La persistencia de la ideología de la acción racional

Si hay una teoría que se ha mantenido desde el inicio de la investigación social, y que aparece en múltiples contextos más allá de sus cultores, es la acción racional instrumental. Al mismo tiempo, si hay una teoría que ha sido permanentemente criticada y que es manifiestamente inadecuada a primera vista, es la misma teoría anterior.

Puede parecer injusto declarar manifiestamente incorrecta a esta teoría. ¿No se puede plantear que no hay otras teorías que se han equivocado de forma sustancial? ¿No se puede plantear que con esta perspectiva se han descubierto resultados relevantes? Ambas cosas son ciertas, pero al mismo tiempo es correcto plantear su manifiesta incorrección. Y esto porque sabemos que su postulado central es falso y su falsedad es directamente observable: el que la acción humana sea instrumental. Es claro que existen acciones instrumentales, pero ella no cubre toda la acción, y de hecho bien se puede dudar que esa teoría de cuenta de las acciones racionales (Bourdieu es un buen ejemplo de este último planteamiento, y más allá de su corrección, baste para instalar la duda). Para calibrar lo anterior es útil mencionar que la mera preferencia, que quizás se pudiera dar por descontada en la acción, no es equivalente a la acción instrumental. Todo el instrumental analítico que usa este modelo avanza mucho más allá de lo que permite la sola preferencia.

Ahora bien, ninguna de las defensas usuales de esta teoría de hecho resuelve ese problema. La idea que lo adecuado del postulado se defiende en los resultados (Friedman) es insuficiente porque en este caso el postulado es directamente observable. La idea que es un tipo de acción más basal que otros, que otras acciones -como la altruista- se fundamentan en la existencia de acciones instrumentales (Elster) también resulta insuficiente porque la acción instrumental no da cuenta de sus propios fundamentos, por ejemplo desde donde aparecen las categorías de objetos sobre las cuales establece acciones instrumentales. La idea que es la única teoría posible por la necesidad de una aproximación individual olvida la existencia de múltiples otras teorías de la acción y el hecho básico que si quiero estudiar la acción individual entonces no estaría de más usar modelos sicológicos de la acción. La idea que la explicación racional es preferible porque es una explicación final, no se requiere mayor elucidación si explicamos una conducta porque es racional, no funciona porque no es evidente -más allá del sentido común- porque la acción racional es auto-explicativa, y porque sigue quedando abierta la pregunta de cómo el actor alcanza la conclusión de que determinada acción es racional (la verdad no es evidente al fin y al cabo). La idea que la acción racional es usable porque las desviaciones de la racionalidad son aleatorias y se cancelan (Goldthorpe) no resiste puntualizar que hay muchas formas de generar patrones que no pasan por la acción instrumental. La idea que esta perspectiva es superior porque ha sido más fructífera como fuente de explicaciones (Becker) se enfrenta al problema que toda acción puede ser observada como racional y muchas veces no contamos con otra evidencia de las referencias que la propia conducta, con lo cual la explicación se reduce a una mera tautología. Nuevamente todo ello no quiere decir que con estas herramientas no se haya producido conocimiento valioso, pero claramente no es una aproximación que resulte suficiente.

El mero hecho que la explicación racional sea parte del sentido común debiera levantar algunas sospechas. Toda la argumentación sobre la prioridad de los conceptos de los actores aplica a las categorías, no a las explicaciones; por lo que no es válida como una posible defensa de esta teoría su conexión con el sentido común. El hecho que sea parte de este sentido tampoco implica que esté equivocada.

 

La coexistencia entre esta permanencia y la visible inadecuación indica que es una pregunta sociológica interesante preguntarse por este hábito del pensamiento que este tipo de teoría. Para responderla quizás es útil observar los límites que tiene la acción racional.

Un primer límite dice relación con sus condiciones de posibilidad. Por ejemplo, que para tener una acción racional requiero una teoría del mundo, establecer las categorías de ese mundo y como ellas se asocian entre sí. Este es un límite que es fácil pasar por alto dado que a menos que se presenten problemas esa teoría es simplemente asumida y usada por el actor.

Un segundo límite lo constituye lo que no se considera instrumental, lo que es un objetivo en sí mismo -ya sean acciones, relaciones u objetos-. Este límite es relevante porque es un límite que sí es notado por el actor, y porque está asociado a demandas éticas básicas: No tratar al prójimo como instrumento por ejemplo. Esto último resulta crucial.

La operación de los sistemas sociales, y en particular del capitalismo, implica despersonalizar las relaciones y tratar a los otros -y pensar que uno es tratado por los demás- instrumentalmente. Eso es algo que ya sabía Adam Smith y se repite en las teorías actuales. El transformar la acción instrumental en sentido común no es tan sólo una forma en que la persona se acostumbra a actuar en esas arenas, en las cuales se presupone esa aproximación. Es además una forma de neutralizar la intuición ética que no se puede tratar a los otros como instrumentos ni uno puede pensar su propia vida como instrumento.

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