Las reglas analíticas del Método en Ciencias Sociales (VII) Epílogo. La posibilidad de una ciencia naturalista de lo social

El argumento que hemos desarrollado durante estas páginas se basa en el supuesto que las ciencias sociales son, pueden ser, efectivamente una ciencia. Para ser más precisos, que el proyecto de realizar una descripción y una explicación racional de la realidad social es posible y válido. En otras palabras, que resulta posible una aproximación naturalista a lo social: la vida social es una realidad como cualquier otra, y por lo tanto puede ser analizada con una aproximación empírica, sistemática, y que intente explicar y no sólo describir.

Una afirmación como lo anterior será altamente criticada dado que olvidaría características esenciales de la vida social que hacen inviable usar la aproximación anterior: la vida social claramente no es una realidad como otras y requiere una aproximación específica y muy distinta a la de las ciencias naturales[1].

A pesar de lo anterior, es importante hacer notar que hay elementos de ese proyecto naturalista que sí son parte del consenso en ciencias sociales. En las ciencias naturales una aproximación naturalista implicaba mantener que uno puede describir la realidad sin necesidad de factores extra-naturales, que no pudieran observarse (o que no tuvieran consecuencias sobre lo que se puede observar): Digamos, que se puede explicar la naturaleza a partir de la naturaleza, sin necesidad de usar elementos extraños: No se explica la lluvia a partir del dios de la lluvia. En ciencias sociales hay una situación análoga, no con seres sobrenaturales, pero sí con ‘personas’ sobrenaturales: la explicación de los grandes hombres, ya sea la explicación del nacimiento de la agricultura, el descubrimiento del fuego a partir de los grandes héroes civilizatorios, o la explicación de procesos sociales a partir de las acciones de personas específicas y especiales. La idea de la ciencia social es que los procesos sociales se pueden explicar a partir de regularidades en esos procesos, no requiriendo fuerzas especiales. Esto no es negar la importancia de los actores individuales, pero sí que sus acciones se dan dentro de un entramado social. Esta convicción es parte esencial de lo que representa una aproximación naturalista, y es de hecho una convicción antigua, previa al desarrollo de las ciencias sociales modernas: Cuando Polibio intentaba explicar por qué la república romana había sido capaz de conquistar todo la cuenca mediterránea, su explicación (en el libro VI de su historia) se basa en la idea que es en las características de la estructura política romana que debemos buscar la explicación. En lo que concierne al rechazo a la explicación por grandes hombres y a la idea que necesitamos centrarnos en el proceso social, el proyecto naturalista puede plantearse es común a estas disciplinas.

Sin embargo, más allá de lo anterior, es un proyecto altamente criticado. Es posible argumentar que una ciencia social del modo antes indicado no es más que una imitación de la física. Una imitación aún más inadecuada dado que se basaría en modelos de ciencia que la sociología de la ciencia ha mostrado no corresponden a la realidad de la ciencia. Se puede plantear también que todo proyecto en ciencias sociales que intente una aproximación naturalizante es imposible porque olvidaría el hecho que los sujetos sociales son reflexivos y, en general, dado que las ciencias sociales son parte de la realidad social, es sociedad estudiando la sociedad, entonces no se pueden aplicar métodos generalistas o de índole explicativa: No se puede realizar una teoría general del matrimonio dado que el concepto de matrimonio es algo que generan los propios actores sociales, y toda afirmación al respecto depende de los conceptos del actor –es el argumento de Giddens por ejemplo. Más aún, se puede plantear que toda aproximación naturalista es una forma de evitar una aproximación crítica, haciendo que el status quo aparezca como lo natural y lo necesario. La ‘naturalización de lo social’ implicaría un olvido de las características básicas de la vida social: los seres humanos construyen el orden social mediante sus acciones.

La crítica que una aproximación naturalizante implica imitar a la física, lo que no se puede realizar en ciencias sociales resulta inválida: Hay muchas disciplinas de las ciencias naturales que no imitan a la física y no por ello dejan de realizar una aproximación naturalista a los fenómenos. ¿Qué no podemos realizar métodos experimentales? Hay muchas disciplinas que se basan más bien en la observación. ¿Qué no podemos realizar una descripción matemática? La biología durante mucho tiempo trabajo sin esas herramientas sin dejar de ser una ciencia natural. ¿Qué no podemos desarrollar leyes universales formales? La química tampoco trabaja en el modo de creación de leyes universales. Ninguna de esas características define la aproximación naturalista. Lo que la define es sencillamente la creencia que podemos describir una realidad claramente, de manera sistemática y ordenada, obteniendo resultados replicables[2].

La crítica que una aproximación naturalista demanda el uso de afirmaciones generales que olvida el carácter reflexivo de la vida social es inadecuada en términos de su amplitud. Además, que el hecho que la sociología sea sociedad estudiando sociedad no implica nada especial: La física es materia investigando materia, la biología vida investigando vida. Ninguna de esas cosas ha sido óbice para desarrollar esas ciencias, no veo porque debiera ser especial en el caso de la sociología. El hecho que sea cierto que lo que sucede en la sociedad dependa de los conceptos de los sujetos o que los actores sean, finalmente, también teóricos sobre lo social, y que sus teorías constituyen lo social no cambia la situación. Uno puede seguir desarrollando una ciencia explicativa y generalizante. La teoría de Giddens, tan crítico a esa idea, está llena de argumentos explicativos y generalizantes: La idea que la seguridad ontológica es esencial para construir orden social (Giddens, 1984) no depende para su validez del conocimiento de los actores ni la pierde si los actores la conocen. Si los actores lo conocieran cambiarían sus acciones, pero usarían esa afirmación como fundamento de ello. Lo mismo es válido para la idea del teorema de la dualidad de la estructura cuya validez es independiente de los sujetos. Incluso, seguiría siendo válido si los sujetos lo dieran por verdadero y lo usaran en su vida. En otras palabras, puedo construir un conjunto de afirmaciones válidas para todos los sujetos reflexivos como los describe Giddens.

