Desigualdad de clase, género y etnia

El argumento es bien sencillo:

La relevancia de la desigualdad de un criterio depende de los tamaños de las clases que define. Así, por ejemplo, para que una clase dominante realmente sea dominante (i.e tenga realmente acceso a muchos más recursos que los dominados) necesita ser pequeña, de otro modo se ‘diluye’ su ventaja entre muchos poseedores. Por otro lado, una clase dominada muy pequeña también puede ser muy dominada: Puede que los dominantes no adquieran muchos beneficios por su dominación, pero los dominados pueden ser claramente muy explotados.

Ahora, ¿que implica todo lo anterior? Que en muchas ocasiones la desigualdad más relevante será la de clase (dado que la clase dominante puede ser muy pequeña en esos casos). Probablemente la discriminación étnica sea la que más varía -dado que las relaciones entre dominantes y dominados son muy variadas (hay de todo tipo de situaciones en relación a la razón numérica entre dominantes y dominados). En el caso de género, la discriminación hombre / mujer (donde tanto los dominantes como los dominados son muy extensos) probablemente no produzca muchas desigualdades, y que claramente las restantes orientaciones sean donde se concentre la discriminación.

En cualquier caso, y esto es algo que sólo recientemente he empezado a pensar, los aspectos meramente cuantitativos de la vida social (la pregunta casi no sociológica de cuantas personas hay en un grupo y su relación con otros) no dejan de tener relevancia

Pobreza y Educación

Leyendo a propósito de un tema absolutamente sin relación con el título de este tema (leyendo sobre cómo realizar Event-History Analysis) me encontré en un texto introductorio con lo siguiente:

For example, it is well known that people with higher educational attainment have a lower probability to become poor (e.g., receive social assistance); but at the same time, educational attainment obviously has no significant effect on the probability to get out of poverty (see, e.g., Leisering and Leibfried 1998; Leisering and Walker 1998; Zwick 1998). This means that the causal variable educational attainment influences the poverty process in a specific way: it decreases the likelihood of inflows into poverty and it has no impact on the likelihood of outflows from poverty. (Hans-Peter Blossfeld, Katrin Golsch, Götz Rohwer, Event History Analysis with Stata, Lawrence Erlbaum, New York, 2007, página 6)

Todavía no tengo muy claro que hacer con esto. Pero me pareció interesante

La falacia de la inconmensurabilidad

Entre las ideas que la discusión epistemológica de los ’70 (*) legó a las ciencias sociales posteriores, o que al menos uno escucha en repetidas ocasiones, es la idea que los diversos paradigmas (no siempre se usa esa palabra en el debate, pero para los propósitos de esta entrada, esa será la que usaremos) son inconmensurables entre sí. O al menos, dado que no hay forma de dirimir una discusión entre diferentes paradigmas usando algún criterio general, abstracto y válido para todas ellas, entonces no hay forma de dirimir una discusión. Cada paradigma es aislado entre sí. Esto se transforma usualmente en una visión sociologizante: cada comunidad epistémica tiene sus propios parámetros, y no hay una conocimiento o reglas extra-comunitarias que puedan comparar paradigmas.

El problema es que todo ello podrá ser muy buena epistemología, pero no es muy buena sociología. Y si vas a basar tus ideas epistemológicas en teorías que se basan en comunidades; entonces, resulta necesario tener una buena teoría de las comunidades.

Y el caso es que las comunidades pueden no ser tan cerradas, y pueden tener límites algo difusos. Y en esas condiciones el ‘cierre epistémico’ no puede funcionar, porque las comunidades no necesariamente operan de manera cerrada. De hecho, la asociación que se hace entre paradigmas y lenguaje nos permite observar otro problema: Para traducir entre un lenguaje y otro (entre una teoría y otra) nunca ha sido necesario contar con un lenguaje universal (un conjunto de reglas universales que permita comparar entre teorías). Por lo tanto, el refutar la existencia de un lenguaje universal (i.e una metodología general para evaluar diversas teorías) no implica refutar que se pueda traducir. Traducir se hace, y al fin y al cabo, resulta necesario. Y por muy traditore que sean los traduttore, efectivamente funcionan.

Si la idea de inconmensurabilidad fue una cierta forma de giro sociológico en la epistemología, entonces también se habría requerido una buena sociología.

