De las limitaciones de pensar la explicación social en términos de varianza explicada

Una de las formas normales en que uno puede evaluar la corrección e interés de modelos explicativos es usando la idea de varianza explicada. Un buen modelo es aquel que explica más la varianza. A lo más, si se hace la observación que un modelo que explica más varianza poniendo millones de variables no es mucho lo que sirve, uno podría decir que el mejor modelo es aquel que explica más varianza usando menos variables. Pero la idea sigue siendo evaluar explicaciones desde el punto de la varianza.

Y eso resulta insuficiente. La razón es muy sencilla: Una explicación de la varianza deja todavía el nivel absoluto fuera totalmente de la explicación. Y en varios casos lo que nos puede interesar, más que cuanto varía un parámetro determinado, es el nivel en el que se encuentra.

Pensemos en el siguiente ejemplo. Supongamos que cuando Becker planteaba que el delito se explica por factores racionales (en particular, por el costo asociado) tiene razón. Supongamos que cuando uno retruca que el delito no se puede explicar sólo por lo anterior -porque, digamos, independiente de los costos y beneficios mucha gente sencillamente no cometería un determinado delito (digamos, no se le ocurriría asesinar a alguien), también se tiene razón.

Uno bien podría decir que la cantidad de la población que puede cometer delitos se establece por factores sociales y culturales. Y para el resto de la población, la decisión de cometer o no cometer un delito se toma en función de los costos y beneficios. En este modelo, es importante hacer notar que prácticamente toda la variación se puede explicar a la Becker, pero la explicación seguiría siendo incompleta.

No tengo la menor idea de si la idea anterior es correcta empíricamente -aunque resulta algo plausible. Pero si nos muestra que un modelo de explicación basado en sólo explicar la varianza resulta insuficiente. Eso sí, es más fácil, nos basta establecer que tales variables están asociadas en sus movimientos para pensar que hemos explicado todo lo que hay que explicar.

Maravilla de maravilla: De liberación en el curso de metodología

A veces los alumnos son enervantes. Sólo hoy se les ocurrió decirme que las cosas que estábamos viendo en metodología ya las habían visto y porqué no nos centrábamos en diseño de instrumentos.

Y entonces la reacción: ¡Viva! ¡Maravilla de maravillas!

En un solo acto, se solucionan todos mis problemas con el curso. No paso nada de las cosas estándar de metodología, ‘el libro’, que son las cosas que no me parecen relevantes, en las que no creo y que sólo estaba pasando porque creo que alguna vez se tiene que pasar el libro. Pero el libro ya había sido pasado.

Así que la idea es dedicarse a las cosas que son de interés, cómo efectivamente se construye un cuestionario, donde claramente el libro no es mucho lo que aporta y lo que interesa es la práctica efectiva.

Las cosas de diseño o de muestra se pueden reducir, entonces, a repasar lo mínimo y aprovechar de pasar los énfasis que me interesan. Por ejemplo, no dedicarse a perder tiempo en muestra aleatoria, estratificada, cálculo de error muestra. Pero dedicarse a los problemas reales de cómo se extrae la muestra, cómo consigo aleatoriedad en muestras telefónicas, temas reales de ponderación etc.

No habiendo sido esta una semana muy agradable en general, al menos eso estuvo bien.

Explicar por lo social y explicar lo social

Este fin de semana acompañé a Catalán a una clase de un Magister de Innovación que tiene la Adolfo Ibañez. En la clase la idea era trabajar los temas de los aspectos sociales del consumo como aporte para la innovación.

Entonces, para defender la idea que el consumo se ha de entender culturalmente, Catalán declaro que era la sociedad y la cultura la que establecía los significados de un vaso por ejemplo. Y que los bienes no se entendían sin la cultura. Ahora, lo que me parece interesante no es tanto lo anterior (que hay significados asociados a un objeto), sino la misma afirmación pero a la inversa: Que el vaso sirve para establecer significados en la sociedad. Que es lo que finalmente Mary Douglas plantea, que los bienes estabilizan los significados en la sociedad, no que la sociedad pone significados en los bienes.

