Contacto, conexión e integración. Sobre la constitución de una esfera ‘global’ de interacción

Emperor Hongwu, fundador de la dinastía Ming, se proclamó emperador en 1368. En 1372 envío una carta al emperador bizantino anunciando esa proclamación. Un ejemplo del mundo de conexiones un poco antes de la modernidad temprana.

El imperio romano y la dinastía Han en China (entre los dos tomando una proporción bastante importante de la población de principios de nuestra era) tenían una muy ligera idea que al otro lado de Eurasia existía un imperio de una magnitud similar al suyo. Hay algunos reportes de embajadas y unas referencias (muy imprecisas por cierto) en algunos textos. En 1372 el emperador Hongwu, fundador de la dinastía Ming, envío una carta al emperador bizantino anunciando su acceso a la dignidad imperial (la misiva disponible en este link). Para el siglo XVII y XVIII se habían establecido varias rutas comerciales directas entre China y Europa, y los bienes intercambiados (para dar sólo ejemplos básicos -el té hacia Europa, la plata hacia China) ya estaban cambiando algunas de las prácticas de cultura material en ambos lados. Sólo para completar la idea, porque es bien obvio, el impacto de la producción y la demanda de China en las economías de muchos países es notorio e importante.

Los ejemplos todos ellos nos hablan de ciertas interacciones. Y al mismo tiempo claramente nos hablan de intensidades bien distintas. Ahora, ¿qué lenguaje podemos usar para clasificar esa intensidad? Siempre podemos construir un índice y dar así una imagen de la intensidad. Y sin embargo, nunca escapamos a la clasificación (además de poder cuantificar el ingreso dividimos a los países en categorías de altos ingresos, medianos, bajos etc.). Al fin hay diferencias en el tipo de procesos que está en juego, en sus consecuencias, que podemos comprender mejor con categorías.

En el nivel más básico podemos pensar en el contacto. Hay ciertas interacciones -alguna embajada, algún viajero, algún comerciante no muy regular; pero no alcanzan a configurar nada que genere expectativas (que se seguirán intercambiando embajadas o que puedo repetir la ruta comercial y así planifico mis actividades). A través de ello se pueden transmitir ciertas ideas y diseminar ciertos bienes (desde artículos de lujo hasta transmitir quizás ciertos alimentos). Sé que existes, pero hay mucho más.

El siguiente nivel se puede denominar conexión. Las interacciones son recurrentes y, por lo tanto, se establecen expectativas por parte de los actores. Un Estado tomará en cuenta la existencia de otro al pensar en posibles alianzas o conflictos; los viajes comerciales serán los suficientes para que tenga sentido tener un agente en cada extremo de la ruta. Habrá influencias intelectuales directas (e incluso tendrá sentido viajar al otro lugar a buscar conocimiento). Sin embargo, de todas formas se los puede ver como entidades separadas: A la luz del intercambio comercial, por ejemplo, habrá cierta influencia de precios, pero las dinámicas de las economías estarán separadas (auge y crisis) -las rutas comerciales en los siglos XVI al XVIII permiten usar la diferencia de precios por parte de las diversas ‘Compañías de Indias Comerciales’, el impacto de la demanda europea modifica escala de producción en Asia; pero no se puede decir que el auge o crisis de la economía Europea afectara de manera directa las dinámicas de las economías asiáticas. Los Estados podrán a veces pensar en planes conjuntos, pero eso no es sistemático (ni en el tiempo ni en términos de pensar en el conjunto). El Imperio Otomano consideraba la posibilidad que algunos de sus enemigos europeos coordinara con los persas (y algunas naciones islámicas en el Índico se comunicaron con la Sublime Puerta en relación con los ataques portugueses); pero el imperio persa de los Sáfavidos no es parte del sistema de alianzas y de conflictos europeos (ni se instalan embajadas permanentes). Las conexiones en el Mediterraneo en el medioevo son lo suficientemente relevantes para permitir la recuperación de Aristóteles en Europa a partir del mundo islámico (y Averroes es conocido como el comentarista), pero estos antecedentes no implican que el mundo islámico y el cristiano sean parte de la misma discusión (los debates y conceptos de la filosofía escolástica se desarrollan al interior de la cristiandad, si se quiere).

Más allá de ello tenemos ya la integración. Las interacciones son lo suficientemente recurrentes e intensas para que los actores se orienten por un todo en el cual son parte esos diversos lugares que están integrados. ‘Cuando Francia estornuda, toda Europa se resfría’ implica una unión de los procesos políticos entre diversos espacios que permite tomarlo como un conjunto. Hay efectivamente economía global cuando las crisis económicas son globales (y por ello la crisis de los 1870’s -que efectivamente afecta a diversas economías a lo largo del mundo- es usado como una primera marca de una economía ya efectivamente globalizada). Tiene sentido hablar de una cultura global (al menos parcialmente) cuando algunos fenómenos -digamos, el MCU, para decir algo muy reciente- no sólo se distribuyen y son populares en todas partes, sino cuando incluso ya en su elaboración esa situación global ya se toma en cuenta.

La división entre contacto / conexión / integración también puede observarse en la forma de las interacciones. Bajo contacto resulta muy común el contacto indirecto. El comerciante romano se conecta con el Indio, pero no va más allá. Y las monedas romanas que aparecen en Indonesia (o en China) a principios de nuestra era llegan más bien a través de varios intermediarios. En la conexión aparecen contactos más directos (Marco Polo en China, Ibn Battuta yendo desde Marruecos a la India en el medioevo), aunque sigue siendo habitual el paso de diversos intermediarios. La constitución en la modernidad temprana de interacciones directas de las diversas economías con el mundo europeo es un paso relevante, ahora se puede hacer notar que ese contacto directo existe sólo para los europeos. La red comercial puede incluir desde tribus en América del Norte (que venden pieles a cambio de ciertos productos textilos), grupos en África (que venden esclavos o cambio de mosquetes u otros), China (que vende muchos productos a cambio de plata), pero si para los europeos es ya relación directo, para los otros grupos su relación con los otros nodos de la red mayor sigue siendo indirecta. En la integración ya se tienen contactos directos entre todas las partes del conjunto: la red de exportaciones/importaciones en la actualidad; o el hecho que en la esfera cultural -incluso dominada por la industria cultural estadounidense- existan interacciones directas entre el resto (teleseries latinoamericanas en múltiples países, la expansión del K-pop).

