Historia de las Tecnologías Sociales (X). Ampliación y consolidación de la civilización (1200 AC-500)

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El Panteón en Roma, uno de los monumentos de la capital de unos de los principales imperios universales de la época. La caída del Imperio Romano fue la disrupción de mayor magnitud en las formaciones imperiales, y con todo, siempre han existido personas que pueden leer la inscripción -la civilización, incluso en sus mayores crisis, ya no perdía totalmente continuidad

Como habíamos dicho al inicio de toda esta serie de entradas, al comenzar cada era procederíamos a dar una mirada rápida a los acontecimientos, para posteriormente entrar en la serie de entradas sobre los cambios institucionales. Es lo que haremos entonces con el período que va del 1200 AC al 500 de nuestra era (en realidad 622, pero los números redondos tienen sus ventajas para la recordación), que como planteamos en la entrada anterior, se puede caracterizar como un período de ampliación y de consolidación.

A. El Medio Oriente Imperial: Desde Asiria pasando por la Persia Aqueménida hasta la dinastía Sasánida.

Tras la dislocación de la crisis del final de la Edad del Bronce, aparecen -en particular en el área sirio palestina- una importante cantidad de pequeños estados, organizados en torno a ciudades o a grupos étnicos (es de hecho, el caso del desarrollo del estado de Israel por ejemplo). Sin embargo, con el transcurrir del tiempo, las viejas formaciones estatales -ya sean ciudades-Estado o los estados territoriales- son reemplazados y subsumidos en un nuevo tipo de formación: Los imperios.

Asiria había sido ya uno de los estados que se había incorporado en el club de los grandes estados. En la Edad del Hierro, Asiria se convierte en imperio incorporando todas las otras formaciones estatales de los alrededores: Babilonia, los estados de Siria y Palestina, el sur de Anatolia, hacia el 671 AC invade Egipto y bajo Asurbanipal (668-627 AC) alcanza su máximo desarrollo territorial. Fuera de los dominios asirios no es mucha la tierra ‘civilizada’ que queda (Urartu al norte, en Anatolia oriental y en Armenia, es uno de los pocos estados organizados fuera de la órbita asiria).

El Imperio Asirio, después de alrededor de tres siglos de crecimiento, se desploma con cierta rapidez. Egipto recobra su independencia, y el resto del imperio es dividido entre Babilonia (Nabucodonosor) y por los Medos. Tampoco ello dura demasiado tiempo, y nuevamente toda la zona del medio oriente será conquistada por un nuevo imperio: Los persas.

El imperio persa -basado en una zona de antigua civilización, pero tradicionalmente periférica, Elam, en el suroeste de Irán- no sólo reemplaza a los anteriores, sino que los expande: Incluyendo definitivamente en su interior además de todos los territorios de Asiria, Irán, partes de India, y toda Anatolia. El imperio persa no solamente es territorialmente un imperio más extenso que los anteriores, sino que sus mecanismos administrativos parecen ser más adecuados a la tarea de gobernar un imperio: la administración provincial, las comunicaciones con el centro y -lo que no es menor- un tratamiento más tolerante y más respetuosa con los pueblos dominados (algo que la tradición hebrea y la griega apuntaron). Aunque sea exageración, no por nada el Cilindro de Ciro, declaración de dicho rey al 539 AC, al tomar Babilonia al inicio del imperio, donde declara que restablece sus cultos y repatria a los pueblos deportados ha sido tomada como origen de los derechos humanos. El  imperio de la dinastía aqueménida es, hasta los 330 AC, claramente la formación imperial más extensa conocida en la historia, y en su duración de dos siglos, un modelo claramente exitoso.

La zona del medio oriente quedará bajo manos de una dinastía helenística (los Seléucidas), pero prontamente buena parte de la zona queda bajo el dominio de una dinastía ‘local’, los Partos inicialmente y posteriormente los Sasánidos. Inicialmente se hacen con la mitad oriental de lo que era el imperio aqueménida, y con el tiempo también incorporaron Mesopotamia (conquistando la capital helenística de Seleucia); y los conflictos con el Imperio Romano sobre los antiguos territorios persas serán más o menos continuos hasta el final del período que hemos marcado -o sea, con las conquistas árabes.

El oriente medio es donde se origina la forma imperial, y desde su origen durante todo el período se constituye en la forma principal de organización de esta zona. Las dinastías se suceden, y hay estados ‘tapón’ hacia otras zonas imperiales o en la periferia, pero en general estamos ante una sucesión de dinastías imperiales.

