Tatareando a Schönberg

Alguna vez leí, vaya uno a saber donde, que Webern deseaba que sus obras fueran tatareadas por, digamos, los carteros. El autor de la nota planteaba que el pobre Webern no podía estar más equivocado: Lo que los carteros querían tatarear eran melodías, “tunes”, y las composiciones dodecafónicas no funcionaban para eso.

Lo anterior es sólo para hacer notar mi incredulidad cuando me encontré el otro día (en la micro, que es donde siempre me pasan estas cosas) tatareando a Schönberg, más precisamente el tema inicial del Cuarteto de Cuerdas No. 4. En otras palabras, al parecer, la secunda escuela de Viena si se puede usar para tatarear.

En cualquier caso, para una obra que no debiera ser tatareada, entre las cosas más impresionantes que Schönberg escribió: Un sobreviviente de Varsovia, Op 47, cortesía de Youtube y de Horst Stein, la Sinfónica de Bamberg y Hermann Prey como narrador:

Crítica a la noción de consumismo

Para analizar la idea de consumismo hay que distinguir dos elementos.

El primero es el consumismo como idea que existe en la sociedad. La crítica al consumismo no es una crítica de sujetos externos (o perífericos) de la sociedad, digamos una crítica de ‘intelectuales’. Es una crítica que la propia sociedad se hace a sí misma. Tanto en el sentido que unos grupos ven el consumo de otros y lo critican como consumista (el sentido común de la clase media al referirse a sectores populares por ejemplo), pero -más interesante- es una crítica que las personas pueden (y de hecho creo que hacen) critican sus propias conductas (‘he caido en el consumismo’). En cualquier caso, la tarea del analista en relación a esta parte de la idea de consumismo es examinar las causas que hacen que ciertos grupos tengan esas percepciones, ver que consecuencias tienen, examinar en detalla que quiere significar y a que se asocia esta idea etc. Digamos, reconocer que el consumismo es parte del sistema de significados que usa la sociedad chilena y hacer un análisis de ello. Lo que hay que tener en cuenta es que esta forma de analizar el consumismo no está analizando las prácticas de consumo, está analizando las percepciones sobre ella.

Pero la mayor parte de quienes están interesados en el consumismo no están interesados en analizar los significados sociales de la noción, como usarlos como lo usan los actores -para criticar y denominar a las prácticas de consumo de la sociedad.

La segunda noción entonces, es el consumismo como descripción de las prácticas sociales de consumo. Esta es una noción que, por definición, tiene ribetes críticos y, de hecho, morales. Ahora, los sociólogos, como cualquier ciudadano, tienen plena libertad para tomar cualquier posición sobre la sociedad, el hecho es que cuando lo hacen están actuando como ciudadanos. Cómo sociólogos, pueden aportar a su posición aportando información, refutando críticas, aclarando puntos, pero su posición no se deriva del análisis sociológico.

El problema no es, por lo tanto, el hecho que se usa la noción críticamente, sino que -muchas veces- en el apuro de la crítica no se realizan las tareas analíticas que sí son propias de un sociólogo (y que, si se realizan bien, pueden ser un aporte más interesante para la propia posición)

Al fin y al cabo, decir que tal persona o grupo están siendo consumistas, ¿qué quiere decir? Muchas cosas y veamos cada una de ellas a continuación.

En un primer nivel, que están realizando consumos que no nos gustan, o que reflejan prioridades que no nos parecen, o se consumen cosas ‘superfluas’ en vez de ‘necesarias’. Ahora, antes de realizar esos juicios, hay que tener cuidado, porque lo que se define como superfluo o como necesario es socialmente determinado, no proviene de ninguna necesidad. En el curso que realizo sobre consumo, hay varios alumnos que -por ejemplo- declaran consumista el que las personas de menores ingresos gasten más en vestimente que en salud, indicando que vestirse no es tan básico como salud (aunque de hecho, es posible vivir sin gastar en salud pero no sin gastar en vestuario, y esos sectores tienen su gasto en salud subsidiado). U otros que declararon, tan campantes, que su gasto en transporte era muy alto y era muestra de consumismo (aunque el gasto en transporte colectivo es una necesidad para quienes trabajan). Y así. Es muy fácil aplicar la propia idea de lo que es sensato consumir y que prioridades se debieran tener.

Más aún, en realidad la noción proviene de un elemento social que resulta clave: Siempre tenemos una noción de lo que es ‘consumo normal’, un nivel dado de consumo que permite tener una vida ‘digna’ (o con el cual se puede ser feliz o lo que sea). Y consumista es todo consumo que se eleva por sobre ese nivel, porque no nos parece necesario -al fin y al cabo, antes no lo teníamos y no era tan terrible. Y así ha sido en toda ocasión en que el consumo ha aumentado, el que los trabajadores ingleses compraran relojes o más camisas era muestra de su consumismo para sus críticos en el siglo XVIII.