En relación a la posibilidad de la crítica y a evitar la ‘naturalización de lo social’ tampoco aparece como muy fuerte. De partida, describir una realidad de determinado modo no implica evaluarla de un modo determinado, con Hume uno puede recordar que no hay forma de pasar del ‘ser’ al ‘deber ser’. Las convicciones críticas no tienen por qué verse afectadas por el hecho de mantener un conocimiento general naturalista. Se puede observar que el problema no es lo anterior sino el hecho que pensar en una realidad social como algo dado, algo que no se puede modificar, evita el pensar el cambio como posible: Si la realidad es así, entonces quizás podamos mantener que es una realidad criticable, pero no podríamos demandar su modificación. Sin embargo, Una aproximación naturalista no implica plantear una ‘naturalización de lo social’ o establecer que la forma que en la actualidad toma la vida social es la única forma posible -de hecho, el darse cuenta que han existido múltiples formas de estructurar la vida social es uno de los hechos básicos que estas disciplinas analizan. Lo que sí plantea es que no toda combinación de características es posible. Y en ciencias naturales el conocimiento de esas imposibuilidades ha aumentado nuestra capacidad para hacer cosas: Precisamente porque no todo es posible es que se pueden construir herramientas para el cambio. Del mismo modo, uno podría plantear que conocer reglas universales en el mundo social (por ejemplo la necesidad de seguridad ontológica) nos permitiría aumentar nuestras capacidades para generar cambios (sabiendo que si queremos hacer tal cambio debemos mantener la seguridad ontológica, de otro modo no funcionará). El conocer que no todo es posible nos permite aumentar el campo de lo posible.

Más allá de las críticas específicas que hemos enunciado, podemos mostrar que las reglas del método que hemos delineado en este texto nos permiten mostrar que resulta posible el proyecto de una ciencia naturalista de lo social que reconoce las características específicas del mundo social. Las reglas enunciadas –los actores tienen iguales capacidades, las acciones tienen sentido, las acciones tienen consecuencias, lo que nos interesa estudiar son los entramados que generan las interacciones sociales- son a la vez reglas que nacen de características específicas del mundo social y que nos permiten generar una ciencia que intente explicar el mundo social.


[1] El tema no es que las ciencias sociales no requieran métodos de análisis y técnicas específicas. Al fin y al cabo, toda disciplina lo hace, y no se usan los mismas aproximaciones de análisis en biología que en física (o que en química). El tema es si estas diferencias ameritan una aproximación radicalmente diferente, que no puede equipararse al uso de herramientas específicas.
[2] Por otro lado, es común en ciencias sociales plantear que los descubrimientos de la sociología de la ciencia muestran que las ciencias naturales, y en particular la física, no son tan objetivas, rigurosas ni ‘verdaderas’, sino que ellas mismas están afectadas por factores sociales. La física no cumple con los supuestos requisitos de cientificidad y, en el fondo, opera del mismo modo que las ciencias sociales. Esto es una característica antigua, es cosa de recordar algunas reacciones a la noción de paradigma de Kuhn en ciencias sociales.

Las reglas Analíticas del Método en Ciencias Sociales(VI) El postulado de explicación de lo social

Las secciones anteriores han sido reglas sobre aspectos necesarios de tomar en cuenta para una adecuada descripción de la vida social. El siguiente postulado es una regla sobre donde tendría que centrarse dicha descripción o explicación.

Una parte muy importante del esfuerzo de las ciencias sociales es sencillamente mostrar la importancia de los aspectos sociales o culturales en algún determinado. Casi cualquier ‘Sociología de X’ dedicará una parte importante, si no prácticamente todo su esfuerzo, en mostrar la importancia de los aspectos sociales y culturales, como por ejemplo en sociología de la ciencia (Bloor, 1998) o sociología del consumo (Sassatelli, 2007; Zelizer, 2005). Es un procedimiento cuyo linaje es antiguo, El Suicidio de Durkheim es uno de los trabajos originales cuya intención explícita es mostrar la importancia de los factores sociales en explicar un fenómeno, en su caso presuntamente sólo individual. En el caso de Durkheim, y esto también ha ocurrido en quienes lo siguieron, esto está muy asociado al proyecto en sí de una ciencia social: Una ciencia social sólo puede existir, sólo tendría sentido si resulta cierto que para explicar diversos fenómenos es necesario tomar en cuenta los factores sociales o culturales. Si sucediera que todo el comportamiento fuera explicado por los genes -que no hay factores sociales en la inteligencia, en las diferentes entre hombres y mujeres o en otros asuntos-, entonces no habría lugar para la sociología.

Sin embargo, lo anterior parece innecesario y, de hecho, contraproducente. En última instancia, incluso si todo lo que sucediera en la vida social se explicara por factores que no son culturales o sociales, de todas formas tendría sentido una disciplina como la sociología. Al fin y al cabo, si todo lo que pasa en un ser vivo se explicara por aspectos químicos, la biología seguiría siendo una disciplina con sentido. Negar lo anterior es plantear que la legitimidad de una disciplina depende de afirmaciones teóricas específicas, que el interés de una dependa de la verdad de una teoría particular sobre un fenómeno –que es, plausiblemente, el interés de Durkheim.

En última instancia, lo que permite una ciencia social es el reconocimiento que existe una parte de la realidad –el mundo de las relaciones sociales si se quiere- que puede describirse y explicarse. En otras palabras, que más que intentar explicar un determinado fenómeno estableciendo que la sociedad es relevante, la verdadera tarea de las ciencias sociales consisten en intentar explicar la sociedad. La sociología no es, no debiera ser, la disciplina que explica cualquier cosa a partir de influencias sociales; es, o debiera ser, la disciplina que explica las cosas sociales

Incluso si los factores sociales no fueran relevantes para analizar muchos comportamientos, quedarían muchas preguntas específicas a responder sobre el mundo social: ¿En qué condiciones se crean o modifican prácticas sociales de manera más fácil? ¿En qué condiciones las prácticas sociales son más estables? ¿Cuáles son los efectos en la vida social de tener redes sociales centralizadas, descentralizadas o distribuidas? ¿Es el mundo social un ejemplo de redes de ‘mundos pequeños’ y que nos dice ello sobre la evolución de dichas redes? O pasando a preguntas más específicas: ¿Por qué y cómo en ciertas sociedades hay miles de diversos trabajos y en otras no? (la pregunta original de Durkheim en la División del Trabajo Social) ¿Qué factores afectan la importancia y extensión de las organizaciones en una sociedad? ¿Por qué y cómo se da que en ciertas interacciones sociales las personas conversan y otras usan la violencia? ¿Por qué y cómo en ciertas sociedades los ‘trabajadores’ tienen contratos y en otras son tratados como bienes? ¿Por qué y cómo en algunas sociedades las personas alcanzan la plenitud de sus derechos en la pubertad y en otras hay categorías especiales como la adolescencia? ¿Por qué y cómo es el caso que los ‘escándalos’ por los cuales los políticos pierden sus posiciones son diferentes entre sociedades?

