Consumo y crecimiento pre-industrial

Todo partio con la siguiente cita (sobre comunidades rurales en la Italia de inicios del Imperio en Roma)

This conspicuous consumption stimulated market production. The installation of mosaic floors and painted walls cost money. Arretine ceramics, lamps, glass, and even utilitarian pots were purchased goods. These were added to the cost of rent, animals, farm labor and equipment. Considerable amounts of cash or cahs equivalents had to be raised by the sale of farm products (Stephen Dyson, 1992, Community and Society in Roman Italy, Cambridge University Press: 141)

Que me acordó del argumento de De Vries sobre la revolución industriosa en la Europa de la Modernidad Temprana: que el desarrollo de diversos productos adquiribles en el mercado, hace que las familias aumenten su producción, y en particular pasen de la producción de sustentancia a la producción para el mercado. Esto hace que las familias, por eso lo de industriosa, aumenten su input, y De Vries enfatiza como eso implicaba la incorporación de la mujer y de los hijos a la producción.

Hay una cierta hipótesis sobre la importancia del consumo para la revolución industrial, que la revolución industrial fue acompañada (o hecha posible) por una revolución del consumo. Y que, bueno, era parte de las deficiencias y las limitaciones de los estudiosos no darse cuenta de la importancia del consumo. Otra muestra más de sesgo productivista.

Pero sí los ejemplos anteriores son correctos, entonces efectivamente el consumo no habría sido importante para la revolución industrial. Porque lo que nos dirían es que el consumo puede ser de hecho un aliciente para el crecimiento pero de ahí no se obtiene la conclusión buscada. En ambos casos, el consumo produciría crecimiento y mayor producción, el deseo por obtener bienes de consumo sería motivación suficiente, pero en ninguno de esos casos se obtuvo como resultado la revolución industrial.

En ese sentido, podemos observar que en ambos casos -y en las explicaciones de la importancia del consumo para la revolución industrial- se suele dar gran importancia a consumos suntuarios. Pero la revolución industrial fue sobre consumos básicos. La distinción entre suntuario y básico es socialmente construida, pero el caso es que los consumos de la revolución industrial fueron en categorías que esa misma sociedad pensaba como básico. Y la característica central de un consumo básico es que el aumento de su consumo no resulta extraño ni requiere explicación. En otras palabras, el deseo por tener mejores camisas no parece ser tan central como la capacidad de producir muchas camisas. Cuando se habla de ‘las sirenas del consumo’ (la frase la tomo de Hans-Joaquim Voth) para hablar de la importancia del consumo en la revolución industrial, se toma que los procesos relevantes ocurrieron en el nivel del consumo -en el nivel de generación de deseos por productos. Pero el tipo de productos de la revolución industrial no tiene su parte ‘interesante’ en esos deseos (que la propia sociedad da por sentados).

En otras palabras, la revolución industrial sigue estando al parecer en el mundo de la producción. Cuando requeriríamos consumo sería para explicar otros crecimientos. En particular, el crecimiento pre-industrial. Una cosa que tienen en común los dos casos citados al inicio de esta nota es que el consumo es el aliciente para que granjeros y agricultores salgan de la producción de subsistencia hacia el mercado. Es para romper con la autarquía, y generar una economía monetaria, que el consumo aparece como útil. De hecho otras teorías (por ejemplo, sobre el papel de impuestos en dinero) también se centran en el hecho de cómo quebrar con la autarquía de las unidades agrarias para formar una economía monetarizada. En otras palabras, el consumo sería relevante para explicar el crecimiento antes de la industrialización.

De las limitaciones de pensar la explicación social en términos de varianza explicada

Una de las formas normales en que uno puede evaluar la corrección e interés de modelos explicativos es usando la idea de varianza explicada. Un buen modelo es aquel que explica más la varianza. A lo más, si se hace la observación que un modelo que explica más varianza poniendo millones de variables no es mucho lo que sirve, uno podría decir que el mejor modelo es aquel que explica más varianza usando menos variables. Pero la idea sigue siendo evaluar explicaciones desde el punto de la varianza.

Y eso resulta insuficiente. La razón es muy sencilla: Una explicación de la varianza deja todavía el nivel absoluto fuera totalmente de la explicación. Y en varios casos lo que nos puede interesar, más que cuanto varía un parámetro determinado, es el nivel en el que se encuentra.

Pensemos en el siguiente ejemplo. Supongamos que cuando Becker planteaba que el delito se explica por factores racionales (en particular, por el costo asociado) tiene razón. Supongamos que cuando uno retruca que el delito no se puede explicar sólo por lo anterior -porque, digamos, independiente de los costos y beneficios mucha gente sencillamente no cometería un determinado delito (digamos, no se le ocurriría asesinar a alguien), también se tiene razón.

