Las Reglas Analíticas del Método en Ciencias Sociales(IV) El postulado de sentido de las acciones

Si existen actores, entonces no hay alternativa a reconocer que las acciones que realizan tienen sentido para ellos. ¿A qué nos referimos con lo anterior? A una afirmación muy sencilla: Que todo actor requiere un mapa del mundo, tener distinciones y reglas que relacionen esas distinciones, para poder moverse . Para poder hacer cualquier cosa, un actor ha de definir que hay cosas del tipo A y cosas del tipo B (digamos peras y manzanas), y que esas diferentes cosas se relacionan de manera diferente con otros temas (digamos, las peras son más dulces o me gustan menos que las manzanas). Sin ese mapa del mundo, un actor no puede desarrollar acciones. Por lo tanto, toda acción tiene sentido para el propio actor –el que viene dado por esas distinciones y por esas relaciones. Otra forma de referirse a la regla es que los actores siempre son capaces de describir la acción que están realizando.

En otras palabras, cuando nos encontramos ante una acción, comunicación o práctica social debemos partir de la hipótesis que ella tenía sentido para los actores. Puede que los propios actores encuentren que esas acciones resultan inadecuadas, o que hubieran preferido realizar otras acciones en el pasado. Pero lo que no podemos hacer es plantear es que la acción per se no tenía sentido.

Lo anterior es relevante porque marca una de las distinciones entre una aproximación de ciencias sociales y otras aproximaciones. Si queremos entender y describir a los actores tenemos que partir de la idea que sus acciones tienen sentido. Pero no siempre lo que nos interesa es entender y describir, en particular muchas veces nos interesa evaluar las acciones. Una tentación muy fuerte en esos momentos es que la labor de crítica elimine la labor de descripción: Cómo esa acción nos parece deplorable, entonces no nos interesa la lógica del actor. De hecho, podemos llegar a concluir que entender la lógica del actor es parte de un proyecto para justificar lo injustificable. Es importante no perder de vista la importancia de la lógica del actor, y que esto no obsta para desarrollar la aproximación evaluativa .

Para usar un ejemplo relativamente ligero, pensemos en el tema del consumismo. Muchos de quienes se aproximan al tema del consumo lo hacen desde una perspectiva crítica: pensando en los males que el consumismo trae en la sociedad, y en particular cómo los grupos más vulnerables caen en esa trampa: Los pobres terminan realizando mayores consumos de los que pueden sostener y por lo tanto, terminan en una vida llena de deudas. Lo que nos interesa destacar es que a menos que podamos entender el sentido del consumo para los actores, no podremos entender las dinámicas que están detrás de ese resultado. No es simplemente que las personas tengan altos niveles de endeudamiento y de consumo sin que las personas no sepan lo que están haciendo, y los riesgos que toma. Endeudarse es una opción ingrata (la cultura económica popular siempre tiene el sueño de ‘no encalillarse’), pero las funciones y sentido del consumo lo vuelven una opción relevante: Un televisor requiere endeudarse, pero permite tiempo libre relativamente barato, y construir un hogar más agradable (que protege de los peligros que están fuera del hogar). Una lavadora automática tiene un fuerte significado de abandono de pobreza, que el lavado a mano simboliza (Catalán 2005). Podemos plantear, aplicando a Chile los resultados del estudio de Miller en Inglaterra, que el consumo cotidiano de la compra de aprovisionamiento (el supermercado), es una forma en que se ejerce y manifiesta el ‘amor de familia’ (Miller 1998). Más en general, a través del consumo los sectores de menores ingresos pueden manifestarse a sí mismos que han salido de la pobreza, y por lo tanto no ven como consumismo las compras que las clases medias sin perciben como consumismo en ellos. (Van Bavel y Sell-Trujillo 2003). Premunidos de esas herramientas podemos volver a preocuparnos del consumismo, pero requerimos entender que es lo que sucede en los actores.

Como toda afirmación, la anterior ha de entenderse en su amplitud correcta. Que las acciones de los actores tengan sentido interno no quiere decir que el sentido se reduzcan al sentido consciente de las acciones: Requerimos que pueda hacer distinciones, no que se de cuenta reflexivamente de todas sus distinciones y de todas las relaciones que tienen esas distinciones con otras. Tampoco quiere decir que ese sentido sea un sentido ‘racionalmente’ correcto: que los actores tengan toda la información disponible o que extraigan todas las consecuencias correctas de esa información. Usando la formulación alternativa que planteamos: El hecho que los actores sean capaces de describir la acción que realizan no implica que sean capaces de explicarla o de dar una descripción completa que dé cuenta de todos los aspectos relevante.

En otras palabras, plantear que las acciones tienen sentido, y que es relevante tomarlas en cuenta, no implica rechazar la idea que las descripciones de los actores son incorrectas o insuficiente, y que en general las descripciones del actor no tienen primacía sobre las del investigador (que debe superar la ‘teoría ingenua’ de los actores a la Bourdieu o Leví-Strauss). Para entender la relación entre el postulado y este tema de la primacía de las descripciones del actor o del analista, es necesario analizar en mayor detalle el tipo de conocimiento que los actores tienen de la vida social: ¿Qué elementos de la vida social son transparentes, conocidos, por los actores? ¿Qué elementos de la vida social son opacos para ellos?

