Historia de las Tecnologías Sociales (VII). La Emergencia de la Estratificación. Elites y Subordinados

Las comunidades humanas, en su origen, eran más bien igualitarias. Ello, al menos, en lo que concierne a los recursos económicos y materiales. Simplemente, las capacidades para acumular recursos por parte de un individuo y por parte de un linaje eran más bien escasas; en particular, las capacidades de defender esa acumulación. Dicha capacidad aumenta con la sedentarización, pero sigue siendo más bien baja en aldeas y campamentos. En cualquier caso, con ello ya empieza la marcha de la desigualdad.

Conste que hemos hablado de la desigualdad de recursos materiales. Es altamente probable que liderazgos y otras formas de influencia y poder personal hayan existido en todos los niveles de complejidad social. Sin embargo, ello en la aldea y el campamento no parece traducirse en diferencias tan amplias de recursos. Al menos, en comparación con lo que provendrá después.

La desigualdad aumenta progresivamente con el aumento de la complejidad social, o si se quiere: con la capacidad de la sociedad para producir y generar más actividades. La mayor complejidad de los monumentos y la mayor desigualdad de las tumbas suele ir de la mano (conste que es un ‘suele’, suficiente divergencia hay en arqueología para dar esto como regla universal, pero es claramente un camino común).

La aparición de las civilizaciones, la tríada ciudad-escritura-organización, ha implicado en general un aumento de la desigualdad. No su aparición, ella ya existía con anterioridad; y las así llamadas jefaturas, que son previas a la aparición del Estado, ya muestran niveles relevantes. En todo caso, con la civilización la desigualdad aumenta. Cuando ella puede observarse no sólo en las tumbas sino en los esqueletos (diferencias de estatura por ejemplo) la inequidad está presente en un alto grado.

Sin embargo, lo que aparece y se desenvuelve con la civilización no es solamente la desigualdad como tal; además, se puede argüir, se desarrolla la estratificación. Con esto me refiero no solamente a que diversas personas (y linajes) tengan acceso a diferentes recursos, es que diversas personas (y linajes) tienen derechos y potestades diferentes. Hay libres y siervos; hay personas privilegiadas (por ejemplo, ante impuestos) y personas que no lo son. Y así sucesivamente. Nuevamente, ello no aparece con la civilización y el Estado, formas de servidumbre hay en sociedades pre-estatales; lo que sucede es que ellas se desarrollan de manera más fuerte en este nuevo medio social: Las leyes y regulaciones reconocen la diferencia de personas, la diferencia de dignidad y de derechos que debe ser reconocida. No se trata igual, no se sancionan igual las faltas, no tienen por derecho acceso igual a recursos y premios etc.

Es importante marcar la diferencia de la estratificación con la desigualdad. En última instancia, la desigualdad es una situación de hecho (hay quienes manejan más recursos que otros), lo cual tiene consecuencias sobre temas legales (por ejemplo, la propiedad implica todo un conjunto de sentencias sobre traspasos, sobre robos etc). Pero la estratificación, diferenciar la calidad de las personas, es un asunto de derecho desde el inicio, que se sostiene y se implanta a través de decisiones y regulaciones. Es por ello que adquiere más fuerza al aparecer organizaciones que implantan y desarrollan decisiones vinculantes y establecen regulaciones estables.

El fortalecimiento de la desigualdad y la estratificación tiene que ver con la concentración de poder y de actividad que implican estas nuevas formaciones (o al menos eso se puede argumentar). Por un lado, una mayor concentración de actividad implica una mayor oportunidad para la desigualdad -hay más recursos y se acrecienta la posibilidad de acumularlos; por otro lado, una mayor concentración de poder implica una mayor capacidad para proteger esa distribución desigual. Es uno de los usos más antiguos del aparato coercitivo creado con la civilización.

Más aún, si se toma en cuenta que en este período la desigualdad está altamente asociada al poder político. El uso del aparato coercitivo para generar y proteger la desigualdad no es sólo, o tanto, en la forma de ‘la ley se inventa para proteger la propiedad’ sino en la forma directa que quienes se apropian de los recursos lo hacen a través de  medios políticos. La existencia de mercaderes desde los inicios de la civilización (y hay documentación relevante de los comerciantes asirios en Anatolia, como de los comerciantes del sur de Mesopotamia comerciando a lo largo del golfo pérsico) nos indica que no toda acumulación de recursos fue por medios políticos, pero claramente fue una manera dominante. Los señores, los dueños de la tierra y de los recursos, no estaban separados del poder político. La élite política es, al mismo tiempo, la élite económica. Si bien antes del Estado es posible que quienes actuaran de líderes no tuvieran una acumulación de recursos mayor, eso deja de ocurrir. Los gobernantes acumulan recursos a escalas inimaginables previamente, y incluso con posterioridad.