Ahora, en una sociedad que continuamente aumenta cambia, nos va a parecer consumista siempre, porque siempre se está quebrando el nivel que se pensaba como normal. Uno puede plantear que lo consumista es lo del aumento continuo (¿porque tener más consumo, porque siempre tener más consumo?), pero, claro está, el nivel que nos parece ‘normal’ ahora -y que sería muestra de privaciones si no se tiene- era el nivel consumista de hace 50 o 100 años. Lo que es ‘esencial’ ahora, no lo era antes; lo que nos parece ‘superfluo’ ahora, será esencial en el futuro.

Hay otra forma de hablar de consumismo que resulta analíticamente más interesante. Uno puede plantear consumista es un nivel de consumo tal que no es puede ser estable, y en ese sentido es un consumo ‘irracional’. No es el hecho que las personas consuman más lo que las transforma en consumista, sino el hecho que al hacerlo se endeudan y obtienen niveles de endeudamiento que los llevan a la quiebra en el futuro. Y eso parece inmediatamente irracional.

Lo primero que hay que notar es que comprar cosas por endeudamiento en sí implica irracionalidad. Al fin y al cabo, uno puede esperar a ahorrar para comprar X o comprar endeudandose X -con un mayor costo. Por otro lado, la compra a crédito tiene la ventaja de tener el producto ahora (ese mayor costo es el ‘valor’ de tener ese producto antes, por todo el tiempo que no se tendría si uno esperar a ahorrar). Lo que lo transformaría en irracional sería el no poder mantener ese ritmo de gasto.

Por lo tanto, el elemento crítico es la estabilidad. Porque un patrón cíclico que se repite es estable (un ciclo de alto consumo y endeudamiento que lleva posteriormente a un quiebre, y una vez que uno sale de ese quiebre vuelve a repetirlo). Y la preferencia por un ciclo parejo -que elimine los ciclos- es una preferencia, pero bien uno puede tener la otra. De hecho, pensemos que los campesinos medievales consumían de acuerdo a ese patrón cíclico (bajo consumo todo el año, pero en Carnaval, en la ‘fiesta’, alto consumo), y hay varias razones que vuelven ese cíclo razonable: Era la única forma, dadas las limitaciones generales, de -al menos- en algún momento salir de la simple reproducción y disfrutar algo. En sí, el estar dispuesto a un patrón cíclico que se repite no implica irracionalidad per se.

Pero, ¿y cuando el patrón cíclico no se puede repetir? En otras palabras, si no se puede volver de la ‘quiebra’. Una cosa es pensar que un ciclo que se repite es estable, pero si no se repite no hay estabilidad posible. Y aquí podríamos llegar a la siguiente noción analítica de consumismo: Un nivel de consumo tal que vuelve altamente probable una crisis de la cual no es posible recuperarse.

Aquí ya no estamos hablando de niveles de consumo ‘mayores de lo que se debieran, de consumos ‘superfluos’ -que son todos ellos juicios válidos, pero que no son juicios de análisis-. Con respecto a esas percepciones, lo que es interesante es explorar lo que indican sobre la cultura económica de los chilenos, en otras palabras son afirmaciones que debieran ser objeto de estudio.

Pero me imagino que la crítica del consumismo está demasiado enraizada, es una parte demasiado clara de nuestro sentido común, para que estas reflexiones afecten en algo, siquiera, la forma en que los sociólogos hablan del tema.

Sobre la investigación de mercado

La paradoja central de los estudios de mercado es que una industria que ofrece a sus clientes cómo aumentar el valor de sus ofertas a sus consumidores, de hecho hace ofertas de muy poco valor a sus clientes (Y, por lo tanto, ¿cómo ofrecen que pueden aportar en generar valor a los consumidores de sus clientes?). Por qué si hay algo que es claro en los estudios de mercado es que todos encuentran que el nivel es bajo -tanto clientes como ofertantes.

Ahora, el tema es que la industria -por razones diversas- se encuentra atrapada en un ciclo de bajo valor. Dado que es un círculo, el punto de partida de su exposición es completamente arbitrario: Las empresas -que creen que los estudios nunca entregan nada muy valioso y que son demasiado simples sin análisis e insights de interés- piden entonces estudios al nivel que suponen las empresas pueden dar -o sea, estudios simples, de bajo costo, muy rápidos, sin mucho análisis. Las empresas de investigación a su vez -que creen que las empresas no están dispuestas al tiempo y el valor que requiere un estudio que entregue datos más valiosos, y que nunca confían mucho en la capacidad de las empresas para entender datos que vayan más allá de las salidas simples de poco valor- entregan entonces informes simples sin demasiado análisis. Por lo que las expectativas de ambos actores quedan plenamente validadas.