La inversión en todo caso me parece que esto es sintomático de una tendencia más general en las ciencias sociales. Lo que siempre nos interesa defender es la idea que X se debe explicar / comprender por la sociedad. Ahora, esto es un argumento defensivo: Es la forma en que mostramos que lo que estudiamos es relevante. Pero no es la forma en que estudiamos lo que nos interesa. En otras palabras, lo que nos debiera interesar es cómo se explica / comprende la sociedad, y X como parte de eso.

Porque si no, no avanzamos nunca en el estudio de lo social. En algún sentido, nunca hemos seguido la idea de Durkheim de estudiar lo social. Centrados en discutir si los hechos sociales son cosas o no, olvidamos la otra parte de la idea: que lo que nos debiera interesar son los procesos sociales como tales, no solo como ellos afectan otras cosas.

De los problemas al pasar Metodología

¿Como pasa uno un curso de Metodología -que implica necesariamente hablar en generalidades (porque no se pueden pasar todos los asuntos específicos) y que implica hablar teorícamente (de lo que es, ante todo, una práctica)?

En particular, cuando uno cree, y cada día lo creo más aún, que:

  1. No hay tal cosa como un saber metodológico separado del saber de la disciplina. Que la mitad de nuestros males en investigación se debe a esa separación. Que tener expertos en metodología que no son investigadores (destacados) en un área es un desastre. Lejanos están los tiempos cuando los que hablaban de metodología eran los exponentes más destacados de la disciplina (cuando eran los Weber o los Durkheim quienes se preocupaban del tema). Cuando la discusión conceptual y de conocimiento sustantivo es la que sustenta la preocupación técnica (de herramientas), y de hecho la realizan los mismos -que es lo que creo opera, por ejemplo, en análisis de redes-, es cuando la metodología tiene sentido.
  2. La mitad de lo que se dice en manuales (incluso en los más decentes) no tiene mucho sentido. Al fin y al cabo, nadie aprendió a investigar leyendo manuales. Y porque incluso las más sensatas de las reglas tienen buenas excepciones (¿y cómo uno puede obtener un sentido de cuando superar y saltarse las reglas más que realizando estudios?). Por ejemplo, y sorry Asún, una recomendación usual al plantear preguntas de investigación es delimitarlas, que una pregunta del tipo ¿cuáles son las verdaderas causas del fenómeno X no sirve? Y claro, tiene sentido, una investigación de ese tipo en realidad es compleja y resulta más fácil hacer algo mas delimitado (porque de una pregunta delimitada, uno puede hacer más fácilmente objetivos y saber lo que uno tiene que hacer). Pero uno de los estudios más importantes sobre el tema de las revoluciones -States and Social Revolutions (1979) de Theda Skocpol- precisamente se plantea como pregunta una de esas generales y abstractas y sin límites: ¿Cuáles son las condiciones necesarias y suficientes para que se produzca una revolución? El texto es interesante precisamente porque no cumple con la sensata regla.
  3. Que, al fin y al cabo, de un estudio se perdona los problemas metodológicos (digamos, se le perdono al PNUD que las primeras versiones del IDH fueran un desastre en términos estadísticos -que ni siquiera permitieran comparar sus resultados año a año; se le perdonó a Millgram que el ‘experimento’ sobre el mundo pequeño fuera tan sesgado como fuera posible. Y todo porque los resultados son interesantes. Pero, ¿como decir eso sin que quede la impresión que la metodología sí importa? ¿Que se les perdonó porque los investigadores creyeron que mejorando la metodología ese camino tenía sentido? ¿O porque nadie es tan riguroso cuando se está en nuevos lugares? Pero, claro está, la relación entre el rigor y el resultado de interés, y como lograr la mejor combinación es algo que sólo se puede aprender en la práctica.

