De la (nula) importancia de la epistemología

Entre las innumerables características de las ciencias sociales que en realidad no es mucho sentido que tienen esta nuestra inveterada costumbre de aplicar a una discusión teórica elementos epistemológicas: Esta teoría no sirve (o al revés, es de lo más mejor) porque no está de acuerdo (o cumple) con tales características básicas de la epistemología contemporánea. La teoría de sistemas en su versión luhmanniana es una de ellas (pero no es la única): es la gran alternativa para las ciencias sociales actuales porque está de acuerdo con lo más avanzado de la epistemología.

Ahora, en realidad uno debiera usar una perspectiva distinta: Las teorías no son más o menos buenas dependiendo de sus características epistemológicas. La epistemología puede ser un campo interesante de estudio, pero no sirve para guiar el desarrollo de una ciencia (y si uno quiere, tiene abundante fundamento epistemológico para defender la idea que no se debiera tomar en cuenta lo que dice la epistemología a la hora de investigar, Rorty y Feyerabend dixit). Lo que sí puede guiar el desarrollo teórico es lo que ‘sirve’, en otras palabras aquello que tiene éxitos como perspectiva.

Al fin y al cabo, en medio de visiones sobre la ciencia que exigían explicarlo todo de acuerdo a conceptos mecanicistas, apareció la teoría de gravedad newtoniana. Una teoría que desde una perspectiva mecanicista es un escándalo (tiene acción a distancia, algo que simplemente no debiera ocurrir si uno cree que todo se explica mediante mecanismos). De hecho, fue uno de los problemas en la adopción de la teoría: ¿cuál es la causa de la gravedad? Pero, en última instancia, el hecho que la teoría ‘funcionaba’, y tenía muchos éxitos a su haber, contó más que cualquier debilidad epistemológica.

Teorías que pueden ser horribles epistemológicamente, tener millones de problemas, y no ser suficientemente coherentes y completos de todas formas pueden ser buenas teorías: En tanto expliquen alguna cosa.

Defender lo cuantitativo de los cuantitativistas

Después de tocarme asistir a unas cuentas clases generales de métodos cuantitativos, sólo cabe una cosa que decir: con esos amigos quién necesita enemigos.

Por alguna razón el universo de lo cuantitativo -que en la realidad es amplio, diverso, incluye formas muy distintas entre sí, y que ha tenido que resolver problemas sin cuento- se reduce a una sola cosa: encuestas de actitud usando escalas. Porque, por algún motivo, -incluso reduciéndonos a hablar de encuestas- no preguntamos comportamientos, no preguntamos sobre conocimiento, ni hacemos cosas que nos preocupan buena parte del tiempo en un estudio.

Y eso sin contar con todas las cosas que se pueden hacer cuantitativamente sin pasar por un tema de encuestas. Como si la sociedad, en sus procesos, no dejara huellas ni registros. En particular, como si las sociedades contemporáneas no dejaran huellas ni registros. Y que todo eso puede ser estudiado mediante lo cuantitativo.

El caso es que te puedes dedicar buena parte de tu vida de investigación a lo cuantitativo y nunca toparte con escalas de actitudes. Pero toda la enseñanza de lo cuantitativo se basa en que medimos actitudes. ¿De qué sirve, por ejemplo, preguntarse por el tema de escalas y actitudes para elaborar la CASEN?

Reproducción y transformación social. Una nota crítica a su separación analítica

Hay una muy vieja tradición que separa los procesos que llevan a reproducir el orden son distintos de los procesos de cambio. Una de las manifestaciones claras es cuando se plantea que una teoría que explica la reproducción del orden social no puede explicar el cambio. Pero en realidad, la distinción no tiene sentido.

