Más allá de la acción como reacción. Otra crítica a la acción racional.

Por todas las limitaciones que tiene la perspectiva de la acción racional sigue siendo (y seguirá probablemente) parte del sentido común básico de las ciencias sociales y de las sociedades contemporáneas. Las razones de ello son en principio interesantes pero por ahora no las abordaremos. Aunque por supuesto es relevante que se mantenga como el sentido común teniendo tantas limitaciones y problemas.

En esta oportunidad nos centraremos en una de estas limitaciones. La racionalidad de la acción racional es, como sabido es, instrumental: Una relación medios-fines. Lo cual implica que, finalmente, siempre ha tenido problemas para pensar la acción expresiva. En otras palabras, tiene problemas para pensar en la acción que es fin como tal (o que es deseada o produce utilidad como tal, si se usa otro lenguaje). Las acciones se presumen realizadas para obtener algo que es distinta de ellas, y las acciones se eligen para maximizar ese algo. Pero cuando ese algo es una acción la situación se vuelve más compleja.

Hay, por supuestos, alternativas a este respecto. Una de ellas era la de Elster, que consistía en minimizar la relevancia de la acción expresiva (‘es menos común’). Otra es la hiper-heroica de aplicar el modelo a esa misma acción (insistiendo en separar la acción del disfrute asociado y por lo tanto permitiendo verla como medio, que en algún sentido era lo que hacía Becker). La situación no deja de ser relevante: Si los seres son racionales y maximizan algo, eso implica que en algún momento han de usar lo que maximizan. Y eso ya sería expresivo en cierto sentido. Si nunca se usa lo maximizado entonces, claro está, la acción racional como tal -y éste es un punto antiguo que ya hacía Weber- queda bajo el signo de la irracionalidad.

El caso es que a pesar de las dificultades, hay formas de incorporar la acción expresiva bajo la idea de la acción racional, y el número y habilidades de quienes siguen tal idea aseguran una diversidad de modelos para dar cuenta de lo anterior.

Lo que nos interesa es otro elemento, que subyace a la anterior discusión. La visión de la acción racional piensa la acción como emergiendo de la carencia: Es para obtener algo que al sujeto le falta (y como las necesidades son infinitas, siempre le falta algo) que se realiza algo. Un sujeto que, presumiblemente, tuviera todo lo que necesitare o desease nada haría. Y sin embargo, ¿es eso cierto? A veces tengo la sospecha, más bien, que la plenitud es activa: Que por puro ser, que por puro placer de desplegar lo que uno puede hacer es que uno hace las cosas (y que ello es, finalmente, el impulso creativo). Que imaginar la acción sólo como carencia es algo típico de una vida carenciada.

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