La relevancia de las alternativas institucionales. Sector privado y sector institucional en el período Aqueménido tardío en Babilonia (c. 400 AC)

This finding ties in well with what has been stated above concerning the increased powers of private entrepreneurs with respect to institutional households in the Late Achaemenid period (Reinhard Pirngruber, The Economy of Late Achaemenid and Seleucid Babylonia, 2017, Cambridge University Press, Cap. 3, p. 56)

La cita proviene después de un examen de una firma familiar, los Murašûs, que durante el reino de Darío II (423-404 AC) se dedicaba a financiar actividades agrícolas (rentas, arriendos, préstamos ante campesinos). Un modelo muy antiguo de las economías de las primeras sociedades complejas, el de Polanyi, nos dice que estas economías funcionaban centralmente a través de redistribución: Organizaciones -el templo, el palacio- se encargaban de estructurar el proceso productivo, recoger la producción y distribuirla. Operaban fuera del mercado. Con el paso del tiempo, ha quedado más de manifiesto que, en particular para períodos como el que se analiza en el texto, sí había una presencia relevante del mercado. El autor lo que quiere mostrar en el texto (y es una tendencia que es más general en el campo) salir de la oposición entre la redistribución de las instituciones y las operaciones de un mercado entendido como ejemplo de la racionalidad del homo oeconomicus. Mostrar, más bien, que se está ante mercados institucionalmente estructurados es la intención del texto.

En esta entrada me interesa remarcar otro aspecto. La contraposición que está en juego en el texto, que resulta natural dadas esas discusiones, es entre actores privados / institucionales. Ahora bien, en la actualidad no hacemos la contraposición de esa forma: contraponemos actores privados / actores públicos; o contrapondríamos firmas familiares / corporaciones (ya sean públicas o privadas). Y lo haríamos precisamente por un desarrollo institucional que parece ser más bien posterior: el uso por parte de agentes privados de la maquinaria organizativa de una institución. Que el mundo privado no se compone de firmas familiares es un hecho básico de nuestro mundo, pero no parece relevante para describir el mundo del siglo V AC.

La diferencia nos muestra la relevancia de observar las diferencias en las posibilidades institucionales de las sociedades en la historia. Por último, al menos para identificar cuál es la naturaleza de nuestras posibilidades institucionales en nuestra vida social.

Unas notas sobre la percepción de Corrupción

No llamará a nadie la atención, creo, plantear que dentro de la población de Chile se ha fortalecido una impresión de un fuerte nivel de corrupción entre la élite. Si el Ministro del Interior tiene que salir diciendo que no debemos pensar que todo el mundo es corrupto, claramente es que muchos piensan que eso es efectivamente así. A propósito de esa impresión es posible hacer algunas consideraciones sobre lo que ella implica.

Partamos de la base que, al menos los fenómenos donde se ha concentrado esa imagen, tienen todos que ver con el hecho que el dinero compra lo que no debiera venderse (la política en particular). Ahora bien, la dinámica que todo se vende dice algo sobre la forma en que la instauración del modelo se relaciona con la cultura nacional. Para una cultura tradicional, en particular para la cultura tradicional chilena, todos sus elementos éticos y morales son contra-mercantiles, y el mercado es visto -entonces- como el lugar sin Dios ni ley: donde todo es posible y donde todos se pueden aprovechar de tí. Conste que esa no es la versión del mercado de la propia ideología que lo defiende (donde hay una moralidad inherente a sus operaciones).

Ahora bien, leído como lugar sin ley y límites, entonces no es posible pensar la existencia misma de la corrupción: Es un espacio sin moral, ¿cómo se podría siquiera pensar que hay cosas que no se pueden hacer? ¿Que hay cosas que están más allá de lo que se puede legítimamente comprar? (Hay varios casos que se puede aducir para mostrar la completa incomprensión que pueden existir criterios morales en estos temas; y en los e-mail que se han podido conocer algo que salta a la vista es la completa falta de una impresión que se esté haciendo algo negativo).

Luego, quizás uno de los elementos relevantes de toda esta discusión es que precisamente se recupere el lenguaje de la corrupción. Porque ese lenguaje en sí mismo implica un rechazo de la idea de una sociedad totalmente comercializada: para que se pueda acusar de corrupción se requiere que sea visto negativamente que lo adquirido en una dimensión (el dinero) se ocupe para lograr cosas en otra dimensión distinta (en este caso, la política). El mero hecho que eso se vea como corrupción implica un cierto reflujo de una mirada mercantilizada de la sociedad.