Y todos terminan, por ende, haciendo estudios en los que todos están de acuerdo que no representan un gran aporte.

Ahora, claro está, como cualquier círculo, representa un problema salir: Para las empresas, ¿cómo arriesgarse a los valores y tiempos que requiere un estudio de mayor calidad e interés cuando no es claro que las empresas de investigación puedan hacerlo? Y, ¿cómo confiar en análisis más complejos -ya sea cuantitativos multivariados o cualitativos- cuando a duras penas se confía en lo básico? Para las empresas de investigación de mercado, ¿cómo dedicarse a hacer un informe completo e interesante cuando no hay tiempo para eso ni se ha pagado por ello? ¿Y cómo dedicarse a hacer análisis complejos cuando de todas formas hay que gastar (el poco) tiempo y energía disponibles en las cosas simples?

Lo bonito de los círculos, aunque sean de poco valor, es que no es fácil salir de ellos.

De un olvido en el debate sobre educación

El lucro es una lacra. Ahora, ¿cual es el problema del lucro? No que aquellos que estén bajo sus colegios sean explotados, sino que -de hecho- los que no pueden acceder a los colegios del lucro tienen mala educación. Mejor dicho, peor educación.

Porque el centro del asunto no es la calidad de educación, sino la diferencia. Si todos los colegios de Chile doblaran su calidad (y todos entregaran buena educación) de todas formas sería una lacra un lucro. Y esto se debe a que el tema de la educación es centralmente el acceso a la universidad, y el acceso a la universidad (y a las buenas carreras en las buenas universidades) se produce por un sistema de ranking. Por lo tanto, la calidad absoluta de tu educación es completamente irrelevante, sino sólo tu posición. Si obtuvieras 750 puntos en la PSU de todas formas quedarías fuera de Medicina en la PUC si 40 personas con más de 750 puntos postularan ahí.

Ahora, el hecho que el centro de la educación en Chile sea el acceso a la Universidad no es una irracionalidad producto de ‘problemas culturales’. Dado que aquellos con educación universitaria tienen ingresos muy superiores al resto de la población, y que el resto de la población no tiene sueldos razonables, la desesperación por quedar fuera es un tema racional: es quedar fuera de la mejor opción para obtener un ingreso decente.

Y aquí viene el olvido básico: Que el sistema educacional funciona por ranking, y que el tema central es lograr una mejor ubicación que los otros es algo sabido. Conocido por las familias, que ajustan todas sus estrategias a lo anterior. Lo que desean los padres no es buena educación, ni siquiera mejor educación, es que su hijo tenga mejor educación que los hijos del vecino.

Los colegios subvencionados, que para los críticos son sólo una forma que los sostenedores tengan dinero, cumplen una función central para las familias: Asegurar a los hijos de la clase media que tendrán mejor educación que los hijos de los pobres. No necesariamente por diferencias en las materias, sino -por último- por salvarse de las malas influencias. Estar en un colegio subvencionado es estar en un colegio en que, por último, están hijos de familias preocupadas por la educación (porque sólo los padres despreocupados o que son tan pobres -y por tanto, tan malas influencias- que no están en condiciones de pagar un sólo peso, dejan a sus hijos en colegios municipales).

En otras palabras, la desigualdad en la educación es un resultado buscado y deseado por esos padres. Que es lo que hace que el lucro (y la diferencia que produce) no sea un problema de unos malvados que ganan dinero con la educación -al final de cuentas, no muchos reclaman por los malvados que ganan dinero con la alimentación. Es un problema de una voluntad de todo un segmento social para asegurarles a sus hijos una posición por sobre otros hijos.

Pero, claro, eso no se puede decir.

Teoría del Grupo D

Y para que no se me olviden las cosas.

La idea, como todas las ideas, es más bien sencilla: Podemos decir que hay 3 lógicas económicas en el grupo D. Lógica económica no es más que un nombre breve para referirnos a las motivaciones, justificaciones de las prácticas económicas de una persona o grupo.

La primera es más bien tradicional (y con tradicional digo que es tradicional en sociedades modernas, algo similar se puede observar en la Inglaterra Victoriana con sus clases obreras). La lógica de la dignidad y la decencia (que aquí Martínez investigo en el que debiera ser celebérrimo libro Informe sobre la Decencia, publicado años ha por Sur). O sea, ‘seremos pobres, pero decentes’ (o sea, respetables en la lógica victoriana). Dado que no dejaremos de ser pobres, al menos podremos ser dignos. Y eso tiene varias consecuencias -el desarrollo de una disposición más bien ascética, de gastos limitados, de buscar la regularidad, el orgullo en el manejo respetable y responsable de los gastos (y rechazo al endeudamiento), de búsqueda de evitar ‘caer’ (una caída siempre que indica un problema en la condición moral).