En otras palabras, ¿como se pasa metodología cuando uno cree que, aunque tener buenas herramientas es más o menos indispensable, la mitad del material de un curso de metodología no sirve?

Hasta ahora he seguido, un poco, y no sé si será tan útil, la noción de Wittgenstein al final del Tractatus: Cuando llega al final y declara que las afirmaciones del libro no tienen mucho sentido, plantea que servian como escalera: Para poder subir a un lugar desde el cual ya no son necesarias. Lo mismo sería válido para la metodología. Esperemos.

Sobre la metodología como saber

A propósito que estoy empezando con un curso de metodología, una de las ideas que durante un buen tiempo he tenido se volvió más clara. Es una de las ventajas de los cursos para los profesores (y aquí aprovecho de repetir una observación relativamente trivial y conocida, pero no por eso menos verdadera: Nunca tengo claro si los cursos son de mucha utilidad para los estudiantes, que bien pudieran acceder a todo lo que dice un curso leyendo unos cuantos libros, pero siempre son de utilidad para los profesores).

La idea tradicionalmente, y todavía, la presentaba como dos afirmaciones: la metodología no es tanto un saber, sino un hacer; y la metodología no es tanto algo general y abstracto, sino algo concreto. En el fondo, ambas dicen relación con la idea que los problemas que uno debe solucionar en una investigación se solucionan en realidad con una atención importante dada al tema de la investigación, no a un conjunto de reglas generales. Para solucionar, por ejemplo, los problemas que uno tiene cuando hace un estudio de uso del tiempo (uno de los ejemplos que pretendo usar) lo que sirve es saber de usos del tiempo, de otras investigaciones, los resultados de ellas. En otras palabras, la guía metodológica proviene del conocimiento específico del tema.

Ahora, de lo que me dí cuenta estos días -no es que tampoco sea un gran descubrimiento- es que en realidad la idea que tengo es la siguiente: La metodología no es un saber distinto y aparte del resto de la disciplina. En particular, que la metodología no es un conjunto de procedimientos pre-diseñados, que no tienen relación alguna con la materia que uno investiga, sino que se aplican como una receta. Ha sido esa forma de relacionarse con el método lo que ha producido una parte no despreciable de los problemas de nuestra disciplina.

Esa creencia en la metodología como algo separado, como receta aplicable de forma universal, hace que ocupemos técnicas para cosas que no han fueron diseñadas, que no adaptemos (o desarrollemos) herramientas específicas para nuestros temas, que -por lo tanto- no nos preocupemos de lograr el mejor adaptación de la herramienta a la investigación. Así, aunque la mitad de las escalas que usamos fueron inventadas para estudiar actitudes -y esto implica teorías particulares de cómo funcionan las ‘actitudes’-, el hecho que no creamos en esas teorías no obsta para que usemos esas mismas escalas, en vez de preocuparnos de cómo debieramos medir X de acuerdo a las ideas que tenemos de X. O que, por ejemplo, usemos regresiones múltiples aunque no creamos en la teoría que implica el modelo: Si realizamos una regresión con educación e ingreso, no es que creamos en realidad que una persona recibe X pesos por años de educación -aunque eso es lo que plantea la ecuación que formamos (de hecho, ¿cuantas veces no se hacen regresiones sin que nadie se preocupe mucho de la ecuación?, o siquiera del signo de la relación). O que, Charles Tilly hacía la observación, creamos modelos que mezclan cosas sin mayor sentido (variables que se miden a nivel nacional, a nivel individual etc.) simplemente porque podemos.

Como la metodología se pasa como receta (en estadística es incluso más notorio), entonces ocupamos las herramientas sin pensar demasiado en que estamos haciendo. En particular, no nos damos cuenta que las herramientas que usamos dependen de las ideas que tengamos sobre cómo funciona la sociedad y las relaciones sociales. Y que parte de la tarea de investigación es desarrollar las herramientas adecuadas: Cada herramienta que se ha creado, al fin y al cabo, nace del intento de responder a una pregunta particular, no es que correspondan a un recetario universal y pre-diseñado.

