A propósito del humanismo, y de su pérdida

Ayer escuchaba una presentación del libro de Daniel Chernilo (Sociología y Filosofía, LOM, 2021) y apareció, creó que lo comentó Rodrigo Cordero, uno de los temas regulares en su pensamiento: la crítica a todas esas visiones que critican al humanismo, y que intentan ya sea superarlo o quitarlo del camino. Por otros motivos, hoy estuve hojeando el Doctor Faustus de Mann, y ahí apareció un personaje que se declara humanista, el Doctor Serenus Zeitblom; y recordé que en La Montaña Mágica uno de los personajes más entrañables, Settembrini, tiene la misma lealtad.

Alguna vez escribí sobre Settembrini (y el carácter del credo ilustrado, link aquí), dejemos hablar a Zeitblom aquí:

I am a thoroughly even-tempered man, indeed, if I may say so, a healthy, humanely tempered man with a mind given to things harmonious and reasonable, a scholar and conjuratus of the “Latin host”, not without ties to the fine arts (I play the viola d’amore), but a son of the muses in the academic sense of the term, who gladly regards himself a descendant of the German humanists associated with Letters of the Obscure, an heir to Reuchlin, Crotus of Dornheim, Mutianus, and Eoban Hesse. Though scarcely presuming to deny the influence of the demonic on human life, I have always found it a force totally foreign to my nature and have instinctively excluded it from my worldview (Cap. I)

Creo que es importante destacar que Zeitblom es un personaje relativamente mediocre (toda la idea es que él, alejado tanto del genio, cuente la historia de alguien a quien sí aplica el calificativo); y que Settembrini se nos muestra algo inferior dialécticamente a Naphta en sus respectivas discusiones. Los representantes del humanismo, inquebrantables por cierto en su convicción, no son personajes fuertes.

La debilidad del humanismo no es sólo de los personajes. La Montaña Mágica trata sobre la situación antes de la Primera Guerra Mundial; el Doctor Faustus es sobre la cultura alemana de la emergencia del nazismo. En ambos casos de lo que se trata es mostrar una situación histórica concreta: de toda una cultura que se orienta ante una herencia humanista, que ve como anticuada (y tanto Zeitblom como Settembrini se presentan a sí mismos en esa lógica, incluso Settembrino que se ve a sí como progresista, se percibe a sí como heredero de una larga tradición de defensa de lo progresivo) y cuyos prejuicios y anteojeras deben ser superados.

No debiéramos nunca olvidar que el intento de mirar al humanismo en menos ya se hizo; y los resultados de ello fueron, para ser increíblemente eufemísticos, deplorables. Es cierto que el humanismo tradicional no es suficiente: esa cultura resultó insuficiente en aquella ocasión; no por nada Zeitblom es mediocre y Settembrini es derrotado. Y sin embargo, lo que nos muestran estas novelas es que hay pérdida, y no menor, cuando simplemente se abandona el humanismo.

Vivi Felice. De la gloria que es Scarlatti

En fin, a veces hay que dejar de opinar o analizar cosas intrascendentes y dedicarse a lo que realmente importa. En este caso, a defender; no, estas cosas no se defienden, son de verdad tan evidente que simplemente se muestran: Que Scarlatti es una maravilla, que pocas cosas se asemejan al placer que entrega estar ante algo que es claramente perfecto.

La alegría y la felicidad no siempre han tenido buena prensa, en particular casi parecieron falla estética. Por alguna razón, que no es la intención ahora analizar (porque no estamos en esos menesteres ahora) se los pensó como superficiales, como formas de esconder la verdad (que sería siempre la misma: que el mundo y la vida sentido no tienen y que solo la angustia da cuenta realmente del mundo).

El caso es que la alegría y la felicidad no requieren otro sentido que ellas mismas. Son su propia justificación.

Al final de la publicación de sus primeras sonatas Scarlatti puso la siguiente y excelente divisa: Vivi felice. Y en cierto sentido, ello resuena algo tautólogico: Que vivir y la felicidad son lo mismo. O al menos es lo que se siente cuando se escucha a Scarlatti.

La K 253 en mi bemol mayor con Defargue.

La K 469 en fa mayor con el mismo -porque Defargue es magnífico en Scarlatti.