La segunda es también tradicional (y tradicional de sociedades tradicionales) -que es, de hecho, directamente contraria a la lógica de la decencia: Una lógica de disfrute en el gasto. Aprovechemos el dinero para pasarlo bien (en la comunidad, de hecho no es un disfrute individual). Una lógica que, entonces, y por el mismo motivo de disfrute, rechaza toda dependencia y busca trabajos independientes, que permitan que uno se mande a sí mismo. Al igual que para los griegos, el hombre sólo es libre cuando no tiene patrón. La búsqueda de independencia no tiene nada de emprendimiento, sino de búsqueda de autonomía: La ventaja de tener un propio negocio es tener dinero todos los días (para poder gastarlos con los amigos), de que uno decide cómo y cuando trabaja etc. El gasto aquí siempre es comunitario, aquél que ahorra para sí (y usa una lógica de emprendimiento) es una amenaza para la solidaridad grupal -es alguien que no quiere estar y disfrutar con los amigos. Una lógica que aparecía entre lso artesanos de Pomaire cuando me tocó investigar.

La tercera es la del proyecto educacional de los hijos: Yo no dejaré de ser pobre, pero al menos mis hijos sí (o mis hijos serán más que yo). Los esfuerzos de trabajo y de consumo se asocian a cómo lograr ese proyecto educacional. Es importante hacer notar que los esfuerzos de consumo asociados no son sólo educacionales. Como Catalán lo ha hecho notar, es parte del proyecto de superación educacional el, por ejemplo, comprar TV plana o conexión a satélite. ¿Por qué? Porque es una forma de evitar que los hijos ‘caigan’ en la droga. Hay aquí también una amenaza pensada como caída, pero es pensada de una forma diferente. Mientras en la lógica de la decencia es una caída moral (el drogadicto como perdido por ejemplo), aquí es una caída instrumental (el dorgadicto nunca se va a superar). Cuando participé en los estudios de grupos para el informe PNUD del 2004 (sobre el poder), la relevancia y potencia del proyecto educacional en los sectores bajos saltaba a la vista.

Como toda lógica cultural relevante, esto tiene efectos en diversos ámbitos. De hecho, y como pura hipótesis, he llegado a pensar que buena parte del cambio en la aceptación del embarazo adolescente tiene que ver con los cambios en esas lógicas. En la lógica de la decencia, el embarazo adolescente implica que la mujer en cuestión es una perdida, una indecente y lo que hay que hacer -para mantener el honor y decencia del hogar- es expulsarla. En la lógica del proyecto, el embarazo adolescente implica el peligro de tirar por la borda todo la larga inversión, y lo que hay que hacer -para mantener el proyecto- es asegurar que continue con los estudios.

Una cosa interesante de estas lógicas es que no se pueden reducir a un tema de ‘modernidad’. O sea, la lógica más nueva -la de proyecto- no es una lógica moderna frente a lógicas tradicionales. De hecho, al fin y al cabo, es una lógica fundamentalmente familiar -y en ese sentido, existe por la fuerza de opciones tradicionales en la cultura chilena. La cultura más independiente no es una cultura de emprendimiento, sino (por el contrario) del disfrute. Y la más ‘tradicional’ de las culturas, la de la dignidad y la decencia, es una tradición moderna -no por nada hice la conexión con la idea de trabajadores respetables de los victorianos.

En otras palabras, como siempre, cuando se intenta mirar la realidad uno encuentra que las dicotomías sociológicas usuales no es mucho lo que sirven. Lamentablemente, nunca dejamos de usarlas.

Una nota sobre antigüedad y modernidad

A veces puede tener sentido revisar un poco lo que uno hace. Y al hacer eso, noté que entre mis posts de historia hay sólo dos temas que en realidad se repiten: Antigüedad y sociedades modernas.

Ahora, para un sociólogo puede no resultar extraño que su interés por la historia se centre en momentos de cambio social, y en particular en cambios de ‘tipo de sociedad’. Nos encanta pensar que la modernidad implica un nuevo tipo de sociedad y no debieran existir muchas dudas que el desarrollo de las ‘primeras civilizaciones’ es el proceso de desarrollo de un nuevo tipo de sociedad -digamos, las primeras a las que podemos aplicar el nombre de sociedades complejas sin demasiados problemas. or lo tanto, transformaciones en el nivel más básico de las sociedades. Un sociólogo bien podría interesarse en ello.

