El sesgo no existe

Una de las preocupaciones normales de los sociólogos y otras personas que se dedican a la investigación social es la de evitar el sesgo en las preguntas. Una pregunta sesgada, una que en su elaboración impele a responder de determinado modo, sería engañosa al no presentarnos la verdadera opinión del encuestado.

Ahora, la preocupación descansa en dos supuestos que, si bien no son exactamente incorrectos, son al menos -digamos- sesgados:

El primero es el más evidente: Que la principal y única función de una encuesta es obtener las opiniones sinceras del encuestado. Pero en realidad, una encuesta puede darnos información de otras cosas. Si hay un proceso que produce un sesgo ese proceso es, a final de cuentas, parte de la vida social.

En ese sentido, hay que reconocer que el sesgo es dato. Supongamos que una pregunta es sesgada porque, por ejemplo, tal alternativa es socialmente deseada y todo el mundo va a responder eso. La respuesta no será muy informativa de la opinión sincera de las personas, pero si será muy informativa de algo que también es real, y que es quizás más importante para la operación social: que tal cosa es la respuesta socialmente deseable. Bourdieu en La Distinción saca varias conclusiones analíticamente importantes a partir del hecho que en las respuestas a una encuesta de gustos y consumo cultural hay sesgo (hay respuestas socialmente válidas). De hecho, parte del análisis se basa en ver temas de mala atribución por decirlo (que lo que A piensa es socialmente válido no lo es).

La segunda premisa de la postura anti-sesgo es que existe tal cosa como la opinión verdadera y sincera de una persona sobre un tema. El problema con la frase anterior no es con que las personas no tengan de hecho opiniones que dan por válidas en un tema, el tema es que no tiene la opinión sobre un tema. No tienen la opinión sobre el aborto, sobre las AFP, sobre tal político. Tienen varias consideraciones que elaboran para producir una opinión.

Las opiniones tienen siempre contexto, y entonces bien podemos decir que el sesgo es contexto. Pensemos en uno de los casos más famosos de efecto de contexto en una encuesta. En plena guerra fría, se les pregunta a estadounidenses sobre si un reportero soviético debiera poder visitar EEE.UU y escribir lo que se le viniera en gana sobre el país en un periódico ruso. Pocos declararon estar a favor. Pero cuando se hizo la pregunta después de un equivalente sobre un reportero norteamericano en Rusia, la mayoría estuvo de acuerdo. Puro sesgo uno pudiera pensar, hay contaminación de las preguntas. Pero cada una de estas situaciones es real en términos sociales: Una es la opinión sola (cuando lo único a lo que las personas reaccionaban era frente a su imagen de los rusos) y otra cuando la norma de reciprocidad era activada. Ambos datos son interesantes, ambos datos dicen cosas de interés (para alguien que quisiera defender una política, para alguien que quisiera saber sobre las normas de los estadounidenses). En última instancia, en ambos casos la opinión era real: Ambas eran la opinión efectivamente mantenida por la persona en dos contextos diferentes.

Ahora, claro está, para analizar una pregunta sesgada hay que reconocer que está sesgada. Y cómo eso no siempre sucede, entonces en términos prácticos la búsqueda por eliminar el sesgo tiene sentido. Al final de cuentas, analizar una pregunta sesgada requiere ir más allá de decir X personas dijeron que Y. Lo que, hay que reconocerlo, a veces parece ir más allá de lo que hacen los analistas.

Las reglas del método: El postulado de sentido de los actores

Quizás sería bueno que continuara con esto de escribir las cosas básicas que a mi buen (o mal) entender hacen una buena explicación sociológica.

Habíamos dicho (en mayo) que un buen postulado era el de igualdad de actores. Ahora la idea es desarrollar otro, que está bien relacionado:

Una explicación de la acción social que se basa en la idea que los actores son unos idiotas no sirve de mucho. Y tenemos muchas variaciones de la idea: Que los actores son unos ingenuos que no se dan cuenta -que no pueden darse cuenta- de las brillantes visiones del analista; que son fácilmente manipulados por fuerzas externas (*); que toman acciones que no tienen mucho sentido -ni siquiera para ellos.

