Lo Hobbesiano que somos.

Usualmente pensamos que Hobbes era un extremista del autoritarismo estatal, y que nosotros en la actualidad hemos superado esas visiones. Pero en realidad creo que no.

Pensemos en las cosas que Hobbes plantea en el Leviatán cuales son los derechos del soberano:

  • Que los súbditos no pueden cambiar de forma de gobierno. Esto porque transfirieron esos poderes al soberano (a su monarca o a su asamblea), y requieren que ese soberano este de acuerdo. Los súbditos no pueden porque implicaría romper un pacto
  • El poder soberano no puede ser enajenado. Ningún súbdito puede decir que como el soberano quebró el pacto puede liberarse de su sumisión, porque el soberano no ha efectuado pacto con los súbditos (son los súbditos los que hicieron el pacto de obedecer al soberano)
  • Nadie puede protestar justamente contra la institución del soberano declarado por la mayoría. Si la mayoría eligió un soberano, quien disiente o ha de consentir o exponerse a ser eliminado (dado que quebrantó el pacto de someterse a lo que la asamblea definiese)
  • Los actos del soberano no pueden ser justamente acusados por el súbdito. El Estado actúa por autorización de sus súbditos (que lo crearon) y quien actúa por autorización no puede cometer injuria e injusticia contra quien lo autorizo (dado que esa persona traspaso su derecho a otro para que actúe)
  • Nada que haga un soberano puede ser castigado por el súbdito. Dado que cada súbdito es autor de los actos del soberano (constituir un Estado es aceptar que la voluntad del Estado es la mía) entonces estaría castigando al soberano por las acciones que la propia persona ha realizado
  • El soberano es juez de lo que es necesario para la paz y la defensa de sus súbditos, y de que doctrinas son adecuadas para que se le enseñen.
  • El soberano tiene el derecho a establecer normas (por las cuales los súbditos pueden saber lo que es suyo) y que ningún súbdito puede arrebatarle. Es inherente a la soberanía establecer las normas en virtud de las cuales las personas saben de que bienes (y de que forma) puede disfrutar.
  • El soberano tiene el derecho de judicatura (es el soberano quien determina todas las sentencias y realiza todos los juicios)
  • Y tiene el derecho a hacer la guerra y la paz como considere más conveniente. El poder de defensa frente a otros consiste en los ejércitos, y por lo tanto el Estado tiene el poder sobre estos (y no personas particulares dentro del país.

Estos derechos del soberano, y toda esta ausencia de derechos del súbdito, que parecen tan excesivos, de hecho es como seguimos pensando en la actualidad. El hecho que el soberano en la actualidad sea el pueblo, todos los ciudadanos –una posibilidad que Hobbes siempre menciona-, el hecho que dividamos los poderes (entre ejecutivo, legislativo, judicial) nos tiende a hacer olvidar que usamos esos derechos del soberano: Efectivamente negamos que alguien pueda justamente protestar contra la elección de la mayoría (i.e nadie puede justamente rebelarse porque su candidato perdió la elección). También pensamos que para castigar al soberano se requiere una decisión del soberano(si establecemos que el Estado debe recompensar a alguien por daño causado eso se establece mediante una decisión del Estado, de un tribunal, no mediante una decisión particular de las personas). Al fin y al cabo, también planteamos que para cambiar la forma de gobierno se requiere que el soberano esté de acuerdo (y por ello planteamos que esos cambios se hacen mediante las formas que la Constitución establece). Como el mismo Hobbes lo dice: ‘Ningún hombre es tan necio que afirme, por ejemplo, que el pueblo de Roma hizo un pacto con los romanos para substentar la soberanía a base de tales o cuales condiciones que al inclumpirse permitieran a los romanos deponer legalmente al pueblo romano’.

En ese sentido, somos más Hobbesianos de lo que pensamos.