B. La Expansión del Mediterráneo hasta el Imperio Romano.

Uno de los procesos más importantes de esta era es la expansión de la civilización, y uno de los casos más claros de ello es su expansión por el mediterráneo. En primera instancia, se recupera donde ella había sufrido un declive -en Anatolia y en siria-Palestina, y en el área griega-, pero además, con la expansión fenicia y griega, por las costas del mediterráneo: Sicilia, Túnez, la ‘Magna Grecia’ en el sur de Italia, Marsella fue colonia griega y Cadiz cartaginesa (que es, luego, en segundo grado, fenicia). Además, tenemos el desarrollo secundario de Estados en Italia (los etruscos y latinos), y uno de ellos -Roma- se convertirá finalmente el unificador imperial de toda la zona. Hacia finales de nuestra era se expande también -vía conquista e imitación- por España y Francia, incluso más allá del ámbito mediterráneo. Los galos, al menos como los describe César en los Comentarios a la Guerra de las Galias, se encontraban al fin del período helenístico (hacia el 30 AC), claramente en proceso de generación de ciudades y de Estado: Los oppidum que menciona pueden no alcanzar el estado de ciudad, y por algo César no usa la palabra ‘ciudad’ para ellos, pero claramente son una concentración de actividad, y los líderes y asambleas de las diversos tribus galas quizás no eran Estados, pero ya se movían en esa dirección.

Ahora bien, el desarrollo de esta expansión se construye inicialmente como una expansión de la forma ciudad-Estado, y en el caso particular de la Grecia clásica, en una de sus formulaciones más claras. Al mismo tiempo no deja de ser un nombre complejo, puesto que entre los griegos -en contraposición a otros ejemplos- la polis no se basa en la distinción entre lo urbano y lo rural (como sí ocurre en el medioevo europeo): el habitante rural es tan miembro de la polis como el habitante de la ciudad (y en el caso romano, la estructura política está pensada para asegurar el dominio rural de hecho). En la ciudad es donde se desarrollan muchos de los elementos que conforman parte de la cultura griega (el ágora se ubica ahí, junto a los templos,  gimnasios, teatros y asambleas) y para los griegos resulta evidente que la vida civilizada es una vida con ciudades; pero la ciudad no se piensa separada y opuesta de lo rural. Algo similar se podría defender con respecto a Roma, y claramente los griegos mismos pensaban que Cartago se podía entender con las mismas características que las suyas (en la Política, Aristóteles discute la constitución de esa ciudad)

La expansión del reino macedónico con Filipo y Alejandro cambia esta situación. Macedonia domina a las polis griegas (aunque no son incorporadas propiamente bajo dicho reino, sufren su hegemonía); y con la conquista de Alejandro del imperio persa cambia la situación de manera completa: el mundo clásico se une políticamente al mundo del cercano oriente. Al morir Alejandro el 323 AC este proceso en vez de ocurrir bajo un solo estado (con Macedonia simplemente tomando el relevo de los aqueménidas, como estos hicieron con las dinastías previas), lo que genera es la aparición de nuevas monarquías: El egipto de los Ptolomeos, la dinastía seléucida (en la zona siria y babilónica), el reino macedónico propiamente tal, varias ligas en Grecia federando a las antiguas polis, y una gran cantidad de reinos más pequeños y más fugaces (hay reinos helenísticos e influencias griegas hacia el Asia Central e incluso en la India).

El período helenístico conforma, entonces, una nueva situación de coexistencia de grandes poderes. A las monarquías derivadas de Alejandro hay que sumar las potencias del Mediterráneo Central (Cartago y la república Romana), y también la re-emergencia de una dinastía persa nativa (los partos) -aunque en ese caso, no hay demasiada relación con otros poderes aparte de los Seleúcidos. Es una situación que no había aparecido desde el club de los grandes poderes al fin de la edad del bronce, en el cual importantes estados territoriales coexistían y estaban en relación, y su duración es algo similar (alrededor de 3 siglos). Sin embargo, al revés que el período de Amarna (y de otras situaciones de competencia entre Estados, como las ciudades mayas o los estados europeos) no parece haber existido mucha legitimidad del hecho de esa existencia: Las dinastías helenísticas parecen haber coexistido más porque fueron incapaces de derrocarse a sí que por otro motivo, y claramente los Romanos veían a todo poder con una fuerza similar a la suya como una amenaza que debía ser eliminada o neutralizada, y en cuanto adquirieron mayor poder empiezan a tratar a otros estados como inferiores, y que deben seguir la égida de Roma (los últimos libros de las historias de Polibio, que es la principal narración contemporánea, son claros en mostrar el poco deseo de Roma, de su senado en particular, en tener iguales). Por otro lado, unos cuantos siglos parece ser lo que estas configuraciones pueden durar, hasta que son reemplazadas por otras.

