Un pequeño mapa de la teoría sociológica contemporánea

Si bien, como todo mapa, hay distorsiones y vacíos, quizás tampoco esté tan mal que no sea de alguna utilidad. En todo caso, suficiente de prolegómenos y pasemos al tema.

El punto de inicio es que la mejor forma de denominar la teoría sociológica actual es como un momento post-parsoniano. Una versión simplificada, pero no necesariamente incorrecta, de la historia de la teoría social nos diría que luego de la unificación parsoniana, se dio un período de fuerte dispersión, seguido de intentos de síntesis. Tanto Alexander (20 Lecciones) Joas y Knöbl (Teoría Social) estructuran sus revisiones de la teoría social usando ese esquema -y en ese sentido, a través de todas las críticas, la obra de Parsons sigue siendo el momento cero del debate.

Se puede plantear que parte importante preocupación teórica reciente de la sociología ha estado en el diagnóstico del cambio social contemporáneo, con lo que –en realidad- ha vuelto a los orígenes. Es esto lo que ha concentrado la atención de un Beck, de un Bauman, de un Castells o de un Sennet  o las obras de Giddens posteriores a sus textos más teóricos. En ese sentido, una parte importante del debate en teoría social en las últimas décadas ha estado en el examen de las características de la sociedad actual, lo que no deja de ser -finalmente- parte de la herencia y tradición de la sociología.

Lo anterior, en todo caso afecta el estado del debate teórico general, porque varias de las obras fundacionales del debate son obras que –a estas alturas- ya tienen alrededor de 30 años: La Teoría de la Acción Comunicativa es de 1981, La Constitución de la Sociedad de 1984, el mismo del año del Sistemas Sociales. Estas son obras que representan el estado actual de la teoría, como lo muestra el espacio que se les otorga en el texto de Joas y Knöbl, y mucha de la literatura secundaria corresponde a los epígonos de ese esfuerzo teórico. En otras palabras, el estado del arte en teoría requiere una temporalidad relativamente larga.

La afirmación anterior no es una mera declaración. No sólo son los autores y obras que en el texto de Joas y Knöbl aparecen con fuerza, sino que tienen una presencia importante en las citas de las publicaciones de las ciencias sociales recientes. Para el caso chileno, un artículo reciente de Claudio Ramos (Local and global communications in Chilean social science, Current Sociology, 2014) ha mostrado que Luhmann (11,9%), Giddens (7,1%), Bourdieu (7,0%), Habermas (6,6%) y Beck (6,3%) son los cinco autores más citados, seguidos de cerca por Alain Touraine (4,5%); y todos ellos menos Beck, y sumando Foucault se replican en antropología. En lo que concierne a la sociología local eso es efectivamente el panorama de la teoría sociológica actual

Pensando más globalmente (o al menos, más desde el centro), un análisis realizado por Neal Caren (en  http://nealcaren.web.unc.edu/the-102-most-cited-works-in-sociology-2008-2012) sobre los textos más citados en sociología entre el 2008 y el 2012 (de acuerdo a las revistas más importantes del ‘core‘, o sea de las más citadas en Web of Science) muestra, si pensamos en textos teóricos solamente, de nuevo a Bourdieu (con La Distinción como el texto más citado de sociología), agrega a Mark Granovetter (junto a otros textos indica la fuerza que han adquirido aproximaciones de redes), James Coleman (con Foundations of Social Science, indicando la relevancia de las aproximaciones de acción racional), la continua relevancia de Goffman o Garfinkel (y esto indica la vitalidad de las aproximaciones centradas en la interacción) y la irrupción de autores como Latour. Esto nos indicaría algunos de las aproximaciones que sería necesario incluir para dar cuenta de la situación de la teoría actual (además de las necesarias a ser incluidas porque son citadas y criticadas por los autores mencionados y por sus epígonos).

Si uno quiere ordenar este panorama, se puede observar que una de las preguntas esenciales de los esfuerzos de síntesis post-parsonianos fue intentar resolver el problema de la relación actor y estructura, y entender a partir de esa relación como debiera entenderse el problema del orden social. Podemos, entonces, ordenar el debate teórico –incluyendo no sólo las grandes obras de síntesis sino diversas corrientes- en torno a las respuestas a esa pregunta. Esto genera básicamente una división triple de la situación teórica. Por un lado, uno puede distinguir las teorías de la acción y el actor (desde el rational choice hasta el pragmatismo). Por otro lado, uno puede distinguir posiciones estructuralistas o centradas en sistemas (el neofuncionalismo y también la teoría de Sistemas). Entre ambas, uno puede vislumbrar las posiciones que intentan superar la oposición entre ambas dimensiones y realiza alguna síntesis.

El esquema con el que abordaremos este debate, y es necesario enfatizar que resulta imposible una revisión exhaustiva a este respecto será el siguiente:

Debate Teórico sobre Acción y Estructura

Teorías Acción Rational Choice
Racionalidad limitada
Racionalidad ampliada
Teorías de Sujetos
Teorías Estructurales Neofuncionalismo
Sistemas Mundiales
Teoría de Sistemas
Sintéticas Estructura-en-actor (Bourdieu, Giddens)
Estructura-y-actor (Archer, Habermas)
Interacciones y relaciones

 

Las dos afirmaciones esenciales de las Ciencias Sociales

La primera de esas afirmaciones es la siguiente:

Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado. La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos. (Karl Marx, El 18 Brumario de Luis Boanaparte, Capítulo 1).

Los dos elementos que componen una de las dualidades típicas del pensamiento sociológico aparecen con claridad en la cita: acción y estructura. Más aún, aparecen, como lo quiere buena parte de la Sociología contemporánea, en relación con el intento sempiterno de solucionar dicha relación, la cita los presenta, precisamente, en relación: Las acciones pasadas (de quienes hicieron su propia historia) son las que generan las circunstancias, la estructura actual. A pesar de todas sus diferencias, es algo en el cual Archer y Giddens -por dar un par de nombres- estaría de acuerdo. En la introducción de la Constitución of Society (página xxi) Giddens de hecho menciona que su texto es una reflexión extendida de la frase de Marx. Ahí está todo un núcleo de problemas para las ciencias sociales

Pero también:

He generally, indeed, neither intends to promote the public interest, nor know how much he is promoting it. […] And by directing that industry in such a manner as its produce may be of the greatest value, he intends only his own gain, and he is in this, as in many other cases, led by an invisible hand to prmote and end which was not part of his intention (Adam Smith, Wealth of Nations, Libro IV, Capítulo 2)

Si bien es la frase más famosa, no es la única: La Riqueza de las Naciones está repleta de análisis basados en la idea que entre los deseos e intenciones de los actores y los resultados logrados existe una distancia. Lo que esta aquí es, directamente, la idea de consecuencias no buscadas; pero más en general de lo que se trata es de la diferencia entre consecuencias  y acción. La idea que esas consecuencias son positivas, si bien se expresó en una forma casi canónica en Smith, es de hecho previa, Hirschman tiene un bonito libro, Las Pasiones y los Intereses, que muestra el desarrollo de la idea en los siglos previos. Y de hecho, Smith generaliza el mecanismo (que antes era uno específico,  de domar las pasiones por los intereses, vicios privados y virtudes públicas para usar la frase de Mandeville). Hirschman hace ver que su propio análisis muestra que de las consecuencias no buscadas se puede ampliar a la de consecuencias buscadas y no realizadas (Hirschman, 3a parte, p 148 en la edición de Capitán Swing, 2014). No estará de más recordar que Robert Merton hizo de la diferencia entre intención y consecuencia una parte fundamental de sus análisis.