Scarlatti escribió 555 sonatas, así que podría estar todo el día poniendo sonatas; y si bien hacer ello sería digno y meritorio, el caso es que en algún momento hay que terminar las entradas. La K 491 en re mayor.

La felicidad es siempre inmerecida, nunca estamos a su altura. Por ello cuando se la encuentra solo queda la mejor de las respuestas: el agradecimiento.

10 libros

En los inicios de la pandemia participé (como muchos) en varios juegos online. Uno de ellos era poner portadas de diez libros que te gustaran sin explicar nada. Pero ello resultaba bien enojoso, cuando hacer comentarios y explicaciones es lo que a uno le gusta. Puse al final las razones de la elección de los libros y no estará de más -para que no se pierdan, para que yo no las pierda- recuperar esas razones aquí.

1) Ficciones (Jorge Luis Borges). Borges es mi autor preferido (el único del cual me ha interesado tener las obras completas), y los diversos cuentos de Ficciones (más que los del Aleph al final) los he masticado, reflexionado y recordado a lo largo de mi vida. Y los seguiré masticando, reflexionando y recordando.

(2) El Señor de los Anillos (J. R. R. Tolkien). Leído por primera vez cuando estaba en la Universidad y todavía me acuerdo que terminé de leer la Marcha de los Ents en el metro camino a una prueba de teoría sociológica. El Señor de los Anillos es una historia simple sobre el mal y el bien. El tema no es el realismo, las leyendas y mitos no son realistas en la forma que lo hace la novela moderna; el tema es como hace que el mal absoluto se sienta como mal pleno, que no aparezca como superficial. Y eso Tolkien lo logra de total forma.

(3) Los Hermanos Karamazov (Fiódor Dostoyevski). Dostoyevski era un reaccionario y se le notaba en todas las novelas. Pero que manera de sentir la ausencia de sentido, y el peso de la pregunta moral, en sus historias. No elegí Los Hermanos por el capítulo más famoso (la historia de Iván sobre el Gran Inquisidor) sino por el capítulo previo (Rebeldía), porque es una maravilla.

(4) La Peste (Albert Camus). Que La Peste de Camus me ha marcado se muestra en un hecho sencillo, en dos ocasiones distintas he escrito sobre el libro en este blog. Y las dos veces sobre el mismo tema, q es el tema de la novela, ¿cómo se resiste al mal? (y la reflexión a partir de ello le seguí dando vuelta en otras entradas)

(5) Las Memorias de Adriano (Marguerite Yourcenar). En los cuadernos de nota Yourcenar nos cita a Renan que nos dice que entre la muerte de los antiguos dioses y el surgimiento del cristianismo hubo una época donde solo existimos nosotros, y que quería narrar que significaba eso. Y en Las Memorias nos habla de lo que puede ser una sabiduría puramente humana. Sin, por cierto, mostrarnos un Adriano sin tacha, ahí aparece también con sus fallas. Y éstas no son menores, y algunas de las páginas más emotivas nos lo muestran con su crueldad.

(6) El Nombre de la Rosa (Umberto Eco). Alguna vez escribí, en este blog, que Eco había escrito en esa novela una historia sobre la modernidad -sobre lo que ella había implicado (y mi impresión es que todas las grandes novelas son sobre la experiencia de la modernidad, el Nombre de la Rosa es simplemente una de las grandes entre todas ellas). Y una de por qué la modernidad tiene sentido incluso cuando fracasa (porque fray Guillermo fracasa)

(7) Ética (Baruch Spinoza). De Spinoza he escrito varias veces, lo he citado también en múltiples ocasiones. Todo parte con la Ética, con su pesado aparato argumentativo junto a fulguraciones retóricas espléndidas. Es un libro que, maravilla, nos muestra -al leerlo- que lo que dice tiene sentido: Que al buscar comprender el mundo en cuanto mundo nos liberamos, y leer el libro es efectivamente una experiencia de liberación.

(8) Ciencia como vocación / Política como vocación (Max Weber). Una admonición de cómo hay que comportarse como científico sobre la base que la labor del científico y del tribuno son distintas, una disquisición sobre el valor de la ciencia que niega en buena parte que sea valiosa; una discusión sobre el valor ético de la política como política hecha por alguien que del político profesional no tenía tan buena opinión. Textos muy mal usados (cuantos han hablado de ética de responsabilidad sin, de verdad, asumir éticamente su actividad), pero de gran profundidad. Y como todo texto que de verdad dice mucho, más bien corto.