Cuando la crisis de la república romana lleve, al mismo tiempo, la desaparición del último reino helenístico (el Egipto de los Ptolomeos), se conformará un nuevo imperio universal, el primero y el último que cubra toda la zona mediterránea: el Imperio Romano, que a su vez expandirá la vida civilizada al interior de Europa (hasta la frontera del Rin y el Danubio).

C. La India hasta los Imperio Maurya y Gupta.

La historia de la India tras la desaparición de Harappa es compleja, y menos fácil de seguir (hay, de hecho, menos fuentes escritas y no contamos con la tradición historiográfica que permite conocer el mediterráneo o incluso China). El período védico es conocido por lo que produjeron culturalmente (los epónimos vedas), pero el desarrollo social y político es menos claro.  También, con el desarrollo de la edad del Hierro (o sea posterior al 1200 AC) aparecen diversos estados (conocidos como janapadas); y en la India también aparece la forma republicana de gobierno (en un desarrollo paralelo al de la zona mediterránea), si bien aquí esta forma convive con monarquías más tradicionales. En esta zona también se observa una expansión de la forma de vida ‘civilización’, y alrededor del 500 A.C se expande la urbanización en el valle del Ganges, dividiéndose dicha llanura en alrededor de 16 estados (nuevamente, entonces, ante una estructura de competencia entre estados pares). El fenómeno de expansión de la civilización, podemos observar, es una característica clara de este período.

La civilización en la india nunca pudo entenderse sólo a partir de lo que ahí ocurría. Ya la cultura del Indo tenía contactos comerciales muy importantes con Sumeria; pero en este período ya encontramos contactos políticos. Las satrapías orientales del Imperio Aqueménida se ubicaban en esta zona, y sabido es que Alejandro Magno llega al Indo, y si bien el resultado de las batalles se ha puesto en duda, aparecen elementos culturales griegos en la india. En todo caso, a partir de este momento ya existen contactos culturales y comerciales directos entre la zona mediterránea y la India (en otras palabras, desde España hasta Bengala). Aunque sea sólo para marcar diferencias, ya son conocidos entre sí (y en la literatura filosófica india hay diálogos en que se debaten entre las concepciones locales y las griegas). Estas irrupciones son seguidas de la primera formación imperial generada en la India: el Imperio Maurya (322-185 AC), que domina toda la zona norte y central del subcontinente (las zonas tamiles del Sur son las que quedan fuera de su influencia). A este imperio sucederá después el Gupta (320-550) ya en nuestra era. Si bien ninguno de ellos unifica todo el subcontinente, conforman entre ambos un período relevante en que la formación imperial domina buena parte de éste.

En todo caso, en este período ya se forman (en particular, parece haberse formado en los siglos posteriores a la caída de la civilización del Indo y en la ‘invasión védica’, cuando la documentación se vuelve más común ya está más bien formada) algunos de los elementos claves de la civilización india, en particular las castas. Las castas no son solamente estamentos endogámicos, son grupos profesionales bien definidos que a su vez son endogámicos (la unidad real del sistema no son las castas amplias, sino toda una variedad de sub-castas). Esto vuelve al sistema mucho más intrincado; y tiene como consecuencia la necesidad de una interconexión relevante entre aldeas: La única forma de mantener la endogamia al interior de uno de estos segmentos es buscando posibles parejas en otras aldeas. El amplio número de sub-castas (que siguen estando ordenadas jerárquicamente) produce un escalafón bastante más preciso que otras formas de estratificación social (y no por nada uno de los ensayos más famosos sobre el sistema se llama Homo Hierarchicus). Este sistema cerrado no implica, al interior del pensamiento de esta civilización, ausencia de movilidad social; dado que las creencias internas mueven la movilidad social a una escala de múltiples vidas -lo cual, más de una vez, se ha mencionado como parte de la estabilidad del sistema.

D. China: De los inicios del Estado a la unificación Qin-Han

El origen de la civilización en China sigue un camino más bien separado del resto. A la formación de la civilización Shang en el valle del Huang He (1766-1122 AC), le siguen la dinastía Zhou -al menos así lo pensó la tradición china posterior. La caída de la dinastía Zhou generó un período de pérdida de unidad (ya no más un sólo Estado), que han sido llamados el período de primaveras y otoños (771-476 AC) y de los reinos combatientes (475-221 AC) -con múltiples estados que se dividen China de maneras muy diversas y sin alcanzar propiamente una situación de estabilidad, sucediéndose unos a otros. Al final del período emerge la dinastía Qin, de corta duración, y la dinastía Han, que unifican toda la zona, y de hecho expanden de manera muy importante el territorio cubierto por la civilización china. Son las dinastías con las que se marca el inicio de la era imperial en China.