(*) No deja de ser necesario mencionar que los autores que uno muchas veces escucha sobre epistemología son finalmente autores que representan el estado de la discusión en los ’70: Kuhn, Lakatos, Feyerabend, Rorty etc. Al parecer, las ciencias sociales se desconectaron del tema hace 30-40 años o efectivamente no pasó mucho después de esos años. Algo me dice que es más bien lo primero.

Un par de equivocaciones teóricas: Progreso, determinismo y contingencia.

Leyendo un comentario acerca de la importancia de la guerra y el conflicto en el libro de Joas and Knöbl, Social Theory: Twenty Lectures, surgieron en mi pobre cabecita algunas ideas.

La primera es que definitivamente si vamos a usar la palabra progreso es necesario quitarle toda resabio de carácter moral. Los autores para mostrar que no se puede analizar la historia como progreso, mencionan la importancia (constante y no disminuida) de los conflictos bélicos. Claramente no habría progreso si la guerra todavía fuera importante.

Pero si hay un aspecto de la vida social donde hay progreso es en los asuntos bélicos. Digamos que una legión romana no tendría ninguna oportunidad contra una brigada napoleónica, y lo mismo ocurre si enfrentamos a esa brigada con una fuera contemporánea. Si alguien dice, ‘pero un ejército moderno puede ser derrotado por una guerrilla, que es tecnológicamente inferior’, eso es correcto; pero la comparación debe ser igual con igual: Ejércitos formales contra ejércitos formales, guerrillas contra guerrillas. Al interior de cada comparación probablemente encontraremos progreso. Si progreso simplemente se refiere a un avance lineal en una trayectoria dada, entonces si, podemos encontrarlo.

Con lo cual pasamos al segundo de los puntos que quería discutir. Otra de las conclusiones que extraen de la importancia de los conflictos armados es sobre la importancia de la contingencia. Siendo relevantes las guerras, y no siendo predecible el lado victorioso, entonces claramente la contingencia y no la necesidad es relevante.

Lo cual puede ser correcto pero a condición de entenderlo en un nivel específico. Porque si bien puede ser muy contingente lo relativo al resultado de los conflictos, al nivel de mecanismos encontramos mayor determinismo. Una carga de caballería contra una posición defensiva preparada era difícil a principios del siglo XIX y prácticamente suicida a principios del siglo XX. Contar con mejores comunicaciones que permitan reacciones más rápidas es usualmente una ventaja. Y así con muchas otras cosas (aunque claramente los mecanismos en operación son más específicos que la simple descripción dada anteriormente). Pero nos sirve para ilustrar un punto de importancia general: En nuestro apuro por desechar el determinismo de las grandes narrativas, no nos hemos percatado de su importancia en otros niveles de análisis.

De la (nula) importancia de la epistemología

Entre las innumerables características de las ciencias sociales que en realidad no es mucho sentido que tienen esta nuestra inveterada costumbre de aplicar a una discusión teórica elementos epistemológicas: Esta teoría no sirve (o al revés, es de lo más mejor) porque no está de acuerdo (o cumple) con tales características básicas de la epistemología contemporánea. La teoría de sistemas en su versión luhmanniana es una de ellas (pero no es la única): es la gran alternativa para las ciencias sociales actuales porque está de acuerdo con lo más avanzado de la epistemología.

Ahora, en realidad uno debiera usar una perspectiva distinta: Las teorías no son más o menos buenas dependiendo de sus características epistemológicas. La epistemología puede ser un campo interesante de estudio, pero no sirve para guiar el desarrollo de una ciencia (y si uno quiere, tiene abundante fundamento epistemológico para defender la idea que no se debiera tomar en cuenta lo que dice la epistemología a la hora de investigar, Rorty y Feyerabend dixit). Lo que sí puede guiar el desarrollo teórico es lo que ‘sirve’, en otras palabras aquello que tiene éxitos como perspectiva.

Al fin y al cabo, en medio de visiones sobre la ciencia que exigían explicarlo todo de acuerdo a conceptos mecanicistas, apareció la teoría de gravedad newtoniana. Una teoría que desde una perspectiva mecanicista es un escándalo (tiene acción a distancia, algo que simplemente no debiera ocurrir si uno cree que todo se explica mediante mecanismos). De hecho, fue uno de los problemas en la adopción de la teoría: ¿cuál es la causa de la gravedad? Pero, en última instancia, el hecho que la teoría ‘funcionaba’, y tenía muchos éxitos a su haber, contó más que cualquier debilidad epistemológica.

