Una nota breve sobre la argumentación pública a propósito de la discusión de la ley de aborto.

Intervenciones de diversos parlamentarios (por cierto, no todas) en contra de la despenalización del aborto fueron reunidas y diseminadas con el objetivo de burlarse de ellas. Para quienes las reunieron y las diseminaron era claro que la mera enunciación de dichas opiniones era suficiente motivo de ridículo. Eran opiniones que eran su propia parodia. Al mismo tiempo no parece haber circulado algo similar pero del bando contrario: Que de forma masiva se diseminara un conjunto de opiniones de defensores de la despenalización expuestas como ridículas.

Las asimetrías siempre son interesantes, creo, en un proceso social. En principio, en una discusión pública uno puede esperar críticas acerbas (‘esto es inaceptable’) y fuertes descalificaciones, pero el punto de partida es que las opiniones en juego son mínimamente decibles porque no son directamente sandeces. Pensemos en la discusión reciente entre Peña y Chomali sobre el mismo tema: Por más fuertes que eran las críticas, en ningún caso se ocupó el procedimiento que discutimos.

¿Qué indica entonces la circulación de textos que, insisto en ello, se presume que son tan insensatos que sólo pueden producir risa?

Partamos del siguiente supuesto: El conjunto de argumentos que se puede sostener en una discusión pública y que es aceptado en ella como teniendo al menos cierto sentido representa el espacio del sentido común, el espacio del disenso entre personas razonables. Lo que pasó ayer entonces sería que ciertas frases han pasado a salir de ese espacio del sentido común razonable. Esto representa, en principio, un movimiento: Cosas que antes eran posibles de ser dichas seriamente, ahora dejan (empiezan a dejar) de serlo. Y ello porque sólo generan escarnio para quien las dice.

No es la primera vez que ello ocurre. Algunos, en torno al tema en discusión ahora, han recordado frases dichas en otros debates que ahora también aparecen como sin sentido ahora: Mira que dijeron quienes ahora piensan tal cosa, dijeron cosas que ahora ellos incluso darían por claramente equivocadas. Las discusiones sobre la ley de divorcio o sobre el trato igual para todos los hijos han sido usadas. Por cierto, la intención de una de las frases escarnecidas (la referencia a la esclavitud) tiene el mismo propósito: en alguna ocasión se podía defender públicamente ella, pero ahora todos estamos claros que no es aceptable.

El uso del escarnio y la burla no es la única forma en que ciertas argumentaciones pasan de ser razonables a dejar de serlo. Pero es uno de los indicadores más claros que ello ha ocurrido: El ridículo muestra con certeza que no es necesario siquiera refutar o escuchar la posición denostada. Ha llegado a ser una argumentación cuyo mero decir es su crítica.

Con lo cual volvemos entonces a observaciones sobre cómo funcionan las argumentaciones públicas. Ellas pocas veces, y en particular en pocas ocasiones en el corto plazo, cambian la opinión de las personas. Lo que sí pueden hacer, y ello incluso en el corto plazo, es cambiar el estado del sentido común: Modificar el conjunto de afirmaciones y argumentos posibles de ser tomados en serio. Y ello, bien se puede argüir, no deja de ser bastante relevante al largo plazo.

Sobre los malos usos de las pruebas de significación

El preguntar si una diferencia es significativa estadísticamente es una de las operaciones comunes y más recurrentes del análisis en muchos campos, y en específico en sociología. Pensemos en las discusiones existentes sobre si las diferencias entre resultados de encuestas son significativas.

Ahora bien, desde hace varios años se han desarrollado diversas críticas sobre el uso de la idea de significación, y que buena parte de los analistas en realidad no tienen claro que significa una prueba de significación.  En algún sentido, que usamos mal las dichosas pruebas y, luego, generamos mal conocimiento a partir de ese uso.

En estos últimos días, la American Statistical Association (ASA) decidió emitir una declaración formal (en este link) sobre el uso de estas pruebas. Una de las frases puestas al inicio de la declaración muestra un poco lo meramente ritual de mucho de nuestro uso y conocimiento al respecto:

Q: Why do so many colleges and grad schools teach p = .05?
A: Because that’s still what the scientific community and journal editors use.

Q: Why do so many people still use p = 0.05?
A: Because that’s what they were taught in college or grad school.

La definición informal que se da de la prueba de significación no es particularmente clara, pero eso es al parecer una característica común del dichoso parámetro:

Informally, a p-value is the probability under a specified statistical model that a statistical summary of the data (for example, the sample mean difference between two compared groups) would be equal to or more extreme than its observed value

Aunque el autor no es estadístico, una de las mejores y más claras descripciones de lo que implica esta declaración informal es en una entrada en el blog Crookedtimber (link aquí). Se usa el ejemplo de lanzar monedas y te encuentras que te ha salido cara en 5 ocasiones. Ahora bien, la probabilidad de ello sería 1/32 que sería inferior al límite estándar de  p < .05. La idea entonces es que si la moneda es ‘fair’ tendríamos una chance más baja que 1 en 20 a que podrías obtener un resultado equivalente (o mejor) que cinco caras seguidas. El autor de la entrada entonces nos hace las siguientes equivalencias entre esa afirmación en cursiva y el esquema de la ASA:

  • ‘Bajo un modelo estadístico específico’ = si esta moneda es ‘fair’
  • ‘La probabilidad que un resumen estadístico de los datos sea igual o más extremo que’ = la chance es inferior que 1 en 20 a que podrías obtener ese resultado
  • ‘Su valor observado’ = las cinco caras que tuve seguidas

El ejemplo, en todo caso, al mostrarnos más claramente en que consiste la significación estadística, nos muestra también sus límites: Porque de la significación del resultado, de la frase que está en cursiva, a pocos se nos ocurriría obtener como conclusión que la moneda está cargada. Por así decirlo, siguiendo una idea ‘bayesiana’ diríamos que la probabilidad de obtener una resultado significativo igual es mayor que la de tener una moneda cargada. En otras palabras, del rechazo de la hipótesis nula no se sigue nada en relación con la validez de la hipótesis sustantiva.

Citemos a continuación a algunos comentaristas que han enfatizado este último punto:

One of the most important messages is that the p-value cannot tell you if your hypothesis is correct. Instead, it’s the probability of your data given your hypothesis. That sounds tantalizingly similar to “the probability of your hypothesis given your data,” but they’re not the same thing (Christie Aschwanden en FiveThirtyEight.com, link aquí)

Y ahora a Andrew Gelman, que ha sido uno de los críticos más importantes de todo el uso de la significación estadística en la práctica de investigación:

Ultimately the problem is not with p-values but with null-hypothesis significance testing, that parody of falsificationism in which straw-man null hypothesis A is rejected and this is taken as evidence in favor of preferred alternative B (Link aquí)

Gelman continúa enfatizando la diferencia entre las hipótesis estadísticas con respecto a las hipótesis científicas sustantivas. Y que, como ya hemos visto, la prueba de significación no indica sobre la verdad de tu hipótesis. Los principios que establece la declaración de la ASA en ello es claro: Los valores de P indican cuan incompatible son tus resultados dados un modelo estadístico. Pero no miden la probabilidad que tu hipótesis sustantiva sea verdadera, ni tampoco que el proceso que generó el resultado sea al azar. (Principio 2)

Todo lo anterior tiene consecuencias para la investigación: La misma declaración de la ASA nos dice que las conclusiones científicas (o de recomendación de política) no pueden basarse sólo en el hecho que se ha obtenido un ‘resultado significativo’. Y la ASA recuerda algo que es conocido pero suele olvidarse: La significación estadística no es la sustantiva, no indica nada sobre la importancia de la relación declarada significativa.

En la discusión que generó la declaración de la ASA uno de los puntos era, ¿con qué se podría reemplazar entonces los valores de p? Sin embargo, creo que la conclusión de Gelman es más adecuada: Hay que salir de la idea que existe un indicador que establece por sí mismo la validez de un resultado.

Quiero a partir de este último punto hacer algunas observaciones más específicas sobre el tema de los usos de las pruebas de significación en sociología. La discusión que hemos mencionado hasta ahora aplica a múltiples disciplinas, el uso de los valores de p y el límite de p < .05 aparecen en diversos contextos, y en todos ellos re-aparece el tema del mal uso de estos parámetros. Pero creo que en nuestras disciplinas se suman otros elementos que hacen incluso más crítico este mal uso.

El caso es que dada la forma en que a los sociólogos se les enseña estadística, la tentación de reducir todo al simple parámetro del valor de significación es muy alto. Como la estadística se nos enseña como una caja negra, y luego en términos de unos procedimientos a seguir que en realidad no entendemos (¿cuántos sociólogos podrían reconocer la función que produce la distribución normal?), entonces nos es más fácil reducir todos los resultados de un análisis al simple parámetro de la prueba de significación. Que además viene con un criterio ‘claro y definido’: Alguien que no entiende mucho lo que está haciendo de todas formas puede revisar cualquier resultado de cualquier procedimiento y observar si p es menor a 0.05, y luego concluir que hay o no asociación significativa entre tal y tal.

Algunos de los problemas de la sociología en relación con el uso de las pruebas de significación dicen relación con aspectos que, en todo caso, resultan incluso más básicos que los anteriores; y hacen que el mal uso de este parámetro sea incluso más penoso en nuestra disciplina.

El primero de ellos es en torno al uso del umbral del p <.05 como muestra de resultado importante. Ello no es exclusivo de nuestras disciplinas: Uno de los temas que se discute, y que ha sido importante, en generar esta discusión es el uso no reflexionado del umbral de p < .05 como umbral de publicación y de resultados importantes. Ahora bien, como en toda investigación existe un importante grado de libertad en las operaciones (en el tipo de análisis, en el modelo concreto, en el procedimiento, en las variables que se insertan etc.) ‘buscar’ un resultado significativo es una tentación importante. Más aún, podemos recordar que una relación con el mismo grado de fuerza puede ser o no significativa dependiendo del tamaño de la muestra. La presión para publicar genera esta tentación para encontrar algo significativo.