Para comprender lo que sucede en estos años es importante recalcar que todos estos procesos ocurren en el valle del Huang He -esa es la zona que puede pensarse como unificada o como dividida; y que no alcanza al resto de lo que actualmente consideramos China. De hecho, los inicios de las formaciones estatales en el valle del Yangtsé, si bien influenciados por lo que hemos mencionado, son diferentes; y ello con mayor razón en relación con el actual sur de China. En la época, esas zonas no son ‘China’.

La competencia entre Estados, que es un fenómeno que hemos visto ya en las otras zonas (con la excepción del medio oriente quizás que siendo la más antigua es también donde más prontamente emergieron imperios), fue particularmente intensa y cruenta en China. Si bien sabemos que las fuentes suelen exagerar con respecto a los números, en general los diversos datos parecen ser consistentes en mostrar organizaciones estatales capaces de usar y administrar grandes cantidades de recursos. La intensidad de la competencia también generó, tempranamente en comparación con otras civilizaciones, un alto grado de burocratización del Estado -la emergencia de una categoría muy importancia de funcionarios. Si bien todavía esta burocracia no alcanza algunas de sus características más distintivas durante este período, la importancia del segmento de funcionarios ya la distingue.

Una de las características de los desarrollos chinos es que se desarrollan con cierto ‘aislamiento’ del resto. No se puede entender, por el contrario, el desarrollo del Mediterráneo sin su conexión con el Medio Oriente, y la expansión griega produjo fuertes interacciones y cambios en relación con donde se ubicaban las fronteras al respecto. Las batallas de Alejandro y la existencia de reinos griego-bactrianos muestra contactos directos de la tradición mediterránea (griega) con la India. China, durante este período, se mantiene más bien separada; y sus relaciones e impactos, son menores. Sin embargo, ello estará a punto de cambiar.

E. Los expansión de las culturas complejas en Asia: Asia Sudoriental, Corea, Japón

Por ahora me limitaré más bien a señalar el fenómeno más que a contarlo y describirlo (aunque sea muy someramente). También durante este período se produce una expansión de la forma de vida civilización a lo largo de Asia: Aparecen los primeros estados en Corea y en Japón -y así más o menos en el mismo período que el Estado aparece en las islas y penínsulas más occidentales de Eurasia, también lo hace en sus islas y penínsulas más orientales.  También se expande el Estado en el Asia sudoriental, apareciendo diversas formaciones estatales en la actual Indonesia (en más de un caso adquiriendo prosperidad al controlar el comercio marítimo entre India y China), o en Vietnam. Los pueblos del asia sudoriental de hecho siguieron migrando (pueblos con lenguas austronesias llegaron a Madagascar y son también el origen de la expansión de la especie a lo largo del Pacífico isleño)

Ambas expansiones son, a su vez, expansiones basadas culturalmente en las civilizaciones más establecidas. Corea y Japón imitan a China; el Asia Sudoriental en general mira a la India. Y lo que generan a su vez es la conexión definitiva entre las civilizaciones en Eurasia: durante el primer siglo DC, cuando ya está desarrollado el estado de Funan en el delta del Mekong, uno de los primeros de los cuales contamos con datos en Asia Sudoriental, las redes comerciales tienen continuidad desde las islas británicas al archipiélago japonés. Estas redes no implican contactos directos (un comerciante que al mismo tiempo manejara transacciones a lo largo de todo esta franja), pero la circulación de bienes es continua. En Funan se encuentran monedas y cristalería romana, cerámicas del oriente medio, y bienes de la India y China. La conformación de esta franja continua de civilizaciones en Eurasia entre los últimos siglos AC y los primeros siglos de nuestra era representa uno de los hitos fundamentales de la historia de la civilización.

F. La adquisición de la continuidad

En este momento podemos observar la historia que hemos mencionado.

Una de las características esenciales de este período es la adquisición de la continuidad. Esto en dos sentidos. En primer lugar, observamos una sucesión de dinastías y de estados, pero en ninguna parte a lo largo de la narración tenemos colapsos de la civilización como tal. Una dinastía puede caer, pero o es reemplazada por otra, o por un período de desunión, pero no volvemos a tener períodos ‘oscuros’ -donde se pierden las características de la forma de vida civilizada o se pierde incluso el recuerdo de las civilizaciones previas. Hubo que redescubrir la civilización micénica y descifrar el Lineal-B; pero nunca hubo que redescubrir la existencia de Grecia o descifrar las letras con que se escribieron sus documentos. En segundo lugar, como ya lo mencionamos, se adquiere continuidad en el sentido espacial: Un viajero (inexistente en ese momento pero es pensable) podría haber viajado desde Inglaterra a Japón a través de una red de intercambios comerciales entre ciudades y usando el medio de la moneda (creación de estas sociedades civilizadas) sin dejar en ningún momento la forma ‘civilización’. Es cierto que hay noticias de embajadas romanas en el Imperio Han, y que tanto China como Roma tenían alguna idea que al otro costado del continente había un imperio tan grande y ‘civilizado’ como el suyo, pero son noticias escasas y el contacto esporádico.

