Trasímaco y el rechazo a la forma socrática de la duda. Sobre la construcción del Conocimiento Científico

En La República, Trasímaco es uno de los primeros interlocutores, y de hecho quien se opone a las ideas de Sócrates. No nos centraremos aquí en sus posiciones, sino en una postura que podemos llamar metodológica, y que es con la cual entra en la discusión.

‘What a lot of drivel, Socrates! Why are you deferentially bowing and scraping each other like simpletons? If you really want to know what morality is, then don’t just ask questions and look for applause by refuting any and every answer you get, because you’ve realized that it’s easier to ask questions than it is to answer them. No, state an opinion yourself: say what you think morality is. And make sure you state your view clearly and precisely (La República, 336 b-d)

Trasímaco está, entonces, rechazando el procedimiento de Sócrates de entrada: Esa forma de preguntar no es la adecuada para buscar la verdad. Más aún, la acusación es que ello es fácil, al final encontrar errores en el razonamiento es algo fácil para cualquier inteligencia. Ello es al fin, preguntar por preguntar. Si lo que interesa es la investigación, entonces lo que corresponde es que cada quién exponga y someta a la crítica su posición. De ahí es fácil colegir que no basta con criticar una posición, al negar algo habrá que proponer otra cosa. Es así como se discute.

Esta posición anti-socrática corresponde a lo que en tiempos recientes diversos autores han mantenido que funciona la ciencia: Como crítica de teorías y donde ninguna teoría se abandona si no se propone alguna teoría mejor. Criticar una teoría sin proponer una nueva idea aparece como anti-científico.

De hecho, podemos decir que Platón mismo termina rechazando el proyecto. Puesto que el resto de La República es precisamente la exposición de lo que piensa es el bien. Ahora, y he aquí la diferencia crucial, realiza la exposición sólo cuando tiene una audiencia que lo apoya, cuando no hay crítica fundamental. No hay ahí crítica ni duda: De la duda basal que no busca nada a la ausencia total de duda, lo que no deja espacio es para la aplicación de la crítica sin dudar de todo.

En ese sentido, el bien detestable Trasímaco resulta, en ello al menos, defensor de un procedimiento análogo al que con posterioridad desarrollarán las ciencias empíricas.

NOTA. En esta entrada y en la anterior sobre La República nos hemos referido a lo socrático, aun cuando el texto es de Platón, y es claro que lo que allí se propone no corresponde a Sócrates. La razón es que al inicio de la República (básicamente en el Libro I) antes que se inicie propiamente la exposición, lo que hace el personaje de Sócrates es preguntar e ir socavando las bases de las posiciones de otros (la moralidad no parece ser lo que tu planteas que es), y ese procedimiento es lo que las diversas fuentes que poseemos nos indican era el proceder de Sócrates. Es por ello que dado que estamos comentando elementos de esa sección del texto que nos referimos a una duda socrática.

La Potencia de lo Social

No deja de ser algo curioso que los sociólogos, y no deja de ser común en general entre cientistas sociales o la población común, tengan una visión más bien negativa del hecho social como tal: La vida social es siempre una limitación, y cuando se descubre que algo es producto de una convención social eso mismo es motivo para su crítica. Dado que lo social sería variable y no universal (o al menos, lo que hubiera de universal no se debe al hecho social sino a otras consideraciones, digamos determinismos biológicos o de otra especie) entonces no hay mayor valor en sí. Seremos Rousseaunianos y pensaremos que la sociedad sólo pone cadenas en las personas y por ello es negativo, o Hobbesianos y pensaremos que la sociedad pone cadenas y por ello es positiva.

El caso es que, al fin y al cabo, lo social es finalmente potencia (y no en vano ya van 30 años de teoría social indicando que las instituciones limitan y permiten, digamos Giddens decía eso en The Constitution of Society, del cual efectivamente se cumplen 30 años el 2014). Mas aún, es claro, y Edward O. Wilson ha tenido a bien recordarlo recientemente en The Social Conquest of Earth (2012) la vida social es una estrategia altamente exitosa a todo nivel en la biología.

Pensemos en el caso de la ciencia. Cuando los sociólogos dicen e insisten que la ciencia es una actividad social es, precisamente, para -al mismo tiempo- quitarle fuerza a ella: Eso implica que no es objetiva, que reproduce más bien la doxa de lo social. Ser objetivo y ser social serían atributos contrapuestos.