(9) Si Esto es un Hombre (Primo Levi). La narración de Primo Levi sobre su experiencia en Auschwitz es -en el más estricto y literal de los sentidos- sobrecogedora. Y como dice en el poema inicial ‘pensad que esto ha sucedido / os encomiendo estas palabras’. El infierno real sobrepasó todos los infiernos ficticios; y los seres humanos fuimos capaces de crear un mal más allá de todo lo que se pensó antes sobre ello.

(10) Historia de la decadencia y caída del Imperio romano (Edward Gibbon). No sólo es una delicia de lectura, la prosa inglesa del siglo XVIII es un estilo extraordinario (Gibbon, Hume o Smith siempre escriben bien). Es que además si alguna vez quiero sentir que significaba la Ilustración, más allá de las teorías que decían, ir al sentir ilustrado, nada mejor que volver a sus páginas: En su ironía, en su rechazo a todo fanatismo, en su desconfianza instintiva de la violencia, en su preocupación y valoración de las cosas de este mundo, en su confianza que es falso que nuestra vida tenga ser o que sea un valle de lágrimas. En eso consistía la Ilustración. Es también donde puedo reconocerme.

De la salvación de la República

Soy consciente que el título de esta entrada puede parecer más bien exagerado, y es mi esperanza que efectivamente lo sea. Las exageraciones. sin embargo, pueden servir para clarificar algunos asuntos, y creo que en la actualidad es necesario que tengamos total claridad. En algún momento, hay que escribir sin las salvaguardias que requiere toda compleja realidad.

La gravedad de la crisis

La República se encuentra en una crisis grave. En particular, se encuentra en una crisis con respecto a aquello que sustenta los recursos con los que puede enfrentar otras crisis. No es tan sólo que entre pandemia y estallido muchos procesos requieran soluciones pronto, puesto que ahí eclosionaron varios procesos de larga duración. Es que para poder resolverlos a través de medios políticos se requiere una reserva de confianza, de voluntad, de buena fe, que no disponemos mayormente.

Se podría decir que -dado que las cosas más o menos funcionan. Con todo, en general, por ejemplo se siguen las reglas del plan Paso a Paso por ejemplo y uno podría dar otros casos. De forma más llamativa se podría mencionar que el proceso constituyente ha logrado encauzar parte relevante de los conflictos políticos en un canal institucional. No parecería ser tan grave entonces, no estaríamos ante una crisis de legitimidad tan fuerte.

Eso sería un error por muchos motivos.

El primero es que no hay que olvidar -nunca- que la gigantesca magnitud de la vida cotidiana siempre hace que exista una base de funcionamiento. Incluso en las crisis más graves, las que más rompen la cotidianeidad, ella sigue operando. Siempre está subyacente ese orden incluso en las crisis más graves (y es cosa de observar crónicas y diarios en esas situaciones para darse cuenta la cantidad de aspectos triviales ordinarios siguen operando).

Lo segundo es que una crisis de legitimidad no requiere que la gran mayoría de la población en la gran mayoría de las ocasiones deje de orientarse por la legitimidad del orden existente. Requiere que suficientes grupos en suficiente número de ocasiones deje de seguir esa orientación. Y esto porque al fin la necesidad de la legitimación es que asegurar un orden en su ausencia es demasiado costoso (porque hay que tener agentes policiales en todo momento y a su vez otra línea de control de esos agentes y así). Si no hay legitimidad alguna, y sólo hay búsqueda de poder, entonces ni siquiera puede operar la parte policial y coercitiva del orden.

Recordemos el momento del estallido. Ahí no sólo hubo marchas masivas ni la violencia política alrededor de esas marchas, lo que hubo fueron momentos en que parte importante de la población estaba dispuesta a quebrar normas existentes, otra parte de la población estaba dispuesta a tolerarlo y/o justificarlo, por lo menos dejarlo ser. Eso no se expresa en todo momento, pero esta ahí, Digamos, para usar un ejemplo burdo, los mismos que saquearon supermercados fueron a comprar en ellos (pagando en cuotas con tarjetas que después pagaron) posteriormente.

