De los Informes de Desarrollo Humano y sobre la relación entre subjetividad y política

Habiendo cerrado (¿se cierran las cosas de forma completa?) el capítulo de mi estadía en el PNUD, y en particular en lo relativo a la elaboración de los Informes de Desarrollo Humano, no estará de más una reflexión de conjunto.

La primera es lo mal que se leían los Informes. Me referiré en particular al 2015, sobre politización -que fue donde tuve mayor participación- aun cuando esto también aplica al Informe 2012 de bienestar subjetivo. Mucha de la lectura del Informe se hizo desde la perspectiva que el Informe validaba el diagnóstico realizado por el segundo gobierno de Bachelet, en términos de un país que demandaba profundos cambios en una ola de movilización. Una lectura superficial del Informe así lo indicaba, y el hecho que Pedro Güell -que trabajó muchos años en los Informes- se trasladara a La Moneda daba más aliciente a dicha lectura.

Y sin embargo, sólo una lectura muy superficial podía concluir ello. Puesto que a renglón seguido, el Informe era -era cosa de escarbar un poco- una larga letanía de dificultades y de complejidades para el diagnóstico ‘oficial’ del gobierno: Desde el hecho que el Informe indicaba que la demanda de cambios no implicaba apoyo a proyecto concreto alguno (una cosa es estar de acuerdo en que X es malo, otra muy distinta apoyar una solución concreta en particular); que el deseo de cambio no nacía necesariamente de un estado de malestar (ya sabíamos desde el 2012 que no había demasiado ‘malestar’ a nivel individual, y uno de los datos interesantes del 2015 es que muchos querían cambios profundos, sin estar demasiado molestos con el país en general); que el estado de agitación y movilización al nivel colectivo no implicaba, para nada, altos niveles de involucramiento individual (el Informe indicaba que buena parte de la población estaba con algo de involucramiento público, pero al mismo tiempo que era por lo general más bien bajo); que la desconfianza, a estas alturas tradicional, de la población también aparecía aquí, y de hecho se constituía en una base de movilización, pero esto implicaba entonces una fuerte desconfianza hacia cualquier gobierno.

Se podría continuar, pero es claro que el Informe entregaba bastante información que desmontaba el discurso del gobierno (y esa interpretación ni siquiera hubiera estado en contra de lo que planteaba el propio informe, que enfatizaba el carácter difícil del proceso). Pero por supuesto no fue leído de esa forma. A veces, recordando algunas de las cosas que se me comentaron esos días, creo que ni siquiera fue leído de verdad. En fin, es imposible hacerse cargo de las malas lecturas.

 

La segunda observación que me interesa es sobre el carácter de los Informes como tal. Una de las afirmaciones internas sobre ello es que los Informes trataban sobre la subjetividad, que lo que intentaban hacer era mostrar la importancia de la forma en que piensan y sienten, de como viven las personas, sus vidas cotidianas, las personas que habitan nuestra franja de tierra. Dije varias veces en conversaciones internas que creía que ello era incorrecto. A los Informes nunca les ha interesado la subjetividad en tanto subjetividad, ni siquiera intenta mostrar la subjetividad al mundo político. Lo que siempre intentaron hacer, y en eso creo que siempre estuvieron al alero de lo que pensaba Lechner, era mostrar la cara subjetiva de la política, pero era en y desde la política (incluso si más abierto al mundo de lo político, para usar esa distinción, hacia lo que está fuera de la institucional).

La subjetividad, la vida cotidiana como tal no era el centro del interés. Un resultado que hablar sobre una manera de vivir o de una manera de sentir que no tuviera consecuencias hacia la política (ya sea como politics o como policy), o del cual no se hicieran las interpretaciones que tuvieran esas consecuencias en la mira, siempre terminaba pareciendo, desde la perspectiva que se usaba en los Informes, algo irrelevante. Siempre se podía hacer entonces la pregunta sobre ¿y qué? ¿cuál era la importancia del asunto? A mi siempre me pareció algo extraño que si se proclamaba el interés por la subjetividad y la vida cotidiana, no bastara con que el resultado hablara directamente de esas cosas. Para que fuera de interés, tenía que ser relevante desde la perspectiva de quien decide políticas públicas.

Una visión estado centrica de las cosas no parece ser una muy relevante o adecuada cuando lo que interesa es la vida cotidiana y la subjetividad. Obviamente, que hay conexiones -siempre las hay, entre casi cualquier cosa. Y cierto es que esa conexión es de interés, y mirar la vida cotidiana desde la política permite ver cosas. No es eso lo que discuto aquí.

Recuerdo algo mucho más sencillo: Que ese interés no es igual al interés por la vida cotidiana o la subjetividad. Y nunca está de más dejar las cosas en claro, supongo.