Teorías que pueden ser horribles epistemológicamente, tener millones de problemas, y no ser suficientemente coherentes y completos de todas formas pueden ser buenas teorías: En tanto expliquen alguna cosa.

Acerca de la existencia de leyes en las ciencias sociales

La idea de establecer leyes en las ciencias sociales se ha batido en retirada de manera sistemática desde que las visiones positivistas perdieron credibilidad. Sin embargo, ambos movimientos no necesariamente debieran ir de la mano. Lo que desarrollaremos a continuación es un argumento que muestra que cada una de las críticas a la idea de leyes apuntó a criticar una forma de establecer leyes, pero que subsisten afirmaciones nomotéticas (para usar esa nomenclatura) en cada una de ellas –de hecho, usan una gran cantidad de ellas. En otras palabras, es posible una concepción no positivista de la idea de ley en ciencias sociales.

Primero veamos el argumento desde el significado: No es posible establecer leyes en las ciencias sociales porque las entidades de las que hablan estas ciencias son entidades que dependen de los significados de los actores. En un mundo social formado por significados, los significados no pueden ser entendidos por leyes causales. No podemos crear leyes cuando los conceptos son específicos a sociedades particulares (i.e no hay leyes de soberanía cuando la soberanía es un concepto específico a ciertas prácticas y sociedades).

Y sin embargo, podemos ver que esa argumentación, finalmente, usa varias afirmaciones que son nomotéticas (y universales): Al fin y al cabo, depende de la idea que los grupos sociales crean significados que están insertos en las prácticas sociales. También se usa la idea que los significados no son universales sino específicos a los grupos y prácticas. En otras palabras, dependen de una teoría de generación social de significado.

Esto implica una forma distinta de pensar en que consiste una ley social. Podemos trasladar la idea de ley desde una que aplica en los resultados de significados (por ejemplo, que usa como elementos los significados producidos en una sociedad) a una idea en que una ley trata sobre los procesos de construcción de significado (que establece las condiciones en que se produce significado, o en que el proceso es más lento o más rápido, más extenso o menos estable etc.). De esta forma, podemos establecer formulaciones de leyes que son compatibles con la afirmación que los significados sociales son constitutivos de lo social.

Segundo observemos el argumento histórico: No es posible establecer leyes en las ciencias sociales porque las entidades que hablan estas ciencias son históricamente ubicadas y específicas: las instituciones y estructuras son siempre cambiantes: no existe tal cosa como la ‘familia’, porque cambia fundamentalmente dentro de cada sociedad. No pueden existir leyes generales porque cualquier generalización que realicemos puede ser rota por el proceso social (mediante una ‘invención’). Pensemos en la defensa que hace Wallerstein de la idea de ciencias sociales históricas. Pero en el análisis aparecen, al fin y al cabo, leyes generales:

‘Conversely, a capitalist system cannot exist within any framework except that of a world economy. We shall see that a capitalist system requires a very special relationship between economic producers and the holders of political power. If the latter are too strong, as in a world-empire, their interests will override those of the economic producers, and the endless accumulation of capital will cease to be a priority’ (Wallerstein, World-Systems Analysis: An introduction, Duke University Press, 2004: 24)

Primero, aparece afirmación de perfecto carácter de ley (a capitalist system cannot exist…) argumentada generalmente. Se podría retrucar que esa ‘ley’ no es suficientemente histórica: ¿Y si el proceso social inventara una forma de hacer compatible el capitalismo con un imperio-mundo? Entonces la afirmación ‘universal’ se mostraría como una generalización histórica. Pero eso olvidaría que ahora necesitaríamos otro argumento general, que diera cuenta de en qué circunstancias un imperio-mundo es compatible con el capitalismo

Segundo, y más fundamental, detrás de ese argumento hay toda una serie de cuestiones generales (acerca dela organización de intereses por ejemplo). Las que podrían ser respondidas por leyes generales, y que de hecho para poder ser ‘dadas por supuestas’ requieren ser generales.

En otras palabras, podemos asumir la historicidad de los procesos sociales y pensar en leyes generales, con tal que nuevamente nos centremos en procesos sociales (y no en las instituciones o situaciones concretas). El argumento histórico, además, nos hace ver que las leyes generales tienen que operar en un campo general de abstracción.