La dificultad de la política

Más a propósito de la política, esto implica una ausencia de disposición a confiar en lo que hacen estos actores, una fuerte disposición a tratarlos de traidores, de necesidad de una eterna vigilancia sobre ellos. En general, si seguimos a Arendt y pensamos que la política, la política republicana al menos, es un gobierno por discusión, entonces todas las disposiciones que permiten la discusión se encuentran debilitadas.

Alguna vez escribí, a propósito del texto de Lechner sobre La conflictiva y nunca acabada construcción del orden deseado que la dificultad de la política radica en lo difícil de las disposiciones que la generan: La necesidad de -al mismo tiempo- no caer en la tentación de la omnipotencia (que la voluntad todo lo puede) o de la impotencia (que nada se puede hacer), ambas cosas que son comunes, ambas posiciones desde las cuales la política como tal se puede criticar. O la tentación paralela de creer que basta con la propia posición y sin escuchar a nadie, porque uno es el pueblo, o de creer que sin la propia posición es imposible construir confianza, porque sin uno no hay pueblo. O la necesidad de no caer ni en el mera exigencia moral (que al final lleva al fiat iustitia et pereat mundus) ni en la mera decisión que abandona toda relación con un ideal (porque el mundo es lo que es y nunca será diferente).

Cuando al final de La política como vocación Weber nos dice de qué se trata la política lo que nos dice es sobre la voluntad que reconoce toda la dificultad del mundo, pero sigue insistiendo. Y ello es también una forma de reconocer que el espacio de la política es un espacio de aprender a vivir y de moverse en esas tensiones, sin abandonarlas.

Es por ello que moverse en ese espacio, crear el espacio donde eso es posible, son adquisiciones difíciles. Y para poder resolver los problemas que tenemos como sociedad necesitamos de las actitudes para la política, Justamente aquellas que ya no tenemos con fuerza.

La crisis social ha afectado las condiciones para generar un espacio político, y sin ese espacio no podemos resolver la crisis social.

Lo que este impasse produce no es un mero estancamiento. Lo que produce es una aumento de la crisis, Porque en cada momento, la imposibilidad de que solucionen los problemas merma aun más las capacidades y acerca entonces a un punto en que la política -la resolución a través del medio de la discusión- se abandona. Y cuando la política abandona el medio del habla, lo que queda es el recurso a la fuerza pura. En última instancia, aunque no parezca algo quizás inmediato, eso es algo que está subyacente.

La falsa solución de la moderación a ultranza.

Frente a esto una solución sería el llamado a la moderación. El llamado al diálogo entre todos como llamado a que se moderen todas las posturas y a encontrar una solución común. Y por lo tanto, todo lo que evite ello con prontitud es lo que constituye la crisis y el problema.

No.

Eso es una falsa solución. Cuando los problemas que se tienen son lo suficientemente graves y profundos, cuando las disposiciones efectivas están tan debilitadas como lo están ahora, lo que hacen esos llamados es esconder los problemas; garantizando que no se resuelvan los nudos críticos que los generan.

Enfrentar los problemas que tenemos implica enfrentarlos: En su complejidad, en su dificultad, en su imposibilidad de resolverse rápido. La confianza se construye lento; más aún cuando hay que recomponer una confianza quebrada.

Una de las disposiciones que se requiere es aceptar que la resolución requiere tiempo y paciencia (como Tolstoi hace decir a Kutuzov en Guerra y Paz).

La otra disposición que se requiere es saber que las resoluciones no siempre serán las que se prefieran. El moderado cree muchas veces que ese tener que acostumbrarse a perder es algo que les pasa a otros -porque no queda más que encontrarse en el medio. Pero eso no es así. Lo que constituya algo en que pueda encontrarse una mayoría no necesariamente es algo ‘moderado’ y menos algo ‘centrista’, bien puede resultar muy diferente. El camino de la escucha, de aceptar que el otro tiene algo que decir que es necesario reconocer, implica que en ese proceso en varias ocasiones implicará que la solución centrista no funciona, porque no es ahí donde se produce ese reconocimiento.

