Lagos y Sebastián Piñera, ¿se puede decir que hoy se busca un tipo de líder más eficiente y duro?
-Definitivamente. Las sociedades, así como las personas, somos cíclicos y vamos cambiando. Bachelet surge en un período de mucha confianza y optimismo, en el cual sentíamos que nos habíamos ganado el derecho de expresar deseos y aspiraciones reprimidas. Buscábamos una sociedad más abierta, cariñosa, horizontal y participativa, y Bachelet ha respondido bastante bien. La sociedad chilena necesitaba pasar por este período en el que se ha puesto la atención en los dos grupos más vulnerables: los niños y los ancianos. Se requería un respiro que le permitiera a la gente salir a la calle y hacer valer sus derechos. Probablemente, todo eso no hubiera ocurrido con un liderazgo más autoritario y centralista.

Ahora, puedo plantear que lo anterior no tiene el menor sentido. Al fin y al cabo, cuando Bachelet fue electa, sucedía que el líder duro Lagos tenía altísimos niveles de popularidad, y que Piñera estuvo cerca de ganar la elección. O sea, en el momento de la búsqueda del liderazgo maternal, dos de los principales y más populares líderes políticos no se ajustaban para nada a esa idea. En otras palabras, unos cuantos miles de votantes hubiera cambiado de idea (o se hubiera quedado en la casa) y toda la lectura de Tironi sobre la elección no habría funcionado.

La idea que todo cambio en el ámbito político, que todo cambio en los líderes políticos, tiene algo que ver con la sociedad, que implican cambios en la sociedad, no funciona. La política no refleja necesariamente, y menos en detalle, lo que sucede en la sociedad.

Pero, claro, si nos tomáramos en serio está ultima admonición, entonces los analistas tendrían menos trabajo y menos capacidad de hacer entrevistas.

Educación Redux

A propósito del argumento hecho sobre el debate en educación en un post reciente, uno bien podría fundamentar la idea que la base del tema tiene que ver con el carácter rankeador de la educación, con una comparación con Salud.

Porque en el tema de Salud, efectivamente hay críticas al lucro, pero no existen críticas al hecho de clínicas privados (que lucren). La crítica está hecha sobre las Isapres, pero la clínica privada -el equivalente de los colegios lucradores- no recibe muchas críticas.

Y creo que se debe a lo siguiente: En el caso de salud, que otros -que pagan mucho más- tengan acceso a mejor salud y mejores tratamientos no es el tema. El problema es sí yo no recibo tratamientos. En otras palabras, en tanto la salud pública sea medianamente decente, el hecho que haya salud de mejor calidad no genera mayores reclamos.

Pero en educación tenemos la situación contraria: Porque no se reclama sencillamente que la educación pública sea de calidad, sino se reclama por la mera existencia de educación de mejor calidad que la anterior. No estamos hablando solamente de calidad, sino las diferencias son el tema central.

La raíz de la diferencia tiene que ver con el rankeo. En salud, mi experiencia no está centrada en el ranking: El valor del servicio que recibo no se ve afectado para nada por la existencia de otros servicios (de mayor o peor calidad), es indepdiente y se valora en sí mismo. Pero en educación, si lo está: El valor del servicio que recibo si se ve afectado directamente por otros servicios: Porque el valor es relativo, y es de bajo valor si existen muchas educaciones de mejor calidad que la mía.

En otras palabras, siendo educación un bien competitivo (por un recurso escaso -el acceso a la Universidad) la diferencia es el tema central. En salud, que no es bien competitivo, la diferencia no es el tema central.

De un olvido en el debate sobre educación

El lucro es una lacra. Ahora, ¿cual es el problema del lucro? No que aquellos que estén bajo sus colegios sean explotados, sino que -de hecho- los que no pueden acceder a los colegios del lucro tienen mala educación. Mejor dicho, peor educación.

Porque el centro del asunto no es la calidad de educación, sino la diferencia. Si todos los colegios de Chile doblaran su calidad (y todos entregaran buena educación) de todas formas sería una lacra un lucro. Y esto se debe a que el tema de la educación es centralmente el acceso a la universidad, y el acceso a la universidad (y a las buenas carreras en las buenas universidades) se produce por un sistema de ranking. Por lo tanto, la calidad absoluta de tu educación es completamente irrelevante, sino sólo tu posición. Si obtuvieras 750 puntos en la PSU de todas formas quedarías fuera de Medicina en la PUC si 40 personas con más de 750 puntos postularan ahí.

Ahora, el hecho que el centro de la educación en Chile sea el acceso a la Universidad no es una irracionalidad producto de ‘problemas culturales’. Dado que aquellos con educación universitaria tienen ingresos muy superiores al resto de la población, y que el resto de la población no tiene sueldos razonables, la desesperación por quedar fuera es un tema racional: es quedar fuera de la mejor opción para obtener un ingreso decente.

Y aquí viene el olvido básico: Que el sistema educacional funciona por ranking, y que el tema central es lograr una mejor ubicación que los otros es algo sabido. Conocido por las familias, que ajustan todas sus estrategias a lo anterior. Lo que desean los padres no es buena educación, ni siquiera mejor educación, es que su hijo tenga mejor educación que los hijos del vecino.

Los colegios subvencionados, que para los críticos son sólo una forma que los sostenedores tengan dinero, cumplen una función central para las familias: Asegurar a los hijos de la clase media que tendrán mejor educación que los hijos de los pobres. No necesariamente por diferencias en las materias, sino -por último- por salvarse de las malas influencias. Estar en un colegio subvencionado es estar en un colegio en que, por último, están hijos de familias preocupadas por la educación (porque sólo los padres despreocupados o que son tan pobres -y por tanto, tan malas influencias- que no están en condiciones de pagar un sólo peso, dejan a sus hijos en colegios municipales).

En otras palabras, la desigualdad en la educación es un resultado buscado y deseado por esos padres. Que es lo que hace que el lucro (y la diferencia que produce) no sea un problema de unos malvados que ganan dinero con la educación -al final de cuentas, no muchos reclaman por los malvados que ganan dinero con la alimentación. Es un problema de una voluntad de todo un segmento social para asegurarles a sus hijos una posición por sobre otros hijos.

Pero, claro, eso no se puede decir.