¿Por qué crear? Paraíso XXIX

Non per aver a sé di bene acquisto,

ch’esser non pò, ma perché suo splendore

potesse, risplendendo, dir “Subsisto”

in sua eternità di tempo fore,

fuor d’ogne altro comprender, come i piacque,

s’aperse in novi amor l’eterno amore (vv 13-8)

En el Paraíso, Dante responde a la pregunta de por qué Dios crea el mundo. Lo cual ha representado un problema de larga data, puesto que en principio un Dios perfecto, no faltándole nada, no tendría razón para hacer algo (para cambiar el mundo que ya está en plenitud). No sé si la respuesta de Dante dice mucho sobre Dios, sé que dice mucho sobre nosotros.

La creación del mundo aparece como problemática porque usualmente enmarcamos el análisis de la acción desde la falta: Actuamos porque percibimos una falta y la acción corrige una falta. De ahí se deriva que un ser perfecto y pleno no actúa.

Dante ensaya entonces su respuesta para intentar explicar la paradoja de un ser pleno que actúa, que realiza la más magna de todas las acciones: crear el mundo. ¿Por qué crea Dios el mundo? Para que existan otros que puedan experimentar el ser y el amor -que son, ambas, cosas plenas. No es que le falte algo (como por ejemplo, seres que lo adoren, que ha sido una respuesta dada al fin), sino como emanación y expresión de lo que es un ser pleno (un ser que se define por amor al fin).

Salgamos de la teología, asunto sobre el cual no cabe saber alguno, y pasemos a lo que implica para la humana vida. Lo que nos presenta Dante es una comprensión de la acción, de la plenitud de la acción, que se sale (o al menos, intenta salir) de la idea de la acción como solución a una falta. Lo que nos presenta es una concepción de la acción como simple expresión del ser -que al ser lo que se es, se actúa, porque ello es ser. Y que un actor pleno actúa porque esa plenitud consiste en actuar.

¿Y no es ello, al fin, cierto? Recuerde el lector un momento de plena felicidad. ¿No es en momentos como esos que aparece la intención de cantar, bailar u otra (la que sea que al lector le surge en esos momentos?) Y esas acciones no son producto de una falta que se intenta resolver con dicha acción, son simple expresión -son parte intrínseca- del estado de felicidad, de plenitud.

La plenitud es un hacer, una forma de habitar el mundo.

NOTA. Los enmarcamientos son cosas globales. Alguien que estuviera decidido a pensar la acción como falta podría hacerlo de todas formas (‘ah, es que le faltaba la expresión, sin bailar o sin crear, estaría `imperfecto’, luego había una falta que resolver’). Lo mismo pasa con la idea de acción racional, que llevada a su extremo puede convertir a cualquier acción posible en una muestra de racionalidad; y así con otros ejemplos. El argumento es más sencillo: Es que pensar esto desde el paradigma de la falta no es la forma más natural de acercarse a estas situaciones, y que lleva a pasar por alto lo que nos interesaba remarcar: el carácter activo de la felicidad.

La aparición del Canto. Purgatorio II.

In exitu Israël de Aegypto

cantavan tutti insieme ad una voce

con quanto di quel salmo è poscia scripto (Purgatorio, Canto II, vv 46-8)

Casi al inicio del Purgatorio, cuando llegan las almas transportadas a la playa del monte del Purgatorio, ellas cantan. Y eso es un cambio radical en relación con lo que sucede en el Infierno.

En el Infierno, claro, se grita, se reclama; se puede hablar (y el Cántico está lleno de conversaciones entre las almas sufrientes y Dante). Lo que no sucede es lo que aparece de súbito al inicio del Purgatorio y nos muestra con claridad que estamos en otro lugar (aun cuando en el Purgatorio también esté lleno de castigo).

El Purgatorio se abre con una experiencia colectiva de alegría. Las almas cantan y se encuentran. Y esas dos cosas, la aparición de la alegría y la aparición de una experiencia colectiva, marcan el fin del infierno.

Las veces que he leído la Comedia siempre me genera la misma impresión. El Infierno, por diseño, es invivible -un lugar de dolor sin término. El Paraíso también termina siendo, al final, invivible, un lugar donde no hay nada que hacer aparte de la contemplación al divino bien no es adecuado para seres humanos (para los finitos seres humanos). El Purgatorio, a pesar del dolor que hay en él, actividad dirigida a un fin, actividad que se realiza con otros en fraterna cooperación, es -en realidad- el mejor lugar de los tres que establece la Comedia para una humana existencia

¿El desprecio al infierno? La Aparición de Farinata, Infierno. X

El terceto es famoso, o al menos es de los que genera una impresión importante:

Io avea già il mio viso nel suo fitto;

ed el s’ergea col petto e con la fronte

com’ avesse l’inferno a gran dispitto (Infierno, Canto X, vv. 33-5)

Farinata degli Uberti, que está en el sexto círculo, con los heréticos (por negar la inmortalidad del alma), había sido un líder político florentino en vida (del partido opuesto al de Dante), por el cual Dante ya había preguntado, se muestra ante los visitantes. Y su primera, y habrá que reconocerlo, inolvidable impresión es la de un sujeto orgulloso que en el mismo infierno mira a éste mismo con desdén y desprecio.

Los comentaristas de mi edición (Giovanni Fallani y Silvio Zennaro, Newton Compton editori) mencionan que teológicamente la idea que un condenado se alce con desdén frente al infierno, donde está castigado, no tiene mucho sentido. Eso sería lo que retrata a Farinata, que incluso en el infierno, castigado por su incredulidad en vida, aparece manteniendo esa actitud.

Y sin embargo, queda la impresión: de alguien de una nobleza tal que incluso en el infierno no la pierda, que sigue dispuesto a mirar con desdén el mal infernal. Aunque sea alguien cuya evaluación es negativa (al fin, es en el infierno donde se lo ha ubicado), pero quien de todas formas no puede aparecer como pura negatividad.

Farinata (Francesca en el Canto V es similar, y no por nada son personajes que quedan en la memoria) siguen como condenados apegados a lo que los condenó y ello se muestra en el lenguaje que se usa en cada caso: A la lujuria amorosa en Francesca (y el dulce lenguaje del canto V) a la soberbia de la negación de Dios (y el lenguaje más bien orgulloso de este canto) en Farinata. Ello asegura, si se quiere, la justicia del castigo (incluso castigados se mantienen en él) y, al mismo tiempo, los engrandece como personajes.