Pero eso, a decir verdad, no tiene el menor sentido. La ciencia es una actividad intensamente social y precisamente por eso es tremendamente eficaz y poderosa en producir conocimiento sobre el mundo (de hecho, no estoy diciendo nada nuevo, es la mitad de los argumentos finales de The Poverty of Historicism de Popper). La ciencia, claramente, es una actividad académica que requiere la participación de muchos -no es algo individual. Quién escribe papers no puede hacerlo sin referirse a la literatura existente sobre el tema, y construye sobre ella (para no hablar del hecho que tampoco se investiga sólo). Y cómo nos recuerda Ramos en El Ensamblaje de Ciencia y Sociedad (2012) he ahí la perspectiva de Luhmann, que no es sólo para decir que hay un teórico que basa su análisis de la ciencia en eso, sino que nos permite darnos cuenta que eso es lo que diferencia a la ciencia de otros elementos. El análisis de Bourdieu sobre campos es útil, pero se aplica igualmente a cualquier actividad social, la lógica del poder funciona de la misma forma, y el interés específico del campo lo identifica y diferencia pero no cambia su operación. Pero sí es algo que distingue a la ciencia el hecho básico de la constitución vía relaciones sociales (vía la referencia a otras investigaciones que es la cita y la revisión de literatura) del conocimiento.

La constitución de la República de las Letras a principios de la modernidad, la intensa correspondencia vía cartas de los científicos y posteriormente (y desde el inicio) la generación de revistas científicas son parte de las actividades que efectivamente permiten que la ciencia despegue en la Europa de los siglos XVII-XVIII. Otras civilizaciones contaron con estudiosos observadores de la realidad, personas con una mirada naturalizante del mundo, o con altas habilidades técnicas y alto rigor. Pero era la constitución de un sistema de comunicaciones lo que diferenció el surgimiento de la ciencia (e incluso la Astronomía, que al fin y al cabo, estaba ya constituida con anterioridad a ese despliegue, es también un lugar donde las comunicaciones para establecer hechos y observaciones ya se había desarrollado -necesito una comunidad para realizar todas las observaciones pertinentes).

La construcción de los datos es una actividad conjunta, y precisamente porque es conjunta es que funciona: Si cada investigador tuviera que partir de 0 y crear todos sus datos y material, claramente jamás se terminarían de constituir datos más o menos objetivos. Es la actividad social de múltiples científicos que trabajan a partir de lo que otros hacen lo que permite plantear que la alquimia no tenía sentido y la fuerza de gravedad no, que los dragones no existen pero sí animales con un solo cuerno, no es algo que fuera evidente al inicio de las investigaciones -donde antes de realizarlas toda posibilidad es efectivamente posible.

Si la ciencia tiene eficacia, y si permite conocer de alguna forma el mundo es precisamente porque es una de las actividades más sociales en existencia. En última instancia, sólo porque es social es que ha permitido la generación de conocimiento que supera con creces a lo que cualquier individuo puede producir o comprender. La vida social nos permite hacer cosas que simplemente no podemos hacer cada uno por su cuenta, nos permite hacer más cosas. Lo que no deja de ser, para recordar a quién se ha transformado en mi pensador favorito, puro Spinoza -y de hecho, es buena parte de la interpretación de Negri al respecto en la Anomalía Salvaje: Que pensamos lo social en términos de poder (potestas) y no de potencia (potentia).

La Ciencia: Desde la Episteme a la ordenación de la Doxa

En el nacimiento de la filosofía una de las distinciones más usadas fue el contraste entre el verdadero conocimiento, al que aspiraban los filósofos -universal, certero- y el conocimiento del sentido común -que sólo veía la superficie, que podía a veces saber pero no sabía porque sabía. Es algo en lo cual Platón y Hegel estarían plenamente de acuerdo.

De hecho no sólo la distinción, sino que el conocimiento verdadero se oponía al sentido común, y salir de sus trampas la verdad. La certeza era lo que caracteriza al verdadero conocimiento y la pregunta de la ciencia es cómo adquirir certeza. Lo anterior era válido para los griegos y, por cierto, en el inicio de la modernidad también: El desarrollo de la aproximación que ahora llamamos científica, pero que en la época no estaba diferenciada dela filosofía, también era una forma de buscar la certeza, y por lo tanto también heredó esa separación.

Ahora, el caso es que el conocimiento certero y verdadero era el conocimiento racional; mientras que el conocimiento de los sentidos era parte del sentido común. La imagen tradicional era que precisamente los sentidos pueden engañar, entregan información distinta para las personas, y se requiere una luz diferente -la de la razón- para poder entender las cosas.

Frente a la corriente principal estaba el escepticismo antiguo y la naturaleza de sus diferencias nos hace ver con claridad las distinciones fundamentales. El escepticismo se basa en el rechazo de toda certeza: a todo se le puede oponer otro juicio, y siempre se llega o a círculos o a infinitudes, y no quedará más que suspender el juicio. En ese sentido el escéptico no niega el conocimiento sino que al revés que los dogmáticos y los académicos, nos dirá que ‘sigue investigando’ (como lo hace Sexto Empírico en su Esbozos Pirrónicos, Libro I: 4). Tampoco niega que de algunas cosas como adecuadas, pero siempre al nivel de las apariencias y el sentido común: No niega las cosas que se nos presentan, pero ellas sólo son apariencias y sentido común (Libro II: 246). Y, luego, el que se queda en ello no adquiere conocimiento. En ese sentido, el escéptico antiguo también acepta plenamente la distinción y la idea que el sentido común y la apariencia no constituyen conocimiento.

