La visión del Imperio en Tácito. Los discursos de Calgaco y Cerial

El imperialismo es un fenómeno antiguo. Antiguas son, por ende, la discusión sobre lo que implica un imperio, y siendo buena parte de la tradición escrita una basada en, mantenida y copiada por, imperios; tenemos disponible una larga historia de justificaciones sobre ellos.

En el caso del Imperio Romano esa discusión se cruza además con la discusión de la forma del Estado, y esto genera una serie de tensiones (Imperio/bárbaros Imperio/libertad) que afectan la forma en que opera dicha discusión. Los escritos de Tácito son un buen lugar para examinar dicha tensión, al integrar una fuerte nostalgia por el pasado de una res publica libre con un fuerte sentido ‘patriótico’ de lo que implica Roma.

Una forma de observar esta tensión es a través de dos discursos que nos presenta Tácito en sus textos, uno pronunciado por un general romano que es una apología del dominio de Roma, el otro pronunciado por un ‘rebelde’ bárbaro en las Islas Británicas que se encuentre entre las denuncias más memorables de ese mismo dominio.

El año 69 es conocido como el año de los cuatro emperadores. La guerra civil que se desarrolla como consecuencia de la caída de Nerón implica el asesinato de Galba por Otón, la rebelión de Vitelio que termina con la derrota (y suicidio) de Otón, y la victoria final de Vespasiano que cierra ese ciclo. Durante esas guerras, ocurre la rebelión de los bátavos, tribu que era auxiliar de Roma, bajo la dirección de Civilis (inicialmente declarando que era parte del bando de Vespasiano), en la cual aparece un intento general de rebelión de las provincias gálicas. Finalmente, Vespasiano encarga a Quinto Petilio Cerial aplastar la revuelta. En medio de sus acciones, Cerial hace uno siguiente intervención a los galos. El que el texto del discurso sea el que nos dice Tácito no es lo que sucedió, el que Cerial haya dado un discurso con esas líneas es una posibilidad que es difícil de determinar, lo que sí sabemos es que Tácito pensó que ese discurso era el que correspondía a un general romano en ese contexto.

Tras hacer una justificación de por qué los Romanos se hicieron del poder en las Galias (usando el viejo argumento de protección contra otro enemigo, los germanos), Cerial pasa a justificar su dominio en ese presente del año 69 -que es lo que nos interesa aquí como justificación del imperio:

There were always kings and wars throughout Gaul until you submitted to our laws. Although often provoked by you, the only use we have made of out rights as victors has been to impose on you the necessary costs of maintaining peace; for you cannot secure tranquility without armies, nor maintain armies without pay, nor provide pay without taxes: everything else we have in common. You often command our legions; you rule these and other provinces; we claim no privileges, you suffer no exclusion. You enjoy the advantages of the good emperors equally with us, although you dwell far from the capital: the cruel emperors assail those nearest them. You endure barren years, excessive rains, and all other natural evils; in like manner endure the extravagance or greed of your rulers. There will be vices as long as there are men, but these vices are not perpetual and they are compensated for by the coming of better times: unless perchance you hope that you will enjoy a milder if Tutor and Classicus reign over your, or the taxes required to provide armies to keep out the Germans and Britons will be less than now. For, if the Romans are driven out -which Heaven forbid- what will follow except universal war among all peoples? The good fortune and order of eight hundred years have built up this mighty fabric which cannot be destroyed without overwhelming its destroyers: moreover, you are in the greatest danger, for you possess gold and wealth, which are the chief causes of war. Therefore love and cherish peace and the city wherein we, conquerors and conquered alike, enjoy an equal right: be warned by the lessons of fortune both good and bad not to prefer defiance and ruin to obedience and security (Historias, Libro IV, LXXIV

A este discurso, Tácito nos dice ‘with such words Cerialis quieted and encouraged his hearers, who feared severer measures’ (Libro IV, LXXIV)

He ahí la apología del imperialismo romano. Pasemos ahora al discurso en el que Tácito nos muestra la crítica a dicho imperialismo. Seguimos en todo caso en el occidente europeo de dicho imperio. En su biografía de Agrícola, su suegro, Tácito nos narra sus campañas en el norte de las Islas Británicas, en Escocia, para aplastar a los caledonios. La batalla decisiva de la campaña se conoce como la batalla del Monte Graupius, en el año 83. Como es usual en la historiografía antigua, Tácito nos presenta las arengas de los generales contendientes. Esto es lo que dice Calgaco, el líder contra los romanos:

