Spinoza y la preocupación por la Política

Habiendo leído a Baruch Spinoza desde finales del año 2012 (habiendo dedicado varios meses a la lectura de la Ética y luego con otros de sus textos), supongo que no estará de más dedicarle una serie de entradas. Y aprovechar que ahora estoy leyendo el Tratado Político (edición de Atilano Domínguez en Alianza, en Scribd en este link y en el sitio de Alianza en este otro). Aunque eso implica que la primera entrada será más bien menor, pero bueno tampoco es de buenas a primeras entrar a comentar tan magna obra.

El caso es que Domínguez plantea un poco lo extraño de la preocupación por la política de Spinoza y dedica algunas páginas a ello. Ahora el caso es que en realidad no es tan extraño. Porque entre medio sucede la historia.

Las obras dedicadas a los temas políticos son tardías en Spinoza: El Tratado teológico-Político es de 1670 y el Tratado Político estaba inconcluso a su muerte en 1677. Y esos años no son cualquier años en la historia de las Provincias Unidas.  1672 fue el año del desastre: la invasión francesa, la alianza entre Francia e Inglaterra contra la república, es el año del asesinato de los hermanos de Witt a manos de una turba (producto del casi alzamiento popular para defender a las Provincias Unidas contra un gobierno que se estimaba no estaba defendiendo a la patria), el reemplazo del gobierno puramente republicano por el nuevo estatúder Guillermo de Orange (Jonathan Israel, The Dutch Republic, es una muy buena revisión de la historia de dicha república, link aquí) . No fueron pocos acontecimientos, y en particular la amenaza que la guerra de 1672 implicó para el Estado -atacado por sus más dos poderosos vecinos que tenían toda la intención de reducirlo a una condición de vasallo- y la violencia interna acaecida ese mismo año -en una república particularmente más estable que otros estados en el siglo XVII-, no fueron hitos menores. En otras palabras, que la existencia del estado donde Spinoza habitaba, y la existencia de un medio en el cual era posible dedicarse a filosofar (y en particular a desarrollar una filosofía tan escandalosa como lo era la de Spinoza para la época) no podía darse por descontada. Por cierto no era que Spinoza pudiera dedicarse a sus cosas sin problemas -su eterna cautela no era sin motivo- pero en el ambiente de la época no había otro lugar. En otras palabras, las crisis históricas, como siempre, muestran la importancia de la política.

Incluso el lector más desatento notará que la crisis que he mencionado es de 1672, mientras que el Tratado Teológico-Político es de 1670, y claramente los textos son pensados tiempo antes que su escritura final y publicación. Por lo cual no cabe achacar a esa causa ese efecto. Sin embargo, nuestro argumento depende más bien de la idea que la preocupación por la política nace de la percepción que los acontecimientos políticos afectan la vida de las personas, y en el caso de Spinoza el reconocer que lo que sucede en ella hacía o no posible el dedicarse a filosofar. Y el Tratado Teológico-Político es, precisamente, una defensa de la libertad para filosofar, para pensar; declarar que no solamente no produce peligro para la comunidad sino que además es bueno y positivo para la sociedad. Y ello producto que ese tema era parte de la discusión política de la época, con la Iglesia oficial (la calvinista para las Provincias Unidas) dedicada más bien a defender la idea que no se podía aceptar que cada quien pensara y escribiera lo que quisiera. La defensa de la tolerancia del Tratado es también, finalmente, una defensa de la posibilidad de poder seguir en el camino de vida que se ha elegido.

En última instancia, la preocupación por la política no es casual porque la política es, algo que es fácil olvidar en momentos de supuesta estabilidad, siempre personal.

