De la manía de negar la complejidad en la historia por parte de los sociólogos.

Hace poco me ha tocado la nunca muy agradable tarea de revisar pruebas en el curso de Sociología de Consumo que estoy dando. Y entre las diversas cosas que me llamaron la atención está una que tiene relación con mi tema preferido -la historia.

Una de las preguntas de dicha prueba tenía que ver con que podía caracterizar especialmente y diferencialmente, si es que acaso algo puede caracterizar (*), a la sociedad moderna de consumo. Y muchos indicaron una diferencia en términos de créditos: que en la sociedad actual el crédito está a disposición de los pobres y no solamente de los ricos.

Y entonces uno recuerda que la esclavitud por deudas es conocida en muchas sociedades, y que no eran precisamente los ricos los que caían en esclavitud debido a ellos. Que en muchas sociedades, el método más común por el cual los campesinos pierden sus tierras es debido al crédito. Y para usar un ejemplo de mi período histórico favorito: Una de las primeras cosas que hacía un nuevo rey mesopotámico para congraciarse con su pueblo era, claro está, declarar nulas las deudas. Eso era implantar la justicia. Y claro está, las deudas en cuestión eran comunes a lo largo de toda la sociedad. Los campesinos, siempre, han vivido en el borde de la subsistencia.

Bien pudiera defenderse que el tipo de deudas es diferente, y eso sonaría razonable. Pero que históricamente el crédito estaba sólo disponible para las clases altas suena extraño, por decir lo menos.

En cualquier caso, este tipo de cosas no afectó las notas. Uno no puede suponer que los sociólogos, supuestos estudiantes de las sociedades, tengan muchos conocimientos de historia, que no es más que el examen de otras sociedades.

(*) A nadie se le ocurrió, claro está, que en una de esas nada caracteriza a la sociedad contemporánea de consumo. O para decirlo de otra forma, que nada lo caracteriza estructuralmente y que las diferencias son del modo ‘más y más’ de esto. Y aunque ya Stalin sabía que la cantidad tiene una cualidad propia, el caso es que definitivamente al parecer el único dogma que todos los sociólogos comparten es que las sociedades modernas son efectivamente cualitativamente diferentes a todo el resto.

De la diferencia de perspectivas

Leyendo un texto -no importa cual, bueno Five Days in London de Lukacs, no, no ese Lukacs- que planteaba la gigantesca importancia de unas discusiones de gabinete en el gobierno británico en Mayo de 1940, en que básicamente se planteó que no habría negociaciones con los alemanes, me empecé a preguntar, y bueno ¿cuan importante es ese hecho?

Y, como todas las cosas, como es evidente por lo demás (ni siquiera me queda claro porque estoy escribiendo esto a decir verdad), depende del contexto.
¿Importante para determinar que pasó en la II Guerra Mundial? Sin muchas dudas.
¿Importante porque las vidas de los europeos hubieran sido muy diferentes si la II Guerra Mundial hubiera terminado de manera distinta? Más que probable.
¿Importante para las tendencias globales de la historia del siglo XX? Probablemente no (No es que, por decirlo de otro modo, las sociedades hubieran sido menos urbanizadas, hubieran demandado menos combustibles fósiles, o el impacto de los medios masivos hubiera sido menor).

Ahora lo anterior puede parecer, y es, sólo desarrollar un punto trivial. Pero por una parte sirve para ver por qué un planteamiento como el de Lukacs (si otra hubiera sido la decisión en ese punto, viviríamos en un mundo muy distinto) es demasiado general (depende mucho de qué queremos decir con mundo). Pero, por otra, nos sirve para darnos cuenta de otro asunto: la tendencia a que, cuando pensamos en las tendencias globales y en el largo plazo, a dar sólo las tendencias globales y el largo plazo como relevantes. Esa decisión no es importante para las tendencias generales del siglo XX, entonces no es importante.

Pero eso implica olvidar que no todo en la historia son las tendencias generales, y que por cierto la experiencia de las personas no es las tendencias generales. Efectivamente para las generaciones que vivieron esos días, esas decisiones bien pueden haber sido cruciales.

Para poner un ejemplo muy distinto, y de mi período histórico preferido. En un momento determinado, y como parte importante del punto es que a nosotros no nos importan esas fechas no las voy a decir, las diversas ciudades y estados arameos de la zona de Siria y Palestina se enfrentaron al Imperio Asirio. Qarqar creo que es el nombre de la batalla. No está muy claro el resultado, pero dado que los asirios no llenaron de tributos ni de deportaciones el área, podemos darlo como una victoria de los sirio-palestinos. Ahora, años más tarde, los asirios efectivamente conquistaron el área.