Las dos ideas, la construcción de una estructura que va más allá de los deseos de las personas y la diferencia entre las acciones y las consecuencias, son basales para toda la ciencia social. La ciencia social como tal, la idea que se puede estudiar sistemáticamente la realidad social en tanto una forma (por muy sui generis que sea) de realidad, con sus propios mecanismos, depende en cierta medida de ambas afirmaciones: Que no podemos hacer lo que deseamos, por más que lo que evita ello sea precisamente las acciones de otros y que lo que construimos es algo que va más allá de nuestras intenciones son, ambas, afirmaciones que muestran la realidad de la vida social (realidad en un sentido muy básico, como algo que no depende solamente de mí).

Además, y aunque las citas provengan de autores que tipícamente son tomados como opuestos y como originadores de tradiciones que se niegan la una a la otra, están asociadas. Esas consecuencias que son legadas desde el pasado son precisamente esas consecuencias que no fueron las mismas que fueron intentadas por quienes la hicieron; y del mismo modo, entonces, nuestra acción generara consecuencias distintas de las pensadas. La relación entre acción y estructura se entiende mejor cuando pensamos la diferencia entre las acciones y las consecuencias.

 

Ahora bien, algo que no deja de ser interesante a este respecto: Estas dinámicas de consecuencias y del efecto del pasado le podrían ocurrir a Robinson Crusoe. ¿Por qué decimos que son afirmaciones constituyentes de lo social si no requieren lo social? Porque detrás de ellas hay un elemento subyacente e implícito: la pluralidad de los actores. El hecho que men, not Man, live on the earth and inhabit the world como plantea Arendt al inicio de The Human Condition. Para el sujeto individual puede ser que la intención y el resultado difieran, pero para la pluralidad de sujetos ello pasa a ser una condición inescapable; porque lo que otros realizan sus propias acciones o reaccionan a las acciones de los otros. Y ello entonces tiene como consecuencia:

In other words, the stories, the results of action and speech, reveal an agent, but this agent is not an author or producer. Somebody began it and it is subject in the twofold sense of the word, namely its actor and sufferer, but nobody is its author (Arendt. Human Condition, V, 25: 184)

Y esto entonces produce como resultado una versión radical del aserto inicial. Si bien es cierto que para un sujeto individual los resultados de sus acciones se le presentan como condicionantes de su acción presente; cuando pasamos al nivel colectivo, producto de un conjunto plural de actores, sucede que esos condicionantes quedan lejanos e inmodificables por su voluntad. Más aún, al pasar al conjunto plural el hecho que no eliges las circunstancias es parte del proceso presente, y no solamente del peso del pasado.

No deja de ser curioso que hayamos recurrido a Arendt, tan crítica del proyecto mismo de una ciencia social, para hablar del hecho fundamental que hace que tenga sentido el estudio del mundo social como tal: la pluralidad. Aunque, a decir verdad, no es tan extraño que las ciencias sociales no hayan profundizado en uno de los elementos básicos.

El pensamiento latinoamericano y el mundo como producción

Una tendencia, no la única y probablemente no la más común, pero sí permanente, del pensamiento social en América Latina (y en Chile en particular) es el énfasis en procesos dinámicos de producción y creación. Entender el mundo no como algo dado, sino como algo construido. No es tampoco, por cierto, una tendencia exclusiva del pensamiento en América Latina, y es fácil encontrar casos en diversas tradiciones. Pero parece ser una tendencia algo distintiva. En todo caso, ahora procederemos a intentar defender la idea mostrando algunos ejemplos.

La tendencia que mencionamos aplica no sólo al pensamiento social, sino también a la epistemología. Jorge Millas en un libro que bien podríamos aplicar el calificativo de clásico, Idea de la Filosofía, concluye su discusión sobre la verdad bajo la idea que la función del conocimiento es integrar la experiencia, entendido esto como una integración en el tiempo, con la tarea esencial entonces la de integrar el nuevo conocimiento. Roberto Torreti, en su Manuel Kant, también enfatiza el carácter integrativo de la experiencia que tiene el conocimiento. En ambos casos, y por ello lo mencionamos acá, en esa integración los autores enfatizan la actividad, el carácter del proceso de esa integración. En otras palabras, que es algo a hacer, no algo que está ya dado.

Pensando más directamente en sociología, esto se traduce en la idea que la sociedad es algo creado por los seres humanos, que es un proceso histórico y que, ante todo, no está constituida por leyes naturales, que no pueden ser modificadas por los seres humanos y por su voluntad. Toda la obra de Norbert Lechner se puede sintetizar en el esfuerzo de defender y fundamentar las afirmaciones anteriores. La obra de Enrique Dussel en la Ética de la Liberación puede analizarse como una fundamentación para la práctica de dicha visión -de lo que implica éticamente el hecho que el mundo no está dado y cerrado. Lo mismo ocurre con otros autores como Osorio en Fundamentos del Análisis Social.

Por cierto, todos los autores anteriores están en la órbita -más o menos lejana, más o menos heterodoxa- del pensamiento marxista, en la cual las anteriores afirmaciones son comunes. Sin embargo, incluso en relación a esa tradición se puede observar que estos autores enfatizan el carácter de actividad de la producción del orden. Dentro de las amplias modalidades que el pensamiento marxista ha tomado en el curso de una historia de cerca de 150 años, el énfasis en la producción de la vida social no deja de ser un elemento algo distintivo. Quizás esa distinción se pueda comprender mejor si cambiamos un poco la formulación: es el énfasis en el carácter auto-productivo de la vida social -y en ese sentido, por ejemplo, Dussel analiza las ideas de Paulo Freire. Debido a ello, entonces no se puede reducir ni entender dicho proceso de creación a uno determinado por leyes históricas (Mangabeira Unger también ha planteado lo mismo). No es un proceso que tenga un final. Dussel enfatiza que todo sistema produce víctimas, y que por la tanto la crítica ética que intenta superar un sistema establecido que las produce no se realiza bajo la idea de una conciliación general que producirá una totalidad que no tendrá víctimas. El proceso es abierto, y la producción del mundo no tiene una teleología pre-establecida.