Siendo un asunto general, creo que en sociología esto se refuerza con la aceptación de estándares muy bajos del nivel de efecto. Pensemos en los innumerables artículos publicados con modelos que explican un porcentaje bajo de la varianza: Se publican porque se encuentran efectos significativos estadísticamente, pero en realidad sigo tan desconocedor de la realidad como antes. La libertad de los modelos además tiene otro efecto: Que puedo terminar con un alto número de variables que influyen, dependiendo de cómo realizo el modelo el número de posibles variables que se asocian significativamente puede ser muy alto. Pero en la interpretación y discusión modelos que explican entre un 10% o un 14% se usan como si se estuvieran descubriendo procesos altamente importantes.

Oro elemento que suele afectar las lecturas de la significación, y tengo la impresión que ello es muy común en nuestras disciplinas, es la confusión entre X está asociado con Y con que los X son Y. Pensemos que encontramos que tal grupo (los hombres, las personas de estrato alto, los trabajadores bancarios etc.) tienen una diferencia significativa con respecto a otro grupo en determinada dimensión (digamos, son mayores lectores o más intolerantes o etc). Y de ahí concluimos y actuamos como si los hombres se caracterizaran por la lectoría o la intolerancia o etc, y se publicarán reportajes mostrando como ejemplo paradigmático de los hombres a quienes tienen esa característica. Pero uno revisa los datos y se encuentra con que la diferencia significativa es, por ejemplo, 3 o 4 puntos; y todos los grupos se caracterizan (a grandes rasgos) por la misma distribución entre los valores de la variable. Sólo pudiendo observar diferencias, entonces pasamos a pensar como si las diferencias fueran el valor.

En general, los problemas que hemos mencionado -desde los más sutiles a los más brutos, de los que cruzan a diversas disciplinas hasta los que son comunes, para nuestra vergüenza, en nuestras disciplinas- provienen de una voluntad de alejarse de las complejidades que implica analizar datos. La realidad no se deja asir a través de un sólo instrumento, y menos a través del uso burdo y simplista de reducir todo a la pregunta por el umbral de significación. Para hacer de verdad un análisis estadístico, hay que saber y conocer las herramientas usadas, describir los procesos y las decisiones, y tener claro que no hay un valor mágico que simplifica todas las complejidades de observar la realidad.

Para defender la idea que Mark Granovetter es el mejor sociólogo vivo

mark_croppedAlgún tiempo atrás escribí una entrada en defensa de Robert K. Merton. Una de las ideas centrales de ella es que una de las cosas que le falta a la sociología son un conjunto de buenas ideas que permitan investigar. El funcionalismo permitió hacer algo no tanto por los esquemas conceptuales generales, sino por la obra de Merton -que mostró, tema tras tema, lo fructífero que podía ser.

El título de esta entrada puede ser exagerado, de hecho probablemente lo es, pero tiene un poco la misma orientación. Granovetter es, entre los sociólogos actuales, uno de los que más se caracteriza no por tener una sola gran idea que cubra todo, sino por haber desarrollado varias ideas, cada una de las cuales ha permitido investigar e iluminar algo de la vida social. Tienen además una característica que, al menos a mí, me parece hermosa: Son en general ideas simples, precisamente argumentadas, que no son obvias (en particular, antes que las menciones) pero que una vez dichas resultan ser perfectamente sensibles, y además en general han resultado ser verdaderas (en general) o la menos útiles. Uno diría que si uno quisiera conocer todas las ideas válidas que ha tenido la sociología las siguientes debieran estar incluidas.

La fuerza de los lazos débiles. Tradicionalmente, de ‘sentido común’, pensamos que los lazos fuertes -donde uno le dedica más interés, tiempo, recursos- son los más importantes. El caso más claro siendo lazos familiares y de amistad. El argumento es que los lazos débiles más bien pueden resultar bastante útiles porque permiten adquirir información y recursos de nuevos y diferentes contactos. Los contactos fuertes suelen ser redundantes (mis amigos suelen estar asociados entre sí): Lo que uno sabe, una oportunidad laboral, lo saben todos, así que todos me entregan la misma información. Pero los lazos débiles no suelen estar conectados entre sí (mis conocidos no son conocidos entre sí, pertenecen a ‘diferentes círculos’), y por lo tanto me entregan información que no está asociada: Cada conocido es una puerta a diferentes ámbitos. Este tema Granovetter lo descubrió en su tesis de doctorado (Getting a Job) en la que encontró que, entre profesionales en la localidad que analizó, los lazos débiles eran bastante más útiles para encontrar más y mejores trabajos que los fuertes. Esto ha generado una gran cantidad de estudios, en los cuales la tesis se ha expandido, modificado, especificado etc. En general, la tesis ha soportado el examen empírico, por cierto no exactamente en la misma formulación inicial, pero sí implica una adquisición de conocimiento.

Incrustación (Embeddedness). El paper al cual se hace el link es uno de los más influyentes en la sociología económica en los últimos treinta años. En general, la idea es que es muy común en sociología y en ciencias sociales pensar en explicaciones basadas en un individuo aislado que decide ante sí: Ya sea en actores racionales o a través del homo sociologicus orientado por valores, en cada caso el individuo decide su acción basado en él mismo (sus preferencias, las normas que tiene etc.) sin referencia a las relaciones en las cuáles está ‘incrustado’. Pero este argumento defiende que el comportamiento depende del contexto: Depende de los lazos que las personas tienen -cuantos, de qué tipo, con quién etc-. Específicamente, el comportamiento económico depende en cómo las relaciones ‘económicas’ están incrustadas en otros lazos y dependen y los usan. Para entender el argumento, hay que pensar lo anterior no en términos de un contexto genérico, sino en términos de relaciones concretas y reales: Te comportas de tal forma con este  actor específico porque tienes una relación de tal tipo, mientras que te comportas de tal otra forma con este otro actor porque tienes una relación de otro tipo, y en cada caso esto dependiendo a su vez del conjunto de relaciones en las cuales están involucrados.

Modelos de Umbrales. La acción colectiva ha recibido una gran atención en las últimas décadas. La idea de Granovetter es que para entenderlas puede ser útil fijarse en las variaciones entre las personas (en sus preferencias, creencias etc.). Así, participar en una acción colectiva tiene costos asociados (desde que puedes ser castigado al simple tiempo que tienes que dedicarle), pero las personas tendrán distintos niveles de costos frente a los cuales están dispuestos a participar. Ahora, una cosa interesante es que el costo de participar varía con el número de personas participando (por ejemplo, mientras más personas participan, menor probabilidad de ser castigado), luego pueden analizarse varias dinámicas de cómo se va generando y desarrollando la acción colectiva a través de esas variaciones: Por ejemplo, un pequeño grupo que ‘inicia’ (porque su umbral es muy bajo), que hace que personas con umbrales algo más altos participe (porque ya hay suficientes que bajo el costo para que ella participara), y eso puede convertirse en un proceso-autosustentable o no, u otras posibilidades.

Cada una de estas ideas, como dijimos al inicio, ha generado muchas investigaciones y nos ha permitido comprender mejor la vida social. Es, entonces, del tipo de ideas que bien la sociología podría tener más.

Analizando en qué consiste concretamente la interacción. Una nota sobre el análisis de conversación

Las ciencias sociales de un tiempo a esta parte se han dedicado a analizar, finalmente, las interacciones y lo que se construye a partir de ellas. Ahora bien, el análisis de redes -que es parte importante de ete impulso- es una perspectiva que, en general, ha tratado sobre las conexiones pero no sobre el contenido ni la materialidad de esa conexión. A lo más reconoce, usualmente, diferentes tipos de lazos (y empíricamente suele investigar una red bajo un tipo de lazo) pero no entra a investigar cómo se producen ni cuáles son las características específicas de esos lazos. En parte porque está la intuición que el hecho mismo del lazo bien puede ser más relevante que su materialidad específica.

Sin embargo, hay otras aproximaciones sobre la interacción que parten precisamente del examen específico a esa materialidad de la interacción. Una de ellas es el análisis de la conversación. Siendo algo desconocido en nuestras latitudes tendrá algo de sentido escribir una breve nota sobre él.

En algún sentido, el enfoque de la pura conectividad, que es finalmente lo que es el análisis de redes, en su abstracción y generalidad es válido para todo tipo de conexiones; pero para analizar las conexiones específicamente sociales (o al menos, las conexiones entre sujetos culturales, con lenguaje y otras características que suelen interesar a los científicos sociales) parece ser necesario incorporar consideraciones que van más allá del mero hecho de estar conectados, sino que incluyan también el contenido concreto de ellas, para conocer como ellas se crean, se mantienen, se transforman o desaparecen.

El análisis de conversación tuvo sus orígenes en la década de los ’60 en la obra de Sacks y Schegloff. Uno de los resultados e ideas de esta vertiente es que si la vida social está ordenada lo está debido a cómo opera en sus niveles más básicos, y en las interacciones más cotidianas: no en las grandes estructuras ni en las relaciones de largo plazo, sino en la interacción inmediata. Una de sus críticas habituales a las perspectivas más tradicionales es que las grandes preguntas sociológicas al pasar por alto esta micro-construcción no permiten entender realmente la vida social, y en particular no permiten entender tanto el carácter altamente ordenado de ella, como el carácter del tipo de orden que construyen -uno secuencial y procedimental (así Schegloff 1992, Mondada 2011). La organización de los turnos del habla siendo uno de los temas centrales de esta tradición de investigación, muestra ello con claridad.

Entonces, sólo a través de un examen atento y detallado de la interacción, y en particular de la conversación se puede comprender como opera y se desarrolla la vida social. Este examen atento y detallado es en sí mismo algo requerido para interactuar (Drew 2005, p 72): Estos análisis muestran cuanta habilidad en el estar atento al otro requiere la interacción cotidiana: cuantas señales de habla y corporales se proyectan y son usadas por otros actores, y los procedimientos muy específicos a través de los cuales esto se realiza. Desde otras disciplinas el complejo carácter de las capacidades requeridas para la conversación también ha sido observado. Ya sea en torno a la coordinación de la vista mutua (Richardson et al 2007) o incluso en la forma en que se activan neuronas para poder mantener y seguir una conversación en ambientes ruidos (Zion et al 2013).

