De la facilidad para hablar sobre tendencias de la sociedad, o de cómo decidimos que La Distinción estaba obsoleta

‘El estudio cultural sociológico pionero de Pierre Bourdieu La Distinción es, tal vez, el último gran análisis cultural bajo las condiciones de la modernidad organizada. Aunque Bourdieu señala que no debe establecerse una conexión unidimensional entre las decisiones de los consumidores y las posiciones de clase, observa también, en la Francia de los años sesenta, una estructura clara y reproducible en dos ejes. Puede afirmarse con seguridad que ya no ocurre así en nuestros días. En el momento actual puede comprobarse la existencia de una base más amplia de las prácticas consumistas y una mayor diversidad y variabilidad en la definición y la creación de la propia identidad social’ (Peter Wagner, Sociología de la Modernidad, pp 283-284).

Para establecer que existía la relación Bourdieu tuvo, o al menos le pareció necesario, hacer una larga investigación sobre el tema (y revisar encuestas, hacer entrevistas, y darle varias vueltas al análisis). Para decir que esto no es así, a Wagner le basta con citar a varios teóricos, que a su vez, en general, no se basan más que en observaciones anecdóticas(*). En realidad, no desarrolla mucho el análisis: Para decir que ya no se puede organizar la economía nacionalmente, al menos cita varios casos y estudios. Para esto basta el ‘con seguridad’.

Claramente nunca vamos a avanzar como disciplina si nuestras principales ideas y discusiones provienen de lo que se puede hacer cuando no se estudia el tema. Y estudiar el tema no consiste en hacer algunas cuantas reflexiones, significa observar cómo funciona.

Al fin y al cabo, lo que descubrió Bourdieu -la forma en que se podían mapear los gustos y las clases- no era evidente. El hecho que el gusto se desprendía de la estructura social era sorpresivo (y en particular, los gustos específicos encontrados y como se mapeaban). También se decía en esos tiempos que habían aumentado las posibilidades del consumidor (las posibilidades del individuo, el aumento de alternativas era parte de la tradición sobre lo que era la modernidad en esos tiempos)

No deja de ser revelador, al fin y al cabo, que -pensando en el tema del consumo- quienes efectivamente se dedican a su estudio siempre encuentran otras cosas que lo que ‘se puede afirmar con seguridad’. En realidad, lo que ‘se puede afirmar con seguridad’ brilla por su ausencia. Es cosa de pensar, por ejemplo, en Miller investigando la compra en Inglaterra en los años ’90 -o sea, en medio de la desorganización, de la postmodernidad, y de la búsqueda de la identidad- y que no encuentre nada de eso.

Bueno, tampoco debiera extrañar que la reflexión sin investigación no sirva de mucho para entender que es lo que pasa en la sociedad.

(*) Por nombrar a algún autor cualquiera, por ejemplo, Featherstone -uno de los hombres del consumo postomderno, y que enfatiza todo el tema de las identidades en el consumo, no realiza nunca mayor estudio. Decir que cuando uno observa la vida moderna se da cuenta que… no es estudiar la vida moderna, ni ninguna vida a decir verdad.

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