Uno bien podría decir que la cantidad de la población que puede cometer delitos se establece por factores sociales y culturales. Y para el resto de la población, la decisión de cometer o no cometer un delito se toma en función de los costos y beneficios. En este modelo, es importante hacer notar que prácticamente toda la variación se puede explicar a la Becker, pero la explicación seguiría siendo incompleta.

No tengo la menor idea de si la idea anterior es correcta empíricamente -aunque resulta algo plausible. Pero si nos muestra que un modelo de explicación basado en sólo explicar la varianza resulta insuficiente. Eso sí, es más fácil, nos basta establecer que tales variables están asociadas en sus movimientos para pensar que hemos explicado todo lo que hay que explicar.

Maravilla de maravilla: De liberación en el curso de metodología

A veces los alumnos son enervantes. Sólo hoy se les ocurrió decirme que las cosas que estábamos viendo en metodología ya las habían visto y porqué no nos centrábamos en diseño de instrumentos.

Y entonces la reacción: ¡Viva! ¡Maravilla de maravillas!

En un solo acto, se solucionan todos mis problemas con el curso. No paso nada de las cosas estándar de metodología, ‘el libro’, que son las cosas que no me parecen relevantes, en las que no creo y que sólo estaba pasando porque creo que alguna vez se tiene que pasar el libro. Pero el libro ya había sido pasado.

Así que la idea es dedicarse a las cosas que son de interés, cómo efectivamente se construye un cuestionario, donde claramente el libro no es mucho lo que aporta y lo que interesa es la práctica efectiva.

Las cosas de diseño o de muestra se pueden reducir, entonces, a repasar lo mínimo y aprovechar de pasar los énfasis que me interesan. Por ejemplo, no dedicarse a perder tiempo en muestra aleatoria, estratificada, cálculo de error muestra. Pero dedicarse a los problemas reales de cómo se extrae la muestra, cómo consigo aleatoriedad en muestras telefónicas, temas reales de ponderación etc.

No habiendo sido esta una semana muy agradable en general, al menos eso estuvo bien.

¿Qué debería saber un sociólogo?

El otro día conversando con un amigo discutimos el tema de qué es lo que un sociólogo debiera saber. Y en principio defendí la idea que establecer un corpus de conocimiento era hacer violencia a la disciplina. Los sociólogos están de acuerdo en ninguna afirmación y en términos de quehaceres hacen cosas muy distintas que no comparten muchos conocimientos. En otras palabras, conozco personas que se dedican a la sociología, que saben y hacen muy pocas cosas en común -si algo-, y que realizan un trabajo más bien digno.

De hecho, las únicas afirmaciones que casi todos los sociólogos comparten son muy básicas y muy poco positivas -en el sentido de plantear cosas específicas sobre el mundo. Compartimos en general un rechazo al utilitarismo y la idea que en casi cualquier cosa es importante reconocer la influencia de la sociedad. No es mucho para establecer un corpus de conocimiento mínimo.

Pero asumiendo que se da esa violencia, entonces lo único que se me ocurre que podría ocupar un lugar mínimo de conocimiento y de práctica es la encuesta. Esto hay que entenderlo bien: Primero, que no es uno el que decide de por sí esos conocimientos mínimos, la sociedad tiene una cierta idea del sociólogo -de lo que debiera poder hacer- y está en relación con la encuesta. Segundo, lo anterior no implica que los sociólogos efectivamente deban trabajar en encuestas o que las encuestas sean más centrales en la disciplina. Del mismo modo que uno supone que un abogado debiera saber algo de civil y penal, aun cuando nunca trabaje en esos ámbitos, y haya mucha práctica del derecho que no tiene nada que ver con lo anterior.

Pero que todo sociólogo debiera ser capaz de diseñar un proyecto de encuesta, una muestra y un cuestionario y hacer un informe de los resultados parece ser algo que efectivamente podría exigirsele a un sociólogo.

Al menos a mí, no se me ocurre ninguna otra cosa que pueda resultar razonable como exigencia.

Sobre una asimetría básica en la interacción

Por otro motivo, al final es siempre por otro motivo, estaba releyendo Structures of Social Action (1984, Cambridge University Press), y en particular un artículo sobre el aplauso (Public Speaking and Audience Response, J. Maxwell Atkinson) que me acordó de otro artículo que había leído sobre el abucheo (Booing: The Anatomy of a Disaffiliative Response, en el American Sociological Review, 1993), que me volvió a hacer pensar en el tema de la diferencia entre apoyar y criticar en la interacción. En el mismo libro, un artículo de Anita Pomerantx (Agreeing and disagreeing with assesments) hacía el mismo punto.