Específicamente en el caso chileno eso puede ocurrir varias veces por dos razones centrales. Primero, porque la posición media de la población no necesariamente está en la posición media del debate público. Segundo, y quizás más crucial, es que los términos a partir de los cuales piensa la población, sus mapas conceptuales, no son los mismos que usa el mundo político. ¿Son oposiciones que hacen sentido a la población liberalismo vs. conservadurismo, o Estado vs. mercado? Si esas distinciones son ajenas, es más probable que aquello que en la población aparece como una solución adecuada corresponda a la posición media de una oposición que no les hace sentido.

Insistir en una moderación inmediata es saltarse y no reconocer, entonces, algunas de las disposiciones requeridas para solucionar nuestro problemas; implica que el moderado no tiene que cumplir con las exigencias que viven las otras ideas. La insistencia repetida en la necesidad de una moderación no es, a su vez, una posición moderada; y bien puede terminar siendo una forma de evitar enfrentar lo que debemos enfrentar.

La Convención como posibilidad.

Entonces, ¿qué nos queda?

La Convención es un intento de reconstituir los recursos y las disposiciones para poder solucionar nuestros problemas. Su tarea no es sólo la de proponer una nueva Constitución, esa sería su tarea si es que la crisis no fuera tan importante. Pero en nuestras condiciones no sólo es crear una Constitución que pueda ser legítima (que sea aceptada como legítima) es también crear las condiciones para que la legitimidad sea posible.

Ello nos indica lo difícil que es la tarea. Por lo tanto, que será una tarea donde la Convención se trastabillará, donde no siempre se tomarán las mejores decisiones, donde habrá muchos núcleos difíciles de responder, donde muchas veces parecerá que no se avanza. Pero es así como operan estos procesos. Es a través de esas dificultades que pueden generarse esas disposiciones.

Por cierto, nada garantiza que todo ello funcione. En la ya citada La política como vocación Weber en un momento invita a su auditorio a encontrarse diez años después para discutir sobre las esperanzas existentes en ese momento en Alemania. Nosotros sabemos que vino después y las palabras sobre la posibilidad de una noche polar resuenan muy claramente. Lo que venga en nuestro proceso es algo que no sabemos ahora, Lo que sí podemos saber es que para evitar un mal desenlace se requiere de toda nuestra buena voluntad (sí buena voluntad, no importa como suene); y aunque el camino en que estamos embarcado no garantice nada, ocurre que es el único camino que nos ofrece alguna solución. Habrá que intentarlo.

Una de las cosas que requiere este proceso para funcionar es la confianza. En algún nivel la confianza es un acto. Toda confianza es insegura, sin embargo sin confianza nada se hace. Más allá de la posibilidad de error, y dadas las circunstancias actuales, entonces declaro mi confianza en la Convención.

15 años de Meditaciones Sociológicas

El 13 de octubre del 2005 (en esos tiempos usando blogger) publiqué la primera entrada de este blog. Entre medio se acumularon 708 entradas, 320 mil visitas (al menos desde que tengo contador, que es del 2007). El mero paso del tiempo de ir publicando las ideas que a uno se le ocurren acumula una cantidad importante de ideas (y así con todos al fin, la diferencia con quien tiene un blog es simplemente que la escritura permite acumular esas ideas).

Al revisar, a veces ese ejercicio retrospectivo tiene sentido, el material, me percaté que -desperdigadas a lo largo de entradas de diverso tema- había una cantidad no menor de ideas morales (así en una reflexión sobre Eneas, al fin concluyó sobre la ética de la responsabilidad). Y dado que la pregunta moral, la vieja pregunta sobre cómo vivir la vida, es una pregunta que a todos nos convoca (que todos tenemos que, de alguna u otra forma, resolver), quizás no estaba de más recoger esas entradas.

Por ahora (porque claramente la idea es seguir editando hasta que quede en un mejor estado) he llamado a esa recopilación con el nombre muy imaginativo de Reflexiones Morales (link aquí).

La autoalabanza es siempre mal ejercicio (y así lo digo en la breve Advertencia inicial), pero quizás en esta entrada tenga algo de sentido. Al menos podré indicar algunas de las entradas que personalmente más me gustan.

Las dos entradas a propósito de Auschwitz (sobre Agamben la primera, y comparando el Infierno de Dante con el infierno real de los campos la segunda) creo que dicen algunas cosas de relevancia para comprender un horror que nunca está completamente en el pasado, y que siempre puede aparecer de nuevo.