Por una parte, una teoría del ‘orden’ es formalmente al mismo tiempo una teoría del cambio. Una teoría que dice que el orden se reproduce se debe a las razones X, Y, Z es al mismo una teoría del cambio: El cambio ocurre cuando no ocurre X, Y o Z. Lo mismo sucede en una teoría del cambio, que es una teoría de la reproducción del orden social: Si cuando se da A, B o C hay transformación social, entonces al mismo tiempo cuando no hay A, B o C hay reproducción. No se requieren procesos distintos para explicar la reproducción y la transformación, los mismos procesos (de acuerdo a sí ocurren o no, o si ‘funcionan’ o no) explican ambas cosas al mismo tiempo. Pensemos que exista un proceso X que produce estabilidad y uno A que produce transformación, entonces sabemos que esos procesos han de tener relaciones mutuas (digamos, si X ‘funciona’ entonces A ‘no funciona’ o quizá combinaciones más complejas). En última instancia, entonces, estamos hablando de un mismo conjunto de procesos

Ahora alguien podría plantear que lo anterior no es correcto, porque hay ciertos procesos que tienen necesariamente que ocurrir (o que siempre funcionan). Por ejemplo, no queda más que suceda X (y por lo tanto, supongamos, reproducción del orden social) porque de otro modo no existiría vida social. Por cierto que el argumento no ha de ser que sin X no hay orden social como tal, eso es parte del argumento que el mismo proceso explica tanto el orden como la transformación. El argumento ha de ser que sin X (digamos, consenso en valores) no es posible relación social alguna -reproducida o no.

Pero sabemos que no existe tal proceso: No existe ningún proceso que es necesario para que existan relaciones sociales que tenga como resultado ineludible la existencia de reproducción del orden social ¿Por qué? Porque sabemos, empíricamente, que hay cambio social en las relaciones sociales, por lo que toda condición necesaria ha de ser compatible con la existencia de transformaciones sociales.

Detrás de todas estas discusiones hay una confusión muy relevante en torno a la estabilidad de un orden social. Pensemos en el argumento de Durkheim (o de Parsons) sobre por qué el contrato no es suficiente para construir orden social: Porque este sería inestable (cambiante). Pero, ¿y por qué el orden social a explicar debe tener altos niveles de estabilidad? ¿Qué es lo que haría un orden social inestable una imposibilidad?

Con ello, volvemos a nuestro punto de partida: la equiparidad analítica entre reproducción y cambio. Ambos se explican por parte del mismo conjunto de factores. Y ambos son parte de las características de los ordenes reales existentes.

Acerca de la existencia de leyes en las ciencias sociales

La idea de establecer leyes en las ciencias sociales se ha batido en retirada de manera sistemática desde que las visiones positivistas perdieron credibilidad. Sin embargo, ambos movimientos no necesariamente debieran ir de la mano. Lo que desarrollaremos a continuación es un argumento que muestra que cada una de las críticas a la idea de leyes apuntó a criticar una forma de establecer leyes, pero que subsisten afirmaciones nomotéticas (para usar esa nomenclatura) en cada una de ellas –de hecho, usan una gran cantidad de ellas. En otras palabras, es posible una concepción no positivista de la idea de ley en ciencias sociales.

Primero veamos el argumento desde el significado: No es posible establecer leyes en las ciencias sociales porque las entidades de las que hablan estas ciencias son entidades que dependen de los significados de los actores. En un mundo social formado por significados, los significados no pueden ser entendidos por leyes causales. No podemos crear leyes cuando los conceptos son específicos a sociedades particulares (i.e no hay leyes de soberanía cuando la soberanía es un concepto específico a ciertas prácticas y sociedades).

Y sin embargo, podemos ver que esa argumentación, finalmente, usa varias afirmaciones que son nomotéticas (y universales): Al fin y al cabo, depende de la idea que los grupos sociales crean significados que están insertos en las prácticas sociales. También se usa la idea que los significados no son universales sino específicos a los grupos y prácticas. En otras palabras, dependen de una teoría de generación social de significado.

Esto implica una forma distinta de pensar en que consiste una ley social. Podemos trasladar la idea de ley desde una que aplica en los resultados de significados (por ejemplo, que usa como elementos los significados producidos en una sociedad) a una idea en que una ley trata sobre los procesos de construcción de significado (que establece las condiciones en que se produce significado, o en que el proceso es más lento o más rápido, más extenso o menos estable etc.). De esta forma, podemos establecer formulaciones de leyes que son compatibles con la afirmación que los significados sociales son constitutivos de lo social.