Consumo y crecimiento pre-industrial

Todo partio con la siguiente cita (sobre comunidades rurales en la Italia de inicios del Imperio en Roma)

This conspicuous consumption stimulated market production. The installation of mosaic floors and painted walls cost money. Arretine ceramics, lamps, glass, and even utilitarian pots were purchased goods. These were added to the cost of rent, animals, farm labor and equipment. Considerable amounts of cash or cahs equivalents had to be raised by the sale of farm products (Stephen Dyson, 1992, Community and Society in Roman Italy, Cambridge University Press: 141)

Que me acordó del argumento de De Vries sobre la revolución industriosa en la Europa de la Modernidad Temprana: que el desarrollo de diversos productos adquiribles en el mercado, hace que las familias aumenten su producción, y en particular pasen de la producción de sustentancia a la producción para el mercado. Esto hace que las familias, por eso lo de industriosa, aumenten su input, y De Vries enfatiza como eso implicaba la incorporación de la mujer y de los hijos a la producción.

Hay una cierta hipótesis sobre la importancia del consumo para la revolución industrial, que la revolución industrial fue acompañada (o hecha posible) por una revolución del consumo. Y que, bueno, era parte de las deficiencias y las limitaciones de los estudiosos no darse cuenta de la importancia del consumo. Otra muestra más de sesgo productivista.

Pero sí los ejemplos anteriores son correctos, entonces efectivamente el consumo no habría sido importante para la revolución industrial. Porque lo que nos dirían es que el consumo puede ser de hecho un aliciente para el crecimiento pero de ahí no se obtiene la conclusión buscada. En ambos casos, el consumo produciría crecimiento y mayor producción, el deseo por obtener bienes de consumo sería motivación suficiente, pero en ninguno de esos casos se obtuvo como resultado la revolución industrial.

En ese sentido, podemos observar que en ambos casos -y en las explicaciones de la importancia del consumo para la revolución industrial- se suele dar gran importancia a consumos suntuarios. Pero la revolución industrial fue sobre consumos básicos. La distinción entre suntuario y básico es socialmente construida, pero el caso es que los consumos de la revolución industrial fueron en categorías que esa misma sociedad pensaba como básico. Y la característica central de un consumo básico es que el aumento de su consumo no resulta extraño ni requiere explicación. En otras palabras, el deseo por tener mejores camisas no parece ser tan central como la capacidad de producir muchas camisas. Cuando se habla de ‘las sirenas del consumo’ (la frase la tomo de Hans-Joaquim Voth) para hablar de la importancia del consumo en la revolución industrial, se toma que los procesos relevantes ocurrieron en el nivel del consumo -en el nivel de generación de deseos por productos. Pero el tipo de productos de la revolución industrial no tiene su parte ‘interesante’ en esos deseos (que la propia sociedad da por sentados).

En otras palabras, la revolución industrial sigue estando al parecer en el mundo de la producción. Cuando requeriríamos consumo sería para explicar otros crecimientos. En particular, el crecimiento pre-industrial. Una cosa que tienen en común los dos casos citados al inicio de esta nota es que el consumo es el aliciente para que granjeros y agricultores salgan de la producción de subsistencia hacia el mercado. Es para romper con la autarquía, y generar una economía monetaria, que el consumo aparece como útil. De hecho otras teorías (por ejemplo, sobre el papel de impuestos en dinero) también se centran en el hecho de cómo quebrar con la autarquía de las unidades agrarias para formar una economía monetarizada. En otras palabras, el consumo sería relevante para explicar el crecimiento antes de la industrialización.

VOC y EIC

En discusiones sobre el comercio global entre los siglos XVI y XVIII hay dos temas que me parecen de interés analizar, y ambos tienen que ver con las dos principales compañías de comercio con las Indias orientales: la VOC holandesa y la EIC inglesa.