El naturalismo ético en Sociología

Una idea común en ciencias sociales es lo que podemos llamar el naturalismo ético: La idea que lo real es bueno. Parte relevante de la discusión entre el tema del compromiso y la neutralidad se basa en ello: La única forma, finalmente, que de la existencia de ciertas cosas se puedan pasar a ciertas conclusiones normativas es que se suponga de antemano que la realidad tiene un cierto talante ético. Y dadas las discusiones en ciencias sociales ese es positivo. La idea que cuando mostramos que algo es “natural” al mismo tiempo mostramos que es incriticable, criticar la idea que X es natural porque de ello se sigue que sería adecuado; implica pasar del ser la deber ser sin otra transición.

Esto es algo que no sólo los más diversos argumentos tecnocráticos usan. Están a la raíz, de hecho, de muchos argumentos críticos. Pero, ¿no se supone que ellos critican la realidad? Pero critican la realidad actual en buena medida porque no es toda la realidad, que en ella se esconden aspectos más profundos de la realidad. Al fin y al cabo, cuando se pasa de la constatación que X es socialmente construido a la idea que con ello ya critique a X (ya mostré con ello que X es malo), lo que está detrás es la idea que la construcción social es negativa porque a través de ella se limita lo que podemos hacer y ello es negativo. Ergo, lo que es bueno es la potencialidad, o sea nuestra realidad subyacente. La crítica opera entonces, muchas veces, también afirmando la bondad de la realidad, solo que la realidad actual no es toda la realidad.

A pesar de lo extendido del naturalismo ético en Ciencias Sociales, no es la única posición ética defendible. Al fin y al cabo, existen muchas éticas religiosas que parten de un prejuicio más bien contrario -que hay que luchar contra una naturaleza perversa. Y podrán ser muchas cosas, pero contradictorias no necesariamente.

El caso es que para personas que no tienen una visión religiosa del mundo (como buena parte de los cientistas sociales) esa solución no parece viable. Y sin religión, entonces lo único que parece podría fundar una ética sería la realidad -y por ello entonces la premisa básica de que la realidad es éticamente buena.

Sin embargo, algo me dice que hay más opciones que las anteriores. Pensemos en el caso de Habermas. Supongamos que esta equivocado en las cuestiones de hecho -la situación ideal de habla bajo ningún caso puede decirse es fundamental a la realidad del habla. Los procesos de habla pueden producirse bajo condiciones autoritarias, manipuladoras y sesgadas (para usar su vocabulario) y de todas formas producen lo que todos los procesos de habla producen, digamos producen igualmente mundos de la vida etc. Sin embargo,  ¿porque de ello debiera concluirse que la situación ideal de habla no puede ser una situación ideal?

En un seminario reciente que realizó Daniel Chernilo en la Universidad de Chile (link aquí) planteo que, por ejemplo, cuando pensamos que lo social es de determinada forma (que se forma en la interacción, que es reconocimiento etc.) entonces al mismo tiempo estamos planteando una visión normativa: Que lo bueno es lo que permite a esa determinada forma (la interacción o el reconocimiento) desplegarse y potenciarse. Sin embargo, ¿por qué son esas las únicas alternativas? La conexión sólo tiene sentido si parto de la idea que la realidad ha de ser positiva.

El naturalismo ético, al menos en Ciencias Sociales, ha terminado asociado a la posición que no existen razones propiamente éticas, y que las únicas razones que existen son las que se refieren al mundo de los hechos. Ahora, en ese sentido, uno nunca hubiera creído que el positivismo hubiera sido tan influyente en las ciencias sociales, incluyendo a los críticos del positivismo, para aceptar tan buenamente la idea que sólo lo que se refiere a los hechos tiene sentido (‘es racional’).

Pero lo que olvida el naturalismo ético, al final, es que es una posición ética. No es una afirmación de hecho declarar que la realidad es buena; es una afirmación normativa. Y el naturalista ético tendrá que defender esa posición normativa, no solamente mostrarnos la realidad -porque en esa realidad no está esa afirmación.

Neutralidad y compromiso en Ciencias Sociales

Una de las discusiones perennes de las ciencias sociales es la que dice relación entre la neutralidad valorativa y la necesidad del compromiso. A continuación intentaremos mostrar que ambas posiciones son más compatibles de lo que muchas veces se plantea, en al menos en algunas de sus variantes; y que -de hecho- ambas comparten el mismo adversario y la misma crítica.

