Consumo y Producción en el Siglo XXI

La pregunta por el futuro del trabajo, y en particular por el futuro del trabajo humano, no ha dejado de plantearse en la conversación cotidiana y académica por un buen tiempo (hablar del ‘fin de trabajo’ no es cantinela nueva). Frente a una (nueva) irrupción de las máquinas y frente al avance de la automatización es posible plantearse un escenario en que para todos los trabajos una máquina (una inteligencia artificial, un autómata) sea más productivo que un ser humano, y luego ¿cómo podrían conseguir trabajo los seres humanos? Al revés que en ocasiones anteriores, se diría, en que los seres humanos desplazados por las máquinas se dirigían a otros trabajos, no existiría trabajo alguno donde no pudiera darse ese desplazamiento (incluso el trabajo intelectual pueden ser desplazados, cuando tenemos IAs que pueden descubrir leyes científicas por su cuenta por ejemplo, y todo podría ser reemplazado por un algoritmo).

Siendo un debate antiguo la respuesta estándar también tiene larga tradición: Que esos augurios nunca han funcionado, y los seres humanos encontrarán su nicho de trabajo en algún lugar. De hecho es plausible pensar en algunos de esos otros nichos. Servicios personales u otras actividades (como deportes) en que preferimos que sean seres humanos las que las realizan (ver deporte es ver un ser humano realizar una actividad que para seres humanos es difícil, no una actividad realizada de la forma más eficiente o mejor -vemos a personas correr aun cuando claramente si fuera por ver seres veloces otros serían nuestras preferencias). Del mismo modo, cualquier participante de un reality no hace ninguna otra actividad que presentarse a sí mismo, y bien puede vivir de ello (y luego de hecho realiza un trabajo).

Ahora más allá de lo que suceda en el mundo de la producción, hay un elemento en que, de hecho, las personas no parecen haber sido sustituidas (ni parece existir proceso alguno que lleve a eso): El consumo. Puede que para producir Ipad no se requiera ser humano alguno (desde la fábrica hasta el marketing) pero para comprar y consumir uno sí parece requerirse. El mundo puede no requerirnos como productores pero sí definitivamente nos requiere como consumidores.

De hecho, no hay que olvidar los diversos espacios a los que accedemos actualmente debido a la promesa de ser consumidores (i.e cuando se dice que para una determinada empresa nosotros somos el producto, lo que es vendido es nuestra supuesta capacidad de consumo). O incluso, en marketing no deja de haber ocurrido en algunas ocasiones, en que la capacidad por la cual empresas están dispuestas a pagar es, precisamente, la capacidad de producir consumos en otros.  Nuestra capacidad para consumir y producir consumo bien puede terminar siendo una ventaja comparativa de las personas en un escenario de este tipo.

Un mundo de consumidores que no producen (y de productores que no consumen) resulta un mundo muy distinto al actual. Y bien puede ser que, por ser tan distinto, no sea un mundo efectivamente posible (porque no hay forma de pasar del mundo contemporáneo real a ese mundo). Sea cual sea el caso, es un proceso a observar, en la forma en que aparece el individuo como productor y como consumidor se juega parte de lo que serán las sociedades en este siglo.

NOTA: Plantear que una de las razones por las cuales el desplazamiento total no resulta posible es porque las personas de todas formas tienen que conseguir trabajo porque de otro modo no tienen ingresos no afecta el debate. Porque esa necesidad sólo implicaría una marginalización de todos aquellos que, al no tener otra forma, tendrían que participar de procesos productivos ineficientes (en vez de los completamente automatizados). Que es de hecho lo que ya ocurre en la actualidad en relación a aquellos ámbitos donde ya se dio ese desplazamiento (por ejemplo, buena parte de la producción agrícola mundial no se realiza bajo los cánones de los procesos de mayor productividad y que requieren poca fuerza de trabajo).

Por otro lado, es la mantención de esa regla (la forma de obtener ingresos a través del trabajo) es parte del tema a discusión; ¿Qué pasa con ella cuando aumenta progresivamente el número de ocupaciones en los cuales no es necesario ocupar personas? Por cierto que no tiene sentido pensar en un funcionalismo sencillo que implicaría que “una vez siendo innecesaria, la regla desaparecería”, porque bien pudiera mantenerse -y al mantenerse- afectar los posibles movimientos sociales como tales (y por lo tanto terminar produciendo una forma de vida social en la cual la regla todavía es ‘funcional’).

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