Con esta entrada, y con estas clasificaciones, no estoy diciendo nada muy nuevo. Sin embargo, estas categorías (u otras) resultan útiles para tener una imagen diferenciada de la intensidad y carácter de las interacciones. En particular, sirven para identificar más claramente las circunstancias de lo que llamamos globalización en la historia. Cuando las dinámicas de globalización son más claras, como en la actualidad, y donde además se quiere evitar caer en miradas eurocéntricas tradicionales, se puede caer en la tentación de observar cualquier nivel de interacción como constituyendo globalización. Y como, al menos, el Viejo Mundo tiene niveles de contacto desde hace mucho tiempo se puede construir un relato de una globalización casi milenaria.

Con una clasificación del tipo que hemos intentando desarrollar aquí se pueden realizar descripciones más precisas. El Viejo Mundo está a principios de nuestra era, en al menos entre sus núcleos ‘civilizados’, ya en contacto. Con el desarrollo y expansión del Islam se puede plantear que se empieza a generar un nivel de conexión en el Viejo Mundo; y en la modernidad temprana esa red de conexiones incluye al Nuevo Mundo y aparece un actor (Europa) que está en contacto directo con toda la red, aunque son ellos los únicos con esa posibilidad. Esos niveles de conexiones se expanden y durante la modernidad temprana se puede decir que la economía atlántica ya alcanza el nivel de integración. Es durante el siglo XIX, y en particular hacia fines de éste, que se puede plantear que la economía está ya integrada a un nivel global. Esa globalización se intensificará pero ya está presente a partir de ese momento.

El breve relato que hemos realizado en el párrafo anterior es, como todos esos relatos breves, incompleto e impreciso. Sin embargo, es diferenciando estos niveles que se pueden captar esas líneas generales y esas diferencias. En ello tendrá su utilidad.

Una nota sobre la sensación de libertad

Sea la siguiente afirmación: Toda acción es una acción (elección o decisión entre alternativas posibles) al interior de límites. Esta es una afirmación trivialmente verdadera. A su vez (también trivialmente) se puede decir que las perspectivas accionalistas olvidan la segunda parte, y las perspectivas estructuralistas olvidan la primera; y que toda comprensión real de la vida social implica ambas partes al mismo tiempo.

Lo anterior olvida algo que es crucial (o al menos, crucial desde la perspectiva que queremos tomar aquí): Que siendo lo anterior universalmente correcto, las situaciones varían en el peso que tienen las dos partes de la afirmación inicial. Y que eso afecta a un fenómeno que es real: Que nos sentimos más o menos libres frente a determinadas situaciones.

Dar cuenta de esa sensación es lo que nos interesa aquí. Incluso si esas sensaciones distintas fueran ilusión (porque para toda acción es válida la afirmación inicial) resulta necesario explicarlas. Al fin, esa sensación es parte de la realidad social.

Entonces, distinguiremos tres situaciones:

(1) Dado los límites, hay más de una alternativa deseable que resulta posible y accesible por parte del actor. Resulta alcanzable -sin costos que se estiman demasiado altos- varias situaciones que son vistas positivamente de forma absoluta (“buenas” cosas) por parte del actor. En esa situación nos sentimos libres.

Cuando con una determinada cantidad de dinero que me permite adquirir diversos bienes que me gustaría tener.

(2) Dado los límites, hay una sola alternativa deseable que es estimada posible. Entre las alternativas de acción alcanzables, dado sus costos y beneficios, sólo una de ellas es vista de forma positiva en modo absoluto. Nos sentimos limitados, pero no nos sentimos obligados.

Tengo diversas alternativas de trabajo, sólo una aparece como realmente buena. No pienso que tenga gran libertad, pero tampoco sentiré que no elegí el trabajo.

(3) Dado los límites, no hay ninguna alternativa dentro de las posibles que sea deseable. Ninguna tiene una combinación de costos y beneficios que los ubique en una posición de “buena” alternativa: sólo son mejores (o peores) en términos relativos a otras opciones, pero ninguna es satisfactoria. Aquí tendremos a no sentirnos libres.

‘La bolsa o la vida’: podré elegir una alternativa -y puede ser claramente superior a la otra-, pero siendo todas malas alternativas no siento que estoy eligiendo.

Estas son situaciones efectivamente diferentes, y es natural que se sientan distintas. La sensación de libertad u opresión nace de ellas, y entonces corresponde a un fenómeno real. Y la idea que las personas siempre pueden elegir (porque siempre hay opciones) o que siempre se ven forzadas (porque dada la situación puede aparecer una opción clara a elegir) no da cuenta de esa variación real de las sensaciones de las personas.

De la utilidad de Max Weber a principios del siglo XXI

Como todos los clásicos (y toda la tradición sociológica) Weber está siendo fuertemente criticado en la actualidad. No son poco comunes los llamados a salir de una tradición que ha producido fuertes errores para comprender la vida social: Una tradición eurocéntrica, `ilustrada’, finalmente colonialista y machista. Que nuestra lista canónica de clásicos no es más que una forma de ocultar los aportes de personas de grupos subalternos.

Mucho de esa crítica es correcta. El inicio de la Sociología de las Religiones, donde Weber se pregunta por lo que diferencia al racional Occidente del todo el resto rezuma eurocentrismo. Incluso si hay auto-conciencia de ello (Weber lo dice del modo alejado del ‘nos parece’), no deja de existir. La tradición clásica puede ser, a veces, asfixiante para el desarrollo de nuevas ideas y conceptos. No tiene sentido que a más de un siglo se siga usando la Ética protestante y el espíritu del capitalismo como una explicación de la emergencia de éste. Sabemos mucho más ahora sobre todos esos temas. Incluso si es cierto que el texto es muchas veces mal leído y peor referenciado, la discusión ya no puede retomarlo (más allá de la referencia a un texto que inicia toda una discusión). Es un buen modelo de investigación, y como modelo ha tenido una larga descendencia, pero un modelo no es un texto actual.

Sin embargo, hay una razón por la cual se vuelve a los clásicos, y no es (solamente) flojera intelectual. Algo nos dicen Weber y Durkheim (los mencionó sólo a ambos, porque son los únicos que se repiten en todas las propuestas de construir un canon para la sociología) que sigue resonando.

Tratando de ordenar mi biblioteca hojeé de nuevo Economía y Sociedad, y las siguientes dos citas me hicieron pensar en esta utilidad contemporánea de Weber.