Estos procedimientos que implican además un orden temporal: no sólo en términos de secuencias, sino en términos de que cada acto (cada dicho, cada movimiento) proyecta algo hacia adelante, una resolución y una continuación (la descripción de Mondada 2011, p 546-550, de una interacción de instrucción de manejo es una entre muchas otras posibles). Aunque precisamente por el hecho de realizarlas rutinariamente es fácil pasarlas por alto, el nivel de habilidades requerido para construir esa rutina como rutina es fuerte (Schegloff 1986) . Así, Schegloff se pregunta, por ejemplo, en relación a una forma de confirmar:

And, if so, exactly what might someone be doing by confirming in this way that is, by repeating, and (to make explicit another feature of these two instances, excerpts 1 and 2) by repeating in the next turn, that which is being agreed with or confirmed (Schegloff 1996, p 176)

Schegloff enfatiza que aquí se está realizando un trabajo bien particular, que corresponde a situaciones muy distintas de, por ejemplo, cuando se confirma a través de otros medios (diciendo ‘sí’, o ‘es correcto’ etc.). Todas las características de la conversación son significativas; y es a través de esas interacciones concretas -en la forma en que las personas contestan y siguen el habla de otros- que se produce y se realiza cualquier orden y vida social. Pasar por alto esta construcción para analizar constructos más generales (normas, prácticas, cultura) no permite entender la vida social. Desde otra postura, enfatizando más las emociones y más negadora del rol de los macro-constructos en ese foco en las interacciones básicas, Collins (1981), en particular su inicio (p 984) muestra la intención: ‘microsociology is the detailed analysis of what people do, say, and think in the actual flow of momentary experience’.

El análisis de conversación es una invitación, en ese sentido, a tomarse en serio la interacción y cómo ella se produce. El material de las conversaciones real y concretas -no conversaciones estilizadas- es la ‘materia’ de la vida social, los hechos de los cuales hay que dar cuenta. Y es ello lo que la ciencia social, en general, no ha observado.

Qué es una forma de decir, si se quiere, que la ciencia social no ha analizado -a decir verdad- la ‘materia’ (al menos una de ellas) de su asunto. Para peor, no faltará quienes crean que lo que sucede ahí es mera trivialidad. Pero si hay vida social es a través de los procesos que allí ocurren, y por lo tanto nada menos trivial que cómo se realizan las conversaciones.

 

Referencias bibliográficas.

Collins, R. (1981) On the microfoundations of macrosociology. American Journal of Sociology 86(5), 984-1014.

Drew, P. (2005). Conversation Analysis. En K. L. Fitch y R. E. Sanders (Eds.), Handbook of language and social interaction (p. 71-102). Mahwah, NJ: Lawrence Erlbaum Associates

Mondada, L. (2011). Understanding as an embodied, situated and sequential achievement in interaction. Journal of Pragmatics, 43(2), 542–552.

Richardson, D. C., Dale, R., y Kirkham, N. Z. (2007). The Art of Conversation is Coordination. Psychological Science, 18(5), 407-413.

Schegloff, E. A. (1986). The routine as achievement. Human Studies, 9(2/3), 111-151.

Schegloff, E. A. (1992). Repair after Next Turn. American Journal of Sociology, 97(5), 1295-1345.

Schegloff, E. A. (1996). Confirming Allusions. American Journal of Sociology, 102(1), 161-216.

Zion Golumbic, E. M., Ding, N., Bickel, S., Lakatos, P., Schevon, C., McKhann, G. M., (. . .) Schroeder, C. E. (2013). Mechanisms Underlying Selective Neuronal Tracking of Attended Speech at a “Cocktail Party”. Neuron, 77, 980-991.

 

Anotaciones a Economía y Sociedad VIII: A propósito de los tipos de dominación. La diferencia entre legalidad y burocracia

En su célebre tipología de la dominación Weber nos propone como uno de ellos, y además el más característico de las sociedades modernas y el más racional, el burocrático-legal. El propósito de esta entrada es disputar la combinación: Que el carácter legal y el carácter burocrático son elementos distintos y diferenciables conceptual e históricamente.

Esto tiene alguna relevancia si recordamos que el propósito de los tipos ideales es el de enfatizar unilateralmente un aspecto de la realidad: Se supone que en la realidad concreta usualmente se combinan diversos de esos tipos, ninguna realidad es tan pura como el tipo. Pero entonces ello requiere que sea efectivamente unilateral. La pregunta entonces es si el carácter burocrático y el carácter legal efectivamente corresponden a una sola dimensión.

Weber describe de esta forma las características básicas de la dominación legal:

1. Que todo derecho, pactado u otorgado, puede ser estatuido de modo racional -racional con arreglo a fines o racional con arreglo a valores (o ambas cosas)- con la pretensión de ser respetado, por lo menos, por los miembros de la asociación […]
2. Que todo derecho según su esencia es un cosmos de reglas abstractas, por lo general estatuidas intencionalmente; que la judicatura implica la aplicación de esas reglas al caso concreto; y que la administración supone el cuidado racional de los interese previstos por las ordenaciones de la asociación, dentro de los límites de las normas jurídicas […]
3. Que el soberano legal típico, el “superior”, en tanto que ordena y manda, obedece por su parte al orden impersonal por el que orienta sus disposiciones […]
4. Que -tal como se expresa habitualmente- el que obedece sólo lo hace en cuanto miembro y sólo obedece al “derecho” […]
5. En relación al número 3 domina la idea de que los miembros de la asociación, en tanto que obedecen al soberano, no lo hacen por atención a su persona, sino que obedecen a aquellas ordenaciones impersonales […] (Economía y Sociedad, Primera Parte, Cap III, § 3)

Y el cuadro administrativo que le correspondería, tendría una afinidad electiva para usar esos términos, sería el burocrático, que se define de esta forma:

El tipo más puro de dominación legal es aquel que se ejerce por medio de un cuadro administrativo burocrático. Sólo el dirigente de la asociación posee su posición de dominio, bien por apropiación, bien por elección o por designación de su predecesor. Pero sus facultades de mando son también “competencias” legales (Economía y Sociedad, Primera Parte, Cap III, § 4)

El mismo numeral abunda en las características de estos funcionarios individuales de ese tipo puro de cuadro burocrático están en jerarquía (2), calificación especializada que fundamenta su nombramiento (5), ejercen el cargo como su única o principal profesión (7), tienen ante sí una carrera o perspectiva de ascensos (8).

 

Ahora bien, ¿por qué esa legitimidad legal debe asociarse a un cuadro administrativo? En principio se podría establecer que (a) un trabajo continuo realizado en oficinas por funcionarios, (b) requeriría que sus competencias estuvieran establecidas de forma explícita por ley. Otra forma de establecer competencias no permitiría la operación continua de esos funcionarios. Y es el trabajo continuo (la administración) que constituye el centro de la burocracia:

No debe dejarse uno engañar y perder de vista que todo trabajo continuado se realiza por funcionarios en sus oficinas (Economía y Sociedad, Primera Parte, Cap III, § 5)

Sin embargo, el modelo de cuadro administrativo burocrático incluye bastante más elementos que el simple de tener funcionarios con competencias previamente establecidas. Ya mencionamos algunos, que Weber enfatiza lo suficiente para hacerlos parte inherente de la burocracia en su concepción: La jerarquía, ejercer el cargo como principal actividad (y luego, carrera ascendente interna).

Lo interesante es que hay al menos un caso histórico de interés, que Weber no le queda más que haber conocido, dado su conocimiento de la antigüedad, en que se tiene dominación legal sin burocracia: La democracia ateniense (y quizás otras democracias también, pero sólo de Atenas tenemos un conocimiento más preciso de su estructura administrativa):

  • Primero, tenemos la idea de la ley como fundante de la legitimidad. De hecho, en general es algo común a los griegos antiguos: La idea que se está ante gobierno de leyes y no de hombres (y esa diferencia es una de las cruciales para diferenciar la dominación legal de la tradicional y de la carismática, ver Cap III, § 2). En particular, en Atenas para el siglo IV se había alcanzado a distinguir entre leyes y decretos.
  • Segundo, los cuadros administrativos atenienses (en particular, en el siglo IV que es cuando tenemos más información) se caracterizan por ser (a) no-profesionales, (b) no-jerárquicos (algo que comparten con la descripción que hacia Tocqueville en la Democracia en América), y (c) por cierto, sin perspectiva alguna de carrera. Los consejos de magistrados colegiados que conformaban la administración ateniense eran cubierto por sorteo por ciudadanos comunes y silvestres por períodos relativamente cortos (y buena parte de ellos con prohibición de realizarlos por más de una vez) (Para todo esto, Mogen Herman Hansen, The Athenian Democracy in the Age of Demosthenes, 1999). Algunas de estas características, Aristóteles las menciona en la Política como característica de las democracias (al menos de las no-moderadas) por lo que plausiblemente no estaban reducidas al caso ateniense.

Dado que el sistema que estamos mencionando no fue uno que se auto-destruyó inmediatamente (la democracia en Atenas dura alrededor de 2 siglos, y en la configuración mencionado alrededor de un siglo -desde la restauración de la democracia el 401 AC hasta la caída definitiva el 322 AC); podemos darlo como un sistema posible y sustentable. Y luego, lo que nos muestra es que el carácter legal de una dominación no requiere necesariamente un cuerpo burocrático como lo desarrolla Weber.

En general, hay que decir que Weber define el sistema legal-burocrático de acuerdo a su experiencia alemana (las características que da de los funcionarios se aplican con gran precisión a la auto-comprensión del servicio civil alemán, y en particular del prusiano). Pero saliendo de esa experiencia, e incluso manteniéndonos dentro del mundo moderno, empiezan a verse problemas -y ellos no se pueden reducir a ‘el tipo no se da de forma pura en la realidad’. Que el puro mandato de la ley fuera suficiente para legitimar las decisiones resulta insuficiente en las tradiciones políticas más liberales (en los cuales la legitimidad de la ley tiene otros basamentos -ya sea la soberanía del pueblo o ciertos derechos inalienables) -el positivismo jurídico ha sido una de las tradiciones jurídicas modernas, pero nunca ha sido la única. Las discusiones, que de hecho son anteriores a Weber, sobre la legitimidad de la desobediencia civil muestran los límites de la pura legalidad como fundamento de la legitimidad ‘racional’ moderna.

