De porqué la racionalidad es un criterio inútil sobre la modernidad

‘For every year documented in the text, the exact number of animals is given according to the age categorias listed above [menores a un 1 año, 1 año, 2 años, 3 años, adultos]. The calculation of the expected deliverie of dairy products for each basis on teh basis of the number of animals in the preceding year is then recorded: for each adult cow 5 sìla of 2 dairy fat’ and 7 1/2 sìla of cheese was to be delivered’
‘The annual reproduction of cattle was fixed as a rule at an average rate of one newborn calf for every two adult cows. The gender distribution of the calvesd was also theoretical: the text exhibits a stric adherence to the sequence male-female, and so on. For years in which adult cows were registered in odd numbers, calving success was recorded by dividin this number by two and rounding the result to the next lower number’ (Archaic Bookkeeping, Nissen, Damerow y Englund, Chicago University Press, 1993: 100)

Ahora, no voy a plantear que este tipo de documento era muy común para la epoca. El libro citado hace mención que representa una rareza. Pero raro o no, representa algo que ya era posible en el tercer milenio AC. Y es un ejercicio extremo de tendencias que no eran tan raras en el tiempo de la III dinastía de Ur, al que corresponde el texto (aproximadamente 2.100 AC)

Y ¿cuáles son esas tendencias? Si uno se fija en el texto, notará que la única diferencia con una aproximación moderna es la falta de instrumental matemático. El ejercicio teórico de calcular la evolución futura del ganado no puede usar los elementos que nosotros usaríamos -no está disponible la estadística necesaria. De hecho, algunas de las características se entienden mejor con esa falta (el hecho que la ‘producción’ de terneros es anormalmente baja, que compensa los supuestos irreales del ejercicio).

Pero si uno obvia la falta de instrumental, lo que tenemos es un ejercicio teórico para planificar el manejo del ganado (en particular, que cantidades se puede esperar que hay que entregar de los productos derivados del ganado vacuno en cuestión). Y es, con todas sus limitaciones, un ejercicio sistemático, usando reglas claras y precisas. En otras palabras, es un ejercicio de racionalidad, de cálculo sin las herramientas modernas.

En lo que concierne a los aspectos sociales, el ejercicio se nos muestra como claramente una muestra de una burocracia racionalizante: La idea de planificación de los productos, el cálculo basado en reglas, un intento de establecer un ‘target’ teórico con el cual compararse, el hecho que un funcionario de la organización tenga como parte de sus tareas la de desarrollar un ejercicio sin aplicación práctica inmediata (i.e no es una tablilla de distribución de recursos, sino parte de una planificación de mediano y largo plazo). La organización que está detrás de ello aparece como plenamente racionalizada. Su única deficiencia es un aspecto técnico, no uno social.

Y como ello ocurre en el tercer milenio AC nos plantea que la racionalización como tal no es muy útil para pensar la modernidad. Al fin y al cabo, no hay que olvidar que cuando los europeos se modernizaron, su sociedad pasada era una muy atrasada en los términos contemporáneos de otras sociedades civilizadas. En otras palabras, pasaron -a riesgo de repetir leyendas negras sobre el pobre medioevo- de la barbarie a la modernidad sin pasar por la civilización. Y por tanto, en el ‘relato’ típico sociológico se pasan como parte de la modernidad cosas que toda sociedad civilizada ha conocido por mucho tiempo.

El nacimiento de la Modernidad

Fue cuando se empezaron a publicar revistas científicas:

La primera, el 5 de Enero de 1665 el Journal des sçavans por Denis de Sallo.

Luego, el 6 de Marzo las Philosophical Transactions of the Royal Society (que creo algo más importantes debido a su relación con una organización oficial). Por tanto, la decisión que ‘the Philosophical Transactions, to be composed by Mr. Oldenberg, be printed the first Monday of every month, if he have suficient matter to it, and that the tract be licensed… and the president be now desidered to license the first paper thereof’ me parece más crucial.