Después de examinar los argumentos contra la existencia de leyes, podemos darnos cuenta que lo que hacen más bien es criticar la existencia de leyes en niveles más concretos de la vida social. Sin embargo, en ambos casos, de hecho, requieren y usan generalizaciones y regularidades. Sólo que de otro nivel y tipo: Pasando de generalizaciones de resultados a generalizaciones de procesos podemos dar cuenta del carácter subjetivo e histórico y al mismo tiempo tener regularidades generales.

De la utilidad de la formalización en Sociología

Los argumentos formales suelen ser lateros, no siempre avanzan sustantivamente las cosas y, en general, resultan más difíciles de hacer que los argumentos (y afirmaciones) informales que normalmente hacemos en Sociología.Pero tienen una gran ventaja, que creo es decisiva. Evitan este tipo de cosas:

En el transcurso de criticar al utilitarianismo y a los intentos de esas aproximaciones de explicar el altruismo, Hans Joas y Wolfgang Kobl en ‘Social Theory. Twenty Introductory Lectures’ dicen lo siguiente a propósito del altruismo en biología

The answer that theses scholars came up was structured in almos identical way, in that they believed it possible to affirm that such altruistic behavior always aries in cases where it increases the ‘reproductive fitness’ of the species, at least in the long term. Once again, altruism was ‘elegantly’ traced back to genetic egotism. None of this is terribly persuasive’ (página 105)

Ahora, como parte de las diferencias es que los biólogos formalizaron el argumento en un modelo, resulta que es completamente irrelevante si a alguien le parece ‘terriblemente persuasivo’. El argumento funciona y está bien contruido (y en general, los términos están relativamente bien definidos así que no es necesario poner reproductive fitness entre comillas), y obtiene como consecuencia la conclusión. Si quiero criticarlo tengo que hacer algo más que simplemente decir ‘none of this is terribly persuasive’, necesito demostrar que el argumento no funciona (i.e que sus premisas son malas, que las conexiones no están suficientemente bien hecha) o mostrar empíricamente que no es el caso (bueno, sucede que en tal y tal especie…).

Pero, claro está, eso implica trabajar de verdad al desarrollar teoría y no sencillamente quedarse en el ‘me parece que…’.

El extraño caso de la influencia de Luhmann en la sociología chilena

¿Por qué Luhmann se transformó en Chile en uno de los principales teóricos? (es cosa de revisar programas, por ejemplo, los de doctorado, para observar su influencia). Al fin y al cabo, no es cierto que sea extremadamente influyente de manera universal.

Lo que vuelve aun más extraño el tema es que su teoría no tiene, que yo sepa, ningún ‘éxito’ explicativo o descriptivo relevante. De casi todos los otros teóricos se puede decir que iluminaron un aspecto de la vida social o que entregaron una respuesta interesante sobre un problema -que permitió avanzar nuestra comprensión de lo social.

Del funcionalismo, bien podemos decir que -equivocadas y todo- las ideas de Merton sobre anomia o sobre sociología de ciencia permitieron comprender mejor ciertos aspectos de la vida social. Incluso de Habermas se puede plantear que sus disquisiciones permitieron avanzar en la comprensión de la esfera pública. En el caso de Bourdieu, incluso cuando se lo declara obsoleto, sería difícil negar que La Distinción representó un aporte a todo el campo de la sociología de la cultura y la del consumo. Y así uno podría seguir con otros teóricos y tradiciones.

Pero en el caso luhmanniano, ¿que parte del análisis vida social ha recibido un aporte sustancial de esa teoría? A veces tengo la impresión que el asunto se reduce a una simple (bueno, compleja) redescripción de temáticas y dimensiones.

La interacción social como unidad social elemental (II) Disolviendo el problema agente-estructura

A continuación observaremos que la elección de la interacción como unidad básica permite además disolver algunas disyuntivas clásicas de la sociología. En particular, nos permite resolver el problema de la relación actor y estructura. Tradicionalmente hemos tenido teorías que enfatizan o al actor o a la estructura, llegando a plantear en el extremo que, por ejemplo, sólo los individuos existen (y que las estructuras no tienen capacidad causal aparte). La búsqueda de una forma de superar la dicotomía, y entender que la vida social es al mismo tiempo un producto de la acción de los actores, pero donde existen estructuras establecidas ha sido una constante en la teoría social en las últimas décadas (Giddens, 1984; Alexander, 1988; Bourdieu, 1990; Archer, 1995).