As often I survey the causes of this war and our presents straits, my heart beats high that this very day and this unity of ours will be the beginning of liberty for all Britain. For you are all here, united, as yet untouched by slavery: there is no other land behind us, and the very sea even is no longer free from alarms, now that the fleet of Rome threaten us. Battle therefore and arms, the strong man’s pride, are also the coward’s best safety. Former battles, which were fought with varying success against Rome, left behind them hopes of help in us, because we, the noblest souls in all Britain, the dwellers in its inner shrine, had never seen any shores of slavery and had preserved our very eyes from the desecration and the contamination of tyranny: here at the world’s end, on its last inch of liberty, we have lived unmolested to this day, defended by our remoteness and obscurity. Now the uttermost parts of Britain lie exposed, and the unknown is ever magnified. But there are no other tribes to come: nothing but sea and cliffs and these more deadly Romans, whose arrogance you cannot escape by obedience and self-restraint. Robbers of the world, now that earth fails their all-devastating hands, they prove even the sea: if their enemy have wealth, they have greed; if he be poor, they are ambitious; East nor West have glutted them; alone of mankind they covet with as much passion want as much as wealth. To plunder, butcher, steal, these things they misname empire: they make a desolation and they call it peace (Agricola, 30)

El discurso continua dando razones para confiar en la victoria y para denostar el presunto valor de los romanos a los cuales enfrente. Hacia el final, Calgaco vuelve a su denuncia del Imperio: ‘Here you have a general and an army; on the other side lies tribute, labour in the mines, and all the other pangs of slavery’ (Agrícola, 32)

He ahí las palabras con las cuales Tácito elige ilustrar la apología y la crítica. ¿Qué nos dice sobre Tácito, senador con una exitosa carrera (cónsul el 97 y elegido como gobernador de la provincia de Asia en 112-113, el ápice de una carrera senatorial en el período) en el período de Trajano, aristócrata nostálgico de la vieja res publica? Toda persona habla por sí misma, pero las visiones e ideas de Trajano algo nos dicen de lo que pensaba la élite senatorial durante el apogeo del Imperio.

Volvamos al discurso de Cerial. Hay varios tópicos esperables: Roma como garante de la paz, el carácter inclusivo de la dominación (‘ustedes también comandan’), que lo que se impone no es más de lo que es ineludible (ejércitos e impuestos). Entre medio aparece un tema bastante distinto: la figura del emperador. Bajo una idea general (buenos / malos emperadores) aparecen dos tópicos concretos: El primero es una ventaja de los provinciales: Que todos gozan de la bondad de los buenos emperadores, pero los crímenes de los malos lo experimentan los habitantes de Roma. El segundo es que, al fin, hay un llamado a aceptar el hecho del mal que producen los malos gobernantes. Ahora bien, los primeros puntos tienen sentido para una audiencia gala, provincial, pero ¿quién es la audiencia real del hay que aceptar el mal gobierno?

Tácito le habla a su audiencia de sus pares, también aristócratas senadores que viven en un Imperio en el cual en cualquier momento puede aparecer un tirano donde el asesinato de ellos sea parte habitual del gobierno (y en los Anales, Tácito en dos ocasiones -una con Tiberio y otra con Nerón- se pregunta acerca de la recepción de la letanía de asesinatos judiciales de senadores). Como convivir en esa amenaza es un tema permanente en Tácito (desde el Agrícola, que es un texto temprano, hasta los tardíos Anales) también lo es el lamento de tener que vivir ahí. La recomendación de Cerial es una válida para senadores, pero no es una admonición agradable.

Esto nos permite entonces volver a Calgaco. Las frases finales del párrafo inicial son célebres en su denuncia (Auferre trucidare rapere falsis nominibus imperium, atque ubi solitudinem faciunt, pacem apellant) y uno puede observar que operan como reverso de Cerial: ¿Paz? Así llaman a la devastación, y el dominio imperial no es buen gobierno sino robo y asesinato. Hay además otro elemento, con el cual en la narración de Tácito Calgaco inicia y finaliza el discurso: frente a la esclavitud nos rebelamos para defender la libertad.

Aquí uno puede recordar que Calgaco es un líder caledonio, en otras palabras su pueblo ha estado fuera de la dominación romana -la campaña de Agrícola es básicamente la primera en el extremo norte de las islas. No habla aquí un líder de una rebelión de una zona que ha experimentado el dominio de Roma por mucho tiempo. En otras palabras, no es el discurso de alguien que haya experimentado la esclavitud romana y que se rebela frente a ella; pero el habla que pone Tácito está en esos términos.