Todas ellas son preguntas sobre la vida social como tal, y se basan solamente en que existe un trozo de realidad que puede ser investigado y descrito mediante el uso de ciertas herramientas y conceptos. En otras palabras, tiene una cierta unidad –es el mundo formado por relaciones sociales, o por comunicaciones, o por acciones sociales-, en la cual se usan conceptos específicos para trabajarla. Es el interés por describir esa realidad la que genera la legitimidad de la disciplina, no el hecho que influya otras dimensiones.

Si combinamos el énfasis que hemos dado a explicar la vida social con la primera regla que expusimos en el texto -la idea que todos los actores tienen las mismas capacidades- podemos desarrollar los siguientes argumentos:

Para explicar las constantes de la vida social podemos usar una amplia gama de posibles razones: Algunas teorías se centraran en aspectos que provienen de características de la interacción social como tal (la doble contingencia que es el punto de partida de Parsons o Luhmann), pero también resulta posible intentar explicarlas por factores no-sociales que sean universales.

Pero si lo que queremos explicar las diferentes variedades de situaciones sociales que existen, entonces probablemente el camino más fructuoso para explicarlas sea el análisis de las diferentes reglas y modalidades de interacción que ocurren en una sociedad . Cuando se trata de explicar porque pasa tal cosa en una situación y no en otra, nuestra principal herramienta de análisis es hacer variar las características en las interacciones sociales. Por lo tanto, podemos plantear que una tarea central del análisis social ha de la descripción y explicación de las diferentes y múltiples formas de reglas de interacción.

Las reglas analíticas del Método en Ciencias Sociales (V) El postulado de consecuencias de la acción

La afirmación que toda acción tiene consecuencias no debiera requerir mayor defensa. Realizar una acción implica usar algunos recursos –los necesarios para llevarla a cabo-, y esos recursos no se encuentran disponibles después de dicha acción. Realizar una acción implica obtener ciertos resultados –resultados que implican ciertos cambios con respecto a la situación anterior –en la cual esos resultados no existían.

A pesar de la aparente obviedad del postulado, resulta una afirmación muy fácil de olvidar o no de tomar en cuenta. De hecho, una parte importante del análisis de reproducción de prácticas sociales suele pasarlo por alto. No resulta extraño encontrar autores para quienes la única o principal condición para que una práctica se reproduzca es sencillamente que las personas queden convencidas de que deben realizarlas.

The problem, as these critics have argued, is this: If the habitus were determined by objective conditions, ensuring appropriate action for the social position in which any individual was situated, and the habitus were unconsciously internalized dispositions and categories, then social change would be impossible. Individuals would act according to the objective structural conditions in which they found themselves, and they would consequently simply reproduce those objective conditions by repeating the same practices (King 2000, 427).

La anterior cita, y muchas otras podrían haber sido posibles, ejemplifica la tendencia. Al parecer la única consecuencia y el único requerimiento de una práctica social está formado por las acciones que lo constituyen. Por lo tanto, asegurar la disposición a realizarlas es todo lo que una práctica requiere y su aseguramiento convertiría al cambio social en imposible.

Esa forma de mirar la acción resulta insuficiente. Para colocar el ejemplo más claro de por qué resulta insuficiente: Por más que los pascuenses fueran ultra-eficientes en lograr que todos siguieran al pie de la letra sus reglas culturales, no podían seguir con la práctica de construir moais una vez que se quedaron sin árboles (Diamond 2005, 79-119). La práctica tenía una consecuencia, un nivel de uso del recurso árbol, que eventualmente sería exterminado por el éxito de la práctica en su reproducción. Pero obtener ese recurso era una condición necesaria para la práctica. O para usar otro ejemplo, por más que las sociedades mesopotámicas pudieran reproducir sus prácticas y sus habitus, la salinización de los suelos producto de sus prácticas agrícolas habría vuelto imposible el cultivo de cereales en ciertos territorios (Liverani 1991 [1988]). La corrección de la hipótesis de la salinización ha sido discutida (Postgate 1992), pero lo que es claro en el debate son las consecuencias que se habrían producido de haber existido ese procesos. O para usar un ejemplo que no ocupe recursos ecológicos: El desarrollo de las prácticas económicas de la sociedad moderna conlleva un aumento de los requerimientos de educación de los trabajadores. Esto implica el desarrollo de la educación (básica al menos). Esto lleva a que los niños tienen que quedarse en las salas de clases en vez de participar en la fuerza de trabajo. Que a su vez lleva al aumento del costo de los niños. Que a su vez tiene como consecuencia una disminución del número de hijos. Que a su vez….

Lo que nos muestran todos esos casos es que la reproducción de una práctica no depende solamente de lograr que las personas estén dispuestas a realizar las acciones que constituyen una práctica. Hay otros requerimientos, al menos el que existan los recursos que se usan en las acciones que conforman la práctica. En los ejemplos mencionados hemos usado loop muy corto: las prácticas afectan casi directamente los recursos requeridos para su continuación (para facilitar su uso como ejemplos). Sin embargo, los loop pueden ser mucho más amplios.

Una razón por las cual muchas veces nos olvidamos de lo anterior tiene que ver con la relación de los requerimientos / consecuencias con esa reproducción. Por un lado, si entre los efectos de una práctica se encuentran algunos que la desestabilizan, bien podemos pensar que esas prácticas no son relevantes: No serían prácticas en equilibrio –para usar un término que le gusta a los economistas- y por lo tanto desaparecerían pronto. Sin embargo, una práctica puede tener consecuencias negativas hacia su permanencia, pero el tiempo en que se despliega el proceso puede ser largo, por lo que la práctica se puede mantener por un tiempo relevante.

Por otro lado, si entre los efectos de una práctica se encuentran varios que la estabilizan, mayor razón para olvidarnos del tema, dado que la consecuencia sería ‘trivial’, lo importante todavía sería lograr que las personas tuvieran la disposición a realizar la acción. Sin embargo, esa disposición puede provenir exclusiva o principalmente de esos efectos, por lo que no dejan de ser relevantes. La idea de la dualidad de estructura de Giddens, y que las consecuencias de una acción son el contexto de la siguiente (Giddens 1984), ha de recordarse tiene consecuencias tanto en lo relativo a la reproducción como al cambio de las prácticas.