 

La relación de la percepción de corrupción con una sociedad mercantilizada (que ahora empieza a preguntarse sobre ello) también se puede hacer notar en el carácter de las acciones que están en tela de juicio. Buena parte de ellas dicen relación con financiamiento de campañas (con la consecuencia que, de hecho, en varios casos no estamos ante personas que se hayan enriquecido en ello). Ahora bien, ¿por qué las campañas son tan caras en Chile?

Bien se puede plantear que ello es un efecto de la comercialización de la sociedad: Cuando la política dejo de convocar a las personas, la única forma de realizar campañas fue a través del dinero. En una sociedad (para ser exactos, en una élite) que se había mercantilizado eso ni siquiera fue demasiado discutido, sino que se aceptó con relativa facilidad. Que la forma de hacer campañas políticas dependía del dinero y no de la movilización se transformó en parte del sentido común en esas prácticas. En el momento, entonces, en que la mercantilización de la sociedad pasa a ser algo discutido, y re-emerge entonces el lenguaje de la corrupción, las prácticas obvias y evidentes quedan en entredicho.

 

Lo cual, finalmente, no es otra cosa que decir que, como en muchas otras ocasiones, a veces lo realmente interesante es que algo se transforme en tema, más incluso que es lo que se discute en particular.

Estado y Mercado. Invenciones Sociales y Utopía.

El Estado -entendido como una organización que tiene un buen grado de monopolio de los medios de violencia y de un buen grado de capacidad para extraer recursos de la población- y el Mercado -entendido como un área de intercambio que en buen grado hace caso omiso de las características de la persona y se orienta más bien por la capacidad de pago de quienes interactúan- han acompañado a las sociedades complejas desde casi su nacimiento. O para decirlo de otra forma, sociedades complejas -entendidas como aquellas con múltiples actividades diferenciadas entre sí y donde interactúa un número de personas más allá de las redes personales de cualquiera de quien interactúa en ellas- no parece existir sin ambos. Sin entrar en términos de preguntas sobre las relaciones causales bien podemos observar que hasta ahora no encontramos sociedades complejas donde ellos no existan.

Por otro lado, ninguna de esas instituciones existe en todas las sociedades. Formas de autoridad y de toma de decisiones colectivas existe en cualquier conjunto de relaciones sociales con algún grado de unión. Pero ello no constituye una organización estatal. O al menos, no constituye lo que denominamos en el primer párrafo como Estado.  Del mismo modo, intercambios y comercio tenemos señales desde que existe la especie, pero no por ello se constituye un Mercado en los términos que hemos planteado, en la medida que en sociedades simples el intercambio no se puede separar de las personas que lo realizan tan fácilmente (por el mero hecho, uno puede apuntar que no existe la miríada de alternativas de personas con las cuales intercambiar que asegura el impersonalismo de la operación del Mercado).

Si lo anterior es correcto, podemos pensar tanto al Estado como al Mercado como invenciones sociales: Como formas de interacción entre seres humanos que fueron creadas. Esto no quiere decir que fueron ‘diseñadas’ (que un buen día alguien se levantó, dijo Eureka y resolvió como interactuar), sino simplemente que fueron producto del desarrollo de diversas interacciones en las cuales se fueron formando las reglas de interacción que las conforman. Y si ello es así entonces se sigue también que no hay razón por la cual el proceso de creación institucional esté cerrado y que se hayan creado todas las formas de organizar la vida social que sean posibles.

El Estado y el Mercado no constituyen, sí se quiere, términos generales de interacción: Los procesos bajo los cuales se crearon formaron instituciones que, por la experiencia de algunos milenios, han mostrado su capacidad de reproducción. Pero así como se han creado nuevas instituciones a lo largo del tiempo (digamos, las instituciones científicas o el ordenamiento que representan los códigos), y algunas de ellas son reemplazadas, también resulta posible que ello ocurra con estas invenciones. Por cierto, su posible reemplazo no requiere que sea ‘diseñado’ (del mismo modo que su aparición tampoco lo fue), pero de su continua existencia no se puede colegir que deberán seguir existiendo.

Las sociedades complejas no han podido hasta ahora existir sin Estado y sin Mercado. De ese hecho no se sigue nada hacia el futuro de esa coexistencia.