El titular originario, primordial, de toda “administración” es la autoridad doméstica (Parte 2, Cap. 7, p. 729)

La relación de las ciudades con la economía rural no fue en modo alguno unívoca. Se dieron y se dan “ciudades agrarias”, es decir, lugares que, como sedes de un tráfico de mercado y de típicas industrias urbanas, se alejan mucho del tipo medio de aldea, pero en ellas una ancha capa de sus habitantes cubre sus necesidades en economía propia y hasta producen para el mercado (Parte 2, Cap. 8, p. 941)

En ambos casos Weber se refiere (y recordemos que estoy dando una cita corta de discusiones más extensas) a asuntos en los cuales hay importantes desarrollos actuales. Y en ambos casos se presenta como un avance conceptual lo que ya describía Weber durante las primeras décadas del siglo XX (Economía y Sociedad se publica en 1921 pero tiene una larga elaboración y de hecho nunca se completó como tal). La idea que las nociones de gobierno de las sociedades modernas tienen su base en el oikos no en la polis es algo que Agamben ha defendido en años recientes, y el núcleo de la idea está en ese examen de Weber. La idea que es un cambio de la “nueva ruralidad” la pérdida de una distinción tan clara entre lo urbano y lo rural, la aparición de formas urbanas más conectados con lo rural, o incluso el hecho que el mundo rural ya no es plenamente agrícola (esto último en la p. 937) todo ello es también algo que ya estaba en Weber.

El punto que quiero defender aquí no es que Weber siempre tuviera razón o que en Economía y Sociedad está toda la sociología. No es eso. Creo (con Merton, y reconozco la ironía en ello) que no está de más ‘olvidar’ esos textos. Pero el rol rol de los clásicos, lo que nos muestran (y por eso la cita de Merton está bien usada) es el de modelos.

Y el modo de ser sociólogo que nos presenta Weber en Economía y Sociedad, un modo de un sociólogo que efectivamente trata de conocer la variedad de las formaciones sociales en el espacio y en el tiempo, es un modelo imprescindible. Muchas veces nuestros análisis sobre lo que sucede en la vida social son más débiles porque no conocemos bien -en particular- esa diversidad, y sólo manejamos algunas distinciones muy gruesas. Incluso si el análisis de Weber es eurocéntrico y se puede pensar en un gran relato de la ‘racionalización’ o el ‘desencantamiento’ del mundo, el análisis efectivo que realiza va mucho más allá de eso; reducir su análisis a los esquemas muy simplistas de la teoría de la modernización fue un empobrecimiento analítico.

Es cierto que para analizar hay que simplificar. Lo que del análisis de Weber más se acerca a una teorización es la construcción de tipos puros sistemáticos (las cuatro formas de acción, las tres formas de autoridad legítima) y ello es un esfuerzo de simplificación. Pero en Weber esos esquemas se ponen al servicio de dar cuenta de toda una diversidad social e histórica; no al revés en que la diversidad es usada en torno al esquema.

No son las ideas de Weber las que lo vuelven útil para nosotros ahora. Es el modo de trabajar los temas el que sigue siendo relevante y útil. Es por eso que el contacto con sus textos es aconsejable: para ver a un maestro en el análisis social trabajar.

Vivi Felice. De la gloria que es Scarlatti

En fin, a veces hay que dejar de opinar o analizar cosas intrascendentes y dedicarse a lo que realmente importa. En este caso, a defender; no, estas cosas no se defienden, son de verdad tan evidente que simplemente se muestran: Que Scarlatti es una maravilla, que pocas cosas se asemejan al placer que entrega estar ante algo que es claramente perfecto.

La alegría y la felicidad no siempre han tenido buena prensa, en particular casi parecieron falla estética. Por alguna razón, que no es la intención ahora analizar (porque no estamos en esos menesteres ahora) se los pensó como superficiales, como formas de esconder la verdad (que sería siempre la misma: que el mundo y la vida sentido no tienen y que solo la angustia da cuenta realmente del mundo).

El caso es que la alegría y la felicidad no requieren otro sentido que ellas mismas. Son su propia justificación.

Al final de la publicación de sus primeras sonatas Scarlatti puso la siguiente y excelente divisa: Vivi felice. Y en cierto sentido, ello resuena algo tautólogico: Que vivir y la felicidad son lo mismo. O al menos es lo que se siente cuando se escucha a Scarlatti.

La K 253 en mi bemol mayor con Defargue.

La K 469 en fa mayor con el mismo -porque Defargue es magnífico en Scarlatti.

Scarlatti escribió 555 sonatas, así que podría estar todo el día poniendo sonatas; y si bien hacer ello sería digno y meritorio, el caso es que en algún momento hay que terminar las entradas. La K 491 en re mayor.

La felicidad es siempre inmerecida, nunca estamos a su altura. Por ello cuando se la encuentra solo queda la mejor de las respuestas: el agradecimiento.

Una prognosis (sociológica) sobre el cambio climático

En buena parte de los análisis sobre cambio climático la lógica es un poco del siguiente modo: Dados los datos que tenemos se puede esperar tal resultado si siguen las próximas tendencias y se calcula cuando tendríamos que modificar esas tendencias para lograr otros resultados. Lo que en varias ocasiones desaparecen son los procesos sociales, aquellas dinámicas que podrían cambiar (o no) esas tendencias. Como si la dimensión social fuera producto de una simple decisión o de aunar voluntades; pero la sociedad tiene sus propias dinámicas -como cualquier esfera de la realidad.

Pensando un poco en esas tendencias, me aventuraría a hipotetizar lo siguiente.

(1) Ningún cambio abrupto en las tendencias o en los comportamientos en, digamos, cinco a diez años. De alguna forma, los procesos sociales tenderán más bien a adaptarse o recibir los costos del calentamiento más que a cambiar dinámicas. No un cambio en el modelo de desarrollo, a lo más los mínimos modificaciones para que ella subsista (por ejemplo, menor dependencia en automóvil)

(2) Lo que sí puede ocurrir, y puede llegar a ser rápido, son esfuerzos tecnológicos. Que se realicen y fomenten desarrollos de soluciones tecnológicas que se basen en la continuación (no en el reemplazo) del actual modo de vida. Así, tener automóviles eléctricos o cambio de matriz energética (o mayor eficiencia).

(3) En particular, y de resultar necesario, proyectos de mega-ingeniería con los cuales se intente adaptar (o morigerar) el cambio climático. Estos proyectos implicarán, en todo caso, que se intentará como solución a la fuerte influencia humana sobre el planeta un manejo totalmente sistemático del planeta bajo conducción humana (de los holandeses se decía que si Dios había creado el mundo, los holandeses habrían creado Holanda; y para crear un pólder hay que pensarlo integralmente -creo que eso será lo que se expandirá)

En otras palabras, la vida social reaccionará intentando mantener en lo más posible sus estructuras y dinámicas, y a concentrar sus esfuerzos en aquellos cambios q le permitan efectivamente hacer esa mantención.