Segundo observemos el argumento histórico: No es posible establecer leyes en las ciencias sociales porque las entidades que hablan estas ciencias son históricamente ubicadas y específicas: las instituciones y estructuras son siempre cambiantes: no existe tal cosa como la ‘familia’, porque cambia fundamentalmente dentro de cada sociedad. No pueden existir leyes generales porque cualquier generalización que realicemos puede ser rota por el proceso social (mediante una ‘invención’). Pensemos en la defensa que hace Wallerstein de la idea de ciencias sociales históricas. Pero en el análisis aparecen, al fin y al cabo, leyes generales:

‘Conversely, a capitalist system cannot exist within any framework except that of a world economy. We shall see that a capitalist system requires a very special relationship between economic producers and the holders of political power. If the latter are too strong, as in a world-empire, their interests will override those of the economic producers, and the endless accumulation of capital will cease to be a priority’ (Wallerstein, World-Systems Analysis: An introduction, Duke University Press, 2004: 24)

Primero, aparece afirmación de perfecto carácter de ley (a capitalist system cannot exist…) argumentada generalmente. Se podría retrucar que esa ‘ley’ no es suficientemente histórica: ¿Y si el proceso social inventara una forma de hacer compatible el capitalismo con un imperio-mundo? Entonces la afirmación ‘universal’ se mostraría como una generalización histórica. Pero eso olvidaría que ahora necesitaríamos otro argumento general, que diera cuenta de en qué circunstancias un imperio-mundo es compatible con el capitalismo

Segundo, y más fundamental, detrás de ese argumento hay toda una serie de cuestiones generales (acerca dela organización de intereses por ejemplo). Las que podrían ser respondidas por leyes generales, y que de hecho para poder ser ‘dadas por supuestas’ requieren ser generales.

En otras palabras, podemos asumir la historicidad de los procesos sociales y pensar en leyes generales, con tal que nuevamente nos centremos en procesos sociales (y no en las instituciones o situaciones concretas). El argumento histórico, además, nos hace ver que las leyes generales tienen que operar en un campo general de abstracción.

Después de examinar los argumentos contra la existencia de leyes, podemos darnos cuenta que lo que hacen más bien es criticar la existencia de leyes en niveles más concretos de la vida social. Sin embargo, en ambos casos, de hecho, requieren y usan generalizaciones y regularidades. Sólo que de otro nivel y tipo: Pasando de generalizaciones de resultados a generalizaciones de procesos podemos dar cuenta del carácter subjetivo e histórico y al mismo tiempo tener regularidades generales.

Trucos de lo Cuantitativo

Observemos el siguiente argumento:

La medición tradicional mide magnitudes (digamos, distancias). En las ciencias sociales, hay muy pocas cosas que se puede medir de esa forma. Asi que si queremos investigar, y no simplemente quedarnos detenidos, entonces tenemos que usar otro modo de medición. Aquí la idea es sencillamente poner números con reglas sistemáticas y usando nuestros queridos niveles de medición. Si a esto le sumamos la idea de medir con indicadores lo que no es evidente (los constructos latentes), bingo, podemos usar lo cuantitativo en casi cualquier cosa.

Hay varios problemas con ese argumento y me gustaría con poner atención en la idea explícita que da origen al argumento: Que hay pocas cosas que se pueden medir en ciencias sociales mediante la idea clásica de medición. Pero de hecho, existen una gran cantidad de elementos en la vida social que pueden ser contados y medidos como magnitudes: Tiempo de duración en un trabajo, horas dedicadas a ver televisión al día, número de trabajos desde inicio vida laboral, citas en artículos científicos, número de amistades. Aunque casi todas ellas descansan en comprensiones de significado (¿qué es un amigo? ¿qué se considera trabajo remunerado? etc.), en una sociedad en que esos significados están más o menos establecidos, puedo dedicarme efectivamente a contar. Y eso que no estamos contando esferas completas donde es parte del proceso social real el que se cuenten magnitudes (dinero y votos por ejemplo).

Muchas cosas se pueden contar, y muchas cosas que de hecho son relevantes para la vida social. Allí contar no representa ninguna violencia, si se quiere, hacia las características de lo que uno quiere investigar. Al fin y al cabo, mientras la relación entre un indicador y un constructo (entre la escala sobre agresión y la agresión) es siempre una de distancia (el fenómeno va más allá de la escala); no ocurre lo mismo cuando estamos hablando de cosas que se pueden medir con magnitudes: El número de horas es el número de horas.

