La cacofonía en la Plaza Pública. Una observación sobre la Plaza de Armas de Santiago

Una de las cosas que ha aprendido, con alguna sorpresa, es que la Plaza de Armas puede ser un buen lugar para leer -uno se puede sentar por horas, si es un buen día soleado es agradable, y uno puede combinar concentración (nadie te molesta) con distracción (observar los alrededores). Al menos para mí no deja de ser una alternativa digna.

Realizando dicha actividad hoy pude darme cuenta de algo que es obvio pero que no había pensado bajo ese marco anteriormente: la yuxtaposición inconexa de las actividades que suceden en la Plaza es uno de sus mejores puntos.

Hoy hacia un costado, el del Orfeón, se realizaba un encuentro de cueca, y poder ver todo un lado de la Plaza llena de personas bailando cueca un sábado de noviembre no deja de llamar la atención. Al mismo tiempo se podía escuchar, si uno quería, las predicaciones de los evangélicos. Y ello en toda su variedad, desde aquellos que se centran en la amenaza del infierno y de la gloria de Dios y la necesidad de someterse a él a quienes están más interesados en la resurrección. No comparto para nada las creencias de los evangélicos, y hay varias que me parecen algo aborrecibles, pero no puedo dejar de admirar la convicción en el hecho de pararse en un lugar público a intentar convencer a alguien sabiendo que la mayoría ni siquiera se detiene a escuchar, bajo la vaga esperanza que alguien efectivamente sea salvado. Y todo esto sin contar todas las personas que realizan otras actividades en la Plaza (quienes descansan, quienes usan la pileta como piscina, la señora que vende té y café, los que pintan, los ajedrecistas en una de sus esquinas y así sucesivamente).

El resultado es cacofónico -y hoy esto fue literal en la combinación de música y predicación. Pero esa cacofonía, esa diversidad no reunida bajo unidad, ocupando espacios muy cercanos sin estorbarse entre sí, no deja de ser una expresión de la vida urbana contemporánea. Y el hecho que ello suceda en la plaza de armas de Santiago indica que, a pesar de todas las críticas que solemos hacerle a dicha ciudad, ya es finalmente una ciudad con vida urbana.

Cuando Santiago no era el centro de Chile. Una nota sobre el siglo XVI

Durante los años de la Conquista el núcleo de la actividad hispánica estuvo al sur del Bío-Bío. He ahí donde se fundaron las ciudades y donde se concentraba la actividad de los gobernadores.

No estará de más recordar que la Real Audiencia se fundó en Concepción en 1565, y que su presidente Melchor de Saravia fue el gobernador (en 1573 la Audiencia fue suprimida), y sólo en 1609 se restableció en Santiago. Aunque es un caso extremo, no deja de ser sintomático que García Hurtado de Mendoza sólo está en Santiago al último momento de su gobernación, pasada centralmente en las tierras del sur, “estando de paz toda la provincia que tantos años había estado en guerra, don García, como hombre que ya en su pecho tenía concebido irse de el reino, quiso ir a la ciudad de Santiago” (Góngora Marmolejo 1990: 175). Ercilla nos dice refiriéndose a La Imperial que en el valle del Cautín “los españoles fundaron la más próspera ciudad que ha habido en aquellas partes” (La Araucana, declaración de algunas cosas de esta obra).

Un ejercicio rápido, aunque algo burdo, es revisar las principales crónicas de la Conquista (la de Jerónimo de Vivar, la de Góngora Marmolejo y la de Mariño de Povera) y simplemente se cuentan las menciones a las ciudades, se encuentra una presencia importante de las ciudades del Sur (y aquí hay que tomar en cuenta que en todas las crónicas los años iniciales se concentran en Santiago, por ser la primera ciudad fundada). De hecho, en Mariño de Povera las referencias a Concepción llegan a ser más comunes que las de Santiago.

Menciones de Ciudades en las Crónicas de la Conquista.

Relación (año de último hecho narrado en ella) Santiago Concepción Angol La Imperial Cañete Ciudad de Valdivia
Jerónimo de Vivar (1558) 151 96 8 27 11 24
Góngora Marmolejo (1575) 257 167 52 25 33 17
Mariño de Povera (1595) 62 81 12 28 30 19
Total 470 344 72 80 74 60

NOTA: En el caso de Santiago están excluidas frases relativas al Apóstol Santiago. En el caso de Valdivia sólo se tomaron referencias a Ciudad de Valdivia para eliminar referencias al conquistador. Se usaron los textos disponibles en el sitio Memoria Chilena (http://www.memoriachilena.cl/602/w3-article-576.html)

El análisis anterior olvida quizás algo más relevante, que la actividad de los gobernadores se centraba en el sur del territorio. En buena parte de los casos, las referencias a Santiago son en términos de lo que ocurre en el sur: como fuente de refuerzos y de sostén de la guerra en el Sur, que es donde actúan los gobernadores.