Aquí la contraposición con Cerial adquiere otra resonancia. Lo que recomienda Cerial (aceptar la sumisión a un mal gobierno sin por ello hablar de esclavitud) es lo que denuncia Calgaco (esa sumisión es esclavitud). Aquí uno puede recordar que en Tácito es constante la comparación entre la libertad de los germanos contra la sumisión; y observar que, en cada caso de rebelión de bárbaros contra Roma, Tácito será explícito en declarar un episodio de abuso de poder por parte de un funcionario romano. En una frase famosa en el Germania nos dice comparando enemigos de Roma que:

The German fighting for liberty has been a keener enemy than the absolutism of Arsaces [en referencia a la dinastía Parta en la frontera del medio oriente] (Germania, 37)

Hay un episodio en los Anales que puede para ilustrar esta imagen de los germanos y la comparación con la actitud de la aristocracia romana. Porque el punto esencial no es simplemente comparar una Germania libre contra una Roma sometida a un emperador, es lo que implica en relación a la actitud del orden senatorial.

En el año 58 los Frisios primero y los Ampsivaros intentan ocupar una zona desocupada, que en principio estaba destinada para la futura ocupación de una colonia de legionarios veteranos. Los Frisios ocupan el territorio, el gobernador Dibio Avito dice que sus líderes se dirijan a Roma a hacer su petición. Estando en Roma, al ver que embajadores extranjeros reciben un sitial de honor en el teatro por que sus pueblos se distinguen por su valentía y amistad con Roma, dichos líderes -Verrito y Malorix- proceden a exclamar:

no people in the world ranked before Germans in arms or loyalty, went down, and took their seats among the Fathers [los senadores] (Anales, XIII, LIV)

La solicitud es denegada y los Frisios expulsados. Posteriormente los Ampsivaros, que habían sido expulsados de sus territorios previamente, intentan ocupar la zona, y Boiocalo -que por décadas había apoyado a Roma- plantea que para Roma es mejor un territorio habitado por aliados que uno solitario. Avito responde que ‘all men had to bow to the commands of their betters: it had been decreed by those gods whom they implored that with the Roman people should rest the decision what to give and what to take away, and that they should brook no other judges than themselves’ (Annales, XIII, LVI). Boiocalo responde, y Tácito declara explícitamente la indignación del germano:

We may lack, he added, a land to live in, but not one to die in (Anales, XIII, LVI)

Estas son actitudes y declaraciones de personas (y pueblos) libres; tienen el mismo tenor del discurso de Calgaco. Frente a ello la sumisión de la aristocracia romana, su falta de resistencia al poder, su actitud sumisa frente a las condenas de muerte (tanto individuales del que recibe la condena como colectivas del Senado) aparece en fuerte contraste y aparece como una crítica al orden senatorial. Después de narrar diversas ejecuciones bajo Nerón, Tácito escribe:

As it is, this slave-like patience and the profusion of blood wasted at thome weary the mind and oppress it with melancholy (Anales, XVI, XVI)

Esa paciencia de esclavos (incluso cuando hay, como en varios casos, nobleza y dignidad al aceptar la suerte) contrasta con la actitud insumisa de un Boiocalo o de un Calgaco.

Tácito sabe (volvamos al discurso de Cerial) que ya no hay alternativa al orden imperial, la pregunta por cuál es la actitud correcta frente al mal príncipe es el tema. Como se (y les) plantea como pregunta: ¿hay algo que permita mantener la dignidad en esos casos, sin caer en una resistencia inútil?

La relación con el Imperio es compleja porque la defensa de la dominación romana bajo el Principado es también una defensa del Príncipe. La frase de Avito por ejemplo que defiende el dominio es el mismo tipo de frase que aplicado desde el Príncipe con respecto a los senadores es la marca de la tiranía. La defensa del imperialismo sería más clara bajo un régimen republicano libre: Ahí las frases de Cerial sobre incorporación (ustedes y nosotros dirigimos legiones, gobernamos provincias) tendrían más fuerzas. No estará de más recordar que en los Anales una de las señales típicas que la libertad no ha quedado totalmente eliminada, que algo queda de ella, es cuando se deja al Senado que juzgue a los gobernadores y que reciba las delegaciones de las provincias (en otras palabras, que muestre en la práctica esa idea de reconocimiento de derechos a los provinciales). Pero no es ese el mundo en que vive.

Es un mundo donde hay Príncipe, y donde siempre está la posibilidad del Príncipe-Tirano, o que el hecho mismo de ser Príncipe envíe a la tiranía (algo de eso deja entrever en su relato sobre Tiberio, que es un relato de caída progresiva en la tiranía). Y ello evita que el relato de la dominación imperial pueda ser sólo positivo, y obliga a Tácito a dar voz a la crítica a la dominación imperial.