Ahora, no todo se puede contar con ello. Pero tampoco es cierto que tengamos que ponernos de brazos cruzados. Para las otras cosas bien podemos estudiarlas cualitativamente. Y para estudiarlas cualitativamente no necesitamos inventar constructos latentes, ni nada: Los significados inscritos en las prácticas sociales son parte de esas prácticas, y en ese sentido específico son ‘manifiestas’: aparecen en las comunicaciones que son parte del proceso social.

En otras palabras, todo el esfuerzo metodológico para desarrollar escalas de medición para cosas que no se pueden medir magnitudes es parte de una operación que no toma en cuenta lo cualitativo. De hecho, esta renegación de lo cualitativo es más profunda. Porque, en principio, el modo cuantitativo bien podría haber pensado que los aspectos ‘objetivos’, medibles en sus magnitudes, eran las cosas relevantes (de hecho, es la estrategia de Durkheim: contar leyes, contar suicidios). Sin embargo se acepto el argumento conceptual de la importancia de lo subjetivo, y en vez de aceptar las limitaciones se intentó que con lo cuantitativo se cubriera todo, incluso cuando no tiene mucho sentido, ni resulta necesario.

¿Qué es lo que se puede sacar en limpio después de todo eso? Algo muy simple.

Si quieres analizar magnitudes de cosas, bien puedo usar lo cuantitativo. Y vuelvo a decir, esas magnitudes son relevantes: Uno puede contar actividades (o sus registros), medir duraciones, o contar cuando la sociedad es la que transforma en magnitud -dinero y votos. El hecho que, por poner un ejemplo, dediquemos 4 horas a ver televisión es un hecho relevante para entender las sociedades contemporáneas (como es un hecho relevante si eso disminuye o no). De hecho, mejor ser cuantitativo cuando lo cuantitativo se acomoda a lo que quiero investigar.

Si quiero analizar significados y subjetividades, entonces en vez de inventar constructos latentes y actitudes (y en vez de crear escalas que por definición nunca dan cuenta del concepto), me dedico a usar herramientas que dan cuenta de la naturaleza de los significados y las subjetividades. O sea, herramientas cualitativas.

Uno siempre puede usar una herramienta para todo (la vieja idea de cuando uno tiene un martillo todo parecen clavos), es claro que hay herramientas que son mejores que otras para una situación dada. Y toda le medición de escalas de actitudes es un esfuerzo de aplicar una herramienta donde no corresponde.

Modalidades de Ahorro y de cómo la política pública nunca entiende a la gente

La semana pasada, en un seminario realizado por la Subsecretaría de Previsión, se desarrolló una discusión a propósito de formas de ahorro. Una de las personas comentaba que ahorrar para la vivienda era mucho mejor que la cotización. La réplica fue que, en términos de retorno financiero, el negocio inmobiliario era peor que las AFP y que un problema con la vivienda era la posibilidad de usarla para solucionar crisis y, por lo tanto, no era adecuado para ahorro en la vejez.

De eso uno podría obtener la conclusión que la idea (que no es tan rara, de acuerdo a estudios cualitativos) que la vivienda es mejor que la cotización están equivocadas, y que lo que se requiere hacer es educar a la gente.

Pero eso estaría, muy equivocado. Porque existen buenas razones para pensar que la preferencia por la vivienda se basa en una distinta valoración de los mismos hechos.

En primer lugar, cuando las personas se refieren a la vivienda como ahorro, en realidad están considerando el pago de dividendos como parte del ahorro. Lo que quiere decir que desde la perspectiva de las personas, están disfrutando del bien (el hogar) muchos años antes que termine la compra. En vez de esperar 30 años para tener algún beneficio de la inversión, las personas se benefician de una vivienda por 30 años.

En segundo lugar, el poder vender la vivienda, y así obtener una gran cantidad de dinero efectivo de una sola vez, puede ser problemático desde la perspectiva de política pública, pero estaría casi seguro que desde la perspectiva de la persona es un atributo, es algo positivo: Representa buena parte de su patrimonio y el hecho que tenga mayor control sobre él sería algo favorable. El hecho que nunca se ‘vea’ el monto acumulado es una crítica que se puede escuchar sobre las pensiones.