Es el propio proceso de producción, sí se quiere, el que establece sus reglas de producción -ellas no están dadas de forma previa; ni está pre-determinada su dirección. En ese sentido, la tendencia que estamos analizando es una que radicaliza las ideas de construcción del mundo.

Durkheim como el verdadero profeta del siglo XX

A Durkheim le cabe la doble suerte de ser extremadamente influyente, pero, a decir verdad, no ser muy popular. Sus afirmaciones y razones tienden a ser razonables, pero, a decir verdad, no son muy inspiradoras. Comparado con Marx y Weber no parece iluminar el destino de las sociedades. No es trivial a este respecto el que los primeros sean recordados también por la forma en que expresaron sus ideas, las frases de ‘un fantasma recorre Europa’, ‘todo lo sólido se desvanece en el aire’, ‘la jaula de hierro’ son conocidas: Ello implica, uno puede decir, una capacidad para hablar sobre el destino de las sociedades y de los seres humanos que, pareciera, estaría completamente ausente del, en ese sentido, relativamente plano Durkheim. Un clásico sin visiones que comparar a la idea de la revolución en Marx ni al, finalmente, escéptico y pesimista Weber. Quién, frente a los graves problemas de las sociedades modernas de la Europa de finales del siglo XIX y principios del XX, sólo tenía como solución una idea tan superficial como lo de las asociaciones profesionales o insistir en llamados al consenso moral.

Creo que es relativamente claro que la intención de esta entrada es, precisamente, criticar esa idea. Marx y Weber, además de incontables otras, hablan en varias ocasiones -precisamente en aquellas donde se recogen sus frases más conocidas- con cierto tono de profeta. En el caso de Marx esto es claro: frente a los males del presente, se nos habla de una tierra prometida y de cómo nuestra tarea es llegar a ella. También lo es en el Weber de, por ejemplo, las páginas finales de la Ética Protestante o de la Política como vocación, sólo que en su caso el profeta nos habla más bien del mal presente y de su continuación: Como la moderna sociedad destruye nuestra humanidad (los especialistas sin espíritu y hedonistas sin corazón), y no permite el espacio para individuos que puedan superar los límites que pone la sociedad -para los líderes carismáticos y los grandes hombres creadores. Y frente a ello no ve mayor esperanza.

La perspectiva de Durkheim frente a ello es radicalmente diferente. Uno de sus argumentos centrales, la División del Trabajo Social es un ejemplo claro, es que los problemas de las sociedades modernas no están en su estructura básica: la división del trabajo de su presente era anormal, pero porque no se habían construido las estructuras adecuadas para ella. En otras palabras, los problemas de la modernidad se solucionaban, por decirlo de alguna forma, con más modernidad. Un programa reformista. Y uno que implicaba la intervención de la sociedad sobre ella misma para permitir el mayor despliegue de los individuos.

Lo cual quiere decir, al final, algo relativamente sencillo: El reformismo terminó siendo en el siglo XX el más exitoso de los programas políticos -y no estará de más recordar que buena parte de los que se llaman en la actualidad progresistas no hacen más que mirar nostálgicamente lo que el reformismo logró en el siglo pasado. La afirmación anterior es histórica y es empírica: No estamos diciendo que en general los programas reformistas sean más exitosos que otros programas, lo que manifiestamente no tiene sentido: No sería difícil buscar situaciones en las cuales un programa revolucionario o incluso uno conservador resultaran más adecuados.

Pero para el caso específico del siglo XX no parece ser una afirmación demasiado difícil de defender. Hubo muchos  intentos de hacer revoluciones marxistas, pero difícilmente se podría plantear que fueron exitosos en sus propios términos (i.e instaurar la utopía comunista); en el caso de Weber si pasamos del escepticismo nos encontramos con que una de sus principales recomendaciones políticas exitosas fue la de incorporar un artículo en la Constitución de Weimar que fue usado posteriormente por los nazis para llegar al poder -y eso definitivamente no cuenta como un éxito de su perspicacia política. Pero los programas reformistas que, sin cambiar las lógicas básicas de las sociedades, procedieron a aumentar las intervenciones (en otras palabras, a corregir las modalidades anormales como las veía Durkheim) efectivamente fueron comunes y, en general, lograron parte de sus objetivos.

Luego, y como de todos los clásicos el único que tiene esa orientación es Durkheim, se puede plantear que teniendo la voz menos profética de todos los clásicos, fue el que mejor se relacionó con las dinámicas básicas del siglo pasado.

 

En Apología de Robert K. Merton

Si algo caracterizó a los clásicos de la Sociología fue el hecho que no escribieron, en general, tratados teóricos generales, sino más bien diversas investigaciones específicas (La División del Trabajo, La Ética Protestante) junto a una serie de escritos más bien metodológicos (Las Reglas, Conceptos Fundamentales). Hay que esperar a Parsons para que un autor central en la tradición escriba directamente tratados de teoría o de exégesis (La Estructura de la Acción Social o el Sistema Social).

Todo ello para decir que, dentro del funcionalismo -que nos guste o no ha sido la aproximación sociológica más exitosa- quién más se acercó al procedimiento de los clásicos fue Robert Merton. Y en ese sentido, se puede defender que Merton fue, en no pequeña medida, el responsable de ese éxito. Y esto por un motivo más bien simple. Para que un paradigma tenga éxito ha de mostrar como se puede aplicar a múltiples problemas de investigación. Y en su capacidad para usar el funcionalismo para explorar temas, para iluminar problemas, en su capacidad para desarrollar las ideas del funcionalismo, superar algunas insuficiencias y en darle vueltas a esas ideas, en otras palabras, para mostrar la fecundidad para investigar del modelo, pocos se le acercaron. Pocos se le han acercado en cualquiera de los marcos teóricos y de investigación en Sociología. Fue uno de los responsables centrales de transformar el funcionalismo de un conjunto de ideas en un programa de investigación potente.

Es cosa de recordar los temas: Funciones manifiestas y latentes, anomia, sociología de la ciencia, profecía autocumplida, la idea general de teorías de alcance medio etc. En el caso sólo de la sociología de la ciencia, sus aportes van desde una ampliación de la tesis de Weber de la ética al caso de la influencia protestante en la ciencia, a la idea del efecto Mateo, a una caracterización de cómo funcionan las comunidades científicas, a estudios sobre la adjudicación de los descubrimientos etc. La fecundidad de las ideas de Merton es una muestra relevante de cómo transformar unas afirmaciones generales en una máquina para hacer investigación.