La primera tiene que ver con su importancia. Los historiadores del período, en reacción a las ideas de dominio Europeo (la era de Vasco de Gama) han enfatizado en los últimos decenios que ninguna de esas compañías dominaba el comercio en el Oriente. Que los comerciantes indios, por ejemplo, mantuvieron su importancia y compitieron con estas compañías en igualdad. O que los estados poderosos (digamos Japón o China) tenían toda la capacida para limitar sus actividades y tratarlos de manera subordinada (por ejemplo, no sólo limitando los lugares y formas en que se comerciaba, sino de hecho los precios -como sucedía en las transacciones entre la VOC y el gobierno japonés).

Sin embargo, eso olvida algunos elementos, que muestran que esas compañías no estaban en situación de igualdad y que, aunque no estamos en el siglo XIX con un dominio europeo completo, los europeos si estaban en una posición más poderosa. Primero, que son los europeos comerciando en India, no los indios comerciando en Europa. Esto tiene aun más importancia, cuando hacemos notar que, la VOC es el caso más claro, no se limitaban al comercio Oriente-Europa, sino que participaban en el comercio intra-asiático. En otras palabras, hay una diferencia crucial: mientras hay europeos en todas partes, el resto se limita a comercian en su área. Lo segundo, es que si bien no hay al parecer muchas ventajas en lo que concierne a técnica comercial, si lo hay en técnica organizativa. La unión de comercio / fuerza militar / carácter semi-estatal de compañías como la VOC y la EIC les daba una ventaja en términos de flexibilidad en estrategias a seguir que sus competidores no tenían. Ninguna de esas ventajas fue, en los siglos de los que hablamos, lo suficientemente fuerte como para eliminar la competencia, pero no dejaban de ser ventajas.

El segundo elemento es la ‘modernidad’ de esas instituciones. Por una parte, organizativamente tienen muchas de las características de las modernas corporaciones. La VOC, de hecho, tiene la triple estructura de propietarios / directores (los Heren XVII) / gerencias (el director en Batavia) que es común en la actualidad. A los mercados accionarios en los que participan se les puede aplicar tranquilamente buena parte de las teorías modernas. En otras palabras, una parte no despreciable de las instituciones económicas de la modernidad tienen su origen en esas compañías y en ese tipo de comercio.

Entre otros, para discutir de esto me he basado en fundamentalmente en:
Kenneth Pomeranz, The Great Divergence, Princeton University Press, 2000.
Richard Tracy (ed) The Rise of Merchant Empires, Cambridge University Press, 1993
Robert Ekelund, Robert Tollison, Politicized Economies, Texas A&M, 1997
Jan de Vries, Ad van der Woude, The First Modern Economy, Cambridge University Press, 1997

De los costos de la guerra en la Europa de la modernidad temprana

Take, by way of example, the interesting study of Myron Gutman, concerning the economy of the Lower Maasland in early modern times. The author offers much seemingly convincing evidence that, from 1620 until 1749, the depredations of armies, large and small, did not cause the demographic or economic collapse of the area: both population and production showed remarkable resilience. However, had Gutman also included the records for the period 1570 -1600, most of that resilience would have disappeared.
Geoffrey Parker. New Light on an Old Theme: Spain and the Netherlands 1550 – 1650. European History Quarterly. Vol. 15 ( 1985), 219 – 37, p 225

Hace un tiempo hice una nota sobre el olvido del hecho que la idea de ‘la guerra no debiera afectar civiles’ no había sido sólo una idea de la sociedad europea, había sido una práctica (ahora ya olvidada y que parece ‘absurda’, que limitar las cosas es estupidez total). La cita muestra claramente anterior: Para que la ‘population and production showed remarkable resilience’ lo que se requiere es que las depredaciones, en primer lugar, no sean tan graves. En otras palabras, que la regla ‘la guerra no es cosa de civiles’ deba ponerse en práctica.

También nos muestra que este fue un proceso del siglo XVII. Las guerras anteriores si producían esos efectos. Y en particular, la guerra de los 30 años si produjo una disrupción (para no usar palabras más directas) gigantesca en Alemania. Los europeos no sólo aprendieron una forma diferente de relación entre los estados a partir de esa guerra, sino se las arreglaron para desarrollar una forma de conflicto armado que no implicaba la destrucción masiva de la sociedad.