NOTA.

Estoy usando las ediciones de la Loeb Classical Library (Harvard University Press)

Agricola / Germania / Dialogues. LCL 35. 1970 (la traducción del Agrícola y la Germania es de M. Hutton)

Histories, Book 4-5. Annals Books 1-3. LCL 249. 1931 (la traducción de las Historias de Clifford Moore)

Annals. Books 13-16. LCL 322. 1937 (la traducción de los Anales de John Jackson)

En alabanza de los viejos arqueólogos imperialistas y colonialistas

Desde hace un buen tiempo las buenas conciencias críticas han descubierto que los arqueólogos que trabajaron durante el siglo XIX y principios del XX (y el argumento se puede expandir a tiempos más tempranos) eran parte de la operación imperial y colonial, al robar el pasado y el patrimonio a los pueblos que estudiaban. Y así se llevaban a sus museos lo que descubrían, y además interpretaban todo de acuerdo a sus ojos colonialistas que le quitaban valor a los grupos estudiados.

Y, claro está, dicho argumento es un sin sentido. Sucede que no sabríamos nada del pasado que esos estudios mostraron sin el trabajo de dichos arqueólogos imperialistas y colonialistas. Fueron ellos, no otros, los que descifraron escrituras perdidas que nos permitió recuperar toda una historia que nadie había conocido por milenios, y literaturas y visiones de mundo que ni siquiera se sabía que se habían perdido. Sin esos esfuerzos no hay conocimiento de Hammurabi, no hay conocimiento de Sumer, ni de los Hititas ni nada.

Y lo de sin los esfuerzos de esos arqueólogos nada se sabría no es ni retórica ni exageración. Porque era parte de la cultura colonizadora  del Occidente imperial (y si bien ello no es exclusivo de dicha cultura, tampoco es universal) el interés por conocer todos los pasados. Así enviaba una carta el alcalde de Kuyinyok a los colonialistas arqueólogos que excavaron Nínive:

¡Mi ilustre amigo y alegría de mi corazón!

Lo que me pide es tan difícil como inútil. Aun habiendo pasado toda mi vida en este trabajo, nunca he contado ni investigado el número de sus habitantes. Lo que uno carga en su mula o guarde en el fondo de su barca no es asunto mío. Pero, sobre todo, en lo que respecta a la historia de esta ciudad, sólo Dios sabe cuánto polvo y cuánta confusión han tragado los infieles antes del advenimiento de la espada del Islam. Sería pues, vano, que nosotros indagáramos sobre ello (usado como epígrafe en El Antiguo Oriente de Mario Liverani)

Si se permite el juicio externo, hay muchas cosas que admirar en la carta (desde el espléndido saludo inicial a la reticencia a extraer información de las personas, lo que en estos tiempos no está de más encomiar), pero claramente muestra que la mera idea de intentar comprender el pasado y participar de la investigación arqueológica es completamente extraña.

Como todo el mundo, como suelen las buenas conciencias recordar, es hijo de su época, por cierto que lo hicieron a la manera imperialista: O sea, usando las perspectivas y herramientas que tenían disponibles (y las que crearon a partir de ello) y llevándose todo el material. Aunque no estará de más recordar que las buenas conciencias críticas suelen decir que todas las perspectivas son equivalentes e iguales, así que tampoco queda claro a partir de qué critican a dichos estudiosos.

Por cierto las evaluaciones son, ¿es necesario recordarlo?, contextuales. Y la conducta elogiada de arqueólogos durante el período de marras no necesariamente sería merecedora de elogios ahora; pero el caso es que criticar operaciones que han permitido ampliar el conocimiento del mundo no me parece empresa muy digna.

Chile, un caso de imperialismo frustrado

La Guerra del Pacífico se inició con la invasión de Antofagasta el 14 de febrero de 1879 por tropas chilenas antes de una declaración de guerra, lo que había sido precedido por la aparición del Blanco Encalada el 26 de diciembre de 1878. Lo interesante de esos actos es lo que implican sobre la actitud del gobierno Chileno en la época.

En el siglo XIX el uso de la fuerza sin declaración de guerra (y de ubicar fuerzas navales en el puerto de otros países como forma de amenaza) no era para nada común en la relación entre países pares, pero si cuando un país se pensaba superior a otro (no en poder, sino en su tipo): Las potencias europeas vivieron haciendo eso a otros países durante esos años, pero no entre ellos. En otras palabras, por el mero hecho de realizar ese acto Chile se ubicó  en relación con Bolivia como el Reino Unido se pensaba en relación con, digamos, Zanzíbar.