A varias décadas del triunfo y decadencia del funcionalismo podemos decir, con alguna certeza, que las ideas del funcionalismo no resultaron muy correctas, y que bueno fue su reemplazo. Sin embargo, no se puede negar su capacidad para producir investigación social y para producir conocimiento. En ese sentido, felices las aproximaciones teóricas que puedan tener un Merton para mostrar su potencia para la investigación, y es una lástima para nuestra disciplina que trayectorias como las suyas resulten algo escasas.

El derecho como teoría social aplicada

Décadas atrás Göran Therborn escribió un magnífico libro, Science, Class and Society (original de 1976) sobre la relación entre las disciplinas de las ciencias sociales, y mostraba que la sociología -desde sus inicios- se podía analizar como el estudio de la comunidad normativa. O al menos, que ese era un objeto que se había apropiado la disciplina y que había sido parte importante del trabajo de los que seguimos llamando padres fundadores. Aunque el énfasis en la normatividad ha variado en el tiempo, sí es cierto que es parte básica de la disciplina.

Lo anterior sólo para plantear la extrañeza por el hecho que el derecho, lugar de una normatividad fuerte en la vida social, ha perdido lugar en la sociología a lo largo del tiempo. En particular, no es difícil encontrar sociólogos que tienen un muy bajo conocimiento del derecho. Lo que, por cierto, no se puede decir de los clásicos. Al fin y al cabo, La División del Trabajo Social es, por ejemplo, un estudio que usa como base para entender la morfología de una formación social sus documentos jurídicos. Hay que decir, en todo caso, que la sociología alemana reciente (Habermas y Luhmann en particular) sí le han dado, finalmente, un lugar relevante. Por ejemplo, simplificando mucho en Facticidad y Validez (p 86-90 de la edición Trotta) Habermas plantea que lo que hace el derecho es integrar una sociedad donde la acción comunicativa sola ya no puede hacerlo, pero de forma de resguardar que no todo queda bajo el manto de la interacción estratégica, de alguna forma es el procedimiento a través del cual los sistemas no quedan -si se quiere- completamente autonomizados del mundo de la vida.

Esta pérdida representa una pérdida no menor, porque no es sólo que el derecho sea relevante socialmente, sino que la reflexión jurídica representa una teoría social aplicada. Las distinciones y principios básicos del derecho son reflexiones teóricas sobre la vida social -sobre sus elementos fundamentales. Al mismo tiempo, en la medida que es una reflexión de una práctica sobre ella misma, ha de dar cuenta de algunos elementos básicos de esas prácticas: Si el derecho es una forma social de tratamiento de los conflictos, claramente ha de reflexionar y actuar sobre los conflictos que se le presentan. En otras palabras, el derecho no puede olvidarse de características básicas de la vida social, simplemente porque esas características se le imponen a través de los conflictos que se le presentan.

Para dar dos ejemplos claros. Que la vida social no es sólo relación entre individuos sino además relaciones de ellos con las cosas es algo que a mucha teoría sociológica se le puede olvidar o minimizar, pero los códigos civiles nunca han podido olvidarlo. El hecho que los individuos que participan en la vida social mueren es también muchas veces no abordado, pero el derecho no puede olvidarlo (i.e las sucesiones son siempre tema relevante). Más aún, algunas distinciones básicas en el derecho (por ejemplo, entre personas y cosas) son a su vez distinciones básicas de la vida social, y que de hecho distinciones que buena parte de la teoría social usa sin reflexionar demasiado.

Cuando planteamos que el derecho es teoría social no estamos planteando que los artículos concretos de leyes específicas lo sean, sino que los principios y bases del derecho representan una reflexión teórica relevante. Las leyes específicas son aplicaciones diversas (y que pueden ser diferentes) de esos principios teóricos, y por eso esta entrada se llama derecho como teoría social aplicada.

En la medida que el derecho entonces es teoría social ‘encarnada’ en la práctica social, su observación puede resultar de alto interés para otras ciencias sociales. Pensemos en las lógicas de distintos sistemas jurídicos -mirados de forma muy sucinta y general, simplificados casi hasta lo absurdo- y lo que implican en términos teóricos en coordinación. Un sistema legal basado en el ‘derecho civil’ coordina decisiones basando cada una de ellas de forma separada en un cuerpo legal explícito. Eso se asemeja mucho a todas las tradiciones teóricas que piensan la vida social como aplicación de reglas. Un sistema de ‘common law‘ no asocia sus decisiones de ese modo, sino que cada una de ellas asocia a otras decisiones específicas (el mismo tipo de relación entre acciones que permite a las tradiciones ser flexibles en una forma que ningún tradicionalismo ‘codificado’ puede ser). Para usar otro ejemplo, Weber hace múltiples referencias en Economía y Sociedad (por ejemplo p 868-870 de la reciente edición 2014 de FCE) a la justicia del cadí, en la cual -finalmente- cada decisión ‘vale por sí misma’, con una relación muy laxa a principios generales (no derivada de decisiones específicas anteriores o a codificaciones explícitas estipuladas). Esta relación de la acción a principios generales, pero que no se pueden reducir a reglas explícitas es una forma de pensar que también es común a varias tradiciones intelectuales.

En otras palabras, los principales sistemas jurídicos se asocian a distintas formas de pensar la acción, y su relación con otras acciones. El derecho no es un campo de estudio cualquiera, y ni siquiera un campo de estudio particularmente interesante por su peso en la sociedad, es un campo de estudio relevante porque, para usar, una vieja frase de Lévi-Strauss es ‘bueno para pensar’.

La interacción elemental, o sobre la doble contingencia

Si hubiera que copiarle algo a los físicos es su práctica de siempre partir con la situación más básica y elemental para comprender un fenómeno, y de ahí luego aumentar la complejidad. En el caso de las ciencias sociales la situación de dos individuos interactuando es nuestra situación más simple. No deja, entonces, de tener pleno sentido que algunas de las teorías más sistemáticas -léase Parsons y Luhmann- usan esa situación como punto de inicio, y ambas se enfrentan a lo que denominan doble contingencia. Por otro lado, no deja de resultar una pérdida el hecho que ambos rápidamente encuentren una solución a ello y pasen a partir de esa situación de forma casi inmediata a hablar de sistemas en general, sin proceder a una construcción sistemática de las mecánicas de esas interacciones básicas. Lo cual implica entonces que tiene algo de sentido analizar las situaciones básicas.

El inicio es la interacción.

