Un par de notas sobre la aristocracia al fin del Medioevo en las crónicas de Froissart

Las Crónicas de Jean Froissart (1337-1410) pueden discutirse mucho como fuentes de la guerra de los 100 años y en general sobre los conflictos y eventos que narra, aunque yo tiendo quizás a darle crédito a los viejos cronistas(*), pero como ilustración de las actitudes y prácticas de la aristocracia del fin del Medioevo, en al menos Europa occidental creo que son bien insuperables. Están escritas desde y para ese público al fin.

Hay muchas cosas que se podrían destacar, pero ahora quisiera concentrarme en las siguientes.

(1) Existe una tendencia en ciencias sociales a disminuir el impacto per se de las tecnologías (de las tecnología físicas) -que cómo se usan y su impacto depende de cómo se integran en contextos sociales. Es una perspectiva que me resulta cercana, ahora bien tampoco corresponde disminuir lo que el cambio tecnológico puede hacer (incluso si es mediado socialmente).

Froissart está lleno de referencias a hechos de armas donde la destreza en el combate individual es crucial, y muchas de las prácticas aristocráticas (desde la justas a la práctica del rescate) se basan en ello. Un caso cualquiera (es una batalla entre ingleses y escoceses)

The fighting passed beyond where the Earl of Douglas was lying, now dead. In the final big clash, Sir Henry Percy came face to face with the Lord of Montgomery, a very gallant Scottish knight. They fought each other lustily, untroubled by any others, for every knight and squire on both sides was hotly engaged with an opponent. Sir Henry Percy was handled so severely that he surrendered and pledged himself to be the Lord of Montgomery’s prisoner (Libro III, p. 345 de la edición Penguin Classics que tengo).

En unas cuantas décadas las armas de fuego se expandirán y volverán todo esa práctica de combate imposible. Es cierto que la lucha individual, decidida por destreza en combate uno-vs-uno, se volvió obsoleta en diversos contextos, sin necesidad de armas de fuego (así, por ejemplo, con el desarrollo de combate colectivo de hoplitas). El arma de fuego no es una causa necesaria de ese resultado, pero también es cierto que con su despliegue ese tipo de combate no puede proseguir. Y en particular la lucha aristocrática entre pares no pudo retornar.

(2) Otra cosa que queda clara con Froissart es que las aristocracias no pasan de ser un grupo de gángsters (lo cual ha sido dicho múltiples veces, Froissart simplemente lo pone muy en claro, precisamente porque no observa esas prácticas de forma negativa). En uno de los episodios del libro, Froissart cuenta los recuerdos del Bascot de Maouléon, que había sido parte de una compañia de freebooters en la guerra de los 100 años. Y lo que cuenta son cómo usaban la guerra para ganar dinero, tanto extorsionando las zonas que podían dominar militarmente como a través del rescate de prisioneros nobles. Así:

There were no great lords in France to lead forces into the country districts, for the King was young and had to attend to too many different parts of his kingdom. There were Companies everywhere and troops roving about or settling on the country and no one could get rid of them. The great lords were hostages in England and meanwhile their people and their country were being pillaged and ruined and they could do nothing about it because their men had no stomach for fighting or even for defending themselves (Libro III, p. 291)

Se podría decir que el personaje en cuestión no es un señor tradicional (y que ese tipo de élite aparece como protectora en la cita). Sin embargo, es un sujeto aristocrático, y así se presenta él y así es tomado por Froissart. Y si bien esta es una de las citas más claras, Froissart también nos muestra casos de disputas entre aristócratas (el Conde Foix y el Rey de Navarra por ejemplo en el mismo libro III) que muestran las mismas prácticas mafiosas.

El mundo señorial es un mundo dominado por la posibilidad de extraer por medios violentos recursos y es ello algo que se realiza sin tapujos.

Y ello, por cierto, tiene que ver con la primera de las características: Es el acto de guerra el que se ve valioso (y por lo tanto se honra la hazaña individual) lo que está asociado a un mundo basado en la violencia y que depende del valor de cada guerrero. Así, de hecho, parte el prólogo del libro:

In order that the honourable enterprises, noble adventures and deeds of arms which took place during the wars waged by France and England should be fittingly related and preserved for posterity, so that brave men should be inspired thereby to follow such examples, I wish to plae on record these matters of great renown (p. 37)

La admiración por el coraje en batalla es común y el llamado a imitarlo también. En otros contextos ese llamado se hace en torno a algún fin (la patria o Dios o etc.), aquí el puro honor y renombre. Porque la dominación señorial es una dominación desde la violencia.

Es eso lo que está detrás de los sueños de una conducta caballeresca.