La entrada sobre la discusión del mal en Tolkien me gusta, en parte, porque es la primera vez que aparece una idea que me ha seguido con posterioridad: Que el ensimismamiento, el encierro en uno, es la raíz del mal.

Del mismo modo una reflexión más bien breve sobre el autocuidado estimo que es una buena crítica de la falsa búsqueda de la independencia.

La discusión sobre el libro de Job, que es una defensa del libro más asombroso de la Biblia, injustamente atacado en mi entender, creo que también merece la pena.

Hay dos entradas, bien separadas en el tiempo, que -al fin- marcan un par de ideas sobre el bien y la justicia que no dejan de ser relevantes. La primera a partir de Camus en La Peste (y de Grossman en Vida y Destino); la segunda a partir de una hermosa cita de Primo Levi y otra cita en La Misión.

Y dejémoslo aquí. Como autor, más allá de los problemas de edición y de escritura, sucede que sigo estando en generla de acuerdo con las ideas expresadas, y las declaraciones de valía que pueda hacer no tienen mucho valor.

Habrá que ver si a otros estas reflexiones les sean de alguna utilidad. Sigue siendo cierto, como mencioné al inicio, que incluso en épocas que sospechan de la ‘moralina’ la pregunta moral, sobre cómo vivir una vida buena, sigue siendo una pregunta crucial.

¿Por qué crear? Paraíso XXIX

Non per aver a sé di bene acquisto,

ch’esser non pò, ma perché suo splendore

potesse, risplendendo, dir “Subsisto”

in sua eternità di tempo fore,

fuor d’ogne altro comprender, come i piacque,

s’aperse in novi amor l’eterno amore (vv 13-8)

En el Paraíso, Dante responde a la pregunta de por qué Dios crea el mundo. Lo cual ha representado un problema de larga data, puesto que en principio un Dios perfecto, no faltándole nada, no tendría razón para hacer algo (para cambiar el mundo que ya está en plenitud). No sé si la respuesta de Dante dice mucho sobre Dios, sé que dice mucho sobre nosotros.

La creación del mundo aparece como problemática porque usualmente enmarcamos el análisis de la acción desde la falta: Actuamos porque percibimos una falta y la acción corrige una falta. De ahí se deriva que un ser perfecto y pleno no actúa.

Dante ensaya entonces su respuesta para intentar explicar la paradoja de un ser pleno que actúa, que realiza la más magna de todas las acciones: crear el mundo. ¿Por qué crea Dios el mundo? Para que existan otros que puedan experimentar el ser y el amor -que son, ambas, cosas plenas. No es que le falte algo (como por ejemplo, seres que lo adoren, que ha sido una respuesta dada al fin), sino como emanación y expresión de lo que es un ser pleno (un ser que se define por amor al fin).

Salgamos de la teología, asunto sobre el cual no cabe saber alguno, y pasemos a lo que implica para la humana vida. Lo que nos presenta Dante es una comprensión de la acción, de la plenitud de la acción, que se sale (o al menos, intenta salir) de la idea de la acción como solución a una falta. Lo que nos presenta es una concepción de la acción como simple expresión del ser -que al ser lo que se es, se actúa, porque ello es ser. Y que un actor pleno actúa porque esa plenitud consiste en actuar.

¿Y no es ello, al fin, cierto? Recuerde el lector un momento de plena felicidad. ¿No es en momentos como esos que aparece la intención de cantar, bailar u otra (la que sea que al lector le surge en esos momentos?) Y esas acciones no son producto de una falta que se intenta resolver con dicha acción, son simple expresión -son parte intrínseca- del estado de felicidad, de plenitud.

La plenitud es un hacer, una forma de habitar el mundo.

NOTA. Los enmarcamientos son cosas globales. Alguien que estuviera decidido a pensar la acción como falta podría hacerlo de todas formas (‘ah, es que le faltaba la expresión, sin bailar o sin crear, estaría `imperfecto’, luego había una falta que resolver’). Lo mismo pasa con la idea de acción racional, que llevada a su extremo puede convertir a cualquier acción posible en una muestra de racionalidad; y así con otros ejemplos. El argumento es más sencillo: Es que pensar esto desde el paradigma de la falta no es la forma más natural de acercarse a estas situaciones, y que lleva a pasar por alto lo que nos interesaba remarcar: el carácter activo de la felicidad.