Esto implicará además que, como todo en la vida social, producirá un efecto altamente desigual. Los grupos (segmentos, países) de mayores recursos gastarán en proteger su situación actual (y dado el nivel de recursos que estarán dispuestos a usar no será un esfuerzo totalmente perdido). Por otro lado, buena parte de la población no tendrá acceso a ese tipo de solucionares y recibirá el impacto negativo del cambio climático (no totalmente porque las operaciones dichas algo mitigarán, pero vivirán en un mundo con mayor temperatura).

Si se quiere, la reacción social a nivel global con respecto al COVID-19 muestra esos lineamientos. Se tomaron medidas importantes, pero en general se ha intentando que continúe ‘la vida normal’ (que la economía se mantenga). El esfuerzo fuerte, y de grandes dimensiones, estuvo en la búsqueda de una solución tecnológica -encontrar rápidamente una vacuna. Y esas soluciones han estado disponibles en ciertas sociedades, mientras que muchas otras están bien lejanas de ella.

Algo me dice que es así como responde la vida social a estas crisis. Y la vida social es, en sí, una fuerza muy poderosa. Al fin, es por ella que estamos donde estamos en esta crisis.

NOTA. En principio el blog no debiera seguir teniendo de este tipo de entradas. La idea es concentrarse en comentarios y citas de textos que permita avanzar en los otros proyectos intelectuales. Pero el tema amerita salirse de la regla.

10 libros

En los inicios de la pandemia participé (como muchos) en varios juegos online. Uno de ellos era poner portadas de diez libros que te gustaran sin explicar nada. Pero ello resultaba bien enojoso, cuando hacer comentarios y explicaciones es lo que a uno le gusta. Puse al final las razones de la elección de los libros y no estará de más -para que no se pierdan, para que yo no las pierda- recuperar esas razones aquí.

1) Ficciones (Jorge Luis Borges). Borges es mi autor preferido (el único del cual me ha interesado tener las obras completas), y los diversos cuentos de Ficciones (más que los del Aleph al final) los he masticado, reflexionado y recordado a lo largo de mi vida. Y los seguiré masticando, reflexionando y recordando.

(2) El Señor de los Anillos (J. R. R. Tolkien). Leído por primera vez cuando estaba en la Universidad y todavía me acuerdo que terminé de leer la Marcha de los Ents en el metro camino a una prueba de teoría sociológica. El Señor de los Anillos es una historia simple sobre el mal y el bien. El tema no es el realismo, las leyendas y mitos no son realistas en la forma que lo hace la novela moderna; el tema es como hace que el mal absoluto se sienta como mal pleno, que no aparezca como superficial. Y eso Tolkien lo logra de total forma.

(3) Los Hermanos Karamazov (Fiódor Dostoyevski). Dostoyevski era un reaccionario y se le notaba en todas las novelas. Pero que manera de sentir la ausencia de sentido, y el peso de la pregunta moral, en sus historias. No elegí Los Hermanos por el capítulo más famoso (la historia de Iván sobre el Gran Inquisidor) sino por el capítulo previo (Rebeldía), porque es una maravilla.

(4) La Peste (Albert Camus). Que La Peste de Camus me ha marcado se muestra en un hecho sencillo, en dos ocasiones distintas he escrito sobre el libro en este blog. Y las dos veces sobre el mismo tema, q es el tema de la novela, ¿cómo se resiste al mal? (y la reflexión a partir de ello le seguí dando vuelta en otras entradas)

(5) Las Memorias de Adriano (Marguerite Yourcenar). En los cuadernos de nota Yourcenar nos cita a Renan que nos dice que entre la muerte de los antiguos dioses y el surgimiento del cristianismo hubo una época donde solo existimos nosotros, y que quería narrar que significaba eso. Y en Las Memorias nos habla de lo que puede ser una sabiduría puramente humana. Sin, por cierto, mostrarnos un Adriano sin tacha, ahí aparece también con sus fallas. Y éstas no son menores, y algunas de las páginas más emotivas nos lo muestran con su crueldad.

(6) El Nombre de la Rosa (Umberto Eco). Alguna vez escribí, en este blog, que Eco había escrito en esa novela una historia sobre la modernidad -sobre lo que ella había implicado (y mi impresión es que todas las grandes novelas son sobre la experiencia de la modernidad, el Nombre de la Rosa es simplemente una de las grandes entre todas ellas). Y una de por qué la modernidad tiene sentido incluso cuando fracasa (porque fray Guillermo fracasa)

(7) Ética (Baruch Spinoza). De Spinoza he escrito varias veces, lo he citado también en múltiples ocasiones. Todo parte con la Ética, con su pesado aparato argumentativo junto a fulguraciones retóricas espléndidas. Es un libro que, maravilla, nos muestra -al leerlo- que lo que dice tiene sentido: Que al buscar comprender el mundo en cuanto mundo nos liberamos, y leer el libro es efectivamente una experiencia de liberación.

(8) Ciencia como vocación / Política como vocación (Max Weber). Una admonición de cómo hay que comportarse como científico sobre la base que la labor del científico y del tribuno son distintas, una disquisición sobre el valor de la ciencia que niega en buena parte que sea valiosa; una discusión sobre el valor ético de la política como política hecha por alguien que del político profesional no tenía tan buena opinión. Textos muy mal usados (cuantos han hablado de ética de responsabilidad sin, de verdad, asumir éticamente su actividad), pero de gran profundidad. Y como todo texto que de verdad dice mucho, más bien corto.

(9) Si Esto es un Hombre (Primo Levi). La narración de Primo Levi sobre su experiencia en Auschwitz es -en el más estricto y literal de los sentidos- sobrecogedora. Y como dice en el poema inicial ‘pensad que esto ha sucedido / os encomiendo estas palabras’. El infierno real sobrepasó todos los infiernos ficticios; y los seres humanos fuimos capaces de crear un mal más allá de todo lo que se pensó antes sobre ello.

(10) Historia de la decadencia y caída del Imperio romano (Edward Gibbon). No sólo es una delicia de lectura, la prosa inglesa del siglo XVIII es un estilo extraordinario (Gibbon, Hume o Smith siempre escriben bien). Es que además si alguna vez quiero sentir que significaba la Ilustración, más allá de las teorías que decían, ir al sentir ilustrado, nada mejor que volver a sus páginas: En su ironía, en su rechazo a todo fanatismo, en su desconfianza instintiva de la violencia, en su preocupación y valoración de las cosas de este mundo, en su confianza que es falso que nuestra vida tenga ser o que sea un valle de lágrimas. En eso consistía la Ilustración. Es también donde puedo reconocerme.

