De la sentimentalidad y la dureza. El camino a la crueldad

Una impresión que se ha fortalecido escuchando declaraciones durante este ya largo período de pandemia es lo común de un pensamiento que valida la dureza. Que la persona cabal es la que, frente a los problemas del mundo, los ve sin sentimentalismos, tal como son, y eso implica entonces tanto la necesidad de no caer bajo la fácil emoción y el reconocimiento de la necesidad de tomar decisiones que las personas de corazón débil no pueden hacer. Sólo quien está dispuesto a la dureza puede tomar las decisiones correctas en tiempos de crisis.

Que esta defensa de la dureza frente a una denostada sentimentalidad tiene una larga tradición es algo que es conocido, y lo recordé al leer la siguiente cita -en una discusión sobre normas en un texto reciente sobre teoría social, en que ello reaparece:

Like H. L. Mencken, whom Lippmann admired, but very much unlike Sinclair Lewis, whose work he detested, the person fully prepared to face the realities of the day would display “toughness” and “abhorrence of cant, sentimentality, and self-pity” and would the qualities to get to the bottom of things (Neil Gross y Zachary Hyde, Norms and Social Imagery en Social Theory Now, Benzecry, Krause y Reed (eds), Chicago UP, 2017, p. 363).

Al examinar esta actitud es importante, creo que es al final lo central, recordar cuál es su consecuencia: El extremo de esa dureza no sentimental es la aprobación de la crueldad. Ver ella como algo necesario, desagradable quizás, pero que sólo corazones fuertes -y por ello nobles- pueden tomar. Es un discurso que ha existido -tenemos varias declaraciones de jerarcas nazis que muestran esa misma actitud.

Sin llegar a esos límites, se puede observar que esta valoración de la dureza es parte de una corriente relativamente común en el pensamiento occidental: La crítica a la ingenuidad de las valoraciones tradicionales. Ya sea en política o en economía, la modernidad busco delimitar espacios donde no operaba (donde no debe operar) la moral tradicional -si se quiere, espacios que deben separarse del mundo de la vida moral, donde el juicio moral ingenuo y directo no debe ser el principio de la acción.

Vivimos, y por eso recordaba declaraciones de la pandemia, en sociedades donde ese discurso es común. Donde se puede presentar como valorable realizar cálculos fríos y duros, no basados en la emoción y el sentimentalismo, para justificar acciones que para el sentimiento no deben ser. Para justificar, como lo hemos visto, la muerte y el dejar morir.

Porque al fin del rechazo al sentimiento está el exterminio.

La sentimentalidad y la dureza. Del camino a la crueldad.

Una forma retórica que es algo común cuando se desea presentarse como alguien realista que se ha librado de las ilusiones es plantear que la diferencia con quienes miran la realidad de forma sentimental. Una comparación entre una mirada dura y resuelta sobre la realidad y de quienes, finalmente, prefieren un sentimentalismo vacío que se esconde de la realidad. Hay miles de ejemplos, y bastaría con indicar que es una retórica común entre los defensores de la Realpolitik; ya el hecho que se nombre como ‘realismo’ a la escuela que quiere hablar de ciertos ámbitos sin referencia a asuntos morales y éticos, usualmente reducidos a mera emocionalidad, resulta bien instructivo.

Dicha forma retórica tiene un peligro claro: del rechazo al sentimentalismo no resulta tan fácil alcanzar la defensa y justificación de la crueldad (al fin, ¿enjuiciar algo como cruel no es en sí la demostración más cabal de estar atrapado en ilusiones emotivas?). Fue una retórica usada extensivamente en el plan genocida de los nazis en Europa Oriental: El ‘Plan de Hambre’, bajo el cual las fuerzas invasoras alemanas y la población alemana serían alimentadas a partir de la cosechas extraídas a la población eslava conquistada, producto de lo cual dichas poblaciones morirían de inanición. El nivel de genocidio implicado en el plan supera con mucho a los genocidios efectivamente realizados (simplemente, resultó imposible aplicarlo de manera efectiva) por los nazis.

Realicemos algunas citas que muestran esta retórica:

Eduard Wagner, the quartermaster general of the German army, wrote to his wife that the inhabitants of Leningrad, all 3.5 million of them, would have to be left to their fate. They were simply too much for the army’s “provision packet”, and “sentimentality would be out of place” (Timothy Snyder, Bloodlands, Cap. 5).

En 1942 una empresa hablando sobre trabajadores eslavos que desfallecían por hambre y la necesidad de aumentar sus raciones:

It is characteristic of the state of mind in Germany at the time that the firm felt it necessary to point out that its complaint had nothing to do with sentimental humanitarianism. They requested more foord for their workers, ‘only for the purpose of getting the greatest possible perfomance out of Ukrainian workers who are undoubtedly diligent and usable (Adam Tooze, The Wages of Destruction, Cap. 16, p. 542)

El discurso de la dureza antisentimental pasa a ser la justificación y la práctica de la barbarie. Quien sale del ‘humanitarismo sentimental’ observa la situación de las poblaciones conquistadas como un asunto de distribución de calorías, donde los conquistados no tienen prioridad. Así en una reunión de planificación de la invasión a la Unión Soviética en mayo de 1941 las minutas establecen:

1. The war can only be continued if the entire Wehrmacht is fed from Russia in the third year of the war.

2. If we take what we need out of the country, there can be no doubt that many millions of people will die of starvation.

3. The most important issues are the recovery, and removal of oil seeds, oil cake and only then the removal of grain (Wages of Destruction, Cap. 14, p. 479).

Cuando todo es reducido a cosa y objeto (cuando todo es mirado desde una mirada anti-sentimental que mira ‘objetivamente’ la realidad) entonces la vida de los seres humanos se reduce a un tema de contabilidad.

La fascinación de las miradas ‘duras y realistas’ llega al límite cuando la barbarie se puede presentar en tintes heroicos (‘nosotros que hemos tenido que hacer lo indecible para la defensa de…’), y antes de citar recordaré que es un tipo de retórica que ha aparecido después. Este es Himmler hablando a los Gauleiter (gobernadores zonale) nazis en Octubre de 1943:

You all accept happily the obvious fact that there are are no more Jews in your province. All Germans, with very few exceptions, realize perfectly well than we couldn’t have lasted through the bombs and the stresses of the fourth, perhaps in the future the fifth and even sixth year of the war, if this destructive pestilence were still present within our body politic. The brief sentence ‘The Jews must be exterminated’ is easy to pronounce, but the demands on those who have to put it into practice are the hardest and most difficult of the world

[…]

We will do this just as unsentimentally as all things must be done in this fifth year of the war: unsentimentally but from the bottom of our hearts, for Germany (Wages of Destruction, Cap. 18, p. 609)

Si la barbarie se declara antisentimental, quizás sea un motivo para defender el sentimentalismo. Ninguna idea evita por sí misma la barbarie, pero del hecho que la barbarie haya tenido que declararse de manera tan sistemática contra el sentimiento cabe colegir que la sentimentalidad bien puede ser una defensa contra ella.