Hay otra característica que el Estado y el Mercado tienen en común, además de ser tecnologías para lidiar, y al mismo tiempo producir, sociedades más complejas. Es el hecho que son perpetuamente criticadas, y que en nuestras fantasías de perfección social ninguna de ellas existe.

No hay utopía moderna (y eso incluye, de forma famosa aunque algunos lo pasen por alto, la marxista) que mantenga al Estado como algo que subsista cuando la utopía exista. En todas ellas, se disuelve; y con ello el poder coercitivo que domina y oprime a las personas. Al mismo tiempo, el Mercado, y con ello recordemos nos referimos al conjunto global impersonal de transacciones, también tiende a desaparecer, reemplazado por la relación directa entre personas: La reducción de la persona con la cual se interactúa a un medio parece ser consustancial al Mercado, y al mismo tiempo opuesta a nuestras imágenes de cuáles han de ser la forma ideal de relacionarse con las personas.

Toda utopía, en última instancia, implica el rechazo a ambos. Cuando imaginamos un mundo ideal pensamos en un mundo sin coerción -sin presencia de Estado- y sin despersonalización -sin presencia de Mercado-. Ahora bien, ¿donde hay decisiones colectivas sin una organización coercitiva e intercambio sin despersonalización, sin dinero? En las formas y lugares en que los seres humanos han vivido durante la mayor parte de su historia: en tribus o aldeas (o como quiera usted llamar a un grupo relativamente pequeño, donde todos se conocen personalmente, mayor al grupo familiar inmediato). Y en el que, de una u otra forma, nos permitimos soñar sobre la vida social.

Si recordamos la tríada de la Revolución Francesa, recordaremos que buena parte de la discusión ideológica de los últimos siglos se ha centrado en los dos primeros -libertad e igualdad. Y buena parte de esa misma discusión se ha basado en la incompatibilidad y oposición entre ambas. Creo haberlo escrito en otra entrada, pero el valor central en toda utopía es el tercero: la fraternidad. En el ideal de amistad, bien podemos decir, se reafirma al mismo tiempo la igualdad (sólo hay amistad entre iguales, y los amigos refuerzan su igualdad) y libertad (porque entre amigos se puede ser sin limitaciones). Lo cual es, finalmente, volver al primer punto: que las utopías son sueños de relaciones sin coerción y sin despersonalización.

Para decirlo de otra forma: Pareciera que sólo hay una forma de vivir plenamente humana. El único problema es que, hasta ahora, no hemos encontrado la forma de hacerla compatible con agregados sociales vastos y complejos. Pero si el argumento de esta entrada es cierto, y esas formas son invenciones, entonces ¿hemos inventado todas las formas de convivencia?

Burawoy y la mercantilización del Conocimiento

Continuemos entonces con presentar y discutir las conferencias de Burawoy (revisar la entrada de ayer sobre la primera conferencia). Después de discutir los cambios en el mundo, el 25 la conferencia fue sobre los cambios en las ciencias sociales. Y en particular, sobre la mercantilización del conocimiento, y como este es la nueva mercancía ficticia que está en juego en el actual proceso de avance del mercado (mercancia ficticia, recordemos, siendo aquella que si se mercantiliza sin límites empieza a perder su carácter y utilidad).

El análisis estuvo muy centrado en la mercantilización de la Universidad, y a partir de allí comprender estas dinámicas.

El punto de partida fue que, aunque en principio compañías vendiendo conocimiento es algo que ha sucedido anteriormente, los cambios fundamentales ocurren a partir de la década de los ’80. En Estados Unidos, cambios legales permiten que el conocimiento generado en la Universidad pueda ser vendido. Al mismo tiempo, Tatcher introduce mecanismos de control en las universidades británicas, research assessment exercises, produciendo la paradoja que una defensora del libre mercado introduzca un mecanismo de planificación en la Universidad. Estos son elementos cruciales porque empiezan a generar cambios en como la Universidad se organiza y se relaciona con el conocimiento.