Partamos entonces por dos individuos interactuando. Ahora bien, ¿que necesita esa interacción para que sea estudiada por las ciencias sociales? La interacción como tal es una categoría que claramente supera a estas ciencias. Hay claramente interacción en física. En las ciencias biológicas, incluso, podemos observar tipos de interacción que corresponden a preocupaciones constantes de las ciencias sociales, como conflicto y cooperación (que puede analizarse a nivel de relaciones celulares si se quiere). Al menos habrá que recordar aquí que en algún nivel los interactantes que nos ocupan suelen ser seres biológicos. Pero usualmente queremos analizar un conjunto más específico de interacciones.

Proponemos que las interacciones que son estudiadas por las ciencias sociales son aquellas que son mediadas simbólicamente. Lo cual nos viene a decir algo que ha sido hecho notar por diversos autores: que los sistemas sociales que analizamos son también sistemas culturales (por dar un ejemplo cualquiera, así Harrison White finaliza su Identity and Control, 2008: 376). Al mismo tiempo hay que recordar que la transmisión cultural no es algo exclusivo a los seres humanos, y que la vida social es más extensiva que la cultura, y en particular que no puede existir cultura sin sociedad (Schaeffer 2009: 209). En otras palabras, las ciencias ‘sociales’ estudian las relaciones sociales en las cuales está intrínsecamente ligada la cultura (i.e no todas las formas de relaciones sociales). O al menos, que tiene sentido distinguir un estudio de ese tipo específico de relaciones sociales, dentro del estudio del conjunto de ellas.

Ahora bien, el lector atento se habrá dado cuenta que, de hecho, no dijimos relaciones mediadas culturalmente, sino mediadas simbólicamente. ¿Cuál es la diferencia? La diferencia que queremos usar es que con mediación simbólica nos referimos a la aplicación de la transmisión cultural a sí misma. Un sistema de comunicación no-simbólico es uno que aplica códigos y diferencias (por ejemplo, uno que distinga ‘no hay predador a la vista’ de ‘predador a la vista’). Pero uno simbólico es uno que se aplica a sí mismo (que puede comunicar sobre él mismo, que puede decir ‘y ahora usaremos este código para diferenciar cuando hay predadores y no hay predadores’). En general, los lenguajes humanos son recursivos (aunque existen discusiones sobre si la recursión es la característica básica que diferencia el lenguaje como tal, y sobre si todos sus elementos son recursivos, Hauser, Chomsky y Fitch, 2002; Pinker y Jackendoff 2005; Fitch, Hauser y Chomsky 2005).

La importancia de insistir en esa característica específica de las interacciones básicas a analizar son sus consecuencias. Si estamos ante comunicaciones que pueden aplicarse a sí mismas (se puede comunicar sobre comunicar) y no ponemos más limitaciones, entonces el conjunto de todas las comunicaciones posibles es infinito. Pero incluso, se puede plantear algo más, que no sólo es infinito sino indefinido.

Existen muchos conjuntos que son infinitos y definidos. Los números naturales son un caso (y uno de los más sencillos; si parto de 1 puedo crear todos los otros números naturales aplicando reiteradamente la regla n+1, que es la razón por la cual la inducción matemática funciona). Los números reales lo son también (no hay una regla tan sencilla para generarlos, pero en principio todos ellos son ubicables e identificables en una línea -la recta numérica). La idea que en el caso simbólico el conjunto es indefinido proviene, en cierta forma, en el hecho que las formas en que puede aplicarse a sí mismo son, a su vez, ilimitadas (mientras que en los otros casos mencionados se produce un conjunto usando una regla en particular). No hay forma previa de poder mapear todas las distinciones posibles. Lo cual implica que no hay forma que un actor pueda conocer todas esas distinciones (porque el conjunto no está definido).

Volviendo a la situación básica.

La discusión anterior nos permite, entonces, dejar más en claro cuál es la situación básica que queremos analizar: Dos animales con capacidad simbólica que interactuan. Es importante constatar que estamos hablando de interacción y no de coordinación -que es de donde emerge el problema de la doble contingencia tanto en Luhmann y en Parsons. Esto es algo más general, sin embargo el tema de la doble contingencia sigue aplicando: Alter no puede saber cual de todas las posibles distinciones hará uso Ego; y Ego no puede saber como actuará Alter a su distinción.

Aunque no es coordinación, los lineamientos de la vieja argumentación luhmanniana en Sistemas Sociales de cómo se resuelve la doble contingencia siguen aplicando: Que en situaciones de doble contingencia, ella es autocatalítica, que en ellas todo es informativo y productor de orden (Luhmann 1995: 116).

Ego realiza una distinción, y eso es algo que no puede evitar hacer -porque no puede dejar de operar si se quiere. Esa distinción ya le dice cosas a Alter: Que de todas las distinciones Ego usa en particular esa, y que entonces conoce esa distinción. Eso puede agregarlo a su conocimiento de Ego. Más aún, estamos ante animales cuyos comportamientos implican -a lo menos- que tienen ‘preferencias’ (i.e hay cosas que los atraen y cosas que los repelen), y que esas preferencias alguna relación tienen que ver con su supervivencia. Luego, en principio Alter puede leer la acción/distinción de Ego como una que indica preferencias de Ego, y entonces Alter conoce también algo de las preferencias de Ego.

A su vez, Alter puede seguir o negar esa distinción de Ego. Esto en el sentido muy básico de usar esa distinción (y la valencia de esa distinción). Ahora bien, esas respuestas representan información para Ego (por las mismas razones que ya pusimos para Alter en el párrafo anterior, dado que en estas situaciones las perspectivas son recíprocas, Ego/Alter para Ego es Alter/Ego para Alter)

Más aún el propio proceso de realizar distinciones (Ego) / observar distinciones (Alter) genera a su vez información. Dado que una misma situación puede ser distinguida de diferentes formas, y dado que las distinciones pueden aplicarse a distintas instancias, entonces el uso de distinciones ya mencionado siempre deja abierta nuevas posibilidades y aplicaciones (Meyer 2013 pp 110-116 para una aplicación de la idea de la apertura fundamental de todo dicho para la argumentación y la retórica). En particular, dado que estamos ante animales que tienen motivos, cada uno de los participantes observa al otro para señales de sus motivaciones y las indicaciones como tal son señal de ello (si indicó esto es por algo, si infiero ese algo a su vez puede crear indicaciones a partir de ello).

Todo lo anterior es una forma larga de mostrar que a partir de esa situación básica de encuentro, de doble contingencia, se genera una interacción. Por decirlo de alguna forma, dejamos a nuestros individuos conversando. Cierto que esa conversación puede ‘fracasar’ o romperse en cualquier momento, pero es claro a su vez que en esa situación no parece ser complejo generarla.