 

NOTA. El conocimiento y la burocracia.

Hay otro tema que llama la atención con relación a la descripción de la burocracia en Weber: su énfasis en el saber como fundamento de la dominación burocrática (‘el gran instrumento de la superioridad de la administración burocrática es éste: el saber especializado’, Cap III, § 5). Esto en particular para criticar la posibilidad de un salir de esa burocracia, o incluso para limitar la posibilidad de ponerle todo límite a la dominación burocrática:

La cuestión es siempre ésta: ¿quién domina el aparato burocrático existente? Y siempre está dominación tiene ciertas limitaciones para el no especialista: el consejero especializado impone la más de las veces a la larga su voluntad al ministro que no lo está (Economía y Sociedad, Primera Parte, Cap III, § 5)

Ahora, ¿a qué se debe a que una dominación por funcionarios designados por competencias legales deba estar asociado a un conocimiento? Más allá de tener que certificar cierto saber para ocupar un cargo, la base para cumplir una determinada orden es que el que emite la orden tiene las competencias reglamentarias, no que el que emita la orden tenga mayor conocimiento. Lo último lo prueba el hecho que en caso de entrar en conflicto ambas exigencias, la disposición burocrática es a cumplir con lo que indica el procedimiento. De hecho, puede observarse que el consejero del Ministro (aquel que se basa en su saber) no necesariamente proviene de los estamentos de funcionarios (y ello es válido para todos los consultores, ya sea en burocracias públicas como privadas) para observar que lo que Weber había unido en realidad era separado.

Nuevamente, Weber ha adherido a la burocracia un elemento que en principio le es ajeno (no es parte de su pureza), basado fundamentalmente en su experiencia del Imperio Alemán, y su cercanía al estamento de funcionarios. Lo cual nos viene a decir, por una parte, lo difícil que resulta efectivamente diseñar tipos ideales -y mantenerse en la unilateralidad pura en la que supuestamente se basan. Pero quizás, por otra parte, lo más importante esté en otro lugar: Uno de los elementos de mayor influencia de Weber ha sido su diagnóstico de la ‘jaula de hierro’, la idea que de la dominación burocrática no hay escape; pero ¿no deberá parte de su plausibilidad al hecho que Weber acumula como parte del fenómeno burocrático elementos distintos? Y luego la sensación de inescapabilidad se produce porque al reunir diversos elementos parezca difícil evitar al menos uno de ellos. Pero eso no es equivalente a la inevitabilidad de todos ellos. Como siempre, al final, se requieren buenas distinciones.

Anotaciones a Economía y Sociedad VII: Racionalidad, cálculo y el socialismo en Weber

No deja de ser notorio al leer el Capítulo II de Economía y Sociedad las repetidas referencias que realiza Weber al tema del socialismo. No sólo ello sino que en diversas ocasiones las distinciones conceptuales (y recordemos que el capítulo es un vasto catálogo de distinciones) se construyen, en parte, para poder dar cuenta de la distinción entre socialismo y capitalismo (ver por ejemplo el § 14 donde es con base en esa distinción que se realiza la discusión sobre la cobertura de necesidades). Pero quizás lo más crucial, que es bastante conocido, es que buena parte de los éxitos predictivos de Weber dicen relación con sus declaraciones sobre el socialismo. Lo cual habrá que decirlo no deja de ser relevante. Weber escribe las páginas de la primera parte de Economía y Sociedad al final de su vida, en 1920, o sea a pocos años de la Revolución Rusa (y, a decir verdad, cuando no era claro que el nuevo régimen pudiera sostenerse), y a pocos años de las oleadas revolucionarias de la Europa central y oriental. Lo cual explica lo atingente del tema en sus páginas, pero al mismo tiempo nos muestra que las tendencias que Weber estaba declarando no eran para nada obvias en ese momento.

Habiendo dado varias razones para fundamentar el interés en lo que Weber dice al respecto, no quedará más que -entonces- dedicarse a mostrar que es lo que dice.

1. La imposibilidad del cálculo racional sin precios.

Uno de los primeros temas que Weber menciona en relación con su análisis de la economía es la importancia del cálculo para la acción racional. En ese sentido, distingue el cálculo natural (lo que se puede hacer sin tener un equivalente universal de valor como el dinero), y el cálculo racional formal que se puede realizar cuando hay dinero. Sólo en este último caso se cuenta con la posibilidad de tener un cálculo racional puro (la necesidad del dinero para la acción racional con arreglo a fines lo discutimos en una entrada anterior). El bien conocido argumento de von Mises al respecto ya está en ciernes en Weber, y ambos son contemporáneos: Si el socialismo, como era entendido a principios del siglo XX, era un sistema económico que no usaba dinero, entonces la planificación racional -que era una de las promesas del socialismo- sería imposible:

No se arregla nada con la creencia de que, una vez se enfrente uno de un modo decidido con el problema de la economía sin dinero, “ya se encontrará” o se inventará el sistema de cálculo apropiado: el problema es fundamental de toda “socialización plena”, y no puede hablarse, en todo caso, de una “economía planificada” racional en tanto que no sea conocido en este punto decisivo un medio para la fijación racional de un “plan” (Economía y Sociedad, Primera Parte, Cap II, § 12)

Más aún, para poder aprovechar el potencial de racionalidad formal del dinero requiere además las condiciones de la economía capitalista (Cap II, § 13): la lucha de mercado de economías autónomas; la posibilidad del cálculo de capital y luego sobre la libertad de mercado lo más amplio; que sea el deseo con mayor poder adquisitivo el regulador material. El dinero permite el cálculo racional, pero sólo lo puede hacer plenamente bajo ciertas condiciones -que son las que el socialismo eliminaba.

En algún sentido, la práctica de los socialismos reales en las siguientes décadas mostró que sin dinero y sin precios efectivamente no se podía administrar una economía compleja: Todos ellos debieron ocupar dinero para sus operaciones (no entraré aquí como esto afecta a la versión von Mises del argumento, dado que aquí queremos comentar a Weber). Aunque el rol de los precios en las economías del socialismo real claramente no era el del capitalismo moderno, si al menos permitía los elementos mínimos para lograr una administración racional. Pero como el mismo argumento de Weber lo establecía, incluso si resultaba necesaria su re-inclusión para una planificación racional, no podía cumplir plenamente su papel. Se podría decir que la experiencia del socialismo real (las décadas de funcionamiento del sistema) mostraban al mismo tiempo (a) la necesidad del uso del dinero para planificar y (b) la imposibilidad de lograr el máximo de racionalidad fuera del contexto capitalista.

2. La necesidad de la burocracia.

Un segundo tema que Weber discute con relación al socialismo es en el de la burocracia; en la cual se repita la dinámica de presentar una afirmación que iba en contra de lo que se esperaba del socialismo que a su vez se cumplió posteriormente. La utopía socialista, en particular a principios del siglo XX, era una que pensaba en la disolución del Estado, o que -para usar una frase de Engels- se podría pasar de la administración de los hombres al de las cosas. El peso de la organización sería menor para permitir el desarrollo libre de las capacidades. La sociedad actuando y decidiendo sobre ella no era vista como una organización burocrática que actuara sobre otros.

A este respecto, lo primero que hay que recordar  es que Weber establece que la dominación burocrático-legal (o sea, tener organizaciones) es lo que permite la racionalidad en el capitalismo -véanse sus reflexiones sobre lo necesario del trabajo libre, y dispuesto libremente, para la actividad capitalista; y sobre la separación de propiedad y gestión-. Así concluye que:

De igual manera que el capitalismo en el estadio actual de su desarrollo exige la burocracia -aunque uno y otra provengan históricamente de distintas raíces- asimismo constituye el fundamento económico más racional sobre el que puede subsistir aquella en su forma también más racional porque desde el punto de vista fiscal aporta los necesarios medios en dinero (Economía y Sociedad, Primera Parte, Cap III, § 5)

La burocracia no es un elemento anti-capitalista (no estamos ante quien cree en la oposición de relaciones organizacionales y relaciones de mercado). Pero siendo algo plenamente establecido como capitalista, al mismo tiempo nos dice (y esto en el siguiente párrafo al que acabamos de citar) que:

En esto [está hablando de los requisitos técnicos de la burocracia] ninguna alteración podría introducir un orden socialista. El problema radicaría en si éste sería capaz de crear condiciones parecidas a una administración racional, que precisamente en este caso significaría una administración burocrática rígida, sometida a reglas aún más rigurosamente formales que las existentes en el orden capitalista (Economía y Sociedad, Primera Parte, Cap III, § 5)

Weber no sólo enfatiza la necesidad -recordemos no obvia en ese momento- de la burocracia para el socialismo; sino además insistirá en la necesidad de una administración autoritaria en el socialismo (Cap II, § 41). Porque hacerlo de otra forma haría que los intereses contrapuestos de las personas salieran a la luz, y esto produciría ‘violentas luchas de poder’. No es sólo una regulación burocrática, sino además una ajena a cualquier forma democrática, lo que Weber piensa en afinidad electiva con el socialismo.

Nuevamente, bien se puede insistir en el hecho que la experiencia de los socialismos reales puede tomarse como un éxito predictivo de Weber.

3. Racionalidad material y racionalidad formal.

En toda la discusión anterior nos hemos basado en una ambigüedad del concepto de racionalidad. En nuestra defensa bien podemos defender que es una ambigüedad existente en el propio Weber. Examinarla nos permitirá observar de mejor forma los fundamentos y límites del argumento weberiano.