Todo aquello se cierra con uno de los hechos más importantes de  la historia de Chile, al que ya hemos hecho mención el el blog: La rebelión de 1598. Tras Curalaba, los mapuches expulsan a los colonos de las ciudades al sur del Bío-Bío: Santa Cruz, Angol, La Imperial, Villarrica, Valdivia, Osorno. La presencia española al sur de dicho río queda reducida al fuerte de Arauco y a la isla de Chiloé (desde ese momento claramente separada del resto del territorio español). No entraremos a narrar las vicisitudes de la guerra de Arauco hasta las paces de Quilín en 1641, pero sí que a partir de dicha rebelión el territorio efectivamente gobernado desde Santiago tiene una delimitación que se mantendrá básicamente hasta mediados del siglo XIX: El territorio que va desde Copiapó hasta el Bío-Bío.

Esta situación no sólo cambia el centro de la colonia, sino que cambia la estructura de asentamiento. Los españoles que huían de las ciudades destruidas fueron ubicados a lo largo del territorio remanente, pero no se fundaron nuevas ciudades para recibirlos. En otras palabras, de un espacio organizado en torno a varias ciudades se pasa a uno más bien disperso (el número de ciudades destruidas en la rebelión de 1598 en el territorio entre el Bío-Bio y el canal de Chacao es mayor al número de ciudades en todo el Reino de Chile tras la rebelión). La política de distribuir tierras, de crear con ello la propiedad privada de la tierra por parte de los colonos, iniciada por el gobernador Alonso de Ribera (Bengoa 2015: Vol I, 57-59), se hace en un territorio con pocas concentraciones de población y de actividad. Y ello marcará la evolución futura del país.

Insistir que el Chile del siglo XVI tenía un centro distinto del que ha sido su centro permanente a partir de 1598, que no fue siempre el centro Santiago; tiene como efecto darnos cuenta de la magnitud de lo que implicó la victoria mapuche en dicha rebelión. Muchas veces nos decimos que, en contraposición con todo otro pueblo de América, los mapuches fueron los únicos que resistieron durante largo tiempo. Pero ello es exagerado. Los últimos señoríos mayas cayeron en 1697 (Tayasal), y en diversas fronteras (por ejemplo, en el norte de méxico) los españoles se encontraron con resistencia indígena prácticamente durante todo el período. Lo que sí parecen haber logrado los mapuches en distinción de otros pueblos fue expulsar permanentemente a los españoles de lo que estos últimos habían pensado como el centro de una colonia. El Chile central con el cual se quedaron no era el lugar que inicialmente más les interesaba poseer.

Referencias.

Bengoa, José (2015) Historia rural de Chile central. Santiago: LOM

Góngora Marmolejo, Alonso (1990) Historia de todas las cosas que han acaecido en el Reino de Chile y de los que lo han gobernado. Santiago: Ediciones de la Universidad de Chile. Edición de Alamiro de Ávila Martel y Lucía Invernizzi Santa Cruz.

La supervivencia del pequeño comercio en el Centro de Santiago

Una de las tendencias de una sociedad mercantilizada y ahora globalizada, se supone, es el reemplazo del pequeño comercio por el gran retail: Los almacenes dan paso a los supermercados. Así, por ejemplo, Ruiz y Boccardo en Los Chilenos bajo el Neoliberalismo (2014) nos recuerdan la:

‘abrupta disminución del peso de los comerciantes detallistas dentro de esta categoría responde a su lento crecimiento absoluto, cuya recuperación se dificulta cada vez más, dados los escasos intersticios que para tales formas de “emprendimiento” dejan los importantes grados de concentración predominantes en estos rubros económicos’ (p 127)

Sin embargo, de hecho no disminuyen absolutamente (que es lo que también dice la cita). Difícil y todo parece que es posible mantenerse como comerciante detallista, si bien parece que no puede expandirse como peso el nicho todavía existe. Allí entonces, hay una pregunta a hacer: ¿cómo resulta ello posible?