(*) Hay una vieja costumbre de criticar por baja credibilidad a los cronistas españoles de la Conquista. En viejos tiempos, leí a varios que planteaban que exageraban y que era imposible la grandiosidad de Tenochtitlán que describían. Ahora sabemos que no lo hacían. En general: los cronistas pueden equivocarse muchas veces, pero tengo la impresión que descreer sistemáticamente de su honestidad es sólo muestra del cinismo moderno.

La muerte y la gloria.

Hay un sentimiento que aparece en múltiples textos del pasado que a nosotros se nos vuelve muy difícil de comprender: la exaltación de la muerte en batalla y la opinión que es una muerte gloriosa. Un poema famoso de Wilfred Owen escrito durante la Primera Guerra Mundial muestra bastante bien nuestra reacción a esos sentimientos. Después de narrarnos la horrible experiencia de la muerte tras un ataque con gas concluye


My friend, you would not tell with such high zest
To children ardent for some desperate glory,
The old Lie: Dulce et decorum est
Pro patria mori.

La vieja mentira (la frase en latín es de un poema de Horacio, que fue bastante conocido entre las ‘clases educadas’ hasta tiempo relativamente recientes). Ahora, ¿por qué esa vieja mentira duró tanto tiempo?

Al fin, las frases que elogiaban ello no fueron dichas, como uno pudiera pensar, por personas que no conocían de la carnicería de la batalla. Fueron usadas y reconocidas entre personas que habían tenido dicha experiencia; su uso reiterado en la antigüedad clásica, donde básicamente todos los varones adultos eran combatientes y con experiencia de combate así lo demuestra. Incluso si quienes las escribieron fueran diletantes que hablaban de la gloria de la batalla antes de conocerla, quienes la repitieron y transcribieron (y dadas las condiciones de la época, sólo textos que resonaran lo suficiente en la cultura para ser repetidos y transcritos muchas veces tenían expectativa de llegar a nosotros) sí la tuvieron.

Leyendo las Antigüedades Romanas de Dionisio de Halicarnaso aparecen unas líneas que nos pueden servir a este respecto. El autor escribe en el I siglo AC sobre los inicios de Roma (para él ya un tiempo del cual lo separaban cinco o seis siglos, nuestra diferencia con el renacimiento). Nos cuenta entonces sobre un general romano, el dictador Postumio, en una de sus guerras iniciales (una de las tantas contra sus vecinos latinos):

Death, indeed, is decreed to all men, both the cowardly and the brave; but an honourable and a glorious death comes to the brave one (Libro VI, IX)

Cuando la muerte es algo siempre presente, y en culturas de guerra continua, o donde la peste o la hambruna siempre eran amenazas constantes, y en general la perspectiva de alcanzar una edad avanzada no es tan clara, el sentimiento esbozado en la cita adquiere bastante sentido. Para nosotros, para quienes la muerte puede alejarse de nuestra experiencia por mucho tiempo (en mi caso personal alrededor de tres décadas sin muertes entre mis cercanos) la idea de alejar la muerte, y enfatizar el horror frente a ella, tiene fuerza. Pero cuando la muerte está siempre ahí, cuando resulta imposible olvidar que todos morimos (que uno también morirá) la idea de evitar lo inevitable resulta absurda. Y dado que se morirá -y al final eso será más bien temprano- entonces tener una buena muerte tiene sentido. Y esa buena muerte no será necesariamente la de ‘morir tranquilo’ -dado que el albur de las vidas hace eso bien poco probable- sino también puede ser la de la muerte gloriosa y honorable. Puestos a morir, ¿por qué no ser valiente? (y el cobarde bien puede que no evite la muerte en batalla, todos sabían que la mayor parte de los muertos en combate lo eran en el momento de huida).

‘Granujas, ¿Viviríais para siempre?’ Es una frase supuestamente dicha por Federico el Grane en la batalla de Kolin en 1757 (y que he visto con variaciones repetidas en diversas ocasiones). Por cierto así quisiéramos, lo que da la fuerza a la frase es el hecho que eso no sucede. La idea que todos morimos puede generar la sensación que nada importa (puesto que al fin todos desaparecemos); también genera la perspectiva de destacar ciertas muertes, que en la muerte es donde se muestra los verdaderos valores por los cuales se ha elegido vivir. Uno de ellos es la valentía -que es lo que las citas y las culturas de la vieja mentira eligieron vivir.

The Great Leveler. O de la violencia y la producción de la igualdad

great_levelerThe Great Leveler, Walter Scheidel. Princeton University Press. 2017.

La tesis esencial del libro puede resumirse fácilmente: Toda disminución de la desigualdad de importancia ha sido producto, a lo largo de la historia, de cuatro causas: La guerra de gran escala, la “gran” revolución social, el colapso profundo de las sociedades y las grandes plagas y enfermedades.  Muerte, violencia y caos, o al menos la amenaza de ellos, es básicamente lo que genera la caída de la desigualdad. Y nada más puede tener ese efecto. Sin violencia nos plantea Scheidel no hay forma de tener una disminución relativamente estable, de mediano plazo, de la desigualdad.