Básicamente, hasta ahora hemos usado como equivalente lo racional con la racionalidad formal, la que se define solamente en términos del grado de cálculo. Pero Weber además distingue la racionalidad material, cuando el abastecimiento está orientado por ciertos postulados de valor (Cap II, § 9). Como ya dijimos, en cierto sentido es una trasposición de la división entre acción racional de acuerdo a fines y valores. Luego, plantear que algo no es plenamente racional formalmente no quiere decir que no sea racional, dado que hay otra forma de racionalidad. Sin embargo, el mismo Weber tiende a hacer equivalentes la idea de racionalidad con la idea de racionalidad formal, y luego lo que hace inviable la racionalidad formal como cercano a lo irracional.

Ahora bien, lo central de la diferencia entre ambas formas de racionalidad dice relación con la posibilidad del cálculo. Es la racionalidad formal la que requiere dinero, porque la racionalidad material bien puede usar un cálculo natural (ver Cap II, § 9). Éste último no operar de una forma sencilla como reducción a un simple estándar de valor formal, dado que eso es precisamente lo que le suelte faltar: Tiene que combinar diversas producciones heterógeneas  sin un marco único. Pero ello vuelve al cálculo natural algo difícil de realizar, más no imposible (toda gestión de hacienda se basa finalmente en cálculos naturales, y gestión de hacienda es algo que las familias siempre hacen con relación a su abastecimiento); y no por ello irracional.

No es sólo que ambas formas de racionalidad sean efectivamente formas de racionalidad distintas; sino además Weber enfatiza que están usualmente en conflicto. Lo que es racional formalmente suele no serlo materialmente; lo que es racional materialmente suele no serlo formalmente. Y ello constituye una irracionalidad irrebasable:

Las racionalidades material y formal (en el sentido de un cálculo exacto) se separan cabalmente entre sí en forma tan amplia como inevitable. Esta irracionalidad fundamental e insoluble de la economía es la fuente de toda “problemática social” y especialmente de todo socialismo (Economía y Sociedad, Primera Parte, Cap II, § 14)

Aunque Weber suele enfatizar, dada la equiparación común entre racionalidad formal y la racionalidad, el hecho de la irracionalidad de la racionalidad material, tampoco olvida lo contrario. En la siguiente crítica es desde un punto de vista de racionalidad material que se realiza una crítica al mundo racionalizado formalmente:

En conjunto todo el esfuerzo de una generación no ha consistido en otra cosa que en una crítica de los resultados que para la provisión natural de bienes ha tenido una orientación de la economía por la idea exclusiva de rentabilidad (Economía y Sociedad, Primera Parte, Cap II, § 12, 2)

Con lo cual entonces podemos volver al punto de inicio: ¿Cuán irracional tiene que ser el socialismo, en particular, cuan irracional tendría que ser la administración sin dinero? El carácter de irracional asignado al socialismo es válido para la racionalidad formal, más no necesariamente para la racionalidad material. Más aún,  sabemos que existen administración de hacienda bajo cálculo natural, o sea sin dinero; y que ella bien puede ser racionalizada. No permite llegar al cálculo formal, pero sabemos que esa forma de administración existe.

La asignación de irracionalidad requiere, entonces, algo más que la simple ausencia de cálculo forma de acuerdo a los planteamientos del mismo Weber. Para resolver este tema, podemos observar un argumento de Schumpeter (a quién supongo nadie acusaría de socialista) sobre la posibilidad de la planificación socialista.

NOTA: Al hablar de las diferencias del cálculo natural y el monetario, Weber hace mención que las estadísticas disponibles en su época suelen ser estadísticas naturales (por ejemplo, de producción). Lo que no existe es la operación que transforma toda la economía en algo monetario, que Weber dice sólo puede tomarse en serio para intereses fiscales (está pensando específicamente en la transformación del patrimonio en dinero, ver Cap II, § 12, 2). Las cuentas nacionales en la época de Weber sólo estaban en su infancia, y sólo en décadas posteriores se creó el PIB -o sea, el transformar toda la producción en una sola cifra determinada por el dinero. Y si bien no fueron estrictamente intereses fiscales lo que la crearon, fueron intereses estatales; y con ello la posibilidad de pensar en una gestión global de toda la economía bajo el canon de la racionalidad formal. El que los gobiernos, por ejemplo, se pongan como objetivo, y monitoreen, el crecimiento de la economía es, en ese sentido, una ampliación de la racionalidad formal que Weber no conoció.

Y, por cierto, las críticas al PIB como forma de medición de la economía siguen con exactitud la diferencia entre racionalidad formal y material. En algunos sentidos, todavía no hemos superado para nada a Weber.

4. El argumento de Schumpeter.

El argumento de von Mises, que como hemos dicho ya estaba en Weber, sobre la imposibilidad de la planificación racional en el socialismo, ha tenido una importante difusión al interior de quienes han seguido a la escuela austríaca. Pero no tuvo, uno podría decir, tanto impacto en la economía neoclásica; y también fue rechazado por integrantes de la escuela austríaca. En el caso de la economía neoclásica es clara la razón: Para esta última la racionalidad maximizadora es una condición universal del comportamiento humano, y luego ponerle una condición social (requiere dinero) no era conducente. Los argumentos anti-socialistas al interior de esa vertiente tienen otras figuras (enfatizando no que no se puede ser racional, sino que no es eficiente como arreglo). Más interesante es el argumento al interior de los austríacos.

Schumpeter escribiendo en 1942 Capitalismo, Socialismo y Democracia, declaraba no entender la idea (y recordemos que él escribe tras décadas de socialismo real, o sea sabiendo que era posible que se mantuviera, no era una entelequia). Para él si resultaba posible la planificación bajo el socialismo. El argumento de Schumpeter no es propio (sigue a Enrico Barone en esto), pero siendo conocido, parte del mismo medio en que aparece el argumento anti-racionalista del socialismo y partiendo de la base en que encuentra el carácter racional del socialismo evidente (así lo dice en Parte III, Cap XVI, 1) resulta de interés.

El argumento es alambicado (está en el Cap XVI) pero: (a) En una sociedad socialista sería necesario un mecanismo político para asignar un criterio de distribución (no sería posible el automático de una sociedad mercantil), pero aunque fuera arbitrario permitiría el cálculo de los agentes económicos, (b) la distribución a las personas de un resguardo de derecho al consumo de bienes, y ello permitiría formar precios (al menos, permite formar demanda y a que precios las personas estarían dispuestas a adquirir productos), (c) el problema de cuanto generar de cada producto, lo que estaba asumido en lo anterior, se puede resolver a través de generar condiciones, y ello permite que para cada industria se le genere el mismo tipo de decisión que resuelve en una sociedad capitalista (y si la última es racional, a fortiori la primera también lo es), (d) ello requiere establecer un precio por la junta central de planificación, pero ello es el mismo que ocurre en una sociedad capitalista: aquel que permite vaciar el mercado. En última instancia, una economía socialista planificada puede replicar todos los elementos que permiten la racionalidad de la acción capitalista.

En suma, aún sin mercados

tendría que haber una autoridad para hacer la evolución, esto es, para determinar los índices de significación para todos los bienes de consumo. Siéndole dado un sistema de valores dicha autoridad podría hacer esto de una manera perfectamente determinada, igual que puede hacerlo un Robinson Crusoe (Capitalismo, Socialismo y Democracia, Tercera Parte, Cap XVI, 6)

Pero he aquí entonces el punto central. La visión de Schumpeter podría refutar una argumentación à la von Mises, pero en el caso de Weber existe una contra-réplica importante: Robinson Crusoe puede hacer un cálculo natural (una administración de hacienda) pero no un cálculo formal, precisamente porque le falta un estándar común de valor. El dinero es precisamente ello (y el argumento de Schumpeter hace uso de equivalentes a dineros y precios, de transformar todas las demandas naturales de bienes en equivalentes); y a falta de dinero no se puede hacer un cálculo racional formal. Lo que explica, siguiendo a Weber, como ya dijimos porque las economías socialistas reales tuvieron que ocupar dinero finalmente.

Existe un argumento ulterior también basado en Weber: la necesidad de una burocracia autoritaria. Schumpeter observa la necesidad de una burocracia pero la ve más que nada como un equivalente a la función ‘cognitiva’ del mercado (à la Hayek): la de reunir información. En última instancia, es la personalización real del subastador de Walras. Pero en Weber una burocracia centralizada no puede limitarse a ello. El argumento de Schumpeter se basa en un alto grado de libertad de los agentes (i.e es cada industria la que toma decisiones, al igual que cada consumidor; la agencia de planificación lo que hace es reunir la información que generan esas decisiones y distribuirla a los agentes económicos), pero ello -en Weber- implicaria volver a recrear el conflicto de intereses, que eliminaría la posibilidad de una planificación efectiva.

En suma, aquí las dos hebras de la argumentación de Weber se reúnen El modelo que plantea Schumpeter, que permitiría evitar la imposibilidad de cálculo racional sin precios, sería imposible porque implicaría un modelo no-autoritario, y es ello lo que, finalmente, no resulta posible.

5. El carácter abierto de la vida social.

¿Es esa la conclusión final? En general, los textos de Weber son relativamente caústicos sobre las presunciones existentes sobre el socialismo, y plantea que -de mantenerse- requiere una motivación extra-económica, en particular, más allá de los intereses. Pero que ello, resulta difícil de esperar para la masa de la población (Cap II, § 41). Quien todavía desee socialismo por consideraciones de valores (de racionalidad material) nada tiene la ciencia, nos dice Weber, que decirle sobre ese deseo, pero al mismo tiempo que se haga sin ilusiones incorrectas.

Pero hay algo más. La dificultad se debe, en última instancia, a una ausencia: A la ausencia de un instrumento que permita un cálculo preciso en condiciones de racionalidad material. Weber mismo cree, como plantea la cita inicial, que buscar ese cálculo no es posible. Pero al mismo tiempo:

Pero tampoco debe olvidarse nunca que las formas de empresa y de explotación, como todo producto técnico, tienen que ser “inventadas” (Economía y Sociedad, Primera Parte, Cap II, § 39).