Familia y política en el Chile actual

Entre las cosas que se dicen sobre la situación política en Chile está la idea del recambio generacional. El reemplazo de una generación antigua por una nueva generación; y más en general el discurso de ‘no fueron 30 pesos, fueron 30 años’ implica una mirada negativa a lo que se había hecho en las décadas pasadas. Alguien podría concluir entonces que el nuevo ciclo implica una mirada negativa sobre la generación pasada. Al mismo tiempo, no pareciera existir un conflicto generacional al interior de la sociedad -padres contra hijos para decirlo en breve. Ese recambio de liderazgos no se hace a través de un clivaje que divida a las nuevas generaciones contra las antiguas.

Lo primero es enfatizar algo que es evidente: Que son las generaciones de mayor edad en la sociedad actual las que empezaron a no sentirse representadas por el estado de las cosas. Si bien de ahí no emergieron los liderazgos ni los movimientos en contra (o al menos, no emergieron los liderazgos ni movimientos fuertes), prontamente se sumaron a ellos. No hay que olvidar que las demandas de esos movimientos ha sido usualmente apoyadas de forma masiva; y que las movilizaciones (en particular las más masivas o las menos disruptivas) suelen ser multigeneracionales. Si se quiere el liderazgo antiguo dejó de representar a esas generaciones.

El segundo punto es quizás algo más relevante: La familia es el lugar central de la subjetividad en Chile, donde se concentran los sueños y las preocupaciones. Y en esta última temporada además, donde se ha concentrado la vida -las personas pasan más tiempo con sus familiares (y menos con otros). Y las familias son, casi intrínsecamente (en particular, cuando las pensamos en términos de la red de parentesco y no solamente del grupo doméstico) asuntos multigeneracionales. Las familias, y repito en este último tiempo es ahí donde se ha hablado y convivido, operan como máquinas de resonancia de las se podría pensar nuevas demandas y nuevos discursos.

El argumento anterior depende de la siguiente dinámica (si ella no existiera pudiera darse otras dinámicas). En muchas familias sucede que las personas (a) con mayor nivel educacional o (b) que se piensa comprende mejor el mundo actual son los hijos -son las generaciones más jóvenes. Eso es algo conocido y reconocido al interior de las familias; y en la medida en que las apuestas familiares han sido exitosas, es algo que ha sido buscado. Eso genera múltiples dinámicas, pero en el caso particular del Chile del estallido y la pandemia se puede decir que esto se ha traducido en una delegación de autoridad: Que las generaciones de mayor edad porque piensan que saben y entienden menos dejan que sean sus hijos quienes les expliquen lo que sucede. Entonces, lo que en la propia elaboración de la generación de más edad se expresaba a través de un alejamiento se puede traducir en una toma de posición crítica sobre la sociedad.

En otras palabras, la fortaleza de la familia -usualmente pensada como forma de conservación- se puede trasformar, dado un contexto adecuado, en un impulso hacia la transformación.

NOTA. Una de las cosas que pena en el pensamiento de izquierda es su mirada sobre la familia. De algún modo heredan mucho de lo que el conservadurismo piensa al respecto, sólo que invirtiendo la valoración. Pero hay mucho más en las dinámicas familiares que un mero apelar a la autoridad y a la tradición.

Contra la soberanía

La instalación de la Convención Constitucional ha traído a la palestra de manera recurrente la noción de soberanía. He de reconocer que no es una noción que me sea cercana, y el propósito de esta entrada es exponer las razones de esa lejanía.

La soberanía es, si se lo reduce a lo básico, un poder único e ilimitado. Esa descripción ya debiera ser suficiente porque esa noción debiera ser tratada, al menos, con cuidado. Pero se podría pensar que es una noción imprescindible -que en algún parte hay una fuente originaria y que a ella no le queda más que ser única e ilimitada. Entonces el propósito de esta entrada puede especificarse más: no es una noción necesaria; es posible pensar de otro modo los fundamentos del poder político.

Hacia el final de Estado de Excepción (2003) Agamben tiene la siguiente reflexión -la cual cito de la traducción al francés que es la que tengo:

Le système juridique de l’Occident se présente comme une structure double, formée de deux éléments hétérogènes et cependant cordonnés: un element normatif et juridique au sens strict -que nous pouvongs inscrire ici pour plus de commodité sous la rubrique potestas– et un élément anomique et métajuridique -que nos pouvons désigner du nom d’autorictas (6.9)

Hay una fuente doble, distinta y relacionada, que se manifiestan en tensión, La potestas fuente de las normas, y la autoridad como aquella fuente que no se basa en la norma. Ambas no son reducibles entre sí y ambas son necesarias: sin elemento normativo no se puede operar y sin elemento extra-normativo la norma se rigidiza. El mundo no se puede reducir a su aspecto ordenado (es la misma observación que Boltanski usa en su De la Critique, 2009). Más aún, nos dice Agamben después:

Tant q les deux éléments restent corrélés, quoique conceptuellement, temporellement et subjectivement distincts -comme dans la Rome républicaine avec l’opposition entre Sénat et peuple ou dans l’Europe médiévale avec celle entre pouvoir sprituel et pouvoir temporal -, leur dialectique bien que fondée sur une fiction, peut tout de même fonctionner. Mais lorsqu’ils tendent à coincider en une seule personne, lorsque l’état de exception, dans lequel ils se lient et s’indéterminent, devielt la règle, le système juridico-politique se transforme alors en una machine de mort (6.9)

La soberanía, ese poder anárquico (porque no reconoce superior ni previa sujeción a normas) que construye las normas es precisamente un concepto que unifica esos dos aspectos, y constituye en sí mismo las normas (como un emperador romano que construye en sí mismo la ley, y Agamben analiza esa conexión). La soberanía es un concepto para el estado de excepción como regla permanente,

Una forma de evitar esas consecuencias es pensar que el acto soberano es un acto excepcional, o si se quiere que las consecuencias ilimitadas de la soberanía sólo se muestran en los casos en que se funda el poder. La distinción del abate Sieyés, que hemos escuchado muchas veces en los últimos meses, entre poder constituyente y poder constituido -que uno podría mapear a la distinción entre autorictas y potestas, sólo que trasladada en términos temporales.

Arendt en On Revolution (original de 1963, revisada en 1965) se refiere a la distinción de Sieyés en torno, precisamente, a si la distinción hace lo que se supone debe hacer: Un poder constituyente que funda un poder constituido. Su respuesta, resumiendo mucho el argumento, es que no lo hace. Un poder que no reconoce límite no puede realizar la operación que se le pide, que es la de autolimitarse. Toda decisión del poder constituyente primigenio, porque esa potestad sigue estando ahí, puede ser negada por esa misma facultad. En última instancia, el poder soberano del pueblo no es más que mantener la misma concepción de poder ilimitado y absoluto de la monarquía (y fue para fundar el absolutismo de ella que se inventó la noción) traspasando su lugar del rey al pueblo. La distinción en las palabras de Arendt es entre el poder y la ley, y la idea que no tienen el mismo fundamento.

