Dos Revoluciones en 1917 (o de por qué los bolcheviques, incluso desde una perspectiva ‘revolucionaria’ estaban equivocados)

No deja de ser llamativo que en un año en que se conmemoran 100 años de la revolución rusa, la revolución de febrero -que es el inicio de la revolución, el momento que marca la caída del zarismo- no haya sido muy comentada. La discusión será claramente con relación a la revolución de octubre -a la toma del poder por los bolcheviques. Y sin embargo, en el hecho de separar y llamar a esto dos revoluciones ya hay algo de interés.

Comparemos con la revolución francesa, y pensemos en los jacobinos como equivalente a los bolcheviques. La adquisición del poder por los jacobinos es un momento crucial en la evolución de la revolución francesa, pero a nadie se le ha ocurrido ponerlo como una segunda revolución. Y es claro, su poder emerge de los pasos anteriores, y no se basa en un quiebre -hay intervenciones pero, finalmente, es la Asamblea la que convoca la Convención, es al interior de la Convención como van adquiriendo poder, y es la Convención la que determina, por ejemplo, crear el Comité de Salud Pública. Pero la toma de poder de los bolcheviques es una ruptura contra el gobierno existente.

Lo cual nos lleva al primero de los puntos. En realidad, no hay revolución de octubre, hay golpe de octubre. Los bolcheviques se toman el poder no luchando contra el zarismo y la reacción, sino contra el gobierno revolucionario existente. Existe cierta tendencia a ver en los bolcheviques no la culminación de la revolución sino su traición: Que el poder de los soviets es capturado, y en cierto sentido destruido, por el partido. La tradición marxista, defendiendo al partido que era su representante en 1917, por cierto plantea más bien que la verdadera revolución es la de octubre. Que mientras lo de febrero no era más que una ‘revolución burguesa’, una clase que en la Rusia de 1917 no estaba a la altura de su tarea histórica,  por lo tanto era necesaria la revolución proletaria de octubre. Por cierto eso requiere la mistificación de reemplazar la sede del poder proletario desde los Soviets, que era donde ellos se habían organizado, a la vanguardia del partido.

Sin embargo, aquí podemos pasar al segundo punto, que dice relación con el tema básico de hacer la revolución para instaurar el comunismo en octubre. La tradición marxista del siglo XX ha tenido uno de sus puntos comunes en declarar la genialidad de Lenin en superar el dogma marxista clásico, que primero es necesario una revolución burguesa que establezca el capitalismo, y sólo luego puede producirse una revolución proletaria posteriormente -una vez que la burguesía ha producido una sociedad capitalista desarrollada. Pero Lenin habría pensado y ejecutado algo distinto: la posibilidad de saltarse las fases y pasar directamente a construir el comunismo. El hecho que los bolcheviques se tomaran el poder mostraría, entonces, la corrección basal de esa estrategia.

Y sin embargo… El carácter de una revolución, bien se puede decir, no se lo da las opiniones de quienes la llevan, sino sus resultados. Los holandeses estaban luchando por su independencia contra España, pero lo que hicieron fue instaurar la primera república burguesa y capitalista de la historia. Y algo similar se puede decir de la Guerra Civil Inglesa (la revolución francesa, y en general el período revolucionario atlántico de finales del siglo XVIII, es la última, en cierto sentido, de las revoluciones burguesas). Si aplicamos entonces ese baremo al caso de los bolcheviques hay que decir que, al fin y al cabo, lo que instauraron no fue el comunismo. Medido bajo el baremo de avanzar a lo que se quería habrá que decir que el putsch de octubre fue un fracaso total. Fue un éxito total en lo que concierne a tomarse el poder, pero eso es otra cosa.

Más aún, y si se quiere abundar en el asunto, podemos decir que el triunfo del putsch de octubre fue la causa de la derrota de la revolución obrera en países desarrollados. Sabido es que la situación en Alemania al final de la Primera Guerra Mundial era revolucionaria, y que había posibilidades relevantes de una revolución de izquierda (los espartaquistas de Luxemburgo y Liebknecht). Pero dado lo ocurrido en Rusia, entonces la reacción resultó mucho más fuerte, y condenó a la revolución al aislamiento y a la derrota. Y ello no es menor porque, volvamos a la idea inicial, Alemania era un lugar bastante más adecuado para la tarea de hacer una revolución comunista que Rusia.

La idea de Marx no era un simple tema de fases. Era basal: El comunismo sólo podía desarrollarse en situaciones de abundancia. Y luego, entonces requiere el capitalismo de forma previa, porque (y esto es claro en todos los escritos de Marx) el capitalismo es una máquina que produce abundancia. La cornucopia de las mercancías debe ser transformada en algo que libere a la humanidad de la explotación, pero primero hay que tener cornucopia. O sí se quiere, en Marx la idea es que esa cornucopia deje de ser de mercancías, pero no que deje de ser cornucopia. Si se parte de la ausencia, entonces el comunismo resulta imposible.

Y Alemania a principios del siglo XX quizás no era una sociedad de la abundancia (de hecho, seguía siendo más pobre que Inglaterra durante los ’30), pero claramente ya no era una sociedad de la miseria como lo era Rusia. Los soldados soviéticos a finales de la Segunda Guerra Mundial, invadiendo Prusia, o sea un territorio que bajo los estándares alemanes no era de los más ricos, se sorprendían de lo que para ellos era abundancia y lujos de los campesinos alemanes (lo cual, por cierto, aumentaba su ira, al ver que un país rico los invadía a ellos, que claramente sufrían bastante más pobreza). Era además parte del centro de la economía capitalista, o sea de tecnología ‘de punta’, de gran capital humano y cultural etc. En otras palabras, como lugar para el posible experimento resultaba bastante más ventajoso que Rusia, del cual en teoría no se podía esperar ningún resultado positivo, y al final efectivamente eso fue lo que sucedió.

En otras palabras, el asalto al Palacio de Invierno no es más que un golpe que derroca a la revolución existente (y recordemos que sabemos cuál es la organización que se dan a sí las revoluciones obreras, tanto la Comuna de 1871 como len 1917 replican lo de construir consejos locales, o sea cualquier cosa menos ser dirigido por el partido); y la idea en sí de instaurar el comunismo en un país atrasado, pobre y campesino mostró que era tan ilusa como siempre se lo había pensado. En cierto sentido, octubre es la derrota de la revolución.

 

NOTA. Alguien podría retrucar que los bolcheviques sí representaban la voluntad del pueblo y de la clase proletaria y campesina, porque -más allá de cualquier otra cosa- en la Guerra Civil fue claro por quien finalmente tomaron partido. Y sí, pero eso olvida cuales eran las alternativas para ese momento. Dado que todos los ejércitos blancos tenían como objetivo la contra-revolución total, o sea volver al zarismo tanto como se pudiera, y olvidarse de todo lo formado desde febrero en adelante; entonces era claro que para defender la revolución como tal (y defender, por ejemplo, que los campesinos se quedaran con sus tierras, que era la principal demanda del campesinado ruso, que pudieran quedarse con sus tierras y los dejaran en paz) sólo quedaban los bolcheviques. En otras palabras, el apoyo a los bolcheviques en ese momento era porque el bando contrario luchaba contra toda la revolución. No estará de más recordar que, finalmente, los bolcheviques terminaron destruyendo lo que para los campesinos había sido uno de los principales logros de la revolución, quedar en propiedad de sus tierras, pero eso es materia de otra nota.