Tampoco debe olvidarse que no conocemos el límite de las capacidades de invención de los actores. Las posibilidades del mundo no están cerradas, sino que están abiertas. A estas alturas, toda la larga literatura sobre planificación socialista puede verse como un ejercicio en la futilidad, y plantear que nunca pudieron resolver los límites que planteaba Weber al principio (nunca pudieron resolver el tema de la racionalidad fuera del capitalismo). Pero la existencia de esa literatura mostraba que había mucho paño que cortar más allá de la simple declaración inicial de imposibilidad; y nos muestra, además, que los límites de esa literatura no necesariamente son los límites de lo que podría descubrirse. Que el mundo sea abierto no implica que todas lo pensable sea posible, pero sí implica que no sabemos plenamente que es lo posible.

Anotaciones a Economía y Sociedad VI: Las variedades de la vida económica

Una proporción bastante alta del Capítulo sobre las Categorías Sociológicas fundamentales de la Vida Económica (Primera Parte, Cap II, Economía y Sociedad) se dedica a describir una pormenorizada clasificación de formas de esa vida económica. En particular, entre los §15 y el §24 Weber hace una larga casuística de las formas de actividad económica (en el §28 realiza una de las formas de intercambio), que resume en el §24a. Para dar una idea del detalle puesto en ese catálogo, una muestra del §19:

Ya el contexto de la clasificación que transcribiremos muestra la complejidad. Weber está hablando de la apropiación de las oportunidades de trabajo (que es una de las formas en que se pueden apropiar las probabilidades de retribución, que es una forma de clasificar socialmente la distribución de servicios, para distinguirla de las formas técnicas de clasificación). En ese tipo Weber diferencia cuatro posibilidades. Y a su vez la primera de esas posibilidades tiene las siguientes alternativas:

a) apropiación monopolista por los trabajadores mismos de las oportunidades de trabajo (trabajo gremial libre). Pudiendo ser ésta:
?) hereditaria y enajenable, o
?) personal e inalienable, o
?) hereditaria, pero inalienable -en todos estos casos, bien de manera incondicionada, ya vinculada a determinados supuestos materiales (Primera Parte, Cap III, § 19)

A lo que siguen algunos ejemplos de cada caso, mostrando que esta clasificación responde a una diversidad real de las formas de actividad económica.

Catalogar la variedad de la vida económica

¿Cuál es la importancia de realizar ese catálogo de la variedad de la vida económica?

Porque en ciencias sociales en realidad estamos acostumbrados a formas de clasificación bastante más sencillas, y por cierto sin toda la compleja jerarquía que Weber despliega. Realizamos algunas distinciones básicas (digamos, entre sociedades modernas y tradicionales, adscripción y logro), donde a lo más a veces graduamos la tipología en varias clases que tienen más o menos la dimensión que analizamos. Las tablas de doble entrada son también de amplio uso al clasificar. Conste que esta forma de clasificar es también usada por Weber -la distinción entre la gestión de haciendas y gestión de lucro (numero § 10 y § 11 ) es del mismo tipo.

¿Cuál es la diferencia de uno u otra forma de clasificar? Las clasificaciones sencillas suelen provenir directamente de la teoría y se orientan por distinciones que serán operativas para alcanzar conclusiones conceptuales relevantes. La diferencia entre gestión de hacienda y por lucro conecta con otras distinciones sobre el cálculo y la racionalidad por ejemplo. Los catálogos, en cambio, no tienen esa orientación -no son categorías que se puedan deducir simplemente a partir de las distinciones teóricamente relevantes. Su objetivo es más bien otro: el de mostrar la variedad de formas existentes en la realidad.

Lo cual quiere decir, entonces, que la clasificación de Weber en este punto está interesada en mostrarnos la variedad de las formas de vida económica. Y que es ello lo que pasamos por alto cuando usamos otras clasificaciones. Si pensamos en otras disciplinas, uno puede observar que en biología es donde la clasificación de la diversidad de formas (de especies) es más desarrollada y adquiere una gran centralidad: Entender los procesos vitales implica, en parte, dar cuenta de cómo se ha desplegado toda la diversidad de formas de vida que representan los millones de especies (y sus clasificaciones de mayor jerarquía). Preocuparnos, junto con Weber, de catalogar la variedad de la vida económica es también reconocer que dar cuenta de esa diversidad (y quizás, imitando en ello un poco a los biólogos, maravillarnos de dicha pluralidad) es también una de las principales tareas de nuestras disciplinas.

 

Los Esquemas de Clasificación de Weber.

A continuación mostraremos los esquemas de Weber, en sus categorías principales (sin entrar en el detalle de cada una de ellas, que es cuando realmente se muestra la variedad, pero hacer eso requeriría transcribir buena parte del capítulo). Este resumen quizás permita, por un lado, una mejor lectura del capítulo en cuestión, y, por otro,

Los esquemas que presenta Weber son de distinto tipo. Los primeros (las formas de articulación de servicios) corresponden a las diversas formas que puede adoptar la economía tomando en cuenta una dimensión (lo equivalente a diferenciar especies de acuerdo a sus formas de reproducción o su metabolismo). La última (tipología de relaciones de apropiación y de mercado) representa una clasificación de las diversas formas de realizar actividades económicas en conjunto, a través de las combinaciones de las distintas modalidades de las anteriores (lo equivalente a diferenciar tipos o clases en biología).

Formas de articulación de servicios. Clasificación Técnica:

A. Según la división y coordinación de servicios (§ 16)

  1. Según servicios emprendidos por una y la misma persona. Para ejemplificar las distinciones usaremos una de las menores jerárquicamente (pero que tiene importancia empírica como el miso Weber lo hace notar): La diferencia al interior de la sub-categoría de servicios particularizados entre especificación de servicios (la persona realiza todos los actos necesarios y heterogéneos para producir un producto particular) y especialización de servicios (la persona sólo realiza un tipo de acto, de modo que el producto final requiere servicios de varias personas)
  2. Según la manera como se coordinan para realizar un propósito los servicios de varios
    1. Acumulación de servicios
    2. Coordinación de servicios

B, En cuanto al modo y medida de su combinación con medios de producción materiales complementarios (§ 17)

Formas de articulación de servicios. Clasificación Social:

A. Según queden repartidos entre unidades económicas autocéfalas: (§ 18)

  1. Economía unitaria con especialización y coordinación puramente interna
  2. División de servicios entre unidades económicas autocéfalas
    1. Especialización o especificación entre unidades económicas heterónomas pero autocéfalas
    2. Especialización de servicios de acuerdo a economía de tráfico entre economías autocéfalas y autónomas

B. Según la forma en que son apropiadas las probabilidades por retribución de servicios. De acuerdo al objeto de la apropiación (§ 19)

  1. Probabilidad de utilización de servicios / apropiación de oportunidades de trabajo (§ 19)
    1. Apropiación monopolista por los trabajadores
    2. Apropiación por parte del propietario de los trabajadores (trabajo servil)
    3. Ausencia de toda apropiación
    4. Apropiación por parte de una asociación de trabajadores, sin apropiación de los trabajadores individuales
  2. Medios materiales de producción (§ 20)
    1. Apropiación por parte del trabajador (individual o en asociación)
    2. Apropiación por el propietario
    3. Apropiación por parte de terceros de carácter regulador
  3. Probabilidades de ganancia merced a servicios de disposición (§ 21)
    1. En casos de dirección tradicional de hacienda
    2. En explotaciones lucrativas

Tipología de relaciones de apropiación y de mercado.

permite (de acuerdo a los esquemas anteriores) una gran cantidad de combinaciones. De acuerdo a Weber los más importantes históricamente han sido (§ 24a)

  1. En tierras de cultivo
    1. Agricultura con aprovechamiento transitorio de terreno
    2. Agricultura sedentaria, regulación de derechos de aprovechamiento por la comunidad con haciendas familiares
    3. Señoríos territoriales y corporales con tierras solariegas, con prestaciones de campesinos dependientes
    4. Monopolio del suelo con garantía solidaria de los campesinos con respecto a cargas fiscales
    5. Propiedad señorial libre con uso consuntivo (i.e no lucrativo) de los campesinos dependientes como fuente de renta
    6. Economía de plantación
    7. Explotación hacendaria
    8. Ausencia de propiedad señorial, economía campesina con apropiación del suelo por quienes lo trabajan
  2. En la industria, transporte y comercio
    1. Industria doméstica (usualmente con cambio ocasional)
    2. Industria vinculada a una parroquia (a un lugar local), especificación de servicios de acuerdo a una comunidad de consumidores
    3. Industria libre (libre producción para clientes)
      1. Stör (en casa de quien paga el trabajo)
      2. Trabajo por salario -con apropiación de la materia prima por parroquianos, de las herramientas por trabajador, y de las instalaciones por señor o asociación
      3. Trabajo por precio –trabajo se apropia de materia prima y de herramientas, apropiación de instalaciones por parte de asociación (gremio)
  3. Desarrollo hacia el capitalismo
    1. Monopolio de hecho de empresarios de los recursos monetarios de la industria como anticipo de trabajadores
    2. Apropiación del derecho de venta de los productos, consecuencia de monopolio de hecho
    3. Imposición de disciplina interna a los trabajadores a domicilio dependientes del empresario
    4. Creación de talleres sin especialización racional del trabajo, dentro de explotaciones donde dueño se ha apropiado de los medios materiales de producción
    5. Como último paso: mecanización de producción y transporte, y cálculo del capital (el elemento crucial para hablar de capitalismo de acuerdo a Weber)

En relación al desarrollo del capitalismo, Weber declara que fuera de Occidente sólo se dan los casos A y B, y el resto es específico al Occidente Pero más allá de ello, el caso es que -y recordemos que no hemos bajado dentro de los esquemas a las clasificaciones más bajas- Weber nos muestra una fuerte variedad de formas de vida económica.

Frente a esta pluralidad y variedad, nuestras divisiones usuales muestran su incapacidad para dar cuenta de la diversidad real de la vida social. En el caso que analizamos económica, pero en realidad aplica a todas las formas. Si en el análisis de la vida biológica, dar cuenta de la diversidad es parte central del conocer ese mundo, lo mismo cabría decir de la vida social. ¿Como cabría que explicaran o siquiera describieran la vida social quienes más bien la desconocen?

