¿Por qué los individualismos sociológicos huyen de la sicología?

Una característica recurrente de los individualismos metodológicos en ciencias sociales (se repite desde Popper en La Miseria del Historicismo, caracteriza a buena parte del rational choice, y más recientemente al modelo DBO -desires, beliefs and opportunities- de Hëdstrom, Dissecting the Social, 2005) es un rechazo a basar sus ideas en el conocimiento de la sicología- Lo cual no deja, en primera instancia, de resultar algo extraño: si uno va a basar sus explicaciones de la sociedad en el individuo, no estará de más, uno pensaría, en conocer lo que una disciplina centrada en analizar a dicho individuo dice al respecto. En algún sentido, la tendencia es ‘clásica’, Weber discute buena parte de sus ideas, en particular por ejemplo en La Ética Protestante, en relación a lo que es significativo sicológicamente, pero en general no cita ni se refiere a la sicología de su época.

El rechazo a la sicología es algo que caracteriza, en cierto sentido, a buena parte de la sociología; pero ello es relativamente esperable en aproximaciones que enfatizan dimensiones estructurales o sistémicas. Pero en las que dicen, y plantean en todos los momentos que es la única forma científica de hacer las cosas, que el centro es el individuo en realidad resulta llamativo.

La tendencia mencionada, en todo caso, es recurrente pero no todos los autores caen en ello, Raymond Boudon (Le Juste et le Vrai, 1995, por ejemplo, pero casi cualquiera de sus obras sirve) basa buena parte de sus ideas de explicación cognitivista de las acciones y las creencias en, al menos, una discusión con la sicología cognitiva -aunque sea para realizar varias críticas, pero nadie negará que se ubica y plantea la relevancia de esos temas.

Hay diversos argumentos para defender esa ausencia: El de Popper que la sicología es una de las ciencias sociales, y por ello no puede ser la base; el bastante más común que para los propósitos de las ciencias sociales resulta necesario la reducción al individuo, pero basta con un modelo relativamente sencillo y básico de ese átomo para la explicación: No nos interesan las complejidades de ese nivel sino precisamente explorar las complejidades al nivel social. Y sin embargo, ningún argumento resulta plenamente convincente. Al fin y al cabo, toda explicación individual se basa en atribuirle al individuo ciertos atributos, y ¿no debiera ser el conocimiento sicológico el que nos debiera informar sobre esos atributos? Si vamos a decir que, por ejemplo, los individuos tienen creencias sobre las cosas, ¿no debiera entonces lo que sabemos sobre cómo se generan esas creencias de alguna utilidad? Puede que la sicología fuera sólo una ciencia social, y que las cosas que ella dice dependan de factores sociales, pero cuando los atributos de la entidad que es la piedra de toque de las explicaciones propuestas son la materia de estudio de ella, al menos una revisión de ese conocimiento parece útil.

En cierta medida, el rechazo a la sicología tiene como base el que si se toma el conocimiento sicológico como parte integrante de una buena explicación individualista entonces se desarman las pretensiones del individualismo metodológico.

Pensemos el argumento que para las ciencias sociales basta con un modelo básico, casi de sentido común (es que lo plantea Hëdstrom de hecho), del individuo. Como argumento pragmático funciona: casi nunca exigimos en una explicación reduccionista que se llegue al final, y en alguna parte hay que detenerse-, pero si es pragmático no es de principio. Puede que para un determinado estudio no sea necesario ni útil hacer la reducción: Se pueden hacer múltiples aportes a la biología sin preocuparse de los fundamentos físicos y químicos. Pero, al mismo tiempo, sin ser necesario tampoco tiene sentido excluirlo por principio: se puede avanzar en la comprensión de muchos procesos biológicos si uno hace esa reducción (por ejemplo, ver la exposición de Nick Lane, Life Ascending, 2009, sobre fotosíntesis, para darse cuenta que saber de electrones, de cómo se componen ciertas moléculas etc. resultó de utilidad para entender dicho proceso).

Pero sólo si hago una exigencia de principio puede el individualismo metodológico sostenerse como la única forma científica de hacer las cosas. Porque si aceptamos que es la decisión de donde detener la explicación es algo pragmático, entonces otros puntos de detención resultan perfectamente aceptables. Para ciertas explicaciones, por ejemplo, bastará con remitirse al nivel organizacional sin necesidad de caer en los individuos -bajo la misma idea que puedo entender varias cosas con un modelo básico de organizaciones sin preocuparme de las complejidades de cómo se generan.

Y esa exigencia de principio requiere excluir la sicología además porque si acepto la sicología entonces la naturaleza especial de la entidad individuo también se disuelve. La sicología nos muestra que hay procesos que generan a ese individuo, y luego esa ‘unidad’ es creada. Y entonces al pasar a los procesos más elementales que lo forman, al mismo tiempo muestro que el individuo es tan creado como las otras entidades sociales.

No queda nada especial para el individuo: Dependiendo de mis intereses de investigación puedo ubicarme en cualquier punto como inicio de la explicación. De hecho, en ciencias más radicalmente reduccionistas, como la física, eso es algo claro. La termodinámica, en sus inicios, no estaba basada en ninguna idea de las entidades elementales que producían sus fenómenos, la idea de basar la termodinámica en una explicación más ‘micro’ (al nivel de átomos), vino posteriormente. Y si bien era claro que el fundamento micro era muy útil, a nadie se le ocurrió quitarle el estatus de científico a las explicaciones ‘macro’ iniciales. Y si ello funciona en física entonces, a fortiori, debiera funcionar en sociología. Las explicaciones puramente macro de fenómenos sociales, digamos como las típicas de la tradición de estudios históricos comparados (ver Mahoney y Rueschmeyer, Comparative Historical Analysis in the Social Sciences, 2003 para una exposición no muy antigua), las de Barrington Moore, de Theda Skocpol etc., resultarían entonces perfectamente aceptables. Realizar un basamento micro, de obtenerlas a partir de lo que sucede al nivel de individuos, sería algo útil y podría entregar muchas pistas, pero no sería necesario para producir conocimiento válido y con sentido.

Integrar la sicología a la explicación del individuo, que sería lo más consistente, con un programa reduccionista integral, lo que termina haciendo es quebrar el aura especial del individuo como entidad básica de la explicación. En otras palabras, quiebra la idea esencial del invidualismo metodológico -que sólo si una explicación parte del individuo puede ser caracterizada como científica en las ciencias sociales. Pero en cierto sentido, el individualismo metodológico siempre ha tenido algo de una postura más bien ideológica que una pura búsqueda del mejor conocimiento.

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