Los cambios en concreto del proceso de comodificación son los siguientes:

  1. Un movimiento de privatización, y en particular hacia el auto-financiamiento (si aun siguen siendo públicas)
  2. Esto implica reducción de costos: precarización e informalización de la fuerza de trabajo (los profesores), outsourcing y aprendizaje a distancia.
  3. Y esto implica un aumento de los ingresos: Mayores aranceles, inversión privada de las empresas en las Universidades (aprovechando que es una fuerza de trabajo barata, un estudiante de doctorado en biociencias bien paga por participar en investigación que produce beneficios para las farmacéuticas), y un aumento de las desigualdades entre las disciplinas (dado que hay algunas que tienen mayores posibilidades de generar ingresos que otras).

Burawoy, para ilustrar las cosas que generan estos procesos, contó de una situación en India: Algunos políticos se las arreglan para poder fundar centros de educación superior; luego se contactan con alumnos que tienen subsidios del gobierno; consiguen que se matriculen en sus instituciones, diciendoles que con tal que vayan unas 3 o 5 veces al centro en el año obtienen su credencial. Y así todos felices: los estudiantes tienen sus títulos, los políticos dinero y clientela, y las Universidades reciben algo de fondos.

Al mismo tiempo, y en parte asociadas a las anteriores dinámicas, tenemos procesos de racionalización:

  1. Racionalización como branding: La constitución de la Universidad como corporación (como un negocio en última instancia), y toda la preocupación por la ubicación en rankings (del nivel que sean).
  2. Racionalización como globalización: El hecho que toda el prestigio académico se juegue en la publicación en revistas internacionales, una mayor jerarquía, distinción y polarización. Y por cierto una falsa universalidad, con lo particular de Estados Unidos pasando por universal.

He ahí entonces los problemas asociados al conocimiento en esta ola de mercantilización de acuerdo a Burawoy.

Y al igual que ayer, algunos comentarios:

El análisis de Burawoy está centrado en la Universidad. Y claro siendo el lugar en que se (a) se genera buena parte del conocimiento y (b) se reproduce a quienes crean conocimiento, tiene sentido darle importancia. Pero el tema del conocimiento y su mercantilización no sólo tienen que ver con la Universidad y lo que sucede con ella. Los temas de patentes, copyrights y todo el régimen de propiedad intelectual (que es lo que permite comprar y vender conocimiento) afectan más allá de la Universidad. ¿Qué pasa con la mercantilización del conocimiento tradicional, digamos en lo relativo a plantas y medicina?

Y lo central es, creo, que se hace necesario pensar en lo que implica una mercancía ficticia. La comercialización del conocimiento (hacíamos la reflexión en otra entrada) afecta la producción del conocimiento. Un régimen donde el conocimiento está afecto a patentes y limitado por propiedad intelectual, es uno donde se dificulta la diseminación de éste -y la diseminación es crucial para su producción. En la medida en que estamos en un capitalismo de la información, entonces este es una de sus contradicciones básicas: Requiere poder comercializarlo, porque es una de las fuentes de valor; pero al mismo tiempo ese proceso afecta a su producción continua. En ese sentido, no es un tema de ‘rechazar’ la mercantilización como una forma de rechazo del capitalismo, es una dinámica que es compleja para la operación del propio sistema. Ahora, los procesos de contra-mercantilización han sido formas en que estas contradicciones se han ‘solucionado’, y en torno a cómo los diversos actores reaccionan y desarrollan estrategias en torno a esta situación será algo interesante de analizar en el futuro.

Burawoy sobre movimientos sociales y la contra-mercantilización.

Ayer 23 de Julio fui a una conferencia en la Facultad de Ciencias Sociales de la U. de Chile en la que Michael Burawoy habló de ‘Facing an Unequal World’. Bien interesante. Así que ahora procedemos a resumir lo que más me pareció relevante de la conferencia y a hacer algunos comentarios.

La idea fundamental es que para poder entender, básicamente, los movimientos sociales de los últimos años es el contexto del avance del neoliberalismo en el mundo. Y ello se entiende mejor si se lo analiza a partir de de las ideas clásicas de Polanyi en La Gran Transformación. Polanyi hablando del proceso de mercantilización en el siglo XIX lo que propone es que, en ultima instancia, el avance del mercado lo que produce es un contra-movimiento, el mercado autorregulado no es sustentable finalmente: termina amenazando la continuación de la sociedad y por ello la sociedad procede a regularlo. Por lo tanto, los movimientos sociales han de entenderse en general como formas de contra-mercantilizar

Lo que hace Burawoy es plantear que uno tiene que complejizar esta idea básica. Lo fundamental es que lo que Polanyi había visto como un sólo movimiento -que habría probado de una vez por todas que el mercado autorregulado no funciona- en
realidad es más bien tres olas distintas. Y cada una de estas olas no es solamente una repetición de un movimiento hacia y desde la mercantilización sino que tiene características distintas. Para ello Burawoy recupera la idea de Polanyi de una mercancia ficticia: un bien que si se mercantiliza por completo ve amenazado su valor de uso (y deja de funcionar). Además varían los actores involucrados en el contra-movimiento.