La separación entre el saber metodológico y el saber conceptual de la disciplina sólo produce malas investigaciones. Ahora, el problema es que esto se viene diciendo de hace muchos años (casi desde el desarrollo inicial de la metodología cuantitativa, Sorokin hablaba de la cuantofrenia hace muchos años). Pero explicar porque suceden estas cosas implicaría hacer sociología de la sociología. Y al menos hoy, no tengo muchas ganas de hacer eso.

Discutiendo sobre encuestas, CERC, Adimark, cuotas, formas de preguntar y otras cosas sin demasiada importancia

Lo siguiente fue posteado en Chilesoc a propósito de una discusión sobre encuestas que apareció un poco en prensa (los mismos de siempre criticando a CERC por usar cuotas; CERC criticando a Adimark por las preguntas que usan). Y como no estaría de más dejar este pobre blog como repositorio de todas las cosas, de mayor o menor importancia, que se me ocurre escribir públicamente, procedo a copiarlo. He aquí el texto (publicado en Chilesoc el 30 de Octubre)

Hmmm, tengo la impresión que estas polémicas las vengo escuchando tal cual desde hace mucho tiempo. Es un asunto más ritual que otra cosa a estas alturas creo. En fin.

De las cuotas:

Si, es cierto que las cuotas no permiten medir con formula la precisión. También es cierto que es irrelevante en realidad. Las encuestas políticas tienen la ventaja de poder efectivamente compararse con la realidad (elecciones) , y las muestras por cuotas -si bien no son el colmo de la exactitud- tampoco han dicho cosas directamente idiotas o incorrectas. Si esto es así, entonces el tema metodológico real no es que las encuestas por cuotas sean malas sino explicar sociológicamente porqué encuestas que no siguen metodología al azar logran, de todas formas, regularmente buenos resultados. Eso nos dice algo sobre como funciona la sociedad, que debiera ser lo esencial que determina buenas metodologías.

En cualquier caso, lo que dirime una diferencia de metodologías cuyos resultados se pueden contrastar es precisamente ese contraste, no lo que determinen ciertas formulas que a su vez tienen ciertos supuestos sobre como funciona la sociedad. Si esas formulas dicen que las cuotas no sirven pero en la realidad sirven -y en mi humilde opinión, al menos se puede decir que inútiles no son-, entonces el problema esta en las formulas.

De las preguntas:
Que a Gallup se le ocurriera una forma de preguntar hace 50 años que otros hayan usados no dice nada. En sí, el hecho de presentar 3 alternativas no es distorsionador. Es otra forma, diferente, de preguntar. Y obviamente debe producir resultados distintos. Al fin y al cabo, en la ‘realidad’ (en las opiniones que efectivamente mantienen las personas sobre la presidencia) 2 o 3 alternativas es igualmente distorsionador: las opiniones reales son mucho más variadas. Si queremos reducir esa complejidad a un conjunto limitado de alternativas, bueno, es nuestra prerrogativa y depende de lo que nos interese saber. Pero, en cualquier caso, no hay forma ‘única y correcta’ de hacer preguntas.

Y la idea que el label de independientes no existe porque no aparece en las papeletas de elección no funciona demasiado. Las opciones electorales y la opinión de las personas no son idénticas en su estructura ni en sus divisiones. Para algunos casos nos intereserá preguntar por opciones electorales (digamos, si estamos hablando de una elección) y en otros no nos intereserá (porque no estamos hablando de elecciones).

