Una nota sobre la proyección de los grupos bajos

Se me hizo notar el otro día que había un problema con mi comentario sobre el PNUD y su olvido de la vocación proyectiva de los sectores bajos: Que el proyecto de los grupos bajos (educar a sus hijos) no parece tan ‘proyecto’. Al fin y al cabo, los sectores medios también lo hacen. Y si es por ‘subjetividad’. ¿no sería el proyecto de los indigentes el conseguir dinero para el día? Básicamente, que el argumento usado lo que hace es quitar a la idea de proyecto toda utilidad.

Ahora, creo que el argumento no es suficiente. Porque el tema es que para los grupos bajos el educar a sus hijos (el darles la mejor educación) es un proyecto porque es algo difícil, que requiere planificar y programarse, que si no se planifica lo más probable es que no resulte. O sea, es algo posible que requiere esfuerzo. Para los sectores medios, la educación de los hijos no es proyecto porque, finalmente, no es un tema, no es algo que se ponga en duda. Por algo en los grupos medios, al preguntarsele por proyectos el tema de educación no aparece. Lo que constituye proyecto (algo complejo que depende de una buena organización para que pueda suceder) depende de las circunstancias. Para mí varias cosas son proyectos que para alguien en una situación económica más acomodada (digamos Piñera) no requiere de proyecto, es algo cuya factibilidad sería obvia.

Y esa es la diferencia entre los grupos bajos y medios. Los sectores medios se moverían entre lo que se da por descontado y lo imposible. No hay lugar para un proyecto, y menos para proyectos que logren orientar la propia vida. Los grupos bajos tienen, aparte de lo que se da por descontado (i.e que no se morirán de hambre) y lo imposible, el espacio de los proyectos: lo que s es posible de lograr si uno se planifica para ello. Y eso sería lo que habría olvidado el PNUD.

A propósito de los proyectos y ese tipo de cosas, o del informe PNUD del 2004

A propósito de una conversación del otro día -en la que la perdida de mi tradición personal de criticar los informes del PNUD fue hecha notar- procederé a hacer su continuación.

Y de hecho a discutir que el informe del poder del PNUD no hace uso (o no hace uso suficiente, seamos más sensatos en la crítica) de uno de los hallazgos más interesantes. Parte de los estudios de base del informe fue, como siempre, un estudio de grupos de discusión (realizados por la Universidad de Chile, bajo la dirección de Manuel Canales, estudio en el que participé).

Ahora, uno de los temas más interesantes decía relación con la postura de los diferentes grupos sociales con respecto al tema de sus proyectos. Porque el caso es que el grupo más ‘proyectado’ eran los pobres. Los únicos que además de sueños e ideas tenían un proyecto. Un proyecto que funcionaba como proyecto tanto en el sentido de:

  1. No ser solamente una expresión de deseo (‘me gustaría hacer esto’) sino implicando planificación y acciones específicas (‘estoy es lo que hay que hacer’)
  2. Basarse en un fuerte sentido ‘realista’ de las limitaciones y posibilidades. El proyecto se asume como difícil, con diversos peligros a la mano, pero en esencia realizable.

En ese sentido, los pobres estaban plenamente en el mundo del proyecto, en el mundo de lo posible. Los grupos medios, a lo más, estaban en el mundo del deseo (‘sería tan bueno hacer esto’) pero nunca con la capacidad de ordenar la propia vida que implica tener un proyecto.

Por cierto, el proyecto de los grupos pobres era bien claro y universal: la educación de sus hijos. He ahí lo que funciona como principio ordenador de sus actividades.

Pero el informe, aunque algo reconoce de lo anterior, no lo destaca lo suficiente, prefiriéndose centrarse, en mi impresión, a las dificultades de proyección de los grupos bajos. O sea, a decir -nuevamente- que los grupos de menores ingresos están en una posición compleja y vulnerable. Pero eso lo sabemos, lo interesante era destacar lo otro.

En cualquier caso, el mundo está lleno de oportunidades desaprovechadas. Una más no cambiará profundamente las cosas.

Acerca de lo conservador de los chilenos

Este fin de semana -de largas inauguraciones presidenciales- Carlos Peña publicó un artículo en El Mercurio acerca de lo conservador de los Chilenos. Para ser precisos, acerca de lo poco conservador que somos. Una ‘acusación’ de la que Peña quiere salvarnos (porque, claramente, ser conservador es mala fama, como nos dice Peña al final del artículo).

Y Peña nos dice que los chilenos no son conservadores porque: ‘Si nos atenemos a los datos -la tosca y fea realidad- la verdad es que de conservadores los chilenos tenemos poco. Por el contrario, la evidencia disponible muestra que hace tiempo dejamos de orientar nuestra vida por el ayer y por la tradición (que es, detalles más o menos, como la literatura define una actitud conservadora).’ Porque la familia es más pequeña, el matrimonio es menos estable, la sexualidad no está atada al matrimonio y muchas cosas más. Y todo ello ‘-hay que subrayarlo- se ha normalizado. Ya no merece repulsa social’

Supongo que nadie que piense que Chile es conservador -una opinión que no sólo es compartida por ‘foráneos’ a los que hay que explicarles como funciona nuestro país- no sabrá que esas cosas pasan en Chile. Y por tanto uno podría concluir prontamente que no es por ello que se plantea que Chile es un país conservador.