La neutralidad valorativa se puede basar en la siguiente consideración humeana: No es posible pasar de una sentencia descriptiva a una sentencia de valor. Cuando uno extrae una conclusión de valor a partir de una descripción del mundo, hay siempre una premisa normativa. Esta premisa puede parecer muchas veces muy obvia, pero no deja de ser normativa. La exigencia mínima de esta posición es solamente que la posición normativa es normativa, no es algo que deriva puramente de descripciones.

El compromiso valorativo parte de la idea que un analista social es un actor, y que entonces tiene intereses. Lo que sucede en la realidad no le es indiferente, hay elementos que prefiere que sucedan y otros que no. En la medida en que, además el investigador se inserta en las acciones de otros actores, esos otros actores claramente sí tienen intereses y objetivos. Y por lo tanto, el uso de la investigación siempre implica que hay elementos valorativos.

Si lo anterior es correcto, entonces uno puede observar que hay formas de hacer compatibles ambas posiciones. La neutralidad valorativa es una posición sobre las afirmaciones, mientras que el compromiso es una posición sobre los investigadores. Y por lo tanto es posible al mismo tiempo la neutralidad de las afirmaciones y el compromiso de los investigadores.

Pensemos en los puntos más directos de confrontación

  • Que la elección de temas y objetivos de investigar, la ‘relevancia’ es un tema normativo. Pero desde la neutralidad no es algo tan complejo de reconocer (de hecho Weber mismo lo hacía cuando defendía la neutralidad); en tanto reconozcamos que la validez de las descripciones encontradas no es un tema normativo.
  • Que la evaluación normativa, desligada de la descripción, quedaría sin validez objetiva, o solamente sería algo subjetivo. Pero nada en la posición neutral implica que no se pueda discutir ‘objetivamente’ sobre normas; sólo que esas discusiones no son discusiones empíricas. La posición neutral, como ya dijimos, no implica la posición ’empirista’ que sólo de los hechos empíricos es posible discutir objetivamente. Ese es otro tema.

La compatibilidad de ambas posiciones es quizás más clara cuando observamos que ambas comparten un mismo adversario: la posición tecnocrática que es posible intervenciones neutrales. Bajo ambas ideas la idea de una acción que no tiene involucrado valores no tiene el menor sentido. En el compromiso eso es evidente, pero también lo es bajo el neutralismo: Lo que es neutral es la descripción no la acción. Precisamente la neutralidad se basa en la idea que de la descripción no se siguen evaluaciones, no se siguen acciones. Pensar que existe una intervención técnica, ‘neutral’, va en contra de la idea básica de la neutralidad: que descripciones y valoraciones son elementos distintos y no se puede deducir uno del otro.

La posición tecnocrática a veces reconoce lo anterior (i.e toda intervención tiene objetivos que no son neutrales) y define la posición técnica como una de herramienta: Otros actores definen los objetivos, y el investigador entrega el mejor medio técnico para su logro. Y eso es neutral, no normativo. El problema de ello es que no por ser una parte de una acción se deja de participar en ella. En otras palabras, un actor está pragmáticamente comprometido con los objetivos de las acciones en que se inserta, incluso si él no los define, los está aceptando al promover su cumplimiento. En otras palabras, no hay forma válida de escabullir el hecho que las intervenciones son temas valóricos, y por definición no pueden ser neutrales.

En resumen, si se mantienen distintas las referencias de la neutralidad y el compromiso, ambas son compatibles; y ambas critican las posiciones tecnocráticas, bajo las cuales es posible intervenir en la sociedad en un rol puramente técnico. La validez de una descripción puede no ser un tema normativo; pero todo lo relacionado con las intervenciones es irremediablemente un tema intrínsecamente normativo.