Hence, the framers of American constitutions, although they knew they had to establish a new source of law and a to devise a new system of power, were never even tempted to derive law and power from the same origin. The seat of power to them was the people, but the source of law was to become the Constitution, a written document, an endurable objective thing (Cap. 4, 2, p. 148 de mi edición Penguin)

Arendt a lo largo del texto compara la revolución de EE.UU. con la Francesa y uno de sus puntos es que en Estados Unidos, al revés que en Francia, sí se pudo constituir un poder -la tarea constituyente fue un éxito. Parte del argumento es que sólo en Francia las ideas de soberanía o de potestad constituyente originaria tuvieron importancia. Sólo ahí, merced al traspaso del monarca al pueblo de la misma estructura, la idea de la voluntad soberana del pueblo tuvo relevancia. Y el efecto de ello era, para Arendt, claro:

The constitutional history of France, where even during the revolution constitution followed upon constitution while those in power were unable to enforce any of the revolutionary laws and decrees, could easily be read as one monotonous record illustrating again and again what should have been obvious form the beginning, namely that the so-called will of a multitude (if this is to be more than a legal fiction) is everchanging by definition, and that a structure built on it as its foundation is buit on quicksand (Cap, 2, 2, p. 154)

El poder ilimitado no puede construir poder. De hecho, Arendt va a enfatizar que en el caso de la constitución de Estados Unidos la idea básica es la de instituir un poder limitado (un poder limitado por leyes) y al mismo tiempo lo que hacen es construir y generar poder (‘the true objective of the American Constitution was not to limit power, but to create more power’, Cap, 2, 1, p. 145) limitar el poder no siendo el verdadero objetivo porque era evidente).

¿Cómo se logra esa unión de constituir un poder limitado y generar nuevo poder? Arendt enfatiza una idea de Montesquieu -que también usa en La Condición Humana-: la noción que una ley lo que hace es asociar elementos, y es el poder de la asociación lo que genera efectivamente poder, capacidad. Y ese poder, precisamente porque es algo generado a través de la asociación, no es algo que pueda entenderse a través de una idea de una fuente única de cual deriva todo poder. La idea que lo público no debe concebirse como naciendo de una unidad dada de un pueblo (que es la fuente) sino de la alianza es algo que Arendt recuerda proviene de los romanos. Claudia Moatti (Res publica, 2018) enfatiza la diferencia entre la nación pre-política y la constitución de la cosa pública que es lo político:

La même langue, la même ascendance, la même nation ne définissent qu’un niveau de réalité de l’association humaine, un niveau que nous pourrions dire natural. Bien différente est, pour lui, la cité qui est, elle, una societas iuris -une société politique fondée sir un pacto, nosu allons y revenir (Res Publica, Cap. 1, anexo 2, p. 69)

Es la idea de pacto lo que permite esa articulación, Y si el pacto es el acto basal de lo político, entonces no hay un ente que es el soberano, sino que siempre lo político refiere a lo plural. Volviendo a Agamben, es precisamente por el hecho de la pluralidad que se define lo político, y por ello requiere una articulación doble (potestasautorictas, un lugar para la realización de la norma otro para su legitimidad; la diferencia entre fuente del poder y fuente de la ley en Arendt). Uno de los puntos esenciales de la argumentación de Agamben en todo el Homo sacer es que la modernidad no tiene su paradigma político de las ideas clásicas, de la idea de polis. Así inicia El Reino y la Gloria (2007) con la siguiente idea:

Cette enquête porte sur les modalités et les raisons qui ont poussé le pouvoir, en occident, à prendre a forma d’une oikonomia, c’est-à-dire d’un gouvernement des hommes (Prémisse)

Y uno pudiera aquí repetir unas palabras que están al principio del Economica, que ha sido atribuido a Aristóteles (cito de mi edición en inglés, Princeton University Press)

The sciences of politics and economics differ not only as widely as a household and a city (the subject-matter with which they severally deal), but also in the fact that the science of politics involves a number of rulers, whereas the sphere of economics is a monarchy (Libro I, 1)

En última instancia, la soberanía es una falsa noción porque intenta trabajar la política como lo que no es -como algo que surge de lo único en vez de lo plural.

De la salvación de la República

Soy consciente que el título de esta entrada puede parecer más bien exagerado, y es mi esperanza que efectivamente lo sea. Las exageraciones. sin embargo, pueden servir para clarificar algunos asuntos, y creo que en la actualidad es necesario que tengamos total claridad. En algún momento, hay que escribir sin las salvaguardias que requiere toda compleja realidad.

La gravedad de la crisis

La República se encuentra en una crisis grave. En particular, se encuentra en una crisis con respecto a aquello que sustenta los recursos con los que puede enfrentar otras crisis. No es tan sólo que entre pandemia y estallido muchos procesos requieran soluciones pronto, puesto que ahí eclosionaron varios procesos de larga duración. Es que para poder resolverlos a través de medios políticos se requiere una reserva de confianza, de voluntad, de buena fe, que no disponemos mayormente.

Se podría decir que -dado que las cosas más o menos funcionan. Con todo, en general, por ejemplo se siguen las reglas del plan Paso a Paso por ejemplo y uno podría dar otros casos. De forma más llamativa se podría mencionar que el proceso constituyente ha logrado encauzar parte relevante de los conflictos políticos en un canal institucional. No parecería ser tan grave entonces, no estaríamos ante una crisis de legitimidad tan fuerte.

Eso sería un error por muchos motivos.

El primero es que no hay que olvidar -nunca- que la gigantesca magnitud de la vida cotidiana siempre hace que exista una base de funcionamiento. Incluso en las crisis más graves, las que más rompen la cotidianeidad, ella sigue operando. Siempre está subyacente ese orden incluso en las crisis más graves (y es cosa de observar crónicas y diarios en esas situaciones para darse cuenta la cantidad de aspectos triviales ordinarios siguen operando).

Lo segundo es que una crisis de legitimidad no requiere que la gran mayoría de la población en la gran mayoría de las ocasiones deje de orientarse por la legitimidad del orden existente. Requiere que suficientes grupos en suficiente número de ocasiones deje de seguir esa orientación. Y esto porque al fin la necesidad de la legitimación es que asegurar un orden en su ausencia es demasiado costoso (porque hay que tener agentes policiales en todo momento y a su vez otra línea de control de esos agentes y así). Si no hay legitimidad alguna, y sólo hay búsqueda de poder, entonces ni siquiera puede operar la parte policial y coercitiva del orden.