La idea que las acciones y las prácticas tienen consecuencias y requerimientos nos hace ver que ninguna práctica puede analizarse por separado. Sus requerimientos pueden verse afectados por muchas otras prácticas -que son independientes de la inicial- y tiene consecuencias que pueden afectar muchas otras prácticas -y que una práctica no siempre puede controlar. Esta importancia de la interrelación entre prácticas producto de sus mutuos requerimientos e influencias es incluso más relevante si observamos que las consecuencias de una acción son múltiples y variadas: Por lo tanto, el camino completo de relaciones entre diversas prácticas puede llegar a ser altamente complejo: Una misma práctica puede afectar múltiples recursos que son requerimientos de múltiples otras prácticas, y a su vez los recursos que requiere pueden ser afectados por muchas otras prácticas, y quizás fueron afectados por prácticas que ya no existen para recursos de largo plazo. El tema de la opacidad del entramado de las relaciones sociales (que observamos anteriormente en la sección anterior) vuelve a mostrar su relevancia.

En nuestra discusión sobre consecuencias (y requerimientos) hemos destacado la importancia de los recursos para la acción. Si bien las consecuencias no se reducen a los recursos, éstos no dejan de ser una consecuencia y requerimiento relevante. Lo que nos lleva a enfatizar que, aunque la vida social puede sólo estar constituida por elementos sociales (interacciones, comunicaciones etc.), no puede ser analizada separadamente de su ‘materialidad’. Puede que la estructura social no incluya los edificios asociados con sus acciones, ni los bienes que se usan en sus acciones o la energía requerida para ellos, pero tampoco puede existir sin ellos.

El hecho que las acciones tengan consecuencias puede parecer un hecho obvio, pero las consecuencias de tomar en serio lo anterior son relevantes. Ningún análisis de la vida social debiera pasar por alto esta característica.

Las Reglas Analíticas del Método en Ciencias Sociales(IV) El postulado de sentido de las acciones

Si existen actores, entonces no hay alternativa a reconocer que las acciones que realizan tienen sentido para ellos. ¿A qué nos referimos con lo anterior? A una afirmación muy sencilla: Que todo actor requiere un mapa del mundo, tener distinciones y reglas que relacionen esas distinciones, para poder moverse . Para poder hacer cualquier cosa, un actor ha de definir que hay cosas del tipo A y cosas del tipo B (digamos peras y manzanas), y que esas diferentes cosas se relacionan de manera diferente con otros temas (digamos, las peras son más dulces o me gustan menos que las manzanas). Sin ese mapa del mundo, un actor no puede desarrollar acciones. Por lo tanto, toda acción tiene sentido para el propio actor –el que viene dado por esas distinciones y por esas relaciones. Otra forma de referirse a la regla es que los actores siempre son capaces de describir la acción que están realizando.

En otras palabras, cuando nos encontramos ante una acción, comunicación o práctica social debemos partir de la hipótesis que ella tenía sentido para los actores. Puede que los propios actores encuentren que esas acciones resultan inadecuadas, o que hubieran preferido realizar otras acciones en el pasado. Pero lo que no podemos hacer es plantear es que la acción per se no tenía sentido.

Lo anterior es relevante porque marca una de las distinciones entre una aproximación de ciencias sociales y otras aproximaciones. Si queremos entender y describir a los actores tenemos que partir de la idea que sus acciones tienen sentido. Pero no siempre lo que nos interesa es entender y describir, en particular muchas veces nos interesa evaluar las acciones. Una tentación muy fuerte en esos momentos es que la labor de crítica elimine la labor de descripción: Cómo esa acción nos parece deplorable, entonces no nos interesa la lógica del actor. De hecho, podemos llegar a concluir que entender la lógica del actor es parte de un proyecto para justificar lo injustificable. Es importante no perder de vista la importancia de la lógica del actor, y que esto no obsta para desarrollar la aproximación evaluativa .

Para usar un ejemplo relativamente ligero, pensemos en el tema del consumismo. Muchos de quienes se aproximan al tema del consumo lo hacen desde una perspectiva crítica: pensando en los males que el consumismo trae en la sociedad, y en particular cómo los grupos más vulnerables caen en esa trampa: Los pobres terminan realizando mayores consumos de los que pueden sostener y por lo tanto, terminan en una vida llena de deudas. Lo que nos interesa destacar es que a menos que podamos entender el sentido del consumo para los actores, no podremos entender las dinámicas que están detrás de ese resultado. No es simplemente que las personas tengan altos niveles de endeudamiento y de consumo sin que las personas no sepan lo que están haciendo, y los riesgos que toma. Endeudarse es una opción ingrata (la cultura económica popular siempre tiene el sueño de ‘no encalillarse’), pero las funciones y sentido del consumo lo vuelven una opción relevante: Un televisor requiere endeudarse, pero permite tiempo libre relativamente barato, y construir un hogar más agradable (que protege de los peligros que están fuera del hogar). Una lavadora automática tiene un fuerte significado de abandono de pobreza, que el lavado a mano simboliza (Catalán 2005). Podemos plantear, aplicando a Chile los resultados del estudio de Miller en Inglaterra, que el consumo cotidiano de la compra de aprovisionamiento (el supermercado), es una forma en que se ejerce y manifiesta el ‘amor de familia’ (Miller 1998). Más en general, a través del consumo los sectores de menores ingresos pueden manifestarse a sí mismos que han salido de la pobreza, y por lo tanto no ven como consumismo las compras que las clases medias sin perciben como consumismo en ellos. (Van Bavel y Sell-Trujillo 2003). Premunidos de esas herramientas podemos volver a preocuparnos del consumismo, pero requerimos entender que es lo que sucede en los actores.

Como toda afirmación, la anterior ha de entenderse en su amplitud correcta. Que las acciones de los actores tengan sentido interno no quiere decir que el sentido se reduzcan al sentido consciente de las acciones: Requerimos que pueda hacer distinciones, no que se de cuenta reflexivamente de todas sus distinciones y de todas las relaciones que tienen esas distinciones con otras. Tampoco quiere decir que ese sentido sea un sentido ‘racionalmente’ correcto: que los actores tengan toda la información disponible o que extraigan todas las consecuencias correctas de esa información. Usando la formulación alternativa que planteamos: El hecho que los actores sean capaces de describir la acción que realizan no implica que sean capaces de explicarla o de dar una descripción completa que dé cuenta de todos los aspectos relevante.

En otras palabras, plantear que las acciones tienen sentido, y que es relevante tomarlas en cuenta, no implica rechazar la idea que las descripciones de los actores son incorrectas o insuficiente, y que en general las descripciones del actor no tienen primacía sobre las del investigador (que debe superar la ‘teoría ingenua’ de los actores a la Bourdieu o Leví-Strauss). Para entender la relación entre el postulado y este tema de la primacía de las descripciones del actor o del analista, es necesario analizar en mayor detalle el tipo de conocimiento que los actores tienen de la vida social: ¿Qué elementos de la vida social son transparentes, conocidos, por los actores? ¿Qué elementos de la vida social son opacos para ellos?