Por supuesto, eso fue algo que inventaron en la modernidad temprana y que duró un poco en la modernidad, pero que los estados modernos del siglo XX se encargaron de destruir.

Unas notas sobre absolutismo y burocracia y la República de las Provincias Unidas

Those who supported the Grand Pensionary — known as Republicans — would eventually champion the notion of the estates’ absolutist sovereignty. The Stadhouder’s followers — called Orangists — adhered to regimen mixtum theory. They admitted that sovereignty rested with the estates, but were of the opinion that Holland was a mixed polity, in which the Stadhouder provided the monarchic element. They almost never defended pure monarchy (Geyl, 1971; Van de Klashorst, 1986: 93–136; Kossmann, 1987a: 211–33; 1987b: 17–126). If we want to explore the question of the existence of protobureaucratic thought in the Dutch Republic, Republican writings seem the logical place to look. Their authors, after all, were the only true absolutists in the Holland polity.
Studying the stillborn: the ideology of the estates’ absolutism and proto-bureaucratic thought in the 17th century Dutch Republic. Pieter Wagenaar. International Review of Administrative Sciences. Vol. 68 (2002), 95–112, p 102.

Lo interesante de la cita es mostrar que absolutismo no es equivalente a monarquismo ilimitado. Es igual a poder ilimitado (sea cual sea el lugar de ese poder).

Y también muestra que en ese sentido, absolutismo si está relacionado con el pensamiento burocrático. Fueron (algunos) defensores de los Estados (los republicanos(*)) los que terminaron defendiendo ideas proto-burocráticas: la separación de la administración de la política, que los administradores deben ser servidores de los decisores políticos (van Berkhout cerca de los 1670′ por ejemplo).

Y también muestra uno de mis puntos que más me agradan: Las Provincias Unidas es donde debiéramos buscar buena parte de los procesos iniciales de la modernidad. Cuando hablamos de la modernidad (y de la modernidad temprana) tendemos a hablar de Inglaterra, Francia, Alemania, y nos olvidamos que las Provincias Unidas no sólo eran uno de los grandes poderes, sino uno de los países más imitados (¿donde fue Pedro el Grande cuando estaba intentando modernizar a Rusia?) y más modernos en estructura social de la época. No podemos, no debiéramos, escribir del nacimiento de la modernidad sin hacer que los países bajos sean el centro de nuestro relato.

(*) No hay que olvidar que los republicanos eran oligarquicos. Eran los partidarios del Príncipe de Orange los que más defendían los derechos del pueblo, y el pueblo -hasta los 1770’s- cuando se involucraba en política y quería cambiar a la oligarquía dominante, siempre estuvo en contra del partido de los Estados. La oposición república / monarquía; representación popular / rey; pueblo / rey es una de las novedades del siglo XVIII de hecho.

De un olvido.

El otro día -a decir verdad un par de semanas pero no había tenido tiempo- escuchaba la radio en un taxi (apurado como siempre en llegar a una parte) y escuché a Jocelyn-Holt hablar sobre la reciente polémica con respecto a los libros robados de la Biblioteca del Perú con un par de periodistas.

Pero no es de eso que habla este post. En parte de la discusión, el periodista planteaba sobre el comportamiento de las tropas chilenas al tomar Lima y hacía un comentario -basado en cómo había sido la toma de Berlín (*)– que bueno, las tomas de ciudades habían sido siempre asuntos bárbaros, llenos de crueldad hacia los civiles y que así eran las guerras.

Y en ese momento pensé que habíamos llegado tan lejos en el camino del barbarismo que la memoria de una de las características más claras de la civilización occidental, en mi humilde opinión uno de sus mejores aportes, había desaparecido. La idea de una guerra limitada, donde los civiles no son parte, y que sigue sus regulaciones (como que los prisioneros no se asesinan) parece, a finales del siglo XX, sólo parecer una utopía, algo que sencillamente nunca pudo existir.

