De elecciones y ese tipo de cosas

En fin, y sólo porque me fue pedido, algunas reflexiones sobre las próximas elecciones.

Ante la perspectiva de un gobierno de derecha, no deja de ser instructivo el temor que produce en algunas personas. No estaría de más recordar que hace menos de 10 años la perspectiva de un gobierno socialista también produjo, entre otras personas, los mismos miedos; y, finalmente, resultaron algo exagerados. Es poco probable, por ejemplo, que un gobierno de Piñera aboliera el salario mínimo. Más que nada porque si, incluso si fuera propuesto, es muy poco probable que fuera aceptado en el Congreso (no me imagino muchos parlamentarios firmando su propia sentencia de salida del Congreso aprobando una medida de ese tipo). Pero, en fin, siendo en general más liberal que buena parte de mis conocidos, no es ese tipo de cosas las que me preocupa.

Pero en realidad el tema relevante es el tema de siempre, el que nunca se olvida, a pesar de que siempre se pide su olvido: De los asesinatos y de las torturas. Porque aquí, con la sola operación de no hacer nada, un gobierno bien podría dejarlo en el olvido y entre las cosas que habría que superar.

¿Por qué no eso no es aceptable? Al fin y al cabo, ¿no han pasado tantos años? ¿Y el perdón no es una virtud? ¿Y la reconciliación? Claro, eso es cierto. Pero no se construye reconciliación con el simple olvido.

El debate del perdón y del olvido tiene un olvido relevante: Cuáles son las características del proceso de perdón. Porque quién pide perdón parte del daño y del dolor que otro ha sufrido, y de la conmiseración -nunca mejor dicha esa palabra- con el otro, y del reconocimiento que las propias acciones han sido parte de ese dolor y daño. Pedir perdón parte por el arrepentimiento. Todas esas cosas son conocidas. Al fin y al cabo, todos hemos pedido perdón (o alguien nos ha pedido perdón). Sin la empatía con el dolor, sin que haya un sentimiento de pesar por el dolor causado, no hay petición de perdón real.

Lo que nos lleva además a otro olvido: El perdón parte por el hecho que una persona pide (no exige) perdón. Lo que nunca sucede es que alguien simplemente diga ‘pero ¿no me has perdonado? Que mala persona eres’ Bueno, cuando esas cosas suceden en la vida real, una persona que dice eso sabemos todo lo despreciable que es.

Entonces, tenemos en Chile un sector que sin reconocer ningún daño simplemente exige que se le perdone, y reclama irritada que el otro -el que ha recibido el daño- es un perverso por no perdonarlo (*). Nada de esto se asemeja a como funciona el proceso de perdón. Pero, claro, reconocer el dolor parece ser más de lo que algunas personas pueden dar de sí.

El problema de un gobierno de derecha en torno al asesinato y la tortura no es tanto que esté compuesto de personas que apoyaron a un gobierno que se dedicó a esas prácticas. Al fin y al cabo, el apoyo y comprensión de las prácticas de la tiranía son lamentablemente extendidas. El problema está en, sencillamente, en la falta de arrepentimiento, en la convicción que el asesinato y la tortura fueron, quizás lamentables, pero necesarias, o por último, están entre las cosas que no vale la pena recordar.

Y no hay muchas cosas más despreciables que referirse a todas las vidas tronchadas y destruidas como sencillamente como cosas que no vale la pena recordar.

(*) Hablo del sector. En términos individuales esos reconocimientos se han dado. Pero, claro, a final de cuentas, independiente de todo lo que uno pudiera pensar, alguien como Lavín es una buena persona.

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