Los aspectos significativos de la vida social son transparentes para los actores. Si distinguen entre vestimenta formal e informal, y establecen que la formal se ocupa en el trabajo –con la excepción (o no) de los viernes; entonces para poder usarla requieren conocerla y saberla aplicar. Participar de la práctica requiere saber aplicarla (las reflexiones de Wittgenstein y de Winch sobre que significa seguir una regla son relevantes al respecto). En última instancia, los actores pueden señalar cuando no se cumple. En relación a las prácticas y las acciones, los actores conocen lo que están haciendo, y en relación a ello, entonces la descripción del actor tiene primacía: el analista puede elaborar, dar más claridad (y traducir a otros contextos) esos significados.

Pero la vida social no está compuesta sólo por significados. El entramado de las interacciones sociales y de sus consecuencias está lleno de significaciones (Fuhse 2009), pero no se reducen al sentido. Un actor no necesariamente conoce todas las ramificaciones de las redes sociales de las prácticas en que participe, o de la transferencia de recursos a su interior, o de los efectos (específicos y agregados) que ellas tienen. De hecho, hay que recordar que tampoco conoce necesariamente los significados de las prácticas en que no participa: puede tener ideas, pero no tiene necesariamente el conocimiento requerido para ser parte de ella. En otras palabras, el entramado de relaciones sociales es opaco para él. Por lo tanto, en este ámbito, la descripción del actor no tiene primacía por sobre la del analista, y la ‘teoría nativa’ puede ser adecuada o inadecuada como descripción de ese aspecto de la vida social .

Por ejemplo, los sujetos conocen, los significados del trabajo, y pueden señalar en que cosiste comportarse como un ‘buen trabajador’ Ahora, cuales son las posibilidades reales de encontrar trabajo, la efectividad de las diversas estrategias, la situación del contexto al respecto es algo que puede o no puede conocerse; y los conceptos que elaboren al respecto no necesariamente tienen relación alguna con lo que sucede .

Esto implica una interacción entre estos niveles y de cómo se aplica el tema del sentido de la acción. Por ejemplo, Bearman (1997) nos muestra que las normas planteadas explícitamente por los miembros de una tribu aborigen australiana sobre matrimonios no dan cuenta de las dinámicas reales existentes a este respecto: Las normas son más bien teorías de los actores para explicar lo que sucede, y lo que realmente explica las dinámicas es el carácter gerontocrático de esta tribu. El sentido de la acción aparece en torno a la participación de las prácticas que tienen esos efectos: los miembros de esa tribu si saben cuándo hay matrimonio, y su saben cómo manifestar deferencia y otorgarle autoridad a las personas de edad, si saben realizar distinciones en torno a la edad de las personas. El sentido de esas acciones es lo que produce efectos que, en este caso, resultaban desconocidas para los actores.
Aunque no todo en la vida social es sentido de la acción, no podemos describir la vida social sin tomar en cuenta que existe sentido en ella, y que las interacciones son producidas por actores que necesariamente le otorgan sentido a sus acciones.

Las Reglas Analíticas del Método en Ciencias Sociales (III) El postulado de la igualdad de actores

El primer postulado de las reglas es que todos los actores han de tener las mismas capacidades. No necesariamente han de poseer las mismas características, y podemos variarlas –aun cuando en lo posible, resulta interesante intentar explicar las diferencias en ellas a partir de sus diferencias en el entramado social más que en atributos de actor. Pero si ello no funciona, las diferencias en características de los actores es algo que se puede incorporar en el análisis. Sin embargo, en lo que concierne a capacidades esto es una condición del análisis: las diferencias en lo que los actores pueden hacer sólo pueden provenir de sus diferentes ubicaciones en el mundo social. En tanto actores debieran ser iguales en sus capacidades .

En otras palabras, el método sociológico tiene la exigencia que no existan actores especiales. Básicamente, si postulamos que un actor dado puede hacer X (se puede organizar, puede aprender etc.) entonces cualquier actor puede hacerlo. Si encontramos que un actor no realiza la acción, entonces no podemos basar la explicación en que el actor es diferente, sino que su situación era diferente: por ejemplo, que dado el entramado de interacciones sociales ese actor no tiene los recursos necesarios para realizarla, u otros actores no permiten que la realice. No hay actores con capacidades especiales, a lo más hay situaciones especiales que les permiten o no realizarlas.

Pensemos por ejemplo en el caso de la acción colectiva y la vieja observación de Olson que no todos los actores con intereses comunes se organizan para su logro, sin embargo algunos actores efectivamente se organizan para ello (Olson, 1965). Ahora, lo que hace Olson es buscar identificar qué circunstancias, situaciones, estructuras se dan en los grupos que producen acción colectiva. Lo que no hace es plantear, digamos, que donde hay acción colectiva es porque los actores son diferentes. Por ejemplo, simplemente plantear que tienen una orientación colectiva más fuerte. En última instancia, si se planteara dicha explicación, habría que mostrar las circunstancias y situaciones del entramado de interacciones sociales que tiene ese resultado .