En este sentido, hemos desarrollado, si se quiere, una de las ideas básicas de Luhmann ya mencionadas: que la doble contingencia se resuelve sola. Ahora bien, entonces ¿a qué la necesidad de explayarse en ello? En mostrar que tiene interés observar en cierto detalle estas mecánicas -en la breve descripción dada ya hay muchos elementos que podríamos empezar a complejizar en una argumentación teórica- en vez de simplemente saltarse a la descripción general del sistema (o sea centrarse, como Luhmann lo hace, en que se generó una unidad social autopoietica y de ahí hablar en general de sistemas sociales).

Volviendo al punto de partida: la idea no es tan sólo imitar la idea de partir del punto más simple y básico, es realizar efectivamente el camino de construcción sistemática a partir de esas bases.

Referencias Bibliográficas.

Fitch, Tecumseh, Hauser, Marc y Chomsky, Noam (2005) The evolution of the language faculty. Cognition 97: 179-210
Hauser, Marc, Chomsky, Noam y Fitch, Tecumseh (2002) The Faculty of Language: What is it, Who has it and How it did evolve? Science 298: 1569-1579
Luhmann, Niklas (1995) Social Systems (ed. original 1984) Stanford University Press.
Meyer, Michel (2013) Principia Rhetorica (ed. original 2008). Amorrortou
Pinker, Steven y Jackendoff, Ray (2005) The faculty of language: what’s special about it. Cognition 95: 201-236
Schaeffer, Jean-Marie (2009) El fin de la excepción humana (ed. original 2007) Fondo de Cultura Económica
White, Harrison C. (2008) Identity and Control. 2a edición. Princeton University Press.

A 30 años de la publicación de La Conflictiva y Nunca Acabada Construcción del Orden Deseado

Lechner_84En 1984 se publicaba a través de FLACSO La Conflictiva y nunca acabada Construcción del Orden Deseado de Norbert Lechner que, a estas alturas, cabría calificar como una de las pocas obras ‘clásicas’ de la sociología en Chile.

Cumpliéndose entonces este año 30 años de su publicación no estará de más escribir algunas reflexiones a propósito del texto. El texto de Lechner es uno de los hitos en una reflexión permanente del autor sobre el carácter de la política, y ello queda reflejado ya en el título de ella. Lo cual nos permite organizar las reflexiones. Porque las dificultades las política pueden pueden analizarse como formas bajo las cuales los actores evitan enfrentar con lo que ese título plantea: Que la política es necesariamente conflictiva, inacabada y que nos obliga a plantearnos el orden que queremos -la utopía.

 

Las tentaciones sobre la conflictiva construcción

El olvido del carácter conflictivo es el olvido que ‘la política se basa en el hecho de la pluralidad de los hombres’ (Arendt 2008: 131). La sociedad, y la política, dice relación con que existen diversas voluntades en su interior, y la construcción política ha de vérselas con el hecho que se hace con otros. Esa relación con los otros, con sus ajenas y diferentes voluntades, es lo que hace necesaria la política. Un desacuerdo, que como bien recordaba Isaiah Berlin, es sobre las finalidades y los valores, no un desacuerdo superficial: “Cuando se está de acuerdo en los fines, los únicos problemas que quedan son los de los medios, y éstos no son políticos, sino técnicos; es decir, capaces de ser resueltos por los expertos o por las máquinas” (Berlin, 1988: 187). Si la política es construcción común de la voluntad colectiva, entonces esa construcción es conflictiva debido a esa diversidad. Frente a ello hay dos tentaciones paralelas.

Una la representa la tentación de no escuchar, en otras palabras “yo soy el todo”. Al tener suficiente fuerza para implementar mi posición ya no escucho ni me esfuerzo por integrar la posición del otro. Un resultado final de esta tentación es, finalmente, la tiranía, de la cual ya decía Platón que era el modo más fácil y más rápido para hacer cambios (citado en Arendt, 2000: 501).

La otra tentación es la del bloqueo, la de insistir en que “sin mí no hay todo”. Los acuerdos o integran a todos o son acuerdos impuestos que son poco válidos. En este punto, el resultado final de dicha tentación es la ingobernabilidad: Todos los actores se transforman en actores de veto y nada se puede hacer.

La construcción del espacio político se logra evitando ambas tentaciones: Cuando se produce una deliberación real, en que hay disposición a la escucha y al diálogo por parte de los actores, pero en la cual la decisión colectiva no se vuelve imposible. Como planteaba Lechner: “Lo que quiero sugerir es que la política trabaja sobre la diversidad social (y no la unidad), mediando la producción y reproducción de la diversidad en el Estado como forma de síntesis. Al enfocar la diversidad evitamos la falsa antinomia de conflicto o consenso” (Lechner, 2007: 227).

 

Las tentaciones sobre la nunca acabada construcción.

Cuando lo que se olvida es el carácter inacabado de la construcción política, lo que se olvida es la relación con el tiempo y la duración de la actividad política. En última instancia, si la política es creación de algo, ello requiere que lo creado se institucionalice. Al mismo tiempo, no puede pensarse que el momento de creación ocurre sólo una vez: no hay forma en que un determinado arreglo institucional de cuenta de todas las situaciones y desafíos. Construimos para el presente, no para un futuro interminable. También aquí nos encontramos con dos tentaciones paralelas

Por un lado la tentación de la creación permanente y continua, sin que nada se institucionalice. La decisión de hoy será discutida también mañana. El problema aquí es, precisamente, la irresolución de todas las situaciones, y el hecho que la decisión no se convierte nunca efectivamente en decisión vinculante.

Por otro lado está la tentación del cierre de la discusión: Esto ya fue decidido y por ello no volverá a decidirse nunca más, ya no tiene sentido conversar sobre este tema. Cualquier discusión de nuevo sería amenazar la estabilidad de las reglas del juego.

Nuevamente para construir el espacio político se requiere rechazar ambas alternativas: Saber que lo que se requiere es construir instituciones duraderas, pero al mismo tiempo saber que todo arreglo es provisorio y que puede ser cambiado.

 

Las tentaciones sobre el orden deseado

En tercer lugar, está el olvido del carácter “deseado” de la construcción política: Que lo que se intenta, pero no se termina nunca de lograr (como consecuencia de su carácter conflictivo y nunca acabado), es un orden deseado. La política es el espacio para que el mundo existente se acerque y se mueva en la dirección de lo que se valora. Pero no sólo de lo que se valora, en última instancia se trata de la utopía como concepto límite (como lo planteaba  años ha Franz Hinkelammert): como ideal regulador, como lugar de la tensión entre lo real y lo ideal. Del mismo modo que en los casos anteriores también nos encontramos con dos tentaciones a este respecto.