(Para una presentación de los orígenes puede ver en la web la siguiente página sobre el origen de las revistas científicas: Origin of the Scholarly Journal)

Ahora, ¿porque esto me parece interesante? Por algo que había mencionado en una entrada anterior, porque me parece que las sociedades modernas pueden caracterizarse por ser aquellas donde hay tanto organización científica y medios masivos (prensa en este caso). La revista científica, al reunir ambos principios de organización, es el momento de nacimiento de la modernidad.

Dije organización científica (y es porque creo que es el 6 de marzo la fecha más crucial). Porque la ciencia es una actividad pública y colectiva. En ese sentido, lo que diferencia a la academia científica moderna de otras formas disciplinarias es cómo se organiza: la importancia de la comunicación, de los seminarios y otras formas de reunirse. Una organización que no necesariamente es unificada (y antes de fundarse cosas como la Royal Society ya se hablaba del ‘invisible college’ que consistía en diversos académicos comunicándose entre sí) pero que implica una acción colectiva.

Sea como sea, estimo que el año 1655 tiene su importancia entonces.

De la modernidad de la Iglesia Católica

Si hay una posición que resulta relativamente común en lo que se suele denominar progresismo, es la idea que la Iglesia Católica es una institución retrograda y conservadora, una fiera enemiga de la modernidad. El caso es que si bien esto pudiera ser cierto en torno a las posiciones que toma la Iglesia, el caso es que el proceso social que está detrás no lo es para nada. Pero preocuparse centralmente por el contenido de las doctrinas para establecer modernidad no parece muy certero.

Una de las características más notorias de la Iglesia Católica es que, cualquier cosa que diga, proviene de un argumento -normalmente, bastante desarrollado. Argumentos que suelen tener buena coherencia interna porque provienen de un cuerpo básico doctrinal (y, de hecho, una ‘metodología’ argumentativa) coherente y racionalizada. El tomismo, digase lo que se diga de él, es un cuerpo coherente, y ha sido parte del ‘estilo’ del pensamiento católico durante sus cuantos siglos. En otras palabras, toda doctrina que aparece desde la Iglesia es una doctrina razonada.

Otra de las características es la generación de los argumentos doctrinales. Aunque quizás ahora lo es menos que anteriormente, la doctrina se elabora en concilios. Y un concilio es una organización colectiva donde lo que se hace es deliberar para alcanzar una decisión que es vinculante para la comunidad. Ahora, ¿una deliberación colectiva, o sea una discusión, una argumentación, no es -acaso- parte de lo que se supone es la modernidad? De hecho, la ciencia -que es una de las instituciones distintivas de la modernidad- definitivamente no funciona de un modo individual, sino precisamente mediante una discusión colectiva.

De hecho, tambien cabe mencionar que el catolicismo no ha sido una religión muy adepta al misticismo. Por cierto que existen místicos en la Iglesia, pero volviendo al ejemplo del tomismo: Una Iglesia que elige como base de su doctrina ese tipo de argumentación y que fue en el escolasticismo que encontró su estilo intelectual básico, ciertamente no ha tenido una aproximación muy fuerte al misticismo.

Ahora, un proceso colectivo de discusión razonada alejada del misticismo. Suena bastante moderno como estructura y como práctica. Y eso es, al fin y al cabo, lo importante.

De cómo definir las sociedades modernas

Todo esto partió, en realidad, hace algunos años atrás cuando partí con mi flamante proyecto de historia universal de las sociedades. Porque el tema era, entonces, ¿como se pueden identificar y definir las sociedades modernas?