Y sin embargo, a grandes rasgos, si existió. Las guerras del siglo XVIII y XIX en general fueron efectivamente guerras limitadas, con no demasiados riesgos para los civiles, y donde en buena parte las normas civilizadas de la guerra eran seguidas. En la batalla de Waterloo -peleada luego de décadas de las guerras más totales que había experimentado Europa en mucho tiempo- los campesinos de la zona se congregaron a mirar la batalla en un cerro cercano (es lo que nos cuenta Keegan en The Face of Battle). Donde el mayor daño que estaban pensando era en, bueno, que la cosecha de trigo había sido pisada por algunas decenas de miles de soldados y por centenares de cañones. En otras palabras, la olvidada guerra limitada fue una práctica, por cierto la única práctica que le permitió a los europeos pasársela de guerra en guerra en el siglo XVIII sin destruir su civilización. Los rusos tomaron Berlín en la guerra de los 7 años. Una experiencia nada similar a la de 1945.

En un período en el que, a veces, nos da por dárnoslas de muy progresistas y de superación de las barbaridades tradicionales, no estaría de más recordar que en lo que concierne a conducir una guerra, probablemente la mayor parte de las naciones contemporáneas serían menos civilizadas que, por decir cualquier cosa, la Prusia de Federico el Grande.

(*) ¿Puedo hacer el comentario que Berlín: La Caída de Beevor es absolutamente espectacular como libro? Bueno, no importa, lo hago igual: Berlín: La Caída de Beevor es absolutamente espectacular como libro

De las repúblicas oligarquicas

Una de las cosas particulares de la modernidad es que el tipo de gobierno más común es republicano. Ahora, por otro lado los gobiernos republicanos son cosas raras previo a la modernidad. Pero no tan solo eso. Sino que el tipo de gobierno repúblicano más común en la epoca moderna temprana ya prácticamente no existe. O para decirlo de manera más clara: ya no existe.

Mientras que casi cualquier república previo a las décadas finales del siglo XVIII era oligarquica -Venecia, la república de las Provincias Unidas-, ahora sería difícil encontrar alguna. Lo que hace, díficil que nosotros entendamos dos cosas: Primero, su estructura y funcionamiento y segundo, las ideologías que las fundamentaban.

Porque, en primer lugar, una república oligarquica no es -tan sólo- una donde el derecho a voto este restringido sólo a algunos pero que, aparte de eso, funciona como una república moderna con sufragio universal. El punto es, precisamente, que es la mecánica de voto-elección de autoridades la que no siempre opera en esas repúblicas. En Venecia todos los nobles -y nobles eran aquellos registrados en un documento específico, que a su vez eran hijos de nobles venecianos- participaban en el Concejo. La república de las Provincias Unidas -de naturaleza federal- la estructura es mucho más compleja, pero básicamente son los regentes los que detentan el poder político. Y los regentes son un grupo auto-generado (las listas son producidas por ellos, que es la razón por la que todas las crisis políticas de las Provincias Unidas implican revisar las listas, y expulsar o incluir familias). Y pensando incluso en repúblicas oligarquicas antiguas, el Senado Romano no era elegido, los miembros del Senado eran quienes habían cumplido con ciertos puestos y contaban con cierta renta. Y la permanencia era por vida. Lo que es una lástima es que en las historias modernas todos estos procedimientos son pasados muy por altos para dedicarse a la descripción del grupo social oligarquico. Lo cual está muy bien, pero vuelve más complejo el examen de una forma republicana que ya no existe y que, en realidad, no estaba basada para nada en nuestros

Y el segundo tema es ideológico. Porque la ideología republica, y la defensa de la libertad pública, clásicamente no es para nada democrática. En otras palabras, la democracia no es una ampliación sencilla del ideal republicano que incluye a toda la población. La ideología republicana rechaza el gobierno de la mayoría, lo que desea es el gobierno de los muchos en contra del gobierno de uno, pero no el gobierno de todos. El gobierno republicano oligarquico clásico (pensemos en Venecia y en las Provincias Unidas) funciona por comisión, no por tener un director ejecutivo.