Veamos algunos casos. Sobre la presunta ingenuidad de los actores, mejor citemos a Hirschmann: “De entrada se advierte a los lectores que tienen muy pocas posibilidades de entender cómo funciona la sociedad, pues estamos tratando con ‘sistemas complejos y sumamente interactuantes’, con disposiciones sociales que ‘pertenecen a la clase de los llamados sitemas multiloop no lineales de realimentación y con otros arcanos sistemás dinámicos parecido que ‘la gente humana no está adaptada para interpretar’. Sólo el especialisa en computación profundamente entrenado puede desentrañar esos misterios. Y, ¿con qué revelaciones nos sale Forrester? ‘A veces los programas causan exactamente lo opuesto de los resultados deseados’ “ (Hirschman, Albert, Retóricas de la Intransigencia, pp 43-43). Hirschman puntualiza que muchas veces esas presuntas consecuencias que van más allá de la comprensión del actor son efectivamente tomadas en cuenta (obviamente no siempre, pero no es el caso que los actores necesariamente y sistemáticamente no se den cuenta del terreno que pisan).

O pensemos en Bourdieu, uno de los autores que más enfatiza la necesidad de superar la doxa de los campos sociales para lograr el conocimiento, y así superar las visiones ingenuas inscritas en el sistema y que reproducen un sentido común necesariamente inferior a las visiones del analista -que siempre habla desde una posición por definición más correcta. Pero, pensemos en sus obras empíricas, ¿es que las dinámicas que menciona Bourdieu sobre el gusto efectivamente van más allá de la comprensión de los actores? ¿Que nadie se ha dado cuenta de los efectos sociales de marcación del gusto? ¿que hubo que esperar a Bourdieu para que las personas se dieran cuenta de los significados de sus jugadas en el mundo del gusto? ¿Que la clase media nunca se ha dado cuenta que está en la ‘buena voluntad cultural? Los actores, creo, no son ingenuos en los juegos que participan, pueden tener plena conciencia del carácter del juego. Pero, al revés que los autores, no tienen siempre la capacidad de no jugar el juego. Las personas de clase media pensada bien pueden darse cuenta de la naturaleza del juego de la buena voluntad cultural, y de su fracaso necesario, y no por ello dejar de jugarlo; pueden darse cuenta de la naturaleza de su gusto, sin que por eso dejen de gustarle las cosas que les gustan. En última instancia, tal es el poder del habitus que bien supera sin problemas todas las presuntas develaciones.

O de que hacen cosas que no tienen idea manipulados por fuerzas externas y terminan realizando las más tontas acciones: la idea del consumismo. Que los pobres, siempre son los pobres, al recibir las ofertas de todas partes, son simple reactores que terminan comprando más de lo que pueden y en una vida llena de deudas. ¿Cual es el problema con la idea? No que efectivamente la gente tenga altos niveles de endeudamiento, sino la idea que la gente hace esas acciones sin darse cuenta de lo que hace: Que el consumo es algo que se hace sin pensar. Quién se endeuda en grandes cantidades no es que no sepa qué es lo que está haciendo, y los riesgos que toma.

Lo que hay que ver es ¿que da sentido a jugadas arriesgadas? Situaciones difíciles.

El consumo no es tema menor en grupos de bajos ingresos. Pensemos en el ejemplo clásico de consumismo, de compra sin sentido producto sólo de la publicidad: el televisor de muchas pulgadas en una casa de pocos metros. ¿No es eso la muestra más evidente del consumismo? Y no. Por un lado, en sectores de bajos ingresos su unica forma de tiempo libre es el televisor (el resto de las opciones requiere de más dinero al fin y al cabo). En circunstancias de vida compleja, y atosigantes, la necesidad de poder disfrutar de algo se vuelve más cruciante. En otras palabras, al menos poder disfrutar del televisor (no es que sin el televisor esas personas se volvieran ricos y sus vidas pasaran a ser de gran tranquilidad). También está el hecho, que a Carlos Catalán le gusta enfatizar, que el televisor es una forma de seguridad: vuelve a la casa más agradable, por tanto aumenta su valor con respecto a la calle -que es uno de los miedos centrales en estos grupos (la calle es el lugar de la delincuencia, de la drogadicción, por último de la vagancia, de todas las cosas que conspiran contra el proyecto central que es el futuro mejor de los hijos).

Endeudarse bien puede ser una opción ingrata (la cultura económica popular siempre tiene el sueño de ‘no encalillarse’), pero dada la situación, parece que resulta mejor que varias otras alternativas. Para poder entender el consumo, necesitamos entender el consumo en que se da, que hacen social y culturalmente los bienes que se compran (porque siempre hacen algo en las vidas sociales de los actores, los bienes no se compran y de pronto desaparecen cuando ingresan al hogar).