También podemos notar que en cada uno de las zonas que hemos dividido la narración (el medio oriente, la zona mediterránea, el subcontinente Indio y China) lo que observamos es la emergencia de formaciones imperiales que cubren toda esa écumene. La única excepción son las zonas de expansión en el Asia oriental que discutimos al final, que son al mismo tiempo las más recientes de las discutidas (y que, en general, pueden observarse como ramas derivadas de las zonas anteriormente citadas). Esta emergencia y proliferación de este tipo de formación estatal es una de las características relevantes del período.

La ‘invención’ de esta formación específica, el Imperio universal, va de la mano con otra invención, ahora cultural: la religión universal de salvación. En este período surge el zoroastrismo, el cristianismo, el budismo, y finalizamos el período con la emergencia de la más reciente de todas ellas: el Islam. Siendo todas ellas muy diferentes (y la primera de ellas, el zoroastrismo, fue al final la de menor éxito histórico) tienen en común el hecho de plantearse como tema el tema de la salvación de cada individuo a través de una búsqueda de la trascendencia (frente a un mundo y una vida que se perciben en forma negativa, y por lo tanto de la cual hay que salvarse) y ser religiones misioneras -que intentan convertir a quienes se encuentra fuera (que no han sido salvados).

La emergencia de estas religiones, y sus expansiones, generan que en cada zona hay que resolver el tema de cómo relacionar o asociar esta nueva cultura con la cultura previa -que no conocía estas religiones de salvación. De hecho, en cierto sentido, este va a ser uno de los temas fundamentales del siguiente período que hemos mencionado: como en cada zona la relación entre la nueva religión de salvación y las viejas creencias culturales se desarrolla. El período que observamos es uno donde estas religiones se expanden, pero en todos ellos existía una estructura cultural previa diferente. Se puede hacer notar que tanto en la civilizacion greco-romana como en China no hay segmentos importantes de sacerdotes como poderes separados (los funcionarios religiosos en Grecia y en Roma son magistrados civiles comunes y silvestres), y que en ambos sus marcos civilizatorios básicos no están formados por dichos segmentos: Son poetas y literatos los que escriben sobre temas ‘religiosos’ (es Hesíodo u Homero, no un grupo sacerdotal); y en el caso chino, sus héroes civilizadores (los que en el relato son los que traen la civilización) son reyes más o menos legendarios, y su sabiduría la tienen pensadores (Confucio o Lao-Tzé). Esas serán cosas ajenas a cómo funcionarán las religiones de salvación.

Esto a su vez tiene una consecuencia clara: Que en cada una de estas zonas esos desarrollos previos constituyen su ‘clasicismo’. O para decirlo de otro modo: En estos siglos se escriben y se desarrollan las formas de pensamiento  que en cada zona constituyen su patrimonio específico y sus orígenes (los pensamientos a los que vuelvan cuando quieren partir de sus orígenes): Platón o Virgilio en el caso de la zona occidental de Eurasia, los Upanisad en la India, Confucio o Zhuangzi en China. Y esos, como lo hemos mencionado, son textos que no han sido olvidados, sobre los cuales se puede decir que continuamente han sido leídos por generaciones ‘urgidas por diversas razones, leen con previo fervor y con una misteriosa lealtad’ (la frase es de Borges).

Al mismo tiempo, la civilización también difiere: bajo el mismo marco de las características de la vida civilizada que se crearon en el período previo (más las ‘invenciones’ de este período, desde el Imperio a la moneda), podemos observar su progresiva diversidad. La zona mediterránea fue una zona de ciudades-estado y eso se manifiesta también en su Imperio, el Romano, que en comparación con otros, se mantuvo mucho tiempo casi como una federación de ciudades, y la administración imperial, particularmente durante el Principado (27 AC- 235, el período que más recordamos de dicho imperio -el de Augusto, Nerón, Trajano), se basó en la cooptación de las élites aristocráticas de las diversas ciudades que lo conformaron. Esto en contraposición con el Imperio Han -la dinastía china contemporánea- que resulta mucho más burocratizada, y donde el segmento de funcionarios resulta mucho más crucial.

Como una primera idea, y aquí soy muy consciente de la debilidad de la hipótesis, pero usémosla como guías, uno podría establecer los siguientes rasgos distintivos. Antes de mostrarlos, declarar que distintivo no equivale a esencial -distintivo es un rasgo que es peculiar a una zona (que nos permite identificarla), pero no necesariamente es lo más crucial o relevante. Lo que distingue como especies a un tigre de un león no es necesariamente lo más importante para comprender sus formas de vida (que es la vida de un tigre o de un león). Lo mismo vale aquí. Los rasgos institucionales distintivos que observaremos no necesariamente son los cruciales para entender su evolución, pero valdrían como cosas que los diferencian en este nivel (y nuevamente, estoy hablando de rasgos institucionales, no culturales).