Más aún, Giddens dixit, la sociología es el análisis de las sociedades modernas. Y si uno adscribe a esa posición, entonces nada más natural que entender una de las transformaciones básicas que han experimentado las sociedades mediante un examen de otras de las transformaciones básicas de esas sociedades. O sea, usar el nacimiento de las ‘civilizaciones’ para entender el nacimiento de la modernidad.

El problema es que ninguno de esos argumentos sirve de mucho.

Lo primero es que la naturaleza de estos ‘tipos de sociedad’ no necesariamente se entiende usando sus procesos de nacimiento. El tipo de sociedad compleja pre-moderna que surge cuando nacen las ‘civilizaciones’ no agota sus posibilidades estructurales en sus primeros siglos. Lo que es, lo que puede hacer, entonces, una sociedad de ese tipo requiere un análisis de todas sus formaciones.

Lo segundo es más crucial, y tiene que ver con las desviaciones que un sociólogo tiende a hacer cuando se interesa por la historia, es que no se puede reducir el devenir a dos transformaciones de tipo de sociedad (primero, estuvieron las sociedades simples, luego las civilizaciones y luego las modernas(*)). Si, en un nivel muy general, puede tener sentido hablar así, pero sólo en ese nivel. Y la mitad de las cosas de interés, la mitad de lo que aporta para entender la vida social el examen de las sociedades históricas, ocurre en niveles mucho más específicos. Si, puede decirse que Sumeria, la China de los Tang, los bizantinos y los aztecas eran sociedades complejas pre-modernas, y ni siquiera es demasiado incorrecto. Pero hay mucho más que decir.

Y el interés y el aporte de la historia está precisamente en ese mucho más que decir. Que en los detalles, en todos esos procesos específicos que lleva a que existan ciudades-estado en Grecia, que los vikingos se expandan, que el tomate haya conquistado el mundo (y que el maíz no), que los ‘bárbaros’ que conquistan China terminen convirtiéndose en chinos etc, es donde se explica y se entiende no sólo la situación de las sociedades actuales. Sino, de hecho, incluso más: Nos permite entender todas las variedades de formas en que los seres humanos pueden vivir en sociedad y todas los diversos factores y dimensiones que entran en su conformación. Es por que, finalmente, es una lección en diversidad que se requiere entrar en todo ese detalle.

(*) Contar así las cosas no requiere pensar en un meta-relato de la historia, porque no hay necesidad de pensar que se tenía que pasar de un ‘estadio’ a otro. Sólo que ciertos tipos de sociedades aparecieron antes que otras. Del mismo modo que contar la historia de la vida diciendo ‘estuvieron los procariotas, luego los eucariotas y luego los multicelulares’ no requiere una teoría de la historia biológica.

De la trinidad

No puede contarse como perdido el día en que uno se da cuenta de algunas de sus creencias más básicas. La mía es, además, bastante básica: La santísima trinidad la componen Joseph, Wolfgang y Ludwig y el único profeta es Johann Sebastian.

Todo lo cual se reduce a lo siguiente. Otros peregrinaran a la Meca, y otros -algo más cercanos y al mismo tiempo más herejes a mi credo- a Bayreuth. Yo tendré que peregrinar a Viena.

En todo caso, la comparación con asuntos religiosos no es tan sólo broma. Al fin y al cabo, no es por nada que solamente escuchando música entiendo los asuntos religiosos (y de hecho ya posteé que si alguna vez me convierto será por Haendel). Si el sentimiento religioso es la experiencia de algo que va más allá de uno, entonces yo sólo la he sentido escuchando música, y en particular esa música.

Lo cual no será tan terrible. Si no fuera por ellos, uno -un ateo común y silvestre- se hubiera perdido una parte no despreciable de la experiencia humana. Y eso sí hubiera sido lamentable.

¿Muestras? Usemos las más obvias, reproducciones de la mejor música posible -algunos movimientos de los cuartetos tardíos de Beethoven. Que ya sé he mencionado muchas veces. Por otro lado, espero que nunca llegué el día en que me canse de repetirlo.

Op 131 en Do sostenido menor, primer movimiento Adagio, ma non troppo e molto espressivo(por el Cuarteto Tákacs)

Op 132 en La menor, tercer movimiento. Heilige Dankgesang (por el Cuarteto Budapest). Lamentablemente, sólo una parte del movimiento (en otro video en Youtube está el resto).