La primera concierne con el olvido de la tensión mediante la pretensión que la utopía es posible aquí y ahora, y que es posible realizarla sin preocuparse de eventuales  problemas u obstáculos. Lo único que vale es el ideal, y todo lo que se oponga a ello no tiene relevancia, y no hay nada en la realidad que se pueda oponer a su realización, y si lo hubiera, peor para la realidad. (Fiat iustitia et pereat mundus).

La tentación contraria es la del olvido de la tensión mediante la negación de la preocupación por lo ideal: El mundo es lo que es, y es lo único que importa. La pregunta por una realidad diferente, por los sueños, es rechazada en sí como un sin sentido. La visión ‘realista’ que frente a cualquier discusión la cierra porque lo que existe es lo único que es posible y porque no se puede esperar nada diferente (‘así son todos’, ‘así ha sido siempre’), y que presenta como pura ingenuidad pensar en términos de idealidades. La tentación del cinismo si se quiere.

Frente a la pura convicción que no se preocupa de las consecuencias y frente a la presunta responsabilidad que olvida toda dimensión ética, es necesario al mismo tiempo recuperar en la construcción política la dimensión ética -que es en torno a un estado deseado, a una utopía que se intenta esa construcción- y la dimensión de realidad -que las acciones tienen consecuencias y la utopía no es directamente alcanzable.

 

Entre la omnipotencia y la impotencia

Las tentaciones que hemos visto conforman, si se quiere, dos series: Hay por un lado tentaciones del exceso. En todas ellas lo subyacente es la idea que todo se puede, que no hay límites a la voluntad del actor: “Mi propia fuerza es suficiente para realizar mis deseos y no requiero escuchar a nadie; cambio y ejecuto mis decisiones de forma permanente; y puedo lograr mis sueños de inmediato y sin problemas. Es la ilusión de la omnipotencia.

Por otro lado, hay también y al mismo tiempo, tentaciones de la falta. En ellas aparece la idea que es un actor que -para bien  y para mal- nada puede hacer porque los límites hacen que lo único que tenga sentido siempre sea quedarse donde se está: A lo más puedo bloquear exigiendo mi incorporación; cualquier decisión tomada fue para siempre y no hay más que hacer; y la realidad es y será siempre la misma. Es la trampa (y la justificación) de la impotencia.

Ninguna de esas visiones es adecuada para construir la política. Entre la idea que no hay límites y la idea que todo es límites es necesario pensar, una y otra vez, el espacio de lo posible: Uno en que la voluntad descubre que no puede hacer cualquier cosa, pero al mismo tiempo descubre que está en ella la decisión de cómo enfrentarse frente a sus límites; y que descubre que con todas las dificultades del caso que sí hay cosas que se pueden hacer, y desfallecer ante el esfuerzo es simplemente una forma de auto-derrota.

 

La construcción del espacio político es una tarea compleja. Requiere, como hemos visto, de disposiciones por parte del sujeto que no son fáciles, porque requieren continuamente reconocer tensiones y contradicciones . Pero siendo difícil no es una tarea imposible.

Aquí quizás sea útil recordar uno de los más altos encomios que conozco dados a una comunidad política moderna, una que precisamente tuvo que enfrentarse a los problemas de crear nuevas formas y espacios políticos. Es Alexis de Tocqueville hablando sobre la creación de la Constitución de Estados Unidos, en el Capítulo 8 de la Democracia en América:

Pero lo que es nuevo en la historia de las sociedades es ver a un gran pueblo, advertido por sus legisladores de que el mecanismo del gobierno se detiene, volver sin precipitación y sin temor sus miradas hacia sí mismo, sondear la profundidad del mal, contenerse durante dos años enteros a fin de descubrir su remedio y, cuando ese remedio está indicado, someterse a él voluntariamente sin que le cueste una lágrima ni una gota de sangre a la humanidad

Siendo su construcción compleja, es menester reconocer que para hacerlo se requieren las mismas actitudes y las mismas capacidades que se para ocuparlo. En otras palabras, la única forma de poder cumplir con sus exigencias es a través del proceso de intentar cumplirlas. Porque no se puede resolver pensando en que serán otros quienes lo resuelvan, requiere de la propia acción.

Para resumir esas actitudes y visiones nada mejor que citar el texto que el propio Lechner menciona en la conversación preliminar con Moulián y que aparece en la contratapa de la 1a edición de FLACSO. Están en la Jornada de un Interventor Electoral de Italo Calvino:

En la política, como en todas las cosas de la vida, para quien no es un necio, cuentan los dos principios aquellos: no hacerse nunca demasiadas ilusiones y no dejar de creer que cualquier cosa que hagas puede ser útil

 

Referencias Bibliográficas

Arendt, Hannah (2000) The Portable Hannah Arendt. Londres: Penguin
Arendt, Hannah (2008) La Promesa de la Política. Barcelona: Paidós.
Berlin, Isaiah (1988) Cuatro ensayos sobre la Libertad. Madrid: Alianza.
Lechner, Norbert (2007) Obras Escogidas, Vol 2. Santiago: LOM

La diferencia esencial entre las Ciencias.

El título de esta entrada -como suele pasar con los que definen una diferencia como la esencial- no deja de ser erróneo. Pero como lo que lo transforma en erróneo es, precisamente, parte del tema de la entrada, lo dejaremos.

La diferencia a desarrollar es la siguiente: En física existen conceptos, state space o phase space (estado fásico en castellano al parecer), que se refieren al conjunto de todos las posibles situaciones que puede adquirir un sistema (velocidad y posición en state space o momento y posición en phase state, de acuerdo al libro de divulgación que estoy usando sobre estas cosas -the Theoretical Minimum de Susskind y Hrabovsky, 2013). La posibilidad de establecer y determinar el conjunto de todas las posibles situaciones no es algo que ocurra en todas las ciencias: en aquellas disciplinas que descubren conjuntos que crean nuevos estados ello no es posible. Podemos determinar todos los estados conocidos hasta el momento y descubriremos, ya sea porque conocemos nuevos objetos o porque ellos son creados en el proceso, que ese conjunto estaba incompleto. Que este conjunto es, en un sentido fundamental, indefinido.

Luego, podemos diferenciar aquellas disciplinas donde es posible -en principio- establecer todas las posibles situaciones y donde ellas no es posible (o donde hacer eso es, irremediablemente, desconocer aspectos claves del funcionamiento de esos conjuntos). Las ciencias de la completitud y las ciencias de la incompletitud.