Partamos por los dos casos que me parecen más claros. La civilización de la India tiene como característica distintiva la institución de las castas -que une la división del trabajo, la estratificación social y una ideología que estabiliza el orden social de una forma muy diferente a cómo ocurre en otras civilizaciones. En el caso de China la aparición de un segmento importante de funcionarios estatales, que adquiere con cierta presteza un nivel importante de autonomía con respecto a la sociedad o incluso el gobierno central (funcionarios ‘representando’ al emperador diversos problemas del país, a costa de sus vidas, es un relato común en las narraciones chinas, y su repetición como historias que sucedieron y su repetición como asuntos que se narran es una muestra clara del ethos de este segmento). En este período no se desarrolla la institución del examen, el reclutamiento sigue siendo más bien aristocrático; pero el segmento como tal ya existe. Al mismo tiempo, esto se asocia a otras dos características de China: la idea del ‘mandato del Cielo’, que la legitimidad se basa -finalmente- en la buena administración y que cuando la dinastía demuestra una administración inferior ha perdido dicho mandato, y luego se legitiman las rebeliones (al menos, la rebelión exitosa que puede instaurar una nueva dinastía que administre bien). La idea que la legitimidad tiene que ver con la buena administración es una idea de funcionarios, si se quiere.

Sigamos con los casos que tengo menos claridad. En el caso de la civilización mediterránea como he pensado en varios candidatos: ¿La importancia que adquieren las ciudades? (que incluso afecta cuando aparece un estado Imperial). La ciudad como tal no es privativa de esta zona, y plantear que es su importancia no me termina de convencer, o lo mismo con el hecho que es una civilización urbana que al mismo tiempo no hace diferencia de estatus entre el campo y la ciudad. Pero ya sea como aristocracias urbanas o como futuras burguesías, se podría plantear como  ¿La constitución del consejo, del gobierno que es abiertamente producto de la deliberación y de la discusión entre varios? El hecho que en el occidente las repúblicas hayan sido comunes y que incluso sus monarquías no hayan estado exentas de instituciones de asamblea (como es claro en la subsecuente Edad Media) lleva a pensar en ello; incluso uno puede recordar la importancia de la asamblea en la formación de la religión cristiana (que forma sus dogmas a través de concilios universales, en otras palabras a través de asambleas). El régimen donde institucionalmente manda sólo el rey es limitado temporal y espacialmente en Occidente, siendo que parece ser la norma en otros espacios). Lo mismo se podría decir del Derecho como tal, y la idea que existe una disciplina (un campo de estudio) específico en este campo, que no es igual e idéntico a las leyes en vigor (el jurisconsulto no es sólo alguien que conoce todas las leyes), y la idea del estado de derecho, del gobierno de la ley. Pero nuevamente, ¿es tan distintivo? La formación imperial China puede ser autocrática, pero al mismo tiempo discusiones abiertas entre funcionarios eran un fenómeno real (los discursos sobre la Sal y el Hierro del 81 AC es una instancia muy conocida de debate al interior de la corte china, y constituyó un debate abierto); y si bien la posición del Derecho es distinta en el caso romano que en otras zonas (los legalistas en China manifiestan una doctrina sobre el Estado y sus poderes bien distinta de lo que la idea de estado de derecho en Occidente, y en ambos casos la idea de la ley es que aparece como crucial), ¿alcanza ello para ser una característica distintiva?

En el caso de las civilizaciones del medio oriente, el problema es el inverso. En vez de pensar en varias posibilidades, no tengo claro cuál podría ser la distinción. Pero quizás ello se debe al hecho que la aparición del Islam y las conquistas árabes resultan un cambio más fuerte y más fundante en relación con la tradición previa y entonces se me dificulta pensar que puede ser distintivo. En los casos anteriores lo que resulta distintivo es algo que puede calificar el período que discutimos, pero también lo que proviene después.

En cualquier caso, esta discusión nos hace llevar al cierre del período y de esta entrada: las invasiones árabes.

G. El fin del clasicismo

Una cosa es adquirir continuidad en el sentido de mantención a través de los vaivenes, otra cosa es evitar los vaivenes. El imperio es finalmente algo relativamente costoso: su carga administrativa no es menor, y en cierto sentido ella es progresiva. El paso del Principado al Dominado en Roma es también el paso de una administración relativamente ligera a una más pesada; y el hecho que en China, como ya mencionamos, se acepte como evidente el ciclo dinástico de buenos emperadores en el inicio a malos emperadores al final, muestra también que no se puede dar por descontado que un Imperio funcione.