BTW, el tema que la Alianza tiene el 50% porque saca eso en elecciones y no se puede creer en un 14% no corresponde. El universo del que se saca ese 50% -los que emiten votos válidos- no es el universo del cual se saca un 14% -que es el universo de la encuesta, que básicamente es todo el mundo mayor de cierta edad. El segundo es más amplio e incluye a los que no se han inscrito, a los inscritos que no votan, a los que votan y dan votos inválidos. No me sorprendería que el mismo numero absoluto que es el 50% del universo electoral no estuviera tan lejano a un 14% del universo total de personas adultas.

Juan Jiménez A.

La invisibilidad de la metodología

Una de las preguntas de la última prueba del curso de consumo implicaba comparar dos estudios que, a primera vista, tenían resultados que se contradecían. Joel Stillerman (*) estimaba que los hogares de clase trabajadora por él estudiados tenían una relación muy de cuidado con el crédito -limitando su uso todo lo posible. Un estudio de van Bavel y Sell-Trujillo (**), por el contrario, argumentaba que para los sectores bajos resultaba perfectamente sensato, razonable endeudarse -y de esta forma demostrar, de manera concreta, con bienes, que ya no es pobre. La pregunta era, bueno, ¿se pueden hacer compatibles ambos argumentos? Al fin y al cabo, ambos son sobre estudios cuyo campo es de finales de la década de los ’90, publicados con un año de diferencia, y trabajando sobre los mismos temas.

Varios alumnos intentaron solucionar la posible contradicción notando que, en principio, los grupos eran diferentes: Que los trabajadores de Stillerman -obreros especializados en una industria, obteniendo sueldos superiores a la norma del mercado- no eran el mismo grupo, ni económica ni socialmente al estudiado de van Bavel y Sell-Trujillo, que serían un grupo más pobre. Lo cual resulta medianamente razonable.

Pero lo que casi nadie comentó, y es la raíz de este post, fue la diferencia en metodologías. Stillerman es un estudio que se basa fundamentalmente en entrevistas en profundidad (a las mujeres de los trabajadores en buena parte), mientras que van Bavel y Sell-Trujillo usan técnicas grupales. Ahora, uno bien pudiera explorar las consecuencias de usar técnicas diferentes: Que resulta más fácil decir y explorar un tema ‘negativo’ cuando se habla en grupo -cuando no es necesario decir ‘hey, estoy super endeudado’ sino uno puede decir cosas ‘la gente se endeuda porque’. La entrevista individual nos lleva a lógicas diferentes de presentación -donde la lógica de exponer tácticas preferidas pueden ser lo más desarrollado. (***)

Ahora, la explicación anterior puede ser, probablemente lo es, bastante mala. Pero el caso es que defender la idea que usando técnicas distintas se obtienen resultados distintos no es demasiado difícil. Y que nuestros datos dependen de la forma en que hemos preguntado, porque cada técnica ilumina una parte del fenómeno, debiera ser parte de nuestro sentido común.

Pero el problema de los datos es que, una vez publicados, se olvida de donde y cómo se obtuvieron. Y pasan a ser ‘realidad’. Y entonces, como lo decía el título, la metodología se vuelve invisible.

(*) Joel Stillerman, Gender, Class and Generational Contexts for Consumption in Contemporary Chile. Journal of Consumer Culture, Vol. 4, No. 1, 51-78 (2004)
(**) Rene van Bavel y Lucía Sell-Trujillo, Understandings of Consumerism in Chile. Journal of Consumer Culture, Vol. 3, No. 3, 343-362 (2003)
(***) Miller, de hecho, hace una observación similar cuando diferencia sus resultados -de etnografía- de los obtenidos por otros que usan focus groups: No se puede esperar obtener lo mismo cuando se usan técnicas diferentes, cada una ilustra elementos que son diferentes.

Las reglas del método: El postulado de la explicación de lo social

En los dos posts anteriores sobre ‘las reglas del método’ me centré en reglas en torno al actor: cuales parecen ser ideas adecuadas para trabajar con los agentes sociales. Lo que haremos ahora es dedicarnos a otro aspecto de lo que, a mi buen entender, debiera ser parte de una explicación sociológica adecuada: no reglas sobre que cuenta como buena explicación, sino reglas sobre que es lo que habría que explicar.