Recordemos el momento del estallido. Ahí no sólo hubo marchas masivas ni la violencia política alrededor de esas marchas, lo que hubo fueron momentos en que parte importante de la población estaba dispuesta a quebrar normas existentes, otra parte de la población estaba dispuesta a tolerarlo y/o justificarlo, por lo menos dejarlo ser. Eso no se expresa en todo momento, pero esta ahí, Digamos, para usar un ejemplo burdo, los mismos que saquearon supermercados fueron a comprar en ellos (pagando en cuotas con tarjetas que después pagaron) posteriormente.

La dificultad de la política

Más a propósito de la política, esto implica una ausencia de disposición a confiar en lo que hacen estos actores, una fuerte disposición a tratarlos de traidores, de necesidad de una eterna vigilancia sobre ellos. En general, si seguimos a Arendt y pensamos que la política, la política republicana al menos, es un gobierno por discusión, entonces todas las disposiciones que permiten la discusión se encuentran debilitadas.

Alguna vez escribí, a propósito del texto de Lechner sobre La conflictiva y nunca acabada construcción del orden deseado que la dificultad de la política radica en lo difícil de las disposiciones que la generan: La necesidad de -al mismo tiempo- no caer en la tentación de la omnipotencia (que la voluntad todo lo puede) o de la impotencia (que nada se puede hacer), ambas cosas que son comunes, ambas posiciones desde las cuales la política como tal se puede criticar. O la tentación paralela de creer que basta con la propia posición y sin escuchar a nadie, porque uno es el pueblo, o de creer que sin la propia posición es imposible construir confianza, porque sin uno no hay pueblo. O la necesidad de no caer ni en el mera exigencia moral (que al final lleva al fiat iustitia et pereat mundus) ni en la mera decisión que abandona toda relación con un ideal (porque el mundo es lo que es y nunca será diferente).

Cuando al final de La política como vocación Weber nos dice de qué se trata la política lo que nos dice es sobre la voluntad que reconoce toda la dificultad del mundo, pero sigue insistiendo. Y ello es también una forma de reconocer que el espacio de la política es un espacio de aprender a vivir y de moverse en esas tensiones, sin abandonarlas.

Es por ello que moverse en ese espacio, crear el espacio donde eso es posible, son adquisiciones difíciles. Y para poder resolver los problemas que tenemos como sociedad necesitamos de las actitudes para la política, Justamente aquellas que ya no tenemos con fuerza.

La crisis social ha afectado las condiciones para generar un espacio político, y sin ese espacio no podemos resolver la crisis social.

Lo que este impasse produce no es un mero estancamiento. Lo que produce es una aumento de la crisis, Porque en cada momento, la imposibilidad de que solucionen los problemas merma aun más las capacidades y acerca entonces a un punto en que la política -la resolución a través del medio de la discusión- se abandona. Y cuando la política abandona el medio del habla, lo que queda es el recurso a la fuerza pura. En última instancia, aunque no parezca algo quizás inmediato, eso es algo que está subyacente.

La falsa solución de la moderación a ultranza.

Frente a esto una solución sería el llamado a la moderación. El llamado al diálogo entre todos como llamado a que se moderen todas las posturas y a encontrar una solución común. Y por lo tanto, todo lo que evite ello con prontitud es lo que constituye la crisis y el problema.

No.

Eso es una falsa solución. Cuando los problemas que se tienen son lo suficientemente graves y profundos, cuando las disposiciones efectivas están tan debilitadas como lo están ahora, lo que hacen esos llamados es esconder los problemas; garantizando que no se resuelvan los nudos críticos que los generan.

Enfrentar los problemas que tenemos implica enfrentarlos: En su complejidad, en su dificultad, en su imposibilidad de resolverse rápido. La confianza se construye lento; más aún cuando hay que recomponer una confianza quebrada.

Una de las disposiciones que se requiere es aceptar que la resolución requiere tiempo y paciencia (como Tolstoi hace decir a Kutuzov en Guerra y Paz).

La otra disposición que se requiere es saber que las resoluciones no siempre serán las que se prefieran. El moderado cree muchas veces que ese tener que acostumbrarse a perder es algo que les pasa a otros -porque no queda más que encontrarse en el medio. Pero eso no es así. Lo que constituya algo en que pueda encontrarse una mayoría no necesariamente es algo ‘moderado’ y menos algo ‘centrista’, bien puede resultar muy diferente. El camino de la escucha, de aceptar que el otro tiene algo que decir que es necesario reconocer, implica que en ese proceso en varias ocasiones implicará que la solución centrista no funciona, porque no es ahí donde se produce ese reconocimiento.

Específicamente en el caso chileno eso puede ocurrir varias veces por dos razones centrales. Primero, porque la posición media de la población no necesariamente está en la posición media del debate público. Segundo, y quizás más crucial, es que los términos a partir de los cuales piensa la población, sus mapas conceptuales, no son los mismos que usa el mundo político. ¿Son oposiciones que hacen sentido a la población liberalismo vs. conservadurismo, o Estado vs. mercado? Si esas distinciones son ajenas, es más probable que aquello que en la población aparece como una solución adecuada corresponda a la posición media de una oposición que no les hace sentido.

Insistir en una moderación inmediata es saltarse y no reconocer, entonces, algunas de las disposiciones requeridas para solucionar nuestro problemas; implica que el moderado no tiene que cumplir con las exigencias que viven las otras ideas. La insistencia repetida en la necesidad de una moderación no es, a su vez, una posición moderada; y bien puede terminar siendo una forma de evitar enfrentar lo que debemos enfrentar.

La Convención como posibilidad.

Entonces, ¿qué nos queda?

La Convención es un intento de reconstituir los recursos y las disposiciones para poder solucionar nuestros problemas. Su tarea no es sólo la de proponer una nueva Constitución, esa sería su tarea si es que la crisis no fuera tan importante. Pero en nuestras condiciones no sólo es crear una Constitución que pueda ser legítima (que sea aceptada como legítima) es también crear las condiciones para que la legitimidad sea posible.

Ello nos indica lo difícil que es la tarea. Por lo tanto, que será una tarea donde la Convención se trastabillará, donde no siempre se tomarán las mejores decisiones, donde habrá muchos núcleos difíciles de responder, donde muchas veces parecerá que no se avanza. Pero es así como operan estos procesos. Es a través de esas dificultades que pueden generarse esas disposiciones.