Mi experiencia es que, al menos en Santiago, existen diferencias muy amplias por sector en torno a la preponderancia y pervivibilidad de estos comercios. Hay comunas (el barrio alto en particular) donde este tipo de comercio es poco común, pero hay otros sectores donde ellos todavía tienen buena salud. En particular, hablaré a continuación de la situación en un barrio residencial de la Comuna de Santiago (al sur de la Alameda).

Si me ubico en la esquina donde vivo y camino sólo una cuadra por cada una de las cuatro direcciones me puedo encontrar con 20 negocios pequeños: 9 almacenes, 4 restaurantes, 2 panaderías, 1 botillería, 1 verdulería, 1 minisuper, 1 tienda de productos médicos alternativas, 1 cyber-café (más un OK Market que, siendo parte de una cadena, no lo cuento).  Esto en un barrio que, si bien está repleto de edificios (que pueden llegar a tener 500 departamentos cada uno), al mismo tiempo está a 3 cuadras de la Alameda y tiene 5 supermercados en las cercanías. Entonces, ¿por qué no todas esas personas simplemente compran en los supermercados? ¿Para qué van a los almacenes y similares? (que son, al final, más caros).

Algunas posibles dinámicas:

  1. Que dada la combinación de niveles de ingreso medios y medios-bajos (C2 y C3 para usar la nomenclatura usual) con departamentos relativamente pequeños no resulta viable realizar compra sólo semanalmente
  2. Que esto es aún mayor dado ciertos productos: Por ejemplo, no tiene sentido comprar el pan por la semana (y algunos de los productos para el pan tampoco, pensemos en la tan común palta)
  3. Que para la compra diaria, y dado el lugar, el almacén puede tener ventajas sobre el supermercado: Es más rápido, en particular porque varios supermercados cercanos o no tienen o tienen estacionamientos pequeños; y en más de alguna ocasión el producto no está en ese supermercado (los del centro suelen ser relativamente pequeños); o de hecho, precisamente para esos productos perecibles, el producto del supermercado es de peor calidad.
  4. Que dado el tamaño de los hogares en varios casos (muchos hogares unipersonales por ejemplo) esas ventajas se pueden acrecentar.
  5. Que incluso si esas ventajas de un pequeño negocio sobre un supermercado sólo son reales para un pequeño subgrupo de quienes viven en las cercanías, o incluso si sólo son reales para un pequeño subgrupo de las compras de quienes viven ahí; el mero tamaño de la población de las cercanías lo permite (población que además probablemente crecerá en los siguientes años, ya están construyendo un nuevo edificio de dimensiones similares a las mencionadas anteriormente en un espacio que antes estaba ocupado por casas de un piso y por estacionamientos).

En cualquier caso, que para ese modo de vida la compra en almacén puede ser algo relativamente estable, es una conclusión que parecen haber alcanzado incluso los arquitectos de la zona. Hay varios edificios que, de hecho, tienen ya incluido el espacio para negocios en su estructura.

¿A que viene esta larga descripción de lo que no son ni siquiera cuatro cuadras completas? A una lección que, de hecho, es metodológica: La cita inicial de Boccardo y Ruiz, que es producto de una macro-mirada, no da cuenta de todos los procesos. Para entender la subsistencia de estos negocios tengo que ver los procesos concretos que los permiten, y que a su vez podrían usarse para intentar explicar porqué hay sectores repletos de estos comercios y otros no (i.e el barrio alto con estructuras completamente diferentes de ingresos, de densidad, de ordenamiento para el automóvil etc.). Es a ese nivel que se producen los procesos que terminan produciendo el resultado global.

Y para mostrar de qué negocios (y de qué diversidad estamos hablando) algunas fotos:IMG_20151212_190515649IMG_20151212_190459438IMG_20151212_190449364_HDRIMG_20151212_190045369IMG_20151212_190015750

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La Evolución de la Concentración Poblacional en Chile (1865-2002)

El próximo informe de Desarrollo Humano versará sobre lo que sucede en los territorios de nuestro país (y todo lo que dice relación con centralización y esas vainas). Ahora bien, una de las dimensiones más claras del nivel de concentración de un país es lo que sucede con la población de su centro (usualmente de su capital). Tiene la ventaja además de ser un fenómeno dinámico que es distinguible de la estructura política como tal.

Para ello se usaron los resultados de población de los distintos Censos entre 1865 y 2002 para observar el peso de Santiago para el país, pero además para observar cómo se relaciona Santiago con los otros dos principales centros urbanos: Valparaíso y Concepción.