En otras palabras, tener una explicación que implica que los actores son unos idiotas es un fracaso de explicación, porque sencillamente implica que nuestro analista nunca se dió el trabajo de entender a los sujetos con los que trata. No es que las acciones sean ‘racionales’, o siempre representen la ‘mejor opción’, pero si resulta suposición sensata pensar que algún sentido tienen.

Opacidad y sentido en la vida social

Algunas afirmaciones -que dejaremos ahora sólo como ideas y nos ahorraremos el tedio de desarrollar(*).

1) La vida social, las interacciones, están compuestas por significados. No existe tal cosa como la interacción no significativa. Esa es la base de todas las técnicas cualitativas: encontrar el significado.
2) Ahora, la parte significativa de la vida social es, finalmente, transparente para los actores. Pueden que no tengan claridad ni sean muy duchos al explicitar el tema, pero sí conocen los significados sociales de las prácticas. En última instancia, si los actores estiman que los significados de sus prácticas son X, es que son X. Si no lo supieran, no podrían ser los significados de esas prácticas.
3) Las prácticas de los otros, sus significados, son opacos para uno. Pero de las propias prácticas no.
4) Pero si bien la vida social puede estar constituida significativamente, no esta compuesta sólo por significados. El entramado de las acciones y de sus consecuencias puede estar lleno de significaciones culturales, pero sus efectos no se reducen a la cultura.
5) Ese entramado puede ser transparente -conocido- o puede ser opaco. Pero no tiene ninguna necesidad de ser conocido por los actores.

En otras palabras, los sujetos conocen, por decirlo de algún modo, los significados del trabajo, conocer las prácticas y usos que se suponen hay que hacer cuando se busca trabajo. Ahora, cuales son las posibilidades reales de encontrar trabajo, la efectividad de las diversas estrategias, la situación del contexto al respecto es algo que puede o no puede conocerse.

Y de eso me cuelgo para decir que lo cualitativo sirve para estudiar el significado, y que lo cuantitativo sale perfecto para medir el entramado de acciones y consecuencias. Lo cual quiere decir, entonces, que no tiene sentido medir entramados cualitativamente y que no tiene sentido medir significados cuantitativamente. Por lo que, siguiendo uno de mis prejuicios preferidos, digamos que no al estudio sociólogico de las actitudes.

(*) Cómo se nota a veces que uno escribe los post cerca de las 24:00, entre medio de trabajos diversos, y más como placeholders que otra cosa. En fin.

Más investigaciones decentes

Para el tema del curso de metodología se me ha olvidado poner más textos.

  1. La Distinción, Bourdieu. ¿Cómo demonios se me olvidó? Es entretenido, tiene una muy buena discusión de metodología en anexo y es una muy buena investigación.
  2. Alguna investigación de Panel, y como los ingleses hacen millones de esos estudios, alguno inglés. Pensemos en el British Household Panel Study (que además tiene bastantes papers para bajar)
  3. Dado lo que me interesa de sociología histórica, y como estos pobres cabros nunca van a ver algo del tema, y es una forma de investigar, digamos Barrington Moore (porqué está en castellano, Skockpol podría ser interesante si encuentro algo traducido).
  4. Inglehart para estudios internacionales (y además si los datos efectivamente son conseguibles, pudiera estar bien).
  5. Encuestas Políticas: alguna del CEP (base disponible en Internet y los informes son decentes y detallados, y además discuten sus asuntos metodológicos)
  6. Encuesta de Empleo -estudio longitudinal y además, por el hecho de haber cambiado de metodología recientemente, es interesante desde el punto de vista metodológico.

Y con eso llevaríamos como 13 estudios, unos cuantos más y podríamos tener lo necesario.

Ideas para la segunda versión del curso de Metodología

Es posible, no es seguro pero es posible, que el próximo año tenga de nuevo que hacer el curso de Metodología. Un curso que, como ya lo había planteado en su momento, hay que modificar.

Ahora, siguen siendo cierto que:

  1. Pasar la ‘teoría’ de la metodología me parece absurdo. Sé ahora que es necesario (sin conocer bien el manual no hay forma de poder obviar el manual), pero sigue siendo algo desagradable en términos personale.
  2. Pasar la metodología como práctica a pobres alumnos que recién están empezando bueno, es absurdo también. Pero no es absurdo mostrar la buena práctica.
  3. Si de hacer ejercicios se trata, hay que realizar ejercicios pequeños, evaluados y que se realicen en clases.