Si lo anterior es correcto, entonces todo modelo conceptual o empírico que se base en una distinción entre verdad / falsedad que es conocida para el analista pero no puede ser conocida para los actores es inaceptable. Los analistas son actores sociales, y por lo tanto y por tanto si ellos tienen la capacidad de detectar la ‘verdad’, entonces esa capacidad está disponible para los actores –dado que algunos actores (los analistas) efectivamente la tienen. Entonces, explicaciones basadas en una falsa conciencia, que el analista puede observar pero que los actores son ingenuos para observar, no resultan adecuadas. El argumento que sólo externamente se podrían observar ciertas cosas resulta insuficiente dado que los actores también podrían ubicarse ‘fuera’ de la interacción. El planteamiento a la Bourdieu de la necesidad de la doxa para el mantenimiento del orden social cae en este problema y se basa, finalmente, en una creencia también algo ingenua: Que si los actores se dieran cuenta del juego que están jugando, dejarían de jugar. Por ejemplo, si se dieran cuenta que, digamos, las características del gusto se usan para distinguir grupos sociales y no son expresión simple de un ‘buen’ gusto; entonces dejaría de funcionar la mecánica que subyace a ese juego. Pero dado que las presiones para participar de los juegos sociales son presiones sociales, entonces el mero hecho de salir de la doxa y ver al juego como juego no debiera tener esa consecuencia. En última instancia, los actores sociales no requieren ser tan naïve como lo plantean diversas teorías sociales. Lo mismo ocurre en diversos análisis de racionalidad imperfecta donde se usa como método de análisis un término de error que marca la diferencia de la decisión o creencia del actor de la decisión o creencia racional. Pero, ¿de donde proviene la capacidad de identificar la decisión o creencia ‘racional’? (que es lo que permite establecer un término de error). Si el analista puede determinarlo de alguna forma, entonces los actores también podrían hacerlo, y eso debiera incluirse en el análisis.

Para diferenciar entre las capacidades del actor y el analista, se terminan usando explicaciones que resultan implausibles. La idea de Mannheim que los intelectuales al ocupar un lugar ‘libre’ en la vida social puede observar cosas que los actores no pueden, se basa en el supuesto que los intelectuales no poseen intereses propios generados por la posición específica que ocupan en la vida social.
La importancia de reconocer que los actores y los analistas están en el mismo plano no sólo ocurre con el tema de la capacidad de acercarse a la ‘verdad’. Por ejemplo, Ekelund y Tollison plantean, usando como base teorías económicas actuales de rent-seeking (Ekelund & Tollison, 1997) que las explicaciones del mercantilismo dadas por los propios autores no corresponden: Las políticas mercantilistas tienen otros efectos que los que planteaban las ideas contemporáneas. Las elites dirigentes europeas no fueron mercantilistas por las razones esgrimidas en las teorías de su tiempo (que tienen que ser ‘falsa’ conciencia o sólo propaganda), sino que fueron mercantilistas por las razones que esgrime la teoría económica actual. Sólo eso sería compatible con la idea que esas elites dirigentes eran racionales, si hubieran actuado de acuerdo a las ideas que se discutían en la época del mercantilismo hubieran sido irracionales. A primera vista, este tipo de explicación cumple con los criterios que hemos mencionado: Tanto al actor como el analista se le reconoce la capacidad de actuar racionalmente.

Sin embargo, de todas formas se plantea una diferencia: el barómetro de la racionalidad lo tiene un actor en particular (el investigador), y por lo tanto para que un actor sea considerado racional ha de pensar como lo hace él. El hecho que una persona pudiera creer efectivamente en las creencias del mercantilismo y, que por lo tanto, para ese actor lo racional hubiera sido actuar en consecuencia con sus propias creencias (y no con las creencias de otro actor) no siquiera aparece como posibilidad. Es otra forma de plantear una diferencia entre las capacidades del actor y del analista.
En la discusión anterior nos hemos centrado en la diferencia actor / analista porque es uno de los casos más claros donde se desarrollan modelos de análisis en que aparece una diferencia básica en las capacidades de los actores. Y es una que es fácil perder de vista. Si le damos capacidades al analista que no le damos al actor bien podemos pasar por alto que los analistas son una clase de actores (que son ‘parte de la sociedad’). Si más aún le damos a todos los actores –otros que el analista- las mismas capacidades, podemos creer que hemos cumplido con esa idea, aun cuando el modelo usa una distinción básica en lo que concierne a las capacidades.

Sin embargo, la importancia del postulado no se refiere solamente a la discusión anterior. El postulado nos impele a no quedarnos simplemente satisfechos con una descripción cuando alcanzamos a observar una diferencia en las capacidades de los actores. Lo que requerimos es determinar qué es lo que establece que en determinada situación social, se produzcan diferencias en esas capacidades; pero esas diferencias no pueden ser un dato primario. Es la sociedad, por ejemplo, la que determina quienes son los que pueden atestiguar en un juicio o de quienes pueden representar a una persona en un juicio. Las diferencias en los actores son un punto de partida, no uno de llegada en la discusión de ciencias sociales.

Las Reglas Analíticas del Método en Ciencias Sociales (II) Un análisis de agentes

Una consecuencia de la discusión anterior es que toda discusión de método tiene compromisos teóricos. Corresponde, entonces, plantear los compromisos teóricos que subyacen a esta discusión del método.