Antes de presentar los datos un pequeño acápite sobre los datos: Un tema relevante aquí es la expansión física de la ciudad, que hace que incorpore centros urbanos que anteriormente eran distintos del núcleo central. El Gran Valparaíso de la actualidad incluye Villa Alemana, pero no lo hizo siempre, y luego ¿desde cuando tiene sentido incluir Villa Alemana? Lo mejor es acercarse a las fuentes contemporáneas, aunque tenemos el problema que no todos los censos desglosan sus resultados por ciudades (por ejemplo en el sitio del INE al respecto los datos del censo de 1970 sólo están a nivel provincial). Luego, se usaron los datos del censo de 1907 (que presenta las poblaciones por ciudad de los censos anteriores), el de 1950 (que hace lo mismo para sus censos anteriores) y el de 1960 para los de su misma época. Los datos tienden a ser relativamente coherentes entre sí, así que tiene sentido usarlos para construir una serie. Para 1970 en adelante se usó  la tabla del INE que aparece en este link, que aplica la definición actual de esas ciudades, y para que esa época ya empiezan a ser realidades también. Eso sí hemos unido Viña del Mar a Valparaíso desde que ella aparece mencionada, y lo mismo con Talcahuano a Concepción -estando tan cercanos geográficamente que tenía sentido tomarlos como una sola unidad–. Además se observa que el salto de expansión de Viña (y de Talcahuano), cuando dejan de ser poblaciones pequeñas, se produce cuando se empieza a agotar la expansión de Valparaíso (y de Concepción), y ergo, estamos hablando de conurbaciones.

Todo ello genera el siguiente gráfico, y en líneas generales no debiera variar demasiado si se hubieran tomado algunas otras decisiones metodológicas:

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Podemos observar entonces que:

(1) Aunque Chile ha sido un país centralizado políticamente desde todo el período considerado su peso poblacional ha variado sustancialmente. De hecho, durante el siglo XIX no se puede decir que abrumara al resto del país (estando de hecho abajo del 10% hasta cerca de 1907). Más aún, el peso del Gran Santiago detuvo su crecimiento desde 1982 en adelante -Santiago crece, pero más o menos al ritmo del país.

(2) Claramente el siglo XIX fue una época de bi-centralismo. Valparaíso alcanzó a ser cerca del 80% de Santiago en 1875. Más aún, en toda la primera parte del siglo XIX la expansión de Valparaíso es gigantesca mientras que Santiago crece al ritmo nacional. Valparaíso en 1813 es 5317 (de acuerdo al centro de la época, el de Egaña) y en 1875 cuenta con 99.055 habitantes. Santiago pasa de alrededor de 60.000 hab (interpolación entre los datos de otros censos y recuentos que estima De Ramón en su libro sobre Historia de Santiago) en 1813  a 129.807 en 1875. O sea, se dobló mientras que Valparaíso creció casi 20 veces. El siglo XIX muestra un país con una estructura donde se distingue claramente el centro político (Santiago) del centro económico (Valparaíso), lo que es una estructura que de hecho existe en otros países: Washington-Nueva York por ejemplo, pero también Beijing con Shanghai (o la zona de Cantón), y Rusia ha sido bi-centralizada (Moscú y San Petersburgo) ya varios siglos. El centralismo político no impidió ello.

(3) Concepción siempre ha sido, durante todo este período, claramente una ciudad en tercer lugar y nunca se acercó a Santiago. Pero, también ocurre que su era una proporción más alta de Santiago a finaels del siglo XIX, volviendo al punto que el centralismo político no implicaba poblacional en esa epóca. Ahora bien, esto en general representa una disminución de su peso poblacional con relación a la Colonia y primeros años de la Independencia. No tengo datos de la ciudad pero al menos en relación con sus territorios aledaños hay datos interesantes. En los recuentos realizados por Ambrosio O’higgins en las postrimerías del siglo XVIII el Obispado de Concepción (el territorio entre el Maule y el Bío-Bío) era la mitad del Obispado de Santiago (el territorio entre Copiapó y el Maule), y esa relación no se ha vuelto a lograr. El censo de 1813 manifiesta para la zona de Concepción 17.460 personas, que es un algo menos de la tercera parte de Santiago para la época. Concepción ha sido, entonces, el más perjudicado por el centralismo político en esta medida (al menos, entre los territorios que han tenido un peso relevante durante todo el período).