Ahora bien, esta no es una diferencia entre ciencias naturales y sociales -como cabría quizás suponer por parte de un sociólogo.Las ciencias biológicas están claramente en el lado de la distinción de la imposibilidad para definir el conjunto completo de estados posibles: la evolución es, finalmente, un proceso que crea nuevas posibilidades y nuevas situaciones. Si usamos, como ha sido hecho muchas veces y que ha mejorado bastante nuestro conocimiento del mundo, modelos de teoría de juegos -que suelen asumir que el espacio de las posibilidades, el juego, está ya determinado- estamos olvidando eso: Que algo que sucede en la evolución es la capacidad de crear nuevas estrategias y nuevos juegos.

Sin embargo, al interior de las ciencias de la incompletitud sí podemos distinguir entre las ciencias biológicas y las sociales en torno al tipo de proceso que causa esa incompletitud: el proceso que crea nuevas posibilidades. En el caso de la biología, el proceso evolutivo al ser darwiniano es, al mismo tiempo, no direccional, sin teleología alguna y sin intencionalidad. Pero en el caso de las ciencias sociales, teniendo también esos tipos de procesos, también ocurre que la creación de nuevas posibilidades puede ser a su vez deliberada y buscando alguna finalidad (más allá de que efectivamente lo logren, la sociología en cierta medida es la ciencia de las consecuencias no buscadas).

En otras palabras, tanto los procesos biológicos como los sociales son capaces de ‘cambiar las reglas del juego’, pero en los procesos sociales se suma la intencionalidad a ello y con ello la reflexividad se vuelve más radical. En todo momento en un proceso social está disponible esa posibilidad, siempre podemos decir: ‘entenderé X como Y’ y con ello crear una nueva palabra, o ‘¿y si mejor hago(hacemos) esto?’ y con ello crear una nueva regla o un nuevo juego. Al mismo tiempo, eso radicaliza el carácter indefinido e incompleto del conjunto de posibilidades: Cuando todo está en (posible) juego, y todo actor tiene la capacidad de no sólo jugarlo sino de transformarlo el carácter esencialmente incorrecto de toda tentativa de pensar en una aproximación pensando en definir todas las posibilidades aparece con claridad. Quien creyera que pudiera hacerlo al mismo tiempo se compromete a defender la idea que a nadie nunca se le podría ocurrir alguna posibilidad distinta.

La discusión nos permite entonces defender porque el título es inexacto: Porque esta diferencia es una de las diferencias, y la postura que plantea que es la más importante de todas es sólo una postura. Ciertamente no podríamos desechar la posibilidad que hay otra distinción, otra mirada, bajo la cual apareciera otra distinción, y que ella fuera más interesante o esencial que la postulada acá (y seguramente cualquier lector, e incluso el autor, puede ya pensar en ellas). Pero si ello es cierto, entonces -al menos- la idea de esta entrada pasa a ser  más plausible: Que ciertos procesos, entre ellos los, sociales (y discutir sobre el carácter de las ciencias es uno de ellos) se definen por su carácter de necesaria incompletitud en su descripción.

 

La emergencia de la Diversidad

Una de las características más claras del mundo es la diversidad de formas que existen (especies en biología, pero también podemos pensar en lenguajes). La pregunta es, ¿cómo se genera y se mantiene esa diversidad?

Un estudio reciente sobre evolución de levaduras, publicado en Science en Junio del 2014, (aquí un artículo de prensa y aquí el link al paper) ilumina un poco estas preguntas. El objetivo del estudio es algo distinto, pero después argumentaremos porqué nos dice acerca de diversidad: Es preguntarse por el rol de la contingencia en la evolución. Si la evolución es muy contingente, entonces cada vez que ‘se repitiera’ (si usáramos esa imagen) entonces daría un resultado distinto: aquí tal especie habría tenido como resultado X, pero aquí habría tenido como resultado Y. Lo que muestra el estudio es que, si se mantienen las condiciones constantes, entonces eso no sucede: Uno puede ‘repetir’ el juego y, a través de muy distintos caminos, al final se llegaría al mismo resultado (un óptimo de adaptación).

El experimento es relativamente sencillo: Se crean centenares de situaciones idénticas y se deja a una colonia de levadura evolucionar. Cada 12 horas se seleccionan la línea que está mejor adaptada (i.e la que crece más rápido), se descarta el resto. Tras 500 generaciones lo que se encuentra es que, aunque inicialmente las líneas tuvieron una alta divergencia, al final todas convergen a una solución óptima. Luego, la evolución -es la conclusión general- lleva a una sola forma que es la mejor adaptada.

Si alguien pensara que esto no dice relación con la diversidad sino con trayectorias evolutivas (el hecho que no sean tan al azar no debiera afectar el tema de la diversidad), debiera recordar que evolutivamente la diversidad emerge de esos procesos de divergencia. No es que el experimento nos diga: tomamos un conjunto de leones y al final la evolución de esa línea siempre será la misma, lo mismo si tomamos un conjunto de gatos domésticos. Porque, recordemos, tanto los leones y los gatos tienen el mismo origen y ambos pueden verse como divergencias a partir de una misma situación -que es precisamente lo que hace el experimento.

Entonces, ¿cómo se mantiene la diversidad a pesar que, como el experimento constata, hay presiones evolutivas hacia una solución óptima? La respuesta, en principio, es relativamente sencilla: Que la mantención de las situaciones, y las situaciones idénticas, es algo que no se da en la realidad. Ellas cambian y son diferentes, y al cambiar posibilitan entonces que esas divergencias iniciales se mantengan, se estabilicen y permitan construir diversas formas (especies).

Más aún, y esto creo es lo crucial (y algo que finalmente es sabido pero no sé si siempre se recuerda), es el hecho que ese ambiente, esas situaciones, están formadas por las otras especies. Luego, la propia diversidad genera las condiciones para que ella se mantenga (i.e dado que genera y amplia la cantidad de situaciones y de posibilidades de adaptación).

Pensando ahora en el mundo social, es importante enfatizar el resultado que aunque existan presiones hacia la convergencia por optimización la diversidad se mantiene empíricamente en el mundo (y más aún cuando la diversidad no funciona por optimización, como en el caso de los lenguajes, todos los cuales cumplen perfectamente la función de comunicar -y donde la presión a convergencia no es por adaptación a un óptimo sino sólo por presiones a relacionarse con otro). Esto puede parecer no muy relevante para nuestras disciplinas, pero sí pensamos que un modo de pensamiento usual en la economía es la de encontrar un óptimo, y luego suponer que entonces todas las situaciones se estabilizarán en ese óptimo, convergerán a él, vemos su relevancia.

Porque nos muestra que sí incluso ello sucede, la diversidad (i.e no converger en ese óptimo) no desaparece. Basta con que antes que esa tendencia a converger resulte, aparezcan cambios en las situaciones (que puedan cambiar esos óptimos en diferentes lugares). Y dado que es la propia diversidad la que genera esas situaciones, podemos pensar que la diversidad y la divergencia son relativamente auto-sustentables.