Op 130 en Si bemol mayor, quinto movimiento. Cavatina, adagio molto espressivo (ni idea que cuarteto)

A proposito del Transantiago

Leído en El Mercurio el domingo 9:

‘En nueve meses no sólo logro renegociar los contratos, sino también aumentar el número de buses de 5.000 a casi 6.400, incorporando más de 300 nuevos recorridos, poner en marcha viajes intercomunales (algo que no estaba en el diseño original) y disminuir los tiempos de espera, que, según cifras de la Universidad Católica, cayeron a la mitad. Pero nada ha bastado.

Estoy frustrado, ha dicho Cortázar a sus cercanos en los últimos días.

Es que como buen ingeniero, el ministro sabía que los cambios demorarían en notarse, pero no calculó que la herida en las personas era tan profunda’

En realidad, no hay demasiado misterio. Sea que un servicio desmejora abrupta y súbitamente. Sea que la mejoría es lenta y gradual. No creo que sea demasiado sorpresivo decir que nadie notará la mejoría pero que todos recordarán la caída.

Al fin y al cabo, el fenómeno en la dirección contraria es bien conocido (una rana saltara de agua hirviendo, pero si se sube gradualmente el agua la pobre se quedará hasta bueno, ¿no será necesario contar el triste final?).

Sólo dos ideas. Comunicación, aprendizaje y limitaciones

Pensándolo bien, en asuntos teóricos creo que he tenido solamente dos ideas en mi vida. Y me imagino que ya fueron las dos únicas ideas que se me ocurrieron. Si bien ninguna de ellas es muy brillante, al menos debiera ponerlas aquí por puros afanes de inventario.

La primera (la segunda cronológica), ya fue discutida en el blog (en Poder, intercambio e ideología). Lo que quedaría sería desarrollar la segunda idea (que fue la primera cronólogicamente).

La idea, ya lo dije, es bastante sencilla: Basta con tres características para tener todos los atributos relevantes de los actores que nos permiten entender la formación de los ordenes sociales. En otras palabras, los seres humanos pueden ser muchas cosas, pero de ellas sólo tres son relevantes: el conjunto de ellas es suficiente para producir orden social. Y, del mismo modo, cualquier entidad que tenga esos atributos produce orden social.

Los atributos centrales eran:

  • Comunicación. La capacidad de un actor para indicarse cosas mutuamente con otro actor.
  • Aprendizaje. La capacidad del actor para desarrollar nuevas reglas y asociaciones (una de las características centrales de esto era que todo aprendizaje es al mismo tiempo algo cognitivo y algo práctico)
  • Limitaciones. Los dos atributos anteriores son limitados. Los actores no tienen una capacidad ilimitada para comunicar o para aprender.
  • En el desarrollo del asunto me vi obligado a poner un cuarto atributo (que nunca me termino de gustar en realidad, era más bonito cuando eran sólo tres): Preferencia. Los actores tenían la capacidad de escoger una alternativa entre varias. Era crítico que no le asignabamos mayor desarrollo que eso básico al atributo, o sea no se pedía que las preferencias estuvieran bien ordenadas, que fueran completas etc.

Entonces, actores definidos de tal forma -o sea con esos atributos y sólo con esos atributos- eran capaces de generar ordenes sociales con características ‘realistas’. Por supuesto el argumento específico no me acuerdo -sólo me acuerdo que era lo suficientemente alambicado para que me gustara-, pero estos actores generaban prácticas sociales estables.

Y las generaban continuamente. En otras palabras, producían orden social, pero como eso era algo que hacían siempre, esto hacía el cambio del orden social inevitable: La generación de nuevas prácticas entraba en conflicto con las viejas. Y no había forma de evitar que estos actores generaran orden, y que generaran continuamente nuevo orden.

Esto era lo que más me interesaba. En vez de tener separados procesos de construcción de orden y de cambio social (algo tan característico de la sociología ‘clásica’ del funcionalismo y que todavía rebervera en la actualidad a decir verdad), el mismo proceso producía ambos resultados. El hecho que los actores (por su capacidad de aprender -de desarrollar nuevas reglas- y de comunicar -de orientarse mutuamente) engarzaran sus acciones entre si y (por esa misma capacidad de aprender) luego tipificaran eso, de forma de producir prácticas sociales, era algo que los actores estaban obligados a hacer. Pero tampoco podían parar. Y dado que (en todo eso tenían limitaciones) no podían evitar que las consecuencias de esas prácticas pudieran volver sobre ellas con efectos diversos (algunos estabilizadores y otros desestabilizadores).

Lo que me interesaba también era destacar el hecho que todas las características básicas del orden social podían ser producidas por actores definidos solamente por un conjunto limitado de atributos. En otras palabras, un modelo de actor podía generar un orden social.