En un esquema:

Ola Cronología Mercancía Ficticia Actor Teoría
Primera Ola 1795-1914 Trabajo Comunidad Local Espontaneidad
Segunda Ola 1914-1974 Dinero (+T) Estado Nacional Emancipación
Tercera Ola 1974- Naturaleza (+D + T) Sociedad Global Protección

Uno puede observar, entonces, como los movimientos sociales de los últimos años se ubican como formas de protegerse frente al mercado en relación a estas mercancías ficticias: Frente a la mercantilización de la naturaleza, y en particular del acceso a la tierra (y como muchos son excluidos de ella), frente a la mercantilización total del dinero, expresado en el
capital financiero sin límites y en disputas sobre endeudamiento, y frente a la mercantilización del trabajo, expresado en la ola actual como precarización.

Parte de las conclusiones de Burawoy se detuvieron en la relación con el Estado de los movimientos sociales actuales. En parte enfatizó que existe una desconfianza hacia el Estado, visto éste como algo coludido con el capital; y que existe en general una emergente, pero todavía no establecida, visión de una democracia participativa. Además ¿cuál es el actor encargado del contra-movimiento de esta tercera ola? Porque el Estado habría sido el actor de la segunda, pero ya no correspondería a una ola que ocurre a un nivel global. De hecho, en ese sentido, Burawoy enfatizó la posibilidad que no existiera un contra-movimiento en esta tercera ola. La sociedad no funcionaría como un sistema auto-regulado con mecanismos de retro-alimentación que garanticen la existencia de correcciones.

Hasta aquí Burawoy. Ahora los comentarios

  1. Lo primero es en relación al carácter de esos contra-movimientos. Recordemos, Wallerstein dixit, que el capitalismo es una máquina que se basa en el crecimiento. Ahora, en cada ola lo que ha pasado es que la mercancía ficticia en cuestión es una cuya reproducción y uso se encontraría amenazado y que resulta crucial para la reproducción y el crecimiento del capitalismo. Pensemos en el caso del trabajo: Los resguardos al trabajador lo que permiten es que los trabajadores se reproduzcan y además promover su productividad (i.e a través de educación por ejemplo). Las crisis financieras terminan afectando la posibilidad del uso como medio del intercambio y del funcionamiento de los mecanismos de crédito -que son cruciales para el crecimiento. En ese sentido, podemos explicar porque se han dado estas olas: En cada situación el capitalismo se enfrenta a una crisis de un recurso que se mercantiliza por su expansión pero que su pura mercantilización puede afectar el crecimiento posterior del capitalismo. Por decirlo de alguna forma, las razones del contra-movimiento no son puramente anti-capitalistas o productos de movimientos sociales que se enfrentan a la mercantilización.
  2. Con lo que pasamos al segundo tema que es el carácter del Estado. Una cosa importante de recordar es que el Estado ha sido un actor crucial en cada ola de mercantilización: Una de las cosas que Polanyi enfatizaba es que mercantilizar a la sociedad requiere de una fuerte intervención estatal. Y al mismo tiempo ha sido un actor crucial para cada contra-movimiento. Puede que el actor que genera el contra-movimiento no sea el Estado, como por ejemplo en la primera ola, pero es el Estado el que ejecuta las medidas que lo permiten. En este sentido, y pensando en el primer punto, usando el marco del propio Burawoy, el Estado sí parece funcionar como el comité ejecutivo de la burguesía, al menos de cuando en cuando, y es allí donde se juegan los procesos de ‘corrección’.

Más en general, de alguna forma, nos hemos olvidado que los Estados tienen poder -al fin y al cabo, siguen manteniendo control de medios de violencia- y que hay una razón por la cual, siguiendo el razonamiento de Burawoy, los Estados son cooptados: porque su cooptación es relevante porque efectivamente manejan recursos. Pensar el Estado como un agente sin poder ha sido uno de los trucos más ingeniosos de la ideología de la mercantilización.