Veamos la siguiente cita -que me dice que Peña vive en otro país: ‘Ser gay ya no es una conducta vergonzante y hace poco vimos, sin ningún escándalo, a una madre lesbiana reclamar el derecho a educar a sus hijos’ He de decir que debe ser una novedad para muchos homosexuales saber que no es una conducta vergonzante, y que los chilenos dejamos de ser homofóbicos. No habrá que confundir el hecho que no es de rigor decir que son una abominación con el que sean aceptados como personas normales. Y recuerdo bastante bien que, incluso en ámbitos supuestamente ‘progresistas’ el tema de la madre lesbiana resultó bien complejo.

O nos dice que el parentesco es casi electivo. En lo que creo es una mala lectura de lo que pasa en las familias ‘quebradas’ con multitudes de parientes. Porque, desde el punto de vista de los hijos, lo que pasa es una expansión de la familia, no una elección: Ahora usted tiene dos conjuntos de tíos no uno. Peña nos dice que ‘el parentesco se hace casi electivo y en una vida humana no es raro encontrarse con dos o tres vínculos’ por lo que me parece que está pensando como figura central del parentesco en la pareja. Las familias chilenas nunca se han organizado en torno a la pareja, ese nunca ha sido el eje central. El tema central era (y es) la relación madre-hijo. Y desde ese punto de vista, siguen siendo tan poco electivas, y valoradas precisamente porque no lo son, como siempre.

Las dos disquisiciones anteriores lo que nos muestran es, fundamentalmente, el hecho que los liberales en Chile en realidad no tienen mucha idea de como funciona la sociedad (en lo que creo están acompañados por casi todo el mundo, porque a pesar de tener muchos sociólogos, la sociedad chilena no es muy conocida).

En cualquier caso, el tema central es que -sencillamente- los atributos de conservador y liberal que usa la discusión de la elite publica no tienen ninguna aplicación a la sociedad chilena. Los chilenos no son conservadores, tampoco son liberales, y menos están en el medio. Sencillamente la distinción no tiene sentido. Y eso es lo que se olvida, y muestra que no se conoce muy bien como funciona nuestra sociedad.

Pensemos en los homosexuales, en los embarazos adolescentes, en las parejas separadas. Todo estudio en el que he participado me indica que los chilenos (digamos, el pueblo al menos) siempre usan el mismo esquema mental:

  1. He aquí que tenemos un problema
  2. He aquí que dedicarnos a la monserga moral es una pérdida de tiempo, porque no nos soluciona el problema concreto
  3. Bueno, ¿que hacemos para solucionarlo?

Los chilenos, es cierto, puede que no usen la ‘tradición’ en la forma en que enfrentan estas situaciones. Lo cierto es que tampoco hablan de ‘derechos’ o de ‘libertades’. Usan una aproximación concreta de algo que ven como un problema.

Ahora, y con esto volvemos a porque los chilenos se ven a sí mismos y son vistos como conservadores, el esquema que hace que todas estas cosas sean problemas, el mundo que se asume como ‘ideal’ corresponde a una visión tradicional. Es cierto que los padres pueden llegar a asumir que su hijo sea homosexual. El caso es que claramente preferirían que no lo fuera. Es posible que los parentescos son ‘casi electivos’, el caso es que no se desea que sea así.

El modelo que tienen los chilenos de la buena vida sigue siendo tradicional, a pesar de que vean que el modelo no es muy asequible. No por nada, y esto es para mí una muestra muy clara de la fuerza del conservadurismo, los valores conservadores y tradicionales no son los valores tradicionales y conservadores, son ‘los valores’.

En cualquier caso, no debiera extrañar que, en una sociedad tan segregada como la chilena, las elites hablen en un idioma que es, francamente, inentendible para el resto de la población.

Un par de notas sobre los ’emprendedores’ en Chile

Algún día voy a ocupar este blog para armar una lista de mitos sobre nuestro pobre país, pero por ahora bastará con discutir las cosas que se dicen sobre el sentido emprendedor en Chile.

Lo primero, es que el fenómeno está sobredimensionado. Se tiende a pensar con respecto a todas las gentes de la PYME (o de las microempresas) como emprendedores. Y creo que ese no es el asunto ni una buena descripción. Porque lo que lleva a las personas en Chile a dejar de ser ’empleados’ y a buscárselas no es un sentido del emprendimiento. No es una búsqueda de ‘crear cosas’ y todo eso que se dice al respecto.