El punto de partida es -como debieran serlo las discusiones sobre reglas metodológicas- Durkheim. Y aunque algo me duela, el punto de partida es la crítica a Durkheim. El Suicidio inició la más funesta de las costumbres sociológicas: la que la sociología se basa en explicar los comportamientos de las personas en torno a factores sociales.

De hecho, que la mera existencia de la disciplina depende de lo anterior: Si, por decir cualquier cosa, pasara tal que todo el comportamiento individual fuera explicado por los genes -que no hay factores sociales en la inteligencia, en las diferentes entre hombres y mujeres y en lo que sea-, entonces no habría lugar para la sociología. El Suicidio, al fin y al cabo, no era un tratado de método -de aplicar y mostrar en que consiste la investigación sociológica- sino tenía un punto teórico central: Mirad, que aquello que dábamos por eminentemente individual, la decisión de suicidarse, en realidad ha de explicarse por la sociedad. Mirad, entonces, que la sociología es ciencia importante.

Y lo que fue un tour de force se transformó rápidamente en nuestra tarea central y carta de presentación. Lo que inicialmente era una forma de decir que lo social es importante en otros asuntos se transformó en nuestra fuente de legitimidad: ¿Por qué tiene sentido trabajar en una disciplina como la nuestra? Porque nuestro comportamiento depende, en lo fundamental, en factores sociales.

El lector podrá imaginarse que toda la idea del presente texto es negar lo anterior. Que la idea es, precisamente, decir que aunque todo el comportamiento individual fuera explicable sin hacer mención alguna -o hacer mención relevante- de factores sociales, de todas maneras tendría sentido una disciplina como la sociología.

Ya suena extraño que la legitimidad de una disciplina provenga de un punto teórico: Que la disciplina dependa de la verdad de una teoría particular sobre un fenómeno. Y en particular, que la disciplina sobre el mundo social dependa de la verdad de una afirmación sobre individuos.

Lo que diferencia y basa la sociología debiera ser, en realidad, una parte de la realidad. Porque, incluso si no hubiera factores sociales en el comportamiento de las personas, todavía quedarían muchos fenómenos específicamente sociales a trabajar: ¿Por qué y cómo se da que en ciertas interacciones sociales las personas conversan y otras usan la violencia? ¿Por qué y cómo en ciertas sociedades hay miles de diversos trabajos y en otras no? ¿Por qué y cómo en ciertas sociedades los ‘trabajadores’ tienen contratos y en otras son propiedad de sus ’empleadores’? ¿Por qué y cómo en algunas sociedades las personas alcanzan la plenitud de sus derechos en la pubertad y en otras hay categorías especiales como la adolescencia? ¿Por qué y cómo es el caso que los ‘escándalos’ por los cuales los políticos pierden sus posiciones son diferentes entre sociedades? Y así con muchos otros temas, sobre las que -a decir verdad- nos hemos limitado en buena parte a describir y no a preguntarnos sobre cómo y por qué suceden.

Por decirlo de otra forma, la forma de la explicación y la investigación sociológica no está en El Suicidio, está en La División Social del Trabajo. Porque, incluso si no hubiera nada social en el suicidio, todavía tendría sentido analizar, todavía sería interesante descubrir y darse cuenta que hay ciertas sociedades con un alto número diferentes de roles y en otras en que el número es pequeño; y que hay ciertas sociedades donde prepondera el derecho civil y en otras el criminal (represivo); y que ambos elementos están relacionados.

Por otro lado, este tipo de disquisiciones me da un poco de esperanza por la pobre disciplina: Porque, entonces, si no hemos logrado mucho, en parte se debe a que no nos hemos dedicado a lo que debiera ser nuestro lugar central de trabajo y análisis: En otras palabras, que no hemos abordado el mundo de lo social. Quizás, dedicándonos a lo que debiera ser nuestra tarea, podamos finalmente hacer algo que valga la pena.