En última instancia, el tema es que en la interacción uno puede encontrar siempre una distinción entre modalidades preferidas / no preferidas. ‘Preferred activities are normally performed directly and with little delay. Dispreferred activities, by contrast, are usually performed with delay between turns, are commonly delayed within turns, and are variously softened and made indirect’ (como lo resumen los editores del libro en la página 53).

Y lo que es notorio es que el acuerdo con el hablante es siempre la versión preferida. El desacuerdo (ya sea no estar de acuerdo con la posición, no aceptar una oferta de acción,no mantener el estado emocional que nos requiere el hablante) ocupa la versión no preferida. En otras palabras, hay una asimetría básica en la interacción, que está diseñada -por decirlo de alguna forma- para producir acuerdos. De hecho, en el artículo del abuceho se hacía notar que mientras el abucheo requería coordinación entre actores, el aplauso no (el aplauso resulta inmediato cuando hay señales que este es un punto para aplaudir): La producción de aplauso, mostrar acuerdo, era fácil de realizar; mientras que la producción de abucheo, mostrar desacuerdo, requería un monitoreo de otros.

Podemos resumir esa asimetría en la siguiente formulación:

El acuerdo no requiere explicación. El desacuerdo requiere justificación.

Y esto tiene que ver con un tema que ya Goffman había insistido: Que la vida social se basa en que los participantes mantienen una orientación cooperativa. Y por lo tanto, cuando aceptamos lo que dice otro actor sencillamente continuamos la interacción; mientras que el desacuerdo es tematizado y trabajado -hasta que quede claro que el desacuerdo no implica salirse de la orientación cooperativa. Y así por ejemplo, nuestras disculpas usualmente son del tipo ‘no puedo hacer lo que tu me planteas’ más que del ‘no quiero’. La mantención de la interacción requiere entonces de mantener la idea de un trabajo cooperativo conjunto.

Luhmann ha enfatizado en varias ocasiones la idea que el acuerdo no es central en la vida social (criticando a Habermas). Hace notar que el desacuerdo es parte de la interacción, que una de las alternativas es siempre ‘No’, y que de hecho la interacción puede continuar después de eso. Ahora, el punto es formal, y como todo punto formal ajeno a toda investigación real (*).

Porque aunque efectivamente la interacción continua tanto tras el acuerdo como con el desacuerdo, lo hace de forma distinta. Y en esa distinción se muestra una asimetría entre el mostrar acuerdo -que es la modalidad preferida de continuación- y el desacuerdo -que no lo es. La asimetría entre acuerdo y desacuerdo es una de las características fundamentales de la vida social.

(*) Que, lamentablemente, creo que Luhmann y la teoría de sistemas tiene la tendencia a hacer. 

De la perfección

Aunque los seres humanos somos, usualmente, bastante desastrosos, en algunas ocasiones nos acercamos a la perfección y a la plenitud. Cada quién sabrá en qué ocasiones tiene esas experiencias, pero yo al menos la tengo usualmente escuchando música. De las siguientes obras, que no sé si serán las mejores, o las que más me gustan, o las que escucho más recurrentemente, sí creo que muestran el espíritu humano, si se me permite una expresión tan cursi, en su mejor faceta..

Y después de expresiones algo ridículas sobre el asunto, pasemos a los que nos interesa (aunque continuemos con el tono beatífico). El listado de obras de manifiesta perfección y ostensible plenitud.

  • Byrd. In Nomine a 5. No 5. Son dos minutos solamente, pero entre los mejores 2 minutos posibles.
  • Bach. La Ofrenda Musical.
  • Bach. El Arte de la Fuga
  • Haydn. Las 7 Ultimas Palabras de Nuestro Señor en la Cruz.
  • Beethoven. El Cuarteto en La Menor, Op 132 -en particular, la Heilige Dankgesang. Acabándola de escuchar, no se si será el día o que, pero nunca deja de afectarme.
  • Beethoven. Cuarteto en Do sostenido Menor, Op 131
  • Beethoven. La Grosse Fuge.

La siguiente pieza no es, al revés que las anteriores, una declaración de perfección y plenitud, sino casi todo lo contrario. Pero, al mismo tiempo, resulta una manifestación tan precisa del desgarro que creo está al mismo nivel.

  • Schonberg. El Sobreviviente de Varsovia, Op 47.