En el mundo social hay agentes, y hay acciones. La base de la discusión que desarrollaremos a continuación es que la afirmación anterior es relevante, y sus consecuencias deben ser tomadas en cuenta cuando realizamos investigaciones.

Lo que no queremos afirmar es que en el mundo social sólo hay agentes y acciones; ni tampoco queremos afirmar que la explicación de los fenómenos sociales tenga que fundamentarse en dichos agentes. De hecho, ni siquiera queremos plantear la afirmación que los actores son parte de la sociedad. La afirmación, incluso, es compatible con la idea luhmanniana que las personas no son parte de lo social, y que la unidad básica de la vida social son comunicaciones. Pero las comunicaciones –aun cuando no incluyan agentes- requieren que existan agentes . La intención de la afirmación es más sencilla: no podemos pasar por alto la circunstancia que en la vida social existen actores.

La afirmación es limitada, pero tiene consecuencias relevantes. Porque el carácter de los agentes, y las características que les asignamos, nos entrega un rango de explicaciones y de análisis aceptables o no. Si planteamos que los agentes que nos interesan son, para usar el ejemplo más restrictivo, agentes completamente racionales, entonces esto tiene efectos en el tipo de análisis que podemos realizar (siguiendo con el ejemplo luhmanniano, en el tipo de comunicaciones y en las conexiones que estas realizan).

En este texto nos limitaremos a plantear algunas consecuencias del hecho en sí que existan actores en la vida social, sin entrar en mayores detalles sobre el tipo de agentes. En principio, las reglas que enunciaremos debieran ser válidas para todo tipo de agentes.

Las Reglas Analíticas del Método en Ciencias Sociales (I) La Naturaleza del Método

Revisando hace un par de días todos los posts hechos en este blog -que llegan a una buena cantidad de páginas en realidad- pensé que agrupando algunos podía escribir algunos papers. El primero, porque era el más avanzado, era uno sobre Las Reglas del Método Sociológico. Así que lo que haré en los siguientes días es ir publicando cada una de las partes del artículo, de manera de ir ordenándolo y dejándolo más publicable. En varios casos esto será sencillamente una nueva versión de un post anterior, pero en otros será efectivamente un nuevo análisis.

A continuación, entonces, la introducción

Una de las características extrañas de las ciencias sociales es la importancia que la metodología tiene en la discusión y en la enseñanza de estas disciplinas. La separación que existe entre la metodología y el resto del saber de estas disciplinas es una de las características más irritantes de ellas. Es posible abrir cualquier manual de metodología y observar que poco de lo aparece en el texto se relaciona con las discusiones sustantivas de la metodología[1]. Por ejemplo, sólo recientemente se ha empezado a tomar en cuenta en serio el hecho que las encuestas son una especie de conversación y que requieren, entre otras cosas, que los entrevistados hagan uso de la memoria; y por lo tanto, sólo recientemente el conocimiento sobre cómo la gente desarrolla conversaciones o los descubrimientos de la sicología cognitiva sobre la memoria es un conocimiento relevante en la elaboración de cuestionarios (Tourangeau, Rips, & Rasinki, 2000). La práctica habitual, de hecho, en muchos manuales de metodología sigue siendo discutir sobre cuestionarios sin relación a esos conocimientos sustantivos.

Esta separación de la metodología del resto del saber disciplinar tiene como consecuencia una concentración en las técnicas de investigación. Dado que la discusión del método no se basa en nuestras ideas sobre la interacción social, entonces no puede centrarse en el tipo de aproximación que resulta más adecuado (¿qué tipo de preguntas son más relevantes?, ¿cuáles son las maneras más adecuadas de responderlas?). El análisis, a su vez, queda reducido a la aplicación de técnicas estadísticas –sin discusión de su aplicabilidad o necesidad de adaptarlas a los requerimientos específicos de explicación de las interacciones sociales[2]. Lo que queda, entonces, es la discusión sobre las técnicas de producción de datos.

La concentración en las técnicas de investigación sin relación con un saber disciplinar tiene una consecuencia muy negativa en la aproximación a dichas técnicas. Porque esto reduce a las técnicas de investigación a un saber general sobre estas técnicas. Pero, ¿qué se puede decir sobre las encuestas o las entrevistas cuando se habla generalmente? No demasiado, y no mucho que efectivamente sea útil para quienes practican la investigación. Las preguntas cruciales en una investigación suelen estar asociadas con los saberes particulares asociados al tema de investigación. Pero esos son saberes disciplinares, no metodológicos.

La concentración de la metodología en las técnicas, y en particular en un saber general de las técnicas, y su aislamiento de la discusión disciplinar tiene su raíz básica en la función que cumple la metodología dentro de las ciencias sociales. No ha resultado posible ponerse de acuerdo en lo sustantivo, pero si es posible ponerse de acuerdo en lo metodológico: Si explicaciones estructurales, o basadas en agentes, o basadas en actores racionales son las más adecuadas sigue, y seguirá siendo, asuntos a discutir; pero es posible que todos estemos de acuerdo en que la confiabilidad y la validez son características de una buena medición. La metodología es un conocimiento poco conflictivo que sirve para constituir entonces cierta identidad disciplinar. Una de las consecuencias de lo anterior, en todo caso, es la construcción de un conocimiento metodológico inadecuado.