La aparición del Canto. Purgatorio II.

In exitu Israël de Aegypto

cantavan tutti insieme ad una voce

con quanto di quel salmo è poscia scripto (Purgatorio, Canto II, vv 46-8)

Casi al inicio del Purgatorio, cuando llegan las almas transportadas a la playa del monte del Purgatorio, ellas cantan. Y eso es un cambio radical en relación con lo que sucede en el Infierno.

En el Infierno, claro, se grita, se reclama; se puede hablar (y el Cántico está lleno de conversaciones entre las almas sufrientes y Dante). Lo que no sucede es lo que aparece de súbito al inicio del Purgatorio y nos muestra con claridad que estamos en otro lugar (aun cuando en el Purgatorio también esté lleno de castigo).

El Purgatorio se abre con una experiencia colectiva de alegría. Las almas cantan y se encuentran. Y esas dos cosas, la aparición de la alegría y la aparición de una experiencia colectiva, marcan el fin del infierno.

Las veces que he leído la Comedia siempre me genera la misma impresión. El Infierno, por diseño, es invivible -un lugar de dolor sin término. El Paraíso también termina siendo, al final, invivible, un lugar donde no hay nada que hacer aparte de la contemplación al divino bien no es adecuado para seres humanos (para los finitos seres humanos). El Purgatorio, a pesar del dolor que hay en él, actividad dirigida a un fin, actividad que se realiza con otros en fraterna cooperación, es -en realidad- el mejor lugar de los tres que establece la Comedia para una humana existencia

¿El desprecio al infierno? La Aparición de Farinata, Infierno. X

El terceto es famoso, o al menos es de los que genera una impresión importante:

Io avea già il mio viso nel suo fitto;

ed el s’ergea col petto e con la fronte

com’ avesse l’inferno a gran dispitto (Infierno, Canto X, vv. 33-5)

Farinata degli Uberti, que está en el sexto círculo, con los heréticos (por negar la inmortalidad del alma), había sido un líder político florentino en vida (del partido opuesto al de Dante), por el cual Dante ya había preguntado, se muestra ante los visitantes. Y su primera, y habrá que reconocerlo, inolvidable impresión es la de un sujeto orgulloso que en el mismo infierno mira a éste mismo con desdén y desprecio.

Los comentaristas de mi edición (Giovanni Fallani y Silvio Zennaro, Newton Compton editori) mencionan que teológicamente la idea que un condenado se alce con desdén frente al infierno, donde está castigado, no tiene mucho sentido. Eso sería lo que retrata a Farinata, que incluso en el infierno, castigado por su incredulidad en vida, aparece manteniendo esa actitud.

Y sin embargo, queda la impresión: de alguien de una nobleza tal que incluso en el infierno no la pierda, que sigue dispuesto a mirar con desdén el mal infernal. Aunque sea alguien cuya evaluación es negativa (al fin, es en el infierno donde se lo ha ubicado), pero quien de todas formas no puede aparecer como pura negatividad.

Farinata (Francesca en el Canto V es similar, y no por nada son personajes que quedan en la memoria) siguen como condenados apegados a lo que los condenó y ello se muestra en el lenguaje que se usa en cada caso: A la lujuria amorosa en Francesca (y el dulce lenguaje del canto V) a la soberbia de la negación de Dios (y el lenguaje más bien orgulloso de este canto) en Farinata. Ello asegura, si se quiere, la justicia del castigo (incluso castigados se mantienen en él) y, al mismo tiempo, los engrandece como personajes.

Casi siempre con razón, casi siempre mal leído. Las Reglas del Método de Durkheim

En Cinta de Moebio (68) se publicó mi artículo con reflexiones, y defensa, de Las Reglas de Durkheim. Pongamos pues el resumen:

La aproximación que Durkheim esboza en Las Reglas es en la actualidad más bien criticada: sería una visión conservadora, que olvida la importancia de los agentes y una sociología de lo social que solo observa el orden establecido. Sin embargo, una lectura atenta de Las Reglas muestra que sus afirmaciones básicas -qué es un hecho social, que debe ser visto como una cosa, y que debe buscarse su explicación a través de otros hechos sociales- son correctas y pueden integrar los elementos válidos de las críticas realizadas. Detrás del rechazo a Durkheim aparece el rechazo a una afirmación radical de Las Reglas que nos resulta más bien intolerable: que la imposición es parte natural de la vida social.