En otras palabras, habria que aprovechar que el curso tiene 2 bloques y 1 ayudantía para dividir la tarea de la siguiente forma:

  • Bloque I: La teoría de la metodología. Todos los conceptos, recomendaciones, ideas que -bueno- el manual dice que hay que tener en cuenta.
  • Bloque II: La práctica de la metodología. Elegir unas 15/16 buenas investigaciones que muestren un poco cómo se hace realmente el asunto.
  • Ayudantía: Ejercicios (también se pueden hacer algunos ejercicios en catédra). Los ejercicios debieran ser independientes para permitir que las personas no se vean perjudicadas por un primer problema básico.

Ahora, y cómo lo que me parece más interesante (y a lo que espero poder dedicarle más tiempo si efectivamente realizo el curso) es la elección de las 15-16 investigaciones, entonces un primer listado:

  1. PNUD diría el Informe 1998 y el 2006.
  2. El Informe de la Decencia. Será cualitativo y el curso es cuantitativo pero es una muy buena investigación que merece ser conocida (y además es un muy buen ejemplo de cómo hacer una buena investigación cuando tus ideas iniciales no muestran ser muy fructíferas, y como ir mucho más allá -en ese caso- del simple ‘no funcionó la hipótesis’)
  3. Getting a Job de Granovetter (habría que traducirlo, pero sirve para mostrar cómo se pueden hacer cosas interesantes sin necesidad de mucho aparato estadístico)
  4. Encuesta CASEN (de cómo funciona la investigación a gran escala, como ejemplo de los estudios períodicos, oficiales y todo eso) O quizás se podría usar la encuesta del CONACE -que tiene un buen adjunto metodológico
  5. Axelrod y el Tit-for-Tat. Para mostrar como se puede discutir en ciencias sociales a punta de simulaciones con computadores (además es entretenido y les puede servir para conocer dilemas del prisionero y esas cosas)
  6. Usos del Tiempo. No estoy seguro de sí usar la chilena, pero quizás la alemana y la australiana puedan servir. Para salir de la idea que hacer encuestas es preguntar actitudes. Y ver en particular como todos los problemas metodológicos son indisolubles de los problemas conceptuales y prácticos.
  7. Para usar un clásico, el American Soldier pudiera ser (traduciendo lo que corresponda y se use)

Hmm, se me ocurren otras pero serían quizás demasiado subjetivas, habra que discutir con otras personas el sistema.

Una buena cita -en mi pobre entender

La cita es de Charles Tilly (y si usted no sabe quien es Tilly bueno sería que lo averiguara, el tipo es muy interesante). Pero empecemos con la cita:

‘Those attractions [las de encontrar variaciones] have, unhappily, tempted social scientists into some oftheir greatest technical abuses. There is the abuse of the Great Blender, in which we take numerical observationson a hundred-odd national states, made comparable by the magic fact of appearing in parallel columns of a statistical handbook, and run multiple regressions or factor analysis in order to discern the dimensiones of development, modernity, of political instability, or of someother equally ill-defined global concept. There is the abuse of the Ersatz Laboratory, in which surveys teams establish themselves in a number of different countries, translate a common questionnaire into the various local languages, send out interviewers to ask the questions of presumably comparable samples of individuals or households in each country, code up their results into standard categories, then pool the information thus manufactured into an analysis of cross-cultural variation in the relationship between X and Y, with Z controlled. Let us not forget the abuse of the Cultural Checkerboard, in which hired graduate students read stacks of ethnographic articles and monographs, recording for each ‘society’ encountered the presence or abscence of patrilocal residence, early weaning, male puberty rituals, couvade, and dozens of other cultural traits, then transform their judgments into holes in Hollerith cards, so that someone else can run statistical analysis to determine either which ‘societies’ resemble each other most, or which cultural traits vary together’ (p 116-117 de Big structures, large processes, huge comparisons, Russel Sage, 1984).

No es que Tilly diga que los estudios cuantitativos comparados no sirvan (de hecho menciona la utilidad de los estudios estandarizados sobre el tiempo), sino la ingenuidad muchas veces de ellos y todas las cosas que olvidan (por ejemplo -y no es lo único- ‘they treat many units whose independence with respect to the characteristics being measured is uncertain, for example, Belgium, Luxembourg, the Netherlands, the German Federal Republic, Switzerland, France and Liechtenstein appear as separate cases in an analysis of the relationship between television viewing and newspaper readership’ (p 118).