De hecho, mantener un imperio unificado resultará complejo. Tras la caída de la dinastía Han (220 AC) si bien no hay colapso de la civilización, si hay varios siglos de desunión, y de pérdida de territorios en el norte a manos de grupos distintos a la etnia Han (sólo con los Sui, en el 580 DC, vuelve a unificarse China). En la India algo similar: La dinastía Maurya se desintegra y posteriormente aparece el Imperio Gupta -pero no es un simple traspaso de una formación imperial a otra (como el paso de Asiria a Persia, o de los Partos a los Sasánidos). En años recientes se ha tendido a minimizar la idea tradicional de caída del Imperio Romano, enfatizando más que la idea de invasiones violentas la de incorporación de nuevos pueblos; y por otro lado el Imperio Romano de Oriente puede haber sufrido crisis, pero es la continuidad de Roma (y un emperador bizantino es heredero continuo de Augusto y lo mismo con su capital, Constantinopla). Y es cierto que se puede exagerar el impacto de dicha caída: Al fin y al cabo, nunca se perdieron las letras romanas, y a través de la Iglesia el latín se mantuvo. Pueden existir diversos renacimientos cuando se recuperan elementos del pasado clásico (Aristóteles, el redescubrimiento de múltiples textos perdidos, la recuperación de la importancia del derecho romano en el siglo XV); pero el caso es que olvido completo nunca existió. Lo cual no quita que, comparado con las otras caídas, es de mayor magnitud. Hay una importante pérdida del nivel de urbanización, o de la alfabetización, y de los intercambios comerciales -más importante mientras más alejado del mediterráneo (en las tierras ‘nuevas’ de la civilización en el norte de Francia o en Alemania), pero no limitado a ellos. Sólo en el medio oriente, tierra de civilización antigua, las crisis se resuelven pasando de una dinastía imperial a otra, pero sin perder dicha formación.

En cualquier caso, aunque no son temas contemporáneos, claramente a lo largo de los primeros siglos de nuestra era nos encontramos con las dificultades de mantener Imperios, que varían en magnitud (desde la desunión en China o India, hasta la pérdida de intensidad de la civilización en Roma). En esta situación es donde aparece la última religión universal -el Islam- que a su vez genera uno de los imperios más extensos. Al menos culturalmente, en el sentido religioso, emerge una configuración ‘moderna’ (todas las grandes religiones que todavía son relevantes en la actualidad). La expansión del Islam, a su vez, va a producir contactos más directos entre las civilizaciones. Planteamos que había emergido una franja continua de civilizaciones en Eurasia pero que no había contactos directos; eso es algo que se conformará en el período subsiguiente: El Islam ‘toca’ a todas las zonas civilización, y a través de la expansión de la civilización en el Asia Central se conforma la ‘ruta de la seda’.

La conformación de un mundo religioso moderno, el contacto más directo e intenso entre civilizaciones, y el problema de como relacionar el pasado ‘clásico’ con el nuevo mudo de las religiones de la salvación, constituyen un nuevo período del desarrollo de las civilizaciones. Es por ello entonces que podemos cerrar este período con la Hégira, la migración de Mahoma de la Meca a Medina, el 622 como el hito con el cual cerramos este período e inauguramos el siguiente.

La música como ciencia de la coordinación

Como actividad destinada en la práctica y en su concepto a pensar la coordinación no hay nada que supere a la música. Aprovechando el cambio de sentido de las palabras, un ars y no solamente una arte. Y, por ello, debiera ser -además de todas las otras razones- de particular interés para un sociólogo.

La música se enfrenta al tema de la coordinación al menos en dos modos. Uno es el referente a la combinación de sonidos: ¿Cómo lograr que diversos sonidos suenen en conjunto? Tradicionalmente la idea era que el conjunto constituyera unidad, pero uno podría decir que ese supuesto se ha discutido en la práctica musical desde hace ya un buen tiempo. El segundo es en el referente a la constitución de la unidad en forma temporal: ¿Cómo lograr que sonidos desperdigados a lo largo del tiempo se sientan como un conjunto? Al fin y al cabo, la música es una actividad intrínsecamente temporal. En ambos casos la relación entre lo diverso y el conjunto es algo que debe tratarse. Y las diversas formas y modos de hacer música se pueden entender como distintas respuestas prácticas y teóricas a esas preguntas.

