Reconsiderando Francia

Los que me conocen de un tiempo, conocen de mi aversión explícita a lo francés: a sus pensadores, a los estilos de pensamiento, a las artes, a la cultura, en fin a todo. Creo -demos gracias a mi suerte no haberlo puesto por escrito- haber dicho algunas frases muy terminantes, absolutas y dichas con todo el tono indudable que acompaña lo anterior, sobre lo terrible de la cultura francesa.

Una de las cosas positivas de las frases terminantes, absolutas, y dichas con total aplomo, es que permiten y facilitan el cambiar de opinión. Y he aquí, entonces, que procedemos a ese cambio.

Hace poco, procediendo a releer algunos de mis libros favoritos, dime cuenta que -de hecho- los dos que estaba releyendo habían sido escritos en francés: Las Memorias de Adriano de Yourcenar y La Peste de Camus. Y no estaría de más recordar que a estas alturas de la vida, mi sociólogo favorito es Bourdieu.

Sería posible el intento de rescatar mi viejo menosprecio indicando que Yourcenar es belga, Camus nació en Argelia, y que Bourdieu no representa el tipico pensador francés. Pero, serían, claro está, respuestas débiles.

Mejor simplemente reconocer el error. Porque además me permite comentar un rasgo común tanto a Las Memorias como a La Peste, y que puede quizás considerarse francés: la combinación de una gran lucidez con un rechazo deliberado a caer en la desesperación. Y en ello he de reconocer que me agrada la postura. En otras palabras, que siendo nuestro destino semejante al de Sísifo, no es ese motivo suficiente para quedar aprisionado en la angustia, que se puede tomar la decisión, que vale la pena tomar la decisión, de seguir y continuar.

Hay muchos párrafos de La Peste reflejan esa actitud. Pero me acuerdo del momento en que Tarrou le comunica a Rieux la decisión de formar equipos de voluntarios de sanidad. Una decisión que ninguno acierta a defender con toda claridad, con ideas irrefutables, pero en ambos el sentimiento de que eso es lo que hay que hacer, lo que corresponde hacer, es más poderoso.

Después que Tarrou le dice a Rieux que cree que hay que formar esos equipos y que se ofrece a ello, este le pregunta si lo ha reflexionado bien. Entre medio de la conversación tiene lugar este intercambio:

– ¿Después de todo?- dijo suavemente Tarrou.
– Después de todo… -repitió el doctor y titubeó nuevamente mirando a
Tarrou con atención-, ésta es una cosa que un hombre como usted puede
comprender. ¿No es cierto, puesto que el orden del mundo está regido por la
muerte, que acaso es mejor para Dios que no crea uno en Él y que luche con todas
sus fuerzas contra la muerte, sin levantar los ojos al cielo donde Él está
callado?
– Sí -asintió Tarrou-, puedo comprenderlo. Pero las victorias de usted
serán siempre provisionales, eso es todo
Rieux pareció ponerse sombrío
– Siempre, ya lo sé. Pero eso no es una razón para dejar de luchar
– No, no es una razón. Pero me imagino, entonces, lo que debe ser esta
peste para usted.
– Sí -dijo Rieux-, una interminable derrota.

Luego de ello, proceden a formar los equipos.

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