Si todo lo que los seres humanos, en toda su existencia, hubiera hecho, hubiera sido crear las obras anteriores, creo que nos justificaría en algo. En esos pocos momentos de perfección, creo que mostramos que -en algunas gloriosas ocasiones- podemos ser mejores de lo que somos, y de los que nos merecemos.

Ya sé, cursi y todo, pero no por ello menos cierto -o al menos eso creo.

De la melancolía, la felicidad y lo transitorio.

Algo extraño tiene la música para conjunto de violas: No importa que sea lo que toquen, siempre suena profundamente melancólica. Uno empieza a escuchar una pieza por Byrd or Dowland, o peor un conjunto de ellas, y la capacidad para que produzcan melancolía es asombrosa (*).

Ahora, la melancolía, creo, es de todas las emociones relacionadas con el dolor, la más cercana a la felicidad. Nace, en un buen número de ocasiones, del reconocimiento -en medio de un momento de felicidad- que éste no será duradero, que toda felicidad pasará (como tears in the rain para citar a Blade Runner).

Y claro está, es un reconocimiento que todos enfrentamos alguna vez. Un reconocimiento que vuelve la felicidad sospechosa, sólo apta para quienes viven en la ilusión y no pueden mirar la vida tal como es. Pero esa sería, creo, una falsa conclusión.

Porque eso indicaría que las cosas solo valen por su duración, que aquello que es sólo de un momento, que es efímero, no vale mucho. Que, para recordar a los griegos, no digas de nadie que es feliz hasta el último momento. Pero las cosas no dejan de ser porque pasen sólo un momento. Incluso bien pudiera uno plantear que aquello que vale la pena, es aquellos que sería valioso aún cuando sólo durara un instante, y luego se perdiera.

Medir las cosas por la vara de la eternidad no parece adecuado para los seres humanos, para quienes la eternidad y lo permanente sólo son un concepto, y que lo que viven, y lo que es valioso, es en esos momentos. Y por ello la melancolía no es tanto una condena de la felicidad, como el reconocimiento de su carácter.

(*) En Youtube no encontré mucho sobre Byrd, pero he aquí este link a un grupo amateur que toca la Fantasía a 4. Y sobre Dowland, del mismo grupo amateur tenemos las Lachrimae Antiquae:

Explicar por lo social y explicar lo social

Este fin de semana acompañé a Catalán a una clase de un Magister de Innovación que tiene la Adolfo Ibañez. En la clase la idea era trabajar los temas de los aspectos sociales del consumo como aporte para la innovación.

Entonces, para defender la idea que el consumo se ha de entender culturalmente, Catalán declaro que era la sociedad y la cultura la que establecía los significados de un vaso por ejemplo. Y que los bienes no se entendían sin la cultura. Ahora, lo que me parece interesante no es tanto lo anterior (que hay significados asociados a un objeto), sino la misma afirmación pero a la inversa: Que el vaso sirve para establecer significados en la sociedad. Que es lo que finalmente Mary Douglas plantea, que los bienes estabilizan los significados en la sociedad, no que la sociedad pone significados en los bienes.

La inversión en todo caso me parece que esto es sintomático de una tendencia más general en las ciencias sociales. Lo que siempre nos interesa defender es la idea que X se debe explicar / comprender por la sociedad. Ahora, esto es un argumento defensivo: Es la forma en que mostramos que lo que estudiamos es relevante. Pero no es la forma en que estudiamos lo que nos interesa. En otras palabras, lo que nos debiera interesar es cómo se explica / comprende la sociedad, y X como parte de eso.

Porque si no, no avanzamos nunca en el estudio de lo social. En algún sentido, nunca hemos seguido la idea de Durkheim de estudiar lo social. Centrados en discutir si los hechos sociales son cosas o no, olvidamos la otra parte de la idea: que lo que nos debiera interesar son los procesos sociales como tales, no solo como ellos afectan otras cosas.

De los problemas al pasar Metodología

¿Como pasa uno un curso de Metodología -que implica necesariamente hablar en generalidades (porque no se pueden pasar todos los asuntos específicos) y que implica hablar teorícamente (de lo que es, ante todo, una práctica)?