Pero no se puede plantear que estos esfuerzos hayan sido un éxito. En el caso de Giddens y Bourdieu se puede observar que aunque sus orientaciones son muy similares, se les acusa de los problemas contrarios (Van den Berg, 1998). En ambos casos tenemos la idea que los actores generan acciones usando una estructura, que al mismo tiempo permite y limita sus acciones. Pero en el caso de Giddens se lo critica porque ‘elimina’ la estructura al establecer que las reglas están en las personas. Y en el caso de Bourdieu la critica es que ‘elimina’ el actor que sólo reproduciría su habitus (King, 2000). Más allá de lo útil o certero de las críticas, el caso es que no logran superar la dicotomía, al ser fácilmente reducibles a una perspectiva.

En el caso de Alexander (1988) la situación es incluso más sencilla: La solución del problema se reduce a reconocer que existe agencia y que existe estructura. Pero una teoría debiera especificar las formas de su relación.

Archer (1995) enfatiza la necesidad de separar la estructura y los actores, para poder así entender su relación. La estructura es algo que existe antes de los actores, es un efecto de las acciones de actores pasadas, pero que afecta la situación presente, por ejemplo la estructura demográfica. Pero si esto es cierto, entonces estamos convirtiendo en un gran problema conceptual algo que, si bien implica cadenas causales largas, no implica ningún misterio o problema conceptual al respecto (Healy, 1998): actores tomaron una acción X que tuvo consecuencias Y que afecta otras acciones X’. Siendo cíclico, de hecho podemos plantear la relación como hay una situación Y donde actores hicieron X que generó una situación Y’. La estructura tendría una capacidad causal separada, pero al mismo tiempo alguien podría decir que es sólo el agregado de decisiones de actores individuales, y el hecho que sean actores pasados no es relevante, sólo quiere decir que las consecuencias de las acciones.

En otras palabras, podemos observar que cuando partimos del actor o de la estructura, tendemos a crear un problema conceptual misterioso, difícil de resolver. Cuando partimos de la interacción el problema sencillamente desaparece. Supongamos el caso más simple de una diada. En este caso, es claro que hay actores y que toman decisiones. Del mismo modo, para cada actor es cierto también que no puede tomar cualquier determinación: alter representa un límite. Y recordemos que la intuición más básica de la estructura, que ya proviene de Durkheim, es precisamente la de un actor que se encuentra con límites puestos por otros actores. En otras palabras, en la situación de interacción tenemos –al mismo tiempo- agencia y estructura.

Más aún, todas las otras interacciones en que el actor no participa constituyen y crean una estructura que afecta mis decisiones (siendo al mismo tiempo resultado de decisiones de actores). Cómo se relacionan los actores afecta, por ejemplo, la posibilidad de difusión de innovaciones, y ese es un efecto estrictamente estructural, que proviene de una característica de la estructura de interacciones; pero que al mismo tiempo es generada por las distintas interacciones. ‘The main point is that we do not need dualism (and some form of reification) to explain that actors face real people and other environmental features they did not choose and design’ (Dépelteau, 2008, pág. 65). Pensar en actor y estructura mistifica una situación que cuando pensamos en las interacciones aparece como algo muy sencillo y que no representa mayor problema.

Si pensar la interacción como el hecho social básico nos permite superar el problema de la agencia y la estructura, eso representa una ventaja suficiente de ese enfoque.

La interacción social como unidad social elemental (I)

Una de los primeros temas de una teoría social, independiente de cuál es su elección de pregunta, es ¿cuál es la unidad básica de la vida social? Aunque no se plantee de manera explícita, siempre se elige alguna unidad de análisis a partir de la cual se construye la teoría.

En la teoría social existen múltiples alternativas al respecto. Una unidad muy tradicional es la de acción social, esto a su vez se relaciona con la idea que las personas son el elemento básico de la vida social (Weber, 1964 [1920]; Parsons, 1949; Schutz & Luckmann, 1977 [1973]) . Otra unidad es una interacción, la relación entre ego y alter (Parsons, 1951; Coleman, 1990), dentro de esta lógica también podemos incluir la comunicación como unidad básica (Luhmann, 1995 [1984]). Otros teóricos prefieren partir de una unidad social ya constituida, ya sea esta una práctica o una comunidad concreta (Bourdieu, 1990; Giddens, 1984; White, 2008)

Cómo se puede observar de la anterior revisión la elección de unidad básica y las soluciones teóricas no tienen una relación necesaria. La teoría de James Coleman (1990) basa su teoría es una perspectiva de acción racional comprometido con el individualismo metodológico, pero la unidad básica que intenta explicar son interacciones: intercambios, negociaciones etc. De hecho, la discusión inicial de derechos está pensada para entender intercambios y traspasos de derechos entre actores. Se usa un modelo de explicación individual, pero la unidad básica a explicar es una interacción.