Por cierto, nada garantiza que todo ello funcione. En la ya citada La política como vocación Weber en un momento invita a su auditorio a encontrarse diez años después para discutir sobre las esperanzas existentes en ese momento en Alemania. Nosotros sabemos que vino después y las palabras sobre la posibilidad de una noche polar resuenan muy claramente. Lo que venga en nuestro proceso es algo que no sabemos ahora, Lo que sí podemos saber es que para evitar un mal desenlace se requiere de toda nuestra buena voluntad (sí buena voluntad, no importa como suene); y aunque el camino en que estamos embarcado no garantice nada, ocurre que es el único camino que nos ofrece alguna solución. Habrá que intentarlo.

Una de las cosas que requiere este proceso para funcionar es la confianza. En algún nivel la confianza es un acto. Toda confianza es insegura, sin embargo sin confianza nada se hace. Más allá de la posibilidad de error, y dadas las circunstancias actuales, entonces declaro mi confianza en la Convención.

La tasa de crecimiento de Chile, 1820-2018 (usando datos del Proyecto Maddison)

Preparando una clase se me ocurrió ir a la base de datos del Proyecto Maddison para sacar algunos gráficos sobre la evolución del PIB a largo plazo en Chile, aprovechando que dicho proyecto es uno de los principales en el área de estadísticas históricas sobre economía, y que además tenía una nueva base del año 2020.

Al obtener el dato actualizado de crecimiento del PIB per cápita (que no es muy diferente que uno que había hecho con la base del 2018, link aquí) pensé que no será mejor intentar calcular tasas de crecimiento. Al fin, una misma tasa de crecimiento genera aumentos distintos de nivel de ingreso dependiendo de ese nivel (un 5% sobre 1000 no es lo mismo que sobre 10000 en términos absolutos); y que para la comparación la tasa de crecimiento es más adecuada. Siendo tan fluctuante por año, pensé que podría ser mejor tener un promedio móvil decenal. Dado que el primer año continuo de datos de PIB per cápita en la base es 1810, entonces el primer promedio decenal parte en 1820 (con las tasas de crecimiento entre 1811 y 1820). El gráfico que se produce es el siguiente:

Una de las discusiones, a estas alturas medio perennes, en nuestro país es sobre el carácter de los últimos 30 años (si quieres evaluar a la Concertación) o el carácter del modelo neoliberal (si quieres evaluar las transformaciones de la dictadura, de la Revolución capitalista en Chile para usar el título del libro de Gárate). En términos absolutos claramente es donde ocurre una disminución relevante de la pobreza, acceso a consumo masivo de buena parte de la población y en general un aumento muy importante del ingreso per cápita.

Siendo ello correcto, hay que tomar en cuenta que los niveles de crecimiento (y prosperidad) obviamente son mayores a lo largo del tiempo. En particular, en circunstancias de economías capitalistas modernas, donde el crecimiento es un dado, si tu ingreso per cápita no aumenta (si no hay un aumento general del estándar de vida) se está muy mal.

Por ello, entonces otra forma de pensar si estos últimos años fueron excepcionales es preguntarse si la tasa de crecimiento fue claramente superior a los de la historia previa. Y el gráfico no muestra eso. Muestra efectivamente que durante cerca de 10 años (de 1992 al 2001) se podía observar el crecimiento reciente (recordemos, son promedios móviles decenales) y efectivamente ellos se encuentran entre los más altos de nuestra historia, y también se puede decir que nunca ello había ocurrido.

Sin embargo, ello no alcanza para determinar que estamos ante una era excepcional. Niveles de crecimiento sostenido ‘alto’ ya habían ocurrido (en 1942 aparece un promedio decenal de 6% y durante los 1880’s varios años con promedios decenales alrededor del 4% que es superior a la media), y si bien no permanecieron, ello también ocurre ahora. Los 1990’s aparecen al mismo tiempo como la cima más alta previo (como en 1942) y sostenido durante una década un ritmo superior a la media (como en 1880’s) +. En ese sentido supera a ambos momentos previos, pero ello no es una situación excepcional: Es un ‘buen’ desempeño dentro de los márgenes habituales de evolución económica en Chile.

Lo que muestra el gráfico es que no se da un quiebre de tendencia fundamental. De nuevo ocurre que años importantes de crecimiento son seguidos por niveles menores (de alrededor del 2%) que corresponden al promedio. Esto es particularmente relevante cuando observamos que estas caídas del ritmo de crecimiento se dan cuando Chile siempre ha estado lejos de la ‘frontera de productividad’ (en sus mejores años Chile ha tenido un ingreso per cápita de cerca de la mitad de Estados Unidos, en la actualidad ello es de un 40%, que de hecho es superior a la media histórica). No es que se baje a niveles más bien bajos de crecimiento porque ya se ha alcanzado el nivel de países de mayores ingresos.

Lo que nunca se da es un período sostenido de alto crecimiento (en ningún caso cerca de un 10% anual como lo lograron países asiáticos) y no se ha logado superar un ritmo de largo plazo más bien lento de crecimiento. Por cierto, ello alcanza para ya no ser un país pobre (que hay que decirlo Chile ya no es), pero muestra la dificultad para alcanzar los niveles de países de altos ingresos.

Por cierto, no es la primera vez que nos encontramos con estas dificultades, con los límites de las máquinas de crecimiento de la economía. A propósito nuevamente de estar revisando material para clases terminé de leer un libro que tenía en carpeta: Crecimiento sin desarrollo de Mario Matus (2012) que es un examen de la evolución del salario real durante el ciclo salitrero. Otro momento en que existieron años de relativo alto crecimiento (recordemos en el gráfico la situación más bien positiva durante los 1880’s) pero que al fin no generó desarrollo. La impresión de Matus es que tras años de cierto aumento de los salarios reales, en los años finales del ciclo se produce no sólo un estancamiento sino una disminución. Concluye así el libro:

El motor había perdido la fuerza para generar suficiente crecimiento, hacer que el proceso se volviera autopropulsado y, a la vez, favorecer a un porcentaje mayoritario de la población. El crecimiento acotado entre 1880 y 1910 no había logrado convertirse en desarrollo. Las dinámicas de precios y salarios reales del período no hacen más que informar de este crecimiento sin desarrollo (p. 289)

La descripción que hace sobre el Chile salitrero tengo la impresión que no está tan lejana de lo que se podría hacer del Chile de la actualidad.

NOTA. La fuente del gráfico es la Base de datos 2020 del proyecto Maddison, disponible en https://www.rug.nl/ggdc/historicaldevelopment/maddison/?lang=en.

Los datos chilenos de la Base de Datos mencionada provienen de la Total Economy Database y de un artículo de Díaz, J.B. Lüders, R. y Wagner, G. (2007) Economía Chilena 1810 – 2000, Pontificia Universidad Católica de Chile, Instituto de Economia, Documento de Trabajo no. 315