Los aspectos significativos de la vida social son transparentes para los actores. Si distinguen entre vestimenta formal e informal, y establecen que la formal se ocupa en el trabajo –con la excepción (o no) de los viernes; entonces para poder usarla requieren conocerla y saberla aplicar. Participar de la práctica requiere saber aplicarla (las reflexiones de Wittgenstein y de Winch sobre que significa seguir una regla son relevantes al respecto). En última instancia, los actores pueden señalar cuando no se cumple. En relación a las prácticas y las acciones, los actores conocen lo que están haciendo, y en relación a ello, entonces la descripción del actor tiene primacía: el analista puede elaborar, dar más claridad (y traducir a otros contextos) esos significados.

Pero la vida social no está compuesta sólo por significados. El entramado de las interacciones sociales y de sus consecuencias está lleno de significaciones (Fuhse 2009), pero no se reducen al sentido. Un actor no necesariamente conoce todas las ramificaciones de las redes sociales de las prácticas en que participe, o de la transferencia de recursos a su interior, o de los efectos (específicos y agregados) que ellas tienen. De hecho, hay que recordar que tampoco conoce necesariamente los significados de las prácticas en que no participa: puede tener ideas, pero no tiene necesariamente el conocimiento requerido para ser parte de ella. En otras palabras, el entramado de relaciones sociales es opaco para él. Por lo tanto, en este ámbito, la descripción del actor no tiene primacía por sobre la del analista, y la ‘teoría nativa’ puede ser adecuada o inadecuada como descripción de ese aspecto de la vida social .

Por ejemplo, los sujetos conocen, los significados del trabajo, y pueden señalar en que cosiste comportarse como un ‘buen trabajador’ Ahora, cuales son las posibilidades reales de encontrar trabajo, la efectividad de las diversas estrategias, la situación del contexto al respecto es algo que puede o no puede conocerse; y los conceptos que elaboren al respecto no necesariamente tienen relación alguna con lo que sucede .

Esto implica una interacción entre estos niveles y de cómo se aplica el tema del sentido de la acción. Por ejemplo, Bearman (1997) nos muestra que las normas planteadas explícitamente por los miembros de una tribu aborigen australiana sobre matrimonios no dan cuenta de las dinámicas reales existentes a este respecto: Las normas son más bien teorías de los actores para explicar lo que sucede, y lo que realmente explica las dinámicas es el carácter gerontocrático de esta tribu. El sentido de la acción aparece en torno a la participación de las prácticas que tienen esos efectos: los miembros de esa tribu si saben cuándo hay matrimonio, y su saben cómo manifestar deferencia y otorgarle autoridad a las personas de edad, si saben realizar distinciones en torno a la edad de las personas. El sentido de esas acciones es lo que produce efectos que, en este caso, resultaban desconocidas para los actores.
Aunque no todo en la vida social es sentido de la acción, no podemos describir la vida social sin tomar en cuenta que existe sentido en ella, y que las interacciones son producidas por actores que necesariamente le otorgan sentido a sus acciones.

Las Reglas Analíticas del Método en Ciencias Sociales (III) El postulado de la igualdad de actores

El primer postulado de las reglas es que todos los actores han de tener las mismas capacidades. No necesariamente han de poseer las mismas características, y podemos variarlas –aun cuando en lo posible, resulta interesante intentar explicar las diferencias en ellas a partir de sus diferencias en el entramado social más que en atributos de actor. Pero si ello no funciona, las diferencias en características de los actores es algo que se puede incorporar en el análisis. Sin embargo, en lo que concierne a capacidades esto es una condición del análisis: las diferencias en lo que los actores pueden hacer sólo pueden provenir de sus diferentes ubicaciones en el mundo social. En tanto actores debieran ser iguales en sus capacidades .

En otras palabras, el método sociológico tiene la exigencia que no existan actores especiales. Básicamente, si postulamos que un actor dado puede hacer X (se puede organizar, puede aprender etc.) entonces cualquier actor puede hacerlo. Si encontramos que un actor no realiza la acción, entonces no podemos basar la explicación en que el actor es diferente, sino que su situación era diferente: por ejemplo, que dado el entramado de interacciones sociales ese actor no tiene los recursos necesarios para realizarla, u otros actores no permiten que la realice. No hay actores con capacidades especiales, a lo más hay situaciones especiales que les permiten o no realizarlas.

Pensemos por ejemplo en el caso de la acción colectiva y la vieja observación de Olson que no todos los actores con intereses comunes se organizan para su logro, sin embargo algunos actores efectivamente se organizan para ello (Olson, 1965). Ahora, lo que hace Olson es buscar identificar qué circunstancias, situaciones, estructuras se dan en los grupos que producen acción colectiva. Lo que no hace es plantear, digamos, que donde hay acción colectiva es porque los actores son diferentes. Por ejemplo, simplemente plantear que tienen una orientación colectiva más fuerte. En última instancia, si se planteara dicha explicación, habría que mostrar las circunstancias y situaciones del entramado de interacciones sociales que tiene ese resultado .

Si lo anterior es correcto, entonces todo modelo conceptual o empírico que se base en una distinción entre verdad / falsedad que es conocida para el analista pero no puede ser conocida para los actores es inaceptable. Los analistas son actores sociales, y por lo tanto y por tanto si ellos tienen la capacidad de detectar la ‘verdad’, entonces esa capacidad está disponible para los actores –dado que algunos actores (los analistas) efectivamente la tienen. Entonces, explicaciones basadas en una falsa conciencia, que el analista puede observar pero que los actores son ingenuos para observar, no resultan adecuadas. El argumento que sólo externamente se podrían observar ciertas cosas resulta insuficiente dado que los actores también podrían ubicarse ‘fuera’ de la interacción. El planteamiento a la Bourdieu de la necesidad de la doxa para el mantenimiento del orden social cae en este problema y se basa, finalmente, en una creencia también algo ingenua: Que si los actores se dieran cuenta del juego que están jugando, dejarían de jugar. Por ejemplo, si se dieran cuenta que, digamos, las características del gusto se usan para distinguir grupos sociales y no son expresión simple de un ‘buen’ gusto; entonces dejaría de funcionar la mecánica que subyace a ese juego. Pero dado que las presiones para participar de los juegos sociales son presiones sociales, entonces el mero hecho de salir de la doxa y ver al juego como juego no debiera tener esa consecuencia. En última instancia, los actores sociales no requieren ser tan naïve como lo plantean diversas teorías sociales. Lo mismo ocurre en diversos análisis de racionalidad imperfecta donde se usa como método de análisis un término de error que marca la diferencia de la decisión o creencia del actor de la decisión o creencia racional. Pero, ¿de donde proviene la capacidad de identificar la decisión o creencia ‘racional’? (que es lo que permite establecer un término de error). Si el analista puede determinarlo de alguna forma, entonces los actores también podrían hacerlo, y eso debiera incluirse en el análisis.