La segunda observación es que, a pesar de todas las diferencias, en realidad la interacción es la propuesta más común de unidad básica de la vida social. En el resto de la sección defenderemos que las otras alternativas propuestas –acción o una estructura social ya constituida- resultan insuficientes.

Luhmann (1995 [1984]) ha desarrollado algunos de los argumentos más claros para criticar la idea que la acción pueda ser la unidad básica de la vida social. Del mismo modo, se ha criticado la idea que la persona o el individuo tenga una primacía como unidad analítica (Burt, 1992, págs. 181-194)y que representan una modalidad de elemento más básico de la vida social (White, 2008).

Pero quizás sea más efectivo hacer notar que los objetivos teóricos de hacer esa elección se pueden lograr del mismo modo usando la interacción como unidad básica. Si defendemos la acción como unidad básica porque el actor es previo a la sociedad, o defendemos alguna versión de individualismo metodológico, el ejemplo de Coleman es suficiente para mostrar que todas esas decisiones son compatibles con usar interacción como elemento básico. Por otro lado, la interacción no tiene los problemas que usar la acción como unidad básica tiene.

En relación a la elección de una estructura social ya dada, parte importante del impulso de estas ideas es evitar los problemas que trae pensar en un actor constituido no socialmente, y que todos los seres humanos siempre aparecen en comunidades ya existentes. Bajo esta perspectiva, una preocupación por una unidad básica aparece como similar a la tradición del contrato social en su intento de explicar un presunto y mítico nacimiento de lo social a partir de una situación pre-social Se argumenta que la situación pre-social no ha existido nunca y es en principio impensable. Más aún, se defiende la idea que hay diferentes niveles en la vida social y que esos niveles no son reducibles unos a otros –por lo tanto la interacción no puede tener prioridad como explicación, las explicaciones no son solo de abajo hacia arriba, y bien pueden explicarse por procesos recursivos en su propio nivel. Además, lo que parece realmente interesante de explicar son los patrones de esas estructuras: ‘Hence, the task of sociology can be seen as that of analyzing the logic and consequences of social rule systems’(Klüver, 2000, pág. 1)

En este punto, uno puede recordar nuevamente que elegir la interacción resulta compatible con esas preocupaciones teóricas y conceptuales. Parsons explica la solución de la doble contingencia a través de un elemento social previo –el compartir valores-, y por lo tanto, independiente de lo que se opine de su solución, nos muestra que elegir interacción como unidad elemental no implica una visión individual o reduccionista de lo social. El caso de Luhmann también nos muestra que elegir una interacción (la comunicación) como elemento básico no obsta para dedicarse a hablar de sistemas sociales, y que elegir interacción no es elegir necesariamente lo que sucede en ‘grupos pequeños’[1]. En otras palabras, uno puede elegir la interacción como elemento básico y todavía mantenerse dentro de explicaciones de orden sistémico o de niveles superiores.

En resumen, podemos ver que todos los objetivos analíticos que están detrás de las restantes elecciones pueden ser logrados al interior de la elección de la interacción como elemento básico de la vida social. En este sentido, la interacción representa la más flexible de las posiciones, y la que menos presuposiciones compromete. Si bien lo anterior puede verse como una ventaja, también permite observaciones críticas: Puede que la interacción resulte compatible con todas las perspectivas teóricas sencillamente porque no aporta demasiado, y no resuelve ninguna de las preguntas y dilemas básicos (que es lo que haremos en el siguiente post)

[1] En la terminología de Luhmann(1995 [1984]), de hecho interacción es usada como sinónimo de interacciones en grupos pequeños, pero aquí preferimos usar interacción de manera más general y como atribuible a cualquier nivel de actor y a cualquier modalidad de interacción. Luhmann usa comunicación para referirse a la forma más general, y por lo tanto resulta útil distinguir interacción para referirse a una modalidad concreta. Pero esa solución a su vez eso implica limitar las interacciones a mediaciones de sentido –un tema en el cual todavía no queremos entrar. En este sentido, sería útil contar con una palabra distinta que interacción que se refiriera a la modalidad más general y abstracta