Si queremos superar lo anterior, entonces es necesario reconocer que los métodos han de estar relacionados con las ideas teóricas sobre la interacción social y sobre las sociedades. Las reglas del buen análisis son lo que debiera constituir la base del método, y esas ideas no queda más que basarlas en conceptos y en afirmaciones sobre cómo funciona el mundo social. De hecho, lo anterior no debiera ser polémico: Definir reglas de análisis es lo que hizo Durkheim en Las Reglas del Método Sociológico (Durkheim, 1986 [1895]), o lo que Giddens hizo en Las Nuevas Reglas (Giddens, 1976). La discusión sobre la relación micro-macro de Coleman en Foundations of Social Theory es una discusión sobre qué tipos de análisis y explicaciones son adecuadas (Coleman, 1990). Es posible defender, de hecho, la afirmación que la discusión metodológica fuera del campo especializado en metodología, es de hecho la discusión sobre cómo se realiza un análisis adecuado.


[1] En el caso de las técnicas cualitativas hay usualmente mayor discusión disciplinar. Parte importante del argumento de estos textos es que las características de los actores y de la interacción social hacen útil o necesaria una aproximación cualitativa. Pero esto se debe a que la legitimidad de las técnicas cualitativas sigue en discusión, y sigue siendo necesario para quienes las desarrollan defender que representa una adecuada forma de conocer la realidad social. Dado que las técnicas cualitativas sigue estando fuera del mainstream metodológico, el argumento sólo puede provenir de ideas teóricas sobre la interacción social.

[2] Cuando nos preocupamos de ello, efectivamente se producen técnicas específicas. El análisis de redes sociales, por ejemplo, implicó desarrollar indicadores y formas de análisis específicos, adaptados a las necesidades de ese tipo de análisis (Wasserman & Faust, 1994). Lo que no se podía hacer, si uno realmente tomaba en cuenta los requerimientos de analizar redes, era aplicar sencillamente los análisis ya existentes, desarrollados sin tomar en cuenta esas características.

Definiendo la clase media

En varias partes he leído que un criterio relativamente útil para definir a la nebulosa clase media es sencillamente usando un criterio centrado en la mediana: Un grupo que tiene un ingreso definido como un porcentaje de la mediana (digamos entre el 75% y el 125% de la mediana de ingresos, que como lo mencionan Barozet y Espinoza es el criterio internacional). Parece una forma clara de referirse a lo que debiera indicar el término clase media: Aquellos que están en la mitad de la segmentación sociodemográfica.

Lamentablemente no tiene mucho sentido. La clase media no se define por que esta en la mitad, sino porque esta entre medio: Porque tiene sectores ‘arriba’ y ‘abajo’. En otras palabras, es un concepto puramente relacional. Lo importante de la clase media es que, finalmente, no pertenece a la elite ni tampoco a los pobres (o a los sectores populares a los trabajadores o a cualquier forma en que una sociedad defina a sus sectores bajos). Esa pertenencia es algo que ocurre realmente en los procesos sociales, y algo reconocido en la sociedad. Es un lugar concreto y reconocido en la estructura social, no un simple lugar en una escala estadística. Tiene que ver con quienes se reconocen como iguales, como pares; y quienes no se reconocen como tales.

¿Por qué es importante lo anterior? Porque nos recuerda que los ‘de abajo’ en diversas sociedades han sido la gran mayoría de la población. En una sociedad organizada por aristócratas / burgueses / campesinos, los campesinos son más de la mitad de la población y eso no quita que la ‘clase media’ son los burgueses (aun cuando por un criterio de ingresos claramente estuvieron muy por sobre la mediana). Lo importante era que claramente los burgueses no eran campesinos (no tenían el mismo estándar de vida, ni las mismas expectativas y en toda interacción entre ellos estaría claro quién era superior y quién inferior), ni tampoco parte de la elite (por las mismas razones).

Definir la clase media de acuerdo a la mediana nos parece relativamente razonable ahora, pero eso se debe a características concretas de nuestras sociedades (la dificultad de delimitar segmentos en sociedades formalmente basadas en igualdad de derechos, en que los niveles de ingreso son continuos y sin saltos etc.) Pero como afirmación general nos hace olvidar el fenómeno del cual estamos hablando.

Todo lo que nos dijeron sobre la modernidad estaba equivocado (II) ¿La modernidad como proyecto?

Esto de ponerse a hablar de otras cosas hace que uno se olvide que inicialmente este era un blog de sociología, y que hay temas a medio escribir. Como el díptico sobre la modernidad. En la primera parte, se criticaba la idea que teníamos sobre lo que era el proyecto moderno. Y se había anunciado -para vergüenza total- una segunda parte dedicada a criticar la idea que la modernidad era un proyecto. Ahora, habiendo anunciado esa segunda parte en junio de 2009, creo que estamos algo atrasados. Así que, finalmente, la segunda parte.