En general, en todas las repúblicas oligarquicas la irrupción popular ha sido casi siempre ‘cesarista’: en defensa de una figura fuerte. Así, hasta el desarrollo de las ideologías ilustradas en el siglo XVIII, una revuelta popular en las Provincias Unidas implicaba al mismo tiempo una defensa del poder de las milicias urbanas (la base institucional de una participación más amplia) y una defensa del poder del estatúder (de la dinastía de Orange). El principio republicano del gobierno de muchos no del gobierno de uno -para usar la expresión ciceroniana- era el rechazado. Por cierto, las democracias actuales, que en parte han terminado siendo una elección regular de un Cesar siguen en algo el mismo patrón.

Lo cual nos lleva a nuestra idea general, he ahí una forma de gobierno que ha desaparecido completamente. En un mundo de repúblicas, la república clásica no existe en ninguna parte.

1581. De las declaraciones de independencia.

‘As it apparent to all that a prince is constituted by God to be ruler of a people, to defend them from oppression and violence as the shepherd his sheep; and whereas God did not create the people slaves to their prince, to obey his commands, whether right or wrong, but rather the prince for the sake of the subjects (without which he could be no prince), to govern them according to equity, tolove and support them as a father his children or a shephered his flock, and even at the hazar of life to defend and preserve them. And when he does not behave thus, but, on the contrary, oppresses them, seeking opportunities to infringe their ancient customs and privileges, exacting from them slavish compliance, then he is no longer a prince,but a tyrant, and the subjects are to consider him in no other view. And particularly when this is done deliberately, unauthorized by the states, they may not only disallow his authority, but legally procedd to the choice of another prince for their defense’ (El texto en el Modern History Sourcebook en este link)

El texto transcrito (en traducción al inglés) es la declaración de independencia de los holandeses en 1581 de España. Y creo que resulta interesante compararla con otra declaración mucho más famosa, hecha un poco menos de dos siglos después. Por una parte, el objetivo del documento y la base del argumento son relativamente similares: Se desea legitimar el movimiento y en ambos casos la idea base que fundamenta el abandono del antiguo príncipe es que este no cumple su parte del contrato. Al fin y al cabo, el argumento central -que el príncipe se debe a sus sujetos en el lenguaje de 1581- es bastante viejo en la tradición occidental, y existen modalidades de él desde la edad media (Lo específicamente ‘nuevo’ quizás de 1581 es su uso no como parte de discusiones conceptuales de intelectuales sino en un documento político de gran importancia práctica).

Pero entre ambos documentos hay muchas diferencias y esas marcan, uno podría decir, cual que pasó en 200 años. No por cierto en la doctrina de que los poderes políticos emanan del pueblo, pero si en:

1. El cambio de una referencia comunitaria: La declaración holandesa habla desde la comunidad (que es la que tiene sus derechos y privilegios por ejemplo). La declaración norteamericana habla desde el individuo (que es el que tiene los derechos a la libertad, a la búsqueda de la felicidad etc.)

2. La declaración norteamericana es mucho más abstracta. Los holandeses hablan del príncipe y de la comunidad, y la imagen de sus relaciones es bastante concreta (pastor y sus ovejas). Los derechos a defender son específicos y particulares: los derechos y privilegios de este lugar, no de todos los lugares. El estilo, el vocabulario y el eje de la declaración norteamericana son bastante diferentes. Después del preámbulo, se procede en términos muy generales y abstractos (se inicia con ‘we hold there truths to be self-evident’). Aunque en ambos casos el cuerpo central es una larga exposición de los hechos específicos que fundamentan el carácter tiránico y despótico del gobierno a abandonar, el estilo de la justificación inicial es mucho más generico y universalista que en la declaración de 1581. (Aunque en términos de carácteres generícos la declaración chilena puede pensarse como un extremo, ni siquiera cree necesario nombrar los abusos del gobierno español)

