Lo cualitativo es generalizable.

Entre las innumerables premisas del discurso sociológico vulgar (lo cual de inmediato me ha hecho pensar que debiera escribir un texto sobre eso) está la idea que las técnicas cualitativas no permiten generalizar. Que dicho por quienes se dedican a lo cuantitativo suena a ataque (‘vieron, lo cualitativo es limitado porque no permite generalizar’), y que dicho por quienes se dedican a lo cualitativo suena a excusa (‘pero bueno, no se trataba de eso; jamás lo ofrecimos’). Ahora, esa idea es profundamente errada.

Porque si se puede generalizar con lo cualitativo. Para entender la anterior afirmación primero hay que determinar que implica ‘generalizar’. Dado que obviamente en una investigación cualitativa o cuantitativa normal no estamos hablando ante pretensiones de leyes universales, estamos diciendo simplemente si nuestros resultados son aplicables a una población concreta.

Ahora, en la investigación cuantitativa muchas veces, y de manera muy automática, generalizamos a una población aún cuando no estén dadas las condiciones técnicas para ello: Todos sabemos que, en principio, no hay que generalizar una muestra por cuotas, pero regularmente lo hacemos. Por lo tanto, en principio si se aceptan los mismos pecados para lo cualitativo que para lo cuantitativo, entonces bien se pudiera generalizar desde lo cualitativo.

Pero lo anterior es débil, y bien pudiera plantearse que eso sólo debiera reafirmarnos en la convicción que la única manera de generalizar es mediante su buena muestra aleatoria. Lo que, por supuesto, no tiene sentido. Si vamos a usar una técnica cualitativa es porque nos interesan los significados. Y una razón muy sustancial por la cual los significado son relevantes es porque ellos están insertos en las prácticas de las personas -y que en un sentido muy básico, las conforman: las prácticas son inseparables de las distinciones que las estructuran. Y esto implica que esos significados son conocidos por los participantes, de otra forma la práctica no funcionaría.

Lo anterior tiene una consecuencia muy clara: Que los participantes de una práctica conocen los significados y distinciones que componen una práctica. Lo que implica que la indagación de los significados y distinciones de esos participantes es generalizable a la práctica. Puede que un participante no sea un informante válido, pero con sólo algunos debiéramos ser capaces de eliminar los sesgos provenientes de temas personales y adquirir los significados y distinciones de esa práctica. Pero lo cualitativo es generalizable: El resultado es válido para todos aquellos que participan de esa práctica

Y ahora vienen los caveat correspondientes: El argumento precedente se aplica a los significados y distinciones que componen una práctica: digamos, que todo aquél que juega al fútbol puede hacer la distinción arquero / otros jugadores y cuáles son las acciones que el arquero puede realizar. No se aplica a otros elementos necesariamente, como las valoraciones, a menos que estas sean parte de la práctica como tal. Y requiere personas que sean parte de la práctica, no digamos ‘aprendices’ de una práctica (quién está recién empezando a jugar ajedrez). Hay que tener cuidado también con los límites de la práctica -las reglas del fútbol no se aplican al futbolito. Pero bueno, todo siempre tiene sus precauciones, y las afirmaciones no pueden ser usadas más allá de donde pueden ser usadas.

Nada de eso quita que para el tipo de información que supuestamente buscamos cuando decidimos usar técnicas cualitativas, efectivamente se puede generalizar lo cualitativo.

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