La premisa de una caída de la desigualdad es la destrucción masiva. Scheidel usa el ejemplo de Augsburgo tras la guerra de los treinta años para ilustrar la lección general:

Massive violence and human suffering were required to dispossess the rich and reduce the working population to an extent that left the survivors noticeably better off. Different forms of attrition at both the top and the bottom of the social sprectrum converged in compressing the distribution of income and wealth […] what all these cases have in common is that substantial reductions in resource inequaity depended on violent disasters (p 342)

El examen es a gran escala. Si bien los datos son más claros en tiempos más recientes -el siglo XX en particular-, de todas formas (mediante un uso juicioso de fuentes limitadas) pueden darse algunas aproximaciones generales al largo plazo sobre la evolución de la desigualdad.

Primero, la civilización y la desigualdad van de la mano. Desde que abandonamos la vida en pequeños grupos, desde que nos asentamos y la posibilidad de acumular se presentó, la desigualdad ha sido parte de la vida social. Desde que fue posible heredar el capital (cualquiera que este fuera), las dinámicas propias de la vida social generan y permitan la desigualdad, lo que Scheidel llama la ‘gran desigualización’ (pp 33-42). Y esa dinámica, que ya aparece como lo muestra la cita en sociedades que empiezan a complejizarse, se acrecienta con el desarrollo de civilización -en las cuales las técnicas para generar y mantener la desigualdad se acrecientan (de partida, el nacimiento del Estado fue en todas partes la diferencia entre una élite gobernante y una masa gobernada).

A collaborative study of twenty-one small-scale societies at different levels of development -hunter-gatherers, horticulturalists, herders, and farmers- and in different parts of the world identifies two crucial determinants of inequality: ownership rights in land and livestock and the ability to transmit wealth from one generation to the next (p 37)

Segundo, se puede defender que toda situación relativamente estable -desde esta perspectiva, se podría decir, cuando esa herencia de capital es relativamente segura- la desigualdad tiende a aumentar. Scheidel presenta varios gráficos que -de manera muy aproximada- intentan mostrar la evolución a largo plazo de la desigualdad en varias áreas del mundo (Europa en la p 87, América Latina en p 104, Estados Unidos en p 110) y en general estos aumentan progresivamente -hasta que sucede alguna de los disrupciones mencionadas anteriormente.

For thousands of years, civilization did ot lend itself to peaceful equalization. Across a wide range of societies and different levels of development, stability favored economic equality (p 6)

Tercero, el análisis histórico de la desigualdad muestra la importancia de observar con atención los indicadores. Uno de los indicadores más usados para analizar la desigualdad es el Índice de Gini. Ahora bien, sucede que el rango de variación posible de ese Índice cambia de acuerdo a la prosperidad de una sociedad. En este sentido, lo que interesa es la ‘Frontera de Posibilidad de la Desigualdad’ que Scheidel toma de Milanovic y Lindert (p 445), una medida que toma en cuenta el máximo nivel de desigualdad posible bajo un determinado nivel de ingreso. En el límite: Un grupo que vive en la línea de subsistencia no le queda más que ser igual (puesto que cualquier desviación de ello implica que hay personas que quedan bajo esa línea, y luego mueren): No es una sociedad sostenible. Esto implica entonces que sociedades que no sobrepasan demasiado esa línea tienen límites sobre el Gini que es efectivamente accesible más bajos que los que poseen sociedades más ricas (que pueden concentrar más su riqueza sin dejar bajo la línea de subsistencia a grandes segmentos de la población). Así, con relación al Imperio Romano, Scheidel nos dice:

Although the distribution of income below elite levels is even more difficult to assess, a conservative range of assumptions point out to an overall Gini coefficient of income in the low 0,4 for the empire as a whole. This value is much higher that it might seem. Because average GDP amounted to only about twice minimum subsistence levels net of tax and investment, the projected level of Roman income inequality was not far below the maximum that was actually feasible at that level of economic development (p 78)

Cuarto, si bien el hecho que la disrupción masiva y la violencia parecen ser precondiciones para una disminución de la desigualdad, los mecanismos específicos parecen variar de manera importante.