Sólo lo espontáneo existe

La primera y más fundamental regla de la construcción de pautas y cuestionarios es que las personas sólo pueden responder de lo que efectivamente tienen una opinión o recuerdo formado.

No tiene sentido hacer preguntas sobre aspectos específicos en los que las personas no se han formado opinión o no recuerdan de ese modo (Por ejemplo, pensemos en preguntas de hábitos: ¿cuanto tiempo ve TV en la semana?, ahora si el hábito es diario, la respuesta posible -con todo lo imprecisa que puede ser- corresponde a la regularidad de ese hábito. Lo que la persona puede saber es cuanto ve al día. Lo otro tiene que calcularse, y claro, que las personas calculen cuanto están respondiendo no sirve de mucho.

Ahora lo anterior, aunque varias veces olvidado, es evidente y se sabe.

Pero lo importante es darse cuenta del equivalente cualitativo o lo referente a la opinión: Que sólo la opinión espontánea es la opinión social real. La respuesta ‘forzada’ (cuando el tema se pregunta sin que haya sido instalado por el entrevistado, cuando el investigador introduce el tema), en realidad no existe. Es construida, ‘calculada’ en ese momento; el entrevistado lo que no hace es sencillamente reproducir la opinión que produce en las situaciones sociales normales. Y bien puede ser que en la situación forzada esa sea su opinión, pero claro está, nunca se topa con esa situación en la vida real, por lo que no tiene mucha importancia.

La única ocasión en que lo forzado tiene sentido es cuando lo forzado corresponde a una situación real de esas características: Como las votaciones, en que lo irreal es preguntar que candidato prefiere, lo real es que uno elige entre alternativas pre-existentes. En ese caso, la pregunta forzada, la alternativa forzada es lo que corresponde porque es así como funciona esa práctica social (*).

Pero fuera de esos casos, mejor es recordar y pensar que, en realidad, sólo lo espontáneo existe.

(*) Juro que es lo único de Ibáñez que encuentro tiene sentido.

A veces creo que mi formación en metodología no fue tan mala

Leyendo por asuntos laborales un texto llamado “New Qualitative Research -is there a need?” se plantea que se requieren grandes cambios en las aproximaciones cualitativas, para superar los problemas de las aproximaciones tradicionales.

Por ejemplo: ‘Even worse, the process of market research, both quantitative and qualitative, forces respondents to create these reasons on the spot, In spite of our question and answer format, most consumers do not have a ready logical viewpoint on cotton balls, detergent or even the car they drive’

Y nos plantean que, como toda la moderna (’90) investigación neurobiológica ha mostrado hay que superar eso, y el cerebro izquierdo, y la visión racionalizante y de preguntas de la investigación cualitativa.

¿Cual es la solución? ‘It is our belief that a good moderator is one who answers all of the questions of the brief, not the one who asks them all. The overall objectives of a discussion guide must be to direct the interview, not to constitute the entire session’ Que la pauta no puede diseñar preguntas de antemano y que super-nuevas técnicas (programación neuro-lingüística, juegos de rol y sico-drama y otras muchas) serían necesarios.

Ahora, he de reconocer que eso no parece tan nuevo. En 1992, si mal no me acuerdo, cuando tuve mis primeras clases de técnicas cualitativas esa era toda la idea. Que toda la idea es no ser directivo y precisamente dejar hablar, que lo que se hace es sondear más que preguntar como tal. Parece ser que el ya viejo comentario de Canales sobre la superioridad de los enfoques españoles (y franceses, dada la proveniencia teórica de Ibáñez) sobre los norteamericanos en técnicas cualitativas era toda la verdad. Porque que sean anunciadas, con todo tipo de palabras grandilocuentes, cosas que son a decir verdad lugares comunes, sí indica cierto retraso.