Y he aquí que las dos ideas se combinaban. Porque esta era la idea de un modelo de actor. La otra idea era la de un modelo de interacción. Entre ambas, en la combinación de esos modelos, en el espacio de posibilidades que abría esa combinación, me parecía posible generar una teoría social general relativamente decente.

Pero para ello hubiera tenido que necesitar de una tercera idea. Pero, como ya dije, sólo dos ideas se me ocurrieron. En fin, si esas ideas tenían algo de sentido, entonces a alguien más se le ocurrirán y a alguien -con mayor suerte, vocación y genio que yo- se le ocurrirá una forma de combinarlas. Y si son de verdad interesantes, entonces ahí se mostrará. Una de las ventajas de las ideas es que, de verdad, no dependen de uno. Ni siquiera las ideas que a uno se le ocurren.

Bauman y el consumo (II)

Cada día entiendo menos la sociología. Recientemente Zygmunt Bauman publicó Vida de Consumo (el título en inglés es mejor en todo caso, Consuming Life), y en realidad -para ser uno de los sociólogos más conocidos de la actualidad- el nivel no es tan alto.

Para decirlo más corto: Buena parte del texto es la discusión del sentido común sobre el consumo (y los males del consumismo) sólo que dicha con un lenguaje mucho más alambicado. Pero apenarse porque en la moderna vida de consumo las personas tienen relaciones de desecho, y se ven unas a otras como bienes de consumo, es decir -en complicado- lo que todas las viejas de la esquina dicen -en simple. Para criticar que estamos obligados a consumir, para mantener las apariencias de pertenecer a esta sociedad, nuevamente no es más que decir en complejo el sentido común más ramplón sobre el consumo.

Veamos un ejemplo -que muestra en concreto todo el texto. Bauman nos plantea que hemos llegado a tales niveles (si no usa la palabra depravación es porque los sociólogos nos cuidamos de usar ciertas palabras, pero en realidad eso es lo que piensa) que materializamos nuestras relaciones sociales, nuestras relaciones familiares. ‘Los políticos que claman por la resucitación de los agonizantes valores familiares, y que lo hacen con seriedad, deberían empezar a pensar concienzudamente en las raíces consumistas causantes del deterioro simultáneo de la solidaridad social en los lugares de trabajo y del impulso de ciudar y compartir en el contexto de la familia’ (página 165). O unas páginas más atrás: ‘Arlie Russell Hochschild resume el daño colateral fundamental causado en el curso de la invasión consumista en una expresión tan incisiva como sucinta: la materialización del amor’ (página 163). Cualquier reportaje en cualquier revista mediocre puede decir frases como esa. No negaré que Bauman es ingenioso al escribir, pero con ingeniosidades no se crea conocimiento.

Ahora, el tema es que ¿tiene sentido lo anterior? La idea que el consumismo moderno materializa el amor, y por ello -por ejemplo- las ideas de un Miller del consumo, la compra, como expresión de relaciones de amor no funciona, o al menos sólo funciona para mostrar el desastre que es el consumismo actual, parece ser interesante. Pero tiene el problema de ser falsa.

Siempre materializamos el amor. Como siempre materializamos todo. Porque los seres humanos -y cualquier curso de Arqueología 101 lo debiera dejar en claro- vivimos entre objetos y cualquier cosa que hacemos las hacemos con objetos. No es que (y para ello volvamos a Miller) por un lado están las cosas y por otro lado las relaciones humanas, y que cuando las mezclamos perdemos la autenticidad / profundidad / pureza de las relaciones. Hemos expresado nuestras identidades culturales, nuestros afectos, nuestros modos de vida a través de objetos, los ‘materializamos’. Eso es lo que hacemos.

Ahora, uno podria decir, bueno ‘lo central no es tanto que materializamos el amor sino que en el consumismo moderno mercantilizamos el amor’. Al fin y al cabo, es cierto que regalos -por ejemplo- se intercambian en todas partes, que suelen ser, en todas partes, parte de las relaciones sociales. Pero que todo eso pase por la compra, he ahí algo que es tipícamente moderno. Sea, pero que estamos en un mundo de mercancías es algo que sabemos desde el siglo XIX, y de hecho es consustancial al capitalismo. Así que es común tanto a la sociedad de productores como a la de consumidores, no sirve para identificar a esta última.

Es en relación al tema de identificar una nueva sociedad de consumidores, de identificar los cambios recientes como un cambio de tipo de sociedad de productores a consumidores, donde las tesis más interesantes de Bauman ocurren. Pero siguen sin convencer mucho, al menos a mí.

Una idea, que de hecho ya repite en otros textos, es que lo que nos transforma en sociedad de consumidores es que el deber social central es el de consumir. Y por ello, entonces somos una sociedad diferente. Suena bien, pero ¿por qué el deber central ya no es el de producir cuando la participación en el mundo monetario, tan central para el consumo, sigue estando mediado por la participación en el mundo del trabajo?