En el caso de plagas y enfermedades es relativamente sencillo: Tras una plaga, los sueldos (o el equivalente, la retribución por el trabajo) aumenta puesto que el recurso humano se ha vuelto mucho más escaso (pp 300-303 para el occidente europeo tras la peste negra, pp 317-320 para México tras la catástrofe demográfica de la conquista). Aunque ello no siempre ocurre, Scheidel muestra que la reacción de las élites en ciertas zonas, como la Europa oriental, evitó el resultado del aumento de salarios por parte de los trabajadores: el uso de la coerción evitó el ajuste de precios por escasez. Pero cuando las enfermedades tienen ese resultado es a través de ese mecanismo

En el caso de derrumbes societales es tanto la destrucción del capital como la desaparición del aparato estatal represivo que permitía la mantención de la desigualdad lo que permite que la desigualdad disminuya:

Whatever disparities and forms of exploitation survived into postcollapse periods were bound to be a far cry from what had been feasible and often typical in highly stratified imperial polities. Moreover, general impoverishment well beyond former elite circles by itself reduced the potential for surplus extraction and lowered the upper ceiling for resource inequality (p 279)

En las guerras masivas el principal efecto no es de hecho la destrucción masiva de capital (aunque sí es relevante) sino la movilización de recursos: Los estados requieren movilizar tal cantidad de recursos de la sociedad que no les queda otra que usar de manera importante los recursos de los estratos más altos y ello disminuye la desigualdad. Esto explica porque no es tan sólo la participación directa en la guerra total la que produce esos efectos, sino también su amenaza y la preparación para ella (el caso de Suecia en la 2GM, como muestra Scheidel pp 159-164, y también la situación de las polis griegas, ver pp 188-199).

En el caso de las revoluciones es más sencillo: ellas se basan directamente en el ataque a las élites, y ellas entonces son las que más pierden en esos casos; y la intensidad de la revolución afecta la intensidad de la disminución de la desigualdad: la revolución francesa, menos violenta que la rusa o la china, generó una disminución de la desigualdad menor: ‘however much it may have scandalized conservative contemporary observers, a revolution that by later standards turned out to be quite restrained in its means and ambitions yielded correspondingly less leveling’ (p 238)

Lo cual nos lleva al siguiente punto: Si son diversos los mecanismos que llevan a que los episodios de violencia generen menor desigualdad, entonces ¿a qué se debe el hecho que sólo esos episodios tengan ese efecto? Como hemos visto, no parecen tener un mecanismo en común. ¿Por qué entonces no hay mayor evidencia de disminuciones pacíficas? Scheidel menciona que América Latina en los últimos decenios podría ser un caso, pero concluye que es muy limitado and muestra ‘none [evidencia] at all for persistent and substantial leveling in the absence of violent shocks’ (p 387). Siguen siendo las disminuciones de desigualdad vía violencia pueden generar caídas abruptas y con cierta duración.

Por otra parte, los datos muestran a su vez que estas caídas de todas formas no son permanentes. Recordando algo que dijimos anteriormente, una sociedad estable tiende a producir desigualdad (dado que tiende a hacer que los efectos de la desigualdad se acumulen, al ser las reglas estables). Lo cual nos muestra porque, a pesar que los mecanismos concretos varíen, la violencia parece ser necesaria: Porque lo que causa la disminución es una disrupción profunda en los mecanismos de funcionamiento de la sociedad (donde las ventajas de la desigualdad no se acumulan ni son tan ventajosas). Y ello es posible sólo, a final de cuentas, en situaciones de violencia.

Con lo anterior pasamos al último punto. Nuestro examen de los mecanismos finalizó con el análisis de revoluciones. Ello no fue casual. Al fin y al cabo, buena parte de los revolucionarios estuvo de acuerdo con que la violencia es necesaria para la disminución de la desigualdad, es por ello que abocaban por la revolución. Scheidel cita a Mao hablando a los líderes del partido en Junio de 1950:

Land reform in a population of over 300 million people is a vicious war… This is the most hideous war between peasants and landlords. It is a battle to the death (p 225)

A nosotros la conclusión nos parece un problema: si sólo a través de la violencia se puede lograr disminuir la desigualdad, lo deseable de ese objetivo queda en entredicho. Pero con otras ideas, como hemos visto, el precio puede parecer digno de ser pagado.

Podríamos dejar la cosa ahí, como una diferencia en valores (por si acaso: hay formas de dirimir diferencias en discusiones valóricas, sólo que no es el tema de esta entrada). Sin embargo, hay algo más profundo en juego. Si es cierto que una sociedad compleja tiende a aumentar su desigualdad cuando hay estabilidad, entonces lo razonable de una disrupción para disminuir dicha desigualdad aparece a su vez disminuida. Grandes costos para ganancias momentáneas no parece ser sustentable ni siquiera para alguien que tuviera una fuerte preferencia por la desigualdad. Es la combinación de la tesis de la necesidad de la violencia con la idea que una sociedad compleja estable tiende a producir desigualdad lo que forma un cerrojo entonces. Esa combinación es la que genera un problema fundamental a todos quienes tienen una alta preferencia por la igualdad.

 

PS. Hemos hecho toda la reseña y comentario sin opinar sobre el valor del libro. Es precisamente porque tengo una opinión muy alta de su valor que he dedicado la reseña a presentar y discutir las ideas del libro en vez de dedicarme a su evaluación.