Si lo anterior es correcto, entonces el problema con plantear una solución educacional es que, al hablar en ‘lenguajes’ distintos, todo lo que se dijera sobre los beneficios de la cotización no debiera escucharse. Las ventajas propuestas no serían tan relevantes y no se mencionarían los puntos que a las personas les interesan. Dado que ‘obviamente’ ahorrar para la vivienda es mejor que cotizar, entregar argumentos que no tienen que ver con lo que la gente evalúa no debieran ser tan relevantes.

NOTA: Ahora, alguien puede retrucar que lo que hace la política pública es defender a la persona de sí misma: Que gastándose sus ahorros antes de la vejez se quedaría sin dinero para la vejez, y la imposibilidad de no usarlo es una forma de evitar que la persona cometa una acción que, desde el punto de vista de esa persona, sería un error: evitar caer en tentación. Desde este punto de vista, entonces, no estaríamos tanto ante una diferencia de perspectivas entre política pública y ciudadano, sino entre perspectivas al nivel de la misma persona.

Lo anterior puede ser cierto pero no afecta nuestro punto. Por un lado, la persona que sufre la tentación ahora probablemente descuenta también ahora la importancia de la vejez (o más importante, puede pensar que de aquí al futuro tantas cosas pueden pasar que…), así que el argumento no necesariamente es uno relevante para ella. Por otro lado, y creo que esto es más relevante, las personas no necesariamente asumen que si no cuentan con ahorro para la vejez quedarán desamparadas: Entre el propio trabajo, ayuda familiar y ayuda para el Estado pueden obtener ingresos. Si lo que agrega la cotización a esa alternativa es percibido como de menor valor al valor en efectivo de vender una casa ahora, bueno, entonces, de acuerdo a la perspectiva de la propia persona, la cotización es menos valiosa que la vivienda. Y esa condición depende de las valoraciones e intereses de las personas.

De la utilidad de la formalización en Sociología

Los argumentos formales suelen ser lateros, no siempre avanzan sustantivamente las cosas y, en general, resultan más difíciles de hacer que los argumentos (y afirmaciones) informales que normalmente hacemos en Sociología.Pero tienen una gran ventaja, que creo es decisiva. Evitan este tipo de cosas:

En el transcurso de criticar al utilitarianismo y a los intentos de esas aproximaciones de explicar el altruismo, Hans Joas y Wolfgang Kobl en ‘Social Theory. Twenty Introductory Lectures’ dicen lo siguiente a propósito del altruismo en biología

The answer that theses scholars came up was structured in almos identical way, in that they believed it possible to affirm that such altruistic behavior always aries in cases where it increases the ‘reproductive fitness’ of the species, at least in the long term. Once again, altruism was ‘elegantly’ traced back to genetic egotism. None of this is terribly persuasive’ (página 105)

Ahora, como parte de las diferencias es que los biólogos formalizaron el argumento en un modelo, resulta que es completamente irrelevante si a alguien le parece ‘terriblemente persuasivo’. El argumento funciona y está bien contruido (y en general, los términos están relativamente bien definidos así que no es necesario poner reproductive fitness entre comillas), y obtiene como consecuencia la conclusión. Si quiero criticarlo tengo que hacer algo más que simplemente decir ‘none of this is terribly persuasive’, necesito demostrar que el argumento no funciona (i.e que sus premisas son malas, que las conexiones no están suficientemente bien hecha) o mostrar empíricamente que no es el caso (bueno, sucede que en tal y tal especie…).

Pero, claro está, eso implica trabajar de verdad al desarrollar teoría y no sencillamente quedarse en el ‘me parece que…’.

Ponencia sobre Metodología

Y habiendo, al mismo tiempo, hecho una ponencia en el mismo congreso sobre Metodología (basado pero modificando, las ideas expresadas en la serie sobre las reglas del análisis sociológico), también haremos lo mismo. O sea, publicarla (link aquí)

Y he aquí el resumen:

La metodología en ciencias sociales muchas veces opera en un vacío, separada del resto de la disciplina. Esto representa un problema para el desarrollo de las ciencias sociales. La metodología debiera basarse en el saber disciplinar: Las formas que pueden resultar útiles para investigar lo social, dependen de sus características.