En fin, una buena cita de un buen libro.

Las reglas del método: El postulado de la igualdad de actores

Alguna vez, entre las innumerables ideas que he tenido y no he seguido, se me ocurrió que sería buena idea escribir un texto análogo a Las Reglas del Método Sociológico. Entre otras razones, porque me parece que lo que falta -extrañamente en una disciplina tan preocupada de asuntos metodológicos- discusiones acerca de lo que constituye un buen análisis sociológico. Tanto falta que en un manual de metodología cuantitativa común y silvestre la parte de análisis será reemplazada por una descripción sucinta de análisis estadístico. Pero tanto el texto de Durkheim (y más el de Giddens) están ordenados por la pregunta de que cosas ha de cumplir un análisis para ser buena sociología.

Y, en ese espíritu, ponemos el primer postulado de un buen análisis sociológico: El de igualdad de actores: Todos los actores han de tener las mismas capacidades, y en lo posible sus diferencias han de provenir de diferencias en sus relaciones sociales, en sus ubicaciones más que de atributos del actor. Y si no queda otra más que correspondan a atributos del actor, entonces que la distribución del atributo sea lo más general posible.

Partamos por lo primero: la exigencia que no existan actores especiales. Básicamente, si postulamos que un actor dado puede hacer X (se puede organizar, puede aprender tal cosa etc.) entonces cualquier actor puede hacerlo. Si encontramos que un actor no realiza la acción, entonces no podemos basar la explicación en que el actor es diferente, sino que su situación era diferente. No hay actores con capacidades especiales, a lo más hay situaciones especiales que les permiten o no realizarlas.

Pensemos por ejemplo en el caso de la acción colectiva y la vieja observación de Olson que no todos los actores con intereses comunes se organizan para su logro. Pero que algunos sí lo hacen. Ahora, el desarrollo conceptual de Olson es en base a descubrir que circunstancias, situaciones, estructuras suceden en los grupos que producen acción colectiva. No es plantear, digamos, que donde hay acción colectiva es porque los actores son diferentes (porque tienen más orientación colectiva o cualquier otra cosa).

Esto tiene, casualmente, ciertas consecuencias interesantes. Todo modelo conceptual (o empírico) que se base en una distinción entre verdad / falsedad (desde la falsa conciencia hasta explicar las diferencias con respecto a un estándar racional mediante un término de error) que es conocida para el analista pero no puede ser conocida para los actores es inaceptable. Los analistas son, al fin y al cabo, actores; y por tanto si ellos tienen la capacidad de detectar la ‘verdad’, entonces esa capacidad está disponible para los actores. La idea de la clase intelectual como ocupando un lugar libre en la sociedad y por ello estando en condiciones de conocer la realidad (a la Mannheim) no funciona.

Pero no es sólo que si los investigadores pueden encontrar la verdad está debiera estar disponible también a los actores. El siguiente caso, en principio, cumple con ese requisito: Cierto texto (del cual no diré el nombre ahora) plantea, basado en teorías económicas contemporáneas y la idea del rent-seeking que las explicaciones del mercantilismo dadas en ese tiempo no corresponden (o sea, que el mercantilismo tiene otros efectos) y que es otra la explicación. Luego, entonces no puede ser que las elites dirigentes europeas hayan considerado ser mercantilistas por las razones esgrimidas en las teorías de su tiempo, sino que tienen que haber sido mercantilistas por las razones que plantea la teoría contemporánea. Para decirlo de otra forma, el barómetro de racionalidad lo tiene un actor en particular (el investigador), para que un actor sea considerado racional ha de pensar como lo hace él. El hecho que una persona pudiera mantener efectivamente las creencias del mercantilismo y, por tanto, actuar en consecuencia, sencillamente no parece posible.

El postulado implica, en última instancia, reconocer que los investigadores son, finalmente, actores sociales. Con las mismas características, limitaciones y posibilidades que cualquiera. E implica, por otra parte, pensar en que las diferencias entre actores han de explicarse a través de diferencias en su entramado social, que en tanto actores tienen las mismas capacidades. En otras palabras, no es en el actor donde ha de buscarse una explicación sociológica.

De la regimentación metodológica

El hacer clases tiene varias consecuencias. Una de ellas es que uno se enfrenta a cosas que, quizás ya sabía, pero quedan mucho más patentes al tener al frente alumnos.

