Dos prestidigitaciones. Tecnocracia y compromiso

En esta entrada sólo presentaré de manera breve un argumento que espero desarrollar en un artículo los próximos meses. Esquemáticamente:

La tecnocracia se presenta a sí misma como una consecuencia de una ciencia neutral. De ahí deriva entonces la idea de una acción técnica (de una política sin política, de una política científica). Bajo esa idea, entonces lo que debe ocurrir es que se sigan las instrucciones emitidas por los poseedores de la verdad. La consecuencia es entonces anti-democrática.

La idea es una prestidigitación porque se obtiene una consecuencia falsa de la idea inicial: Se hace pasar como si la idea que las afirmaciones cientificas sobre la realidad son neutrales fuera equivalente a la idea que se puede derivar sin ideas políticas, ideológicas, morales una acción de una afirmación. Y ello es incorrecto.

La ciencia comprometida se presenta a sí misma como un rechazo a la tecnocracia, recordando que no hay posible separación entre la realidad y el valor. De ahí deriva entonces la idea de una ciencia comprometida (de una ciencia que intrínsecamente tiene una postura política). Bajo esta idea, entonces los científicos denuncian una realidad e indican sus males y lo que hay que hacer. La consecuencia es también aquí antidemocrática.

La idea es una prestidigitación porque se obtiene una consecuencia falsa de la idea inicial: Se hace pasar como si la idea que toda postura de acción implica la unión de afirmaciones empíricas y posturas políticas fuera equivalente a plantear que la ciencia como tal nos permite establecer qué es lo que hay que hacer.

En estas dos prestidigitaciones se intenta esconder lo que tienen en común: en ambos casos se elide el que están en contra de la deliberación política democrática del común (del que no es experto) como fundamento de las decisiones comunes. En ambos casos se pretende que los científicos (ya sea presentada como neutral o presentada como comprometida) son los que dicen lo que hay que hacer.

Frente a ello (y frente también a la denostación de la ciencia) habrá que defender que el científico es también ciudadano, y en tanto ciudadano tiene el mismo derecho a hablar de las cosas comunes que todos, puesto que tiene el fundamento -es también alguien con algo que decir. El cientifico, en tanto científico, tiene un saber particular y que como todo saber especial ha de ser reconocido (así como lo tiene el que ha experimentado algo por ejemplo o el que tiene una visión moral nueva etc.), pero de ese saber no se deriva ninguna consecuencia directa -es a través de la deliberación, donde todos tienen igual derecho a hablar, que se puede extraer alguna conclusión. Los científicos tienen un papel que jugar en la deliberación pública, un papel que no reemplaza a dicha deliberación y que no reemplaza su rol como ciudadanos.

NOTA. Se puede retrucar que no todos quienes plantean posiciones tecnocráticas o comprometidas hacen la prestidigitación mencionado. Que hay tecnocrátas que reconocen que de la ciencia sola no se pueden derivar acciones -que eso requiere política y valores. Que hay comprometidos que reconocen que el compromiso no es una consecuencia de la ciencia sino una opción. A lo cual cabe responder que quienes dicen esto, están planteando exactamente lo que se dice en esta entrada. Sus posiciones son formalmente idénticas y lo que varía es un tema más personal sobre la disposición a participar en la palestra pública, que puede ser mayor o menor.

Lo anterior no quita que, sin embargo, sí hay muchos que caen en las prestidigitaciones que hemos dicho. Y no estará de más, entonces, mostrar esa prestidigitación.

Los Intereses de la Ciencia Social.¿A quién sirven?

Preparando unas clases de metodología estaba leyendo “Rescatar, descubrir, recrear” de Alfredo Ghiso(*), que es sobre investigación social comunitaria y me encontré con el siguiente texto:

La construcción conceptual y discursiva de la academia históricamente y a pesar de sus propios llamados de atención ha separado el conocimiento científico de la vida –“vida cotidiana”– y ha diluido y encubierto su naturaleza cultural, social, política e histórica; fabulando con la posibilidad de un conocimiento impersonal, neutro, aséptico y ajeno a la “praxis del vivir” (p 354)

Se opone el conocimiento comprometido que no diferencia entre sujeto y objeto, o que mejor dicho no olvida el carácter de sujeto de quienes son investigados, de un conocimiento aséptico y neutral que no hace ese requerimiento. Es una oposición que uno puede encontrar muchas veces entre quienes defienden este tipo de investigación.

Sin embargo, dicha oposición realiza una confusión sobre la posición contraria a la comunitaria. Porque claramente el mainstream de las ciencias sociales, más allá de sus propias declaraciones, no corresponde ni quiere corresponder a una ciencia aséptica que sólo se preocupa de temas que son relevantes sólo y desde su propia dinámica interna. Nada más lejano a la práctica de la ciencia social que ello.

Buena parte de estas disciplinas realizan investigaciones no esotéricas sino que destinadas a resolver llamados problemas sociales. Y la relación con los problemas suele ser tan directa que existen tantas ramas de la sociología como objetos problemáticos reconoce la sociedad: Sociología de la salud, de la educación, de la pobreza etc., siendo en cada caso la temática una forma, ya sea directa o sólo con un barniz, de seguir como es nombrado desde la sociedad. La relación de la teoría económica, la menos ‘participativa’ de las ciencias sociales, con la búsqueda de soluciones a problemas sociales acuciantes ha sido observada más de una vez. La ciencia social normal no sólo no es aséptica sino que, si se le pregunta un poco, tampoco en realidad pretende serlo. La oposición entre ciencia comprometida y ciencia aséptica valorativamente ni siquiera funciona en el plano de la representación.