Criterios de evaluación internos al campo científico: Una comparación de los criterios de avance y completitud del conocimiento

La idea original es más bien sencilla, y está desarrollada en el siguiente link de este mismo blog:

Que las discusiones de conocimiento general en sociología se encuentran entrampadas, repitiendo las mismas dicotomías y aporías de siempre (acción / estructura, cualitativo / cuantitativo). Incluso cuando el practicante de esas áreas se da cuenta de ello e intenta superarlo, la operación no termina funcionando. Bourdieu observa la dicotomía acción / estructura, intenta superarla y por todos sus esfuerzos termina siendo criticado como no reconociendo la acción. Por otro lado, los conocimientos particulares en sociología no sufren esa dinámica y uno puede observar construcción de acervos. Sabemos más sobre revoluciones que hace 100 años, o sobre la relación entre educación y desigualdad y en otros espacios específicos de investigación.

Lo anterior adquiere relevancia como observación basado en la idea que la oposición estancamiento / avance es una distinción básica en las ciencias. Es una normatividad interna al sistema, que premia y valora los avances y observa negativamente lo que está estancado. La mera popularidad de la idea de sobre hombros de gigantes nos muestra la potencia de esta distinción. Por lo tanto, aplicando las reglas del juego de las ciencias a la sociología, reglas que son las del juego que supuestamente está aplicando, se sigue que la evaluación del conocimiento general debiera ser negativa y la del particular positiva.

Conversando ayer sobre el tema, se me hizo la acotación que existe otro criterio interno de evaluación, pero que este tendría el resultado contrario: Es la distinción parcial / completo o no fundamentado / fundamentado. La crítica tradicional a los conocimientos particulares es que no son parciales, que no dan cuenta de los fundamentos de lo social (o de ellos mismos). Y por lo tanto, en términos de esas observaciones usando la normatividad interna al sistema que observamos no podemos concluir una evaluación positiva del conocimiento particular.

Pero creo que la acotación es insuficiente. Porque, y aquí entramos en el núcleo de este post, los dos criterios son distintos en términos de su importancia en la operación del campo científico. La distinción avance / estancamiento es basal: Premiamos y valoramos lo que hace avanzar (‘es un aporte’) y no se le da mucha importancia a lo que mantiene las cosas como están. Así están estructuradas las operaciones de publicación, de premiación, de prestigio etc. Incluso en sociología, donde el criterio puede estar en discusión, son los textos que proponen nuevos modelos los que citamos y estudiamos, no la enésima vez que se discute sobre esa propuesta. Si recordamos por ejemplo el reciente caso del descubrimiento del bosón de Higgs podremos observar que existieron lamentos porque si bien era un avance, esta era sólo en términos de reforzar la teoría existente, y por lo tanto era menor avance que algo que mostrara que era necesario ir más allá del modelo estándar. La capacidad de un trabajo científico para avanzar en la construcción del conocimiento de su campo es la forma básica de evaluación.

Ahora, la discusión sobre los fundamentos, o sobre lo parcial / completo no es tan basal. Si bien se usa el criterio, los conocimientos parciales no dejan de ser reconocidos como científicos o como buenos e importantes conocimientos. El caso canónico de esto son las críticas a la ley de gravitación de Newton. Porque una crítica fue, precisamente, que era parcial o que no estaba fundamentada ni explicada: la ecuación daba cuenta de los fenómenos pero nadie entendía porque sucedía, no había una explicación mecánica (que era lo que en la época hubiera sido una explicación satisfactoria). Ese es el contexto de la frase de hypothesis non fingo: Tenemos esta ecuación que da cuenta de los fenómenos, con ello ya es suficiente. Con ello ya se puede construir un trabajo científico de gran poder y prestigio al interior del campo.

No es que el criterio no se use, no es que no sería preferible tener una explicación fundamentada; pero no es un criterio necesario. Al contrario, el criterio de avance es un criterio basal y central.

Y por lo tanto, usando los criterios internos al campo analizado se puede concluir que efectivamente el conocimiento general en sociología no funciona, y el conocimiento particular sí lo hace.