Ahora que estoy haciendo clases de metodología en una carrera de sociología, me enfrenté a una de ellas. La idea del curso es que la metodología se aprende caminando, y por tanto el curso se organiza en torno a la realización de una investigación. Y como el curso es de metodología cuantitativa, entonces la investigación requiere cuantificación.

¿Y cómo fue leída la demanda de cuantificación? Cómo una exigencia de encuesta. Todas las propuestas tenían como parte cuantitativa el realizar una encuesta (y habitualmente una encuesta de actitudes). Los comentarios que hicimos en clase sobre que la metodología cuantitativa no se reduce a encuestas, sino que incluye otro tipo de fuentes, al parecer no fueron oídos o no parecieron relevantes.

Y eso es algo que encuentro preocupante. Porque la metodología cuantitativa no es encuestas. De hecho, las encuestas (y en particular de las actitudes) no son más que una forma algo bastarda de cuantificar aspectos subjetivos que, en realidad, son mejor estudiados con metodologías cualitativas. Y no es que la sociología tenga como único método y como único tema cosas que pueden ser mejor estudiadas si se le pregunta que piensa a la gente. La observación puede cuantificarse, se pueden analizar comportamientos, ya sea algunos que quedan registrados por la índole misma de la acción -como las votaciones- o de los que pueden preguntarse -como uso del tiempo. O sea, lo cuantitativo no consiste solamente en ir y preguntarle algo a alguien.

Pero parece que todas esas posibilidades nunca se piensan y hemos reducido el campo de lo cuantitativo (y dada la fuerza y aparente ‘cientificidad’ de lo cuantitativo, la sociología) a encuestas de actitud: ¿Ud. que opina sobre X? ¿Le gusta Y? Y eso no deja de ser lamentable.

De hecho, pero esto es más bien mi personal prejuicio, para cualquier pregunta de real interés sociológico, nunca será el método de preguntarle a la gente su opinión el método más adecuado.

A propósito de los efectos de las encuestas electorales

El 4 de Noviembre en la mañana, Chilesoc organizó un evento sobre encuestas electorales y sobre sus efectos en la opinión pública. Y bueno, los expositores -en parte- defendieron la opinión que, en realidad, las encuestas no tienen muchos efectos y que los electores no deciden por esas cosas. Ahora, para defender eso se hicieron referencias a los efectos del bandwagon y a su contrario y que, bueno, no se ve demasiada claridad a ese respecto.

Pero el problema es que los efectos discutidos -al menos, los efectos más conocidos- tienen una particularidad muy extraña: No tienen ningún carácter político. La información política de las encuestas actuaría a través de efectos (‘vota por el que todos votan’, ‘vota por el que nadie vota’) que nada dicen acerca del campo de la decisión. Ahora, eso no tiene sentido. Puede que existan esos efectos, pero el principal efecto de cierta información en un campo específico, debiera ser producido a través de procesos de esos campos.

Al fin y al cabo, el ‘voto útil’ (‘vota por alguien que tenga posibilidades de salir’) si es algo existente, y si se ve afectado por la información que la gente tiene. En última instancia, los efectos electorales de, digamos, un sistema mayoritario (la vieja idea de Duberger que los sistemas mayoritarios llevan a tener 2 partidos) se explican, en parte, porque los votantes deciden no perder su voto. Y ‘perder el voto’ es una decisión que sale de información. Por cierto, no necesariamente o solamente información de encuestas, pero en un mundo con encuestas algo debiera pasar con ellas.

Lo anterior tamibén se relaciona con el hecho de donde se publican las encuestas. La hipótesis favorita del seminario es que las encuestas influyen en la elite. Ahora, las encuestas se publican en medios masivos: Son titular de La Tercera, no solamente de la revista Capital. Y si se publican en medios masivos será porque son de interés másivo. Dudo que los diarios gasten los titulares en cosas que no interesen a nadie. Un diario usa su cuerpo de reportajes para hablar de cosas que interesan a la elite, pero el titular es para las masas. Puede que el interés masivo no provenga de la idea que la información de encuesta afecte el voto, hay muchas otras posibilidades de uso y de interés por parte de la población general. Pero no es algo que solamente preocupe a, por decirlo así, a los lectores de la revista Capital. Ellos, recordando uno de las revistas presentadas en la reunión, se preocupan de la verdad detrás y de quienes las realizan, pero el interés de los resultados no es privativo a ellos.