La idea que la modernidad es un proyecto creo que ha tenido su mejor defensa en años recientes en el ya clásico libro de Wagner de Sociología de la Modernidad. Y el argumento es, como todo argumento potente, bastante sencillo: Si la modernidad es un cambio en las estructuras, entonces fue un cambio muy lento. Y ergo, no sirve para mostrar una disrupción profunda en la vida social. Además, sólo afectó a grupos muy pequeños hasta muy recientemente, y por lo tanto, el siglo XIX no sería moderno en ese sentido, dado que las personas no se habrían visto afectadas por ella en ese época: La modernidad no habría afectado la vida cotidiana de grandes masas de la población (i.e eran campesinos y no obreros, eran analfabetos así que la expansión de la prensa no los afectó y así). Y toda definición de la modernidad que dejara fuera al siglo XIX no es muy adecuada.

A pesar de su potencia es un argumento equivocado. Lo de cambio rápido y disruptivo depende de la aproximación. Un cambio de un par de siglos mirado de cerca puede ser lento, pero mirado desde los varios milenios de historia humana sigue siendo un cambio rápido. El tema de a cuantas personas afectó es producto de una equivocación: Un cambio sustancial en la estructura social no se define por la cantidad de personas que lo experimenta, sino por como afecta la forma en que esa sociedad se reproduce: Quizás pocos eran obreros, pero la producción de las fábricas afectó a muchas personas (como consumidores que adquirían bienes, como productores que experimentaban la competencia de esas fábricas), y por cierto afectó a las estructuras de poder de esas sociedades (con pérdida de importancia de la propiedad de la tierra). Quizás no todos podían leer los periódicos, pero las formas en que opera un gobierno con o sin periódicos son distintas. En última instancia, tener sociedades en que el Estado se dedica a la instrucción primaria es un tema relevante y con consecuencias profundas, incluso cuando ese esfuerzo se está recién iniciando y todavía no afecta a toda la población.

Todo ello, incluso, deja fuera el principal problema de definir la modernidad como proyecto. Si se lo define como proyecto (y como expresión de ciertos valores), entonces la modernidad es algo que es característica de algunas sociedades en particular -que de hecho Wagner dice explícitamente: mi análisis sirve para, digamos, Europa y América del Norte. Ahora, definir análisis específicos para ciertas sociedades es más que razonable. Pero, entonces necesitamos otro concepto para referirnos al hecho que prácticamente todas las sociedades han experimentado (y han sido parte de) un proceso estructural común en los últimos 200 años: crecimiento de la urbanización, industrialización (y si tu país no se industrializó, de todas formas experimentó los efectos), expansión de la esfera pública y de medios de comunicación de masas, aumento de las burocracias y del personal técnico, aumento de los niveles de uso de energía etc, etc.

Ese es un cambio fundamental, para el cual originalmente teníamos la palabra modernidad. Disminuir su extensión para referirse a cosas que sólo sirven para las sociedades que son herederas directas de la Ilustración nos deja sin concepto para referirnos a el cambio central de los últimos siglos. Por decir cualquier cosa, Irán puede estar alejado del proyecto moderno, pero sus instituciones funcionan con memorandos, y el trabajo asalariado es relevante en ella, y un porcentaje más que relevante de su población ya no trabaja en la tierra.

Sobre acciones políticas en Sociología

A propósito de la reciente huelga de hambre de mapuches, en la lista Chilesoc aparecieron algunos requerimientos para firmar una declaración de apoyo sobre su situación. Hasta ahora, todo razonable. Ahora, se pidió que fuera una declaración de apoyo en tanto sociólogos (e inicialmente usando la palabra experto). Lo que me pareció inadecuado -porque de verdad, ¿expertos en lo social?, si un sociólogo cree de verdad que somos eso, estamos muy mal. A lo que varios replicaron diciendo que lo de experto no era importante, que lo relevante era hacer la petición. Lo cual está muy bien, pero entre medio se hicieron de nuevo algunas declaraciones que insistían en el valor especial de la opinión de los sociólogos.

A continuación escribo la replica completa que hice al respecto:

Siempre es extraño cuando se niega y afirma lo mismo en un sólo párrafo. Se niega que se quiera (o la importancia) hablar como experto,y a renglón seguido se insiste en que el habla de los sociólogos es especial. Se nos dice que no es hablar como expertos, sino como profesionales; pero -entre otras cosas- un profesional se define por que tiene acceso a un conocimiento específico (o sea, es un experto). Se nos dice que no es hablar como expertos, pero que ‘debemos aportar con una mirada más amplia a la realidad social’ que sigue siendo una forma de plantear que nuestra habla es especial. O se plantea que, dado que esto es un tema político, entonces lo de ser experto no es relevante; pero ¿desde cuando decir que uno es experto o tiene una mirada especial en un tema no es un acto político de legitimidad del habla? El efecto político deseado se basa precisamente en la pretensión de tener un habla especial. Al fin y al cabo, si no se tuviera esa pretensión entonces no se insistiría en mostrar las credenciales al momento de la firma.

Al fin y al cabo, para hablar públicamente se habla como ciudadanos preocupados. Otro titulo para hablar no se requiere. Otro titulo no se tiene.

