La Creación

Por alguna extraña razón, en realidad no tan extraña, de toda La Creación, buena parte de los comentarios se centran en los primeros minutos -La Representación del Caos. El oratorio dura más de una hora, el tema central es la celebración -que es celebración- de la creación del mundo, pero es lo que sucede antes de la creación lo que parece más relevante.

Al final, todo esto se debe a la mala conciencia que tenemos con el clasicismo. La nuestra es una era cuya estética es, final y fundamentalmente, romántica. Y luego, ¿que vamos a hacer con una obra que al mismo tiempo es claramente de gran calidad y claramente clásica? Concentrarnos en la parte que más se puede acercar al romanticismo al fin y al cabo (*).

De hecho, lo vamos a hacer de forma tal que lo que pasa en la Representación se pierde, y se centraran en la audacia, en la modernidad, en que mira hacia el futuro, en la disonancia del tema: Donde se da el drama de las confusiones cromáticas y acordes inresueltos (para copiar frases de una reseña en el New York Times sobre una representación de la obra). Digamos, es bueno porque podría ser parte de una obra del siguiente período.

Ahora, lo que uno encuentra el tema es de hecho una representación de algo sin forma, sin demasiada dirección, que no ha sido creado y ordenado, pero no es una masa de sonidos discordantes, como uno pudiera pensar de escuchar y leer esos comentarios. Sigue siendo una pieza magnífica de música, pero no lo es porque es ‘avanzada’ y algo que va más allá de la estética clasicista.

Y en toda esa discusión, a veces se olvida el momento más poderoso de la obra. Que viene inmediatamente después: el momento en que Haydn representa no el caos, sino la creación, la primera creación de la luz. Y para escuchar el más esplendoroso y glorioso uso de un acorde en Do mayor -el más básico de todos los acordes, por eso mismo bastante apropiado para representar el nacimiento de la luz, usemos -como siempre- el bueno de Youtube:

No es la mejor de las versiones, pero bueno nada es perfecto. Bueno, casi nada: el das Licht es la imagen de la perfección y la plenitud.

(*) Lo que se puede hacer notar por ejemplo leyendo las notas de cualquier CD que tenga una obra en tono menor de Mozart. Pareciera que esas obras son especialmente buenas y poderosas porque son distintas, más románticas, de mayor profundidad, más cercanas a las terribles realidades de la experiencia humana y cualquier cliché romántico que uno quiera usar. Parte del argumento básico: lo que tiene de bueno es cuando se acerca al romanticismo. Y por ello, uno de los mayores elogios de una obra mozartiana, bajo ese argumento, es decir que anuncia a Beethoven o a Schubert, o incluso -y esto ya es lo máximo- a Wagner. Por cierto, citicar el argumento que Mozart es bueno porque auncie a otros, no es criticar a esos otros anunciados. Su calidad es independiente, y no depende del futuro que anuncien o del pasado que heredan.
Eso es lo bueno de Haydn. De los autores clásicos, el único que es prácticamente imposible de ser cooptado por una estética romántica. Y pocas veces más claro en la Creación, que es una celebración de la magnificencia del mundo, y de la posición de los seres humanos en ella (las Estaciones también es, a grandes rasgos, lo mismo, una celebración del hombre en el mundo natural). Otra cosa es que nunca estemos a la altura de esa celebración, y hayamos convertido el mundo en algo difícil de celebrar. Pero eso nada le quita a la creación, como la Creación se encarga tan luminosamente de mostrar.

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