Ninguno de estos comentarios -el carácter más individualista y el nivel de generalización mayor del documento más ‘moderno’- es muy sorpresivo per se. Pero de todas formas, parece interesante usar estos documentos para mostrar el movimiento. Y por cierto para mostrar que algunos de los elementos no son nuevos -la defensa en la ‘opinión pública’ del movimiento, el uso político efectivo de la idea que los poderes del gobierno nacen de sus gobernados-. Que en esas cosas ya había antecedentes de larga data para los movimientos del siglo XVIII, lo que diferencia a estos últimos son otros elementos.

1598.

Supongo que no tiene nada de particular el hecho que la principal rebelión mapuche, la de mayores consecuencias -de hecho probablemente uno de los acontecimientos más importantes de la historia chilena- sea bastante desconocida. Mientras que casi todo el mundo conoce, al menos en grandes rasgos, lo sucedido con Lautaro, los acontecimientos de 1598 son prácticamente desconocidos.

Y el caso es que, en realidad, 1598 tiene consecuencias mucho más claras y relevantes. Porque, a final de cuentas, la rebelión de Lautaro es derrotada, y los españoles vuelven a instalarse en el territorio, fundan ciudades, distribuyen encomiendas, se reparten las tierras. Si esa rebelión hubiera sido la única (o la principal), no se recordaría mucho el asunto. O para decirlo de otra forma, estaría al mismo nivel que muchas rebeliones indígenas al inicio de la dominación colonial.

Al fin y al cabo, durante el siglo XVI la zona mapuche era la principal zona de colonización española: el centro económico y demográfico de la colonia. Lo que transforma -retrospectivamente- a Lautaro y en general la guerra de Arauco en aspectos centrales de la historia chilena es el abandono de la zona. Y ese abandono se produce en 1598. La Imperial, Santa Cruz, Angol, Valdivia, Villarrica, Osorno fueron destruidas y abandonadas (Chillán también sufrió destrucción pero resulto poblada con rapidez). O sea, se abandona el centro de la colonización y se establece la frontera en el Bío-Bío.

La importancia de 1598 se puede argumentar en lo que podría haber pasado de no haber rebelión (O para decirlo de otro modo, que no se desarrolla rebelión alguna que obliga a los españoles a abandonar el territorio). No sólo los asuntos indígenas podrían ser radicalmente diferentes si el centro del país estuviera en el territorio mapuche, sino que las características de la colonización española eran diferentes: En vez de un asentamiento disperso (casi sin pueblos entre Santiago y Concepción hasta entrado el siglo XVIII) uno más concentrado: Si bien llamar ciudades a los pueblos españoles es exagerado el caso es que la población española no se encontraba tan desperdigada como fue lo usual en la zona central. Y con todo lo que eso implica en términos sociales (en términos de socialización, interacción, relación con instituciones etc.) El que el centro demográfico y económico estuviera alejado del centro político también podría haber afectado el desarrollo social de la colonia. Y se podrían plantear otras cosas, pero por ahora bástenos con decir que no fue menor que la principal zona de colonización española en Chile fuere abandonada.

Ahora, el ejercicio de ‘que pudiera haber pasado si’ es sólo un ejercicio. Si Pelantaru, por decir algo, hubiera perdido Curalaba y Oñez de Loyola se hubiera mostrado tan eficaz como Alonso de Ribera, bueno quizás este texto en vez de hablar de 1598 hablaría de 1620. Pero si sirve para pensar lo que implicó esa rebelión y ese abandono del territorio español.

Lo que, a final de cuentas, viene a decir lo que habíamos planteado al inicio: Que la rebelión de 1598 es bastante menos conocida de lo que se debiera.