Morales individuales y morales sociales, ética de la virtud y ética del consentimiento

Lo bonito de hacer distinciones en que uno las hace como quiere.

Es posible distinguir entre dos tipos de morales: Por un lado, podemos establecer las morales individuales, donde lo esencial para establecer lo bueno o malo, encomiable o criticable de una acción tiene que ver con aspectos internos de la persona, por ejemplo sus intenciones. o sus justificaciones. Son morales que funcionan con una persona sola, e incluso cuando se aplican en situaciones sociales, lo que importa para la evaluación de la acción es solamente las actitudes del actor. Toda ética de la virtud es finalmente una moral individual: la persona sigue un criterio de acción personal, y lo central es ver como cada acción se relaciona con dicho canon. En cualquier caso, la ética es aquí un criterio interno de acción que guía a cada individuo.

Por otro lado, podemos pensar en morales sociales, donde lo fundamental en torno a la moralidad de una acción es la reacción de la otra persona. Aquí la moral es algo intrínsecamente social, y no cabe calificar moralmente las acciones de personas solitarias. Varios de los cambios en lo que se refiere a la moral en las sociedades contemporáneas se pueden interpretar en esta lógica. La creciente importancia del criterio de consentimiento (de dar consentimiento, de tener capacidad para dar consentimiento) para evaluar la moralidad de varias acciones es una muestra de ello. Porque una moral del consentimiento es una moral que hace depender el valor de la acción de la reacción del otro: El pecado central aquí es no respetar y violentar el consentimiento de otro. Aquí la ética, entonces, tiene que ver con criterios para orientar las relaciones sociales.

¿Cuál es la posible relevancia de la anterior distinción? Un tema interesante es que aquellos que usan una de estas lógicas tiene problemas para entender la otra lógica. Y en particular, pensando ahora en términos empíricos, uno puede sostener que la moral tradicional en Chile era una moral individual (una moral de la virtud), mientras que la moral moderna más liberal que está en despliegue es una moral social (y en particular, una moral del consentimiento). El caso de la moral sexual es posiblemente lo más claro al respecto. Por un lado, se pierde toda noción de virtud individual al respecto, y se piensa que en principio cualquier acción es válida mientras exista consentimiento, mientras que para la moral tradicional hay actos que per se son inmorales. Y por otro lado, aumenta el rechazo moral a las conductas que atentan contra una moral del consentimiento (pedofilia y violaciones en general).

Ahora, una moral social como la del consentimiento cuando es mirada desde la lógica de una moral individual es poco comprensible. Porque no tiene ningún criterio moral para lo que una moral individual es lo central, criterios en torno a definir las conductas del propio individuo de manera separada. Para una moral individual, una moral social aparece como amoralidad pura, como falta de límites. Lo anterior no es correcto, pero los criterios y límites -que de hecho pueden funcionar tan absolutamente como se desee- existentes operan en otra esfera.

Y por lo tanto, como forma de hacer visible los criterios morales de una ética social para personas que siguen morales individuales es que la distinción puede tener alguna relevancia.

Hechos naturales, hechos sociales y la sociología de la ciencia

Los siguientes son hechos naturales: La tierra da vuelta alrededor del sol, hay seis tipos de quarks, la extinción del Pérmico fue la mayor de la historia de la vida en la tierra.

Los siguientes son hechos sociales: La creencia aceptada es que la tierra da vuelta alrededor del sol, la creencia aceptada es que hay seis tipos de quarks, la creencia aceptada es que la extinción del Pérmico fue la mayor de la historia de la vida en la tierra.

Si lo que me interesa son las preguntas en torno al primer párrafo (¿es cierto que la tierra da vuelta alrededor del sol? ¿cómo se explica?) entonces mi preocupación es en torno a las ciencias naturales, y son las herramientas de estas disciplinas las que debiera ocupar.

Si lo que me interesa son las preguntas en torno al segundo párrafo (¿es cierto que la creencia aceptada es que la tierra da vuelta alrededor del sol? ¿cómo se explica?) entonces mi preocupación es en torno a las ciencias sociales, y son las herramientas de estas disciplinas las que debiera ocupar.