Pensemos en la vieja polifonía. La forma en que trata el primer asunto es conocida: El problema es como reunir de forma armónica diversas líneas que son independientes entre sí. Lo de independencia debe entenderse de forma correcta: Se refiere a que el valor de la nota de cada línea en cada momento depende de ella misma, sigue su propia melodía sin tener en consideración a las otras. Y es en el intento de lograr armonía de esas líneas independientes que está el juego del compositor. Ahora bien, se puede caracterizar como dependientes en otra forma: Suelen ser imitaciones. Aunque, de hecho, no siempre fue así, algunas de los primeros intentos medievales de polifonía mezclan dos líneas que melódicamente son independientes (sigo aquí la magnifica History of Western Music de Taruskin), pero el desarrollo posterior llevó más bien a una solución contrapuntal, y a las glorias de la polifonía renacentista.

Pensado en términos de coordinación lo que tenemos, entonces, es una exploración de las diversas formas (y recordemos cuan diversas: una línea puede tocar el motivo con notas más largas o cortas, invertir el motivo, tocarlo al revés etc.) en que puede expresarse una idea o pensamiento. Si cada quien expresa a su modo una cultura común (un motivo) la polifonía es la forma en que ello se muestra.

Por otro lado, la polifonía no se enfrenta mayormente -en parte a la forma en que resuelve el primer tema- al segundo. La unidad temática vuelve algo trivial que los sonidos se sientan como un conjunto. Al mismo tiempo, esa unidad no tiene realidad propia -como en algunos de los cánones de Bach en la Ofrenda Musical– pueden continuar al infinito. El discurso no cierra internamente.

Otra modalidad de enfrentarse con el tema de la coordinación es el clasicismo, y en particular nos centraremos en su modalidad más paradigmática: El discurso del cuarteto de cuerdas. Allí se expresa en simple los principios de coordinación del sistema. Aquí las líneas no son independientes, en el sentido que lo eran en la polifonía -el valor en un momento de una de ellas depende del valor de las otras: El acompañamiento sigue los valores que convienen de acuerdo a la voz principal. Pero, al mismo tiempo, ganan en individualidad, cada voz dice cosas distintas, tiene distintos motivos. El como reunir esos distintos motivos, traspasarlo entre instrumentos, en cambiarlos desde acompañamiento a voz principal, ponerlos a conversar entre ellos, es el problema que el compositor despliega en su obra.

El problema de coordinación que aquí se nos muestra en la combinación de sonidos es uno radicalmente diferente al de la polifonía: Es uno de interacción. De cómo combinar distintos motivos, de como hacerlos circular. El modelo de la conversación para el cuarteto de cuerdas, que era parte de su autocomprensión en el siglo XVIII, no es una metáfora sino -de hecho- la materia misma del asunto. Si la unidad de la polifonía era una unidad pre-dada (el motivo se muestra sólo y claro al inicio y luego se expresan sus diversas formas de mostrarse), la unidad del clasicismo es una unidad en construcción: Las partes deben escucharse entre sí (es por ello que no son independientes armónicamente) y su escucha tiene resultados (y por ello los motivos circulan entre ellos).

Al mismo tiempo en el clasicismo la unidad temporal se transforma en un eje crucial. La forma sonata (exposición-desarrollo-recapitulación) es una forma que cuenta una historia que se cierra en sí misma, y allí conforma claramente una unidad.

Ahora bien, conformar una unidad temporal clara de esta forma -con una historia que cierra sobre sí misma- no es la única forma de relacionarse con el problema de la unidad temporal. También se puede observar en cosas que son muy disociadas. Y en este sentido, la pregunta por cómo se combina la disociado y lo diferente resulta una de las preguntas permanentes de la música.

Para salirnos del marco de la música ‘docta’. La Bohemian Rhapsody es claramente una canción en secciones muy distintas, compuesta por materiales heterogéneos que se mantienen como tal, y sin embargo ¿no constituye claramente una unidad? Lo mismo se puede decir, para volver al campo de lo ‘docto’ en el milagro que es la Flauta Mágica: la combinación de estilos, cada uno claramente distinguido (pensemos en el final, en la diferencia que es la música de las escenas de Papageno en relación con Tamino/Pamina), y sin embargo donde la unidad del conjunto también se puede aprehender. En un caso más contemporáneo y pensando en el caso del cuarteto: Los cuartetos de Elliott Carter son expresamente una meditación en cómo cuatro voces pueden combinarse permaneciendo distintas en su individualidad. Para dar un último ejemplo: El último movimiento de la 9a Sinfonía es extremadamente diverso, pero que a través de todo ello se está cantando a la alegría es algo que nadie puede dejar de escuchar.

Por cierto hemos dejado muchas cosas fuera (¿y la forma de temas y variaciones no es una reflexión de siglos sobre el tema de la unidad y la diversidad?), pero con lo que llevamos hasta ahora será suficiente. Los seres humanos no hemos generado nada más profundo ni nada más preciso para pensar y practicar la coordinación y sobre cómo es posible ese pequeño milagro que es la vida en común que la música.