En particular, cuando uno cree, y cada día lo creo más aún, que:

  1. No hay tal cosa como un saber metodológico separado del saber de la disciplina. Que la mitad de nuestros males en investigación se debe a esa separación. Que tener expertos en metodología que no son investigadores (destacados) en un área es un desastre. Lejanos están los tiempos cuando los que hablaban de metodología eran los exponentes más destacados de la disciplina (cuando eran los Weber o los Durkheim quienes se preocupaban del tema). Cuando la discusión conceptual y de conocimiento sustantivo es la que sustenta la preocupación técnica (de herramientas), y de hecho la realizan los mismos -que es lo que creo opera, por ejemplo, en análisis de redes-, es cuando la metodología tiene sentido.
  2. La mitad de lo que se dice en manuales (incluso en los más decentes) no tiene mucho sentido. Al fin y al cabo, nadie aprendió a investigar leyendo manuales. Y porque incluso las más sensatas de las reglas tienen buenas excepciones (¿y cómo uno puede obtener un sentido de cuando superar y saltarse las reglas más que realizando estudios?). Por ejemplo, y sorry Asún, una recomendación usual al plantear preguntas de investigación es delimitarlas, que una pregunta del tipo ¿cuáles son las verdaderas causas del fenómeno X no sirve? Y claro, tiene sentido, una investigación de ese tipo en realidad es compleja y resulta más fácil hacer algo mas delimitado (porque de una pregunta delimitada, uno puede hacer más fácilmente objetivos y saber lo que uno tiene que hacer). Pero uno de los estudios más importantes sobre el tema de las revoluciones -States and Social Revolutions (1979) de Theda Skocpol- precisamente se plantea como pregunta una de esas generales y abstractas y sin límites: ¿Cuáles son las condiciones necesarias y suficientes para que se produzca una revolución? El texto es interesante precisamente porque no cumple con la sensata regla.
  3. Que, al fin y al cabo, de un estudio se perdona los problemas metodológicos (digamos, se le perdono al PNUD que las primeras versiones del IDH fueran un desastre en términos estadísticos -que ni siquiera permitieran comparar sus resultados año a año; se le perdonó a Millgram que el ‘experimento’ sobre el mundo pequeño fuera tan sesgado como fuera posible. Y todo porque los resultados son interesantes. Pero, ¿como decir eso sin que quede la impresión que la metodología sí importa? ¿Que se les perdonó porque los investigadores creyeron que mejorando la metodología ese camino tenía sentido? ¿O porque nadie es tan riguroso cuando se está en nuevos lugares? Pero, claro está, la relación entre el rigor y el resultado de interés, y como lograr la mejor combinación es algo que sólo se puede aprender en la práctica.

En otras palabras, ¿como se pasa metodología cuando uno cree que, aunque tener buenas herramientas es más o menos indispensable, la mitad del material de un curso de metodología no sirve?

Hasta ahora he seguido, un poco, y no sé si será tan útil, la noción de Wittgenstein al final del Tractatus: Cuando llega al final y declara que las afirmaciones del libro no tienen mucho sentido, plantea que servian como escalera: Para poder subir a un lugar desde el cual ya no son necesarias. Lo mismo sería válido para la metodología. Esperemos.

Sobre los grandes chilenos

No la más profunda de mis reflexiones, aunque tiene la ventaja de no centrar la discusión del programa en el tema de Allende. Porque, ¿qué tiene de raro que personas con sensibilidad de izquierda elijan a una persona que realiza un sacrificio como gran chileno?

En realidad, mi pregunta era otra. ¿Por qué está Lautaro? Porque claramente Lautaro es un gran mapuche, no es poca cosa ganar las batallas que ganó y hacer lo que hizo, pero ¿gran chileno?

La sociedad y el estado chileno se construyen, finalmente, sobre los que combatieron contra Lautaro. La sociedad chilena es heredera de los que fundaron Santiago y Concepción, no de los que lo atacaron. Si Lautaro hubiera sido plenamente exitoso, no habría Chile. Quemar Concepción no es algo que se haga por que sí, se hace para expulsar a los españoles.

La sociedad chilena -como toda sociedad latinoamericana- es una sociedad mestiza y todo; pero el caso es que los grupos dominantes sabemos quienes fueron. Y las instituciones son herederas, continuan con la historia, de instituciones coloniales. Todas nuestras instituciones (desde la hacienda en adelante) no provienen de una simple mezcla entre lo español y lo indígena, son producto de la instauración de lo español sobre lo indígena (que como toda instauración se adapta y todo, pero no hay que confundir adaptaciones con mezclas).

En otras palabras, efectivamente los mapuches no son parte de la cultura (y nación chilena). Son otra sociedad y otro grupo (*)

(*) Dado que en mi humilde opinión, el estado debiera salir del negocio de reconocer naciones, pueblos y grupos culturales, en ese sentido nada peor que el estado-nación en realidad, esto no implica que uno acepte la idea que el estado ha de reconocer la existencia de diversos pueblos. En ultima instancia, no debiera reconocer ni siquiera la existencia de uno.