La otra idea, el ‘secreto mejor guardado de la sociedad de consumo’, es la idea que en la sociedad de consumo las personas se transforman en bienes de consumo. Para ser participantes de verdad en la sociedad, tenemos que transformarnos nosotros en bienes de consumo (y por tanto en seres que se pueden comprar, usar, desechar). La distinción entre personas que eligen y bienes elegidos nos dice Bauman se borra (página 25). La idea es poderosa, aunque uno podría discutir si es tan secreta.
Pero creo que la idea nos muestra que, finalmente, la sociedad de consumidores no es tan distinta de la anterior. Al fin y al cabo, en la sociedad de productores ya teníamos -en tanto fuerza de trabajo- que transformarnos en mercancías. Puede que la transformación sea más completa aún, en vez de requerir una cierta cantidad de tiempo (dejando el resto ‘libre’), en la sociedad actual se pediría esa transformación en mercancía, en bien de consumo, siempre.

Bauman hace notar que, en el paradigma ya tradicional del sentido común sobre el futuro que es Silicon Valley, se habla de lastre cero: El trabajador perfecto es aquel cuya vida fuera del trabajo no le pone ninguna demanda adicional (o sea, no tiene familia, no tiene otros intereses) y puede siempre tomar una tarea extra, ser re-asignado etc. Pero este cambio, ¿no tiene que ver con el mundo de la producción finalmente?

En otras palabras, son las modificaciones del mundo de la producción, que progresivamente se vuelven más exigentes, las que producen los cambios en el consumo del cual habla Bauman. Al fin y al cabo, desde el consumo, las personas con lastre tienen grandes ventajas: Las relaciones permanentes son mejores productoras de compras, y el hito central del mundo del consumo es Navidad, donde los regalos son tipícamente familiares. La vida de relaciones líquidas no es demandada por el consumo, sino por la producción (*).

Pero alguién puede decir, pero al final es por el consumo: porque la demanda de producción flexible viene dada por los cambios en el consumo, de la velocidad de los cambios de la demanda y de la continua exigencia de comprar. Pero esa exigencia uno bien pudiera decir proviene de otra parte.

Wallerstein cuando define el sistema-mundial contemporáneo hace ver que una de sus premisas es el crecimiento. La exigencia básica de toda empresa, de todo proceso de producción, es la de crecer. Y esa exigencia se podía satisfacer en la modernidad clásica de los ’50 sin la idea de cambiar perpetuamente de bienes -con la exigencia de desechar lo antiguo que Bauman enfatiza es característica de la nueva sociedad-: Digamos, cuando todavía quedan familias sin automóviles se puede crecer vendiendo a más familias, y cambiando los bienes en lógica de reemplazo. Pero cuando todos tienen automóviles, sólo se puede crecer si se instaura la idea que hay que cambiar regularmente de automóvil: que lo antiguo tiene que desecharse por el sólo hecho de ser viejo. Pero esa dinámica sólo se explica por esa demanda inicial, permanente del sistema, no algo que haya aparecido en las últimas décadas, de crecimiento en la producción.

En otras palabras, las dinámicas de consumo que describe Bauman no son tanto una nueva sociedad, sino la forma específica con la que se cumplen ciertas demandas tradicionales en una sociedad (que ya sea que queramos llamar moderna o capitalista) tiene al menos 200 años, si no ya casi 500. Pero claro, para decir eso, habría que quitar algo de ultra nuevo a lo que vivimos en la actualidad, habría que darse cuenta que la ‘nueva’ sociedad de consumidores es heredera directa, y no una contradicción de, la ‘vieja’ sociedad de productores.

Pero a los sociólogos nos encanta decir que el cambio que se vive ahora es el mayor cambio que se ha experimentado en ocasión alguna; que esta transformación es profundamente revolucionaria y diferente. De algún modo, la sociología no pasa de ser, en muchas ocasiones, más que el ropaje que toma el sentido común cuando el sentido común quiere ser grandilocuente.

Con lo que volvemos al punto de partida: Cada día entiendo menos. ¿De eso se trataba a final de cuentas la sociología?

(*) Algo que muestra perfectamente que Bauman se mueve en el sentido común es su idea que en la sociedad moderna la familia se rompe y todo se reemplaza por amor líquido. Bauman está siempre pensando en las relaciones de pareja. Pero centrar la vida de familia en las relaciones de pareja, en vez de por ejemplo las relaciones padres, madres – hijos, que no han perdido permanencia, es una muestra del sentido común de las sociedades en las que escribe Bauman.