El último punto es crucial. Varias de las críticas realizadas a Las Reglas yerran el blanco: Acusan a Durkheim de cosas que no están en el texto como tal. Lo que no yerran es en la reacción al tenor de Las Reglas: un texto que está escrito bajo un rechazo, una refutación de la contraposición en la vida social entre lo natural y lo impuesto. Ese rechazo es irritante para los modernos, va en contra de unos deseos y utopías mas básicos, y es eso lo que está detrás del rechazo a Durkheim. Y sin embargo, Émile tiene razón en ello.

El link aquí.

Proyectos Intelectuales (VIII) Tratado sobre la construcción de los procesos sociales elementales

De los proyectos sociológicos este es, diría, el de mayor envergadura. En todo caso, es en cierta medida paralelo al del Curso de Sociología Fundamental: Es la misma idea que una tarea teórica central de la sociología es dar cuenta de las dinámicas y de los procesos de múltiples entidades que tienen que darse como dadas para que funcione cualquier explicación del mundo social. Sea lo que sea que queramos describir o explicar, usaremos una serie de procesos para ello. Ahora bien, hay que dar cuenta de esos procesos. Si decimos que las identidades sociales son relevantes para explicar X, o que a través de las interacciones repetidas ocurre tal cosa, o que hay ciertas representaciones más o menos expandidas, en cada caso hay que dar cuenta de que permite que ocurran cosas como identidades, interacciones o representaciones; y se requieren analizar los procesos que las forman y las modifican.

Si en el proyecto de Curso de Sociología Fundamental la idea era exponer los principales ideas y resultados existentes, y la tarea del proyecto es ordenar; en este proyecto la idea es desarrollar las propias ideas al respecto (por algo, entonces, la presuntuosa palabra ‘tratado’ en el título).

Parte I. Fundamentos

  • Sección 1. Distinguir
  • Sección 2. Interactuar y comunicar
  • Sección 3. Aprender y preferir
  • Sección 4. Capacidades limitadas universales
  • Sección 5. La producción de la unidad del actor

Parte II. Interacciones

  • Sección 6. La permanente omnipresencia de la interacción
  • Sección 7. La incontrolabilidad fundamental de la vida social
  • Sección 8. La orientación al acuerdo y sus límites
  • Sección 9. Diversidad en la coordinación
  • Sección 10. Los costos del éxito interaccional

Parte III. Órdenes Sociales

  • Sección 11. Las modalidades del orden interaccional
  • Sección 12. Construir y mantener relaciones
  • Sección 13. Relaciones sociales simples y complejas, y su entramado global
  • Sección 14. La incerteza del poder
  • Sección 15. La ausencia de autoestabilidad de las redes sociales
  • Sección 16. La delimitación de prácticas sociales
  • Sección 17. La imposibilidad de evitar que se generen prácticas sociales
  • Sección 18. La imposibilidad de garantizar la estabilidad de las prácticas sociales
  • Sección 19. Diversas modalidades de conformación de prácticas
  • Sección 20. La generación de categorías
  • Sección 21. La auto-observación de categorías sociales
  • Sección 22. La construcción de actores sociales

Parte IV. Agregados

  • Sección 23. Prácticas y modalidades de coordinación
  • Sección 24. La co-construcción de redes y prácticas
  • Sección 25. Prácticas e identidades
  • Sección 26. La independencia entre prácticas
  • Sección 27. La incoherencia de los agregados
  • Sección 28. Estabilidad en condiciones de cambio
  • Sección 29. Transformaciones bajo continuidad de órdenes

Postludio.

NOTA. Una primera versión de estas ideas teóricas está de hecho en mi tesis de doctorado. Sin embargo, esa redacción requiere cambios mayores. La estructura de secciones sintetiza lo que creo son las principales afirmaciones de la teoría -siendo la idea que cada una de ellas dé cuenta de una aseveración fundamental de la aproximación.