Para diferenciar entre las capacidades del actor y el analista, se terminan usando explicaciones que resultan implausibles. La idea de Mannheim que los intelectuales al ocupar un lugar ‘libre’ en la vida social puede observar cosas que los actores no pueden, se basa en el supuesto que los intelectuales no poseen intereses propios generados por la posición específica que ocupan en la vida social.
La importancia de reconocer que los actores y los analistas están en el mismo plano no sólo ocurre con el tema de la capacidad de acercarse a la ‘verdad’. Por ejemplo, Ekelund y Tollison plantean, usando como base teorías económicas actuales de rent-seeking (Ekelund & Tollison, 1997) que las explicaciones del mercantilismo dadas por los propios autores no corresponden: Las políticas mercantilistas tienen otros efectos que los que planteaban las ideas contemporáneas. Las elites dirigentes europeas no fueron mercantilistas por las razones esgrimidas en las teorías de su tiempo (que tienen que ser ‘falsa’ conciencia o sólo propaganda), sino que fueron mercantilistas por las razones que esgrime la teoría económica actual. Sólo eso sería compatible con la idea que esas elites dirigentes eran racionales, si hubieran actuado de acuerdo a las ideas que se discutían en la época del mercantilismo hubieran sido irracionales. A primera vista, este tipo de explicación cumple con los criterios que hemos mencionado: Tanto al actor como el analista se le reconoce la capacidad de actuar racionalmente.

Sin embargo, de todas formas se plantea una diferencia: el barómetro de la racionalidad lo tiene un actor en particular (el investigador), y por lo tanto para que un actor sea considerado racional ha de pensar como lo hace él. El hecho que una persona pudiera creer efectivamente en las creencias del mercantilismo y, que por lo tanto, para ese actor lo racional hubiera sido actuar en consecuencia con sus propias creencias (y no con las creencias de otro actor) no siquiera aparece como posibilidad. Es otra forma de plantear una diferencia entre las capacidades del actor y del analista.
En la discusión anterior nos hemos centrado en la diferencia actor / analista porque es uno de los casos más claros donde se desarrollan modelos de análisis en que aparece una diferencia básica en las capacidades de los actores. Y es una que es fácil perder de vista. Si le damos capacidades al analista que no le damos al actor bien podemos pasar por alto que los analistas son una clase de actores (que son ‘parte de la sociedad’). Si más aún le damos a todos los actores –otros que el analista- las mismas capacidades, podemos creer que hemos cumplido con esa idea, aun cuando el modelo usa una distinción básica en lo que concierne a las capacidades.

Sin embargo, la importancia del postulado no se refiere solamente a la discusión anterior. El postulado nos impele a no quedarnos simplemente satisfechos con una descripción cuando alcanzamos a observar una diferencia en las capacidades de los actores. Lo que requerimos es determinar qué es lo que establece que en determinada situación social, se produzcan diferencias en esas capacidades; pero esas diferencias no pueden ser un dato primario. Es la sociedad, por ejemplo, la que determina quienes son los que pueden atestiguar en un juicio o de quienes pueden representar a una persona en un juicio. Las diferencias en los actores son un punto de partida, no uno de llegada en la discusión de ciencias sociales.

Las Reglas Analíticas del Método en Ciencias Sociales (II) Un análisis de agentes

Una consecuencia de la discusión anterior es que toda discusión de método tiene compromisos teóricos. Corresponde, entonces, plantear los compromisos teóricos que subyacen a esta discusión del método.

En el mundo social hay agentes, y hay acciones. La base de la discusión que desarrollaremos a continuación es que la afirmación anterior es relevante, y sus consecuencias deben ser tomadas en cuenta cuando realizamos investigaciones.

Lo que no queremos afirmar es que en el mundo social sólo hay agentes y acciones; ni tampoco queremos afirmar que la explicación de los fenómenos sociales tenga que fundamentarse en dichos agentes. De hecho, ni siquiera queremos plantear la afirmación que los actores son parte de la sociedad. La afirmación, incluso, es compatible con la idea luhmanniana que las personas no son parte de lo social, y que la unidad básica de la vida social son comunicaciones. Pero las comunicaciones –aun cuando no incluyan agentes- requieren que existan agentes . La intención de la afirmación es más sencilla: no podemos pasar por alto la circunstancia que en la vida social existen actores.

La afirmación es limitada, pero tiene consecuencias relevantes. Porque el carácter de los agentes, y las características que les asignamos, nos entrega un rango de explicaciones y de análisis aceptables o no. Si planteamos que los agentes que nos interesan son, para usar el ejemplo más restrictivo, agentes completamente racionales, entonces esto tiene efectos en el tipo de análisis que podemos realizar (siguiendo con el ejemplo luhmanniano, en el tipo de comunicaciones y en las conexiones que estas realizan).

En este texto nos limitaremos a plantear algunas consecuencias del hecho en sí que existan actores en la vida social, sin entrar en mayores detalles sobre el tipo de agentes. En principio, las reglas que enunciaremos debieran ser válidas para todo tipo de agentes.

Las Reglas Analíticas del Método en Ciencias Sociales (I) La Naturaleza del Método

Revisando hace un par de días todos los posts hechos en este blog -que llegan a una buena cantidad de páginas en realidad- pensé que agrupando algunos podía escribir algunos papers. El primero, porque era el más avanzado, era uno sobre Las Reglas del Método Sociológico. Así que lo que haré en los siguientes días es ir publicando cada una de las partes del artículo, de manera de ir ordenándolo y dejándolo más publicable. En varios casos esto será sencillamente una nueva versión de un post anterior, pero en otros será efectivamente un nuevo análisis.

A continuación, entonces, la introducción

Una de las características extrañas de las ciencias sociales es la importancia que la metodología tiene en la discusión y en la enseñanza de estas disciplinas. La separación que existe entre la metodología y el resto del saber de estas disciplinas es una de las características más irritantes de ellas. Es posible abrir cualquier manual de metodología y observar que poco de lo aparece en el texto se relaciona con las discusiones sustantivas de la metodología[1]. Por ejemplo, sólo recientemente se ha empezado a tomar en cuenta en serio el hecho que las encuestas son una especie de conversación y que requieren, entre otras cosas, que los entrevistados hagan uso de la memoria; y por lo tanto, sólo recientemente el conocimiento sobre cómo la gente desarrolla conversaciones o los descubrimientos de la sicología cognitiva sobre la memoria es un conocimiento relevante en la elaboración de cuestionarios (Tourangeau, Rips, & Rasinki, 2000). La práctica habitual, de hecho, en muchos manuales de metodología sigue siendo discutir sobre cuestionarios sin relación a esos conocimientos sustantivos.

