La reacción a la pérdida de incertidumbre en el Libro el Desasosiego de Pessoa

Pero el criticismo frustrado de nuestros padres, si nos legó la imposibilidad de ser cristianos, no nos legó la satisfacción de poseerla; si nos legó la falta de fe en las fórmulas morales establecidas, no nos legó la indiferencia ante la moral y ante las reglas de vivir humanamente; si dejó en la incertidumbre el problema político, no dejó indiferente nuestro espíritu ante la posible solución de ese problema (Pessoa, Libro del Desasosiego, 175)

Hace un tiempo atrás escribí una entrada (link aquí) en que defendía la idea que la modernidad era, como experiencia, un acostumbrarse -muy lento, paso a paso- a la falta de certidumbre. Justo hoy me topé con esta cita del Libro del Desasosiego que toca el mismo tema.

Pessoa escribe desde la generación posterior a los positivistas, a quienes ve como destruyendo todas las anteriores certezas. Los ve además como una generación segura, precisamente por esas certezas que destruían. La generación de Pessoa (que nace en 1888) es la que vive tras esa destrucción de certezas, y la vive como un trauma: Viven no habiendo perdido la búsqueda de esa certeza, siguen viviendo como si esas certezas fueran necesarias para dar sentido y dirección a la vida. En la perspectiva de esa generación si no hay ‘fórmulas morales establecidas’ no quedaría más que la indiferencia, a la que se resisten.

Lo que falta es la postura que la certeza no es necesaria: Que la opción de certeza o indiferencia, y todo el rechazo a ese dilema, no es tal; que se pueden tener creencias sin necesidad de tener certeza o seguridad. Una postura que se puede decir se ha vuelto más común con posterioridad.

Y sin embargo…

Uno puede notar que las generaciones posteriores a Pessoa recobraron las certidumbres. La modernidad de mediados de siglo XX entregaba, en cierto sentido, certezas (desde los estilos arquitectónicos a la fuerza de la historia en las que se basaba la cultura de izquierda). Y nuevamente nos encontramos, en su última parte, con otra generación que destruyó esas certezas (¿no era eso el posmodernismo? ¿la negación de todas las certezas de las tendencias modernistas del siglo XX?), y de nuevo entonces aparece el problema de la falta de certidumbre. También podría notar que la actitud de ‘la falta de certidumbre no es un problema real’ aparece casi al inicio del descubrimiento que las certezas no existen, está ya en David Hume. La idea que hay una trayectoria, lenta, de acostumbrarse a la incertidumbre no parece ser tan adecuada.

Tengo la impresión que el movimiento que describía en la entrada citada sigue siendo correcto: Que en una mirada de largo plazo lo que se observa es que la falta de incertidumbre produce menos problemas (como planteaba allí, no requerimos certezas ni teóricas ni metodológicas para dar los resultados científicos como correctos), pero lo que queda claro es que estamos ante un movimiento de larga duración, y que dicha trayectoria no es lineal: Hay repetidos ciclos de pérdida y búsqueda de certezas, incluso si cada ciclo es menos ‘cierto’ que los anteriores.

Los ciclos provienen que la incertidumbre es, finalmente, más tensionante; la certidumbre da claridad y tranquilidad. Esa necesidad no sólo hace que no pueda existir una dirección lineal de mayor acostumbramiento, sino hace posible que esa tendencia se quiebre. Al fin y al cabo, no sería la primera vez en la historia que a una cultura más escéptica sucede una que quiere y desea dogmatismo.

Las tendencias, incluso las de largo plazo, son eso, tendencias; no leyes que transiten hacia el futuro por caminos que ya podamos prever.

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