Y finalmente, si lo que se quiere es ayudar a los mapuches entonces háganse actos de verdad: Proteste, organice una marcha, súmese a la huelga de hambre. Pero armar una declaración basado en un presunto aporte especial por el carácter de profesionales de lo social, cuando ese aporte no es reconocido en la sociedad es del tipo de cosas que parece útil y parece importante y parece consciente, pero en realidad sólo sirve para que uno quede tranquilo con su consciencia en vez de aportar políticamente de manera efectiva.

Si, creo que salió un poco agresivo -en particular, la última parte, pero en fin, no siempre uno está en el ánimo más ecuánime.

A propósito de la CASEN y la evolución de la pobreza

Entre toda la discusión sobre el aumento de la pobreza, hay un tema que es interesante destacar. En la medición anterior (2006) la discusión fue sobre que había disminuido demasiado la pobreza (5 puntos, algo que no había sucedido durante un tiempo largo). Ahora, si uno compara la pobreza 2003 con la 2009 se da cuenta que la cifra 2009 está dentro de la linea de tendencia, si se quiere: En 6 años la pobreza habría disminuido 3,6 puntos, lo que es algo inferior pero comparable con lo sucedido anteriormente (de 1998 a 2003 había disminuido 3 puntos). La cifra extraña sigue siendo la del 2006.

El gráfico de la presentación (disponible aquí) es bastante claro, creo:

casen_pobreza_2009

 

Mundiales, medios y esas cosas

Finalmente hemos decidido volver a escribir algo en este blog, y algo que es incluso algo sociológico -aunque sea de fútbol. Por alguna razón, sólo sigo el fútbol cada 4 años y durante un mes, y como el otro día me pidieron algunas notas sobre mundiales y medios -que al final no fueron usadas, bien puedo ponerlas acá

Una cosa que no deja de ser es que, al fin y al cabo, el fútbol es importante para los medios. O sea, el Mundial del ’62 y su importancia para desarrollo de la televisión en nuestro país son conocidos. La expansión de la televisión por cable (y satelital) no ha sido ajena al tema de la transmisión de los partidos, y más de una compañía ha iniciado su proceso de expansión al llevarse la licencia de transmisión. Cambiamos nuestros aparatos de TV para ver el mundial. Y lo vemos para el fútbol: Normalmente los programas de mayor audiencia son los partidos de la selección. En momentos en que se habla de fragmentación de las audiencias, es importante recordar que el fútbol –y en particular, la selección chilena en los mundiales- es un momento de unificación.

Por lo tanto, entre medios y fútbol -y particular con mundiales hay una relación interesante. Y creo que parte de esa relación se da por la posición que ocupa el fútbol, el Mundial y la selección en la vida social -algo de sociológico tenía que tener el comentario.

Lo más claro es que del Mundial se habla, y que ver la selección es un momento colectivo. Lo que no deja de ser raro, dado que en general cada día preferimos nuestras experiencias mediales más individualizadas (televisores en las piezas existe desde hace mucho tiempo e Internet es en general algo que se individualizado). Pero el Mundial y la selección se ve en grupo. Ya sea en la casa, en la oficina o lisa y llanamente en la calle.

Lo anterior hace más interesante que este Mundial ocurra en condiciones de alta penetración de Internet y de banda ancha. Porque de hecho, si uno tiene banda ancha puede ver el Mundial -de hecho es posible ver todos los partidos y ahorrarse toda la polémica sobre los derechos de transmisión. Y claro está, Internet es una tecnología profundamente individual.

¿Qué le sucede a la experiencia de Internet cuando ocurre en un evento que es tan profundamente no individual como lo es el Mundial? Lo que ocurre es que esta experiencia tiende a moverse hacia lo colectivo. Por ejemplo, y todo ello se refiere a cosas que pude observar, si en una oficina alguien estaba viendo un partido vía Internet, el partido tendía a comentarse o mostrarse en las jugadas importantes -la experiencia de visionado individual no se quedaba en el individuo. O se puede usar para ‘mejorar’ la experiencia de ver el partido en televisión. En el caso de Chile-España supe de ambientes en que mientras se veía el partido alguien estaba además viendo que pasaba en Twitter o alguien tenía en su computador Suiza-Honduras para saber que pasaba en ese partido. Sin embargo, y esto es lo crucial, cuando realmente se requiere colectividad -como es el caso de los partidos de la selección- entonces Internet resulta insuficiente, y se vuelve a medios que pueden ser más colectivos.

De hecho, si pensamos en más allá del visionado del partido, entonces el aporte de Internet a la experiencia colectiva no deja de ser interesante. Normalmente, la conversación sobre el Mundial la realizaban las personas de manera privada y en los medios masivos –en programas de televisión- de manera pública. Pero el desarrollo de Internet, pensemos en el ejemplo de Twitter, permite una conversación entre personas privadas de manera pública: El partido no sólo es comentado públicamente por aquellos que tienen el rol asignado en los medios, sino también por cualquier persona. En cierto sentido, digamos, la constitución de una esfera pública amplia. Que sea sobre fútbol y no sobre otros temas dice sobre nuestros intereses como sociedad, pero sigue siendo una esfera pública.