Esta separación de la metodología del resto del saber disciplinar tiene como consecuencia una concentración en las técnicas de investigación. Dado que la discusión del método no se basa en nuestras ideas sobre la interacción social, entonces no puede centrarse en el tipo de aproximación que resulta más adecuado (¿qué tipo de preguntas son más relevantes?, ¿cuáles son las maneras más adecuadas de responderlas?). El análisis, a su vez, queda reducido a la aplicación de técnicas estadísticas –sin discusión de su aplicabilidad o necesidad de adaptarlas a los requerimientos específicos de explicación de las interacciones sociales[2]. Lo que queda, entonces, es la discusión sobre las técnicas de producción de datos.

La concentración en las técnicas de investigación sin relación con un saber disciplinar tiene una consecuencia muy negativa en la aproximación a dichas técnicas. Porque esto reduce a las técnicas de investigación a un saber general sobre estas técnicas. Pero, ¿qué se puede decir sobre las encuestas o las entrevistas cuando se habla generalmente? No demasiado, y no mucho que efectivamente sea útil para quienes practican la investigación. Las preguntas cruciales en una investigación suelen estar asociadas con los saberes particulares asociados al tema de investigación. Pero esos son saberes disciplinares, no metodológicos.

La concentración de la metodología en las técnicas, y en particular en un saber general de las técnicas, y su aislamiento de la discusión disciplinar tiene su raíz básica en la función que cumple la metodología dentro de las ciencias sociales. No ha resultado posible ponerse de acuerdo en lo sustantivo, pero si es posible ponerse de acuerdo en lo metodológico: Si explicaciones estructurales, o basadas en agentes, o basadas en actores racionales son las más adecuadas sigue, y seguirá siendo, asuntos a discutir; pero es posible que todos estemos de acuerdo en que la confiabilidad y la validez son características de una buena medición. La metodología es un conocimiento poco conflictivo que sirve para constituir entonces cierta identidad disciplinar. Una de las consecuencias de lo anterior, en todo caso, es la construcción de un conocimiento metodológico inadecuado.

Si queremos superar lo anterior, entonces es necesario reconocer que los métodos han de estar relacionados con las ideas teóricas sobre la interacción social y sobre las sociedades. Las reglas del buen análisis son lo que debiera constituir la base del método, y esas ideas no queda más que basarlas en conceptos y en afirmaciones sobre cómo funciona el mundo social. De hecho, lo anterior no debiera ser polémico: Definir reglas de análisis es lo que hizo Durkheim en Las Reglas del Método Sociológico (Durkheim, 1986 [1895]), o lo que Giddens hizo en Las Nuevas Reglas (Giddens, 1976). La discusión sobre la relación micro-macro de Coleman en Foundations of Social Theory es una discusión sobre qué tipos de análisis y explicaciones son adecuadas (Coleman, 1990). Es posible defender, de hecho, la afirmación que la discusión metodológica fuera del campo especializado en metodología, es de hecho la discusión sobre cómo se realiza un análisis adecuado.


[1] En el caso de las técnicas cualitativas hay usualmente mayor discusión disciplinar. Parte importante del argumento de estos textos es que las características de los actores y de la interacción social hacen útil o necesaria una aproximación cualitativa. Pero esto se debe a que la legitimidad de las técnicas cualitativas sigue en discusión, y sigue siendo necesario para quienes las desarrollan defender que representa una adecuada forma de conocer la realidad social. Dado que las técnicas cualitativas sigue estando fuera del mainstream metodológico, el argumento sólo puede provenir de ideas teóricas sobre la interacción social.

[2] Cuando nos preocupamos de ello, efectivamente se producen técnicas específicas. El análisis de redes sociales, por ejemplo, implicó desarrollar indicadores y formas de análisis específicos, adaptados a las necesidades de ese tipo de análisis (Wasserman & Faust, 1994). Lo que no se podía hacer, si uno realmente tomaba en cuenta los requerimientos de analizar redes, era aplicar sencillamente los análisis ya existentes, desarrollados sin tomar en cuenta esas características.

Definiendo la clase media

En varias partes he leído que un criterio relativamente útil para definir a la nebulosa clase media es sencillamente usando un criterio centrado en la mediana: Un grupo que tiene un ingreso definido como un porcentaje de la mediana (digamos entre el 75% y el 125% de la mediana de ingresos, que como lo mencionan Barozet y Espinoza es el criterio internacional). Parece una forma clara de referirse a lo que debiera indicar el término clase media: Aquellos que están en la mitad de la segmentación sociodemográfica.

Lamentablemente no tiene mucho sentido. La clase media no se define por que esta en la mitad, sino porque esta entre medio: Porque tiene sectores ‘arriba’ y ‘abajo’. En otras palabras, es un concepto puramente relacional. Lo importante de la clase media es que, finalmente, no pertenece a la elite ni tampoco a los pobres (o a los sectores populares a los trabajadores o a cualquier forma en que una sociedad defina a sus sectores bajos). Esa pertenencia es algo que ocurre realmente en los procesos sociales, y algo reconocido en la sociedad. Es un lugar concreto y reconocido en la estructura social, no un simple lugar en una escala estadística. Tiene que ver con quienes se reconocen como iguales, como pares; y quienes no se reconocen como tales.

¿Por qué es importante lo anterior? Porque nos recuerda que los ‘de abajo’ en diversas sociedades han sido la gran mayoría de la población. En una sociedad organizada por aristócratas / burgueses / campesinos, los campesinos son más de la mitad de la población y eso no quita que la ‘clase media’ son los burgueses (aun cuando por un criterio de ingresos claramente estuvieron muy por sobre la mediana). Lo importante era que claramente los burgueses no eran campesinos (no tenían el mismo estándar de vida, ni las mismas expectativas y en toda interacción entre ellos estaría claro quién era superior y quién inferior), ni tampoco parte de la elite (por las mismas razones).

Definir la clase media de acuerdo a la mediana nos parece relativamente razonable ahora, pero eso se debe a características concretas de nuestras sociedades (la dificultad de delimitar segmentos en sociedades formalmente basadas en igualdad de derechos, en que los niveles de ingreso son continuos y sin saltos etc.) Pero como afirmación general nos hace olvidar el fenómeno del cual estamos hablando.