Y en ello, habrá que decirlo, el clásico que más reconoció lo anterior fue Weber.

Anotaciones a Economía y Sociedad V: Dominación. Mandato y cuadro administrativo

El concepto de dominación es uno de los más conocidos de Weber, y corresponde entonces ahora dedicarle atención.

1. Dominación y mandato.
Lo primero es establecer algo trivial, pero que por lo mismo no ha de olvidarse, en Weber los conceptos de poder y de dominación no son equivalentes. El concepto de dominación es una especificación del poder:

Poder significa la probabilidad de imponer la propia voluntad, dentro de una relación social, aun contra toda resistencia y cualquiera que sea el fundamento de esa probabilidad.
Por dominación debe entenderse la probabilidad de encontrar obediencia a un mandato de determinado contenido entre personas dadas (Economía y Sociedad, Parte 1, Capítulo I, § 16)

Ahora bien, la especificación se debe a la idea de mandato. Pero el mandato no es algo que Weber define explícitamente (al menos en la Primera Parte de Economía y Sociedad, que es la última parte escrita, en la Tercera Parte, Cap I, § 1 -un texto bastante más antiguo- define algo más mandato, y sigue las líneas que aquí esbozaremos, enfatizando el carácter explícito del mandato). Por el uso que le da a la idea en otras ocasiones la idea de mandato se asocia a la idea de concreción (como lo hace en Los tres tipos puros de la dominación legítima, qué se publicó originalmente en Anuario Prusiano en 1922). El poder puede ser algo difuminado, pero obedecer a un mandato es algo claro. Lo otro dice relación con un rasgo de la idea de orden: Una declaración imperativa es una falta el no seguirla. Otras formas de imponer la propia voluntad (o sea, de ejercer poder) no tienen esa característica, sino que el no seguir la voluntad de ego es parte de las posibilidades (pensemos en la negociación o la influencia).  Un mandato sería entonces una declaración imperativa explícita y clara frente a la cual la no obediencia es vista como falta.

Ahora bien, la pregunta siguiente es entonces es ¿por qué de todas las formas de ejercer el poder Weber se centra específicamente en la dominación? Pensemos que luego de dar esa definición, a continuación Weber se dedica inmediatamente a analizar dominación (y a definir asociación de dominación y sus tipos, en el § 16 y el § 17; y que el Capítulo III es sobre tipos de dominación, no sobre tipos de poder). Weber mismo nos dice que el poder es demasiado amorfo para analizarlo, lo cual es atendible; pero entonces sigue sin responder porque centrarse en sólo una de las formas de éste. Se podría decir que el Capítulo II de la Primera Parte, sobre conceptos económicos, nos habla de poder sin dominación (que en las relaciones económicas, con sus mecanismos de apropiación, expropiación etc. hay un elemento claro de poder). Sin embargo, ello -de ser cierto- es algo que habría que interpretar, el mismo texto no está ordenado de esa forma.

2. Dominación y cuadro administrativo.
En realidad, es más clara la razón en la concentración en la dominación cuando observamos qué es lo que Weber procede a hacer. En el Capítulo III de la Primera Parte, que es sobre tipos de dominación, luego de recapitular las definiciones ya dadas, Weber procede a decir lo siguiente:

Pero toda dominación sobre una pluralidad de hombres requiere de un modo normal (no absolutamente siempre) un cuadro administrativo; es decir, la probabilidad, en la que se puede confiar, de que se dará una actividad, dirigida a la ejecución de sus ordenaciones generales y mandatos concretos, por parte de un grupo de hombres cuya obediencia se espera (Economía y Sociedad, Parte 1, Capítulo III, § 1)

Lo que le interesa a Weber es el cuadro administrativo de una asociación. Ese es el núcleo de la idea de dominación, y es el núcleo de la operación social permanente del poder. Los tipos de dominación, que muchas veces reducimos a creencias sobre legitimidad, son -y a ello es que Weber le dedica página tras página en el capítulo mencionado- también formas de organizar (y reclutar y mantener) ese cuadro administrativo. Que, todo hay que reconocerlo, fue algo que me insistió mi profesor de teoría en el pregrado, Raúl Atria, cuando nos enseñó a Weber.

El hecho mismo de la vida organizada  (no reducida a la burocracia, las otras formas de dominación son también sus formas de organización) es el núcleo del interés de la sociología weberiana. Ello también aparece de forma paralela en el Capítulo II -sobre conceptos económicos- en el que la descripción de las miríadas formas que puede tener una empresa económica (una actividad continua) también ocupa el cuerpo principal del texto. Es debido a esa preocupación que, entonces, es la dominación la que interesa dentro de todas las formas de poder -porque es la que se asocia a esa actividad continua de un grupo de personas.

Si queremos, entonces, comprender el concepto de dominación en Weber haríamos bien en no olvidar los dos elementos mencionados anteriormente: Mandato y cuadro administrativo.

3. NOTA. La dominación burocrática y la acción racional con arreglo a fines

Para finalizar esta entrada daremos una pequeña nota sobre la relación entre la dominación burocrática y la acción racional con arreglo a fines. En una entrada anterior, habíamos dicho al pasar que no había tipo de dominación asociado a la acción con arreglo a valores, asumiendo la relación mencionada. Habrá que defenderla.

Cuando Weber establece las premisas de la dominación burocrática-legal nos dice que:

Que todo derecho, pactado u otorgado, puede ser estatuido de modo racional -racional con arreglo a fines o racional con arreglo a valores (o ambas cosas)- con la pretensión de ser respetado (Economía y Sociedad, Parte 1, Capítulo III, § 3)

El lector precavido podrá entonces decir que claramente nuestra pretensión se demuestra equivocada: Weber mismo dice explícitamente que dicha dominación también incluye la acción racional con arreglo a valores. Sin embargo,, cuando Weber nos explica porque esta dominación es la más racional nos dice lo siguiente:

y lo es en los sentidos siguientes: en precisión, continuidad, disciplina, rigor y confianza; calculabilidad, por lo tanto, para el soberano y los interesados; intensidad y extensión en el servicio; aplicabilidad formalmente universal a toda suerte de tareas; y susceptibilidad técnica de perfección para alcanzar el óptimo de sus resultados (Economía y Sociedad, Parte 1, Capítulo III, § 5)

Luego, comparando con una posible administración socialista (ligada a una racionalidad material) nos dice en el mismo numeral:

El problema radicaría en si éste sería capaz de crear condiciones parecidas para una administración racional, que precisamente en este caso significaría una administración burocrática rígida, sometida a reglas aún más rigurosamente formales que las existentes en el orden capitalista. En caso contrario, nos encontraríamos de nuevo con una de aquellas grandes irracionalidades que tantas veces ha de constatar la sociología: la antinomia entre la racionalidad formal y material (Economía y Sociedad, Parte 1, Capítulo III, § 5)

 

Luego, podemos decir que lo que permite que esa dominación sea la más racional incluye su momento de calculabilidad y está asociada a la racionalidad formal. Si una administración socialista (como ya dijimos asociada a la material) quisiera alcanzar la mayor racionalidad formal estaría obligada a tomar una burocracia (so pena de caer en la contradicción). Y recordemos que la diferencia racionalidad material / racionalidad formal está asociada a la diferencia racionalidad arreglo a valores / arreglo a fines. En ambos casos, podemos observar que las características específicas de la dominación burocrática la asocian a la racionalidad con arreglo a fines.

Abusando un poco de conceptos usados por Weber en otros contextos, si bien en principio la dominación burocrática puede incluir una racionalidad de acuerdo a valores, existe una afinidad electiva entre la burocracia y la acción racional con arreglo a fines.

Anotaciones a Economía y Sociedad IV: La ausencia de la noción de Sociedad

Ahora cometeremos una gran injusticia y nos saltaremos la mayor parte de la construcción detallada y sistemáticamente que hace Weber de conceptos sociológicos a partir de la acción (relación, asociación, unión, instituto, etc.) para centrarnos en el último parágrafo, en el cual aparece una de las definiciones más conocidas del autor, la de Estado. Ahora bien, si uno observa Estado es sólo uno de los conceptos definidos en ese parágrafo, y no tiene un lugar especial. El Estado es una versión de la asociación política; e Iglesia una versión de asociación hierócrática (la asociación de dominación se define en el § 16). De hecho, el orden en el parágrafo es asociación política, Estado, asociación hierocrática e Iglesia. Transcribamos las definiciones:

Una asociación de dominación debe llamarse asociación política cuando y en la medida en que su existencia y la validez de sus ordenaciones, dentro de un territorio geográfico determinado, estén garantizadas de un modo continuo por la amenaza y aplicación de la fuera física por parte de su cuadro administrativo.
Por Estado debe entenderse un instituto político de actividad continuada, cuando y en la medida en que su cuadro administrativo mantenga con éxito la pretensión al monopolio de la coacción física legítima para el mantenimiento del orden vigente […]
Por asociación hierocrática debe entenderse una asociación de dominación, cuando y en la medida en que aplica para la garantía de su orden la coacción psíquica, concediendo y rehusando bienes de salvación (coacción hierocrática). Debe entenderse por Iglesia un instituto hierocrático de actividad continuada, cuando y en la medida en que su cuadro administrativo mantiene la pretensión al monopolio de la coacción hierocrática legítima (Economía y Sociedad, Parte 1, Capítulo I, § 17)

Podemos observar que los conceptos están asociados entre sí. Dentro de las asociaciones de dominación, hay algunas que se centran en la aplicación de coacción física (asociación política) y otras a coacción psiquica (asociación hierocrática). Las definiciones son más precisas que lo que aparece en el contraste anterior (hay dimensión territorial en la política; hay dimensión específica de bienes -de salvación- en la hierocrática); pero claramente están asociadas. Las definiciones de Estado y de Iglesia son, en todo caso, casi perfectamente paralelas: Ambos son institutos de actividad continuada que mantienen monopolios a coacciones legítimas, diferenciando sobre que mantienen de manera exitosa ese monopolio. En Weber, por cierto, la palabra instituto es bien precisa (en el § 15 se lo define en términos de una asociación cuyas ordenaciones son otorgadas y rigen respecto a toda acción que  tenga lugar bajo su ámbito, Weber la diferencia de la unión -que se caracteriza porque sus ordenaciones son válidas sólo para quienes son miembros por libre elección), lo cual quiere decir que ambas asociaciones pretenden que sus órdenes sean válidas más allá de quienes son parte de sus cuadros o miembros directos.