En esta ponencia se proponen algunas reglas para el análisis sociológico. La primera es que las acciones de los actores tienen sentido para ellos (pero que esto no opera para los entramados que los actores construyen). Lo segundo es que no hay actores especiales, y sus diferencias han de explicarse. La tercera es que todas las acciones tienen consecuencias. Lo cuarto es que la pregunta relevante es sobre la vida social ,y no sólo sobre lo que la sociedad influencia.

Ponencia sobre Trabajadores Independientes

Habiendo hecho una ponencia sobre la situación de trabajadores independientes para el VI Congreso de Sociología, no estaría nada de más publicarle en este blog (link aquí)

Y he aquí el resumen:

El trabajo contemporáneo se describe muchas veces como inestable, y caracterizado por la ‘des-estructuración’ de las trayectorias. La construcción de proyectos de futuro sería entonces más difícil. Los trabajadores independientes, más inestables, son un segmento interesante en este tema.

El contexto de los independientes nos permite entender las bases sobre las cuales podrían(o no) construir futuro. En primer lugar, tienen una alta diversidad, y esto implica a su vez que no todos son particularmente precarios. Su cultura económica –valorando su autonomía (no el emprendimiento) y sus resquemores frente a la inestabilidad también afecta su posibilidad de pensar el futuro.

Esto implica una relación con el futuro que no sigue la tónica supuesta: Un futuro familiar (no individual), con expectativa de trabajo continuo (sin jubilación). Su percepción del futuro se basa en la idea que si se ordenan y ahorran, algo que depende de ellos, pueden obtener un futuro positivo.

Entonces, los independientes pueden planificar el futuro: Hay incertidumbre sobre si cumplirán con la regla, pero no con la regla como tal. Perciben inestabilidad, pero no cambio estructural. Construir futuro (individual y familiar) se basa en la repetición del presente (social).

Y descubrí que soy Parsoniano

Sin nunca haber estudiado profundamente a Parsons en realidad.

En otras entradas en este blog (la última: Cuatro modalidades de coordinación) había desarrollado una de mis pocas ideas teóricas: que uno podía dividir la coordinación en cuatro grupos de acuerdo a si uno actuaba sobre los intereses/representaciones o los recursos de alter; y si uno entregaba o uno quitaba a alter. La idea se me había ocurrido leyendo a Coleman (sobre los temas de control y de recursos) e intentando buscar formas que distinguieran claramente, y al nivel de coordinación elemental, entre sus diversas modalidades (pensando que muchas teorías tienden a ser univocas al respecto).

Bueno, he aquí que unos meses más tarde -volviendo a leer el viejo texto de Habermas sobre la Teoría de la Acción Comunicativa- me encuentro con lo siguiente (cuando comenta a Parsons)

Si sólo se permite elegir entre sanciones positivas y negativas y solo se dejan abiertos dos canales de influjo, el influjo sobre las opiniones y deberes del otro o el influjo sobre su situación de acción, resultan cuatro estrategias o formas de llevar a efecto ese condicionamiento. Parsons las llama modo de interacción y pone  cada una de ellas en relación con uno de los medios (Habermas, Teoría de la Acción Comunicativa,  Vol 2, página 396)

Ahora, los términos de Parsons se pueden traducir a la idea que se me había ocurrido: positiva (agregar) o negativa (quitar), influjo opiniones o deberes (representaciones), influjo sobre situación de acción (recursos). De hecho, la crítica de Habermas -que esto olvida que no se puede aplicar el esquema de sanciones a las opiniones / deberes (la idea de sanción no aplica a las ‘posturas de afirmación o de negación frente a pretensiones de validez susceptibles de crítica’ (página 397)- no se aplica a la visión que había desarrollado que hablan directamente, finalmente, de afirmación o negación. En un caso das razones para que alter haga algo; en otro quitas las objeciones para que alter haga algo.

En resumen, sin darme cuenta, había elaborado (y refinado, creo) un argumento de Parsons. De hecho, lo peor es otra cosa: Este es un argumento que Parsons a su vez usa para fundamentar y desarrollar la idea de medios de comunicación simbólicamente generalizados. Y todos sabemos quién ha sido desarrollado posteriormente más estas ideas. Sí, el malvado de Luhmann. Con lo que, sin darme cuenta, ya había empezado a entrar en ese horrible camino.