Dado que muchos sociólogos piensan, de hecho, que la tarea de la sociología son las sociedades modernas, y que -aunque no piensen eso- la modernidad ha sido una de las tareas principales de la disciplina, uno pudiera pensar que a estas alturas habría una definición más o menos decente del asunto. Pero en realidad, al parecer no la hay. Porque la clásica y conocida postura de Weber se basa en un término tan poco claro y en un proceso tan amorfo como lo es la ‘racionalización’ (que como sabemos, puede decirse de múltiples maneras asi que no es mucho lo que sirve). Y entre versiones más modernas tenemos la de Wagner, que adolece de tratar el asunto como uno de un proyecto intelectual-cultural. Que bien puede ser interesante y todo eso, pero que nos deja fuera los cambios estructurales y de relaciones y de organización sociales. O podríamos tener a nuestros queridos sistémicos, y pensar con Luhmann que la modernidad es asunto de la diferenciación funcional de los sistemas. Que parece interesante y todo eso, hasta que -claro- esto de la diferenciación funcional no parece tan claro (Al fin y al cabo, ordenes de interacción coordinándose más o menos por su cuenta hay desde los romanos o los viejos sumerios: es lo que ha pasado con los precios durante mucho tiempo). O la versión de Giddens, que suena bastante decente en términos empíricos, pero que también no es claro que sobrepase la prueba empírica (que la disciplina –surveillance– sea un fenómeno moderno suena bastante bien, pero dudo que las legiones romanas -por decir cualquier cosa- no podrían haber sido descritas tal como Giddens, y Foucault detrás de él, describen a las formaciones militares del siglo XVII).

En suma, tenemos la intuición que las sociedades modernas son distintas, pero en que no queda nunca tan claro. Por ello, entonces aparece la primera hipótesis:

Hipótesis I: Que las sociedades modernas no implican ningún cambio sustancial en la organización social, sino una mera adaptación, un cambio de escala pero no de tipo en la organización social, frente a cambios que provienen de la base tecnológica (de hecho, energética) de las sociedades.

Mientras que el cambio que produce sociedades con estados, ciudades etc. es un cambio específicamente de la organización social (su base tecnológica y energética es la misma que sociedades que estaban muy felices organizadas a punta de aldeas, parentesco etc.), no es claro que así sean las sociedades modernas. Tenemos un cambio muy profundo en la base tecnológica (usando una cantidad y tipos de energía drásticamente diferentes a los usados con anterioridad), y quizás todos los cambios sociales sean una adaptación a lo que requiere esa nueva base: Que los cambios en la organización social -el desarrollo de la disciplina, la ampliación de ordenes que se coordinan como Luhmann dice que lo hacen los sistemas, las burocracias ‘modernas’ tales como la corporación etc.- no sean más que adaptaciones de principios organizativos ya conocidos que se expanden (ya se conocía la disciplina, ya había sistemas diferenciados, el principio de la burocracia).

Pero esa no es la única hipótesis, y no la que da titulo a este post:

Hipótesis II: Los principios sociales de la modernidad, los aspectos de organización social que son específicos a ella y que la definen como diferente a otras sociedades, son los medios de comunicación de masas y la comunidad científica.

La hipótesis tiene el elemento de ventaja que estos si son elementos exclusivos a las sociedades modernas: Los medios masivos -diarios, revistas, radio, televisión- si son relativamente nuevos, han usado diferentes bases técnicas (o sea, no dependen de una en particular). Y si implican un cambio en la forma en que circula la información, se organiza el poder político, se define el ámbito público (como Thompson ha dedicado casi toda su vida académica a demostrar). Al fin y al cabo, incluso hace emerger seudo-sujetos propios, como esa opinión pública que parece tan importante, y que solo se entiende a partir de los medios. Y la comunidad científica -o sea, no solamente el hecho que existan científicos, sino la forma en que se comunican, se organizan, se educan entre ellos, se reconocen y se adjudican méritos y establecen lo que es conocimientos, ese carácter tan individual y a la vez tan cooperativo de la actividad científica- también si parece ser exclusiva de la modernidad. Y si bien no todas las sociedades modernas son grandes productores de ciencia, si todas usan permanentemente sus resultados, y la tienen como conocimiento paradigmático.

O sea, ambas instituciones parecen poder delimitar relativamente bien lo que son las sociedades modernas.