Lo cual nos muestra que, contra otras tradiciones sociológicas, en Weber el Estado no es una síntesis de la sociedad (por ejemplo, entre nosotros, à la Lechner). Ni siquiera es una agencia orientada a resolver los problemas sistémicos de integración. Es simplemente una asociación que tiene el monopolio de un bien para producir un tipo de coacción. El punto de hacer una definición paralela de Iglesia es, precisamente, para devaluar las pretensiones de lo que es el Estado (lo que el Estado es a la política, es lo que la Iglesia a los asuntos religiosos; y bien pudiéramos quizás buscar otras asociaciones para otros tipos de coacciones).

Tan clave como lo anterior es el hecho que no hay ningún concepto superior (de mayor alcance) que los que transcribimos anteriormente. No hay en ninguna parte de los Conceptos Sociológicos Fundamentales una definición de sociedad. Esa ausencia, en un autor que está escribiendo un texto de alta precisión conceptual, no es casual.

Usualmente operamos como si la sociología tuviera como concepto central el de sociedad (pensemos en el caso de Luhmann). Más aún, que necesitamos ese concepto para poder realizar cualquier análisis de mayor rango (ya sea temporal o espacial). Pero Weber que realiza una sociología conceptualmente individualista y cuyos estudios son todos al macronivel (la emergencia del capitalismo moderno, la economía agraria en la Antigüedad, la ética económica de las religiones, la evolución del derecho etc.) puede realizar todos esos estudios sin usar para nada el concepto. Y más allá de ello, recordemos la frase algo burlona en una de las notas finales de la Ética Protestante sobre aquellos que creen en la unidad de la sociedad (unidad de la psique social, pero si la vida social es vida con sentido podemos hacer la traslación)

Hubiera sido fácil pasar de aquí a una “construcción” formal que dedujese lógicamente del racionalismo protestante todo lo “característico” de la civilización moderna. Pero esto lo dejamos para ese tipo de diletantes que creen en la “unicidad” de la “psique social” y su posibilidad de reducirla a una fórmula (Ética Protestante y el Espíritu del Capitalismo, Cap V, nota 114)

Si en la actualidad hay varios sociólogos que analizan la vida social pensando en que el viejo concepto de sociedad se encuentra en crisis (pensemos por ejemplo, en Touraine que así intitula un libro reciente); habrá que decir que la falta de necesidad de la idea de sociedad ya estaba disponible a principios del siglo XX.

Anotaciones a Economía y Sociedad III. Los tipos de acción y el sentido (y su falta)

La acción social, como toda acción, puede ser: 1. racional de acuerdo a fines: determinada por expectativas de comportamiento tanto de objetos del mundo exterior como de otros hombres, y utilizadas esas expectativas como “condiciones” y “medios” para fines propios racionalmente sopesados y perseguidos. 2. racional con arreglo a valores: determinada por la creencia consciente en el valor -ético, estético, religioso o de cualquiera otra forma como se lo interprete- propio y absoluto de una determinada conducta, sin relación alguna con el resultado, o sea puramente en méritos de ese valor. 3. afectiva, especialmente emotiva, determinada por afectos y estados sentimentales actuales, y 4. tradicional: determinada por una costumbre arraigada.  (Economía y Sociedad, Parte 1, Capítulo I, § 2)

Ya en la definición de los tipos de acción se nota una de los rasgos principales de las categorías: Su asimetría. Claramente hay acciones que merecen más atención que otras; lo cual es claro además en las notas sucesivas que hace Weber posteriormente, como en otras categorías.

La categoría de acción racional de acuerdo a fines es la central en la tipología. Esto aparece repetido en varias ocasiones, es la acción que aparece con el mayor grado de comprensibilidad. Hay diversas acciones de las cuales no se puede negar que tengan sentido pero al no ser este fácilmente comprensible por otros (la experiencia mística es el caso que pone Weber) son difíciles de integrar en la explicación sociológica. La comprensión universal por otros es algo que la acción racional con arreglo a fines, en última instancia, cumple mejor. En ese sentido, la acción por excelencia es la acción racional de acuerdo a fines.

Toda interpretación de una acción con arreglo a fines orientada racionalmente de esa manera posee -para la inteligencia de los medios empleados- el grado máximo de evidencia. (…)
El método científico consistente en la construcción de tipos investiga y expone todas las conexiones de sentido irracionales, afectivamente condicionadas, del comportamiento que influyen en la acción, como “desviaciones” de un desarrollo de la misma “construido” como puramente racional con arreglo a fines (Economía y Sociedad, Parte 1, Capítulo I, § 1, n 3)

Su lugar central se nota además en otros textos de Weber en los cuales ella aparece como una versión más ‘desarrollada’ que otras acciones. En particular, ello con relación a la acción racional de acuerdo a valores, que es la otra forma de racionalidad puesta en la tipología. La diferencia entre ética de la convicción y ética de la responsabilidad mapea sobre la diferencia de los dos tipos de acción racional en Economía y Sociedad y (a) es claro que versión es más adecuada para la política de acuerdo a Weber y (b) en cuál aparecen más dimensiones bajo el sentido del actor. Lo mismo se puede comentar de la diferencia entre racionalidad material y formal en el Capítulo II de la 1a Parte, sobre las categorías sociológicas de la vida económica -donde la prioridad de la racionalidad formal (la que es equivalente a la acción racional de acuerdo a fines) también es clara. De hecho, esto se nota en otras partes. Así, por ejemplo en lo relativo a la legitimidad. Los tres tipos posibles de dominación legítima se pueden mapear a los tipos de acción, quedando sólo la racionalidad de acuerdo a valores sin su tipo de dominación. Pero en el § 7 Weber desarrolla una legitimidad asociada a la racionalidad de acuerdo a valores (y pone como ejemplo en el n° 3 al derecho natural). Ello, de todos modos, no se desarrolla mayormente en el esquema de los tipos de dominación. La acción racional de acuerdo a fines sigue existiendo como la forma de la acción paradigmática.

Una cosa es que una categoría sea más central, ello es común en varios esquemas; pero otra que las restantes no sólo sean relegadas a la periferia del interés sino que incluso sean expulsadas del campo. Una de las afirmaciones de Weber que no deja de ser extraña es su exclusión, al menos parcial pero no por ello menos decidora, de las acciones afectiva y, específicamente, la tradicional del campo de la acción con sentido. A continuación citamos la referencia sobre la acción tradicional, pero a decir verdad sobre la acción afectiva (en el siguiente número del § 2) dice algo muy similar.

La acción estrictamente tradicional -en igual forma que la imitación puramente reactiva- está por completo en la frontera, y más allá, muchas veces, de lo que puede llamarse en pleno una acción con sentido. Pues a menudo no es más que una oscura reacción a estímulos habituales, que se desliza en la dirección de una actitud arraigada. (Economía y Sociedad, Parte 1, Capítulo I, § 2, n 1)

La reducción de la acción tradicional a un mero automatismo, cómo si seguir una regla habitual fuera algo que no requiriera habilidades, no es algo específico a Weber, pero claramente está detrás de esas afirmaciones. Sin embargo, el comportamiento habitual -por ejemplo, el que me permite en este momento escribir en el teclado requiere de todos los hábitos asociados al teclado- no es un automatismo, sino que requiere una gran cantidad de habilidades, que no por no estar al frente de la intencionalidad no dejan de tener sentido (o para decirlo de otra forma, que permiten que se haga algo con sentido). El concepto de habitus en Bourdieu, o la más reciente discusión de la actividad manual por parte de Sennett muestran todo el sentido que requiere una acción habitual. Más aún, es una simplificación de lo que implica la tradición el pensar que los principios y máximas que las conforman pueden aplicarse sin más: Al igual que el lenguaje tienen aplicabilidad muy amplia.

En parte, la reducción de la habitualidad fuera del campo del sentido dice relación con la función que tiene la noción de sentido en general en la discusión de Weber. En el § 1, I, 9, Weber hace referencia a la posibilidad de entender con sentido el comportamiento de los animales. Después de declarar que, en principio, bien puede existir sentido en dicho comportamiento (el perro comprende las instrucciones de su amo), procede a declarar los problemas de dicha posibilidad (debido a nuestra falta de acceso a los posibles sentidos subjetivos). Ahora bien, claramente en esa discusión, la posibilidad siquiera del sentido no está asociada a asunto racional alguno y esto mostraría, entonces, que no es necesaria la razón para comprender. Por eso mismo, es interesante el énfasis que Weber hace ahí en el hábito como fuente de comportamiento animal para darle más realce a la exclusión de ello del campo de la sociología. Dado que el comportamiento habitual no parece ser exclusivamente humano se lo tiene a expulsar del campo de la sociología -aun cuando sea entendible.

Lo cual nos lleva a algo que ya habíamos discutido con anterioridad. Weber no deja de ser neo-kantiano, y luego hereda algo que ya es parte de esa tradición (y que el historicismo alemán no hizo más que enfatizar): la diferencia entre lo humano y la naturaleza, el mundo del sentido y el mundo fuera del sentido. Y la razón es lo que aparece más claramente ajeno a la pura causalidad externa de la naturaleza. Para decirlo de otra forma, tratar a la razón naturalmente es no dar cuenta del carácter de la razón (algo similar, en un pensamiento muy lejano y más reciente, le pasa a Badiou en relación al materialismo y la noción de verdad). Pero al centrarse en ello, el precio que paga Weber termina de ser demasiado alto: expulsar de la categoría de sentido a una buena parte de la conducta humana, y más aún, de expulsar del sentido a acciones que claramente resultan comprensibles (para los mismos actores y para observadores).

Alcanzar una comprensión no reduccionista ni de autómatas de la acción habitual y tradicional es un empeño que no resulta fácil, pero es necesario.