Entonces, el tema es que los Mundiales, la selección en particular, son una experiencia colectiva. Los medios se adaptan a esa característica. Y por lo tanto, al final el tema es ¿por qué son una experiencia colectiva?

En última instancia, los Mundiales han sido –y seguirán siendo- importantes para el desarrollo de los medios porque han sido importantes para la sociedad. Y lo han sido porque las sociedades necesitan de momentos para encontrarse a ellas mismas, en que las personas vivan la experiencia de pertenecer todas ellas a algo común, de vivir la emoción de lo comunitario. En sociedades cada vez más diferencias e individualizadas, este tipo de experiencias –cada día más escasas- adquiere aún más relevancia. En otras palabras, la selección permite construir una práctica ritual de construcción de un nosotros: Todos saben que cuando se deprimen o sienten euforia lo están sintiendo al mismo momento, y por la misma razón, que ‘todos’. Digamos entonces que el Mundial provee de las mismas experiencias colectivas que el viejo Durkheim pensaba que la religión proveía, y que era la razón de ser de la religión. Así que sí, el fútbol no deja de ser importante.

En defensa de los Focus Groups

Para ser una metodología en amplio uso, en general los Focus no tienen muy buena prensa. Habiendo superado el problema general de la legitimidad de las técnicas cualitativas, habiendo posicionado la idea que el hecho que no sean representativas de una población no es un problema, se enfrentan ahora a una cantidad de críticas hechas desde una perspectiva diferente.

Se plantea que los Focus no entregan información en profundidad sobre la opinión de las personas, lo que ‘realmente’ piensan. Y por ello son más bien inútiles o superficiales.

Ahora, el caso es que esa crítica se basa -creo- en un malentendido: Los focus no son para investigar opiniones individuales. No entregan información sobre ‘lo que piensa la gente en el interior de sus corazones’ porque nunca fueron diseñados para ello en primer lugar.

Los focus, y en general toda técnica de entrevista grupal, nos entregan información sobre el discurso colectivo no el individual (como muchas cosas, una vez dicho se muestra eminentemente obvio). Lo que nos hablan en un focus es el sentido común: O sea, lo que ‘todos suponen que es lo que todos piensan’, es sobre lo que se puede decir, lo que se puede plantear públicamente. En última instancia, puede que nadie tenga las opiniones que son parte del ‘sentido común’, pero lo que lo establece como sentido común es el hecho que hay que reaccionar a ellas y hay que referirse a ellas.

Si eso corresponde o no a lo que uno piensa interiormente es un asunto completamente diferente. De hecho, en un grupo -y esa es la idea de hacer discutir a un grupo- uno puede responder a una opinión no planteada (y no mantenida personalmente) pero que ‘esta en el aire’, que ‘así dicen que es el tema’. Y las reacciones de las personas, el discurso que plantean, está basado entonces en ese sentido común supuesto.

Lo que nos revelan los focus más que las opiniones es la estructura del discurso (nuevamente, una vez que uno dice esto queda manifiestamente obvio que así es): El conjunto de distinciones, oposiciones, asociaciones, conexiones que las personas realizan entre frases y conceptos. El sentido común que se muestra en un focus no es más que el conjunto ‘preferido’ (no en el sentido que sea el adoptado por las personas, sino el que se supone que está instalado).

Algunas de las dificultades de los focus (y de la poca profundidad de sus resultados) son efecto de este malentendido. Como uno supone que está recuperando opiniones entonces la conducción y el análisis se orientan en torno a ese supuesto. Y por lo tanto, lo que efectivamente pueden dar los focus -el sentido común y la estructura del discurso- se deja de lado, y muchas veces ni siquiera aparece.

Ahora, bien se podría preguntar ¿y por qué es interesante el sentido común si no corresponde a las opiniones mayoritarias? (Asumo que descubrir la estructura del discurso -que organiza los mensajes y por lo tanto es lo que permite entender mensajes sean cuales sean- tiene interés, al menos para quienes quieren comunicar mensajes). El sentido común es relevante porque tiene efectos aún cuando no corresponda a las opiniones individuales. Puede que buena parte de la población (quizás la mayoría) no sea muy democrática en el fondo, pero dado que la ‘democracia es buena’ es parte del sentido común, entonces una crítica a la democracia como tal será vista de manera negativa (y probablemente rechazada) aun cuando muchos estén de acuerdo individualmente. Pero se supone que hay que ser democrático, y eso es lo que lo convierte en sentido común y lo que le da su potencia en la práctica.

Al fin y al cabo, la idea que lo que importa en los focus son las opiniones (que es lo que está detrás de muchas de sus críticas) es parte de una visión más amplia. Que paradojalmente es muy compartida en ciencias sociales: Que lo que importa es, finalmente, el nivel individual; y lo social se entiende de manera individual. Pocas disciplinas tan poco orientadas a lo que es supuestamente su tema de estudio (cómo funciona lo social) que las ciencias sociales.
NOTA FINAL: Por supuesto que los focus tienen problemas incluso desde la perspectiva en que efectivamente son útiles. Suelen ser extra-dirigidos, con pautas muy estructuradas -que al final se diferencian de las encuestas en que son sólo preguntas abiertas-. Pero al menos, y por mucho que me cueste, hay que reconocerles lo que efectivamente pueden hacer.