La muerte y la gloria.

Hay un sentimiento que aparece en múltiples textos del pasado que a nosotros se nos vuelve muy difícil de comprender: la exaltación de la muerte en batalla y la opinión que es una muerte gloriosa. Un poema famoso de Wilfred Owen escrito durante la Primera Guerra Mundial muestra bastante bien nuestra reacción a esos sentimientos. Después de narrarnos la horrible experiencia de la muerte tras un ataque con gas concluye


My friend, you would not tell with such high zest
To children ardent for some desperate glory,
The old Lie: Dulce et decorum est
Pro patria mori.

La vieja mentira (la frase en latín es de un poema de Horacio, que fue bastante conocido entre las ‘clases educadas’ hasta tiempo relativamente recientes). Ahora, ¿por qué esa vieja mentira duró tanto tiempo?

Al fin, las frases que elogiaban ello no fueron dichas, como uno pudiera pensar, por personas que no conocían de la carnicería de la batalla. Fueron usadas y reconocidas entre personas que habían tenido dicha experiencia; su uso reiterado en la antigüedad clásica, donde básicamente todos los varones adultos eran combatientes y con experiencia de combate así lo demuestra. Incluso si quienes las escribieron fueran diletantes que hablaban de la gloria de la batalla antes de conocerla, quienes la repitieron y transcribieron (y dadas las condiciones de la época, sólo textos que resonaran lo suficiente en la cultura para ser repetidos y transcritos muchas veces tenían expectativa de llegar a nosotros) sí la tuvieron.

Leyendo las Antigüedades Romanas de Dionisio de Halicarnaso aparecen unas líneas que nos pueden servir a este respecto. El autor escribe en el I siglo AC sobre los inicios de Roma (para él ya un tiempo del cual lo separaban cinco o seis siglos, nuestra diferencia con el renacimiento). Nos cuenta entonces sobre un general romano, el dictador Postumio, en una de sus guerras iniciales (una de las tantas contra sus vecinos latinos):

Death, indeed, is decreed to all men, both the cowardly and the brave; but an honourable and a glorious death comes to the brave one (Libro VI, IX)

Cuando la muerte es algo siempre presente, y en culturas de guerra continua, o donde la peste o la hambruna siempre eran amenazas constantes, y en general la perspectiva de alcanzar una edad avanzada no es tan clara, el sentimiento esbozado en la cita adquiere bastante sentido. Para nosotros, para quienes la muerte puede alejarse de nuestra experiencia por mucho tiempo (en mi caso personal alrededor de tres décadas sin muertes entre mis cercanos) la idea de alejar la muerte, y enfatizar el horror frente a ella, tiene fuerza. Pero cuando la muerte está siempre ahí, cuando resulta imposible olvidar que todos morimos (que uno también morirá) la idea de evitar lo inevitable resulta absurda. Y dado que se morirá -y al final eso será más bien temprano- entonces tener una buena muerte tiene sentido. Y esa buena muerte no será necesariamente la de ‘morir tranquilo’ -dado que el albur de las vidas hace eso bien poco probable- sino también puede ser la de la muerte gloriosa y honorable. Puestos a morir, ¿por qué no ser valiente? (y el cobarde bien puede que no evite la muerte en batalla, todos sabían que la mayor parte de los muertos en combate lo eran en el momento de huida).

‘Granujas, ¿Viviríais para siempre?’ Es una frase supuestamente dicha por Federico el Grane en la batalla de Kolin en 1757 (y que he visto con variaciones repetidas en diversas ocasiones). Por cierto así quisiéramos, lo que da la fuerza a la frase es el hecho que eso no sucede. La idea que todos morimos puede generar la sensación que nada importa (puesto que al fin todos desaparecemos); también genera la perspectiva de destacar ciertas muertes, que en la muerte es donde se muestra los verdaderos valores por los cuales se ha elegido vivir. Uno de ellos es la valentía -que es lo que las citas y las culturas de la vieja mentira eligieron vivir.