Creo que es algo mucho más simple: El chileno trabaja independiente o en su propio negocio por un deseo de no tener un jefe. Algo que puede estar acompañado de actitudes muy tradicionales (una alta valoración de tener dinero ‘todos los días’ más que esperar un sueldo; o una baja valoración sobre el aumento de ganancias). Como me pasó en un estudio en Pomaire, la principal ventaja de trabajar por la propia cuenta es que si uno no quiere trabajar un buen día, no lo hace. Un deseo de autonomía, no un ‘espíritu de superación’ es lo que está detrás del asunto. No tener quien pueda dar ordenes (y en eso, hay que decir que los chilenos son muy ‘clásicos’: el repudio de los viejos griegos al trabajo asalariado tiene la misma base de no recibir órdenes de otra persona).

El segundo punto tiene que ver con el hecho que se piensa que los indigentes en Chile lo que necesitan es que les enseñan a cómo ser buenos ’emprendedores’. Así que hay que capacitarlos. Ahora, después de participar en un estudio de historias de vida con estas personas, lo que queda más claro es que su problema no es de ‘capacitación’ o de actitudes. Si algo tienen de sobra es capacidad para pensar y ejecutar negocios.

Los problemas de sus negocios no es actitudinal, sino estructural: Los indigentes, sencillamente, están más propensos a sufrir desastres y los desastres son más terribles: Se enferman más (ellos mismos o sus familias), sus casas sufren de mayores desperfectos etc. Y, al no tener los recursos acumulados (propios o de familiares y/o amigos) de las clases medias, cada problema implica una caída sustantiva, es un problema de mucha mayor envergadura. Crisis que en una persona de clase media implican un ajuste pero nada más serio, en el caso de los indigentes implican una amenaza mucho más grave. He llegado a pensar que ser de clase media es, al final, tener la expectativa que ninguna crisis es tan grave.

En otras palabras, los problemas de los ’emprendedores’ indigentes no se soluciona mirando el problema desde la óptica del emprendimiento. Es un asunto que proviene de la estructura de las situaciones y oportunidades que los aquejan. Ahora, que la estructura tiene importancia no debiera sorprender, espero, a un sociólogo.

1598.

Supongo que no tiene nada de particular el hecho que la principal rebelión mapuche, la de mayores consecuencias -de hecho probablemente uno de los acontecimientos más importantes de la historia chilena- sea bastante desconocida. Mientras que casi todo el mundo conoce, al menos en grandes rasgos, lo sucedido con Lautaro, los acontecimientos de 1598 son prácticamente desconocidos.

Y el caso es que, en realidad, 1598 tiene consecuencias mucho más claras y relevantes. Porque, a final de cuentas, la rebelión de Lautaro es derrotada, y los españoles vuelven a instalarse en el territorio, fundan ciudades, distribuyen encomiendas, se reparten las tierras. Si esa rebelión hubiera sido la única (o la principal), no se recordaría mucho el asunto. O para decirlo de otra forma, estaría al mismo nivel que muchas rebeliones indígenas al inicio de la dominación colonial.

Al fin y al cabo, durante el siglo XVI la zona mapuche era la principal zona de colonización española: el centro económico y demográfico de la colonia. Lo que transforma -retrospectivamente- a Lautaro y en general la guerra de Arauco en aspectos centrales de la historia chilena es el abandono de la zona. Y ese abandono se produce en 1598. La Imperial, Santa Cruz, Angol, Valdivia, Villarrica, Osorno fueron destruidas y abandonadas (Chillán también sufrió destrucción pero resulto poblada con rapidez). O sea, se abandona el centro de la colonización y se establece la frontera en el Bío-Bío.

La importancia de 1598 se puede argumentar en lo que podría haber pasado de no haber rebelión (O para decirlo de otro modo, que no se desarrolla rebelión alguna que obliga a los españoles a abandonar el territorio). No sólo los asuntos indígenas podrían ser radicalmente diferentes si el centro del país estuviera en el territorio mapuche, sino que las características de la colonización española eran diferentes: En vez de un asentamiento disperso (casi sin pueblos entre Santiago y Concepción hasta entrado el siglo XVIII) uno más concentrado: Si bien llamar ciudades a los pueblos españoles es exagerado el caso es que la población española no se encontraba tan desperdigada como fue lo usual en la zona central. Y con todo lo que eso implica en términos sociales (en términos de socialización, interacción, relación con instituciones etc.) El que el centro demográfico y económico estuviera alejado del centro político también podría haber afectado el desarrollo social de la colonia. Y se podrían plantear otras cosas, pero por ahora bástenos con decir que no fue menor que la principal zona de colonización española en Chile fuere abandonada.

Ahora, el ejercicio de ‘que pudiera haber pasado si’ es sólo un ejercicio. Si Pelantaru, por decir algo, hubiera perdido Curalaba y Oñez de Loyola se hubiera mostrado tan eficaz como Alonso de Ribera, bueno quizás este texto en vez de hablar de 1598 hablaría de 1620. Pero si sirve para pensar lo que implicó esa rebelión y ese abandono del territorio español.

Lo que, a final de cuentas, viene a decir lo que habíamos planteado al inicio: Que la rebelión de 1598 es bastante menos conocida de lo que se debiera.