El transcurso de la guerra nos sigue mostrando esa actitud de no reconocer a los países contrincantes la posición de par. Chile ocupó militarmente el Perú (al menos su costa) entre 1881 y 1883. Ahora bien, ¿por qué? Simplemente, porque Chile no reconocía gobierno alguno en el Perú y mantuvo la ocupación hasta que apareciera un gobierno de su gusto. Nuevamente, no es el tipo de cosas que en la época se usaran entre países pares. Los prusianos humillaron completamente a Francia en la guerra franco-prusiana (1870-1871) y con ella el gobierno francés se desplomó, pero a Bismarck no se le ocurrió imponer un gobierno, simplemente negoció con el surgido tras la caída de Napoleón III (uso el ejemplo, porque el gobierno chileno defendería sus anexiones de provincias tras la guerra del Pacífico aduciendo el ejemplo de la anexión de Alsacia y Lorena).

Todo el comportamiento, entonces, de Chile indica un país que se relaciona con sus vecinos del norte como un país imperialista del siglo XIX se relacionaba con cualquiera de sus víctimas (o con cualquier país al cual no le reconocía igualdad de trato).

En realidad, Chile durante el siglo XIX experimenta un fuerte proceso de expansión territorial. Hay muchos que piensan en una historia de pérdidas de territorios (‘cesión de la Patagonia’) pero eso olvida las realidades. En 1810 quienquiera que gobernara en Santiago administraba efectivamente, sus órdenes podían ser cumplidas, el territorio entre Copiapó y el Bio-Bío. En 1820 Chile toma y se anexa Valdivia (que era dependencia del Virrey en Lima no de la Capitanía); en 1826 Freire anexa Chiloé (que también era dependencia del Virrey y donde los chilotes no tenían  ningún entusiasmo por ser parte de Chile, habiendo defendido las banderas del rey toda la Independencia). En 1843 se funda el Fuerte Bulnes (como colonia penal, siguiendo el ejemplo de varios Imperios en expansión), en un territorio en el cual nunca había sido sometido a los decretos de Santiago; a lo que sigue en la década de 1850 la colonización en Valdivia y Llanquihue. Finalmente, tenemos la conquista del territorio Mapuche y de las provincias de Iquique y Antofagasta. 1881 es el año de la fundación de Temuco y de las batallas de Chorrillos y Miraflores (en otras palabras, de un esfuerzo militar doble separado por 4 mil kilómetros). Y para completar la expansión, Chile en 1888 adquiere una colonia al incorporar Rapa Nui (haciendo el mismo tipo de operación que cualquier país imperialista Europeo realizaba en la época en la Polinesia). En 1890 quienquiera que gobernara en Santiago administraba efectivamente un territorio mucho mayor que su antecesor en 1810.

Este proceso de expansión territorial se realizó usando las diversas formas de expansión al uso entre potencias imperialistas en el siglo XIX: Conquista de provincias a países vecinos, colonias penales, conquista de pueblos no-estatales, instalación de colonias de ‘ultramar’. Por cierto, todo en pequeño -como corresponde a un país de imperialismo periférico (o semi-periferia para usar términos de Wallerstein).

El delirio de esa actitud es la expansión de la flota a finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Por motivos de equilibrio de poder, y la mera idea que ese concepto era aplicable a las relaciones de ‘potencias sudamericanas’ ya es significativo, Chile decide contratar en astilleros británicos la construcción de dos acorazados del tipo dreadnought (Latorre y Cochrane). La construcción estaba inconclusa al iniciarse la 1a Guerra Mundial y los barcos son tomados por el gobierno inglés. El Latorre, rebautizado Canadá, participó en la batalla de Jutlandia (el Cochrane, más atrasado en su construcción, fue comprado por los ingleses en 1917, convertido en portaaviones, renombrado Eagle y luchó en la 2a Guerra Mundial). En otras palabras, Chile había contratado la construcción de un barco que estaba en condiciones de ser usado en primera línea por la mayor potencia naval del mundo en 1916.

Ahora bien, toda ese intento de constituirse en un país imperialista fracasaron. La razón de ello es obvia y evidente: no es posible constituirse en un país de ese tipo sin alguna capacidad industrial (y en particular, de industria pesada). El fracaso puso a esas intentonas imperialistas en su lugar: como un delirio de una élite dirigente que creyó ser más de lo que en realidad podía ser.