Todo lo que nos dijeron sobre la modernidad estaba equivocado (II) ¿La modernidad como proyecto?

Esto de ponerse a hablar de otras cosas hace que uno se olvide que inicialmente este era un blog de sociología, y que hay temas a medio escribir. Como el díptico sobre la modernidad. En la primera parte, se criticaba la idea que teníamos sobre lo que era el proyecto moderno. Y se había anunciado -para vergüenza total- una segunda parte dedicada a criticar la idea que la modernidad era un proyecto. Ahora, habiendo anunciado esa segunda parte en junio de 2009, creo que estamos algo atrasados. Así que, finalmente, la segunda parte.

La idea que la modernidad es un proyecto creo que ha tenido su mejor defensa en años recientes en el ya clásico libro de Wagner de Sociología de la Modernidad. Y el argumento es, como todo argumento potente, bastante sencillo: Si la modernidad es un cambio en las estructuras, entonces fue un cambio muy lento. Y ergo, no sirve para mostrar una disrupción profunda en la vida social. Además, sólo afectó a grupos muy pequeños hasta muy recientemente, y por lo tanto, el siglo XIX no sería moderno en ese sentido, dado que las personas no se habrían visto afectadas por ella en ese época: La modernidad no habría afectado la vida cotidiana de grandes masas de la población (i.e eran campesinos y no obreros, eran analfabetos así que la expansión de la prensa no los afectó y así). Y toda definición de la modernidad que dejara fuera al siglo XIX no es muy adecuada.

A pesar de su potencia es un argumento equivocado. Lo de cambio rápido y disruptivo depende de la aproximación. Un cambio de un par de siglos mirado de cerca puede ser lento, pero mirado desde los varios milenios de historia humana sigue siendo un cambio rápido. El tema de a cuantas personas afectó es producto de una equivocación: Un cambio sustancial en la estructura social no se define por la cantidad de personas que lo experimenta, sino por como afecta la forma en que esa sociedad se reproduce: Quizás pocos eran obreros, pero la producción de las fábricas afectó a muchas personas (como consumidores que adquirían bienes, como productores que experimentaban la competencia de esas fábricas), y por cierto afectó a las estructuras de poder de esas sociedades (con pérdida de importancia de la propiedad de la tierra). Quizás no todos podían leer los periódicos, pero las formas en que opera un gobierno con o sin periódicos son distintas. En última instancia, tener sociedades en que el Estado se dedica a la instrucción primaria es un tema relevante y con consecuencias profundas, incluso cuando ese esfuerzo se está recién iniciando y todavía no afecta a toda la población.

Todo ello, incluso, deja fuera el principal problema de definir la modernidad como proyecto. Si se lo define como proyecto (y como expresión de ciertos valores), entonces la modernidad es algo que es característica de algunas sociedades en particular -que de hecho Wagner dice explícitamente: mi análisis sirve para, digamos, Europa y América del Norte. Ahora, definir análisis específicos para ciertas sociedades es más que razonable. Pero, entonces necesitamos otro concepto para referirnos al hecho que prácticamente todas las sociedades han experimentado (y han sido parte de) un proceso estructural común en los últimos 200 años: crecimiento de la urbanización, industrialización (y si tu país no se industrializó, de todas formas experimentó los efectos), expansión de la esfera pública y de medios de comunicación de masas, aumento de las burocracias y del personal técnico, aumento de los niveles de uso de energía etc, etc.

Ese es un cambio fundamental, para el cual originalmente teníamos la palabra modernidad. Disminuir su extensión para referirse a cosas que sólo sirven para las sociedades que son herederas directas de la Ilustración nos deja sin concepto para referirnos a el cambio central de los últimos siglos. Por decir cualquier cosa, Irán puede estar alejado del proyecto moderno, pero sus instituciones funcionan con memorandos, y el trabajo asalariado es relevante en ella, y un porcentaje más que relevante de su población ya no trabaja en la tierra.

Sobre acciones políticas en Sociología

A propósito de la reciente huelga de hambre de mapuches, en la lista Chilesoc aparecieron algunos requerimientos para firmar una declaración de apoyo sobre su situación. Hasta ahora, todo razonable. Ahora, se pidió que fuera una declaración de apoyo en tanto sociólogos (e inicialmente usando la palabra experto). Lo que me pareció inadecuado -porque de verdad, ¿expertos en lo social?, si un sociólogo cree de verdad que somos eso, estamos muy mal. A lo que varios replicaron diciendo que lo de experto no era importante, que lo relevante era hacer la petición. Lo cual está muy bien, pero entre medio se hicieron de nuevo algunas declaraciones que insistían en el valor especial de la opinión de los sociólogos.

A continuación escribo la replica completa que hice al respecto:

Siempre es extraño cuando se niega y afirma lo mismo en un sólo párrafo. Se niega que se quiera (o la importancia) hablar como experto,y a renglón seguido se insiste en que el habla de los sociólogos es especial. Se nos dice que no es hablar como expertos, sino como profesionales; pero -entre otras cosas- un profesional se define por que tiene acceso a un conocimiento específico (o sea, es un experto). Se nos dice que no es hablar como expertos, pero que ‘debemos aportar con una mirada más amplia a la realidad social’ que sigue siendo una forma de plantear que nuestra habla es especial. O se plantea que, dado que esto es un tema político, entonces lo de ser experto no es relevante; pero ¿desde cuando decir que uno es experto o tiene una mirada especial en un tema no es un acto político de legitimidad del habla? El efecto político deseado se basa precisamente en la pretensión de tener un habla especial. Al fin y al cabo, si no se tuviera esa pretensión entonces no se insistiría en mostrar las credenciales al momento de la firma.

Al fin y al cabo, para hablar públicamente se habla como ciudadanos preocupados. Otro titulo para hablar no se requiere. Otro titulo no se tiene.

Y finalmente, si lo que se quiere es ayudar a los mapuches entonces háganse actos de verdad: Proteste, organice una marcha, súmese a la huelga de hambre. Pero armar una declaración basado en un presunto aporte especial por el carácter de profesionales de lo social, cuando ese aporte no es reconocido en la sociedad es del tipo de cosas que parece útil y parece importante y parece consciente, pero en realidad sólo sirve para que uno quede tranquilo con su consciencia en vez de aportar políticamente de manera efectiva.

Si, creo que salió un poco agresivo -en particular, la última parte, pero en fin, no siempre uno está en el ánimo más ecuánime.