Ahora, ¿cual es la importancia de Qarqar? Para las tendencias a largo plazo de la historia universal, nula. Para el imperialismo asirio en general y la independencia de esas ciudades en el futuro, también nula, al final fueron derrotados. Pero en el corto plazo implicó la ausencia de tributos, deportaciones y todas las otras barbaridades que hacían los asirios por, digamos, unos 30-40 años, una generación completa. Mirado desde el punto de vista de los habitantes de las ciudades que lucharon en esa batalla, esos años bien eran toda la diferencia.

O para decirlo de otro modo, los sociólogos (y en particular los sociólogos interesados en la historia y en el largo plazo) no debieran olvidar que los pequeños efectos, aunque sean a corto plazo, sí son relevantes y sí marcan diferencias en la vida de las personas. La historia de eventos, para usar el viejo término de Braudel, tiene su lugar cuando pensamos que las experiencias son asuntos de corto plazo, eventos al fin y al cabo.

Las reglas del método: El postulado de la igualdad de actores

Alguna vez, entre las innumerables ideas que he tenido y no he seguido, se me ocurrió que sería buena idea escribir un texto análogo a Las Reglas del Método Sociológico. Entre otras razones, porque me parece que lo que falta -extrañamente en una disciplina tan preocupada de asuntos metodológicos- discusiones acerca de lo que constituye un buen análisis sociológico. Tanto falta que en un manual de metodología cuantitativa común y silvestre la parte de análisis será reemplazada por una descripción sucinta de análisis estadístico. Pero tanto el texto de Durkheim (y más el de Giddens) están ordenados por la pregunta de que cosas ha de cumplir un análisis para ser buena sociología.

Y, en ese espíritu, ponemos el primer postulado de un buen análisis sociológico: El de igualdad de actores: Todos los actores han de tener las mismas capacidades, y en lo posible sus diferencias han de provenir de diferencias en sus relaciones sociales, en sus ubicaciones más que de atributos del actor. Y si no queda otra más que correspondan a atributos del actor, entonces que la distribución del atributo sea lo más general posible.

Partamos por lo primero: la exigencia que no existan actores especiales. Básicamente, si postulamos que un actor dado puede hacer X (se puede organizar, puede aprender tal cosa etc.) entonces cualquier actor puede hacerlo. Si encontramos que un actor no realiza la acción, entonces no podemos basar la explicación en que el actor es diferente, sino que su situación era diferente. No hay actores con capacidades especiales, a lo más hay situaciones especiales que les permiten o no realizarlas.

Pensemos por ejemplo en el caso de la acción colectiva y la vieja observación de Olson que no todos los actores con intereses comunes se organizan para su logro. Pero que algunos sí lo hacen. Ahora, el desarrollo conceptual de Olson es en base a descubrir que circunstancias, situaciones, estructuras suceden en los grupos que producen acción colectiva. No es plantear, digamos, que donde hay acción colectiva es porque los actores son diferentes (porque tienen más orientación colectiva o cualquier otra cosa).

Esto tiene, casualmente, ciertas consecuencias interesantes. Todo modelo conceptual (o empírico) que se base en una distinción entre verdad / falsedad (desde la falsa conciencia hasta explicar las diferencias con respecto a un estándar racional mediante un término de error) que es conocida para el analista pero no puede ser conocida para los actores es inaceptable. Los analistas son, al fin y al cabo, actores; y por tanto si ellos tienen la capacidad de detectar la ‘verdad’, entonces esa capacidad está disponible para los actores. La idea de la clase intelectual como ocupando un lugar libre en la sociedad y por ello estando en condiciones de conocer la realidad (a la Mannheim) no funciona.

Pero no es sólo que si los investigadores pueden encontrar la verdad está debiera estar disponible también a los actores. El siguiente caso, en principio, cumple con ese requisito: Cierto texto (del cual no diré el nombre ahora) plantea, basado en teorías económicas contemporáneas y la idea del rent-seeking que las explicaciones del mercantilismo dadas en ese tiempo no corresponden (o sea, que el mercantilismo tiene otros efectos) y que es otra la explicación. Luego, entonces no puede ser que las elites dirigentes europeas hayan considerado ser mercantilistas por las razones esgrimidas en las teorías de su tiempo, sino que tienen que haber sido mercantilistas por las razones que plantea la teoría contemporánea. Para decirlo de otra forma, el barómetro de racionalidad lo tiene un actor en particular (el investigador), para que un actor sea considerado racional ha de pensar como lo hace él. El hecho que una persona pudiera mantener efectivamente las creencias del mercantilismo y, por tanto, actuar en consecuencia, sencillamente no parece posible.

