El control de los medios de reproducción

Los seres humanos como especie realizaron su revolución más profunda cuando adquirieron control de sus medios de sustentación material, de su reproducción continua en tanto individuos. En otras palabras cuando inventaron la agricultura y la ganadería y pasaron a producir su propio alimento.

Si bien los seres humanos no son los únicos seres vivos que producen su alimento y ni siquiera son los únicos animales que lo hacen (algunas especies de hormigas descubrieron la horticultura y la ganadería mucho tiempo ha); si son los únicos que produjeron ellos mismos esa capacidad a través actividad (i.e se inventaron como agricultores). Este cambio de nicho ecológico de la especie ha sido fundamental en su historia posterior, en el sentido de adquirir un mayor control sobre su propio hábitat -de crear su propio hábitat (y el de muchas otras especies que son parte del ecosistema humano).

En la actualidad los seres humanos están en proceso de realizar una revolución igual de radical, profundizando el control que adquieren sobre el mundo. Me refiero al control sobre los medios de reproducción como especie: de la reproducción biológica. Desde los más sencillos (control de natalidad) a medios más complejos (inseminación artificial) a presentes y futuros desarrollos (ingeniería genética o clonación, que cada día están más técnicamente cercanos) la reproducción dejó de ser un proceso puramente ‘biológico’, en que se sigue a la naturaleza humana, a ser un proceso bajo control, en que se cambia y crea dicha naturaleza. En alguna medida, un control sobre la reproducción siempre ha existido en las sociedades, y las mujeres han sido objeto de dicho control; pero éste control siempre ha actuado sobre las premisas biológicas de la reproducción, pero es la modificación de esas premisas la que está en juego en la actualidad. Hasta ahora, dado que la biología de la especie era algo dado, la naturaleza humana era un supuesto de la acción. Pero ya no lo es.

El control de los medios de reproducción, entonces, puede producir transformaciones tan radicales como lo hizo el control de los medios de sustentación. Por cierto, bajo control no se pretende decir transformaciones esperadas o conocidas, ni menos nos referimos a una disminución o control de los riesgos; más bien es precisamente porque está bajo el control de actores que lo inesperado y el riesgo resultan incluso mayores. Pero el que una especie decida sobre su propia naturaleza y reproducción es algo nuevo, y como la analogía con la agricultura lo muestra, implica una transformación radical.

Exploremos sólo una de estas dinámicas. La clonación es sólo una forma de reproducción asexual. Ahora, una especie que se reproduce asexualmente no requiere varones, cuya única utilidad es la de ser parte de la reproducción sexual (en principio, el sexo basal es el femenino). En la naturaleza, en general, las especies clonadas -en particular, las especies multicelulares clonadas- son relativamente escasas (y relativamente jóvenes, indicando una duración no muy extensa); y esto porque la uniformidad genética que produce tiende, finalmente, a ser contraproducente para el éxito de una especie. Pero una especie que adquiere el control de los medios de su propia reproducción bien podría generar una forma de producir variedad genética, de intercambio genético, sin reproducción sexual. Y por lo tanto, en ella la reproducción asexual podría funcionar sin sus problemas asociados sin necesidad de requerir dos sexos. Por lo tanto, la existencia de varones pasaría a ser una elección en vez de una necesidad de la especie. Los efectos de dicha circunstancia en las sociedades podrían ser, digamos, interesante.

NOTA: Esta reflexión nace de una conversación con un compañero de doctorado que está trabajando estos temas, y en particular la clonación, que ahora -porque está prohibida- parece tema esotérico pero que en realidad -porque su factibilidad técnica es muy cercana- no deja de estar entre las cosas que pueden cambiar radicalmente la sociedad, y con ella el estudio de lo social.

Cultura y Naturaleza

Entre las innumerables distinciones que nunca he sido completamente capaz de entender es toda la discusión sobre la importancia de lo cultural o social en contra de lo natural o biológico: Que tal conducta se explica por los genes o por la cultura es una de las formas algo habituales en los últimos años.

El caso es que la cultura es parte de la dotación biológica de los seres humanos: Sucede que somos una especie con capacidad para la comunicación simbólica y muchas otras cosas que nos permite tener culturas más o menos desarrolladas, y eso es parte de nuestra naturaleza biológica. En ese sentido, ¿cómo se puede hablar de oposición?

Para poner un ejemplo que creo es relativamente claro en torno a esta discusión pensemos en la alimentación. Por un lado, ¿qué más natural que la alimentación? Necesitamos tantas calorías, tantas proteínas, si no conseguimos vitamina C de nuestros alimentos nos da escorbuto y así con múltiples otras cosas. Por otro lado, ¿qué más cultural que la alimentación? Y no me refiero solamente a que distintas culturas tengan distintas cocinas, sino a cosas más básicas: Al fin y al cabo, en general comemos alimentos que han sido preparados con fuego. Preparar alimentos es una actividad profundamente cultural. En ese sentido, lo cultural y lo natural no se oponen, sino que están imbricados.

Otro ejemplo de imbricación: la capacidad de digerir leche como adultos. Eso corresponde a un cambio genético. Pero este cambio está asociado a un cambio cultural, social: la domesticación de los animales, que hizo que una mutación que permitiera la digestión de la leche fuera muy beneficiosa en las poblaciones que domesticaron ganado (y de hecho, surgió en poblaciones distintas).

En última instancia, el tema es que las consecuencias que tienen las características biológicas depende del contexto, del medio en que una población vive. Y en el caso de los seres humanos (y de hecho en otras especies) ese medio es social y cultural.

Por lo tanto, oponer lo biológico y lo social es algo que no tiene mucho sentido.