Entonces, cuando la sociología de la ciencia del programa fuerte dice que la sociología debiera preocuparse del contenido de las ciencias, y que estas se explican por factores sociales; está efectivamente en lo cierto cuando se refiere al aspecto social: Cuáles son las creencias que tienen tales personas. Pero si quiere hablar del aspecto natural, entonces no tiene nada que decir: Porqué los métodos de las ciencias sociales no dicen nada sobre los fenómenos naturales como tal.

Es la pretensión que el hecho social reemplaza al hecho natural -que el hecho sobre las creencias sobre la naturaleza reemplaza el hecho sobre la naturaleza- donde se generan la mitad de los problemas de la sociología de la ciencia. Y se pasa del relativismo como algo metodológico a algo ontológico: En sociología de la religión decimos que la explicación del sociólogo es neutral en relación a la verdad de la religión, y por lo tanto no dice nada sobre la verdad de las religiones. Lo mismo para sociología de la ciencia: No dice nada sobre la verdad de la ciencia.

La sociología de la ciencia sólo puede llevar a conclusiones relativistas si yo pienso que la explicación de la sociología es la única relevante, o que es la explicación total y global. Pero dado que es una explicación de algunas cosas, y en particular del hecho social y no del hecho natural, no debiera afectar de modo alguno.

La falacia de la inconmensurabilidad

Entre las ideas que la discusión epistemológica de los ’70 (*) legó a las ciencias sociales posteriores, o que al menos uno escucha en repetidas ocasiones, es la idea que los diversos paradigmas (no siempre se usa esa palabra en el debate, pero para los propósitos de esta entrada, esa será la que usaremos) son inconmensurables entre sí. O al menos, dado que no hay forma de dirimir una discusión entre diferentes paradigmas usando algún criterio general, abstracto y válido para todas ellas, entonces no hay forma de dirimir una discusión. Cada paradigma es aislado entre sí. Esto se transforma usualmente en una visión sociologizante: cada comunidad epistémica tiene sus propios parámetros, y no hay una conocimiento o reglas extra-comunitarias que puedan comparar paradigmas.

El problema es que todo ello podrá ser muy buena epistemología, pero no es muy buena sociología. Y si vas a basar tus ideas epistemológicas en teorías que se basan en comunidades; entonces, resulta necesario tener una buena teoría de las comunidades.

Y el caso es que las comunidades pueden no ser tan cerradas, y pueden tener límites algo difusos. Y en esas condiciones el ‘cierre epistémico’ no puede funcionar, porque las comunidades no necesariamente operan de manera cerrada. De hecho, la asociación que se hace entre paradigmas y lenguaje nos permite observar otro problema: Para traducir entre un lenguaje y otro (entre una teoría y otra) nunca ha sido necesario contar con un lenguaje universal (un conjunto de reglas universales que permita comparar entre teorías). Por lo tanto, el refutar la existencia de un lenguaje universal (i.e una metodología general para evaluar diversas teorías) no implica refutar que se pueda traducir. Traducir se hace, y al fin y al cabo, resulta necesario. Y por muy traditore que sean los traduttore, efectivamente funcionan.

Si la idea de inconmensurabilidad fue una cierta forma de giro sociológico en la epistemología, entonces también se habría requerido una buena sociología.

(*) No deja de ser necesario mencionar que los autores que uno muchas veces escucha sobre epistemología son finalmente autores que representan el estado de la discusión en los ’70: Kuhn, Lakatos, Feyerabend, Rorty etc. Al parecer, las ciencias sociales se desconectaron del tema hace 30-40 años o efectivamente no pasó mucho después de esos años. Algo me dice que es más bien lo primero.