El postulado implica, en última instancia, reconocer que los investigadores son, finalmente, actores sociales. Con las mismas características, limitaciones y posibilidades que cualquiera. E implica, por otra parte, pensar en que las diferencias entre actores han de explicarse a través de diferencias en su entramado social, que en tanto actores tienen las mismas capacidades. En otras palabras, no es en el actor donde ha de buscarse una explicación sociológica.

De las explicaciones a nivel individual

Una de las características del modelo de acción racional es que todas las diferencias que se producen en términos de resultados (digamos, si se produce o no acción colectiva, si se alcanza o no se alcanza equilibrio, si se produce o no cooperación etc) provienen de diferencias en la estructura. O para decirlo en otras palabras, en las reglas de interacción. Cuando se trata de explicar porque pasa tal cosa en tal situación y no en otra lo que se hace variar son las características sociales (cómo se puede interactuar, como se puede negociar, que información hay disponible en el medio).

Por cierto no provienen de diferencias en los propios actores -que se asumen son todos del mismo tipo.De hecho, si se trata que las diferencias provengan de los actores nos vemos lanzados al campo de la tautología: O sea, si las diferencias se producen por sus distintas preferencias, entonces volvemos al viejo ‘pasa que X porque pasa que X’ (i.e el sujeto elige X porque prefiere X, pero solo sabemos que prefiere X porque elige finalmente X).

Entonces, lo que permite entonces explicar las diferencias no son las características de los actores, sino las características de su interacción social. Y por tanto lo que hay que explicar es a que se deben esas características y como se producen. Para decirlo de otro modo, uno nunca sabe cuan Durkheimiano puede llegar a ser: Que nada se avanza con explicaciones basadas en características individuales, y que cuando se intenta seguir por ese camino, lo que se encuentra es finalmente con la vieja estructura social.

Del carácter tautológico de algunas teorías -o de como no ver la paja en el propio ojo

La siguiente cita servirá como muestra -porque hay muchas que básicamente insisten en el mismo punto:

‘Ultimately, it is just too easy to ‘explain’ historical phenomena by positing diferences in the wat people saw the world -by whatever variant of neo-Confucianism was in the air, or whatever the level of antimarket prejudice, imperial reverence, or patriarchal deference. Too often, ideology, tastes, and culture are things we fail to measure independently of the phenomena we hope to explain. Too often, the result is simply circularity’ (J. Mark Ramseyer, Odd Markets in Japanese History, Cambridge University Press, 1996, página 8).

Hasta aquí, la afirmación parece sensata. Efectivamente muchas veces la explicación cultural de por que las personas hacen X no pasa de ser ‘hay una norma que promueve X’. Y eso no es más que una forma algo más compleja de decir que las personas hacen X.

El problema es en la solución que sigue Ramseyer (y muchos otros, recordemos que estamos usando a Ramseyer como muestra no porque él particularmente sea muy importante) -la vieja aproximación de la acción racional- parece sufrir de los mismos problemas. Al fin y al cabo, usualmente poseemos poca otra información de cualquier función de utilidad aparte del comportamiento: Sabemos que la persona prefiere X a Y porque, bueno, elige X a Y.

Lo que salva, en realidad, de tautología a la teoría es el hecho que usualmente, aunque se habla de racionalidad en genérico, en la práctica se la dice en específico: La acción racional es aquella que aumenta la riqueza. Pero claro, esto que permite a la teoría decir cosas, es lo que se abandona cuando hay que tomar otros factores en cuenta y asumir otras acciones que refutan lo anterior.

Pero esto de pasar de una visión genérica tautológica a una visión particular (que le da fuerza y peso a la teoría) bien pudiera también decirse de las teorías culturales y de ‘valores’ para explicar los asuntos sociales. Lo que les faltaría sería algo equivalente al dinero. Probablemente ese paso tendría las mismas consecuencias del paso a la riqueza en el caso de la racionalidad: permitir hacer predicciones pero a la vez abrir la teoría a críticas más que bien fundadas. Pero si se permite eso a una, no veo porque no se le podría permitir a la otra.