Pero de todas formas, parecen ser modos distintos de hacer ciencia. La diferencia, en realidad, ocurre en torno a desde que lugar emerge el compromiso. En el caso de la investigación participativa el compromiso está y emerge desde el propio grupo investigado, que se asume como sujeto conocedor. En el caso de la investigación tradicional el compromiso emerge desde la agencia a la cual se entrega -directa o indirectamente- los resultados, que no es el grupo investigado; por lo que necesariamente en este caso se genera una distinción entre sujeto y objeto. La investigación académica, en realidad, no investiga para la academia sino que es el órgano de investigación de organizaciones -el Estado, empresas, asociaciones- que requieren, para operar, ‘saber’ cosas de la sociedad, y que no generan ese conocimiento sólo a través de su operación. Los problemas sociales que la academia dice querer resolver son los problemas que las organizaciones están interesadas (o que los científicos creen que pueden convencer a las organizaciones para que se interesen en ellos); y la investigación se estructura, entonces, de acuerdo a las líneas de esas organizaciones. Y así hay sociología de la educación porque hay Ministerio de Educación.

La oposición real no es entre compromiso y neutralidad, sino entre investigación con los investigados e investigación con organizaciones. Y lo cierto es que los científicos sociales en general trabajan para organizaciones y que buena parte de la academia trabaja sobre preocupaciones que emergen de organizaciones. Mayor problema representa al final, mucho más que cualquier investigación de prurito académico, esta investigación compretida con los problemas sociales definidos por las organizaciones.

 

(*) p347-377 en Metodologías de la Investigación Social, Manuel Canales(ed), Santiago: LOM

Neutralidad y compromiso en Ciencias Sociales

Una de las discusiones perennes de las ciencias sociales es la que dice relación entre la neutralidad valorativa y la necesidad del compromiso. A continuación intentaremos mostrar que ambas posiciones son más compatibles de lo que muchas veces se plantea, en al menos en algunas de sus variantes; y que -de hecho- ambas comparten el mismo adversario y la misma crítica.

La neutralidad valorativa se puede basar en la siguiente consideración humeana: No es posible pasar de una sentencia descriptiva a una sentencia de valor. Cuando uno extrae una conclusión de valor a partir de una descripción del mundo, hay siempre una premisa normativa. Esta premisa puede parecer muchas veces muy obvia, pero no deja de ser normativa. La exigencia mínima de esta posición es solamente que la posición normativa es normativa, no es algo que deriva puramente de descripciones.

El compromiso valorativo parte de la idea que un analista social es un actor, y que entonces tiene intereses. Lo que sucede en la realidad no le es indiferente, hay elementos que prefiere que sucedan y otros que no. En la medida en que, además el investigador se inserta en las acciones de otros actores, esos otros actores claramente sí tienen intereses y objetivos. Y por lo tanto, el uso de la investigación siempre implica que hay elementos valorativos.

Si lo anterior es correcto, entonces uno puede observar que hay formas de hacer compatibles ambas posiciones. La neutralidad valorativa es una posición sobre las afirmaciones, mientras que el compromiso es una posición sobre los investigadores. Y por lo tanto es posible al mismo tiempo la neutralidad de las afirmaciones y el compromiso de los investigadores.

Pensemos en los puntos más directos de confrontación

  • Que la elección de temas y objetivos de investigar, la ‘relevancia’ es un tema normativo. Pero desde la neutralidad no es algo tan complejo de reconocer (de hecho Weber mismo lo hacía cuando defendía la neutralidad); en tanto reconozcamos que la validez de las descripciones encontradas no es un tema normativo.
  • Que la evaluación normativa, desligada de la descripción, quedaría sin validez objetiva, o solamente sería algo subjetivo. Pero nada en la posición neutral implica que no se pueda discutir ‘objetivamente’ sobre normas; sólo que esas discusiones no son discusiones empíricas. La posición neutral, como ya dijimos, no implica la posición ’empirista’ que sólo de los hechos empíricos es posible discutir objetivamente. Ese es otro tema.

La compatibilidad de ambas posiciones es quizás más clara cuando observamos que ambas comparten un mismo adversario: la posición tecnocrática que es posible intervenciones neutrales. Bajo ambas ideas la idea de una acción que no tiene involucrado valores no tiene el menor sentido. En el compromiso eso es evidente, pero también lo es bajo el neutralismo: Lo que es neutral es la descripción no la acción. Precisamente la neutralidad se basa en la idea que de la descripción no se siguen evaluaciones, no se siguen acciones. Pensar que existe una intervención técnica, ‘neutral’, va en contra de la idea básica de la neutralidad: que descripciones y valoraciones son elementos distintos y no se puede deducir uno del otro.

La posición tecnocrática a veces reconoce lo anterior (i.e toda intervención tiene objetivos que no son neutrales) y define la posición técnica como una de herramienta: Otros actores definen los objetivos, y el investigador entrega el mejor medio técnico para su logro. Y eso es neutral, no normativo. El problema de ello es que no por ser una parte de una acción se deja de participar en ella. En otras palabras, un actor está pragmáticamente comprometido con los objetivos de las acciones en que se inserta, incluso si él no los define, los está aceptando al promover su cumplimiento. En otras palabras, no hay forma válida de escabullir el hecho que las intervenciones son temas valóricos, y por definición no pueden ser neutrales.

En resumen, si se mantienen distintas las referencias de la neutralidad y el compromiso, ambas son compatibles; y ambas critican las posiciones tecnocráticas, bajo las cuales es posible intervenir en la sociedad en un rol puramente técnico. La validez de una descripción puede no ser un tema normativo; pero todo lo relacionado con las intervenciones es irremediablemente un tema intrínsecamente normativo.