Para construir las pirámides se requiere el control de una cantidad de recursos (en materiales, en cantidad de trabajo) bastante alta, y que no dejan de ser importantes inversiones del conjunto de la economía. Y todo ello para producir tumbas para los gobernantes. Son, en ese sentido, una muestra concreta de procesos de desigualdad y de estratificación.

piramides
Pirámides de Guiza. La Gran Pirámide de Keops, circa 2.570 AC. Una demostración de desigualdad

La civilización, entonces, implicó la generación de élites y subordinados. Ahora bien, ¿Qué tipo de grupos sociales son los que normalmente se generan? Están los segmentos asociados al control administrativo -los escribas-, los funcionarios y sacerdotes de los templos, los dependientes de los palacios (que incluyen desde soldados a trabajadores manuales), comerciantes, artesanos, campesinos, siervos, esclavos etc. La emergencia de la ciudad, ya lo indicamos anteriormente en la entrada correspondiente, implica una mayor división del trabajo, y la diferenciación funcional de esos roles está asociada a un mayor dinamismo de la economía. El hecho que todas esas divisiones puedan constituirse en una diferencia de calidades de personas (con mayores o menores derechos) se debe a la incrustación en ella de esta capacidad de producir desigualdad que generan la civilización, y en particular el Estado.

La aparición de la desigualdad, y de la estratificación, generan a su vez asuntos de ‘política pública’. ¿Cómo lograr que los desposeídos, aquellos que tienen menos derechos, acepten esa situación? ¿O al menos se comporten de acuerdo a esas pautas? Se exploraron, si se quiere, diversas alternativas. Desde la fundación teológica -el soberano es un Dios, así que se le hace caso y recibe los recursos del resto de la población como cualquier Dios; a la presentación del soberano como protector del débil -logrando que el fuerte no abuse del débil (como vimos es como se presenta Hammurabi); al simple recuerdo del poder y de la fuerza. De hecho, las mismas sociedades usaron diversas alternativas con el paso del tiempo. De hecho, parte del relato de la crisis con la que hemos elegido terminar esta primera fase de la historia (el cierre de la etapa del inicio) puede entenderse a partir de estas dinámicas. Puede que la lucha de clases no sea el motor de la historia, pero dado que el nacimiento de la civilización está unido al aumento de la desigualdad y la estratificación, los conflictos entre diversos grupos acompañan estos desarrollos desde la aparición de las sociedades estatales.

 

Durante alrededor de dos milenios (hasta el 1.200 AC) estas nuevas formaciones sociales que podemos llamar civilización (esta tríada ciudad-escritura-Estado) cambia la vida social. La manera de vivir, las posibilidades de existencia (digamos, la posibilidad de ser un escriba, de ser un artesano especializado en un palacio, de ser un mercader ‘internacional’ entre Estados, de ser un capataz de una cuadrilla de trabajadores etc.) se diversifican y aparecen muchas nuevas formas. Incluso para la forma de vida que existía previamente -el campesino en una aldea- el mero hecho que existan ciudades o Estados cambia, al menos indirectamente, las cosas: puedo ser afectado por un recolector de impuestos, la propiedad de la tierra queda registrada de manera escrita (y puede ser intercambiada) y diversos contratos escrito en que puedo estar involucrado y aunque yo quizás no participe de ellas, si soy afectada por ellos. El hecho que esté documentado, por ejemplo, la pérdida de terrenos por deuda o la práctica de adopciones falsas (el campesino vende su tierra al adoptar de manera ficticia a un hijo, que es el comprador, que fue una práctica relativamente usual en Mesopotamia para obviar la prohibición de venta de tierra), es una muestra que la vida del campesino también es ya distinta en esta nueva forma social (sin contar que la mera existencia de la ciudad permite la posibilidad de la venta de productos a ella, y ya sea que el campesino aproveche de ello, o sea explotado en esa producción, el caso es que le afecta).

Esta nueva forma de vida, en todo caso, todavía no alcanza plena estabilidad. La primera expansión urbana, que es incluso algo previa al nacimiento de esta forma, entró en crisis con cierta rapidez; y el ciclo de caída de dinastías en más de una ocasión implica una crisis de esta forma de vida: Que donde existían ciudades y Estados, estos desaparezcan posteriormente. Durante todo este período la forma de vida civilizada nunca perece como tal, y en los núcleos básicos (Egipto y Mesopotamia) es más o menos permanente. Sin embargo, sigue siendo más bien frágil y limitada en términos espaciales. La crisis del 1.200 AC, materia de la siguiente entrada, es una muestra de ello. Tras dicha crisis, en todo caso, se entrará en un proceso de consolidación y de expansión, pero ello abrirá otra etapa distinta, ya alejada de las dinámicas iniciales de la civilización. En cualquier caso, estas etapas iniciales cubren alrededor de 1.800 años (entre el 3.000 y el 1.200 AC, en los cortes algo arbitrarios que estamos usando), que no dejan de ser una parte importante de todo el conjunto de la historia de la ‘civilización’ (que cubre alrededor de cinco milenios en última instancia). El inicio fue una etapa muy larga, generar la vida ‘civilizada’ y aprender a vivir en ella es un proceso que tomó un tiempo no menor.

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