Las consideraciones anteriores son necesarias para entender un texto que, para oídos de principios del siglo XXI, resulta un tanto extraño. Pero, como suele suceder, las extrañezas son informativas:

Por lo contrario, en muchos casos he notado ya que hay una gran diferencia entre el objeto y su idea; así, por ejemplo, hallo en mí dos ideas del Sol muy diferentes, una es oriunda de los sentidos y debe ponerse entre las que he dicho que vienen de fuera y según esta idea, paréceme el Sol muy pequeño; la otra procede de las razones de la astronomía, es decir, de ciertas nociones nacidas conmigo, o ha sido formada por mí mismo; de cualquier modo que sea y según esta idea es el Sol varias veces mayor que la Tierra (Descartes, Meditaciones Metafísicas, 3a meditación, Párrafo 9)

La idea de un Sol racional debiera levantar sospechas: No es a través de la pura razón que se conoce el Sol sino a través de la experiencia. Pero en una tradición que piensa que el conocimiento es racional y se opone al sentido común de la experiencia aparente, no queda más que leer como conocimiento racional la experencia que no es inmediata de los sentidos.

Sin embargo, esa auto-concepción de la ciencia no duró mucho tiempo más. Uno de los momentos críticos es, de hecho, la ley de gravedad. Para el pensamiento del sigo XVII la ley de gravedad -con su consecuencia de acción a distancia- era un escándalo filosofíco, y de hecho Newton estaba de acuerdo con ello. Pero, y eso es lo clave del hypothesis non fingo, su corrección no dependía de tener una buena explicación, y de hecho no era necesario tenerla. A partir de ese momento, entonces la Ciencia pasó a ser una ordenación de la experencia, o sea un sentido común organizado, y ya no pudo más ser epistem en la concepción original.

La situación empeoró, para los partidarios de la concepción original, con Kant. Porque no sólo Kant estableció que las ciencias efectivamente lo que hacen es dar cuenta de la experencia, de los fenómenos, y no de la cosa en sí. Sino que el noúmeno, conocimiento del cual constituría el verdadero saber, es inalcanzable y de él nada se puede hacer. El sentido común superficial pasa a ser sede del conocimiento; y la profundidad del ser donde está la real verdad es inaccesible y de eso, sólo podemos tener opinión. Es la inversión de la intuición original. El peso de esa inversión la podemos ver en la fuerza de la reacción: el Idealismo Alemán, e incluso a veces el mismo Kant, usando como base la Crítica de la Razón Pura intentan quebrar esa inversión y volver a la idea que es posible acceder al ser en sí, al verdadero conocimiento, y que éste se opone al superficial sentido común, y también ahora a la superficial ciencia.

‘Pero desde que el común entendimiento humano se apoderó de la filosofía ha hecho prevalecer su manera de ver, según la cual descansaría la verdad en la realidad sensible, sin ser los pensamientos más que pensamientos, en el sentido de qué sólo la percepción sensible les daría enjundia y realidad y de que, en la medida en que la razón siguiera siendo en y para sí, no engendraría sino elucubraciones mentales. En ese acto de renuncia de la razón a sí misma se ha llegado a perder el concepto de la verdad; la razón se ha restringido al sólo conocimiento de la verdad subjetiva, de solamente lo que aparece o sea, a conocer solamente algo a lo que la naturaleza de la Cosa misma no corresponde, el saber ha recaído en opinión’ (Hegel, Ciencia de la Lógica, Libro I: El Ser, Introducción, página 17 del Volumen 11 de la Edición Académica)

En la actualidad, la distancia con la intuición filosófica clásica es aún mayor. No sólo la ciencia es sólo ordenación de la experiencia, sino que es además ordenación provisoria: hasta nuevo aviso esto es lo que parece ser correcto. En algún sentido, recupera la idea escéptica original que ‘seguimos investigando’. Con la diferencia que, en vez de suspender el juicio porque no tenemos la verdad eterna, tenemos un juicio temporal y provisorio porque no tenemos la verdad eterna.  Pero recordando que los escépticos no negaban la existencia de los pareceres al nivel de la experiencia y del sentido común, quizás la distancia no sea tanta.

En ese sentido, podemos decir que en sociedades donde el conocimiento es definido por las ciencias empíricas, se niega la existencia de la episteme. Sexto Empírico hubiera estado contento.