Una nota sobre el consecuencialismo

A veces, me imagino que también le pasa a otros, descubro un blog y me dedico a leerlo por completo. Y por lo tanto, me surgen algunas ideas a propósito de posts muy antiguos. Esta vez, en Crooked Timber a propósito del consecuencialismo (la idea que el valor moral de una acción depende de sus consecuencias), se hace notar en un post sobre Consequentialism, compassion and confidence respondiendo a la crítica en que el consecuencialismo siempre termina sacrificando la vida de otros en función de un bien futuro

As regards willingness to sacrifice individual lives for valuable goals, I think this is an unfair criticism of consequentialists. Look at any of the standard anti-consequentialist philosophical examples – trolley car, organ bank, survival lottery, violinist and so on. It’s always the hard-nosed consequentialist who is supposed to want to save as many lives as possible, and the noble anti-consequentialist who proposes to sacrifice individual lives for “valuable goals” such as clean hands, natural rights and bodily integrity.

El autor después procede a preguntarse que esto tiene relación con el tema de la seguridad en las predicciones, y que un consecuencialista que no tenga mucha confianza en sus propias predicciones bien podría terminar usando una aproximación más bien de reglas.

Pero el punto que me interesaba destacar es mucho más sencillo: Que el consecuencialismo es una mala teoría de acuerdo a sus propios criterios. Si el valor de una idea depende de sus consecuencias, entonces bien podemos decir que entre las ideas han tenido funestas consecuencias (contadas en millones de muertos) se encuentra el consecuencialismo. Por razones estrictamente consecuencialistas, habría que abandonar esa teoría

De la belleza y la ética

En alguna parte, me imagino que en el caso de los sociólogos mediante influencia de Max Weber, decidimos que la verdad, el bien y la belleza son cosas diferentes y que cada una va por su lado. Y, entrando en el tema que nos interesa, que la belleza y el bien son -al menos- claramente mundos separados.

Pero creo que, en realidad, eso no corresponde a la experiencia de la belleza. En particular, el disociar la belleza del bien nos lleva, al fin y al cabo, a no darle importancia a la belleza.

Recordemos el célebre dictum de Adorno sobre la imposibilidad de escribir poesía después de Auschwitz. O pensemos en la tendencia a tomar la belleza como un análogo a la idea de Marx del opio del pueblo. En ambos casos, el tema es que los aspectos estéticos nos desvían de lo importante, y específicamente de los aspectos éticamente relevantes. La belleza nos adormecería en última instancia (y la única capacidad ética del arte sería la capacidad de sacudirnos en ese sentido).

A este respecto, quizás sería bueno decir que cuando estamos hablando de belleza, estamos hablando de belleza. No estamos hablando solamente (aunque tampoco estamos excluyendo) de lo que es agradable o placentero. La belleza va más alla de lo bonito, aunque tampoco habría que menospreciar el agrado.

Lo anterior tiene su importancia, porque creo vuelve algo más plausible la idea central, por lo que creo que la belleza tiene importancia estética. Porque la belleza no es algo que haga aceptable el mundo, algo que sencillamente lo vuelva agradable -y nos haga ver como ‘bueno’ lo que éticamente no lo es. Cuando efectivamente se siente la belleza, la experiencia es, en verdad, intolerable. Porque nada en el mundo da la talla de lo que es propiamente bello.

Para decirlo en palabras algo burdas: No nos merecemos a Bach. El mundo que se nos ofrece en esa música (y el lector puede pensar en cualquier música que le haya producido ese efecto) es incomparablemente mejor que el que nos toca vivir. Y esto no es solamente válido para, usando vieja terminología del siglo XVIII, lo que tiene que ver con lo sublime, sino también con lo simplemente plancentero. Para abusar de imágenes que no son muy correctas, tampoco nos merecemos a Bocherini para el caso. Las cosas que son bellas no justifican el mundo, lo que hacen es mostrarnos lo que hay más allá de él.

En ese sentido, la belleza sí tiene una importancia puramente ética: la de mostrarnos un mundo más allá de las miserias del que vivimos. Y por el otro, por el hecho de que efectivamente la belleza existe, un mundo al que se puede aspirar, o por lo menos al que uno se puede acercar.