(4) Ahora bien, el caso es que si Chile no era centralizado en un sólo punto en el siglo XIX, Santiago y Valparaíso son bastante cercanos, a 115 kilómetros usando la ruta 5 (la distancia interna en la conurbación del Rin-Ruhr es del orden de 130 kilometros). En la perspectiva del censo de 1907 la discusión sobre centralismo se hace no con relación a Santiago, sino en relación con Santiago-Valparaíso (es de esas ciudades y la región circundante que se dice lo que nosotros decimos ahora del Gran Santiago). En algún sentido, es la Cordillera de la Costa -que en esa zona tiene sus mayores alturas y tiene mayor peso- el que obliga a diferenciar las zonas. Si fuera un terreno plano, la zona intermedia estaría ocupada por una gran cantidad de poblaciones (es cosa de observar el valle del Maipo con sus Talagantes, Peñaflores, Melipillas etc; y lo mismo con el valle del Aconcagua) y conformarían una sola unidad. La diferencia entre Santiago y Valparaíso se basa en un hecho geográfico elemental.

(5) No deja de ser interesante que Santiago efectivamente empieza a adquirir un peso muy fuerte poblacional, y además lo va aumentando sostenidamente, durante el siglo XX. El centralismo político en sí mismo no genera presiones para concentrar toda la vida social en la capital, pero es el centralismo político unido a un Estado más activo (con mayor peso en general en la vida social) lo que lo produce: es la combinación de los factores. Uno de nuestros primeros sociólogos, desde una perspectiva más bien crítica del peso del Estado, decía lo siguiente en 1957:

Las causas de esta hipertrofia capitalina están en el centralismo egoísta de los poderes públicos, en los mayores agrados que proporciona la capital para las gentes de dinero y en forma especialísima, en la omnipotencia creciente del gobierno, que hace necesaria su proximidad para obtener las cosas más elementales, en todo género de actividades. Centralismo egoísta y socialismo de Estado: he ahí las dos causas matrices que obligan a las provincias a vaciarse en Santiago donde residen los dispensadoras de los honores, de las fortunas; donde se reparten las canongías, donde se práctica el arte de enriquecerse sin trabajar (Jorge de la Cuadra, Prolegómenos a la Sociología y bosquejo de la evolución de Chile desde 1920, 1957, Editorial Jurídica de Chile, página 136)

No deja de ser interesante, a este respecto, que Santiago haya dejado de aumentar su presencia en relación con el resto del país a partir del censo de 1982 -o sea, a partir del cambio del modelo de desarrollo. Aunque este dato puede variar en años venideros (simplemente cuando la conurbación al seguir expandiéndose incluya varios centros urbanos intermedios en sus cercanías, como ya lo hizo con otros anteriormente), no deja de ser ilustrativo. En algún sentido, se puede decir que el aumento de la crítica regionalista se basa en el hecho que efectivamente las regiones recuperan su relevancia (i.e se ha detenido el proceso de concentración en Santiago y finalizado las grandes migraciones), y ahora -en una sociedad donde el Estado, incluso en el modelo actual, tiene un peso relevante en la vida social- exigen la descentralización política.

 

 

A proposito del Transantiago

Leído en El Mercurio el domingo 9:

‘En nueve meses no sólo logro renegociar los contratos, sino también aumentar el número de buses de 5.000 a casi 6.400, incorporando más de 300 nuevos recorridos, poner en marcha viajes intercomunales (algo que no estaba en el diseño original) y disminuir los tiempos de espera, que, según cifras de la Universidad Católica, cayeron a la mitad. Pero nada ha bastado.

Estoy frustrado, ha dicho Cortázar a sus cercanos en los últimos días.

Es que como buen ingeniero, el ministro sabía que los cambios demorarían en notarse, pero no calculó que la herida en las personas era tan profunda’

En realidad, no hay demasiado misterio. Sea que un servicio desmejora abrupta y súbitamente. Sea que la mejoría es lenta y gradual. No creo que sea demasiado sorpresivo decir que nadie notará la mejoría pero que todos recordarán la caída.

Al fin y al cabo, el fenómeno en la dirección contraria es bien conocido (una rana saltara de agua hirviendo, pero si se sube gradualmente el agua la pobre se quedará hasta bueno, ¿no será necesario contar el triste final?).

Escuchado el sábado, viajando en micro

Por supuesto no me acuerdo tan bien ahora, y por cierto que el original tiene bastante más estilo que los pobres remedos de frase que escribo ahora, pero siguen siendo de interés:

‘Tengo rabia con todo esto, que nos hacen hacer transbordo… ¿Sabes porque pasa todo esto? Porque esto lo hicieron ricos, gente con plata…. Y este %6$# no paró aquí’

Sólo hacer notar que el tema de la comodidad ha estado medio desaparecido en toda la discusión sobre el Transantiago, pero no deja de ser relevante (entre las cosas que se echan de menos es lo cómodo del sistema: de tu casa a donde quieres ir en un sólo viaje).

Y por cierto, que el tema fundamental (para suerte del Gobierno) no es tanto gobierno que lo hace mal, como ‘ellos’ (los ricos, los poderosos) contra ‘nosotros’ (los pobres). En esas circunstancias, las caídas del gobierno no pueden ser aprovechadas por nadie. Lo cual indica, en todo caso, que el Gobierno no es parte de ‘nosotros’, pero -bueno- eso es relativamente evidente.

Opacidad y transparencia en la vida social.

Probablemente este sea el comentario menos relevante que hacer con respecto al Transantiago, pero de todas formas me parece a mí interesante.

Entre las innumerables cosas que se dijeron para plantear la necesidad de cambiar el sistema público de transporte en Santiago fue que era un caos. Ahora, ¿un caos para quién?

Porque el sistema no era, para nada, caótico para el usuario. En general, era un sistema navegable sin demasiado conocimiento (entre preguntas al micrero, alguna que otra suposición, la información puesta en las micros sobre donde iban y donde paraban) era posible llegar a destino incluso sin saber nada sobre el recorrido.

Para quién el sistema era caotico era para el gobierno, para el Estado. Un actor que tenía poco conocimiento sobre el sistema. Una de las declaraciones de la autoridad, días después del accidente en La Pirámide, fue que con el Transantiago se había puesto una línea en el sector. Pero de hecho, una línea de Metrobus hacía el trayecto Escuela Militar- Zona Norte y pasaba por La Pirámide. La complejidad del sistema lo hacía poco entendible para el actor externo.

El Transantiago es, en realidad, lo contrario. Bastante asible por un observador externo (se puede, de hecho, poner en un mapa el sistema completo -por complejo que sea el mapa, eso no se podía hacer con el sistema antiguo). Pero para el usuario, que lo navega, el sistema es de hecho más complejo. El hecho que, normalmente, sea necesario para hacer cualquier viaje usar transbordos, que las mciros paran donde el sistema dice que tienen que hacerlo, hace que sea necesario conocer el sistema antes de usarlo (fuera del recorrido habitual). Sin tener en la mente la totalidad del sistema es difícil pensar en las alternativas y en las posibilidades. O sea, uno no puede llegar y usarlo simplemente saliendo a la calle.

¿Tiene alguna importancia la observación anterior? Ni idea si la tiene para el Transantiago, pero la circunstancia me hizo acordarme de una observación de Ibáñez. Que uno puede distinguir sistemas que son claros para un observador externo (el Transantiago mirado desde el mapa) pero opacos para quien los actores El ejemplo de Ibáñez si mal no me acuerdo es un conjunto marchando: el orden es muy claro para quien lo mira desde fuera, pero para quien está marchando el orden general es invisible. Por otro lado, tenemos sistemas que son inentendibles para el observador externo, pero cuya lógica es perfectamente asible para los actores.

Siempre me sorprende cuando la sociología puede usarse para hacer observaciones sobre eventos reales. (Y más me sorprende que Ibáñez sea útil para algo)

Para citarle a Luciano

Y a los defensores de la construcción de baja altura (y en particular, a quienes quieren conservar a Ñuñoa como la peor de las posibles alternativas urbanas -con un carácter de suburbio). The Greenness of cities publicado recién ayer por Edward Glaesser.

Y citemos algunos de sus mejores párrafos:

New York’s biggest environmental contribution lies in the fact that less than one-third of New Yorkers drive to work. Nationwide, more than seven out of eight commuters drive. More than one-third of all the public transportation commuters in America live in the five boroughs. The absence of cars leads Matthew Kahn, in his fascinating book, “Green Cities,” to estimate that New York has by a wide margin the least gas usage per capita of all American metropolitan areas. The Department of Energy data confirm that New York State’s energy consumption is next to last in the country because of New York City.

Is there any reason beyond civic pride to care that New Yorkers are true friends of the environment? I think so. Environmental benefits are one of the many good reasons that New York should grow. When Manhattan builds up, instead ofLas Vegas building out, we are saving gas and protecting land. Every new skyscraper in Manhattan is a strike against global warming.